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Buenas intenciones por 1827kratSN

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No pudo dejarlo solo, no en esa noche donde parecía haber adquirido una dependencia con él. No pudo negarse ante esas súplicas alcoholizadas, además, aun estuvo en shock por la confesión de Ame. Sinceramente no se le pasó la impresión ni al despertar, aunque eso fue porque USA amaneció recostado sobre él, abrazándolo como a una almohada, y sonriendo como si estuviera atravesando un bonito sueño.

 

—¿Qué voy a hacer? —susurró.

 

Obviamente no hizo nada, solo esperó a que USA se moviera y poco a poco se zafó del agarre para poder escabullirse fuera de esa habitación. Se aseguró de que su hermano siguiera dormido, lo arropó correctamente, y después cerró la puerta muy despacio. Escapó a su habitación para darse un baño y recordar lo que pasó, avergonzándose profundamente por el beso que no pudo impedir.

 

—Me siento culpable —susurró mientras se encogía en la tina.

 

No sabía si él hizo o dijo algo para hacer que USA pensara que le gustaba o algo así. No entendía cómo es que su hermano le confesó aquello tan delicado. No entendía por qué quería llorar, pero en vez de eso solo se hallaba sonrojado y aferrado a la esperanza de que fuera un malentendido. Se sentía culpable de algo que no hizo, de las miles de ideas que justificaban a USA y sus palabras. Era horrible sentirse así.

 

—Fue el alcohol.

 

Esa frase fue su único consuelo después de una hora metido en la tina con el agua hasta el tope, largo tiempo en el que se culpó de la situación y donde dejó que su piel se marchitara por el agua que se enfrió hace mucho. Cuando por fin tuvo el valor de levantarse, Canadá tuvo que reírse porque temblaba como gelatina por el frío y su piel formaba una pasa blanca y fea.

Se calmó.

Tenía tiempo hasta que USA despertara, y seguramente lo haría con resaca, así que podía ir a preparar el desayuno con tranquilidad para no seguir pensando en lo ocurrido la noche anterior. Porque nada era más distractor que mecer la mezcla de los waffles mientras escuchaba a Lady Gaga a elevado volumen y coordinaba sus movimientos con la sartén que seguía preparando el tocino.

Tuvo dos accidentes menores por hacer todo al mismo tiempo.

Pero así se olvidó del asunto principal para socorrer su dedo quemado y limpiar el suelo pegajoso por la mezcla derramada. Nada mejor que el dolor y el aseo para matar la vocecita de su cabeza que le decía que era la peor escoria de la vida. Tal vez por eso no notó que USA había bajado y lo estaba mirando desde la puerta, se dio cuenta solo cuando la música se detuvo y escuchó a alguien carraspear.

Respiró profundo antes de levantarse del suelo y girar.

Sonrió como siempre hizo en las mañanas.

 

—Bro —apretó más el trapo con el que limpiaba el suelo y el desinfectante—, buenos días.

—Amo esa canción, pero ahora no estoy para eso —gruñó por lo bajo mientras revolvía más su cabello.

—Oh, te ves mal… ¿Te duele? —se acercó preocupado al verlo hacer una mueca—. ¿Mucho? ¿Quieres que te dé una pastilla o algo así?

—No.

—Entonces un café —opinó antes de dejar de lado sus implementos de limpieza y acercarse a USA—, debe ser una fea resaca.

—Solo necesito una cosa —susurró dejando que los dedos de su querido Canadá le acariciaran las mejillas.

—¿Qué es?

 

Canadá vio a USA trastabillar y por instinto se abrazó a la cintura ajena para sostenerlo. Jamás imaginó que eso solo sería un truco, uno muy malévolo para que se acercaran lo suficiente. Poco pudo hacer entonces, porque las manos de USA tomaron sus mejillas y con rapidez esos labios se unieron a los suyos en un beso largo, sin movimiento más que los suaves roces que su hermano daba para repetir ese contacto armonioso y simple. Lo único que se escuchaba era el suave “pop” al separar sus pieles y la suave risita de quien triunfó en esa mañana.

 

—Buenos días, baby.

 

Las mejillas de Canadá se encendieron con fuerza, sus labios temblaron, y soltó la cintura de USA cuando pudo reaccionar. Quiso alejarse, pero los brazos del americano aprisionaron su cuello y ese aliento con rastros de todo el licor que consumieron el día anterior, golpeó su cuello, porque ahí se refugió su hermano para reír entre dientes. No sabía qué hacer.

