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No diré adiós por dark kirito

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Magi pertenece a Shinobu Ohtaka-sama. Escrito en el móvil, errores son sin querer. Muchísimas gracias a Yayoi, a AOI SALUJA por cuidar del fandom (te adoro! >\<) y a todos los que leen por el apoyo. Sé que aún debo un montón de historias pero, qué les digo? Escribo lo que más me haga feliz y no pude sacarme está historia de la mente XD.

 

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No diré adiós.

 

La eternidad es una bendición para la mayoría de la gente, ¿quién no desea librarse del temor a la muerte? Pero a veces, es también un castigo.

 

Judal x Aladdin

 

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Imperio Kou.

 

El máximo sacerdote lo ha notado, su magia ya no es lo que solía ser, antes podía realizar cualquier hechizo sin cansarse en lo más mínimo, no había imposibles para su magnificencia y hoy, incluso levitar cinco minutos le deja exhausto.

 

—Que patético.

 

Se queja al tiempo en que se estira entre sábanas de seda. Si bien siempre ha sido perezoso, en la actualidad es una tortura, el cansancio se ha vuelto crónico a un nivel en que ya ni disfruta el comer sus tan amados duraznos. Cierra los ojos con resignación, se lleva los antebrazos al rostro como si intentase esconderse del mundo.

 

—¿Cuánto tiempo me queda?

 

Si su cuerpo es incapaz de recibir el rukh como antaño solo hay una explicación. Su sustituto, el próximo Magi ha nacido o más bien madurado. Esa maldita sanguijuela viene a ocupar un puesto que le corresponde. Esto parece chiste mal contado. ¿Quién carajo decidió que solo exista un Magi en funciones a la vez? Yunan y Sheherezade vivieron cerca de doscientos años cada uno y ya no se hable de Arba y Sheba con trescientos, esas eran unos monstruos. Todos murieron de viejos.

 

—Pero yo… acabo de cumplir dieciocho.

 

No se supone que su era termine así, es más, jamás en toda la historia un Magi ha sido relevado a tan temprana edad. ¿Qué le pasará? ¿También va a morir o solo estará cansado hasta que su cuerpo se adapte? Aún si fuera la última opción, duda que el Imperio sea tan generoso como para mantenerle por todos los años de servicio, literalmente desde su nacimiento. Rechina los dientes.

 

—Maldito intruso, no deberías existir.

 

Continuaría con los miles de pensamientos que le surcan la cabeza pero el sueño le vence y sumerge en las profundas aguas oscuras que de menos le brindan un poco de tranquilidad.

 

.

 

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Horas más tarde.

 

Judal duerme plácidamente hasta que alguien llama a la puerta interrumpiendo uno de sus pasatiempos favoritos. Gira el rostro en dicha dirección con hastío.

 

—¿Qué? — pregunta de muy mala gana.

 

—Disculpe excelencia — la delicada voz de una chica al otro lado —Disculpe, me gustaría decirle en persona que… 

 

—Aaaaaaah — arrastra pesadamente la vocal — anda pues.

 

La doncella sigue la dudosa indicación y se adentra cerrando tras de sí.

 

—El sastre real vendrá el día de hoy para tomarle medidas… 

 

—¡¿Eh?! — él joven se reincorpora rápidamente hasta quedar sentado, no puede esconder en lo más mínimo la emoción, si planearan liberarse de él, no tendría sentido hacerle ropa nueva a estas alturas.

 

—Cof, cof — la chica tose para aclararse la garganta y continuar con el comunicado — Por lo que en media hora tendremos listo su baño con flores de violeta, le pido de favor que esté preparado para entonces — hace una reverencia y se retira.

 

El sacerdote no cabe de júbilo, casi podría jurar que las energías le han regresado, aunque eso diste de ser realidad. Incluso sus usuales quejas y caprichos son dejados de lado, se comporta tan dócil que la gran mayoría de los sirvientes lo atribuyen a algún tipo de demencia temporal, inclusive sonríe con gran inocencia. Es como contemplar a un niño que recibe un juguete por primera vez. Judal nunca antes ha tenido interés en preguntar detalle alguno sobre las prendas que le han dado antaño, aún si dan la impresión de ser costosas, no podían importante menos. Hoy se siente tentado a indagar sobre la tela, el color, combinaciones, número de prendas y más, pero sería como escuchar el mejor chiste y saber desde antes el final. La emoción llega a su clímax cuando el sastre guarda sus aditamentos en una maleta.

 

—Es todo su excelencia, agradezco su cooperación. Tendré listo el traje para la ceremonia.

 

—¿De qué diablos estás hablando? ¿ Cuál ceremonia?

 

—¿Cuál? — el mayor luce desconcertado — Pues claramente la presentación del nuevo Magi.

 

—¿Qué…?

 

Entonces ese atuendo no es un presente o reconocimiento, es más el tocado de un bufón; el no asistirá a un sitio donde solo van a pisotear su orgullo y no hay poder humano que pueda obligarlo. Aprieta los puños con fuerza, el odio chispea en sus pupilas, la sangre hierve. Si tuviera a su alcance las tijeras, mataba al sujeto que tiene en frente, más todo queda en eso. Súbitamente todo vigor le abandona, las sienes palpitan con insistencia al igual que el corazón, los escalofríos le producen gran malestar y se va de lleno al suelo, sin amortiguadores ni gentileza, de manera cruel y ruda, produce un golpe seco, perdiendo el sentido.

 

—¡Ayuda! — exclama el viejecillo — ¡Ayuda! ¡El sacerdote se ha desmayado! — se inclina para revisar su condición — Ey, ey, ey, no te mueras muchacho, al menos no hasta que haya terminado mi trabajo, es un buen dinero — sonríe de tal forma al ver que el joven respira, que lo único que inspira son náuseas.

