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Juego de San Valentin. por RLangdon

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Se levantó de la cama que compartían ambos cuando la luz le dio de lleno en los parpados. Era otra noche sin dormir para Beyond Birthday, pero aquello no era lo peor del caso, sino el hecho de hallarse aburrido. La vida en sí era monótona, una tragicomedia plagada de colores y de sucesos.

Se miró en el espejo roto del baño, su imagen siendo distorsionada y reflectada en secciones.

¿Cuál de ellos era él? Solía preguntarse en ocasiones. La respuesta era sencilla y angustiante. Ninguno. Ese no era él, sino L. Y lo era porque así lo había decidido cuando le convirtieron en un experimento para medir y agudizar aún más su intelecto. Beyond había llegado a la conclusión de que, resultaba más fácil ser alguien más, que ser él mismo.

Físicamente, haciendo omisión a sus pupilas carmesí, la frescura de su dermis y la ausencia de ojeras, podía pasar por un doble, pero no cualquier doble. El doble de L.

Sin embargo, Beyond odiaba a L, casi tanto como le admiraba...o le había admirado. L no existía más, había muerto gracias a Kira, el ser despreciable que aún dormitaba sobre la cama.

Ironías de la vida.

Quien resultara ser la mano derecha de L, fue quien terminó con la existencia del mismo. Kira lo había liberado poco después, ofreciéndole escenarios banales y libertad condicionada a cambio de que le compartiera su don. Solo una persona con complejo de dios podía denominar como tal, la maldición que él cargaba.

Beyond había aceptado, y a cambio era libre. Light Yagami era ingenuo y estaba demasiado cegado con su falaz utopía de crear un nuevo mundo, no obstante, él era realista, y no le gustaba ser la herramienta de un tercero. Así que, seguía ocupándose de sus asuntos en privado.

De haber permanecido más tiempo en Wammy's house, posiblemente habría terminado como A. Beyond perseguía metas diferentes y por ello había odiado desde el primer momento que se le estipulara qué hacer, cómo comportarse. Le habían inculcado tan fervorosamente la idea de que algún día llegaría a ocupar el lugar del mejor detective del mundo, que, acabó por fastidiarse. Lentamente la obsesión se fue apropiando de su psiquis y, cuando quiso darse cuenta, ya era la copia física de L.

Se había puesto una máscara y las consecuencias fueron poco menos que funestas. Ahora no solo no podía quitársela, sino que se había encarnado. Su modo de andar, su vestimenta, su corte de cabello, todo le pertenecía al detective.

Tarde se dio cuenta de que no quería ser el sucesor de L. No, él quería ir mucho más allá, trascender del resto de los dotados en el orfanato. Él superaría a L y tomaría el camino contrario. Si L era la justicia, él sería el villano.

Y lo era. Un psicópata. Un criminal despiadado y sanguinario ante los ojos del mundo.

Si L aún viviera, él lo habría derrotado. Él y no Kira.

Se alejó del reflejo para vestirse y, tras tomar uno de los frascos con mermelada de la repisa del comedor, se sentó en el sofá frente a la cama.

Que aburrido era todo ahora que L no estaba. Matar personas ya no era divertido, era tan solo un pasatiempo.

—Kira— llamó mientras se llevaba los dedos a la boca, saboreando el dulce de fresa, obligando a sus neuronas a trabajar cada vez más rápido.

Minutos más tarde, Light despertaba. Soñoliento y con expresión adolorida, se puso de pie. Tenía el cuerpo lleno de rasguños, mordeduras y moretones, resultado de los múltiples encuentros furtivos con su acompañante de piso.

Beyond lo observó vestirse.

— ¿Qué día es hoy?— quiso saber.

Light se ajustó la corbata, apresurado.

— ¿Vas a psicoanalizarme mediante preguntas de nuevo, Beyond?

Este ladeó ligeramente la cabeza, se llevo el pulgar a los labios antes de balbucir.

—Es día de San Valentín y estoy aburrido— oyó la risa sardónica de Light, pero no le prestó atención. —Deberíamos...

— ¿Tener una cita?—lo interrumpió el castaño, escéptico. Terminó de ponerse los zapatos y negó con la cabeza.

—No— Beyond dejó el bote de mermelada sobre el buró y miró hacia el techo en actitud pensativa. —Iba a decir que deberíamos idear un juego.

Light suspiró.

— ¿Qué clase de juego?...tenemos una labor y lo sabes. El mundo no se limpiará solo.

—Ni se extinguirá por tomarte un día— replicó, monocorde. —He pensado en las reglas del juego. Dada la fecha, deberíamos seleccionar a una pareja que cumpla con determinados requisitos. Podríamos secuestrarles y hacerles jugar entre ellos.

Light le devolvió la mirada, esta vez asqueado.

—Estás enfermo. Si no me fueras de ayuda, te habría matado hace tiempo— reconoció. —No soy un asesino, Beyond. Y tampoco persigo tus intereses. Matar por mero entretenimiento te convierte en un criminal más.

