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El lobo enamorado por BlackPhilip

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Notas del capitulo:

Fictober 2020 Día 4: "Eso no te detuvo antes"
-Sé que me atrasé demasiado, pero prometo que estoy dando lo mejor de mí:(
-Ooc

 

En aquel fantástico mundo de bestias existían verdades que eran fundamentales para la coexistencia de todas las especies. Y una de ellas era el Mercado Negro, aquel mítico lugar que todos sabían que existía, pero preferían negar. La ignorancia los protegía de la salvaje naturaleza (la cual era sublime, a pesar de todo su desorden), esa que rodeaba a su perfecta sociedad.

La vida en aquel mercado se convertía en una ópera cruel sobre la putrefacción y la próxima muerte. Porque no era sólo un asunto de comer carne, existía una filosofía detrás que dividía a los carnívoros de los herbívoros. Las cadenas alimenticias tomaban un nuevo significado, y las leyes eran reescritas por los más fuertes.

Sobrevivir se había convertido en el arte más puro, y entre todos ellos, los animales de las mafias eran los mejores artistas. Sanguijuelas que siempre estaban al acecho de las calamidades, encontraban las formas de poner su nombre en la boca de todos los malditos.

La cercanía a su destino natural los orillaba a los excesos, a fortunas oscuras ganadas con el sudor y la sangre. La nobleza entre los muertos de hambre.

En toda esa venenosa opulencia sobresalía Louis, jefe del Shishigumi. Un orgulloso ciervo rojo que de alguna manera había logrado domesticar a una manada de leones salvajes. Un gran punto del mercado les pertenecía gracias a su inteligencia y elocuencia.

Del otro lado, existía otro viejo grupo criminal, encargado de llevar el honor de los lobos a la cima. Bajo el techo de otras zonas negras y anhelando los placeres de los felinos, se habían aventurado en una lucha de poder sin precedentes por obtener todo aquello con lo que soñaban. A estos fieles criminales se había unido Legosi, un joven lobo gris que se perdió en los rumbos de la justicia y por broma cruel terminó unido a marginados.

Y con impresionante facilidad, había empezado una guerra sin declarar entre ambos grupos. Guiados por el orgullo, los grandes depredadores competían con sangriento fervor. Peleaban por mantener ese nombre en alto, porque eso era lo único que importaba en esa vida.

La interminable guerra entre caninos y felinos se esparcía entre los rincones del mercado, pero Louis no tuvo ningún problema en centrar su atención y deseos en aquel lobo gris, siempre tan retraído.

Y Legosi, seducido por una nociva belleza, no pudo hacer más que recibir esa lubricidad con los brazos abiertos, cayendo ante un depredador sin garras y convirtiéndose en el animal que servía a sus caprichos.

---

El cálido y húmedo murmullo de los amantes llenaba la habitación oscura. Era una de esas noches en las que podían encontrarse y anudarse en un acto carnal.

El lobo podía sentir el tóxico sabor a tabaco en cada uno de sus besos.

Y entre toda esa aura voluptuosa estaba Legosi, con una preocupación pintada en su rostro sonrojado. Podía sentir las delgadas manos del ciervo recorriendo su cuerpo, trazando con experiencia caminos exquisitos en zonas sensibles. Su aroma aturdía todos sus sentidos, despertando familiares instintos que intentaba mantener reprimidos en ese momento.

—Louis... —Jadeó el nombre de su amante, abrumado por todas las sensaciones que se mezclaban.

Sin poder evitarlo, empezaba a cegarse por la excitación. Sus suspiros lentamente se convertían en gruñidos guturales al percibir como el otro bajaba la mano hasta su vientre y más abajo, palpando el semi duro miembro del lobo. Pero aun en esa aura tan sexual, Legosi reflejaba expresiones de nerviosismo.

—El Shishigumi... Ellos... —Decía entre respiraciones, incapaz de formular sus palabras—. Nos oirán...

—Eso no te detuvo antes —Susurró Louis, tan suave como un ronroneo.

Era habitual que las cosas terminaran de esa manera, después de todo, Legosi solía escabullirse en la enorme guarida de los leones sólo para encontrarse con aquel bello ciervo y otorgarle lo único que buscaba: un orgasmo efímero en medio de las largas madrugadas. Pero él no podía evitar sentir una conexión real en cada uno de sus encuentros, todos los nervios de su cuerpo le enviaban sensaciones agradables al escuchar su voz, su cola se agitaba violentamente de lado a lado con sólo verlo. Eran esas emociones las que le gritaban que detuviera esa nube de falsas caricias y de lujuria pasajera.

Porque al final del día, no era su estilo. Él era demasiado joven, demasiado inocente, demasiado estúpido para creer en el amor aun estando en el mercado negro. No podía simplemente ignorar toda esa marea de sentimientos que tenía por él. Deseaba algo más que sólo sexo casual. Quería una relación verdadera. Quería estar con él, admirarlo por horas como a una obra de arte, pasar las noches y recibir el amanecer juntos. Pero ¿cómo pedirle aquello a ese cínico?

