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Las lecciones de TaeMin por DenisseZepol

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―¡No! ―Lee TaeMin golpeó el monitor de su ordenador, horrorizado por lo que acababa de hacer. Iba a ser despedido. No había otra alternativa. Y TaeMin se lo merecía por atender sus asuntos personales durante su jornada de trabajo―. Jessica, ven aquí. 


 


A TaeMin se le contrajo el estómago y se sintió enfermo. 


 


―¿Qué pasa? ―Jessica, rápidamente, entró en el cubículo de TaeMin, mientras él rebotaba sobre sus pies y se mordía las uñas. 


 


Tan pronto como entró en el estrecho lugar, TaeMin la agarró del brazo y señaló hacia su ordenador. 


 


―¡Recupéralo! ―Oh dios, estaba tan jodido. Si alguien recibía ese correo, iba a ser el hazmerreír de la oficina. Ya era suficientemente malo no ser, precisamente, el tipo más popular de la empresa, pero esto sellaría su destino como el más grande perdedor de la historia de ‘Kim Inc.’ 


 


―¿Te refieres al correo electrónico? ―preguntó Jessica, mientras se dejaba caer sobre la silla de TaeMin y comenzaba a teclear. 


 


―Sí. Recupéralo, deprisa. ― TaeMin comenzó a caminar por los confines de su pequeño espacio de trabajo, golpeándose, continuamente la frente con la mano y deteniéndose cada pocos segundos, para mirar por encima del hombro de Jessica―. ¿Lo conseguiste? 


 


¿Cómo pudo hacer algo tan estúpido? 


 


―Espera, dulzura. ―Jessica hizo clic en el ratón, unas pocas veces más, y suspirando lo miró, vacilantemente, con sus grandes ojos color café. 


 


―He hecho lo posible para recuperarlo. Ahora tenemos que esperar y ver si funciona. ¿Qué es lo que enviaste esta vez? 


 


TaeMin puso sus ojos en blanco. Jessica le había enseñado cómo recuperar los correos electrónicos, pero nunca podía recordar los pasos correctos. Tenían que recuperarlo. Su peor pesadilla era que un director general recibiera el maldito correo. No solo se convertiría en el hazmerreír de la oficina, sino que sería despedido e incluso podrían presentar cargos contra él. 


 


Este no era su día. 


 


―Un anuncio personal, tenía la intención de cortarlo y pegarlo en mi bloc de notas, pero en su lugar, se pegó en el correó electrónico, y le di a enviar sin querer. ― TaeMin gimió al decirla última parte. 


 


Podía no ser el tipo más popular allí, pero le gustaba su trabajo. Si lo despedían por algo como esto, si no se mataba el mismo, lo haría su madre. 


 


―¿A quién se lo envié? ―‘Por favor que no haya sido al presidente o a cualquier otro pez gordo de la compañía’. Cruzó sus dedos mientras esperaba a que Jessica le contestara. 


 


Jessica se dio la vuelta e hizo clic otra vez, mientras movía su cabeza negando siniestramente. Al ver esa reacción en ella, TaeMin pudo sentir como su corazón quería salir del pecho. 


 


―La recuperación fue ineficaz, dulzura ―dijo mientras se volvía para mirarlo. Ella se rio disimuladamente mientras golpeaba ligeramente la pantalla―. Se lo enviaste a Choi MinHo. ¿Qué decías en él? 


 


TaeMin ignoró la pregunta de Jessica, sobre el contenido del mensaje, trataba sobre algo que despertaba su curiosidad y ocupaba sus pensamientos, por lo que había decidido hacer algo al respecto. ¿Pero Choi MinHo? ¡Dios no, su supervisor no! Esto simplemente no podía estar ocurriendo. No podía ser. Repentinamente, TaeMin sintió sus pulmones arder e inspiró una gran bocanada de aire, no había suficiente oxígeno en el lugar. 


