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Entre ángeles y demonios por L_inverse

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Notas del fanfic:

Disclaimer:

 

Los personajes de esta obra no me pertenecen, son del creador de la obra "Shingeki no Kyojin", Hajime Isayama. Créditos respectivos al autor.

 

Advertencias:

 

Esta historia posee contenido explícito y temática yaoi o BoysLove. Leer bajo su propia responsabilidad.

Entre ángeles y demonios|

 

Capítulo único

 

“Dicen que cuando tu alma está por reencarnar, un ángel pone su dedo sobre tus labios para silenciar los recuerdos de tu vida pasada; no se sabe si es una bendición o un castigo.”

 

Es 31 de octubre.

Las calles del barrio siguieron la tradición de ser decoradas con la temática de Noche de Brujas; desde las farolas cubiertas con papel en forma y color de calabazas, los letreros y señaléticas salpicadas de hilos para recrear telas de araña, y las casas adornadas para asustar a los niños que, ataviados en sus disfraces, iban de puerta en puerta pidiendo dulces.

Pero Eren Jaeger ya no era un niño. Tenía diecinueve años y en marzo se marcharía de ese pueblo — su hogar — para ir a la universidad; y, al igual que sus amigos, aquella noche se encontraba en la fiesta que organizaba su mejor amiga — Historia Reiss — para celebrar como todos unos adultos esa festividad.

Siendo más de las once de la noche, la fiesta estaba en todo su apogeo, ignorantes de los gritos y risas estridentes que provenían de la calle por los niños y niñas que jugaban disfrazados de variados monstruos y superhéroes, así como también en criaturas mitológicas o hermosas princesas.

La música sonaba fuerte en la vivienda, el ambiente estaba impregnado del olor a alcohol, cigarro, perfume y sudor de los cuerpos que bailaban al compás de los temas que se disfrutaban aquella noche.

Eren se encontraba más al margen, tanto así que prácticamente ya estaba saliendo de la casa de Historia cuando es interrumpido por el idiota de su amigo Jean, quien ya estaba un poco bebido y se hallaba conversando animadamente con Mikasa, su hermana.

—    Oi, Jaeger, ¿a dónde crees que vas? — le preguntó casi gritando debido al volumen de la música y de las conversaciones ajenas. Mikasa se volteó y lo miró comprendiendo lo que estaba pasando.

—    Déjalo, Jean. — le soltó disimuladamente al chico que estaba junto a ella.

—    No te juntes con este idiota, Mikasa. Puedes encontrar a alguien mejor. — comentó con sorna y una sonrisa ladina, provocando una reacción molesta en su amigo y una risita nerviosa por parte de la chica.

—    Vete de una vez, Eren. A jugar con tu ángel o lo que sea. —

—    Sí, sí… sólo recuerda no vomitarte encima como la última vez, cara de caballo. —

Dejando atrás las protestas de Jean, el joven moreno se marchó de la fiesta y caminó rumbo a las partes más solitarias del pueblo; saludaba de vez en cuando a algún conocido — cuando los reconocía aún con el disfraz —, pero intentaba avanzar sin ser notado, sin parecer sospechoso por andarse escabullendo en medio de esa noche tan agitada.

Atravesó uno de los campos de arroz que se encontraban sumergidos en una pesada negrura debido al cielo sin luna y sintió un escalofrío cuando la gélida brisa otoñal revolvió sus cabellos castaños. Se acomodó la chaqueta para sentir más la calidez de la prenda y continuó su camino hasta llegar al bosque.

Había consultado la hora en el reloj de su muñeca para saber que iba justo a tiempo para encontrarse con él; tal vez llegaría un poco antes, pero no quería que nada le quitara minutos en su compañía.

Y, al igual que todos los años, el olor característico de la tierra mojada y la madera de los árboles, así como el canto de algunos grillos en medio del pastizal, le hizo sentir una paz que nacía desde la punta de sus pies y recorría cada centímetro de su cuerpo hasta aflorar en una sonrisa, cuando su mirada verdeazulada lograba captar la silueta de la criatura más hermosa que había conocido en su vida.

Lo más evidente que delataba su presencia era ese par de alas negras que resaltaban incluso en esa noche de otoño, cuyas plumas apenas se mecían con la brisa de principios de noviembre; no así como su cabello corto — igualmente azabache que sus alas — que seguían el compás del viento como guiados por hilos invisibles que alborotaban sus sedosas hebras; y no muy lejos de su alcance estaba su figura a torso desnudo, su marcada espalda de color porcelana parecía brillar entremedio de pasto y viento, mientras que sus piernas se hallaban cubiertas por ese pantalón oscuro que siempre usaba.

Levi.

Susurró su nombre y aun así estaba seguro de que él lo escucharía; porque él siempre lo escuchaba, él siempre estaba ahí para Eren.

Desde que el moreno era apenas un niño que era consciente del mundo que lo envolvía, aquella criatura había estado rondando sus noches y acompañando su vida de manera oculta para el resto de las personas; y, si bien las alas debieron haber sido una señal de alerta para generar temor por ese extraño ser que acudía a su habitación por las noches y le hacía compañía, lo cierto es que nunca le había atemorizado su presencia; de hecho, se sentía seguro con él.

Era su protector, su guardián.

Su ángel.

Porque, ¿cómo podía, si no, ser un ángel alguien tan hermoso como Levi? Con sus ojos rasgados de un iris color gris, que se volvía azul en medio de las noches tormentosas y que parecían buscar la calma de Eren cuando más necesitaba de su protección; con ese rostro de rasgos finos, una mezcla entre la delicadeza y ángulos marcados; elegancia y poder.