 

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Más tarde, habitación del oráculo.

 

El muchacho abre los ojos despacio, levemente desconcertado. Alza su mano para contemplarla, buscando corroborar su realidad, suspira resignado.

 

—¿Y el vejete? — interroga a la doncella que acomoda un florero — Es un fastidio que tenga que aguantarlo otra vez.

 

—Descuide excelencia, el ya terminó con su trabajo.

 

—¿Qué? — arquea una ceja contrariado — Si recién habíamos… terminado con las medidas… ¿y la prueba de telas?

 

—Lo hizo mientras usted estaba inconsciente — sonríe de lo más natural.

 

—Pero qué… 

 

Judal se siente ultrajado. Un asqueroso sujeto metiendo mano por quién sabe dónde y privándole de la opción de objetar. Gruñe y es todo lo que su actual estado le permite hacer.

 

—Al diablo, que se jodan todos.

 

Vuelve a dormir, lo que pase con el mundo en su ausencia, es algo que le tiene sin cuidado.

 

.

 

.

 

Un par de semanas más tarde.

 

Varias mucamas le han dado al sacerdote una ducha, luego le han ayudado a vestir y con el apoyo de un par de soldados que le sostienen por los antebrazos, se mantiene de pie en el gran salón. Sus orbes apenas abiertos van de un lado al otro del gentío, al centro el emperador que se levanta majestuoso de su asiento extendiendo las manos.

 

—Hoy por fin el gran Solomón nos ha bendecido con la presencia de un Magi digno de nuestra grandeza.

 

—¿Hoy? ¿Por fin? ¡¿Digno de nuestra grandeza?!

 

Gran cantidad de aves oscuras se arremolinan en el recinto.

 

—Traigan ante mi presencia al elegido.

 

Un pequeño se hace paso cuando abren el gran portón. Uno creería que con semejante dizque discurso se sentiría altivo y que traería el ego inflamado, más el infante luce más que  asustado y nervioso, denota inseguridad a cada paso, pero al fin se detiene a dos metros y medio del monarca que le indica que se arrodille, lo que acata torpemente.

 

—Desde hoy eres mi más leal y confiable sirviente, has bien tu trabajo y te llenaré de todo cuanto desees; dinero, mujeres, vino; lo que sea, tan solo pídelo.

 

Aladdin le mira entusiasmado, tal vez por fin podría tener a su primer amigo, más cuando los zafiros se cruzan con los fríos ojos del sujeto, un escalofrío le recorre.

 

—Al fin podremos tirar a esta basura — enuncia el emperador haciendo referencia a Judal.

 

El oráculo queda perplejo de inicio, hace unos años el mismo Koutoku le recibía con agrado, si bien siempre le ha considerado un cerdo, estaba lejos de imaginar que le despreciaría de semejante manera. ¿Y todo el esfuerzo? ¿El arduo trabajo? ¿Las horas, días, semanas, meses y años de constante labor? Literalmente se muere y no hay una sola alma que le tenga un poco de empatía. Aprieta los dientes y puños con una intensidad casi olvidada, su atención se centra en Aladdin.

 

—Todo por culpa de ese mocoso. Si no existiera yo no estaría así, no pasaría por esto. ¡Maldito ladrón!

 

Lleno de rabia se libera de los soldados que empuja a los costados y llega al niño en cuyo rostro estampa tremendo puñetazo que le tira de sentón.

 

—¡¿Pero qué clase de falta de respeto es está?!

 

El emperador, colérico dirige su bastón cual arma en contra del oráculo, a toda velocidad y gran violencia, con tal de partírselo en dos en la cabeza.

 

—¡No!

 

Más es Aladdin quien se interpone y recibe de lleno el impacto, una gran herida sangrante se hace presente en la sien, una que de inmediato tiñe de carmesí su elegante ropaje.

 

—¡Insolente! — ladra el dirigente — ¡Ustedes son mis esclavos! ¡Mi palabra es su ley! ¡Si deseo matar a ese inútil tu te callas!

 

—Judal-kun es mi antecesor y lo respeto.

 

—No es asunto mío. ¡Guardias! ¡Lleven a nuestro inútil oráculo a la celda y azótenlo cien veces!

 

Al mencionado le invade el terror, más nada puede hacer. Pero es el niño quien de nueva cuenta se pone delante de él y el peligro.

 

—Judal-kun es mi antecesor, no voy a permitir que le hagan daño.

 

Aquel comentario ha sonado intimidante, sin ser esa realmente la intención del chico. El emperador está acostumbrado a la bravuconería de Judal, pero siempre supo que en el fondo era solo un chiquillo indefenso lleno de temor e inseguridad; sin embargo, no parece ser el caso de Aladdin que luce dispuesto a jugárselas todas por un simple desconocido.

 

—Esta bien. Pero como emperador no puedo pasar esta insolencia por alto. Debe recibir algún castigo.

 

—Con gusto lo aceptaré en su lugar — sonríe radiante — siempre que le dejes ir a descansar.

 

—Bueno, me siento generoso. Está bien y para compensar, te azotare personalmente.

 

El sacerdote guarda silencio, prácticamente ni respira, es como una estatua tiesa, carente de vida. Como un feto buscando pasar inadvertido.

 

—¿Por qué? ¿Por qué ese mocoso hizo una estupidez como esta? Después de todo yo le golpeé… pero se lo merecía, es un ladrón. Seguramente quería lucirse, que idiota, no sabe nada de esos castigos.