 

—Creíste que lo de ayer fue un sueño, ¿verdad? —suspiró antes de olfatear ese cuello—. Pues no… todo lo que dije fue verdad —le dio un besito en la clavícula—. No hay marcha atrás.

—Ame…

—Cany… Oh my god, Cany.

 

USA se halló con lo que menos quiso provocar. Tomó entre sus manos las mejillas humedecidas por pequeñitas lágrimas que poco a poco se acumulaban en esos ojos y después se derramaban como cascadas. Limpió esos caminitos con sus pulgares y suspiró al notar los suaves temblores de esos labios que no podían decirle algo feo.

 

—Sabía que esto iba a pasar, baby —abrazó a su querido hermanito y lo escondió en su cuello—. No llores, Cany.

 

Pero lo escuchó sollozar y eso le rompió el corazón. Nunca quiso ser causante de esas lágrimas y ese lamento. Lo único que quería era tomar esa carita entre sus manos y proteger esa sonrisa adornada por suaves pequitas rojizas que apenas se notaban debido al rojo de la bandera que se embellecía con esa hojita de arce.

 

—Por eso no te dije antes. ¿Me perdonas?

 

No recibió respuesta porque Canadá seguía llorando en susurros, pero no le importó, porque sabía que su hermano era un ángel y le perdonaría cualquier cosa. Lamentablemente él era el descarado y la escoria, porque no pudo acallar más aquello que sentía desde hace tanto tiempo. Por el contrario, desde la noche anterior sentía que todo valía la pena si podía tener a Canadá a su lado por el resto de su vida.

 

—Ey…, Cany —le sujetó las mejillas para mirarlo—, creo que necesitamos otra copa de wiski.

—Claro que no —rio entre sus hipidos, no pudo evitarlo.

—Dicen que es bueno para la resaca.

 

Sonrió de lado al escuchar la suave risilla de su ángel de rojo y blanco. Era eso lo que lo había tenido flechado desde niños, porque nadie podía resistirse a la melodiosa sinfonía de cada carcajada de Canadá. Era tan hermoso. Por eso le dio un suave besito en la mejilla, otro más en la otra, uno adicional en la frente y se dio el lujo de besarlo por todo el rostro mientras escuchaba las suaves quejas en francés. Porque cuando Canadá se ponía nervioso o alterado, hablaba en francés.

 

—Arrêtez s'il vous plait. —(Detente, por favor), pero no le hicieron caso— Amérique!

—Es que eres tan bonito, incluso cuando lloras —lo besó una vez más, en la quijada, suspirando al final.

—Tu sens la liqueur —(Hueles a licor), hizo una mueca y limpió su mejilla con su manga.

—Y tu hueles a miel de maple —sonrió antes de soltarlo—, pero ese no es el asunto aquí.

—Tu n'avais pas de gueule de bois? —(¿No tenías resaca?)

—Sí, pero se me pasó al verte llorar —se acomodó los cabellos antes de sentarse en la mesa—. Así que… ¿Qué desayunamos?

 

USA iba a fingir demencia, sí, ese era el plan, porque tenía que lograr un ambiente pacífico para que su querido Cany no se alterara tanto. Así que solo se quedó ahí, sentado, viéndolo desplazarse por la cocina y servirle un plato con tocino, unos huevos revueltos, unas tostadas y dos waffles. Muy surtido de verdad, y se lo iba a comer, aunque tuviera náuseas, porque fue preparado por su angelito y sería pecado desperdiciarlo.

Comió en silencio, a veces mirando a Canadá, riéndose al verlo colocar miel de maple en cada pedacito de waffle, con un cuidado casi minucioso y una concentración graciosa. Ah sí, amaba verlo rellenar la mejilla derecha con comida porque se redondeaba y… ¡era tan jodidamente hermoso! ¿Cómo no se iba a enamorar de aquel muñequito?

 

—You are so beautiful~ —empezó a cantar, porque esa era la forma indirecta con la que se declaraba desde hace años, aunque Canadá no se enterara de nada—. To me~.

—Me gusta esa canción —sonrió antes de beber su jugo de naranja.

—Lo sé —sonrió mientras ingería los últimos pedazos de su tocino—, ¿por qué no me sigues, honey?

—You are so beautiful~ —canturreó sin pena, tratando de entonar algo decente, porque era obvio que el canto no era lo suyo—. To me~.