Levi era su ángel, pero su conexión nunca fue sencilla.

Eren era el único que podía ver a Levi. De niño, sus padres y su hermana creyeron que era producto de su imaginación, que lo decía para llamar la atención y a Levi no le importaba que su padre entrara en medio de la noche cuando un pequeño Eren lo llamaba para que comprobara con sus propios ojos — con los ojos de un adulto humano — que su ángel era real.

Así, con el paso de los años, Eren dejó de hablar de Levi con el resto de las personas, convencido de que — incluso si nadie podía verlo — su ángel existía y estaba ahí para cuidarlo y acompañarlo.

Eren no podía tocar a Levi. Una noche de tormenta eléctrica, el pequeño Eren de diez años había salido de su clóset al sentir el murmullo con la voz de Levi, indicándole que estaba ahí para cuidarlo. El niño se arrojó a los brazos de su ángel y lo siguiente que supo es que estaba en el piso, detrás de Levi y no entre sus brazos; fue ahí cuando su guardián le reveló que no podía tocarlo; no porque no debía, sino porque — literalmente — no podía.

Eren no podía tocar a Levi, excepto en Halloween.

La noche donde los muertos podían cruzar la frontera entre el mundo espiritual y terrenal; la noche donde los niños pedían dulces y los adultos y jóvenes hacían fiestas; la noche donde las criaturas sobrenaturales podían deambular entre los humanos era el único momento en el que Eren sí podía tocar a Levi; justo cuando el reloj marcara la media noche del 31 de octubre y hasta que el sol comenzaba a pintar de luz el 1 de noviembre, era cuando su mundo con el de Levi podían tocarse… y esto llevaba a otro problema.

Eren amaba a Levi.

Era consciente de ello desde que podía entender — o vislumbrar — lo que eso significaba; desde que comprendía que su corazón latía agitado cuando escuchaba su voz ronca, cuando podía perderse en esa mirada exótica de color plateado; desde que podía confiar sus secretos, alegrías y temores a aquella criatura de preciosas alas negras.

Eren estaba enamorado de Levi; y Levi estaba enamorado de Eren.

Sin embargo, Levi no le besaba.

Porque había un problema sustancial que su guardián le había revelado al chico cuando este tenía dieciséis años, en un arrebato de rabia y dolor porque aquella criatura no podía consumar su amor mutuo de una manera tan humana como un beso; porque Levi no era un humano, ni tampoco un ángel… Levi era un demonio.

 

~*~~~*~~~*~

 

“En tus labios está el sello de tus recuerdos; la marca de nuestra maldición; el castigo que nuestras razas nos impusieron por culpa de nuestros pecados.”

 

 

—    Feliz Halloween.

La voz de Levi le hizo notar que había avanzado hasta él de manera automática apenas lo vio. Desde esa distancia — a penas un metro — el demonio le devolvía una media sonrisa que se veía ridículamente sensual. No pudo evitar bajar más la mirada para observar sus abdominales marcados y perlados con un brillo que no era propio de una persona normal.

Ante su mutismo, el demonio añadió —: A veces olvido lo alto que estás.

Eren lanzó una carcajada de manera involuntaria al darse cuenta de que ya no tenía la estatura de un niño de seis años, esa que le permitía a Levi — con su metro sesenta de estatura — cubrirlo con su cuerpo en un abrazo de finales de octubre; ya no era un niño de diez años que buscaba que el azabache le hablara de mil y un mundos que había vivido como un ángel — en ese entonces, desconocedor que era una criatura de un mundo totalmente opuesto —; ya no era ese chiquillo hormonal de dieciséis años que quería a toda costa consumar su amor por esa criatura que había estado a su lado desde que tenía memoria. 

Eren ya era lo que se podía decir un adulto, tenía un trabajo parcial en uno de los restaurantes del centro, sus padres habían logrado llegar a un acuerdo en el financiamiento de sus estudios de medicina fuera del pueblo; Eren ya no era alguien que necesitaba ser protegido, quería ser alguien que pudiese ser amado.

Pero ¿cómo podía ser eso posible con Levi siendo un demonio? ¿uno que no podía tocar y que nadie más podía ver? ¿uno que se negaba a besarlo y simplemente se contentaba con meros abrazos y manos entrelazadas?

Cuando Eren le encaró estas cosas a Levi, este fue tajante con su respuesta: “Los demonios no deben relacionarse con los humanos”; sin embargo, Eren había estudiado suficiente de demonología — desde que pudo acceder al internet y no sólo a los libros de religiones que había en la biblioteca — para entender que no era cierto, que su demonio le mentía y que su negación a tener una relación, más allá de un simple encuentro una vez al año, se debía a un secreto que guardaba receloso para sí y que no lo quería compartir con Eren.

Y, sin embargo, el demonio seguía evadiendo aquel asunto.

“¿Qué pueden saber los humanos sobre nosotros?”

Suspiró y miró la hora de su reloj. Faltaban apenas unos segundos para la media noche y la brisa volvió a agitar tanto sus cabellos como los del demonio; y, en ese efímero instante en que la mente del joven se concentró en la temperatura fría que se colaba por su chaqueta y le golpeaba el olor a las hierbas que crecían con libertad en el bosque, logra sentir el tacto de la mano de Levi sobre la suya.

Primero fue un mero roce, un simple acercamiento para comprobar — al igual que todos los años — que era real, que podían sus pieles tocarse, incluso cuando fueran de razas diferentes, de mundos diferentes, de eras diferentes; cuando tenía la oportunidad de sentir la suavidad en la piel de Levi, su temperatura que siempre aclimataba para hacerle sentir a gusto, la corriente eléctrica que se deslizaba bajo su piel por sentir su manos tocándose como lo haría con cualquier otra persona… era glorioso.