Mientras más segundos pasaban, entendía que las cosas no podían continuar de esa manera. Debía decir algo, aunque terminaría sangrando en el piso con el corazón destrozado.

—Louis... —Llamó Legosi por última vez, una especie de advertencia a lo que estaba por ocurrir—. Detente.

Aun podía sentir sus adictivas sonrisas contra su piel, siempre de triunfo, jactándose de la hazaña de domar a ese feroz lobo. Y no había ninguna intención de parar.

Colocó las manos sobre sus hombros, apartándolo de encima sin mucho esfuerzo. A pesar de todo el ego y la crueldad, el cuerpo de Louis no dejaba de ser el de un fino ciervo. Lo miró directamente a los ojos, incapaz de leer esa mirada.

—Louis... Tenemos que hablar... —Confesó el lobo, sintiendo como el aire en sus pulmones se transformaba en fuego— No quiero esto...

Una cruda carcajada llegó a sus oídos y se enterró en su mente.

—¿Vas a fingir que tienes moral? —Sonrió Louis, con ponzoñoso veneno en cada palabra— ¿Te sientes mal por traicionar a tu pequeño grupo de perros callejeros?

—No, no es eso.

—¿Entonces qué es?

Ese insistente zumbido en sus oídos, los mundanos olores de aquella habitación que compartía con él sólo por ratos. Podía sentirlos todos a viva piel conforme sus temores iban creciendo. Él era el carnívoro ahí, pero ciertamente se sentía como la presa más desvalida del mundo.

—Quiero algo más —Declaró, avergonzado y con el alma en sus manos—, contigo.

—¿Más? —Repitió, con una expresión de confusión pura— ¿De qué diablos hablas?

—Hablo de... —Legosi suspiró con frustración. Y podía notar que no sólo él estaba agotando su paciencia— Hablo de tener una relación, algo real. Que me dejes... quedarme a tu lado...

El silencio volvió, transformando la habitación en una cámara claustrofóbica, podía sentir la pesada mirada de Louis sobre él y eso lo estaba matando. Su estómago era un doloroso nudo que se ataba con más fuerza con cada segundo que miraba dentro de esos hermosos ojos, abiertos con la conmoción de un ciervo encandilado. Y por un segundo, pudo ver sinceridad en ellos, no esa soberbia elegancia que lo rodeaba siempre, en su lugar una benevolencia casi compasiva. Pero los segundos no son eternos, y esa franqueza desapareció junto al calor de su cuerpo.

Louis se alejó de él como si su cercanía le quemara la piel.

Permaneció sentado al borde de la cama fumando en silencio, el amargo humo que exhalaba perfumaba el cuarto con nociva melancolía. Los minutos pasaban como horas, días, años.

—Legosi —Llamó por fin.

Escuchó su nombre y no tuvo la voluntad para evitar que su cola se agitara con su inocencia canina. Lo miró expectante, rostro impaciente por entender el resultado de lo que había hecho.

—¿Qué pasa contigo? —Espetó finalmente el herbívoro, más perplejo que molesto— ¿Hablas en serio?

El lobo asintió, sin dudarlo. Un suspiro de estrés llenó el aire.

—Desde el momento en que te vi, supe que eras sólo un perro idiota, pero esta mierda te supera.

—Me gustas, Louis, y quiero que seamos felices-

—No, olvídate de eso. Te daré un consejo que debió darte tu líder desde el principio —Interrumpió Louis. Sus ojos destellaban con candela, y tal vez miedo a volver a escuchar esas palabras—. Ahora vives en el mercado, Legosi. Lo único que debe importarte es sobrevivir.

—Podemos sobrevivir juntos. Si me dejas estar a tu lado para protegerte.

—¿Y qué se supone que haremos? ¿Tomarnos de la mano, besarnos bajo las flores de cerezo?

—¿Por qué no?

—Porque soy el líder del Shishigumi, y tú un lobo que no entiende las reglas del juego.

—¡Pero no tiene que ser de ese modo! —Exclamó Legosi, con una desesperada pasión— Podemos irnos de aquí, comenzar de nuevo. Juntos.

Louis le respondió con ojos lastimeros, la mirada que se le da a un ingenio. Su amante vivía una extraña utopía junto a él, ignorando la perversión de aquellos reinos de sangre que los rodeaban. No pudo evitar tomar su rostro entre sus delgadas manos, un suave roce sólo para asegurar que lo viera a los ojos

—No hay vuelta atrás, Legosi —Le susurró, con una paciencia que el carnívoro no había visto antes en él—. No podemos cambiar las cosas.

Sólo besó sus labios con suavidad, casi cariñosamente, y volvió a apartarse.

—Buenas noches.

—Louis-

—Ve a casa Legosi, y vuelve cuando te hayas olvidado de esto —Sentenció, como única despedida.

Le dio la espalda, sin querer dedicarle una última mirada.

El triste lobo gris se levantó sin la fuerza para contestar y salió por esa ventana que quizá ya no escalaría más.

Afuera el gélido frío lo consoló, con diminutas agujas heladas clavándose sin piedad en su pelaje.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer!


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