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Mi niño amado por ami4alice

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Notas del capitulo:

¡Y luego de una larga espera aquí vengo con la segunda parte!

Espero lo disfruten. 

Su mirada se encontraba en el suelo, precisamente sus manos.

El color rojizo que estas cubrían le hacía temblar grandemente, no se podía creer la clase de cosas que se encontraba ejecutando. En su niñez jamás se imaginó que terminaría de tal forma, siempre creyó que sería alguien de bien y aun así, se encontraba agachada con sus manos llenas de sangre, la perteneciente a gente inocente y unos no tan inocentes. ¿Cómo las cosas acabaron así?

Una pregunta a la cual seguía sin tenerle una respuesta.

Un sonido agudo que llego a sus oídos le hizo estremecerse y llevar una mano a su oreja, provocando que finalmente levantara la vista del suelo. Todo a su alrededor estaba completamente destruido, lleno de llamas y cadáveres. Podía escuchar los gritos de agonía de las personas a su alrededor que eran asesinas por personas como él. Alguien se le acercó y le gritaba algo, pero no tenía buena audición y por eso no le estaba entendiendo, su voz se escuchaba con eco. No era extraño que no pudiera oír, después de todo, no muy lejos de donde estaba arrodillada, explotó uno de los tantos cañones que lanzaban.

La persona que le habló lo levantó del suelo y la arrastro en una cierta dirección, todo a su alrededor parecía alentarse mientras más se movía. De pronto, sintió un empujón y antes de poder volver a reaccionar, sentía el calor en su espalda, otro cañón dio contra el piso causando que la persona que lo movió, terminara hecha pedazos. Ella terminó con muchas más heridas de las que ya se encontraba y más aturdida puesto que se golpeó la cabeza, lo supo cuando sintió la sangre caer.

No le quedaba mucho tiempo, se daba cuenta de ello por su propio estado.

Con la poca fuerza que aún le quedaba, intento levantarse del suelo, pero repentinamente terminó sintiendo un tirón, al llevar su mirada en dicha dirección, se encontró con una persona. Trataba de balbucear algo, pero jamás se le iba a entender, se daba cuenta que no le quedaba mucho tiempo de vida, ya que un gran pedazo de concreto se encontraba sobre la mitad de su cuerpo.

-A-a… ayu… da.

Escuchó en un hilo de voz, antes de observar como la mano le dejaba ir, el pobre chico dio su último aliento.

No tendría más de quince años el chico que acababa de pedirle ayuda y aun así, murió sin conocer los placeres de la vida, un chico que probablemente no sabía ni leer ni escribir. Sintió un fuerte dolor en su pecho y llevo su mano para cerrarle los ojos al pobre niño que acababa de dejar esa vida. Se levantó de su lugar, aun estando aturdida, el sonido que se producía no muy lejos de allí se escuchaba lejano. Gente gritando, flechas atravesando personas, cañones destrozando el lugar, personas quemando casas, dentro de poco ese sitio sería reducido a cenizas.

¿Cómo todo terminó de esa forma?

Aunque se lo preguntara, no iba a obtener respuesta.

Caminó un poco, viendo todo el caos a su alrededor, desviando la mirada de las personas muertas que dejaba a su paso. Detuvo su andar de golpe cuando delante de ella se encontraba lo que antes fue una pequeña capilla, la estatua que caracterizaba el lugar se encontraba tirada de medio lado, a pesar de todo, se encontraba en buen estado a comparación de su alrededor. Al ver esa estatua que reflejaba la divinidad, se preguntó dónde estaba esa persona que se supone debía de velar por ellos en esa catástrofe.

Aun cuando la irá fue lo primero que sintió, terminó arrodillada frente a la torcida estatua de mármol. Unió sus palmas para cerrar los ojos un instante, esa posiblemente se trataría de su última plegaría, esperaba lograr que llegara a ese ser místico que los protegía. Respiró hondo antes de abrir los ojos y mirar al cielo un instante, el cual estaba cubierto por nubes negras, suponía que debido al fuego.

-Si de verdad existe… -murmuro por lo bajo -. ¡¡DEJA SOLO DE MIRAR Y AYÚDANOS!!