 


―Siempre puedo abrirlo y leerlo, si no estás dispuesto a contarme ni un poco. ―Jessica levantó una mano mientras arqueaba la frente en signo de amenaza. 


 


TaeMin agitó su mano señalando hacia el ordenador. Tenía cosas más importantes por las que preocuparse que el que Jessica conociera su pequeña fantasía, como por ejemplo que MinHo lo supiera. Tal vez podría mandar otro correo electrónico, diciendo que se trataba de una broma o algo por el estilo. ¿Funcionaría? ¿Se lo creería MinHo? 


 


Tenía que pensar en algo. 


 


‘¡Piensa maldita sea!’ 


 


―Oh, TaeMin. Esto no es bueno. ¿Y se lo enviaste a Choi MinHo? ―Jessica chasqueaba su lengua contra el paladar mientras negaba―. Creo que esta vez, realmente, la has jodido, dulzura. 


 


―De acuerdo, pero no hace falta que restriegues la herida. Simplemente ayúdame a solucionarlo. ―Andando nuevamente por su cubículo, TaeMin cruzó sus brazos sobre su estómago, preguntándose cuánto tiempo tardaría en caer la guillotina sobre su cuello. Choi MinHo no era alguien con quien jugar. Irradiaba autoridad y poder por todos sus poros, y querría la cabeza de TaeMin en una bandeja. 


 


De toda la gente que podría haber recibido su correo electrónico, ¿por qué tuvo que ser precisamente él, su jefe? TaeMin quería golpear su cabeza contra su escritorio. 


 


―Soy buena inventando excusas, pero esto... ―Jessica agitó sus brazos hacia la pantalla, mientras retorcía sus labios y carraspeaba con desaprobación―, no es bueno 


 


―No estás ayudando. ― TaeMin sacó su cabeza fuera del cubículo, suspirando profundamente, cuando vio que la puerta del despacho de MinHo, todavía, estaba cerrada. Tal vez su supervisor lo suprimió sin antes leerlo. Tal vez había ido directamente a la bandeja de correo no deseado y MinHo lo desechó antes de abrirlo. Un atisbo de esperanza embargó a TaeMin, al imaginar a MinHo desechando su correo. Podría estar camuflado entre otros correos y haberlo eliminado sin ni siquiera leer la línea del asunto del mensaje. 


 


Estaba jodido. 


 


TaeMin dejó de caminar de arriba abajo, por el pequeño cubículo cuando notó, la curiosa e indagadora mirada, en el rostro de Jessica. Lo que aumento el estado de nervios en el que ya se encontraba. Ella iba a preguntar. Podía verlo en sus ojos. 


 


Jessica se sentó más adelante en la silla, tamborileando, con sus finamente arregladas uñas, en el escritorio. Abrió la boca para decir: ―No puedo aguantar más. Tengo que preguntarte. ¿Por qué? 


 


Antes de que pudiera contestarle, MinHo entró en el cubículo de TaeMin y se aclaró la garganta. Su rostro impasible, no reflejaba ninguna emoción que le permitiera saber cómo se sentía. 


 


―Señorita Jung, ¿nos excusa? 


 


TaeMin dejó caer su cabeza. Eso era todo. Iba a ser despedido. No se le ocurría ninguna excusa que pudiera sacarlo de este lio. MinHo ni siquiera lo iba a hacer pasar a su oficina para despedirlo privadamente. No, el hombre lo iba a hacer allí fuera donde todo el mundo lo pudiera oír. TaeMin simplemente lo sabía. Metiendo sus manos en sus bolsillos delanteros, agachó su cabeza y rehusó mirar hacia MinHo. 


 


―Buena suerte ―le susurró Jessica cuando pasó a su lado. 


 


TaeMin sintió que perdía el aliento, cuando MinHo torció su dedo señalándole que lo siguiera. Bueno, al menos, no iba a dejar que toda la oficina supiera que era un pervertido. Eso era bueno. Le quedaba el consuelo de saber que podría salir de allí con su cabeza en alto, considerando que estaba a punto de ser despedido. 


