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Can't fight instincts (Boku no Hero Academia) por BlackHime13

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen a mi, sino a Horikoshi-sama (=^w^=)

Notas del capitulo:

Hacía tiempo que quería escribir sobre Izuku y Katsuki siendo hermanos de sangre y donde ambos se sienten atraídos por el otro. He añadido omegaverse también por que me encanta el tema nwn

Es bastante más comedia de lo que el resumen indica,p ero no se me ocurría nada más x'P

Espero que os guste (=^w^=)

PD: no hay nada explícito, que lo sepáis.

¿Es malo querer que tu hermano pequeño te arrincone contra una pared y te haga suyo para siempre?

¿Querer atacarle mientras duerme?

¿Querer que te mire solo a ti y a nadie más para siempre?”

 

No sabía qué le poseyó para escribir semejantes frases sobre la mesa que ocupaba en ese momento. Es solo que la lección ya se la sabía y, como aquella hora había sido dedicada a responder dudas sobre los temas que aparecerían en el próximo examen, él se encontraba aburrido. Lo cual le llevó a su pasatiempo favorito: fantasear sobre su hermano pequeño.

¡No podía evitarlo! Su hermanito siempre había sido adorable con su cabello alborotado, rechonchas mejillas y sonrisas ladeadas, pero… ¡PERO! Todo cambió cuando este presentó. Él seguía teniendo esas facetas que le hacían ver tierno, sin embargo… otros rasgos comenzaron a aparecer. Su gatuna mirada se afiló, sus colmillos sobresalían cada vez que sonreía y ese aroma… ¡sentía su temperatura elevarse cada vez que esa fragancia llegaba a sus fosas nasales! Era una mezcla de azúcar quemado y algo picante que no lograba identificar, pero se le hacía la boca agua de solo recordarlo.

Suspiró desanimado al tiempo en que trazaba las letras escritas con su dedo índice. Sabía que lo que sentía no era algo normal. Era plenamente consciente de ello, no obstante, su corazón y, sobre todo, su parte omega parecía no querer atender razones.

Hubo una época, durante los principios de la sociedad alfa/beta/omega, cuando no abundaban los alfas y omegas, donde las relaciones entre parientes sanguíneos se consideraban algo común. Eso, lamentablemente para él, cambió con los años y ahora eran considerados un tabú. Algo mal visto por la sociedad.

Odiaba aquello. Si, eran hermanos, pero todo su ser gritaba que aquel era el alfa perfecto, quien debía convertirse en su pareja. Se sentía frustrado porque sabía perfectamente que aquello no sucedería jamás.

Los celos que sentía cada vez que veía a cualquier omega cerca de su hermano, la rabia cuando sus madres hablaban emocionadas sobre la popularidad de este y como podría escoger pareja sin problemas. Su sangre hervía y las náuseas se hacían presentes cada vez con mayor frecuencia.

Sus sentimientos iban siendo más y más incontrolables y sintió su mundo desvanecerse cuando su rubia madre le aconsejó no pasar tanto tiempo a solas con el menor de la familia.

Para ninguno de ellos era un secreto que el rubio menor había sacado no solo la apariencia física de la mujer sino también su carácter. Por lo que nadie se sorprendió cuando, después de presentar como alfa, su actitud para con su hermano mayor se volvió más posesiva. Ambas mujeres creían que tener a un alfa y un omega solteros pasando tiempo juntos no era una muy buena idea.

“Es por tu bien, Izuku. Es solo hasta que encuentres a un alfa.”

Fue lo que le dijo su madre alfa el día en que ambas le anunciaron que comenzaría a vivir en los dormitorios de la universidad. Frases que seguía odiando con todo su ser incluso ahora que habían pasado casi dos años desde entonces.

