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Nuevo hogar por BlackPhilip

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Notas del capitulo:

- Este oneshot fue escritó para participar en el Cuarto Desafío Relámpago de la página Es de fanfics (facebook): "Mudanza", no estaba segura de subirlo aquí, pero bueno...
- En este fanfic hay uso de personaje original (OC). Técnicamente podría contar como parte de "Vida doméstica"^^u
- Ooc
- Me odio

Las vísperas del rojizo atardecer se colaban por la ventana, pintando las paredes desnudas con los colores del cielo. Afuera, el único ruido que se percibía era la fría canción del viento en los árboles. Pero dentro, el ambiente era diferente. Tan denso y agotador, y el estrés que despedían de sus cuerpos parecía tomar forma.

La sala estaba vacía, salvó por un sofá y un montón de cajas apiladas por doquier. Legosi llevaba casi toda la tarde sentado ahí, demasiado agotado para discutir con una empresa de mudanzas. Por desgracia, Louis no pensaba lo mismo, y seguía al teléfono, tratando de aclarar la situación. Su voz sufría de altos y bajos, mientras caminaba en círculos por todo el lugar. La cuestión era bastante simple: no llegaba el resto de la mudanza y tal vez no llegaría esa tarde. Comprendió que trasladarse de un lugar a otro era desgastante, y por si no fuera suficiente con los gastos y las molestias, el desorden de la nueva casa y el crepúsculo cercano creaban una combinación desalentadora.

Al lado suyo, una arrugada caja polvorosa descansaba solitaria. No tuvo que husmear mucho para entender que dentro había un montón de fotografías. Con una naciente migraña y sin poder encontrar remedio al infortunio, rebuscó los pesados marcos en busca de una efímera distracción. Tomó uno de entre todos ellos, y al instante se sumergió en él. Era una pequeña fotografía de Hikaru. La felidae llevaba un vestidito lleno de lodo y las rodillas rojizas por la sangre seca, pero su radiante felicidad opacaba todo lo demás. Sonrió, sin evitar recordar ese día, y el disgusto que había demostrado Louis por el estado de la niña, cuya única respuesta fue ensuciarse más. Devolvió el marco a su lugar y buscó a la pequeña. Como lo supuso, no la encontraría sentada y tranquila en un sitio.

Su energía solía ser abrumante para ambos padres, que siempre debían estar detrás de ella. Se las arreglaba para incluso peligrar dentro de su hogar. Corría y trepaba por los muebles, se escondía en armarios y debajo de las camas, y no había regaños que la detuvieran.

Comprendieron que, a pesar de su tamaño, un gato necesitaba mucho espacio.

Cuando llegó a sus vidas, dejaron de inmediato (para alivio de Louis) el pequeño y desgastado departamento del condominio oculto, y mudaron hacia la residencia de ciervos que pertenecía a la familia de Louis. Pero descubrieron que sin importar el pasar de los años, ese jamás sería su hogar. Claro que tenían muchos beneficios ahí dentro, pero la severa elegancia de los cérvidos era demasiado complicada para los dos animales de otras razas.

Así que la solución del herbívoro fue comprar una casa, un lugar propio donde criarían juntos a su hija. Pero antes de poder construir eso, debían lidiar con aquel problema. Aunque parecía que Louis lo hacía bastante bien por su cuenta.

Se levantó y caminó entre las pertenencias empacadas, cuidando no tropezar con ninguna. Estaba a punto de subir al segundo piso para encontrar algo que hacer, cuando se topó con el pelaje negro de Hikaru en medio de las escaleras. La pequeña niña se encontraba parada en un sólo pie descalzo, sacudiendo los brazos para no caer. Su mirada concentrada estaba destinada al resto de los escalones frente a ella, como si sirvieran para advertirle del doloroso destino que sufriría si se mareaba. Legosi no entendió de inmediato que estaba sucediendo. Por unos segundos miró distraído la danza de la felina, pero un fuerte temblor en ella lo hizo despertar de sus pensamientos.

—¿Qué estás haciendo, Hikaru? —Preguntó, mientras se acercaba temeroso. De pronto, sintió que el minino se encontraba a cientos de metros lejos de él.

—Mi maestro dice que los gatos siempre estamos equilibrados, somos ágiles y flexibles. —Respondió orgullosa, bailando torpemente en el aire. Su pie parecía tan frágil, tan inestable— Para nosotros, esto es un juego —Añadió, con vanidad.