 


Una vez dentro de su oficina, MinHo señaló una silla, sin decir una palabra sola. TaeMin se sentó rápidamente, colocando sus manos bajo sus muslos, en un gesto nervioso, para impedirles que agarraran a MinHo mientras le imploraba que no lo despidiera. 


 


Todavía le quedaba una pizca de dignidad. Tal vez. Eso dependería de como fuera esta reunión. 


 


Se le formaron varios nudos en su estómago mientras esperaba a que MinHo comenzara a hablar, que dijera cualquier cosa, que rompiera el incomodo silencio en la oficina. Si iba a ser despedido, deseaba que MinHo simplemente lo hiciera cuanto antes. TaeMin se quedó desconcertado cuando el hombre tomó asiento y se quedó mirando su ordenador mientras ignoraba a TaeMin. 


 


La necesidad de explicárselo estaba volviendo loco, pero, ¿qué podría decir? ¿Cómo podía dar una explicación a esto? El anuncio era muy específico, en detalle, así que solo cabía decir la verdad. MinHo sabría que le estaba mintiendo si le dijera cualquier otra cosa. 


 


MinHo restregó su mano por su barbilla, mientras sus ojos escudriñaban el correo electrónico. TaeMin simplemente permaneció allí sentado en espera de que el martillo cayera sobre él. Podía ser despedido por esto. Probablemente, sería despedido por esto. 


 


―Estoy haciendo mi mejor esfuerzo por descifrar este correo electrónico, TaeMin. A pesar de que me lo enviaste, parece ser una especie de anuncio. ―Finalmente, los ojos de Choi MinHo dejaron la pantalla y se reacomodaron en TaeMin. Tanto su mirada como su fuerte y dominante voz, le dejaban claro a TaeMin, que el hombre no quería nada menos que la verdad y no aceptaría en lo más mínimo una mentira. 


 


TaeMin tragó, sintiendo que su garganta se secaba mientras que su corazón latía tan fuerte que tronaba en sus oídos. Sus mejillas comenzaron a calentarse mientras bajaba sus ojos, no atreviéndose a mirar a MinHo directamente. ―Sí, señor ―dijo en respuesta, acompañado por un graznido ahogado. 


 


MinHo se recostó, entrelazando sus dedos y colocándolos en contra de lo que parecía ser un firme abdomen. ―¿Entonces, esto es real? 


 


TaeMin asintió mientras se mordía el labio inferior, deseando que MinHo terminara con esto. Si iba a ser despedido, necesitaba dejar atrás todo este suceso y seguir adelante. ―Era un anuncio personal para... 


 


―¿En horario de trabajo? ¿En un ordenador de la empresa ― MinHo lo cortó, sin dejarlo terminar su frase. 


 


TaeMin dejó caer su mirada otra vez mientras se frotaba la parte de atrás del cuello, la humillación había calentado su cuello y sus mejillas. Incluso sus orejas estaban ardiendo, como si un fuego se hubiera iniciado en ellas. ―Sí, señor. 


 


MinHo se recostó en su silla, estudiándolo con una intensidad que hizo, a TaeMin, retorcerse en su asiento. ―Eres consciente de que ésta es una falta por la que podrías ser despedido. 


 


TaeMin levantó la cabeza, implorando con sus ojos. ―Juro, que no se volverá a repetir, señor Choi. 


 


Una sacudida atravesó su cuerpo al escuchar la siguiente pregunta de MinHo. 


 


―¿Es cierto lo que pone en él? 


 


Clavando los ojos en sus manos, TaeMin trató de decidir sí debía ser honesto o debería mentir. Podía sentir a MinHo observándolo, esperando una respuesta. Su voz lo había abandonado, así que todo lo que TaeMin pudo hacer fue encogerse de hombros. 


 


―Eso no me vale. Quiero un sí o un no por respuesta, TaeMin. ―El oír la nueva orden de MinHo, con esa voz fuerte y dominante, hizo que toda la sangre de su cuerpo se fuera directamente a su polla, a pesar de la delicada situación en la que se encontraba. 