 

Pensándolo bien, el tampoco, tolera tan poco cualquier tipo de incomodidad física, incluso el rasparse con alguna rama le ponía de terrible humor, por lo que aún con su temperamento intentaba someterse a la voluntad del emperador. Aún asi es famoso el “trato especial” de Koutoku, se rumora que se ha ido de la mano matando a muchos desdichados y a los que no, les ha vuelto locos. Traga saliva, ¿y si el mocoso que regresa ya no es más el que acaba de conocer? ¿Y si se convierte en un ser despreciable lleno de rencor que busca venganza? Bueno, no es como que sean amigos de toda la vida.

 

—Mejor él que yo.

 

.

 

.

 

Alcoba del sacerdote durante la madrugada.

 

Aún después de su autoengaño, lo cierto que es Judal fue incapaz de pegar ojo en todo el día y noche, a pesar del increíble agotamiento que le aqueja. Y decir que todo fue un arrebato, no se puso a pensar en las consecuencias y el correctivo lo recibiría otro… ¿por qué? ¿Qué ganaba ese escuincle al arriesgarse así? A menos de que estuviera seguro de que no le pasaría nada. Si, seguramente es eso. Quizá le haría algún favor sexual al emperador. Se lleva las manos a la boca, que asco. Entre tortura y sexo por obligación ya ni sabe cuál es peor. Niega con la cabeza, ¿a dónde le llevarán cuando aquello termine? ¿Cuál será su habitación? ¿Y si le hace una visita? No es que le preocupe, más bien para burlarse de él. En esas estaba cuando se abre la puerta dando paso a un intruso, mismo que cierra tras de sí.

 

—¿Enano?

 

—¿Uh? — se aproxima — No fue mi intención despertarte.

 

—No estaba… si, que molestia. ¿Para qué vienes? ¿A vengarte? ¿A lloriquear? ¿A decir que todo fue mi culpa?

 

—Je, je, je, je, eres muy gracioso. Ojisan terminó su asunto y me dejó ir.

 

—¿Y qué no tienes tú propio espacio? Si es todo, lárgate que quiero dormir.

 

—En realidad le pedí que me dejara quedarme contigo.

 

—¡¿Ah?! ¡¿Sin preguntarme?! ¡No te soporto!

 

—No será tan malo je, je, je, lo prometo.

 

Judal escanea al pequeño, salvo la venda en la cabeza ni tiene un solo rasguño, así que el mocoso le dio su virginidad, se ríe para sus adentros.

 

—Virginidad, cómo no. Se ve de lejos que el mocoso es un cualquiera.

 

Aladdin intenta meterse a la cama, sin embargo le empujan.

 

—¡Hya! — se tapa la boca pero no con la velocidad necesaria para evitar que un gritillo se le escape.

 

—Pero tú… — el oráculo le alza la mangas para ver la piel: moretones, heridas abiertas, sangre seca; busca hacer lo mismo con las demás prendas pero se topa con la resistencia de su visita que pretende esconder la verdad, más con su actitud lo dice todo.

 

—No te fijes, para mañana estaré como nuevo — expresa con un gesto lleno de ternura — Ahora tengo sueño, ¿me das permiso de dormir a tu lado?

 

—Ya que — se encoge de hombros y se gira dándole la espalda.

 

Aladdin se mete cuidadosamente y no hace ruido hasta pasadas unas horas que un curioso sonido llega a oídos del mayor, son sollozos, seguramente le duele hasta el alma, aún así ni un reclamo o queja, siquiera la más leve actitud hostil.

 

—¿Acaso eres idiota?

 

Judal cierra los ojos tratando de descansar pero esa fue la primera vez que una gotita salada casi escapó de sus rubíes, la primera vez que estuvo a nada de derramar una lágrima por alguien que no fuera por si mismo.

 

—En verdad eres un menso, enano.

 

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Por la mañana.

 

Judal da vuelta en el lecho, buscando una posición cómoda, de pronto cae en cuenta de que su invitado no está. ¿Acaso lo habría alucinado todo? Tiene sentido, ¿quién se dejaría lastimar de esa manera por un desconocido? Respira hondo, no negará que fue lindo mientras duró, pero cosas así no le pasan a gente como él. Segundos más tarde, un leve aroma a manzana inunda sus fosas nasales, viene en dirección a la ventana y ahí, el susodicho comiendo el rojizo fruto, este le advierte.

 

—Buenos días Judal-kun — sonríe.

 

—¿Qué buenos días? ¿Sigues aquí?

 

—No pienso irme Judal-kun.

 

—A todo esto, no me gusta la familiaridad con que te diriges a mi, ¿quién te dijo mi nombre? ¿Un sirviente? ¿El emperador? — le mira con desconfianza.

 

—¿Sientes curiosidad por mi?

 

—No te creas mucho, solo estoy aburrido.

 

—Bueno, tienes razón. Cualquiera pudo decirme tu nombre pero yo lo conocí mucho antes de venir, también a ti.

 

—¿De qué hablas?

 

—Soy un magi mmm… un poco distinto. ¿Alguna vez te han contado sobre la maldición de los magi?

 

—¿Cuál maldición? — alza una ceja confuso.

 

—Ya veo, supongo que en este lugar no lo ven de esa manera.

 

—¿Cuál lugar? De esa forma das a entender que vienes de un sitio muy lejano.

 

El pequeño guarda silencio pero sus ojos denotan nostalgia, también misterio, como si en ese diminuto cuerpo guardara los secretos del universo.

 

—Judal-kun, ¿conoces el origen de los magi?

 

—¿Origen? Somos seres especiales capaces de crear países y elegir reyes, ¿o no? No hay nada más que saber.

 

—¿No te has preguntado por qué estás tan cansado?