Tuvo que acceder a regañadientes, pero no sin antes acordar que los fines de semana los pasaría en casa. Para un omega era difícil pasar mucho tiempo alejado de su santuario. Los dormitorios estaban bien, sin embargo, no lo consideraba SU habitación. No lo sentía como el lugar más seguro para su ser (seguramente porque el alfa que quería como a su pareja no se encontraba allí junto a su persona.) Ambas mujeres accedieron y, aunque odiaba el no poder estar a solas con el menor, se conformaba con poder verle y pasar tiempo a su lado.

Salió abruptamente de sus recuerdos y pensamientos cuando sonó el timbre, lo cual señalaba el final de su clase. Se apresuró en guardar sus cosas en su mochila y recordó lo que había escrito, por lo que rápidamente intentó borrarlo, dándose cuenta que no iba a ser posible pues había utilizado un rotulador permanente sin darse cuenta. Miró a su alrededor con pánico, pero no tardó en tranquilizarse al notar que nadie parecía estar prestándole atención. Sin pensarlo dos veces, se marchó de allí sin mirar atrás.

Tres días más tarde, volvió a aquella aula para rendir su examen final para aquella materia y no fue hasta que terminó de escribir y procedió a repasar sus respuestas que recordó el mensaje que dejó y sus ojos no tardaron en encontrar esas líneas, las cuales venían acompañadas por más de una respuesta. Como era de esperar, dos de las tres contestaciones eran negativas, llamándole: “depravado, pervertido y asqueroso.” No obstante, la última de ellas era completamente distinta a las demás:

“No, no lo es. Sobre todo, si sois alfa y omega.

A veces, los instintos son una putada de superar.”

Un gemido sorprendido escapó de su garganta, lo cual, gracias al silencio que inundaba la sala, llamó la atención de varios de sus compañeros y, muy a su pesar, la de su profesor también, quien no tardó en acercarse a él.

-¿Pasa algo, Midoriya? –le preguntó en voz floja y tono preocupado.

-Yo… lo siento… es solo que… —no supo cómo responder, mirando el mensaje con nerviosismo. El mayor lo notó y suspiró después de leerlo.

-Pediré que cambien la mesa luego. Tú céntrate en acabar el examen. –le dijo amablemente y, después de darle un par de palmaditas sobre su hombro, se alejó a la vez en que sacaba su móvil, seguramente con la intención de contactar con conserjería.

Él suspiró y rápidamente repasó sus respuestas. Satisfecho con ellas, procedió a levantarse e ir a entregar el examen, pero en ese momento notó algo impactar suavemente contra su espalda. Al mirar hacia abajo, vio un papel doblado. Algo inseguro, leyó lo que ponía:

“Espérame en la salida. Quiero hablar contigo.”

Aquello le sorprendió, mucho más cuando reconoció la letra, y al mirar en dirección a donde había venido la nota, se dio cuenta que un chico de cabellos rojizos y ojos como la lava se encontraba mirándole fijamente con una sonrisa nerviosa adornando sus labios. Él se mordió el labio inferior con duda, para pocos segundos más tarde, asentir levemente. El contrario suspiró con lo que supuso era alivio y entonces volvió su atención a las hojas sobre su mesa. Él se apresuró en recoger sus cosas y, después de entregar su examen a su profesor, salió del aula.

No fueron más de diez minutos más tarde cuando el mismo chico salió por la puerta. Sin decir nada, ambos se encaminaron hacia el patio interior, sentándose en un banco en el rincón más alejado y resguardado de las miradas ajenas.

-Ehh… Kirishima Eijirou. Estoy en el segundo grupo. –se presentó el pelirrojo.

-Midoriya Izuku. –respondió de forma nerviosa. La verdad es que no solía interactuar con alfas por lo que no sabía qué esperar.

-A lo mejor estoy metiendo la pata hasta el fondo, pero… ¿fuiste tú quién escribió ese primer cometario en la mesa? –preguntó el alfa rascándose la nuca con inquietud. Él asintió levemente como respuesta lo que hizo que el contrario suspirara con evidente alivio. –Gracias a dios. Esto habría resultado muy incómodo si no. –comentó riendo algo quedo.

