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Altivo, recurrente, y caótico. por 1827kratSN

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Notas del fanfic:

Me ha ocurrido un par de veces que insultan la decisión tomada para que X personaje sea el pasivo.

Así que he decidido poner esta advertencia antes de empezar con esto.

La historia aquí creada, aunque contengan algo de occ, fue hecha con amor, PERO también fue creada con la mentalidad para que Reborn sea el pasivo de la relación. Además, en este fanfic es usado el omegaverse, derivados de sus propios AU, y en general posibilidad de m-preg.

Como a muchos, a Krat le vale verdura el estereotipo que le hayan dado a X personaje, así que ama la versatilidad, no importa la altura, edad, o alguna otra característica. Con eso aclarado, y bajo su propio riesgo, pueden continuar con la lectura.

 

¿Por qué todos deben tener un alma gemela?

¿Por qué debes amar a tu alma gemela?

¿Por qué a la gente le gustaba decir “soulmate” en vez de alma gemela?

¿Por qué no simplemente olvidarte de eso y seguir con tu vida?

¿Por qué, a más de tu soulmate, debes preocuparte por tu casta?

 

Muchas preguntas en una pequeña cabecita. Muchas dudas sobre su futuro. Muchas y muchas decisiones que tomar. Era complicado, pero tenía que afrontarlo como cada ser humano que pisaba esa tierra.

 

«En tu piel está tatuada la primera frase que tu alma gemela te dirá al verse por primera vez»

 

La maestra de turno en cada año escolar se lo decía a su clase, era la primera cosa que se enseñaba, en lo que se ponía más énfasis porque era la razón de vida de muchas personas. Resultaba que tu alma gemela o “soulmate” —palabra dada para que sonara mucho más bonito—, era alguien con quien estabas destinado a encontrarte en algún punto de tu vida y con quien serías feliz, formarías una familia y cursarías los mejores tiempos de tu existencia.

Pero nada era tan bonito como en la escuela se lo enseñaron.

Porque a medida que los niños iban desarrollándose, también forjaban sus propios pensamientos y creencias. Esa primera frase que les enseñaban, también se volvía en la peor falacia de su mundo. Porque había tantas personas en la Tierra, tantos países tan alejados los unos de los otros, tantas almas ocupando cuerpos físicos, que hallar a tu alma gemela era una tarea colosal.

Había casos —incluso—, en donde una persona hallaba por casualidad una tumba en donde recitaba la frase tatuada desde el nacimiento, porque el que ya no pertenecía a ese mundo jamás pudo hallar a su soulmate. Otros más afortunados, encontraban a su alma gemela al final de sus días, o incluso cuando ya habían formado una familia con alguien más; y se veían en esa penosa situación de decidir qué era más importante: su familia ya formada, o vivir junto a su destinado y ser “feliz por siempre”.

 

—La felicidad es relativa —solía escribirlo en un papel porque no se arriesgaba a decirlo en voz alta.

 

Y es que era así, porque incluso si tenías la fortuna de encontrar a tu alma gemela antes de fallecer…, nadie te aseguraba que el propio mundo no hubiese podrido a esa persona. Nadie te certificaba que al estar con tu soulmate no sintieras rechazo, o fueras infeliz con él o ella. Pero la sociedad te empujaba a creer que debías hallar a esa persona y ser feliz, o aparentar serlo.

Era peor cuando tu alma gemela no correspondía a una casta compatible y eras mal visto porque no podías cumplir con tu destino de procreación. Te relegaban a la parte más baja de la pirámide social. Sufrías de acoso, fobias, represiones y rechazo incluso por parte de tu propia familia.

 

—Tienes pensamientos muy depresivos, Tsuna-kun.

—Lo sé, Enma-kun —suspiraba acurrucándose aún más debajo de la cobija con la que se cubrían—, pero he pensado mucho en eso… y concuerdo con lo que esas páginas dicen.

—Yo aún tengo esperanzas —sonrió el pequeño pelirrojo que bebía de su chocolate caliente—, en que pueda conocer a mi soulmate y pueda ser feliz.

 

Tsuna vio a su amigo reír mientras se acariciaba el hombro derecho, donde tenía su tatuaje que dictaba una frase muy tierna a su parecer. «Me gusta tu pequeña y lastimada nariz», cosa que sólo el castaño sabía porque era un secreto muy personal que cada uno guardaba. Era por seguridad, mantenían un secreto para sobrevivir entre tantas personas malas, porque ya hubo casos de quienes fingieron ser los soulmates de alguien sin serlo en realidad.

Tsuna siempre portaba un protector para su brazo por una razón que no solo era para protegerse de alguien que quisiera hacerle una broma, sino, por la vergüenza, y es que su frase tatuada era… horrible. Ni siquiera quería conocer a su alma gemela, porque ni bien entendió las palabras tatuadas en su piel, se convenció de que esa persona era de lo peor y que solo le traería problemas. Tal vez por eso tenía tantos malos pensamientos hacia los soulmates.

 

—La prueba para saber su casta se hará el día de mañana, así que no olviden avisarles a sus padres.

—Seguro seré un beta —sonreía un niño—, ni olor tengo.

—Yo seré alfa, ¡como mi padre!

—Es obvio que aquí nuestro par de idiotas serán omegas.