 

—Porque estás aquí, todo es tu culpa — expresa con desagrado.

 

—No, la culpa es tuya.

 

—¿Qué?

 

—Ya que parece que no conoces la historia, te contaré un relato del pasado. Hace muchísimos siglos, en otro mundo había varias especies, estás se odiaban entre sí porque no podían entenderse. Los asesinatos y conspiraciones eran algo común, eran más bestias que otra cosa, incluso los humanos.

 

—¿Incluso? ¿Había otras cosas?

 

—Si; hermitaños, manticoras, fanalis, tantas que no alcanzaría a nombrarlas todas. Ese mundo llegó casi a la extinción, los recursos se acabaron y el planeta estaba muriendo. Los pocos sobrevivientes estaban desesperados, algunos incluso al borde del suicidio colectivo, de entre todos ellos había un humano, pequeño e insignificante pero con gran inteligencia y coraje, su nombre era Solomón, él… descubrió una poderosa magia que podía controlar pero quién la poseyera, se convertiría en algo diferente, un ente que hasta entonces no existía, un dios. Podrías pensar que todos pelearían por dicho privilegio pero eso significaría estar solo para toda la eternidad, nadie quería hacerlo, tenían familias y amigos a los que estaban demasiado apegados y no querían abandonar, así que ese rey se sacrificó, creo un nuevo mundo, en el que vivimos pero… todo corazón tiene debilidad sin importar de quién se trate, el deseo de Solomón creó una anormalidad, el miedo de estar solo creo al ser que más podía acercarse a él, el primer magi… pero los magi no son algo que debería existir, somos entidades capaces de torcer la misma realidad… tomamos esa habilidad de nuestro desaparecido creador …

 

—Eso significa que… 

 

—Exactamente, Solomón murió.

 

—¿Aunque era un dios?

 

—Somos su reemplazo por así decirlo. A la naturaleza no le interesa quien sea siempre que alguien realice sus deberes, esto es más como una trampa, somos marionetas que tienen las manos atadas. No importa lo maravillosa que llegue a ser tu magia, el corazón siempre llegará al límite, la naturaleza te considerará obsoleto y creará a tu reemplazo, pasando tu magia a él.

 

—Entonces si es tu culpa.

 

Aladdin se acerca hasta tomar el rostro ajeno entre sus manos.

 

—Es culpa de la debilidad en tu corazón. Tu eres la razón de mi existencia. ¿Aún no te das cuenta de cuál es la maldición? Un magi se siente diferente, perdido y finalmente solo, entonces aquello crea un ser basado en tus más profundos deseos y anhelos, tu persona ideal, aquella a la que no puedes resistirte porque es justo lo que necesitabas y cuando te hayas enamorado, cuando se haya cumplido tu “capricho” será la hora de tu muerte, hasta la última gota de magia pasará al nuevo magi, siempre ha sido así. Por eso sin importar lo que suceda, debes evitar enamorarte de mi.

 

—Que engreído. No eres para nada mi tipo.

 

—Je, je, je, je. Te creo, soy un magi algo diferente, quizá esta vez podamos acabar con la maldición, no quiero que nadie más pase por esta tortura.

 

—¿A qué carajo te refieres con diferente esto y lo otro?

 

—Bueno, para empezar, yo no nací en este mundo, sino en el Palacio Sagrado, ese es el lugar del que proviene la magia. ¿Por qué? No tengo idea pero siempre estuve solo, más no me sentía así, había un lugar desde el que podía ver en el reflejo de un lago las cosas que pasaban aquí, era todo muy divertido y brillante. Me hacia muy feliz, hasta que un día me encontré con un niño de unos cinco años, le habían servido una sopa de vegetales, no le gustaban y lanzó el plato al piso. Menos mal que no estaba el emperador je, je, je, je. Ese día lo castigaron sin darle más de comer y a partir de ahí no le quedó más opción que resignarse. Pero no estuvo del todo mal, las verduras hacen bien al cuerpo.

 

—Oye… ese niño… 

 

—Eras tú.

 

—¿Qué no naciste debido a mi soledad? ¿Qué edad tienes?

 

—Mmm no estoy seguro pero si, yo nací ese mismo día por la mañana, ¿tuviste algún pensamiento en especial?

 

—Que a pesar de terminar con mi entrenamiento no podría estar cerca de los príncipes y entonces estaría… ya veo.

 

—Pues no.

 

—Entiendo.

 

—No me convences con semejantes patrañas, haciendo cuentas nos llevamos cinco años, ¿porqué te ves mucho más enano? Deberías tener unos trece y no luces de más de diez, además si acababas de nacer, ¿cómo es posible que lo recuerdes o comprendas lo que pasó?

 

—Bueno, hay aspectos de mi existencia que no me son claros. Todos los magi han nacido siendo bebés y llega un punto en el que pueden controlar su crecimiento luciendo más jóvenes o mayores a su edad pero yo… tengo esta apariencia desde que recuerdo, también mi personalidad ha sido la misma al igual que mis pensamientos pero yo no estoy haciendo nada en absoluto, tampoco tengo la necesidad de aprender magia ya que conozco los hechizos de mis antecesores… — se levanta y camina un rato por la habitación hasta regresar y sentarse al borde de la cama — Hay un sentimiento en mi pecho — cierra los ojos — Es cálido y muy cruel al mismo tiempo. Los otros magi son los que me hicieron nacer de esta manera, no solo tu. La culpabilidad de provocar la muerte de alguien que los amaba, el fuerte deseo de no morir y proteger a su persona especial… ninguno de nosotros se enamoró de su antecesor, siempre fue a la inversa y al enamorarse de su sucesor es que morían. No sé qué pase de ahora en adelante porque no me amas, pero yo… estoy enamorado de ti Judal-kun. Han sido años de observarte, de conocerte y por fin puedo tocarte. Si soy yo quien debe morir, si de alguna manera te puedo proteger, estaré satisfecho.

