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El amo de las marionetas por RLangdon

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Naruto odiaba la escuela, casi tanto como repudiaba los días lluviosos o que su restaurante favorito de ramen se encontrara cerrado justo cuando pretendía comprar un tazón. 
 
Detestaba ir a clases por la sencilla razón de que no entendía casi nada de matemáticas. La filosofía le daba sueño, mientras que historia y geografía le producían terribles dolores de cabeza. En realidad, de no ser por los contactos que tenía su abuela dentro del colegio, seguramente habría sido dado de baja muchos meses atrás. 
 
Justo se preguntaba cuándo cerraría el profesor Iruka la boca cuando el timbre anunció el término de la última materia impartida ese día. 
 
Era viernes, y Naruto no veía el momento de que acabarán, no solamente las clases, sino también la semana. 
 
El mes.
 
El año.
 
Se apresuró a guardar los útiles dispersos sobre la paleta de la butaca y se colgó la mochila al hombro antes de dirigirse a la salida. 
 
—Ten más cuidado, idiota. 
 
Hizo caso omiso al insulto cuando su hombro rozó accidentalmente el de su compañero Kiba Inuzuka. 
 
Cabizbajo, siguió su camino de vuelta al hogar, molesto al pensar una y otra vez en qué excusa o mentira patética daría ahora a sus abuelos para explicar su infructuoso intento de socialización que venía postergando semanas antes.
 
**
 
Nada más entrar a su hogar, el penetrante aroma a alcohol se filtró en sus fosas nasales. 
 
Naruto rodeó cuidadosamente la sala de estar, yendo de puntillas hasta el primer peldaño que conducía a las habitaciones superiores. 
 
En el comedor, las atronadoras risas reverberaban con más y más fuerza, haciendo un imposible distinguir la escueta charla que se desarrollaba entre los invitados. 
 
Al oírlos, Naruto frunció el ceño con molestia. Era fin de semana y se había olvidado. Cada viernes sin falta los conocidos de sus abuelos asistían para jugar al pokar. Apostaban y se embriagaban hasta altas horas de la noche. Así era desde que se había mudado con ellos luego de que sus padres fallecieran en un accidente automovilístico siete años atrás. 
 
Tristemente, Naruto apenas si recordaba el rostro de sus  progenitores. Contaba con dieciséis años y todo lo que podía hacer era aguardar hasta que cumpliera la mayoría de edad para irse por su cuenta. 
 
Lo odiaba. Detestaba con todo su ser que sus abuelos fueran tan desobligados en varios aspectos. 
 
Las cosas entre ellos nunca habían ido tan mal. Sin embargo, dos años antes, la vida era más soportable, pues Sasuke, su mejor amigo desde la infancia, estaba allí. Y Naruto había encontrado un refugio en la amistad entrañable que llevaban. 
 
Ambos se entendían y se complementaban. Naruto había creído inclusive que entre ellos no existían secretos. Pero, de nuevo se había equivocado. Sasuke se había quitado la vida apenas un par de años atrás, y desde entonces, su vida se había venido más y más abajo. 
 
Había tenido que empezar desde cero en otro colegio, rodeado de chicos que lo consideraban poco menos que un simple bufón. Sus notas eran malas, y él ya no se esforzaba en tratar de mejorarlas. Ni siquiera intentaba relacionarse con sus compañeros de clase. Había prometido a sus abuelos que lo haría, pero ¿Qué caso tenía? 
 
Sus padres estaban muertos. Su mejor amigo se había suicidado y ya nada a su alrededor, merecía la pena.
 
—Ojala se fuera la luz— comentó mirando hacia la bombilla que pendía del techo del comedor. Cualquier suceso que arruinara la jerga de sus abuelos estaba bien. 
 
Irritado al oír reanudarse las risas, Naruto dio un golpe seco en el escalón con la suela de sus zapatos y procedió a subir a su recámara, pensando que a nadie le importaría demasiado si un día llegaba a desaparecer sin más. 
 
A la mañana siguiente, Naruto, como de costumbre, había despertado tarde. Apagó el despertador y tras vestirse con el uniforme escolar, bajó a la cocina para prepararse unas tostadas con mantequilla. 
 
El comedor estaba hecho un completo desastre. Habiendo un reguero de cartas y fichas a lo largo del piso, y botellas de alcohol apiladas sobre la mesa. Su abuela Tsunade dormía apoyada sobre sus brazos, con el cabello rubio enmarañado y el maquillaje escurriendo bajo sus párpados. 
 
Jiraiya estaba dormido en el diván de la sala. Y cuando Naruto pasó cauteloso a su lado, alargó el brazo para sujetarlo. 
 
—Renacuajo, ¿A qué hora llegaste ayer? 
 
El aliento del adulto apestaba a licor. Haciendo una mueca de asco, Naruto logró soltarse del agarre para tomar su mochila del sofá de junto. 
 
—Como si te importara— le espetó molesto y, sin esperar a oír reclamos por su altanera conducta, emprendió la marcha hacia la escuela. 
 
"Todo lo que hacen es atiborrarse de alcohol y apostar la mayoría de sus sueldos en esos estúpidos juegos de azar" 
 
Mientras se dirigía hacia la parada del autobús, Naruto desvió su atención hacia el tumulto de gente que se abarrotaba en la acera de enfrente. Se trataba de un espectáculo callejero. Naruto los había visto en un par de ocasiones hacía años. 
 