Volvió a sonreír, esta vez a consciencia y mirando directamente al demonio que estaba frente a él; éste todavía mantenía esa sonrisa burlona en su dirección, pero su semblante se hallaba apaciguado, calmo, reconfortante.

Le estaba dando la bienvenida.

Y entonces, el joven se lanzó sobre aquella criatura alada y lo abrazó con fuerza por los hombros, rodeándolo completamente con su cuerpo y recibiendo sobre su propia espalda las caricias de las manos del demonio, con gentileza y lentitud.

Levi no tenía olor, pero — por alguna extraña razón — cada vez que respiraba sobre su cuerpo, sentía la sensación de estar de noche, con la tierra húmeda por el rocío, con las plantas creciendo alrededor del pueblo, con los árboles emanando su aroma ante las ventiscas bruscas.

—    Me dejas sin aire.

—    Los demonios no necesitan oxígeno. — le reclamó el joven ante el comentario sarcástico del azabache. La carcajada que brotó del pecho contrario lo llevó a separarse un poco y mirar fijamente a los ojos de la criatura que estaba entre sus brazos. — ¿No querías mi abrazo? — cuestionó.

—    ¿Dije eso?

—    ¿Puedes responder mi pregunta sin otra pregunta? — El demonio enarcó una ceja en dirección al joven y estiró su mano para acariciar los cabellos castaños del chico.

—    Soy yo quién te acosa por las noches, ¿no?

—    Oh, pensé que buscabas algo más que un abrazo. — sugirió el chico con una sonrisa torcida, tratando de adoptar una actitud más seductora, aunque se sentía en lo absoluto ridículo.

Porque… ¿cómo seducir a un demonio?

Peor… ¿quién en su sano juicio seduciría a un demonio?

—    Es una lástima que sólo pueda hacerte esas cosas en tus sueños.

El comentario del demonio lo llevó a avergonzarse tanto que juró haber sentido que salía humo por sus orejas; cuando Levi se ponía en esa actitud, era como si liberara algún químico en el ambiente que le hacía sentirse lascivo, inquieto e inexplicablemente sediento del demonio.

Lo peor era que tenía razón. Eren pasaba noches soñando con encuentros íntimos y sumamente comprometedores con aquel demonio de alas negras; incluso se llegaba a sorprender de su ávida imaginación para recrear semejantes escenas y en más de una ocasión consideró que aquellas imágenes en medio de sus sueños eran provocadas por Levi; pero éste — obviamente — lo negaba.

—    Eren, tenemos que hablar de algo importante.

El tono más serio que adoptaba Levi lo obligó a salir de su vergüenza y concentrarse en su encuentro.

Todavía sujetaba la mano del demonioy se encontraba acariciando a consciencia la piel que cubría el dorso de esa mano de porcelana, memorizando su textura y temperatura, incluso la forma en la que encajaba perfectamente entre la propia.

Sin embargo, el semblante que dibujaba su acompañante no era el usual y esto lo alarmó lo suficiente para concentrarse más en tratar de entender los gestos que adoptaba el demonio — prácticamente imposible, pues éste tenía un gran control sobre su comportamiento —.

—    ¿Sobre qué trata? — preguntó el joven.

—    De ti… y de mí. — respondió el demonio. Ante esto, el chico se obligó a tragar fuerte y tratar de contener la creciente ansiedad que surgía en su estómago.

Un mal presentimiento.

—    Ven.

Levi lo condujo hacia el pequeño claro del bosque que se había convertido en su punto de encuentro cada Halloween.

En más de una ocasión, el chico le había preguntado al demonio si había más criaturas como él en el bosque; si ellas también deambulaban las noches de Halloween y si eran peligrosas para el resto de las personas del pueblo.

Muchos mitos circulaban por los alrededores, pero ninguno de ellos parecía ser realmente cierto — aunque ninguno hablaba sobre demonios que parecían bellos ángeles y cuidaban a los niños pequeños por las noches —; sin embargo, Levi se había mostrado reacio a hablar de su mundo y de las criaturas que lo habitaban, así como tampoco parecía tener — o querer darle — una explicación al hecho de que no pudieran tener más contacto en días que no fuesen 31 de octubre.

Mientras crecía, Eren se tuvo que conformar con las pocas respuestas y las muchas preguntas que tenía sobre el demonio y todo lo que ello englobaba; de niño solía ofuscarse con Levi y muchas veces sus padres le tenían que calmar para que dejara de gritarle a una ventana vacía; y, ya más grande, a veces consideraba seriamente no llegar hasta ese lugar en Halloween, hacer una vida normal como el resto de sus amigos y dejar de pretender que había un futuro en el que pudiese ser feliz con Levi.

Sin embargo, era imposible.

De sólo pensar en perderse esa efímera oportunidad de estar con el demonio, le causaba una angustia que lo hacía sentir enfermo.

En algún momento de su vida, se cuestionó si el demonio realmente lo amaba y si no estaba utilizando alguno de sus poderes sobrenaturales para hacerle sentir de esa forma tan intensa cuando se trataba de Levi. Era posible que eso pasara, había leído que los demonios tendían a seducir a sus víctimas humanas y llevarlas a cometer pecado.

Y, no obstante, Levi era todo lo contrario. Levi cuidaba de Eren, emocional y físicamente; Levi no buscaba saciar alguna necesidad pecaminosa con Eren… Levi no quería hacerle daño.

Porque lo amaba.