 

—Que mierda de historia, me dan náuseas. Puro amor no correspondido, ¿dices que la historia de los magi es esta cochinada? Que pinche desperdicio, yo no moriría por alguien que no esté loco por mí y ni así lo haría.

 

—El amor no es algo en lo que puedas decidir, yo no elegí enamorarme de ti, solo pasó. Para ser sincero preferiría mil veces más a una linda onesan con mucho pecho.

 

—Pervertido.

 

—Je, je, je. ¡Es que son hermosos! ¡Quiero unos que no me quepan en las manos! — grita lleno de algarabía.

 

—Pues ve y ahógate de senos en un burdel.

 

—Que buena idea pero no podría, porque estaría pensando en ti.

 

—¿No te da vergüenza admitir esas cosas frente a alguien a quien no le importas?

 

—No. Mis sentimientos son míos, los correspondas o no y soy feliz con ellos.

 

—Estas demente — la ropa que cubre el pecho del niño se mueve un poco y deja ver las heridas que el emperador le hizo — con razón aceptó ese castigo, todo tiene sentido ahora — Eres un gran y completo idiota — suspira — para nada mi tipo.

 

—Y eso me hace feliz. ¡Mucho! Si me rechazas, continuarás viviendo.

 

—Nah, mejor devuélveme mi magia, no puedo seguir así.

 

—Prometo que buscaré la manera, en cuanto sepa cómo hacerlo, todo volverá a la normalidad.

 

—¿Normalidad? ¿Qué será de ti?

 

—No tengo idea, quizá solo regrese al Palacio Sagrado.

 

—¿Y si mueres?

 

—Al menos te habré conocido.

 

Una gran furia invade al oráculo que se tira en el lecho y cubre completamente con las sábanas.

 

—Me voy a dormir, tanta tontería me aburrió, más te vale no andar fregando.

 

—Lo lamento Judal-kun, soy consciente de que no te gusta lo que digo pero jamás te mentiría. Si puedes vivir bien y feliz, yo con gusto entregaría mi vida. No tienes idea de lo mucho que te amo, de lo que significas para mi, de las veces que me has salvado de la locura y desesperación. Quizá no sepas que acciones tan cotidianas para ti, lo eran todo para mí. Eres mi príncipe y héroe, eres el único y gran amor de mi vida. Por eso sé que la maldición de los magi acabará conmigo, porque yo no podré amar a nadie que no seas tú. Así que por favor, por lo que más quieras, no tengas un sentimiento especial por mi, es lo único que pido. Dame tiempo de obsequiarte la libertad del destino. Todos nuestros compañeros nos han llevado hasta aquí, ¿verdad? Ojalá alguna vez pueda darles las gracias.

 

.

 

.

 

 Algunas semanas más tarde.

 

Desde aquella ocasión, Aladdin no se separó de Judal prácticamente ni un solo instante, al menos no más de lo necesario. Si bien la relación dista mucho de ser del todo cordial, el pequeño es feliz al estar al lado del chico que ha amado por tanto, más aún por no ser correspondido, vaya ironía, nadie en su sano juicio aceptaría algo como eso con una sonrisa en rostro pero él, se encuentra en una posición complicada.

 

El sacerdote gira medio cuerpo en el lecho, mira al invasor sentado a la ventana con un libro en la mano, aunque esto sea lo último a lo que ponga atención al estar centrado en el cielo.

 

—Hay demasiadas nubes hoy, aún así el sol brilla tanto que parecen alas de mariposa.

 

—¿Estás idiota? ¿No las has visto de cerca? Con esos pelos en todo el cuerpo, dan asco.

 

—A mí me parece que son bonitas, además son increíbles. ¡Son tan chiquitas pero sobreviven a la lluvia! Y otras condiciones muy adversas.

 

—Nah, me da igual — bosteza.

 

—¿Todavía no te sientes mejor?

 

—Mientras sigas aquí, no.

 

—Descuida, un día ya no me verás más. Mientras tanto, deja que tenga recuerdos de ti en mi corazón.

 

—Eres raro, ¿no es más conveniente para ti que yo muera?

 

—Pero no es lo que deseo. ¿De qué sirven diez o veinte años de vida si no estás en ella? Incluso si fuera a morir mañana, diría que valió toda la pena del mundo.

 

—Que fácil es hablar de dientes para fuera, todo el mundo es tan hipócrita. Justo lo dices porque no tienes idea del cómo se siente, estar al borde de la muerte, sin saber si vas a despertar o lo último que hiciste fue una reverenda estupidez como tirar un vaso porque tus manos ya no sirven.

 

—No puedo negarlo, posiblemente mi vitalidad es lo que me dota de un valor que en otras circunstancias no tendría, por eso te admiro mucho.

 

—¿No te cansas siempre del mismo cuento? — se voltea dando la espalda — Déjame tranquilo y desaparece.

 

—Prometo que un día lo haré. Dulces sueños Judal-kun.

 

El aludido chasquea la lengua y se entrega a Morfeo. Aladdin continua con la lectura, busca a toda costa romper la maldición aunque sea un tipo de magia que ni el creador de ese mundo ha descubierto. Tiene la firme convicción de que no hay imposibles, de que todo puede conseguirse con un poco o mucho esfuerzo pero existe la posibilidad.

 

—Los finales tristes no están escritos desde el inicio… el destino no está escrito.

 

.

 

.