 


Sin atreverse a mirarlo directamente, TaeMin lo miró de reojo. El supervisor se había inclinado hacia adelante, con sus manos entrelazadas sobre su escritorio y su mirada fija en él. Si decía sí, MinHo tendría la munición necesaria para despedirlo. Si decía que no estaría mintiendo. Y tenía la percepción de que Choi MinHo lo sabría y no se lo tomaría bien. 


 


Estaba jodido. 


 


―Sí, señor. ― TaeMin se sobresaltó mientras contestaba honestamente. 


 


MinHo asintió, su rostro todavía indescifrable, pero TaeMin podía ver aprobación, en los ojos verdes del hombre, por su honesta respuesta. 


 


Su madre lo mataría, si averiguaba la razón de su despido. Pasando sus manos por su pelo, TaeMin suspiró, no había nada más que pudiera hacer, excepto admitir que había metido la pata hasta el mismísimo fondo. 


 


Todo por un deseo albergado en su interior durante años. En un momento de valentía, o cuanto más pensaba en ello, en un momento demente, había reunido el coraje para colocar el anuncio. 


 


TaeMin saltó cuando MinHo habló. Estaba a varios kilómetros de distancia con el pensamiento cuando lo sorprendió la profunda y melódica voz. 


 


―Haré desaparecer el correo electrónico con una condición. 


 


‘¡Cualquier cosa!’ TaeMin aceptaría lavar el coche de MinHo semanalmente, sacar a pasear a un perro sarnoso, o limpiar su apartamento, cualquier cosa con tal de mantener su trabajo y la poca dignidad que le quedaba. TaeMin respiró lentamente, deteniéndose a sí mismo de gritar frente a MinHo. ―Hecho, señor. 


 


MinHo inclinó su cabeza como sí estudiase a TaeMin. ―¿No quieres conocer la condición antes de ‘aceptar’? 


 


A TaeMin no le importaba si el hombre quería que se pasease, por la calle, desnudo bajo un cartel que pusiera queso gratis en la panadería. Bueno, tal vez eso no le gustaría. Pero por conservar su trabajo, haría lo que MinHo quisiese. Movió la cabeza repetidamente en señal de negación mientras se levantaba, extendiendo su mano para sellar el trato y así poder salir de allí más rápido que del infierno. 


 


―Siéntate y escucha. 


 


Eso no era una petición. TaeMin se agachó tan rápido que casi no atina a hacerlo sobre la silla. MinHo se abalanzó hacia adelante como si pudiera detener la caída de TaeMin desde detrás de su escritorio. El culo de TaeMin golpeó sobre el borde de la silla. Seguramente eso le dejaría magulladura, pero ignoró el dolor que lo atravesó de nalga a nalga cuando se sentó correctamente. 


 


MinHo se enderezó en su silla, mirando a TaeMin como si fuera a preguntarle si estaba bien, pero no lo hizo. ―Me deshago del correo si no publicas el anuncio. 


 


―¿Por qué? ―dijo antes de que pudiera refrenarse. ¿Por qué tendría que importarle a MinHo lo que hiciera en su tiempo personal? No entendía la petición. Podía entender que el anuncio pudiera parecer extraño para alguien que no entendiera la necesidad detrás de eso, pero ¿pedirle que renuncie? Aun no entendiéndolo sabía que no tenía opción y que aceptaría. No podía negarse si quería conservar su trabajo y su dignidad intacta. 


 


―El ‘por qué’ no está en discusión, TaeMin. Todo lo que quiero es saber si estás o no de acuerdo con mis términos. 


 


Por supuesto que estaba de acuerdo, para bien o para mal, no estaba lo suficientemente demente como para decirle a MinHo que se podía ir a la mierda. ―Estoy de acuerdo, señor. ―Después de años de ansiar explorar ese sentimiento alojado en su interior, de quererlo tanto que podía saborearlo, TaeMin iba a renunciar a ello aceptando el trato de MinHo para mantener su trabajo. 