Estaba seguro de eso.

—    Estás más callado de lo normal.

Cuando se dio cuenta, estaba sentado sobre unas rocas que había en medio del claro, junto al azabache. Sus manos seguían entrelazadas y la mirada penetrante del demonio sobre él lo estaba poniendo inquieto; más inquieto de considerar que era la primera vez que Levi le decía que tenían que hablar de ellos.

—    Estás más misterioso de lo normal. — le rebatió él, tratando de encontrar un rastro de cordura en su mente. — Y eso es mucho decir. — la carcajada ronca del demonio le hizo sonrojar, al igual que siempre.

—    ¿Estás asustado? — le preguntó de forma lasciva, curvando sus labios en una provocadora sonrisa, de esas que había visto en sus sueños cuando ese demonio lo acorralaba contra el piso para poseerlo de una forma más… carnal.

—    Sería lo más sensato, ¿no te parece?

—    ¿Y de qué deberías tener miedo, Eren? — Levi tenía una manera exquisita de saborear el nombre del joven, enarcando una ceja para provocarlo y hacer que soltara alguna estupidez y luego burlarse de ello; una de las tantas artimañas para hacerlo caer en sus redes.

—    ¡Por favor! Acabas de decir la frase más cliché para terminar con tu pareja. — le soltó, avergonzado y un poco molesto; pero más que nada había un sutil temor emergiendo desde sus entrañas y formando un extraño amargor en su boca.

—    No necesito un cliché para hacer algo tan simple como terminar contigo. Si así lo quisiera, te lo diría. — dijo el demonio, mordaz.

Eren estaba acostumbrado a que le hablara de esa forma, mas no por ello no se sentía mal con algunas respuestas de ese ser; aunque sólo le bastaba unos segundos para comprender — o, más bien, recordar — que Levi no era un humano y no se regía por los consensos y reglas sociales del mundo terrenal.

—    ¿Vas a decirme qué es eso tan importante sobre nosotros que te tiene tan misterioso?

Por primera vez en aquella noche, los ojos de Levi se reusaron a admirar al joven moreno que estaba junto a él y dirigió su mirada gris hacia el vasto bosque que había permanecido en silencio, casi pendiente del encuentro entre estos dos seres.

El chico — pese al frío que estaba sintiendo — comenzó a sudar de puro miedo y nervios; no era normal que Levi tuviera una actitud tan distante, como si le costara estar cerca de él o algo por el estilo. Lo único que calmaba la tempestad de emociones y pensamientos que se le estaban viniendo encima, era sentir su mano todavía entrelazada con la propia, en un agarre firme y suave, lleno del cariño que sabía que se tenían.

—    Eren… esta será la última vez que nos podamos ver.

De pronto, el mundo del joven se congeló. Sus oídos eran incapaces de percibir cualquier sonido, como las hojas moviéndose por la brisa, los pequeños animalitos del bosque o el ruido del pueblo a lo lejos; su piel tampoco era capaz de percibir la temperatura fría que hasta hace pocos segundos lo tenían temblando ligeramente.

Pero su mirada se congeló sobre el rostro de Levi luciendo… distinto.

La mirada del demonio siempre había sido bastante dulce, era como si tratara de que sus ojos expresaran las respuestas que su boca no podía decir en voz alta; sin embargo, ahora parecía más fría y… cruel.

—    ¿Por qué dices eso? ¿Es porque me voy a estudiar a la ciudad? — Eren escuchó su propia voz amortiguada, como si estuviese hablando desde lejos y apenas podía oír lo que decía; su mente todavía no procesaba por completo lo que acababa de decir Levi.

Por última vez…”

—    Precisamente. — respondió el demonio, todavía mostrándose inalterable, como si a él no le afectara aquella separación.

—    No comprendo…

—    Te he dicho incansable que no soy ningún guardián. — incluso la voz de Levi sonaba más grave y autoritaria. — Mi existencia está arraigada a este pueblo y, curiosamente, también a ti. —

—    ¿Qué significa?

—    Que en cuanto tu pongas un pie fuera de este pueblo, yo moriré.

El chico comenzó a sentirse mareado, la vista le parecía borrosa y tuvo que obligarse a concentrarse en su respiración para no desmayarse.

Lo que había dicho Levi fue como caer desde un abismo y estrellarse de cara con el piso: brutal, doloroso y violento. El demonio jamás había hablado sobre su razón para estar ahí, del por qué lo seguía a todas partes y por qué se preocupaba de su bienestar. Eren llegó a creer que esto se debía a que era su obligación, como su guardián y, posteriormente, por este sentimiento que creía había entre ambos; pero la reciente revelación le hacía entender que — en realidad — el demonio lo cuidaba porque no quería morir.

No sabía cuál era el sentimiento que estaba predominando en su interior; si era la vergüenza por haber pensado que un demonio podía quererlo de verdad y protegerlo; si la rabia consigo mismo y contra Levi por alimentar sus ridículas fantasías de un amor entre dos criaturas como ellos… o si era el dolor por saber que nunca más lo volvería a ver.

—    Estás pensando que no te amo, ¿verdad? — una carcajada sin gracia brotó del pecho del chico y se obligó a ponerse de pie para mirar de frente a Levi.

—    ¿Vas a explicarme por qué jugaste de esa manera conmigo? ¿O usarás tu jodida excusa de que eres un demonio? — su voz sonó desafiante y casi gutural, no sabía si era por evitar gritar o por controlar el nudo que yacía en su garganta.

—    Soy un demonio. — dijo Levi, inalterable. — Y te amo.