Al notar el nerviosismo en el más alto, él se pudo relajar un poco. El saber que no era el único en sentirse de esa forma resultaba algo reconfortante.

-Vale. Para ponernos en situación… —habló el alfa de nuevo, volviendo a llamar su atención. –Yo dejé el tercer mensaje y es porque yo también tengo un hermano menor, Denki es su nombre, y es el ser más adorable del mundo. Sin embargo, desde el día en que presentó que solo deseo apresarle entre mis brazos y devorarle entero. –confesó el más alto.

Él asintió con rapidez. –¡No sabes cómo te entiendo! –exclamó Izuku. –Kacchan… eh, su nombre es Katsuki… siempre ha sido atractivo, pero desde que presentó como alfa solo quiero saltarle encima cada vez que nos vemos. –gimió entre avergonzado y frustrado.

-Si… es una tortura verle llevar mi ropa por casa. –comentó Eijiro.

-Yo pagaría por poder usarla, pero a mis madres les daría un aneurisma si lo hiciera. ¡Si ya puedo ir poco a casa, entonces no me dejarían ni acercarme! –se quejó él.

-¿Te obligaron a quedarte en los dormitorios? –inquirió el alfa.

-Si… solo puedo visitarles los fines de semana y durante las vacaciones, además que nunca nos dejan a solas, no vaya a ser que ocurra algo. –murmuró tristemente.

-Lo entiendo… si no fuese porque no les salían las cuentas, yo también habría acabado fuera de casa. –dijo el pelirrojo.

-Es lo peor. –admitió él. Odiando su situación desde hacía dos años.

-Ya ves. –asintió el contrario. –Por cierto… ¿qué edad tiene el tuyo? –curioseó.

-Catorce. –contestó con las mejillas algo sonrosadas. El alfa rio fuertemente.

-Realmente nuestras situaciones son extremadamente similares. –logró decir cuando consiguió tranquilizarse.

El no pudo evitar sino reír también al oír su explicación y, después de saber que ninguno de ellos tenía más clases o exámenes ese día, se fueron a una cafetería donde hablaron durante horas, conociéndose mejor.

-Estoy feliz de haber encontrado a alguien con quien poder habar sobre todo esto. –confesó el alfa aquella noche.

Ambos se encontraban en frente de los dormitorios donde Izuku residía. El más alto insistió en acompañarle, sobre todo después de descubrir que él fue el omega atacado hace un año por un alfa. Izuku le contó que bebió con su mejor amiga Ochako en la habitación de esta, descubriendo que su tolerancia al alcohol era mínima, y que el alfa, Shindo Yo, fue a verla para hablar sobre un proyecto que debían terminar para una de las clases que ambos compartían. No obstante, ella había salido a hacer una llamada, dejándole solo en el cuarto. Resumiendo: ella volvió y se encontró con el alfa sobre su intoxicado amigo, intentando quitarle la ropa al omega, el cual se encontraba recostado en la cama y removiéndose incómodo, aunque por su estado embriagado no parecía poder quitarse al más alto de encima. El alfa fue expulsado tras aquello, yéndose con un brazo y la nariz rotas por cortesía de Ochako como recuerdo, más una denuncia por intento de violación.

Eijiro, a su vez, confesó que cuando fumaba marihuana con su amigo Sero Hanta tendía a encenderse más rápido que un mechero y que por ello no podía hacerlo en público, porque hablaba un poco más de lo debido sobre cierto omega rubio y no quería meterse en problemas si alguien le oía. Por suerte su amigo tendía a no recordar lo que sucedía así que estaba a salvo por ese lado.

Ambos prometieron ayudarse mutuamente si se veían en alguna de aquellas dos situaciones.

-Yo también. Es un alivio enorme saber que no soy el único en sentirse así. –dijo sonriendo dulcemente Izuku.