 

Palacio de Rakushou, jardín principal.

 

Judal reposa sentado en el pasto, recargado al tronco de un árbol mientras el pequeño hace una corona de flores con las que ya se han secado y caído, con ayuda de su magia, les da la apariencia de antaño.

 

—Vaya enano, es la primera vez que veo algo así, las has revivido.

 

—Je, je, je, je — ríe ligeramente desilusionado — solo parece, su “cuerpo” vive pero el alma… no puedes atar el espíritu a lo que ya no… — se le cristalizan las pupilas como si fuese a llorar pero en lugar de eso brillan más — Me da mucho gusto que hayas querido salir, el sol te hará bien.

 

—Mientras no queme mi hermosa piel me tiene sin cuidado.

 

—Judal-kun… — ¿Cómo era el magi anterior a ti? Me da curiosidad saber el tipo de persona que se enamoró del mismo chico que yo. Debió ser increíble, muy dulce, tan… ¿cómo era su relación? ¿Perfecta? ¿Murió con una sonrisa en la cara? Me siento un poco mal… yo aquí, deseando que vivas sabiendo de antemano que vas a pasar por lo mismo de nuevo. Estoy seguro de que no eres la persona fría y dura que intentas aparentar con tanta desesperación. ¿Te afectó el fallecimiento de esa persona? Yo no soporto la idea de hacerte derramar una sola lágrima, talvez no debería haberme acercado nunca pero te amo tanto, tenía tantas ganas de formar recuerdos a tu lado y sin darme cuenta, fui egoísta pero, ya es demasiado tarde.

 

—Tonterías — le interrumpe el mayor.

 

—¿Eh? — queda perplejo — ¿Puedes leer mi…?

 

—Siempre que piensas en estupideces pones esa cara de imbécil.

 

—Esa… ¿cara? — palidece, corre rápidamente hacia el oráculo, le coge por los hombros angustiado — ¿Me has puesto atención? ¡¿Estás sintiendo algo por mi?! ¡¿Cuál es mi color favorito?!

 

—¡Argh! — le aparta con un rudo movimiento — ¡No me toques! ¡¿Cómo carajo no, si pareces sanguijuela?! ¡Estarás tan bueno! ¡¿Y cómo diablos voy a saber?!

 

—Ah~ — suspira pesadamente — ¡No me asustes así!

 

—¡No te pongas histérico! ¡¿Qué culpa tengo de las suposiciones que te haces?! ¡Y deja de gritar que no estoy sordo!

 

—¡No estoy gritando! ¡Tú si!

 

—¡ASI HABLO!

 

—¡No es cierto! ¡Eres un mentiroso! ¡Eres de lo peor!

 

Entre discusión y alaridos llegaron a una suerte de pelea física que no pasó de un revolcón por el piso, varios giros, hojas entre el cabello y un par de arañazos con las ramas, para finalmente ambos quedar tumbados en el piso cuando Aladdin de manera torpe tropieza con un durazno que comía Judal, respiran agitados.

 

—Ah, ah, ah, ah. ¡Te gané enano!

 

—Ah, ah, ah, ah… eso… ¡Fue trampa!

 

—Chillón.

 

Aladdin se lleva los antebrazos al rostro, cubriéndole.

 

«—Que tonto, por un segundo pensé que Judal-kun… sentía algo por mi. Es mejor así, yo no quiero que muera por mi culpa, si existiera una manera para evitar… ¿es completamente imposible que podamos vivir juntos para siempre? Esta bien si no me ama, no tiene que hacerlo pero no imaginar una vida a su lado es… difícil. Me gusta cuando hablamos, incluso discutimos, estoy experimentando los momentos más divertidos de toda mi existencia, ¿porqué deben terminar?

 

Los orbes azulinos se llenan de lágrimas contenidas, más lo único que observa Judal es la sonrisa del pequeño. El oráculo no está enamorado, ni siquiera considera que tengan una amistad, a lo mucho son simples conocidos, un par de humanos que coincidieron pero, Aladdin es esa persona con la que por primera vez puede dormir tranquilo, seguro, sin el temor que de buenas a primeras pretenda asesinarle y no porque le tenga en alta estima sino porque le siente un reverendo inútil. Aladdin es como un cristal, si tiene un sentimiento negativo se empaña y nota en demasía, así como cuando algo le hace feliz brilla como si reflejase al mismo sol, de menos no se aburre, ha llegado a pensar que incluso el acabar sus días de esta manera no es tan terrible como imaginaba, sabe muy bien que ese niño lo ama y lo inmenso que es ese sentimiento. Podrán pasar los años, incluso décadas y Judal existirá en ese corazón como una espina que le despertará todas las mañanas, como una daga que le apuñala porque esa es la manera de ser de su invitado. ¿Qué es cruel al desear su sufrimiento? Al demonio la moral y reglas de la humanidad. ¡Joder es su vida y no tiene que quedar bien con nadie más que consigo mismo! Sonríe.

 

—Si que eres masoquista enano.

 

—¿A qué viene ese comentario de buenas a primeras?

 

—A saber, solo salió y ya.

 

—Entiendo.

 

—No investigues magia prohibida.

 

—¿Eh? — se reincorpora para mirarle.

 

—No soy imbécil. Lo de las flores, “su cuerpo”, “el alma”. Llevo muchísimo más tiempo que tú siendo magi, no caes en la depravación por nada, no metas tu nariz en asuntos que no tienen que ver contigo.

 

—Yo no… 

 

—No interrumpas zonzo. Estoy bien, ya no tengo arrepentimientos, en todo caso no voy a morir pronto aunque me sienta débil ya que no siento nada por ti. Principalmente mmm diría que me dan asco tus muslos gordos.