 


La cólera comenzó a fermentarse dentro de TaeMin, pero pudo controlar su lengua. ¿Por qué MinHo tendría que dirigir como vivía su vida fuera de la oficina? ¡Colocaría el anuncio cuando llegara a casa! MinHo nunca lo sabría. ¿Cómo podría saberlo? 


 


―Sabré si incumples el trato y publicas el anuncio, TaeMin, créeme lo sabré. Puedes irte ahora. ― MinHo fijó su atención en algunos papeles sobre su escritorio. 


 


¡Descarado! TaeMin salió de la oficina como un niño en plena rabieta. No era justo. Como podía tener el descaro de controlar a TaeMin. Agarrando el pomo de la puerta, TaeMin tenía la intención de dar un portazo, pero en el último momento se contuvo. No tenía ningún sentido cabrear a MinHo y que cambiara de opinión. 


 


―¿Cómo te fue? ―Tras comprobar que la puerta de MinHo estaba cerrada, Jessica entró de nuevo al cubículo TaeMin. 


 


―No estoy despedido. ― TaeMin apoyó la barbilla sobre su mano mientras hacía pucheros. Esto era una jodida mierda. Se giró hacia el ordenador, y releyó el correo una vez más antes de golpear su cabeza contra su escritorio. ‘¡Ay!’ 


 


―Deja de lastimarte. ¿Qué va a pasar con lo del correo electrónico? ¿Una reprimenda oficial en tu expediente? ―Jessica deslizó una cadera sobre su escritorio, tomando asiento mientras lo miraba. 


 


La idea de que ese anuncio pudiera estar en su expediente personal, provocó escalofríos sobre la columna vertebral de TaeMin. Se restregó su frente mientras cerraba sus ojos. Era una pena no poder volver a la cama y empezar el día de nuevo. Eso estaría muy bien. 


 


Ahora MinHo, y Jessica, lo mirarían como si fuera alguna clase de pervertido. Ya era lo suficientemente malo que el resto de sus compañeros de trabajo lo trataran con menos respeto del que pensaba que se merecía. Ahora su jefe y su amiga lo tratarían de la misma forma. ―¿Podemos dejarlo estar? ―preguntó, aun sabiendo que no iba a ocurrir, eso sería demasiado bueno. 


 


―Aguafiestas. ¿Vas a publicar el anuncio? ―preguntó ella con un brillo de travesura en los ojos. 


 


Dios mío, simplemente no sabía cuando debía dejar pasar algo. TaeMin quería estrangularla. ―No ―le contestó mientras sacaba el recipiente con su almuerzo―. Déjalo ya, vamos a comer. 


 


Jessica hizo pucheros pero se olvidó del tema. Eligió una mesa en la parte de atrás de la cafetería y se sentó a almorzar. Por suerte el lugar estaba algo vacío. No se sentía bien como para estar rodeado de gente ahora mismo. Solo quería volver a su pequeño cubículo y lamer sus heridas. 


 


―El viernes tengo una sesión de manicura y pedicura. ¿Quieres venir? ―preguntó Jessica cuando regresó del microondas y se sentó junto a él. 


 


¿Hablaba en serio? ―Puedo ser gay, pero no ‘tan gay’. No cuentes conmigo. 


 


―No le des más vueltas, enviaste un correo electrónico a la persona equivocada, lo has hecho cientos de veces. 


 


TaeMin abrió la boca, mirando incrédulamente a Jessica. ―¿Te estás escuchando? No es que se lo enviase a la persona adecuada, es lo que dice, lo que está mal. 


 


―No estás despedido ―Jessica se encogió de hombros. Algunas veces se preguntaba por qué eran amigos. Ella tenía la sensibilidad de un nabo. Oh, siempre estaba allí cuando la necesita, pero sabía que no debía buscar compasión en Jessica porque no tenía ninguna para dar. Así era ella. 


 


Y así era él.


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