El pelirrojo le devolvió el gesto, para a continuación despedirse del más bajo y dirigirse hacia su hogar.

El tiempo pasó y ellos dos se volvieron inseparables: quedando siempre que podían, llamándose a todas horas, enviándose mensajes sin parar, etc. Sus amigos lo notaron y no dejaban de intentar juntarles, no sabiendo dónde residían sus sentimientos realmente.

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Ese día, Izuku se encontraba en casa. El cumpleaños de su rubio hermano había sido ese día y los cuatro fueron a celebrarlo al parque de atracciones. No obstante, a pesar de que el día había comenzado maravillosamente bien, pudiendo abrazar al rubio cuanto quisiera sin que sus progenitoras se molestaran, al llegar a su destino notó las miradas que tanto omegas como betas le dirigían al alfa.

Este había crecido considerablemente, al punto en que le sacaba casi una cabeza entera al omega, y junto a sus angulares facciones y musculoso cuerpo, parecía más adulto de lo que era, haciendo babear a cualquiera que le viera.

Él aguantó los celos todo lo que pudo, dado que amaba a su hermano y el verle divertirse era lo que más quería, sin embargo, todo se vino abajo un rato después de que acabaran de comer.

Se lanzó sobre su cama y gritó contra su almohada con fuerza. Sin mirar, marcó el número que más había utilizado durante aquellos últimos meses.

-¿Zuzu? –oyó al pelirrojo decir.

-¡Eiji~! –exclamó infantilmente. Oyó leves sonidos del otro lado y supuso que el alfa se movió a otro lugar para poder hablar con él. –¿Saliste? –murmuró.

-Solo al pasillo. Denki está durmiendo en el sofá. –explicó.

-Suertudo. –susurró el omega, imaginando la posición en que ambos debían de haber estado hacía tan solo unos momentos, y el alfa rio por ello.

-Ahora… dime. ¿Qué ha pasado? –preguntó con voz suave.

Izuku sintió sus ojos aguarse de nuevo por la frustración. Le contó todo al más alto: lo maravilloso que había empezado el día, lo mucho que amaba al rubio… lo bien que iba todo, hasta que se encontraron con un grupo de adolescentes los cuales eran compañeros de clase del ojirubí. Entre ellos: una omega llamada Utsushimi Camie.

-¡Sentí ganas de arrancarle esos sobre desarrollados pechos suyos! ¡No dejaba de aferrarse y flirtear con Kacchan como una ramera! –gruñó el de menor estatura.

-Me suena el nombre. –murmuró seriamente el alfa. Izuku chasqueó la lengua en clara molestia.

-Si… vino a casa para un proyecto hace un tiempo y mamá ha preguntado por ella más de una vez. –habló el omega. En esas ocasiones siempre acababa con un horrible sabor de boca, al igual que las ganas de golpear a su rubia progenitora le abrumaban y cada vez era más difícil controlarse a su alrededor.

Se quedaron en silencio unos segundos, hasta que Izuku suspiró. –Odio esto. –susurró con voz quebrada por las lágrimas que luchaba por contener.

-Lo sé Zuzu… ¿dónde estás ahora? –cuestionó el alfa con voz suave y tranquila.

-En mi cuarto. Volví antes con la excusa de que tenía que volver a los dormitorios hoy. –contestó.

No era del todo mentira, dado que al ser domingo tenía que volver para poder asistir a clases el día siguiente, solo que normalmente su madre le llevaba en coche en vez de tener que subir al autobús, al menos eso era en los días especiales como aquel. En días normales, la rubia parecía querer llevarle de regreso segundos después de entrar a casa.

-Es temprano. Podemos dar una vuelta y luego te acerco a los dormitorios. –sugirió el pelirrojo.

-¿No estabas ocupado? –dijo apenado. No quería interrumpir a su amigo, él que podía disfrutar del día junto a su propio hermano.