Con aquello gritó su último aliento, cargado de ira y resentimiento, a pesar de que comenzaba a perder el conocimiento. Debido a que gritó pronto aparecieron unos hombres con uniforme quienes no dudaron ni un segundo en alistar sus flechas para atravesar a aquel hombre.

Suspiró resignada, suponía que su vida había llegado a su final, aun así, no podía dejar de sonreír, con cierta malicia.

Las flechas fueron lanzadas en dirección de su cabeza, pero estas no dieron en el blanco, porque de pronto, algo interrumpió su trayecto. Fuertemente del cielo cayó algo, parecido a los cañones que destruyeron gran parte de la ciudad. Los soldados murieron en el proceso, no podía creer lo que estaba viendo.

Dudo.

Dudo sobre si debía acercarse a lo que vio caer, aun así, terminó haciéndolo. Se arrastró hasta el gran cráter que se formó en el suelo y cuando llegó al borde de este que tenía más cerca, miro al interior. Su sorpresa fue inmensa ante lo que vio, tanto así que se quedó sin palabras, porque todas se ahogaron en su garganta.

Se agitó cuando observó que se movió, no había sido su mala percepción, aquella cosa tenía vida… No, no se trataba de una cosa, cuando lo pudo detallar bien, descubrió que se trataba de una persona. Aunque sus sentidos estuvieran dispersos por todas las heridas y golpes que hasta el momento recibió, podía darse cuenta de que aquello que estaba viviendo no fue normal. La persona que ahora se encontraba en el agujero, miró a su alrededor hasta que fijo su mirada en ella.

-Ará kar de sar.

No entendió lo que estaba diciendo.

La persona se agachó luego de decir aquello, tomando una especie de libro. Antes de darse cuenta, el otro dio un brinco hacia ella, para cuando se dio cuenta, ya la tenía al frente. Escuchó como unas personas comenzaron a rodearlos, pero no alcanzó a verlos, puesto que la otra persona le tomó por las mejillas y unió sus frentes.

-Regresemos.

Finalmente entendió lo que la otra decía y antes de poder dar una respuesta, todo se llenó de luz. Cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba nuevamente en su doceavo cumpleaños.

Trece años antes de la catástrofe.

.

.

.

El grito de todos se escuchó por cada lugar de las cercanías.

El día había llegado al fin, ese donde recuperarían lo que les pertenecía, donde destruirían aquella tiranía la cual solo trajo consigo desgracias. Todos estaban preparados para el ataque, dentro de un par de horas sucedería una batalla que decidiría el futuro de aquel lugar con sus habitantes. Las mujeres, los niños y las personas mayores se encontraban resguardados para su protección, así no habría sacrificios. Dio una última revisión al plan que llevarían a cabo, antes de ir a un lugar en específico, esa podría ser la última vez que apreciara el atardecer, no estaba completamente seguro, por eso mismo, no quería dejar nada incompleto.

-Sabía que estarías aquí.

Fue lo que dijo, antes que a la persona a la que se dirigía se girara a verla con una sonrisa.

-Bueno, quería hacer algo para quitar la tensión en los demás.

-¿Le darás a cada uno una flor? Se verá muy bien cuando estemos en plena batalla.

La otra mujer sin dudar la golpeo en el pecho mientras hacía un puchero por las palabras que dejo escapar. Sin poder evitarlo, rió suavemente por la reacción ajena, le parecía adorable.

-No te daré nada a ti por quejarte.

-Bueno… -dijo con un poco de duda -. Yo quisiera otra cosa.

-¿Otra cosa? No tengo nada más aquí… ¡Espera! Dije que no te daría nada.

Sin poder evitarlo volvió a reír, le gustaba mucho la forma en que a veces era demasiado inocente para entender las indirectas. Por eso mismo, decidió acercarse a la otra, lo suficiente para acorralarla, la otra chica no dejó de mirarla en ningún momento, ni aun cuando estuvo acorralada.

-¿Tu en serio no te das una idea de lo que quiero?

No pudo evitar dejar escapar un largo suspiro, recostando su cabeza en el hombro ajeno debido a la frustración que le causaba que la otra chica no terminara de entender lo que quería decir.