El disgusto hacia sus abuelos, y en suma, hacia la vida, seguía pulsando dentro suyo. No le gustaba para nada el rumbo que había adquirido su existencia los últimos años. No era más que un fracasado sin padres, bajo la tutela de unos abuelos que no podían cuidar ni siquiera de si mismos. 
 
Pensó que daba lo mismo si se ausentaba otra hora de clases y fue a unirse al gentío para presenciar al sujeto que portaba una enorme y horrenda botarga, parecida al cuerpo deformado de un escorpión, oculto bajo una gruesa capa oscura con estampado de nubes rojas. Asimismo, la mitad de su rostro estaba cubierto por una pañoleta negra. 
 
A Naruto no le pareció gran cosa su atuendo, pero entonces reparó en el enorme muñeco a su costado. Era un títere de tamaño real, tan bien labrado que su fisonomía resultaba a todas luces realista.
 
Los ojos azules siguieron cada movimiento del sujeto que ofrecía un número sobre aquella marioneta que nombraba constantemente como Hiruko. 
 
Por medio de sus falanges, el presentador lograba que la marioneta ejecutará toda clase de movimientos en tanto él mismo se desplazaba de un extremo al otro, soltando con su voz cavernosa una cháchara sobre el arte y cómo este debía perdurar a través de los años para que su propia existencia tuviera un mayor alcance en la vida de las personas. 
 
A pesar de que Naruto se había sentido asombrado en un primer momento, pronto su atención fue relegada. Su mente volvía a la escena de sus abuelos esa mañana. Sabía que sería así el próximo fin de semana, y el siguiente. Era un ciclo sin fin y él se hallaba atrapado en el medio. 
 
—No es la gran cosa— exclamó de pronto y para sorpresa, tanto de los oyentes, como del presentador, quien, había dejado de caminar para buscar con la mirada al portador de tan retadora voz. 
 
—¿Quién lo ha dicho?— urgió, lacónico. 
 
Rápidamente Naruto se abrió paso hasta el frente para que el sujeto pudiera inspeccionarlo de cerca. Desde la muerte de su mejor amigo, meterse frecuentemente en problemas se había convertido casi en un pasatiempo. Era su manera de lidiar con el dolor de sentirse ligado a una vida tan vacía. 
 
—Dije que no es gran cosa que muevas a ese muñeco horrendo. 
 
Algunas risillas escaparon en derredor. Naruto estaba por partir cuando la voz grave le incitó a pasar al frente para que intentara mover la marioneta por el medio que le fuera posible. Y aunque Naruto pensó que era una tontería, no se negó. Fue hasta Hiruko y, lo primero que notó, al tratar de mover una de sus extremidades, fue que pesaba demasiado. Ni siquiera pudo deslizar la articulación de la muñeca. 
 
En múltiples e infructuosos intentos, trató de levantarla del suelo, pero no lo consiguió. 
 
Al saberse objeto de burlas, Naruto desistió y apretó con furia la mandíbula. 
 
—Que estupidez. 
 
El presentador de la botarga extendió su brazo derecho frente a Hiruko y, nada más doblar su primer falange, bastó para que la marioneta cobrara vida de nuevo. 
 
—Hiruko solo responde si se le trata adecuadamente— arguyó, dando un paso hacia el chico—. Puedo ver el motivo de tu enojo. 
 
Tales palabras hicieron que el semblante de Naruto se suavizara. 
 
—Lo han olvidado, ¿No es así?
 
Entre estupefacto y confuso, Naruto miró en todas direcciones, buscando entre la muchedumbre a sus abuelos. No era posible que ese sujeto extraño lo supiera. 
 
—Se han olvidado de tu cumpleaños— la confirmación hizo que el cuerpo de Naruto se tensara. 
 
—¿Es...acaso una especie de broma?— susurró, sabiéndose señalado por las personas a su alrededor—. ¿Ellos le dijeron que lo hiciera?
 
Pero el presentador no respondió a la interrogante. En cambio, extrajo un anillo con una piedrecilla de jade y pidió a Naruto su mano para colocarselo en el dedo anular. 
 
Al principio Naruto se resistió. No obstante, terminó por ceder ante la insistencia de los espectadores. 
 
—¿Qué es esto?
 
—Tu regalo— respondió el presentador antes de hacerse de nueva cuenta con la marioneta. 
 
Naruto lo observó visiblemente perplejo. Después se alejó del centro del espectáculo para echarse la mochila al hombro y correr hacia la parada de autobús, sin terminar de comprender cómo ese sujeto había adivinado su fecha de cumpleaños, aún más, sabía que sus abuelos lo habían olvidado. 
 
¿Se trataría de alguno de los conocidos que asistían sin falta cada fin de semana para derrochar su dinero en las apuestas?
 
Quitándose el anillo para lanzarlo lejos, Naruto se dijo que más tarde les preguntaría al respecto.
 
Pero el momento nunca llegó. Para cuando terminaron las clases, y Naruto se supo nuevamente repelido por sus compañeros, el incidente de la mañana había quedado relegado a un suceso sin importancia. 
 
Con el sudor perlando su frente, Naruto se dedicó a tallar uno a uno los cuadros exhibidos en el taller de arte. Aquella gamberrada suya había tenido lugar dos días antes, cuando, sabiéndose reprobado en dicha materia, había decidido manifestar su protesta de inconformidad de la mejor manera que él sabía. 
 