-No te preocupes por eso. –habló con firmeza, sabiendo lo que pensaba el omega en ese momento. –Sabes que me encanta pasar tiempo contigo. –aseguró el alfa.

Izuku lo pensó y después de unos minutos, suspiró y susurró un ‘por favor’. Eijiro le dijo que estaría allí en 15 minutos máximo para luego colgar. Él miró al techo fijamente durante unos segundos y luego se levantó para guardar las pocas cosas que se llevaría de vuelta a los dormitorios.

El reloj marcaba las cuatro y cuarto de la tarde. Él suspiró con tristeza. Le hubiese gustado pasar más tiempo junto a Katsuki, pero con todo lo que sentía en ese momento, no quería estallar y decir algo de lo cual se podría arrepentir. El sonido del motor de una moto le sacó de sus pensamientos. Se asomó por la ventana de su cuarto y vio al alfa estacionado frente a su casa, el cual se había bajado del vehículo y se encontraba apoyado contra este para esperarle. Revisó si lo llevaba todo y rápidamente se dirigió hacia la calle. Soltó una risita divertida cuando sus ojos se posaron sobre el alfa, más específicamente, su cabello. Contrario a su usual estilo pincho, ahora lo llevaba completamente liso.

-Podrías no reírte cada vez que me ves así. –comentó sonriendo el pelirrojo.

-¡Te queda bien! –insistió el más bajo, sabiendo que el contrario no cambiaría su estilo, pero de todas formas agradecía el cumplido.

-Eso dices siempre. –dijo el alfa quien le acercó un casco negro al omega, el cual este tomó sin dudar, pero antes de que pudiera ponérselo el alfa le detuvo.

-Zuzu… –llamó seriamente.

-¿Qué? –habló él confundido.

-No lo llevas puesto. –señaló Eijiro. Izuku le miró sin comprender, sin embargo, no tardó en hacerlo, llevando rápidamente su mano a su oreja derecha donde normalmente residía un piercing allí.

Se lo hizo hace un año. ¿Por qué? La respuesta era simple: Katsuki. El alfa rubio declaró hace tiempo que al cumplir los 15 años quería hacerse uno. Sus madres accedieron para dárselo como regalo, teniendo ya hora para la siguiente semana a su cumpleaños. Izuku decidió regalarle un pendiente y mientras buscaba el perfecto vio una pareja que le enamoró: un rubí adornaba uno y una esmeralda el otro. No pudo evitar imaginarse al rubio llevando el segundo y a él mismo el primero. Así que, tomó la decisión de hacerse un piercing también.

En su universidad lo llevaba a todas horas, pero su rubia progenitora no era para nada tonta por lo que si le veía llevarlo y luego veía el que pensaba regalarle a Katsuki… de seguro notaría que eran un conjunto pensado para parejas, por ello se lo quitaba siempre que iba a casa.

Con un suspiro, sacó el pequeño objeto de una bolsita que siempre llevaba consigo por si debía guardarlo y se lo colocó, ocasionando que la gema brillara bajo los rayos del sol.

El pelirrojo asintió complacido. –Le diste el otro a tu hermano ¿verdad? –preguntó e Izuku asintió al tiempo en que jugaba nerviosamente con el objeto que ahora adornaba su oreja. Vio al alfa guiñarle un ojo con picardía y no pudo evitar reír por el gesto. Después de golpear suavemente su hombro y colocarse el casco, se subió a la moto.

-¿Cat café? –cuestionó el más alto cuando logró para de reír y se subió al vehículo sin dudarlo.

-Ajá. –respondió el peliverde y sin decir nada más el alfa arrancó la moto.

Ninguno de los dos notó el par de orbes color fuego, los cuales brillaban con furia a punto de rebosarse y escapar de su contenedor, que habían estado observando atentamente la escena. Sus puños y dientes se apretaron con tanta fuerza que no tardó en salir sangre de las heridas causadas por sus garras y colmillos respectivamente.