Tal lógica arbitraria hizo gracia al susodicho, pero optó por hacerle razonar.

—Estás matando personas porque matan a sus semejantes. Así les demuestras que asesinar es malo, pese a que tú lo haces también.

—Te dije que no me psicoanalizaras— le increpó Light, molesto y ya sin deseos por exponer su ideología. — ¿Quieres matar?— no esperó respuesta. —Hazlo bajo mi criterio y normas.

Beyond asintió de forma mecánica.

—Ya había pensado en eso, Light Yagami. Es mi deber como tu compañero ir un paso delante de ti.

Burla fue lo único que encontró el portador de la Death Note en sus palabras, empero, no le interrumpió.

—Sigue.

—Pensaba en el siguiente perfil— volvió a mirar al techo, centrándose en la cascada de ideas que fluían libremente por su cabeza. —Deben ser criminales, al menos uno de ellos debe serlo, el otro debe repetir siglas en cuanto a nombre y apellido. También pensaba en elegir una pareja próxima a la muerte usando mis ojos.

El plan era brillante. Un patrón difícil de seguir para los miembros del cuartel. Light estaba impresionado y al mismo tiempo asqueado por la sencillez con la que el asesino de los ángeles se expresaba.

—Me parece bien— aceptó. —Pero ambos deben ser criminales.

—Eso reduce el margen de búsqueda en un setenta y tres por ciento.

Light se encaminó hacia la puerta, indiferente.

—Entonces empieza a buscar. No me llames hasta que tengas todo dispuesto.

***

Le tomó cerca de tres horas encontrar a la pareja adecuada. Se trataba una pareja de proveedores de cocaína. Una mujer rubia y extremadamente delgada (que le recordó sutilmente a Linda), y un hombre de la mediana edad, robusto, de cabellos cobrizos y ojos oscuros. Ambos, según dictaminaban los ojos de shinigami, morirían dentro de tres días.

No fue difícil hacerse pasar por un comprador, pero si lo fue hacerles bajar la guardia para suministrar la droga a través de su sistema. Solo se necesitaban dos jeringas hipodérmicas y la dosis exacta.

Beyond había conseguido hacerse meses antes con un garaje. Era allí donde llevaba a cabo sus asesinatos cuando Kira estaba involucrado en su libreta de la muerte.

Ya atados los cuerpos, se decidió llamar a Light. En menos de media hora, el portador de la Death Note le hacía compañía.

—Tenía la esperanza de que no pudieras localizarme— recitó el castaño al ver los cuerpos inconscientes y las repisas repletas del instrumental empleado por el asesino.

Beyond se encogió de hombros, imperturbable.

—Se puede desviar fácilmente el origen de una llamada si dispones de conexión a internet y un proxy.

— ¿Tienen los requisitos?

—Si— respondió, colocando algunos objetos en fila. —He decidido añadir algo más a las reglas. Ellos decidirán quién muere primero.

—Eres un maldito sádico— le reprochó Light. —Puedo escribir sus nombres en la libreta y todo habrá acabado. No necesitas mancharte las manos, no importa si son criminales.

—Light Yagami— sabía que odiaba que lo llamase por su nombre, porque era, al mismo tiempo, su debilidad. —Puedes considerar mis métodos poco ortodoxos, pero prefiero hacerlo manualmente. El jugo de limón sabe mejor cuando no es procesado— deslizó un trozo de alcohol bajo las fosas nasales de ambos para despertarlos.

Para Beyond era más sencillo y satisfactorio asesinar cuando veía a las personas como objetos. Eso hacían comúnmente los sociópatas, y él no era la excepción, sin embargo, quería ampliar el rango de daño al permitirles evidenciar su naturaleza humana, forzándoles a sentir. Allí estaba la clave. Sentimientos. Eso era de lo que él carecía.

Cuando las miradas extraviadas se posaron en él, comenzó con la explicación.

—Hayato Himura— miró al hombre, obteniendo una mirada de reconocimiento. —Y Natsumi Nakamura— la aludida intentó removerse en vano.

Beyond ignoró la expresión de dilema de Light para continuar con la explicación del juego.

—No les quitaré la mordaza— advirtió. —Pero podrán expresarse por medio de un pizarrón. Quiero saber qué tanto les importa la vida del otro, cuánto se aman y qué están dispuestos a hacer por esa persona.

Light sabía que podía frenarlo en ese momento si usaba su Death Note. Pero había tres razones de peso que lo detenían. La primera era que lo necesitaba. Gracias a los ojos de Beyond, el índice de asesinatos había disminuido considerablemente. También estaba el hecho de que esa abominación, parte humana, parte shinigami, había pasado a formar parte de su vida. Se complementaban el uno al otro. Los unía algo más poderoso y tangible que simples encuentros carnales y conversaciones rebuscadas. Los unía el deseo por el otro, y compartían la necesidad de matar, cada uno por diferentes causas. La última razón era que, muy en el fondo, Light quería conocer el resultado de tan sádico experimento. Lo que para Beyond era un juego, representaba el martirio de dos personas (criminales ruines) que se amaban.