—¿Y debes jugarlo en las escaleras?

—No te preocupes, papi. Un gato nunca se cae-

Su afirmación se interrumpió cuando empezó a tambalearse. Involuntariamente, se apoyó por fin en ambos pies, pero no fue suficiente. Sus brazos no ayudaron a detener el desnivel y su cuerpo se dejó caer, pero el lobo se apresuró y la sostuvo en sus brazos antes de que sufriera las severas lesiones que le prometía el suelo. En ocasiones, olvidaba lo diminuta que era la niña. Pudo sentir su rápido latir, asustada y con la cola saltando como látigo.

La soltó sólo cuando estuvo seguro de que no caería, y pasó una mano por el pelaje erizo de su hija, con cariño.

—No vuelvas a hacerlo —Pidió Legosi.

—Pero los gatos somos-

—No vuelvas a hacerlo —Repitió severo, dejando en claro que no iba a discutirlo.

Hikaru asintió, rascando nerviosa la cicatriz de su ojo faltante, como lo hacía siempre que usaban aquel tono con ella. Para animarla, empezó a rascar detrás de su oreja, ganándose un ronroneo de la niña. Esa era su forma de demostrarle que no estaba molesto con ella.

—¿Cuándo llegaran mis cosas? —Preguntó, más animada.

—No lo sé, vayamos a preguntarle a papá.

La levantó sin esfuerzo y bajó con ella en brazos.

Louis ya había colgado la llamada y pasaba una mano ansiosamente por su cuello, tratando de calmar el despiadado dolor que punzaba en sus hombros.

—Los de mudanzas vendrán hasta mañana —Informó el ciervo. Sólo enfocado en el deprimente desorden—. ¿Qué se supone que haremos sin el resto de las cosas?

—Podríamos acampar en la sala, ¿qué te parece, Hikaru? —Legosi miró maravillado como el rostro de la felina se iluminaba con emoción.

Louis, que no participaba del todo en la alegría, se las arregló para soltar una frágil sonrisa cansada. Al menos uno de ellos parecía pasar un buen rato.

 

—.—.

 

Pronto, el ocaso extendió su frío manto platinado, y la oscuridad les hizo compañía. El lugar era ahora un repertorio de sombras y no era del todo acogedor. Se oían los suaves susurros soñadores de Hikaru detrás de una fortaleza hecha de cajas y sabanas, la medianoche ya había quedado muy atrás y llevaba dormida un tiempo. Pero la pareja seguía velando entre frágiles pilares de pertenencias, acurrucados en el sofá.

En sus manos tenían la vieja caja polvorienta de fotografías, esta vez, contemplaban con más atención su contenido bajo el resplandor de una única lampara de piso. El viejo anuario de Louis estaba ahí y llevaba un buen rato hojeando sin mucho interés. Ahí, los lejanos rostros que no había vuelto a ver regresaban a su memoria con etéreos recuerdos y sonidos. Para su sorpresa, Legosi también tenía un lugar, junto a los demás miembros del Club de Teatro. Al mirar ese rostro gris, no pudo evitar girar la vista hacia el presente, hacia el lobo a su lado que leía algo de un cuaderno descuidado.

—Sin duda tenías una cara de idiota aquí —Señaló Louis, divertido, a la vez que le tendía el libro a su pareja. El canido se sobresaltó al verse arrancado de sus pensamientos—. Supongo que la sigues teniendo —Dijo con una carcajada al ver la expresión en él.

》—Pero siempre fuiste atractivo. Incluso yo lo notaba —Continuó el ciervo—. Mírate ahí, sin ese zarpazo en tu cara y con tu oreja intacta. Aunque yo tampoco llegué hasta aquí completo —Susurró, y frotó suavemente su pierna derecha con la de Legosi para apoyar su punto—. Es increíble lo que vivimos, ¿no es así?

Se detuvo un momento para ver su propia foto, y no pudo disimular como la dulzona mirada egocéntrica que le correspondía lo atormentaba. Arrogancia digna de un ciervo coronado, o eso creía. Junto a Legosi, descubrió que el despreció no siempre era autentico, y que el amor era tan hermoso como bizarro.

—Y aún con todo eso —Inició Louis, retomando la charla—, te confesaste como un niño, balbuceando cosas sin sentido.

—Que yo recuerde —Replicó Legosi, con su peculiar voz serena, y una sonrisa naciendo—, ese fuiste tú.

