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Amor por Shaniito

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Notas del fanfic:

Los personajes le pertencen a Shungiku Nakamura.

Este fanfic es Omegaverse, un mundo donde las personas se clasifican en alfas, betas y omegas. 

Los omegas, incluso siendo hombres, pueden quedar embarazados. No puedo afirmar ni negar si eso pasará en este fanfic. Asi que si no estas de acuerdo, estate atento a las advertencias del resumen. 

Por ahora, solo es amor entre estos dos maravillosos. 

Notas del capitulo:

No escribo hace muchos años, asi que espero que esto sea de su agrado. 

De repente me vi todo el anime y el manga de nuevo, asi que esto nació. Me hizo recordar mi amor infinito hacia estos dos. 

Todo empezó normalmente para Misaki.

 Su rutina no tenía nada de especial, pero encontraba un placer cómodo en que así sea. Abrió los ojos con pereza, frotándolos ocasionalmente para despegarse el sueño de las pestañas; la habitación tenia una penumbra suave debido al sol apenas nacido fuera de la ventana, que lo motivó a dejar las cálidas sábanas.

Bostezando de manera suave, escaneó la habitación en busca de obstáculos que podrían hacerlo caer, pues el piso estaba regado de juguetes. Esquivando todo con practicada habilidad, el joven de 22 años se dirigió al baño a realizar su cuidado personal. Luego, se lo vio en el piso de abajo, revolviendo algunos huevos y colocando los platos sobre la mesa, aun en pijama, porque ese día era un bonito domingo primaveral.

El amplio departamento solo retumbó el sonido de la fritura y de la vasija, por lo cual Takahashi encendió las noticias mientras sorbia su té. Esperando a su novio para empezar a comer, se deslizó por su celular: revisó su correo electrónico, sus redes sociales y el clima para esa tarde.

Como no le estaba prestando atención a su alrededor y con la televisión amortiguando la evidencia, el castaño fue acorralado por unas manos frías acompañadas de un tibio aliento en su cuello.

- Buen día – Sentenció la voz aterciopelada a sus espaldas, besando suavemente la zona que estaba olfateando.

Desprevenido, pero no asustado, Misaki se apartó del contacto y miro brevemente hacia atrás, encontrándose de inmediato con aquellas perlas amatistas que quería seguir viendo toda su vida, cuestión que no admitiría por ahora.

- Podrías haberte sentado sin asustarme ¿Sabes? – Comento con falso mal humor, que no encubría de ninguna manera la ternura en su mirada.

- La silla está muy lejos de ti, ¿Qué tal si te sientas en mi regazo? – Finalmente tomando asiento, el escritor palmeó sus piernas en invitación, que obviamente fue negada automáticamente – Veras que más tarde lo harás – Sugirió guiñando un ojo con picardía.

El rostro del más joven estaba luciendo matices rosadas, pero trató de encubrirlo juntando sus manos y comenzando a comer.

El desayuno fue pacífico, disfrutando de una charla ligera con bromas, insinuaciones y promesas para la noche. La puerta del balcón estaba abierta por lo que la brisa entraba y se iba a su gusto por el departamento, los cabellos grisáceos se balanceaban en una suave danza contrastando con la felicidad en sus ojos y la sonrisa en sus labios. Misaki se quedó observando cada segundo, porque la belleza merece ser apreciada.

Sintió las mariposas en el estómago acompasado con los latidos del corazón, cayendo enamorado por millonésima vez desde hace cuatro años. Estaba seguro que su rostro lo demostraba, no pudiendo hacer nada para esconderlo y, siendo sincero, ya no quería hacerlo tampoco.

Incluso con un manojo de sentimientos en su pecho, los platos debían ser lavados, así que se levantó y comenzó con la limpieza habitual. Aunque en vano, porque fue interrumpido a la brevedad, siendo trasportado hacia el sofá aterrizando con todo cariño y cuidado.  

Por un tiempo, solo mantuvieron contacto visual, observándose el alma, reconociendo sus sentimientos. Poco a poco, sus labios se bloquearon juntos por primera vez en el día. Quizás en el pasado el más joven se hubiera apartado, obstinadamente negando sus deseos; pero ahora, tironeando las hebras plateadas, sintiendo la suavidad y la textura pomposa de sus labios, piensa que fue un estúpido por perderse de esto.  

Acercándose cada vez más, hasta que no había espacio entre ellos y las manos errantes estaban colándose debajo de la ropa, fue que el escritor lo sintió: Un aroma. Se intensificaba a lo largo del cuello, justo en una zona que parecía levemente inflamada, donde debería estar la glándula de olor.

Incrédulo, paró todos sus movimientos, solo concentrándose en ese punto. Akihiko no podía creer lo que estaba pasando, debería ser imposible.

- Misaki, creo que estás presentando – Dijo con seguridad, analizando a su amante con el olfato en ese punto inusual.