¿Sería el amor lo suficientemente fuerte para salvarlos?

—Cada uno puede sacrificar una parte de su cuerpo en pos de retener mis acciones por una limitada cantidad de tiempo— Beyond ni siquiera parpadeó al ver a la mujer llorar y al hombre retorcerse contra las cuerdas. —No sufrirán, ya que pienso suministrarles sedantes, de modo que el dolor no sea un problema. Las reglas indican que no se vale repetir una parte del cuerpo. Y el juego comienza ahora.

Hayato fue el primero en escribir en el pizarrón al tener su mano libre.

—Un dedo— leyó Beyond. — ¿Eso vale tu pareja para ti?— al no recibir respuesta, fue por una de las pinzas de corte. —Kira, ¿nos harías los honores?

Light negó rotundamente.

—Ni hablar. Esta fue tu idea.

—Pero no es divertido si juego solo. Piensa que son criminales, ¿cuántas personas habrán muerto mientras distribuían sustancias ilegales? ¿Cuántos menores de edad?

Light titubeó, pero al cabo de unos segundos de razonamiento, decidió hacerse participe. La experiencia fue para él terrible. Esperó a que Beyond inyectara al hombre y tuvo que ejercer mucha presión para cortar el hueso.

El asesino de los ángeles detuvo la hemorragia con ayuda de un torniquete. Aguardó cinco minutos, y aunque Natsumi no dejaba de llorar, fue su turno de escribir en el pizarrón.

—Un diente— Beyond cambió las pinzas y repitió el procedimiento de administrar sedante. —Me parece a mí que no se aman demasiado, ¿Qué opinas, Kira?

— ¿Te basas en esto para determinar su grado de amor?— espetó. —Es ridículo.

—El amor mata a más personas que el odio en sí mismo, Light. Si las personas no amaran, tampoco poseerían la capacidad de odiar— extrajo una de las piezas dentales laterales, no sin cierta dificultad, y la puso junto a las herramientas. —Generalmente el odio deriva del amor, ¿Crees que podría ocurrir a la inversa?

Light pasó saliva. Si había alguien inteligente en ese mundo corrupto, ese era Beyond Birthday, pero lo que le sobraba al asesino de intelecto, le faltaba de sentimientos. Así reconociera abiertamente que existía la posibilidad de que lo quisiera, Beyond jamás entendería lo que significaba.

—Solo termina con el juego— lo alentó, cansado.

Beyond no necesitó una reiterativa. El juego tuvo una duración de dos horas y veintidós minutos en las que fueron sacrificados un oído, un globo ocular, una lengua y una muñeca. El suelo era un reguero de sangre y miembros mutilados.

Eran los movimientos finales, ninguno soportaría más.

Fue el turno de Natsumi. Y contrario a lo que Beyond esperaba, la frase que ella escribió no se limitó a una palabra.

—Natsumi Nakamura ha demostrado amarte más— sentenció, mostrándole al hombre parte de la pizarra. Ella le había cedido su corazón, muriendo en su lugar.

Hayato se removió implacable, intentó patalear y quitarse la mordaza, pero nada resultó.

Beyond se tomó su tiempo para retirar el órgano y, cuando lo hizo, vio que Hayato no dejaba de llorar por su inerte amor.

Vertiendo un suspiro, Beyond le dio un fuerte golpe en la cabeza con un martillo, al cual le siguieron dos más, siguió la secuencia de uno a tres, luego seis, diez, quince, veintiuno. Hasta que la cabeza se convirtió en una amalgama sanguinolenta y, restos de masa encefálica y hueso, ensuciaron la pared.

Light retrocedió ante el implacable demonio de mirada rojiza.

—Rompiste tus propias reglas— le hizo ver. —Hayato no debía morir.

—Si debía— dijo Beyond, alzando el pizarrón donde Natsumi afirmaba que no podría vivir sin él, ni él sin ella.

Natsumi había firmado la sentencia de muerte para ambos.

—Terminó tu juego retorcido, ahora ayúdame a localizar criminales.

Beyond movió la cabeza afirmativamente, soltó el martillo y se levantó despacio.

— ¿Amas a alguien, Kira?

Light jamás se atrevería a darle la espalda (por precaución y miedo), pero tampoco disponía de la opción de desviar o sostenerle la mirada. Él leería a través de su mentira. A Beyond nada se le escapaba.

—Tal vez.

Lentamente y en actitud reflexiva, Beyond se llevo el pulgar a los labios.

— ¿Lo conozco?— intentó indagar.

—Más de lo que te imaginas— dijo Light antes de abrir la puerta del garaje.


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