Ya una vez se había valido del grafiti en una de las esculturas presidenciales que galardonaban el patio de receso. 
 
Era una tontería que le pusieran a limpiar los cuadros cuando claramente podían reemplazarlos por unos nuevos. Además, las pinturas que se escudaban tras los marcos no eran ni la mitad de buenas o valiosas. Uno de los cuadros mostraba un simple garabato que simulaba a un escorpión varado en una duna, junto a un símbolo extraño que, Naruto supuso, se trataba de la firma del artista. 
 
Y aunque renegaba de su pésima suerte de que hubieran inspeccionado horas atrás su casillero en pos de encontrar la evidencia, también se sentía agradecido de no tener que regresar a casa tan temprano. Lo último que necesitaba para rematar el día, era encontrarse con el dúo de alcohólicos apostadores que tenía por abuelos. 
 
Con expresión tensa al reparar en la hora, Naruto siguió limpiando. 
**
 
Costaba concentrarse en lo enunciado por el maestro cuando lo único que se tenía en el estómago era una simple manzana y medio pote de ramen. 
 
Arrugando la nariz en un gesto confuso, Naruto se dedicó a leer una a una las preguntas del examen, saltándose aquellas que consideraba complicadas para atender solamente, y a su criterio, las más fáciles. Tan abstraído estaba en su encomienda que jamás reparó en el momento justo que la puerta del aula se abría a la par que el profesor en turno se encargaba de hacer un anuncio, en apariencia, a juzgar del silencio general que se suscitó después, importante. 
 
Llegada la hora del descanso y sintiéndose terriblemente angustiado debido a su pobre desempeño en el examen, Naruto tomó asiento en una de las sillas rezagadas junto a la cafetería. 
 
Una sonrisa insegura se desplegó en sus labios al notar la cabellera rosa abrirse paso a su lado. 
 
—Sakura chan— quiso saludar, pero se lo pensó mejor cuando Sakura lo evadió con un gesto a todas luces despectivo. 
 
Desde la muerte de Sasuke y tras haber coincidido en el mismo colegio, su amistad se había fisurado, llegando al punto en que Sakura le culpaba directamente de no haber estado al tanto de la situación.
 
Naruto lo entendía, más no lo aceptaba. Creía que Sakura le perdonaría cuando se diera cuenta de que él padecía el mismo dolor que ella. 
 
Sin embargo y por lo visto, eso no sería muy pronto. 
 
Fastidiado, tiró los utensilios de comida de la mesa y se retiró al patio trasero para balancearse a solas en el único, solitario y derruido columpio.
 
**
 
Esa tarde del viernes en particular, Naruto no quería llegar a casa. Deseaba, principal y fervorosamente, abstenerse de tener que encontrarse con una escena no grata donde sus únicos seres queridos, cercanos y con vida, se jugaban hasta el último centavo en apuestas estúpidas, toda vez que sepultaban hasta el último indicio de lucidez en el alcohol. 
 
De haber tenido otro lugar al cual huir, Naruto lo habría hecho, presto y sin rechistar. No había, empero, nadie a quien acudir. 
 
Cuando hizo uso de la copia de las llaves para abrir la puerta de la entrada, las voces ya inundaban la estancia. Naruto dejó botada la mochila y, sin molestarse en anunciar su llegada, corrió escaleras arriba para refugiarse en su alcoba.
 
Después de tomar un baño y meterse a la cama, Naruto se quedó profundamente dormido, y no fue sino hasta pasadas las dos de la madrugada que, seducido por el hambre, despertó. 
 
Soñoliento, se calzó las pantuflas y salió de la cama. Si tan solo sus abuelos demostraran un poco más de interés en él. 
 
Bajó deprisa las escaleras y fue hasta la cocina con sigilo, extrañado de no ver el desastre que usualmente se apilaba tras una de las comunes noches de jerga. 
 
De hecho, y esto no pasó hasta que Naruto encendió la luz, se dio cuenta del orden en el acomodo, tanto de los muebles, como de los utensilios de cocina. 
 
¿Acaso su abuela había hecho la limpieza? ¿No se encontraba, como de costumbre, sumergida en la inconsciencia y la resaca de una agitada noche de borrachera?
 
Incrédulo de sus propias ideas, Naruto abrió la nevera y sacó el galón de leche. Todavía no cerraba la puerta cuando un ruido en la cocina lo alertó, sobresaltandole y haciéndole derramar el contenido del envase sobre el piso de linóleo. 
 
—Usted— señaló tembloroso al extraño que permanecía inmutable, sentado a la mesa y bebiendo despreocupadamente de un vaso con agua. 
 
¿En qué momento había entrado? Lo que era peor ¿Qué hacía allí a esas horas? 
 
¿Se trataba de otro de los inoportunos visitantes de las noches de apuestas?
 
—¿Qué hace aquí?— Naruto se exasperó al no obtener pronta respuesta. Sumido en un silencio incómodo, pudo observar mejor al sujeto. De rasgos faciales delicados, alto, talle delgado y ensortijados cabellos rojizos. Sus ojos de tonalidad cobriza se detuvieron largos segundos en Naruto, escudriñandole como si en realidad fuese él el extraño que irrumpía en esa zona del hogar. 
 
—Vivo aquí.
 