Respiró hondo, no se iba a rendir tan fácil, ya a esas alturas tenía bien claro que la otra chica era demasiado inocente con muchas cosas, por nada le tocó hace tantos años enseñarle sobre las costumbres del mundo, todo ese tiempo se sintió como un padre enseñando a su hijo, pero ella estaba clara que lo que sentía no iba en aquella dirección. Se separó para poder ver a los ojos de ella, tenía bonitos ojos, desde el principio pensó eso, llevó una mano a su mentón para elevar su rostro un poco más.

Con lentitud, paso su pulgar por los labios de la mujer acorralada.

-Un beso.

No fue sino hasta un par de minutos después que apreció la expresión avergonzada de su compañera. Ambas sabían muy bien el significado de esa palabra.

» ¿Entonces?

La chica pareció pensarse la respuesta, pues llevo su mano al mentón, mirando en dirección del suelo. Se quedó en la misma posición mientras esperaba por una respuesta de parte  la otra mujer.

-Está bien –comento -. Pero seré yo quien lo inicie.

Dejó escapar con un tono carmesí en sus mejillas, una sonrisa se posó sobre sus labios por la respuesta que obtuvo, ya que fue la que quería.

Su compañera llevó sus manos hasta su rostro y pudo apreciar el momento en que se colocó en punta para poder llegar a sus labios. Todo fuese terminado tranquilo, pero ella no se quedó quieta ante aquello, tomando el control del beso. Llevó una mano a la cintura ajena y lentamente la deslizó por dentro de la camisa, la otra la coloco en la mejilla de la otra mujer para impedir que se separara del beso, que lentamente lo convirtió en uno más intenso.

Las cosas hubiesen subido más de tono, porque así como una inicio el proceso, la otra no se estaba negando a ello, pero no lograron nada, ya que repentinamente escucharon un ruido que provoco que terminaran golpeando sus frente, mientras buscaban evitar que las pillaran en ese tipo de situación. Por la puerta que antes acceso a la habitación, entró un hombre quien hizo de la vista gorda sobre lo que vio.

-Capitana, ya es la hora.

Se sobaba la frente cuando vio a aquel hombre, quien le indicaba que el reloj ya marcaba la hora de la batalla. Asintió con la cabeza, para con un gesto de su mano indicar que se retirara.

-Es el momento.

Aunque sabía que tenía que marcharse, sus pies no se movieron.

-Tu… -inició la otra chica con duda -. Tienes que volver.

Con aquellas palabras y expresión, además, le sostenía de la camisa, fue suficiente para llevar ambas manos al rostro ajeno, dándole una tierna caricia.

-Yo… Te amo.

El tono carmesí cubrió todo el rostro ajeno.

-Yo…

Sabía que la otra no estaba segura de lo que sentía, pero eso no le preocupaba, no se declaró esperando una respuesta, por lo menos no todavía.

-Está bien –dijo con una pausa -. No te presionaré y esperare hasta que todo acabe… Espero que me des una respuesta afirmativa para ese momento.

El ruido de afuera le confirmo que se había quedado sin tiempo. Sin poder evitarlo, dejó un beso más tierno sobre los labios de la otra mujer.

»Ya es momento de irme –indicó con una pausa -. Me iré por ahora, pero volveré por ti… Es una promesa.

Sin decir más nada dejo la habitación para unirse junto a los demás que se encontraban listos para poder partir. Se subió al caballo que se encontraba enfrente de todo ese pelotón.

» ¡El momento finalmente ha llegado! ¡Recuperemos lo que nos pertenece!

-¡¡SI!!

Todos gritaron al unísono, completamente eufóricos. Sin esperarse más, comenzaron a irse de ese lugar, la batalla iba a comenzar. Antes de poder marcharse, se detuvo para mirar hacia atrás, allí la vio en lo alto.

-¡Será mejor que cumplas con tu palabra!

Al oír el grito de la otra elevo su espada junto a una amplia sonrisa.

Si era honesta, en sus planes nunca estuvo el sentirse de aquella forma, solo quería salvar a todos del sufrimiento, no repetir lo mismo que se dio originalmente. Ella había tomado la decisión de ser la persona que cambiara la historia y el futuro, si fue la escogida para tal misión, tenía que cumplirla sin fallar, lo que jamás se espero es que terminaría enamorándose. Porque él sabía desde hace mucho tiempo atrás que estaba locamente enamorada de esa muje que apareció de la nada para darle una segunda oportunidad.