—    Entonces, ¿por qué? — de pronto, el llanto comenzó a amenazar con salir sin ningún control, los hipos se hicieron presentes cuando la primera lágrima resbaló por sus mejillas morenas. — Puedo volver cada Halloween a verte… —

—    Ya te lo dije. En cuanto dejes el pueblo, ya no habrá nada que me mantenga aquí.

—    ¡Entonces me quedaré! — exclamó, acercándose un paso hacia Levi y sin dejar de derramar amargas lágrimas que quemaban sus ojos.

—    No.  — dijo, rotundo. — Debes irte.

—    ¿Qué pasa contigo? ¿No quieres que me quede a tu lado? — comenzaba a exaltarse hasta que Levi esbozó una suave sonrisa hacia él, volviendo a endulzar su mirada cual tormenta y, entonces, le respondió.

—    Quiero ser libre, Eren. — ante aquello, el joven enmudeció. — Este pueblo es como una jaula para mí, y la única forma de salir es que tú te marches. Eres lo que me mantiene encadenado a este lugar. —

—    Levi

Toda la mente de Eren se volvió un vacío.

Lo que le había dicho el demonio mermó con tanta fuerza en su interior que era imposible no darle vueltas una y otra vez, era todo en lo que podía pensar; que Levisu demonio — era una avecilla encadenada a un lugar y él era la llave de esos grilletes, quien podía abrirlos y quitarle el peso de ser una criatura aprisionada y despojada de libertad.

Nunca había pensado que ese momento pasaría. Levi estaba en cada uno de sus pensamientos, día y noche, en sus sueños más hermosos y los más malos; Levi era parte de su vida, como respirar, como comer, como dormir. No podía pensar en ningún escenario en el que él no estuviera… y ahora le decía que esta sería la última vez que podría tocarlo, que podría abrazarlo, que podrían hablar…

Si Levi no le hubiese dicho que añoraba su libertad y que él podía regalársela, Eren no hubiese dudado en quedarse en ese pueblo, si con eso pudiese estar para siempre con Levi entonces lo habría hecho feliz y sin dudar.

Pero… ¿por qué ahora se lo decía? ¿por qué no haberle revelado aquello antes? ¿temía que él renunciara a sus sueños de salir del pueblo a estudiar, por quedarse? Y, entonces, ¿por qué se lo decía precisamente hoy?

De pronto, sintió aflorar en su interior un terror abrumador; un sentimiento inexplicable que tenía un regusto amargamente nostálgico y doloroso.

Una alerta.

Algo se había encendido en su interior, algo que revolvía cada una de sus células y agitaba su respiración. En su mente buscaba incansable el origen de aquel presentimiento, el fundamento de aquella intuición que — en ese preciso instante — lo abordaba.

Eren lo entiende. Lo entiende pese a no conocer el por qué.

—    Mientes.

Su voz salió de su pecho, sintiéndola ajena. Frunció el ceño cuando notó un cambio en el semblante de Levi, tan fugaz que pudo haber sido un mero efecto visual debido a la poca iluminación del lugar; pero aquella voz que revoloteaba en su mente, aún tratando de justificar este pensamiento, le decía que no debía parar, que se apresurara.

Que lo detuviera.

—    ¿Qué me ocultas, Levi?

El viento susurró palabras que seguramente eran historias de Halloween, de esas que Eren le exigía a Levi que le contara cuando era niño, de esas que se relatan en medio de fogatas o en los cementerios durante Noche de Brujas; pero entre ellos el silencio era sepulcral.

El aire a su alrededor pareció haber cambiado de densidad, volviéndose pesado y con un color más oscuro; irrespirable.

Porque eso sucedió, Eren dejó de respirar. Aguataba el aire dentro sus pulmones — desde quién sabe cuántos segundos atrás — mientras descifraba la mirada clara del demonio.

Y entonces, aquel joven humano fue testigo de algo insólito; de un acontecimiento que estaba seguro no estaba escrito en ningún libro de demonología, que no estaba en ningún mito o leyenda sobre criaturas de la oscuridad… frente a él, el semblante del demonio pareció quebrarse en una indiscutible mirada llena de dolor.

Junto a eso, el corazón de Eren se quebró en mil fragmentos que lastimaron su interior. De alguna forma inexpresable, el chico sentía el dolor de Levi, lo sentía como si fuese propio, físico; la piel le ardía, los ojos le quemaban por las lágrimas, el cuerpo le temblaba de mil emociones que gritaban en su interior de manera absurdamente confusa.

Guiado por su cuerpo, totalmente desconectado de su consciencia, el chico avanzó hasta estar a centímetros del demonio; lo siguió mirando y descubrió que — de poder hacerlo — Levi estaría llorando.

Alzó sus manos y acunó el rostro contrario con dulzura y una timidez que le recordaba a los primeros encuentros que tuvo con el azabache, la primera vez que se pudieron tocar y sentirse mutuamente. En esta ocasión, la piel de Levi se sentía suave, pero fría, y un brillo trémulo iluminaba su mirada en dirección al chico, como si le estuviese rogando que le comprendiera, que leyera entre los colores azules y grises de sus ojos para saber todo lo que no podía decirle.

—    No lo hagas... — la voz de Levi susurrando aquello hizo que Eren se diera cuenta de lo cerca que se encontraba del otro. Respirando su aliento y sintiéndose temblar debido a que nunca habían estado tan cerca el uno del otro.

Y Eren todavía escuchaba aquella voz en su interior, incapaz de entender completamente lo que le decía, pero dejándose guiar por esos impulsos que brotaban desde su estómago, desde su pecho… desde su corazón.