Poco a poco Naruto frunció el ceño, sintiéndose cada vez más molesto de la osadía del sujeto para, no solamente penetrar en casa ajena, sino además tener el descaro de proclamar un derecho que no le pertenecía. 
 
Se tratara o no de un broma, Naruto no se sentía en condiciones de tomarla de buen modo.
 
Así que hizo lo primero que se le vino a la mente. 
 
-¡Abuela!...¡Hay un ladrón en casa!
 
Tal vez habría sido más sencillo llamar directamente a la policía, pero Naruto creyó estar siendo lo suficientemente permisivo para que el extraño se largara de una vez por todas. 
 
Cuando sus abuelos, aún somnolientos, llegaron corriendo al comedor, Naruto se sintió primero decepcionado, después confundido al ver la sutil sonrisa ensanchandose en los labios del joven pelirrojo. 
 
—Naruto— suspiró Tsunade, anudandose fuertemente el albornoz que la cubría—. El joven Akasuna es nuestro huésped. Alquila la habitación que teníamos destinada a la herramienta. 
 
—¿Qué?
 
Naruto parpadeó desconcertado. 
 
—¿Desde cuándo vive aquí?
 
—Sasori Akasuna— se presentó finalmente el susodicho, tendiendo la mano para enfatizar su saludo. Naruto la aceptó de mala gana—. Tengo seis días viviendo bajo el mismo techo que tú. 
 
Jiraiya asintió a lo dicho. Revolvió el cabello de Naruto y le palmeó los hombros para tranquilizarlo.
 
—Me olvidé de decírtelo, renacuajo. Últimamente casi no te veo, así que no tuve oportunidad. 
 
—Lo que sea— Naruto apartó al adulto de un suave empujón para volver de regreso a su recámara. Subiendo los peldaños y con la vista puesta en el extraño, notó como la sonrisa que él había catalogado de "falsa" amabilidad, demudaba a un tenue pliegue de indiferencia.
**
 
Las materias del día se sucedieron sin contratiempos, una a una y tan aburridas como antaño. Naruto había hecho acopio de toda su fuerza de voluntad para mantenerse despierto cuando llegó el turno del profesor de historia. Kakashi Hatake podía parlotear por horas consecutivas, pero en esta ocasión y para sorpresa de los presentes, fue entregando a los estudiantes de la fila delantera un puñado de hojas en blanco mientras dictaba las instrucciones de colocar el nombre y pasar el resto a los asientos de atrás. 
 
Cuando Naruto tuvo una de las temidas hojas en sus manos, su mandíbula se tensó. Ya había pasado por esa situación infinidad de veces. Un exámen sorpresa. 
 
En contadas ocasiones, las repuestas al azar habían estado de su parte, pero ahora no había ni siquiera una opción múltiple que él pudiera señalar. No había alternativas, no había nada. 
 
Rápidamente la pizarra se fue llenando de información liosa sobre trayectorias ficticias de objetos que Naruto no pudo procesar en lo más mínimo. 
 
Si hubiera estudiado...
 
Pero no había forma, ni siquiera podría hacer trampa. Si adeudaba una sola materia más, repetiría el año entero. Otro año en el mismo colegio, siendo el hazmerreir de sus compañeros egresados y además, sus abuelos seguramente no podrían costear los gastos necesarios. 
 
Alterado, trató de mirar hacia uno y otro lado, notando con reprimidas ansias como sus compañeros tomaban apuntes velozmente. No obstante y debido al acomodo de los pupitres, le era imposible mirar con detenimiento las operaciones que debía realizar. 
 
"Concéntrate. Concéntrate" se repitió, retornando a los ejercicios que Kakashi terminara de apuntar. 
 
Frustrado, Naruto cerró los ojos y empezó a garabatear lo que se le venía a la mente, rebuscando de manera infructuosa en su memoria algo que pudiera serle de ayuda. Temas de clases pasadas, exámenes que había aprobado.
 
—Les quedan quince minutos— anunció Kakashi que caminaba entre las filas para corroborar que no se hiciera trampa. 
 
Abrumado, Naruto escribió lo poco que consiguió recordar. Acabada la clase, se marchó sin ánimos hacia la biblioteca.
**
 
Minutos más tarde sonó el timbre que anunciaba el descanso. Para entonces Naruto se hallaba sentado en una de las mesas del fondo de la biblioteca. Había reunido un montón de libros para llevarse a casa y repasar los apuntes. Tal vez si Kakashi le daba otra oportunidad, él podría presentar de nuevo el exámen. 
 
Se estaba adelantando a los hechos, pero se desesperaba cada vez que pensaba en lo terrible que sería repetir otra vez el año. 
 
Depositó uno a uno los libros, separándolos y anexandolos junto a la respectiva ficha con sus datos. Cuando llegó al escritorio de la bibliotecaria, la sorpresa le hizo soltar las dos columnas que llevaba en brazos. 
 
Tras el mostrador y con la mirada clavada en un libro, se encontraba Sasori Akasuna.
 
—Tú otra vez— Naruto expresó fastidio y malestar ante su desventura de encontrarse nuevamente con el joven—. ¿Qué haces aquí? 
 
Dejando el libro abierto por la mitad sobre la mesa de al lado, Sasori posó sus fríos y calculadores ojos avellana en su interlocutor. 
 
—Trabajo aquí— contestó, rodeando el mostrador para levantar los libros que tan descuidadamente Naruto había dejado caer en su travesía—. ¿Piensas llevarlos todos?
 