Las personas tenían en qué creer, había esperanza y todo eso se había logrado gracias a la aparición de aquel libro que acompañó a la persona de la que se enamoró. Aun no comprendía muchas cosas de las que sucedieron, pero tampoco deseaba entenderlas. Lo único que rezaba desde el fondo de su corazón, era terminar con todo para poder estar con la persona que más amaba.

-¡Sí!e

Sin duda en su voz gritó alto y claro para marcharse de aquel lugar hacia la batalla. El momento de la verdad había llegado al fin y ella sería la vencedora en esa guerra.

Aunque tristemente no llego a cumplir con su promesa, porque los cielos tenían otros planes para ella.

.

.

.

La larga túnica que siempre caracterizaba al sumo sacerdote se iba deslizando por el suelo que pisaba el hombre al caminar.

Nuevamente se encontraba en aquel hermoso lugar, donde tendía a encerrarse para poder purificar su alma y así poder continuar manteniéndose puro para seguir comunicándose con aquel ser superior a todos. En aquella sala, el techo era de cristal para que desde lo alto pudieran observar cómo se arrodillaba ante el majestuoso y pedía clemencia por su alma. Estaba poco iluminado ya que se suponía se trataba de un momento privado. Los bancos eran acolchados y de color marrón, sus cojines eran de color rojo con detalles dorados. Había grandes ventanales con la imagen de los grandes héroes del imperio, cada emperador del imperio se encontraba dibujado sobre el vidrio, siendo iluminados por la luz del sol en el día y la de la luna en la noche, viéndose majestuosos en ambos tiempos.

Cada una de esas vidrieras contaba una historia y el sumo sacerdote se las conocía al pie de la letra. Las ventajas de ser el sumo sacerdote es que podía recordar cosas que nadie más lo hacía, así que las vidas pasadas de los anteriores sumos sacerdotes residían en su consciencia. Se detuvo cuando llego delante de aquella majestuosa estatua de mármol muy bien cuidada. Se agacho con elegancia y unió sus manos para comenzar a rezar.

-Finalmente vendrán aquí.

La sagrada escritura hacia acto de presencia.

-Dentro de poco.

El sumo sacerdote susurro bajo, porque no era necesario gritar para que la sagrada escritura le oyera.

-¿Está todo preparado?

-Por supuesto –dijo el sumo sacerdote -. Nos hemos estado preparando desde hace años… Esta vez no fallaremos.

-¿Crees que lo lograran?

El sumo sacerdote dejó escapar una risa.

-Nadie me creería si le dijera que la gran sagrada escritura tiene dudas.

No obtuvo una respuesta, solo silencio. Se levantó del banco donde estuvo rezando, acomodando un poco su túnica.

» El despertar será pronto –dijo con una pausa -. Después de todo… Se encuentra recuperando sus recuerdos a través de sueños.

-El momento finalmente ha llegado.

-Hay que tener fe –indicó el sumo sacerdote -. Fe en su promesa…Fe en ellos… Fe en la humanidad.

-Dejó todo en tus manos.

El sumo sacerdote abrió la boca para decir algo, pero no llego a hacerlo, porque las puertas de acceso a aquel gran salón, se abrieron, dejando ver a su hermana gemela.

-Sumo sacerdote… Han llegado.

El hombre asintió con la cabeza y camino junto a su hermana.

» Entiendo, me encargaré de todo.

Jeiss, la hermana gemela de Naelh, el sumo sacerdote, asintió con la cabeza al decir aquellas palabras. Nadie sabía la verdad sobre que en realidad el sumo sacerdote podía hablar, pero prefería mantener ese secreto para él solo, ni siquiera su propia hermana conocía la voz de su hermano, porque todos esos años siempre la escuchó en su cabeza. Sin aportarse más nada a la conversación, ambos se dirigieron a la entrada del templo, donde se encontrarían con el emperador y su caballero.

Finalmente la historia estaba verdaderamente empezando.

Notas finales:

¡Eso ha sido todo!

¿Quienes serán esas damas que aparecen en el prólogo? ¡Lo sabremos más adelante! <3


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