—    Confía en mí, no pasará nada. — murmuró el moreno intentando acercarse más y poder probar los labios de Levi, desesperado. La voz en su interior parecía gritar que, de hacerlo, tendría las respuestas que necesitaba, esas que el demonio callaba.

—    No, Eren… te lo suplico… — parecía que Levi se derrumbaría. Se abrazó al moreno con fuerza mientras todavía sus bocas estaban a escasos centímetros de distancia. — Debes irte. —

El chico pudo percibir la inquietud de las alas que se alzaban en la espalda tersa del demonioy una ráfaga repentina de miedo lo invadió por completo de pensar que Levi escaparía, que saldría volando como aquellas noches en que el temperamento de Eren había colmado su paciencia, exigiéndole un montón de cosas.

Su cuerpo tembló entre las manos de aquella criatura de alas oscuras y, sin quitarle los ojos de encima, sin apartar la mirada de aquellas esferas azul grisáceo que le miraban con un cúmulo indescifrable de emociones — que probablemente un simple humano como el joven no podrían siquiera llegar a vislumbrar — terminó por acortar la distancia entre mundos, entre especies…

Eren besó a Levi.

Y el mundo de ambos colapsó.

 

~*~~~*~~~*~

 

“Otros podrían pensar en otras vidas, en almas atadas por un destino caprichoso; pero nosotros somos diferentes. Somos nuestros besos y nuestros desaires, nuestras sonrisas y nuestras lágrimas… somos nuestra vida y nuestra muerte.”

 

Es 1 de noviembre.

El cielo todavía ni siquiera comenzaba a mostrar indicios de un amanecer cercano, el bosque estaba en silencio — ni brisa, ni animales, ni hojas, ni insectos —, el mundo entero parecía haberse detenido.

Así se sintió para Eren.

En el momento en que sus labios tocaron los de Levi, pudo sentir una explosión.

El tiempo y el espacio a su alrededor se distorsionaron, y fue víctima de una serie de estímulos que no sabía comprender ni asimilar, si quiera darle algún inicio o un final.

Las manos del demonio bailaban entre su ropa, acariciándolo sin ningún pudor, absolutamente seguro de lo que hacía, como si ya supiera el camino hacia sus puntos más sensibles.

La delicia de sentir las manos de Levi sobre su piel — deshaciéndose de su ropa mientras le besaba con una ferocidad abrumadora, que le quitaba todo el aire de sus pulmones, como si deseara devorarlo por completo —, la adrenalina que aumentaba en su cuerpo y ese sutil miedo que se formaba al saberse completamente a merced del demonio, le resultaban extremadamente excitante.

Pero no sólo su cuerpo estaba sometido a un lío de sensaciones, sino también su mente estaba siendo abordada por un número infinito de imágenes incoherentes, con cada toque, beso, mordida; por cada centímetro de piel que se tocaba entre ellos — un humano y un demonio —, Eren experimentaba un montón de escenas en su cabeza.

La luna alta en el cielo nocturno; una playa; una habitación; una cueva…

Cada escenario era muy diferente del anterior y sólo poseían dos cosas en común.

La primera: la noche.

Fría o calurosa, con viento y nubes o plagado de estrellas y la luna en su ciclo completo; no importaba nada de eso, porque el manto nocturno traía otro recuerdo, una sensación que quemaba en su boca al saborear la de Levi de una manera hambrienta. Y este calor bajaba por cada músculo de su cuerpo y se esparcía por toda su espalda hasta llegar a sus caderas, totalmente sudada en ese instante.

Eren gemía de placer.

Levi tocaba su hombría con descaro, masajeando en movimientos que le hacían perder la cordura, electrizando su piel. Su mente no estaba del todo conectada con la realidad, pero su cuerpo… su cuerpo definitivamente lo estaba.

Tenía la piel sensible ahí donde Levi había dejado su marca con mordiscos y chupones — en el cuello, en el estómago, en los muslos —; sus manos temblaban recorriendo el cuerpo contrario, sintiendo la suavidad de esa piel blanquecina y ardiente, de sus alas meciéndose cada vez que ellos frotaban sus cuerpos entre sí, con Eren sentado a horcajadas en las piernas de Levi, completamente desnudos.

El chico se escuchó gemir — fuerte y casi doloroso —, justo después de que el demonio gruñera mordiendo uno de sus pezones, pasando la lengua por su aureola y dejando un camino de saliva que enfriaba su piel cuando el aliento contrario la golpeaba. Su propia voz se mezclaba con los audibles jadeos de Levi mientras saboreaba cada rincón de su cuerpo.

Y Eren lloraba.

No sabía si era porque el tacto de Levi parecía desesperado, deseoso por consumirlo en su totalidad, en cuerpo y alma; pero su piel quemaba, aunque todavía no sabía si aquello le parecía doloroso o placentero, pues era una línea demasiado fina, que se inclinaba a un lado u al otro mientras era abordado por la excitante sensación de ser poseído por ese demonio.

Levi agarró su trasero y lo apretujó con fuerza, separando sus glúteos para que sus dedos encontraran el camino hasta su entrada, presionando ahí para hacerlo gemir una y otra vez, mientras más adentro sus falanges se internaban en su estrecha cavidad, tocando ese lugar escondido que sabía Levi era el único que podía encontrar.

—    Quiero más…

Gimió en el oído contrario, escuchó su corazón latir desenfrenado cuando el placer de que el demonio encontrara su punto dulce y lo golpeara arrítmicamente con sus dedos, lo llevó a curvar su espalda para contraer su entrada entorno a esos invasores que sólo estaban ahí para prepararlo para lo que venía.