—¡Eso! —sonrió—. Can't you see~... You're everything I hoped for~.

—You're everything I need~

—So beautiful —suspiró mirando a Canadá—. You are so wonderful~… To me~.

 

USA ya había olvidado cuántas veces cantó con tanto sentimiento para Canadá, también había olvidado las miles de veces que le dijo “te quiero” y recibía una sonrisa en correspondencia. Pero siempre fue duro, porque sabía que el amor que le ofrecía Canadá era fraternal y no correspondía a lo que él quería. Y ahora estaban ahí, fingiendo que el beso de la noche anterior y el de hace tan solo minutos no pasaron.

Pero haría todo para que Canadá no se incomodara.

Por eso se durmió el resto de la mañana, fingiendo no escuchar los pasos de su hermanito al salir de casa, esperando que no huyera por demasiado tiempo, con esperanzas de que tal vez todo saliera bien y sus lazos fraternales no fueran impedimento. Deseaba tanto que no pesara tanto aquella maraña de sentimientos, pero era imposible.

 

—Te ves mejor —Canadá recibió a USA en la sala a media tarde.

—Me veo hermoso, sweetie.

—Sí, lo sé —rio entre dientes.

—Bueno… —suspiró— es hora de irme.

—¿Eh? ¿Te vas? ¿A dónde?

 

USA sonrió divertido por aquella alteración, porque Canadá se preocupaba por él incluso después de todo lo que le hizo. Suspiró. No había forma de lograr que Canadá lo odiara, tal vez por eso se aprovechaba mucho de él. Como en ese instante, donde recurriría a ese corazón de algodón para una pequeña satisfacción. Una chiquita antes de irse.

 

—Ey, sweetie —se sentó junto al bicolor mientras se acomodaba las gafas—, deja de preocuparte por mí.

—Pero yo… —apretó sus puños—. Me preocupas.

—No haré cosas tontas —sonrió de lado.

—Ame… —apretó sus labios— no te vayas.

—Tengo que hacerlo. Porque te daré un tiempo.

—¿Tiempo? ¿Para qué?

—Para que pienses en lo que te dije ayer.

 

Silencio, horrible silencio, y miedo. USA reconoció miedo en aquellos ojitos azules. No quería eso. Pero si iba a conquistar ese corazoncito, sabía que debían pasar por una separación y enfrentar el miedo al “qué dirán”. Necesitaban un tiempo a solas, cada uno por su lado, sin influenciar sus propios modos de amarse.

 

—Ame… yo te quiero.

—Lo sé, sweetie. Pero ahora sabes que no correspondo a ese cariño, sino que te ofrezco uno diferente.

—¿Y no puede volver a ser el de antes?

—Jamás fue diferente a este —se señaló el pecho.

 

Sonrió, enternecido por esa mirada confundida y esos labios que se movían y apretaban. USA acercó su mano para acariciarle la mejilla, se acercó despacio esperando cualquier rechazo, pero logró llegar cerca de ese rostro para susurrarle una sola cosa más.

 

—Yo te amo, baby.

 

Se acercó un poco más, suspirando sobre los labios ajenos, dejando que Canadá cerrase fuertemente sus ojos y encogiera sus hombros. Le gustaba tanto, y le parecía muy dulce que Canadá no se negara a la cercanía. Quiso aprovecharse, pero no lo hizo. Le dio un besito en la mejilla derecha.

 

—Y haré de todo para que me entregues tu corazón.

—Ame…

—Ahora me voy —se levantó con rapidez, limpiando su impecable camisa—. Nos vemos, sweetie. Come bien y duerme las horas suficientes.

—Eso debería decirte yo.

—Y no dejes que alguien más que yo te coquetee —se giró para quitarse las gafas y así guiñarle un ojo—. Aunque nadie está a mi nivel —volvió a colocarse las gafas y sonrió.

—No cambias, de verdad.

—¡Te amo, baby! —agitó su mano.

 

USA sabía que desde ese punto sus estrategias para ganarse el corazón de Canadá tendrían que ser mucho más directas. Porque ya no había marcha atrás. Era todo o nada.

 

 

Notas finales:

 

Lo malo de los incestos es que siempre sufren, sea por las razones que sea, eso hasta que se acepten mutuamente por completo.

Krat los ama~

Besos~

Dejen sus teorías aquí --> <--

XD


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