Louis calló de inmediato, cerrando los labios sin más. Era cierto.

En una larga noche hace años, el cérvido había reunido el valor suficiente para dejar de agobiar a Haru, y hablar con Legosi por su cuenta. No veía los grandes detalles de ese momento, o tal vez sólo era su cabeza tratando de reprimirlos. Sólo recordaba su rostro quemar, y el roto sonido de su voz, dedicando por fin las poesías que su mente se había empeñado a crear, como un devoto amante. Las palabras salieron torpes, y luchó contra el escozor de las lágrimas. Cuando terminó, estaba avergonzado de sí mismo. Había conquistado las crueles calles del mercado negro, caminando entre la mórbida pestilencia sangrienta de los suyos. Maduró lo suficiente para ser el director ejecutivo del Conglomerado de cuernos, prometiendo ser la luz que guiaría el legado de su padre. Pero aparentemente, no había podido conservar la dignidad frente a ese lobo.

Para su desgracia, sus mejillas estaban comenzando a arder de nuevo, justo como aquella vez. Esto no hacía más que avivar los nervios y el enojo, aún después de todos esos años.

—Al menos yo no derramé todo el té en la mesa —Rebatió Louis, tan sonrojado como era posible estarlo, rememorando las vergüenzas del otro. El lobo también tuvo propia reacción esa noche y fue más desastrosa.

—Me tomaste por sorpresa —Se defendió el lobo gris—. No tenía idea.

—¿De verdad? —Por un instante, la vergüenza pasó a ser menos importante— Todo ese tiempo... ¿Nunca lo notaste? ¿Ni una sola vez?

Ahí empezó el turno de Legosi para sentir sonrojos. Su pareja aprovechó un poco más el momento para burlarse de su ingenuidad, recordándole un sinfín de momentos en los que fue incapaz de ver la obviedad.

La madrugada siguió avanzando mientras las memorias florecían en sus cabezas. Pronto el anuario dejó de ser suficiente y continuaron curioseando entre los marcos de fotografías y reconocimientos para narrar eventos pasados.

Entre todas ellas, cayó una que no contaba con un cuadro que la protegiera. Louis la tomó, y se preguntó porque la tenían sin cuidado. La familia estaba retratada ahí, el enorme lobo y el delgado ciervo coronado que sostenía en brazos a un cachorro gatuno de apenas tres años. Sin dejar de sostenerla, permitió que Legosi la admirase.

—Esa noche te dije cuanto te amaba —Susurró, entrelazando su delgada mano con la de Legosi—. Míranos ahora

Por un momento no hubo más que el pacífico silencio, mientras comprendían hacía donde habían dirigido sus vidas. Frente a ellos, un montón de mantas resguardaban a la niña que habían jurado amar juntos. Alrededor, las paredes de su propia morada los protegían. Y se fortalecían mutuamente, al igual que antes.

—Es tarde, y mañana tenemos que lidiar con la compañía de mudanzas —Puntualizó Louis, rompiendo el delicado mutismo. Dejó la caja en suelo, sacudiéndose el polvo impregnado en su ropa.

—Supongo que dormiré en el piso —Observó Legosi—, para que puedas descansar mejor.

—¿En el piso? —Repitió, escéptico—. ¿En serio?

—No es tan malo, además, será bueno para mi espalda. Estaré bien —Legosi se levantó para ir en busca de frazadas que le permitieran improvisar una cama.

—Ven aquí —Ordenó el ciervo. Cuando su amante estuvo a su lado, le besó los labios con cariño—. Duerme conmigo.

El sofá era claramente pequeño y no estaba diseñado para dormir en él, aun así, Louis insistió en encontrar una posición en la que pudieran estar juntos, por más incómoda que fuera. Las largas y elegantes astas del cérvido no favorecían su decisión, pues aun cuando por fin lograron descansar con una postura en la que el esbelto cuerpo de Louis caía sobre el pecho del carnívoro, estas apuntaban peligrosamente al lobo.

Pero eso no era nada nuevo para Legosi, al paso de los años se había acostumbrado a dormir con duras cornamentas rozando su rostro, así que sólo esbozó una agotada sonrisa y cerró sus ojos, inhalando el dulzón aroma de su ciervo.

Notas finales:

Confieso que me encanta imaginarme a este ship formando una familia, es mi fantasía favorita:'(
¡Muchas gracias por leer!


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