Naruto permaneció estático, sin terminar de dilucidar si aquello era simple casualidad o no.
 
—Tú abuela era directora en este colegio— se apresuró a explicar el joven tras la reticencia de Naruto por responder a sus preguntas—. Ella se tomó la libertad de recomendarme como suplente temporal en la biblioteca. Cualquier ganancia extra siempre es bienvenida. 
 
—Lamento lo de antes— adelantándose al silencio que se avecinaba entre ellos, Naruto decidió correcto disculparse por su conducta. 
 
Si bien era cierto que odiaba la idea de que un extraño viviera también en casa de sus abuelos, estaba al tanto de la situación económica de los mismos. 
 
—¿Pinocho?— Naruto no ocultó su sorpresa al ver detenidamente el libro que Sasori leía. 
 
—Si— respondió Sasori, tendiendoselo para que lo viera de cerca—. Pero no es la versión de hadas que todo el mundo conoce. Su autor verdadero es Carlo Collodi. La historia es diferente a la popular y sin embargo, todas las versiones posteriores del cuento se basaron en el original, que es este. 
 
Asombrado Naruto lo hojeó, analizó los dibujos y lo devolvió a su lugar. 
 
—¿Cuál es la diferencia?— se interesó en saber. 
 
Sasori arqueó una ceja. 
 
—¿No prefieres que te lo preste para que lo leas?
 
La idea en si, sonaba genial, pero Naruto sabía que no tendría tiempo. 
 
—Necesito leer todos estos libros primero— se excusó, sin ocultar su repudio por la lectura. 
 
Sasori retrocedió una páginas al libro y mostró a Naruto un bosquejo de dibujo. 
 
—En la historia original, Pinocho asesina a su consciencia con un martillo para liberarse de sus ataduras. 
 
—¿El grillo?— Naruto parpadeó consternado al recibir una respuesta afirmativa—. ¿Entonces Pinocho era malo?
 
Aquella pregunta pareció encantar a Sasori, pues una sonrisa vaga jugueteó en sus labios. 
 
—Pinocho nació de un objeto inanimado— explicó, recargandose en el mostrador para apoyar su mentón sobre ambas manos—. Sin consciencia ni libre albedrío. Pero al tener libre albedrío y voluntad propia, decide que no quiere depender de una consciencia que le diga qué debe y no debe de hacer. Así que, en mi opinión, Pinocho no es ni bueno, ni malo, solamente obra cómo lo hace porque quiere ser libre. 
 
No muy convencido, Naruto tomó los libros que ya habían sido sellados. 
 
—Si...— musitó al tomar el último libro—. Si Pinocho perdiera ambas cosas a la vez, la consciencia y el libre albedrío ¿Qué pasaría?
 
Sasori le tendió una copia del libro que estaba leyendo en tanto respondía a la interrogante. 
 
—Moriría, ya que son los únicos recursos que le mantienen con vida. 
**
 
Naruto estaba nervioso, aguardando sentado en su pupitre, con los ojos cerrados y las manos sobre su nuca en una evidente pose de frustración. No quería ver el examen. No quería saber que había reprobado. 
 
Decepcionaría a sus abuelos y terminaría asistiendo a un internado. En el mejor de los casos, lo castigarían hasta que fuera adulto. 
 
—Uzumaki Naruto.
 
Sin apartar la mirada de la banca, el interpelado arrebató la hoja de la mano del profesor. 
 
—Felicitaciones.
 
Dando por hecho el sarcasmo, Naruto abrió los ojos. Su semblante se desencajó en un rictus de incredulidad al ver no solo aprobada la prueba, sino que además lo había hecho con una calificación perfecta. 
 
¿Cómo era posible?
 
Releyó una a una las respuestas escritas, pero fue inútil. No recordaba nada de lo que había anotado anteriormente. 
 
—Aprobé— aun así, el alivio que inundó su pecho se desbordó. Naruto quiso dar saltos en derredor mientras vitoreaba por aquel triunfo. En cambio, guardó la nota entre sus libretas y esperó con una gran sonrisa a que terminara la clase. 
 
De no haber estado tan distraído habría notado que, a sus espaldas, alguien sonreía con disimulo.
 
**
 
Ya fuera a causa de un error de Kakashi, o quizá debido a la buena suerte, Naruto no reprobó la asignatura. Había llegado a casa de sus abuelos, por primera vez sintiéndose feliz de poder darles una buena noticia. No obstante, la buena noticia había sido para él, pues nada más entrar, sus abuelos le esperaban en la cocina para comunicarle sus deseos por enmendarse en cuanto al alcohol. Asistirían juntos a un grupo de ayuda los fines de semana y se enderezarían para ser mejores cada día. 
 
Durante la cena, Naruto casi sintió deseos de llorar al ver a su abuelo Jiraiya derramar una a una las botellas de licor almacenadas en el fregadero. 
 
Tanta dicha le hizo olvidar todo lo demás. 
 
Esa fue la primera noche después de varios meses, que Naruto dormía feliz y tranquilo. 
 
Cuando amaneció, los ruidos en la planta baja atrajeron su atención. Naruto sabía que el alboroto provenía del cuarto de huéspedes, el cual pertenecía temporalmente al joven Akasuna. 
 