- ¿Eh? Pero si soy un beta – Se quejó – ¡Deja de jugar Usagi-san, eso es imposible, ya soy un adulto! – Frunció el ceño, un poco molesto por la falta de atención, en especial en su erección vestida.

El albino se limitó a seguir investigando la zona, casi drogándose con el recién descubierto aroma a lavanda. – Tienes que ir al médico – Dijo poniéndose de pie. Se estaba arreglando la ropa y el cabello lo mejor que podía sin espejo, sin embargo notó que la mirada de su amante solo estaba fija en una región especifica de sus pantalones.

Como si no hubiera escuchado nada, el castaño seguía acostado inmóvil en su lugar – Usagi-san – Parpadeó incontables veces con su arma mas poderosa: Su puchero. No hacia falta que lo pusiera en palabras para que el otro lo entendiera, sus intenciones y su lenguaje corporal eran más que claros.

- No. – Sentenció con firmeza.

- Pero…

- No – Repitió.

- Akihiko… - Gimoteó delicadamente, todavía batiendo sus pestañas y abriendo un poco las piernas. El mencionado pareció ceder un momento, posicionándose en su lugar anterior, acariciando la nariz contra su oreja.

Se dejó llevar por la dulce caricia, disfrutando su triunfo mentalmente. Como era habitual, sus brazos gravitaron alrededor de la nuca ajena, apretándose en un agarre cariñoso; sus dedos cepillaron las pequeñas hebras en el área, como devolviendo el afecto que estaba recibiendo.

La situación iba en la dirección que Misaki quería hasta que fue levantado de repente. Su cuerpo encima del hombro de su amante mientras era transportado hacia la puerta principal y, presuntamente, al hospital; por lo que comenzó a patalear con todas sus fuerzas. No quería ir por una simple razón: Odiaba los hospitales.

Lástima que a Usagi-san no le importaba nada de eso.

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La sala de espera tenia colores agradables: Un naranja suave en las paredes, contrastando con el follaje de las plantas y los cuadros de artistas reconocidos, en su mayoría abstractos. Las puertas eran blancas igualando a los escritorios. Una melodía alegre llenaba el silencio, haciendo de su espera una experiencia casi agradable, casi.

Takahashi, reclinado en su asiento, suspiró por enésima vez. No era así como había visualizado su domingo esta mañana. Cruzado de brazos y desprendiendo una leve aura depresiva, continuó observando el consultorio hasta llegar, inevitablemente, a su acompañante sentado a su lado.

Se encontraba distraído con una publicidad sobre osos en la televisión, lo que solo lo hizo bufar una vez más. Estaba muy irritado. Entendía que era por su bien y que, en efecto, parte de ser beta significaba la ausencia de aroma, tener uno de repente no era normal. Curioso, llevo su muñeca a su nariz intentando sentir el dichoso problema, aunque no lo pudo identificar. Parte de su género secundario también radicaba en la limitación de su olfato, por lo que veía absurdo incluso pensar en oler a algo.

- Es lavanda – Resolvió Akihiko, de repente focalizándose en él. Siempre sabiendo lo que pasaba por su mente.

Halagado por la atención y sonrojándose ligeramente, contestó: - Creo que has exagerado, puede que sea el detergente de la ropa o algo así. No hacia falta venir.

- Cuando se trata de tu salud nunca es exagerado – Respondió tomando delicadamente su mano y plantándole un beso en los nudillos. El corazón del más joven se aceleró, pensando en lo injusto que resultaba estar a la merced de un hombre así, fingiendo que no le encantaba cada segundo – Por favor, hazlo por mí. Verás que todo esta bien y puedo quedarme tranquilo.

Aunque tuviera sus protestas internas y aún odiara los hospitales, no podía resistirse al brillo persistente en la mirada de Usagi-san. Rodó los ojos con falsa molestia, acomodándose en su asiento una vez más, cediendo a la petición. Solo esperaba que esto fuera rápido así podía seguir disfrutando de lo que quedaba del fin de semana.

Sonriendo ante el consentimiento de su amante, Akihiko pasó un brazo por el respaldo de su silla en la espera de brindar algo de consuelo en la situación. Pasaron los minutos en silencio, a veces distrayéndose con la televisión de fondo u observando a otros pacientes interactuar con el personal.

- Takahashi – Leyó el medico a unas puertas de distancia de sus asientos. De prisa, el mencionado se levantó y se encaminó hacia la consulta.

- Usagi-san, ¿No vienes? – Se volteó ligeramente para preguntar, se podía distinguir un sonrojo suave en sus mejillas. Como su alfa, el mayor tenía todo el derecho de estar con él y la verdad no quería estar solo si tenia que escuchar malas noticias. Al no ver una respuesta inmediata, pues el albino estaba sorprendido, se arrepintió un poco – N-No tienes que hacerlo sino quieres.

Pronto sintió una mano entrelazarse con la suya, dándole su respuesta.