Y Eren, dentro de todo el placer y felicidad que lo invadía, … lloraba.

Porque la segunda cosa que tenían en común las imágenes que azotaban su cabeza de forma vertiginosa… era Levi.

Levi con sus ojos azules y grises; Levi con su sonrisa seductora y mirada gentil; Levi con sus alas luciendo su perfecto plumaje azabache; Levi con su piel salpicada de un brillo sobrenatural…

Levi, que ahora limpiaba sus lágrimas mientras le besaba con mayor suavidad, acariciando su piel mientras se fundían en un abrazo que no dejaba de quemar, pero que se sentía envuelto por el demonio y toda su esencia.

—    Eren… — murmuró entre besos, con sus lenguas danzando entre sus bocas, alimentándose la una de la otra. — Eren… —

“Sabes que esto está prohibido, ¿verdad?”

El miembro del demonio penetró lentamente su entrada, provocándole un terrible dolor debido a lo estrecho de esta.

“¿Estás asustado?”

Otra estocada y Eren volvió a chillar, afirmándose de los hombros del demonio mientras escondía su rostro en el cuello de este.

“¿De ti? Jamás.”

Levi entró por completo en el chico y besó sus mejillas afiebradas mientras acariciaba la cadera contraria, buscando relajar sus músculos.

“Feliz Halloween”

El mismo Eren se encargó de comenzar nuevamente el vaivén de sus caderas, invitando a Levi a continuar; éste no esperó y la primera embestida del demonio lo llevó a arquear su espalda, de nuevo oscilando entre el dolor y el placer.

“No lo vuelvas a hacer. No decidas por mí.”

Nuevas imágenes llegaban hasta Eren con cada oleada de placer, sus oídos eran incapaces de escuchar los obscenos sonidos que hacían sus pieles al golpearse, con cada penetración que ejercía el demonio sobre el humano, así como tampoco escuchaba a Levi gemir extasiado, dominado por instintos que el chico no comprendía, pero aferrándose a éste con necesidad, besando su boca y presionando más adentro de la entrada del moreno.

“No permitiré que sigas en este bucle.”

Las voces inundaban su cabeza, voces que no reconocía, pero que le eran sumamente familiares; dentro de ellas — por supuesto — estaba la del azabache, con un tono más grave y serio, más iracundo… más dolido.

“Levi…”

Estaba enterrando sus dedos en la piel contraria, sus uñas se habrían paso para dejar unas marcas rojas en la espalda del demonio.

“Levi… “

Gimió más fuerte cuando su próstata fue golpeada por el miembro de Levi, una y otra vez con desenfreno. Se aferró al cabello azabache del demonio, tomándolo entre sus puños mientras echaba su cabeza hacia atrás y dejaba expuesto su cuello para que el otro terminara de marcarlo, de alimentarse de su sudor y piel.

“Levi… “

El vaivén entre sus caderas aumentaba su ritmo sin mesura, sus pieles chocaban y desbordaban sudor, bañando el pasto y la tierra sobre la que se hallaban siendo víctimas del placer.

Pecando.

El tiempo corría y ambos eran inconscientes de ello. Eren se había entregado a las sensaciones que descubría su cuerpo, porque el demonio sabía exactamente dónde tocar para hacerlo gemir, para vaciar su mente y dejarle experimentar sólo aquel placer provocado por aquella criatura lujuriosa.

¿Se había corrido? ¿Cuántas veces? Habían pasado por tantas posiciones, desde tener a Levi sobre él, recostados en el pasto, a estar sentado sobre la roca, mirando frente a frente al demonio cuyas facciones se crispaban por el placer, junto a sus alas que se movían sincronizadas ante cada embestida, como si el sonido de los gemidos de placer de Eren fueran una orden para que se alzaran.

Sus bocas se juntaron de nuevo, y allí estaban otra vez esas imágenes discordantes, esas sensaciones en su estómago que nada tenían que ver con el inminente orgasmo que se gestaba cada vez que Levi golpeaba su punto delicioso.

“¿No es castigo suficiente convertirte en humano?”

Y ahí estaba de nuevo, sus músculos contrayéndose en torno al miembro del demonio, su vientre vibrando y lanzando corrientes eléctricas al resto de su cuerpo.

“¿No es castigo suficiente tener que verme morir una y otra vez?”

Otra lágrima descendió por la mejilla del chico, y se abrazó al demonio, todavía siendo penetrado por éste.

“Si esta es la forma en la que te puedo tener para siempre, lo haré. Es mejor esto que no volver a verte.”

Lo sentía, una bola de calor emergiendo desde la parte baja de su espalda; el aire que comenzaba a faltarle; el ritmo cada vez más apresurado de Levi en sus embestidas.

“Volvería a cometer este pecado una y otra vez, porque amarte nunca será un castigo.”

—    ¡Levi!

Y lo vio.

Una luz a lo lejos. El olor de la noche. El susurro del viento. El sonido de un par de plumas descendiendo oscilantes hasta yacer en el pasto, entre la tierra.

Blanco y negro queriendo fundirse, como dos mundos chocando y asimilándose entre sí.

“Si me fuera, mi alma quedaría libre, pero me olvidaría de ti… y tú jamás volverías. Habría un vacío en mi interior, ese fragmento de mi esencia que te llevaste contigo.”

“Y si te quedas, volverá a pasar lo mismo. Volverás a este lugar, con tu alma enjaulada en un cuerpo humano…”

“Si es la forma en la que podemos estar juntos… ¿lo harías?”

“Eres demasiado egoísta. Los ángeles son seres crueles.”