Y aunque ya había pasado la incomodidad inicial que acarrean las presentaciones, Naruto no se animó a tocar la puerta, sino que esperó, apoyado contra la madera y agudizando el oído para tratar de discernir lo que ocurría allí dentro. Sin embargo no le hizo falta esperar demasiado. Tras unos minutos, la puerta finalmente se abrió y Naruto se hizo a un lado lo más deprisa que le fue posible. 
 
Saludó escuetamente al joven y fingió pasar de largo hasta el pasillo de la sala, pero entonces Sasori murmuró su nombre en voz tan baja, que a Naruto le tomó varios segundos acreditar que realmente le había escuchado. Casi de manera sincronizada, su cuerpo se había detenido y Naruto sintió el repentino deseo de devolverse.
 
—Aquel ruido— dirigió una mirada curiosa hacia la puerta que ahora se encontraba cerrada. 
 
El terso semblante del joven de cabello rojo demudó a uno de preocupación. 
 
—Oh. Lo siento, ¿Te he despertado? 
 
A Naruto se le antojó excesivamente falaz y teatral, casi hasta irónica y sarcástica, la forma en que Sasori se expresaba. Por un momento se sintió molesto al pensar que el joven le estaba tomando el pelo. Estaba por expresarlo cuando Sasori se dignó a abrir la puerta para invitarlo a que echara un vistazo si quería. 
 
Naruto dio un paso al frente, y luego, contrariadamente, retrocedió, negando reiteradamente en ademán. 
 
—No es de mi incumbencia— y ciertamente no lo era. Sasori solo era un inquilino más. Le daba igual en qué gastara su tiempo o cuál fuera su segundo trabajo. 
 
Ya se dirigía a la cocina cuando la voz aterciopelada lo alcanzó. 
 
—¿Te gustaría ir por un helado?
 
A Naruto le tomó por sorpresa la propuesta, pero le sorprendió aún más su propia respuesta. 
 
—Si, me encantaría.
 
A partir de entonces, pasar tiempo con Sasori sería un hecho inevitable y pasaría a formar parte de su rutina diaria. 
 
En poco tiempo sus notas fueron mejorando considerablemente, llegando al grado de ser seleccionado como próximo delegado estudiantil, puesto que Naruto aceptó orgullosamente. 
 
Al sentirse más seguro de si y externarlo abiertamente, sus compañeros empezaron a interesarse en él, y Naruto pronto se hizo de un buen número de amistades por personas que anteriormente le habían rechazado y hasta insultado. Kiba Inuzuka, Neji Hyuga, Shikamaru Nara, eran algunos de ellos. 
 
Día con día sus abuelos habían ido dejando la dependencia hacia el alcohol, y ahora disponían del dinero suficiente para tener la cocina llena de despensa, por lo que Naruto no pasaba más hambre. 
 
Todo en su vida había ido mejorando progresivamente. E incluso el vacío que había dejado la muerte de sus padres y su mejor amigo, se desvanecía. 
 
Estaba en el cenit de la felicidad. 
**
 
Era martes de educación física y todos los alumnos se hallaban realizando sus respectivas actividades bajo el abrasador sol de la tarde.
 
Corriendo ágilmente tras el balón, Naruto logró esquivar a sus adversarios para apropiarse de la pelota. Entonces se adelantó varios metros a lo largo del campo y pateó con fuerza para anotar el último punto. 
 
Su equipo había ganado el partido. Uno de tantos. 
 
Agotado, Naruto se encaminó hacia las gradas, pero sus pies tropezaron y cayó de bruces en la alfombrilla dispuesta en el campo. Se sentía demasiado cansado para levantarse, y se extrañó cuando un mano se alargó en su dirección para ayudarle a incorporarse. 
 
Cuando los ojos avellanas se encontraron con los suyos, Naruto sintió una inconmensurable dicha. 
 
—Pensé que estarías en la biblioteca— se aferró a su mano y se levantó de un salto. 
 
El recién llegado omitió todo saludo para revisar de cerca la herida de la rodilla que Naruto tildó en un primer momento de irrelevante. 
 
—Vayamos a curarte. Sabes que no me perdería el partido por nada. 
 
Naruto sonrió ampliamente. Por supuesto que lo sabía. Llevaban viéndose todos los días, vivían juntos y por si fuera poco, asistían al mismo colegio en horarios similares. 
 
Y lo que era más importante...
 
—¿Seguro que no te duele?— preguntó Sasori antes de colocar una bendita sobre el fino corte. 
 
—No es nada. De verás— Naruto resistió el impulso de hacer lo que venía sintiendo desde hace semanas. Cruzó los brazos tras de su nuca y siguió caminando junto al pelirrojo. 
 
Al llegar a casa, Naruto no se sorprendió de encontrar una nota en la nevera donde sus abuelos se excusaban por ausentarse unas horas, ya que debían presentarse al grupo de ayuda. 
 
Después de que Sasori atendiera su herida, Naruto trató de acaparar su atención para evitar que se encerrara en el cuarto de huéspedes y lo dejara solo. Primero le hizo preguntas sobre su hogar en Sunagakure, después poco a poco se adentró en el terreno personal, enterándose así de que el joven, que había consagrado gran parte de su vida en la elaboración y perfeccionamiento de marionetas, había perdido también a sus padres a un edad temprana, quedando al resguardo de su abuela materna, quien le había cuidado hasta que pudo valerse por sí mismo. 
 