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Omega…

Esa palabra podía leerse en su examen de sangre. Estaba seguro después de analizarlo mil veces. No podía creer como solo cinco letras podían alterarlo tanto.

Al parecer siendo una presentación tardía, que no tenia ni idea que podía suceder, ese era su subgénero ahora. Estaba ya en su habitación en el pent-house, no siendo lo suficiente valiente para abrir el sobre en el auto y encerrado de la gran Usami Akihiko que quería tirar su puerta abajo.

En su estado letárgico trató de encontrarle el lado bueno a esto, sus derechos se ven reducidos a la mitad, tendría que llevar un collar antimordidas en la calle, comprar supresores para no quedar en cinta, cada tres meses tendría celos por los que probablemente lo echarían del trabajo; Su voluntad ya no vale ante la ley, así que quien decidirá sobre él es su hermano, quien no estaba muy contento con su relación con Usagi-san, así que lo más seguro es que tengan que separarse y mudarse hasta encontrar un alfa que Takahiro encuentre adecuado.

No, no había nada bueno.

Decir que Misaki estaba en pánico era un eufemismo. Lo único que quería era romper ese papel en millones de pedazos y fingir que su vida no cambia en nada por esto. La voz de su amante amortiguada por la puerta lo clavó a la realidad y simultáneamente, lo lleno de nuevos miedos. ¿Y si no lo quería? Lo escuchó muchas veces quejándose de lo tontas y molestas que pueden ser las omegas. ¿Qué haría? Su corazón se partía a la mitad mientras más pensaba, dándole paso a ríos de lágrimas amargas.

Se acurrucó lo más pequeño que podía en su cama. Pensando en mil y un escenarios donde era rechazado, prefería dilatar ese momento lo más posible antes de desarmarse por completo. Sin embargo, la cerradura abriéndose no le dio esa oportunidad.

Unos brazos lo rodearon enseguida, le dieron una sensación de calor y seguridad, a hogar. Aunque el otro no preguntó nada, sabía que estaba pensando cosas más trágicas que lo que en verdad pasaba, como que le quedaba un mes de vida, o algo así. Angustiado, pero no queriendo ver al albino sufrir, le pasó el sobre que contenía su sentencia.

Sin romper su abrazo Akihiko leyó con determinación, relajándose al instante, pues su amor no se moriría en el corto plazo.

- Ah, cómo me asustaste – Rompió el silencio, alzando el rostro de Misaki por sus mejillas, para que puedan verse. Podía distinguir la angustia, el miedo y la preocupación en sus amadas esmeraldas, solo deseaba apartarlo del mundo y hacerlo feliz. Lo besó suavemente en los labios, tratando de brindar algo de calma.

- ¿No me dejaras? – Su voz rasposa por el llanto, apenas un susurro.

- Claro que no, prometimos estar siempre juntos. Que seas un beta o un omega no cambia nada. Sigues siendo mi Misaki – Dijo fácilmente, hablándole directamente al corazón más joven a través de sus ojos. Comenzó a dibujar círculos con sus pulgares en los rastros de lágrimas que no querían detenerse.

- Pero mi hermano…

- No dejaré que nos separe, ni él ni nadie.

- ¿Y mis celos? ¿No seré una molestia?

- Estaré más que feliz de ayudarte

- Pero si… - Sus palabras se vieron cortadas por un beso gentil, aunque breve, demostraba todo el cariño que Usagi-san estaba dispuesto a darle.

- Ya deja de pensar tanto, no me importa nada de eso. Son solo detalles. Mientras estés a mi lado, todo va a estar bien.

El castaño obedeció por una vez. De pronto se encontró lleno de una tranquilidad y comfort interior que no parecían posibles minutos atrás, todo gracias a esas dulces y sabias palabras. Suspiró, enterrando la cabeza en la camiseta ajena; el aroma de su amor rodeándolo completamente, aquí, en su lugar favorito, las cosas no parecían tan malas.

Hasta se le ocurrió una ventaja y qué suerte que su rostro no era visible en ese momento porque quizás iba a morir de vergüenza. Armándose de valor, apretando sus manos alrededor de la espalda contraria, se animó a llamar la atención de su pareja:

- Usagi-san

- ¿Mn? – Acariciando suavemente las hebras castañas, el mayor le brindó toda su atención.

- Quizás no todo sea tan malo – Afirmó enterrándose todavía más, si era posible, en el pecho de su amante – Ahora podremos aparearnos.

Hubo un breve silencio después de eso. Sin embargo, enseguida la sorpresa de Akihiko se convirtió en una mirada de amor y ternura incondicional, reservada solo para él.

- Tienes razón – Besó la cabeza de Misaki suavemente, para luego apoyar su mentón en ese lugar.

Aquí, no por primera vez, ambos se dieron cuenta que se encontraba la felicidad.

Notas finales:

¿Parte 2?

¡Gracias por leer!


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