 

—¡¿Ah?! ¡No están gordos! ¡Estoy en crecimiento!

 

—A los lados dirás.

 

—¡Judal-kun!

 

—Como sea, no eres mi tipo, te falta sensualidad. Además no le tiro de ese lado.

 

—¿Te gustan más las onesan? — interroga curioso.

 

—Nah, todas son iguales, todos los hombres también.

 

—¿T-te has acostado con…? — palidece.

 

—No seas imbécil, hablo de la apariencia. Todos se preocupan más porque les ven que, en lo que pueden dar a otros, y eso es algo que entendí hasta ti. Eres honesto y sincero, te tiene sin cuidado el que te vea como un estorbo o molestia, incluso si no te amo estás bien. Vives por lo que consideras tu felicidad así que aunque sea un poco, me gustaría seguir tu ejemplo.

 

El infante se sonroja avergonzado.

 

—Así que solo voy a dormir.

 

—Solo estás de flojo — suspira levemente desilusionado.

 

.

 

.

 

Semanas más tarde.

 

Aladdin cepilla cuidadosamente el cabello de Judal que con trabajo toma asiento en la silla, el mayor bosteza.

 

—¿Seguro que quieras continuar? Si es muy pesado podrías dormir un poco.

 

—Antes de nada debo verme bien.

 

—Siempre luces bien — se hace un silencio — ¿Tienes hambre? Puedo pedir que te traigan tus duraznos, se lo mucho que te encantan… con tanta azúcar me pregunto cómo no eres diabético — trata de bromear para animar la situación.

 

—Y lo dice el niño manzana — cierra los ojos — Siempre pensé que cuando ese momento llegara me iba a invadir el terror… que me pondría a suplicar patéticamente de rodillas, que le lloraría a quién sabe quién.

 

—¿No te refieres a…? — deja caer el cepillo, se paraliza, pierde color en el rostro.

 

—No creo amarte, porque no es como si tuviera ganas de besarte o algo así, pero estoy tan cansado… tranquilo… en paz.

 

Aladdin le coge por los hombros.

 

—¡Mírame Judal-kun! ¡No me hagas una broma tan pesada!

 

—Gracias enano… 

 

—¡No gracias! ¡Dijiste que no sentías nada! ¡Incluso admites que no me amas! ¡No puedes morir! ¡No vas a morir!

 

Judal cae inconsciente en brazos de Aladdin que alcanza a atajarle, que llora sin consuelo.

 

—No. ¡No! ¡Eres un mentiroso! ¡Judal-kun! ¡Abre los ojos por favor! ¡Insúltame de nuevo! — cae de rodillas, le abraza contra su pecho — Haz algo, lo que sea por favor… por favor… te lo ruego… no te vayas así… aún tienes tanto por hacer… 

 

.

 

.

 

Ocho horas más tarde.

 

La alcoba está completamente a oscuras, con las ventanas corridas sin permitir la entrada de un solo rayo de luz de luna. El guardia en la puerta se estira un poco, cansado de tantas horas en la misma posición, baja la cabeza y la alza de nueva cuenta hacia el niño, carraspea.

 

—Lo lamento Aladdin-sama, me tengo que llevar el cuerpo del oráculo… 

 

—Judal-kun no está… 

 

—Entiendo que debe ser complicado pero… 

 

—Es débil pero aún respira, es solo que no puede despertar… ¿porqué?

 

El hombre se aproxima con cautela e incredulidad, al revisar la condición del magi caído se da cuenta de que efectivamente, aún presenta signos vitales, algo así jamás había ocurrido.

 

—¿Esto…? — interroga estupefacto.

 

—¿Podrían darme un poco más de tiempo? Necesito aclarar mis ideas.

 

—Aun si… las órdenes de Koutoku-sama son… 

 

—Le daré una respuesta en unos minutos, ¿podrías dejarme solo, onisan?

 

—Como ordene.

 

Aladdin acaricia el rostro de Judal con dulzura, le da un beso en la frente y sonríe.

 

—Enserio que eres el más grande mentiroso de la historia. ¿Vas a mantener la postura de que no tienes sentimientos por mi? ¿Es ésta tu idea de tu propia felicidad? ¿Deseas que llore por ti todos los días de mi vida? Pero olvidaste que también puedo elegir lo mejor para mí.

 

Se pone en pie y lleva a su amado al lecho, con ayuda de un hechizo.

 

—No tardaré, descansa.

 

.

 

.

 

Salón principal.

 

El emperador observa a Aladdin con una gran y grotesca sonrisa que provoca repulsión, se acarician el mentón.

 

—Asi que ese inútil por fin ha… — dice con tono burlón, satisfecho.

 

—Judal-kun no ha muerto.

 

—Da igual si es un bulto por el resto que le quede de vida, tengo nuevo magi.

 

—No soy tu magi.

 

—¿Pero… qué? — interroga estupefacto.

 

—No voy a elegirte como rey.

 

—No tienes opción, te guste o no, has nacido en el Imperio Kou, no hay otro rey que yo.

 

—No seré el magi de un hombre incapaz de respetar la vida, de tener un mínimo de empatía o amor hacia sus subordinados. ¿Qué hiciste por Judal-kun? Solo lo dejaste empeorar.  ¿Alguna vez hiciste algo por alguien que no fueras tú mismo?

 

—¡QUE INSOLENCIA!

 

—¡ALGUIEN COMO TU NO MERECE SER REY!

 

—¡Guardias! ¡Lleven al calabozo a este…! 

 

Antes de finalizar la indicación, el rukh se reúne violentamente alrededor del magi, sin ser agresivo como tal, es decir, no lástima a nadie pero si da la impresión de ser letal, por lo que ninguno de los soldados se aproxima más.