“La crueldad se muestra de muchas formas; pero no hay algo más cruel en mi existencia que no tenerte. Así que bésame, demonio, será la última vez, hasta que reencarne.”

Es 1 de noviembre.

El claro del bosque comienza a bañarse de la luz del sol, los pájaros se hacen presentes con su trino madrugador y el rocío realza el olor de la humedad en la tierra.

Halloween es una noche del pasado y el único recuerdo que queda son dos plumas de color blanco y negro que descansan sobre una piedra en el claro del bosque, como el único vestigio que quedó después del choque entre dos mundos…

Entre un ángel y un demonio.

 

Notas finales:

Notas de la autora

 

En primer lugar, quiero mostrar mi gratitud con las juezas del concurso por permitirme participar de otra iniciativa, con uno de mis ships favoritos. Nuevamente, es un honor.

Luego, mi gratitud irá hacia ustedes, lectores y lectoras, que le han dado una oportunidad a mi OS y han llegado al final. Estoy muy emocionada de mostrarles este trabajo, pues me he salido — de nuevo — de mi zona de confort para poder redactar esta entrega y que quede aceptable para presentárselas.

Con lo anterior, me refiero más que nada a redactar un OS sobre este tipo de historia. Que no se mal entienda, mi estilo preferido de literatura es la fantasía, sobre todo lo que tenga que ver con hechicería, ángeles y demonios, así que hablar de estos temas fue un gusto que me pude dar, sobre todo dada la temática de Halloween; sin embargo, no soy muy buena para hacer historias cortas — aquellos y aquellas que leen "Criminal" entenderán — y, por lo demás, el lemon (si se le puede decir así) que incluyo en esta entrega va relacionado a los encuentros que tienen Eren y Levi en sus otras vidas. ¡Además me atreví con un Riren!

Como soy muy insegura, me gustaría hacer unas aclaraciones a la historia y algunos datos que me ayudaron a redactarla:

1. Eren es un ángel que se ha enamorado de un demonio, Levi. Al enterarse sus respectivas razas, los castigaron, de tal forma que el alma de Eren debe quedarse para siempre en el mundo terrenal y tener que morir como un joven humano, sólo para no poder encontrar jamás el descanso para su alma; por otro lado, Levi debe quedarse en ese pueblo y ver cómo Eren muere una y otra vez y él es incapaz de impedirlo. A menos que Eren salga del pueblo, lo que implicaría que sus recuerdos como ángel — y sobre Levi — se borren, así como también Levi moriría. Por esto Levi siempre busca que Eren se marche y lo deje, que sea libre... pero Eren prefiere reencarnar una y otra vez si con esto pudiese ver de nuevo a Levi y estar junto a él.

2. Son libres de hacer sus teorías locas respecto a la situación de ambos. (jiji)

3. Las frases entre medio de los párrafos y al final, son conversaciones que han tenido anteriormente Levi y Eren a lo largo de su historia, y Eren las va recordando a medida que más se conecta con Levi de manera física.

4. El tema del encuentro sexual entre ambos, me inspiré un poco en una serie que había en Netflix llamada "Sense8", en donde la mente de los protagonistas está "conectada", entonces si uno tiene un orgasmo, el resto también — imagínense si todos tuvieran uno al mismo tiempo, mega orgasmo —. Así se siente para Eren y Levi revivir estos encuentros que han tenido durante largas eras, sometidos a este castigo.

5. El nombre de Levi se encuentra en cursiva porque se me hace una idea de que, al ser una criatura sobrenatural y de origen ancestral, no debe tener un nombre en sí; y, de hacerlo, estaría en una lengua antigua y, probablemente, que los humanos no comprenden. Por esto, el nombre de Levi es en realidad el sonido que entiende Eren cuando el demonio se identifica. Suena descabellado, pero así funciona mi mente (sorry)

6. Gran parte de mi motivación para desarrollar esta historia con una temática de ángeles y demonios es debido al libro "Días de Sangre y Resplandor" de Laini Taylor, que es el segundo de la trilogía "Hija de Humo y Hueso" y mi actual lectura, por si le quieren dar una oportunidad a esa saga.

7. Aunque no tiene nada que ver con la historia en sí, estuve escuchando "Decode" de la banda "Paramore" mientras escribía algunas partes. Digo que no tiene nada que ver porque "Decode" es un soundtrack de "Twiligth", que es una película de vampiros y no de ángeles y demonios. Pero... bueno, qué se le va a hacer. ¡Oh! Y también el tema "Vague Hope (Cold Rain)" de Keigo Hoashi del juego de Nier Autómata.

Por último — y no menos importante — quisiera agradecer un montón al «equipo técnico» que hizo posible la publicación de esta historia. Por supuesto que la primera es mi querida Ymir, quién fue la primera beta de esta historia y me animó un montón a seguir con ella, además también es la creadora de los marcadores y la portada; también está mi querida Nezu quien notó la gran inspiración que tuvo "Hija de Humo y Hueso" en este OS — porque ella me recomendó el libro —; y, finalmente, agradecer infinito la ayuda y apoyo de mi hermana y mi amiga Misha por ser mis editoras y — como siempre — beta readers que me dicen si está decente para ser publicado. Sin estas personas, no habría tenido el valor para publicar esta historia. Así que estoy eternamente agradecidas por su cariño y apoyo. 

No tengo mucho más que agregar además de la esperanza de que les haya gustado la historia e invitarles a leer mis otras publicaciones, si es que desean. Sus lecturas, votos y comentarios siempre serán bienvenidos (:

Cuídense mucho. Les mando un abrazo gigante.

¡Nos estamos leyendo!

 

 

 


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