Por horas, Naruto escuchó atento a Sasori exponer su punto de vista sobre el arte moderno y contemporáneo. Le oyó perorar sobre la gran importancia de que el arte fuera eterno, porque, solo aquello que perduraba y conservaba la belleza, era digno de ser considerado como tal. 
 
Para cuando sus abuelos llegaron a casa, Naruto aún escuchaba maravillado lo que Sasori se reservaba para si a diario. 
 
Entre más lo conocía, más atraído se sentía. Y quería, sobre todas las cosas, ser correspondido. Solo que no encontraba la manera de decírselo. 
 
**
 
—Sasori, tú me...
 
—¿Si?— preguntó el muchacho del otro lado de la mesa, tomando el salero para sazonar un poco su platillo del día. 
 
Del otro lado de la mesa, Naruto sintió una oleada de calor interna al saberse firmemente observado.
 
Era el momento indicado. Sus abuelos habían salido desde temprano. No había clases ese día. Solo debía armarse de valor y comunicarle ...
 
¿Qué era exactamente lo que quería comunicarle?
 
¿Qué se estaba enamorando de él? 
 
Si. Justo era eso. Pero no era tan sencillo decirlo.
 
—Tú me ...— trató una vez más, angustiado por el semblante de perpetua apatía que portaba Sasori. —Me gustas— ojalá hubiera alzado más la voz, pero aparentemente no hizo falta que lo hiciera, pues inmediatamente después, Sasori lo miró de una manera profunda y enigmática.
 
Lo que dijo a continuación, hizo que el corazón de Naruto se fragmentara. 
 
—Debes estar confundido, es todo.
 
**
 
—Debes estar confundido, es todo— emuló la voz aterciopelada de su interlocutor y se limpió las lágrimas con la sábana. 
 
Había pensado falsamente que la atracción entre ellos era innegable. 
 
¿Sería Sasori tan estúpido para no darse cuenta? 
 
Naruto se cubrió el rostro cuando oyó el picaporte de la puerta ser girado. En breve, Jiraiya entró a la recámara.
 
—¿Te encuentras bien, renacuajo?
 
A sabiendas de que su voz lo delataría, Naruto se limitó a sentir. 
 
—El joven Sasori dijo que te retiraste a dormir temprano porque te sentías indispuesto. ¿No estarás enfermo?
 
Está vez Naruto movió negativamente la cabeza bajo las sábanas. 
 
—De acuerdo. Estaré despierto por si necesitas algo.
 
Naruto reprimió un sollozo cuando la puerta se cerró.
 
Si que necesitaba algo. Necesitaba...un corazón nuevo.
**
 
 
Luego de dos noches enteras de insomnio, Naruto finalmente había llegado a una conclusión. Necesitaba distanciarse de Sasori, olvidarse de él y, lo más relevante de todo, superarlo. 
 
Sasori lo había rechazado, y él no podía simplemente suplicarle para que lo aceptara o le diera un oportunidad. No entendía el por qué, pero tampoco pensaba pedirle explicaciones. Si Sasori no le quería, Naruto buscaría a alguien más a quien amar. 
 
El problema de enamorarte era que siempre resultaba más difícil revertir ese estado que caer directamente en él. Uno no elegía a quien amar, tan solo ocurría. 
 
Los primeros tres días de clases fueron todo un suplicio. Aún estando rodeado de sus amistades, Naruto no podía evitar pensar siempre en el joven Akasuna. Le molestaba aún más que el mismo Sasori no hubiera sido claro desde el inicio y, contrario a ello, diera pie a unos sentimientos unilaterales que actualmente y de forma continua lo lastimaban. Fue el quién le invitó a salir por un helado aquella vez. 
 
¿O en realidad había sido mera y forzada cortesía? 
 
¿Naruto lo había malinterpretado?
 
De cualquier modo, no había marcha atrás. El jueves en la mañana se lo topó sentado a la mesa tomando el desayuno. Fue difícil, pero consiguió merendar deprisa y se fue a clases. 
 
Luego de la clase de Iruka, y al ser ahora el delegado de la clase, se le encomendó llevar algunos libros de la materia de la biblioteca. 
 
Esta vez Naruto no hizo el mínimo esfuerzo por conversar. Cuando Sasori selló los libros, se retiró, tan silencioso y orgulloso como había entrado. Ni siquiera lo miró. 
 
Creyó que iba ganando. Pensó que su corazón estaba cediendo a pesar del inmenso dolor que le oprimía el pecho en todo momento. 
 
Durante las clases de física, Naruto lo vio sentado en las gradas, observándolo con altivez desde su lugar. 
 
Molesto por este hecho, tomó su botella de agua y abandonó los ejercicios para subir las gradas hasta donde el joven se encontraba. 
 
—¿Te importaría dejar de seguirme?
 
—Solo observo el partido. 
 
La respuesta escueta y carente de emociones terminó por desesperar a Naruto. 
 
—En verdad, ¿Qué es lo que quieres?— exigió saber—. Primero me apartas y después me buscas. Me dices que estoy confundido pero seguimos coincidiendo en todas partes y...
 
Con una suave risa desenfadada, Sasori lo encaró.
 
—Tal vez eres tú quien me busca, Naruto. 
 
Dolido ante semejante mentira, Naruto bajó lentamente las gradas. 
 
¿Cómo es que Sasori no se daba cuenta de que estaba haciendo justo lo opuesto? 
 
Quería, e intentaba, alejarse de él. Solo deseaba olvidarlo y poder seguir con su vida. 
 