 

—¡¿Acaso planeas revelarte contra tu amo?!

 

—Tu no eres mi amo. No me iré del Imperio, voy a quedarme a vigilar que hagas las cosas que debes, quizá no eres el rey que me gustaría pero algún día va a nacer, quiero proteger el Imperio por el que Judal-kun dio su vida, su esfuerzo y sacrificio no serán en vano. Si solo los abandono Reim, Magnostad o la Alianza de los siete mares les declararán la guerra. Los habitantes del Imperio Kou tampoco merecen algo así.

 

—Así que aunque lo niegues, al final serás mi magi.

 

—No, soy un magi libre — niega con la cabeza y sonríe — Judal-kun me enseñó que soy mucho más que un magi. Soy alguien profundamente enamorado de un chico que ya jamás corresponderá mis sentimientos, pero está bien, esa persona está en paz. Ahora sí me disculpa emperador, me retiro.

 

—¡Aún no he terminado!

 

—Pero yo sí — le observa intimidante, da la media vuelta y se va.

 

Koutoku aprieta los puños con demasiada fuerza al igual que la quijada.

 

—¡Mocoso engreído!

 

Habitación del oráculo.

 

Aladdin llega hasta donde su amado, le toma de la mano y cae de rodillas, se sonroja no en un gesto de timidez, sino mas bien por alguien invadido por el nerviosismo.

 

—Aun estoy temblando Judal-kun, me alegra que ese hombre no se diera cuenta. Nos quedaremos en el que es nuestro hogar pero yo — se le escapan las lágrimas — No puedo perdonar al que te hizo esto, no puedo ser su magi, sé que por ello no estoy realizando mi deber pero prometo hacerlo lo mejor que pueda, ¿Si? Así que por favor, algún día, abre tus ojos de nuevo… por favor…

 

Trecientos años más tarde.

 

Aladdin corta algunos duraznos que el mismo ha sembrado y los pone en una canasta, están especialmente grandes en esta ocasión, sonríe ampliamente.

 

—Oh, así que tú trabajo ha dado resultados niño mugriento — le dice alguien que va llegando.

 

—Buenos días Kouha-kun.

 

—Ey, ¿esa es manera de dirigirte al emperador? — expresa falsamente indignado.

 

—¿Y niño mugriento a tu magi? — arquea la ceja, ambos ríen.

 

—¿Le llevarás eso a Judal?

 

—Si.

 

—Me pregunto qué clase de persona es… y si, me has contado mucho de él pero al mismo tiempo me gustaría ser su amigo.

 

—No creo que se lleve tan bien contigo.

 

—Que patán, soy bastante agradable.

 

—A mi también me lo parece pero a Judal-kun no le gustaba que se le acercaran demasiado.

 

—Todavía lo extrañas, ¿verdad?

 

—Si.

 

—En verdad eres increíble Aladdin.

 

—No lo soy.

 

—Claro que si, después de tantos años aún le eres fiel, todavía estás a su lado, eres muy valiente.

 

—O cobarde porque soy incapaz de despedirme. Aún tengo la esperanza de que un día despierte. No sé qué clase de sueños tiene o si de menos hay pensamientos en su cabeza, quizá sea así y ha cambiado tanto que soy incapaz de reconocerlo. Tal vez piense que ha perdido demasiado tiempo, el mundo es completamente distinto. Existe la posibilidad de que me odie e intente asesinarme. Se que es un capricho de mi parte el confiar en que podremos amarnos sin consecuencias pero, Judal-kun fue egoísta también, por ello no importa si tengo que esperarlo eternamente, si jamás vuelve a mi, nunca me alejaré.

 

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.

 

Demasiados siglos más tarde.

 

Un pequeño de cabello azulino camina por una pradera, recoge decenas de flores que deja en incontables lapidas, de las personas que han sido importantes para él a lo largo de su vida. Pasaron tantas cosas, hubo tantos encuentros y despedidas. En el mundo se dieron alianzas y tantas guerras que al final un simple magi nada pudo hacer. Finalmente la vida se consumió y solo quedaron él, Judal y gran cantidad de plantas. Los humanos existirán en algún momento nuevamente o al menos está la posibilidad, o tal vez era ese su destino. Jamás vio el cielo más azul ni los mares más limpios. Se inclina para tomar un durazno que ahora crece en arbustos y retorna a casa, lo deja al lado en una mesa y acaricia la mejilla de su amado, con gran tristeza, con los ojos llenos de lágrimas contenidas que a pesar de todo no se han acabado con los siglos, el corazón aún se le oprime como la primera vez.

 

—El sol se veía realmente hermoso por la mañana Judal-kun, tenía un tono ligeramente rojo que me recordó tus ojos… ha pasado tanto… tengo miedo de olvidarlos… tu voz empieza a desaparecer pero no esto… — se lleva la mano al pecho, no puede contener el llanto, arruga su boquita — No importa si no tiene sentido, no me interesa que no haya esperanza. Puedo vivir el tiempo que sea necesario cargando la maldición de los magi, se que después de todo es culpa mía pero no puedo evitar amarte, te amo aún más que en aquellos días, es por ello que sin importar lo que suceda… — sus ojos comienzan a cerrarse de a poco — no te diré adiós… 

 

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Notas finales

 

Waaaaah! ;/////////; Me pase, de verdad me pasé ;/////////; joder está muy triste pero quería intentar un final así de amargo ;///////;. No me gusta el final ;///////; en mi corazón son felices y se aman mucho ;////////; gracias por leer compañeros de vicio, se les quiere un montón ;/////////;

 

 


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