—Pobres sacos de hacer bebés.

 

Odiaba eso. Enma también lo odiaba. Muchos lo odiaban, porque crecían sabiendo la casta a la que serían relegados. Tener la apariencia delicada y un cuerpo frágil, inmediatamente te llevaba no solo a ser el objeto de burlas o de acoso escolar, sino que te definía como omega y por ende la sociedad te creía lo “más bajo”.

Lo que odiaban no era el hecho de que te cedieran tu casta, no, ni siquiera importaba si eras omega. Lo que todos odiaban, era el trato que se les daba a los omegas, el cómo los tachaban como la casta inferior, y la forma tan arrogante en la que los alfas presumían su superioridad por algunos beneficios físicos que su casta les daba. Lo que odiaban en definitiva era a la persona que se jactaba y se superponía a las demás.

Pero a veces las cosas salían diferentes a lo planeado.

Sus resultados se los entregaron sellados, en la mano de cada chico de quince años en esa preparatoria, siguiendo un protocolo estricto. Su tiempo de espera se terminaba y solo debían leer el documento y después seguirían con su vida tal y como estaba. Porque su casta no definía su futuro, al menos ya no —o eso decían—, pero definía las decisiones y comportamientos que debían tomar. Sí. Porque lógicamente su casta y soulmate eran las cosas en las que menos debía preocuparse.

 

—Soy… beta —Enma miraba sus resultados con intriga—. Bueno…, soy beta.

—Pero hueles a menta fresca —susurró Tsuna en la complicidad de un pasillo alejado de su salón—. Eso es raro.

—Lo sé —volvió a cerrar el sobre—, supongo que es algo así como lo que nos enseñaban en clase. Que hay betas con un ligero toque de omega o alfa, con un aroma y una actitud, pero al fin y al cabo sigo siendo un beta —sonrió.

—Bueno —suspiró Tsuna antes de abrir sus resultados—. Yo soy… —dirigió su atención a aquellas letras en negrita—. Ay ¡por los dioses! —apretó más el papel y lo releyó.

—¿Por los dioses? —el pelirrojo rio porque su amigo casi no usaba esa expresión—. Tsuna-kun..., no puede ser tan malo —Tsuna le mostró el papel, casi pegándoselo al rostro—. Ya sabíamos que… —y se quedó callado cuando el castaño le indicó aquellas letras marcadas en el papel—. Ay ¡por los dioses!

—Soy alfa —susurró con terror.

 

Fue en ese punto de la vida de Tsunayoshi, cuando todo dejó de ser normal y sin chiste. Todos sus planes se fueron al carajo y terminó siendo de la casta que no debió ser porque su cuerpo se negaba a aceptar tal “honor”. Jodida fuera su fortuna, jodido fuesen sus compañeros que lo retaron un sinnúmero de veces a probar que era alfa, y jodido fuera el último día donde se cansó que lo molestaran a él y a Enma, y le rompiera la nariz en tres partes a su peor enemigo: Hayato Gokudera.

Ah, sí, porque desde ahí se ganó un respeto que no quiso y un seguidor muy, pero muy… cercano.

 

—¡Le declaro mi lealtad absoluta!

 

Tsuna miraba la reverencia de noventa grados que aquel albino —casi, porque sus cabellos eran plateados—, de ojos verdes y fieros, le daba. Sintió pánico, no solo porque aquel gamberro y chico malo reconocido en toda la preparatoria le estaba reverenciando y con eso le mostraba que era superior a él; sino porque estaban a mitad del patio, los alumnos lo miraban, y el aire apestaba a miedo entremezclado con rabia.

 

—Gokudera-kun —sus manos temblaban, aun así, las estiró para levantar al chico—, lo siento tanto —se disculpó de nuevo. Vio la sangre correr a borbotones y sintió un poquito de asco—. Tenemos que llevarte a la enfermería…, o a una clínica.

—Esto no es nada —hizo una mueca cuando se agarró el tabique—. ¿Su mano está bien?

—Por favor, Gokudera-kun. Necesito llevarte a un hospital.

—No merezco tal amabilidad.

—Gokudera-kun —estaba molesto y asustado, de verdad, tal vez por eso no se fijó en que de pronto su instinto alfa surgió—. Dije que iremos al hospital, ¡ahora!

 

Sí, después de eso no pudo ver a la cara a sus compañeros. No soportaba notar cierto miedo en esos rostros, ni su propia culpa fulgurando como lava desde su estómago. Pero después de eso, Gokudera se convirtió en su amigo cercano —seguidor extremo, hasta el puto de ser un acosador en potencia también—, y era verdad que lo sacaba de líos de vez en cuando.

Su vida era rara. Deseaba que no fuera así.

 

 

 

Notas finales:

 

Este fanfic está destinado a cumplir con el Día 1: Soulmates, propuesto para la actividad R27Week2019 del grupo de Facebook R27 fan club (the chaos club). El borrador ya está terminado y si no se me ocurre aumentar alguna que otra cosa, pues tendrá siete capítulos cortos que se irán actualizando cada día —dependiendo del tiempo que disponga—.

Espero les haya gustado, aunque sea un poquito~

Nos vemos~

Muchos besos~

Krat se va a estresar por los problemas de su país durante un rato~


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