Las lágrimas fueron traicionandolo a medida que terminaba de bajar las gradas faltantes. 
 
"Solo estás confundido, es todo"
 
Con la visión empañada, Naruto corrió para alejarse. 
 
Corrió para dejar atrás a Sasori. Corrió para escapar del dolor, de la desdicha padecida en consecuencia de su corazón irremediablemente roto. 
 
Los dos primeros cruces los pasó con facilidad. Fue hasta el tercero que la voz de un transeúnte le advirtió demasiado tarde del autobús que venía precisamente por el carril. 
 
De no haber sucumbido al dolo, Naruto habría advertido que el semáforo se encontraba en verde. 
 
Su cuerpo se paralizó cuando las luces delanteras del transporte que se aproximaba a toda velocidad en su dirección, lo cegaron. 
 
La voz de Sasori a sus espaldas se alzó varios decibeles, y cuando, cuál autómata, Naruto miró en su dirección, una epifanía se manifestó ante sus ojos, revelándose en el momento justo que Sasori Akasuna movía dos de sus dígitos con renovada maestría, propiciando que su cuerpo retrocediera apenas una fracción de segundo antes de que el autobús impactara de lleno contra él. 
 
Horrorizado, Naruto cayó de espaldas, aferrando entre sus manos el fino hilo invisible de sus tobillos. 
 
Entonces recordó aquel exámen que había aprobado con honores. El anuncio de Kakashi momentos antes de que terminara el tiempo estipulado. La presencia de un joven apoyado en el marco de la puerta que Naruto asoció hasta ese momento con el joven de cabello rojo. 
 
Pasmado, recordó haber visto de refilon el mismo movimiento de sus dedos. 
 
Lo mismo había pasado cuando se cayó en el campo de fútbol, tropezando con aquellos hilos que ahora se hacían visibles ante sus ojos. 
 
Manipulado.
 
En todo momento había sido controlado. Cómo si fuera una marioneta humana ...
 
—¡No me toques!— rechazó está vez la mano que se le ofrecía. 
 
Todos sus logros. La calificaciones perfectas, los partidos que había ganado, las amistades que había hecho. 
 
Nada le pertenecía. Todo era obra de Sasori. 
 
Con un torrente de lágrimas asomando bajo sus brillantes pupilas azules, Naruto corrió hacia su mochila rezagada en el asfalto. Tomó velozmente las tijeras y posicionó el filo sobre uno de los hilos que lo unía al marionetista, pero antes de lograr su cometido, Sasori se acercó a él. Inexpresivo, se puso de cuclillas delante y detuvo el movimiento de su mano. 
 
—¿Recuerdas que me preguntaste que le sucedía a Pinocho si llegaba a perder su libre albedrío y la consciencia a la vez?...— Naruto asintió pensativo—. Ese hilo te ata a mi, Naruto. Yo soy ahora tu consciencia. El libre albedrío lo perdiste hace mucho tiempo. 
 
Con labios temblorosos, Naruto desistió de su empresa al comprender a lo que Sasori se refería. 
 
—Si corto el hilo, moriré— anunció, devastado.
 
Satisfecho por la deducción, Sasori se sonrió. 
 
—Asi es.
**
 
Hasta esa ocasión Naruto comprendió por qué Sasori debía estar cerca de él en todo momento. Era el marionetista quien regía sus acciones. Y él se había convertido en un simple títere. 
 
"Menospreciaste mi arte, Naruto"
 
Si, lo había hecho. Naruto no le había entendido en un primer momento, pero ahora lo hacía. Aquel cuadro del escorpión que había pintado con aerosol, después la mofa que había hecho al presentador ambulante del espectáculo callejero. 
 
"¿Qué eres?" 
 
Naruto había tenido la audacia de preguntárselo mientras regresaban a casa. Y Sasori se había limitado a cederle el paso a su habitación del cuarto de huéspedes. 
 
Era allí, en los muros, dónde tenía expuestos los cuadros de sus semejantes. Todos portando la misma túnica, representados en diferentes escenarios, tiempos y situaciones. 
 
Era Sasori una especie de Dios destructivo y defensor acérrimo del arte. Y él, Naruto, con sus travesuras y desafíos de adolescente, lo había zaherido. 
 
Allí, en los múltiples estantes del cuarto de herramienta, Sasori había agrupado a sus marionetas perfectas. Humanos que le habían agraviado en otros ayeres y que, ahora, no poseían ni siquiera atisbo alguno de consciencia. Eran simples contenedores que él podía manejar a su antojo. 
 
Cuando a la mañana siguiente se hizo pública su relación, nadie mostró asombro. Se veía venir que dos personas que estaban siempre juntas, se convirtieran en pareja oficial.
 
Pese a los conflictos, Sasori se había encaprichado con él. Pero ahora Naruto no solo no le quería, sino que le temía.
 
—Lo que ocurre con las personas que se ven privadas del amor es que, nunca saben cómo es realmente— explicó Sasori, apoyando su mentón sobre la cabeza de Naruto. —Y como no saben cómo se debe sentir el verdadero amor, son más propensos a ser engañados. A cegarse a si mismos creyendo que aman a alguien y son correspondidos. 
 
Con los brazos de Sasori sobre sus hombros y una solitaria lágrima resbalando por la comisura de su ojo derecho, Naruto se dedicó a observar el hilo de su tobillo.
 

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