Sus ojos, inevitablemente, se posaron sobre un objeto que brilló al sol durante unos segundos y con sorpresa llevó una de sus manos a la pequeña cajita que reposaba en el bolsillo derecho de sus pantalones. La ira no había desaparecido, no obstante, si se encontraba algo más calmado ante la nueva información.

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La próxima vez que el omega visitó su casa, sintió su pecho llenarse de felicidad al ver la pequeña gema jade adornar la oreja derecha del alfa menor. Lo que restaba de su estancia lo pasó como en una nube, no notando el brillo satisfecho en aquellos rubís que tanto amaba.

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Tiempo después, las vacaciones de verano llegaron. Era mediados de junio e Izuku se encontraba en su habitación, mirándose al espejo con detenimiento. Su ceño se encontraba ligeramente fruncido.

-No sé… no me convence, ‘Chako. –dijo el omega sin apartar la mirada de su reflejo.

Llevaba puesto unos shorts rasgados color negro que apenas llegaban a medio muslo; un crop top rojo vino con las palabras “Cute Bunny” grabadas en blanco; unas medias hasta la rodilla color negro; y sus tan característicos botines rojos.

No se avergonzada de su cuerpo, sobre todo desde que creó una mejor rutina de entrenamiento para hacer en el gimnasio de la universidad, algo que debía agradecer al alfa pelirrojo, sin embargo, seguía sin gustarle el mostrar tanta piel, aún más por las marcas de quemadura en su brazo y mano derecha, de un pequeño accidente que sucedió cuando era más pequeño.

-Oh, vamos… Te ves increíble, Izu. –aseguró la castaña quien le observaba mediante una video llamada. –Además que hace demasiado calor como para poder taparte más y no morir por ello. –recalcó ella a la vez en que lamía un helado con gusto.

-Ahí tienes razón. –admitió el peliverde.

--¿Y dónde iréis en vuestra cita? –inquirió Ochako con una sonrisa pícara en el rostro.

Izuku rodó los ojos y no respondió, sabiendo que intentar convencerla sobre su estatus de soltero no le llevaría a ningún lado. Ella estaba absolutamente convencida de que Eijiro y él eran la pareja perfecta; que ambos estaban destinados a estar juntos. Cosa que no podía estar más alejada de la realidad. Él sabía que su relación con el pelirrojo era completamente platónica. Había una confianza mutua del 100% y estaba seguro que ambos morirían por el otro, pero no había nada de sentimientos románticos de por medio. Decidido a no discutir, se dedicó a terminar de arreglarse.

Le pareció oír un golpe sordo, como de algo impactando con fuerza contra una pared, pero lo ignoró dado que no era inusual que algo como aquello sucediera, sobre todo teniendo en cuenta el explosivo temperamento de ambos alfas rubios de la familia. Normalmente, el ruido iba acompañado de gritos, sin embargo, esta vez no fue así. Miró con curiosidad hacia su puerta, la cual se encontraba medio abierta, pero pronto volvió su atención a lo que hacía: terminar de colocarse el eyeliner. Como no era mucho de maquillarse, todavía le costaba hacer aquellas dos líneas simétricas, o todo lo que fuese posible al menos.

Una vez satisfecho con el resultado, se puso algo de gloss en los labios y asintió contento. Se colocó su pendiente, un par de pulseras plateadas y agarró su móvil, después de despedirse de la castaña y colgar, junto a su cartera para guardarlos en los bolsillos de su pantalón. Después de todo, nunca había sido muy adepto a utilizar bolsos de ningún tipo. Para él, mientras menos cosas llevara consigo, mejor.

Terminó justa a tiempo pues oyó el rugido de un motor en la calle. Bajó las escaleras lo más rápido que pudo y, después de gritar que saldría un rato, salió apresuradamente por la puerta. No quería que sus progenitoras se hicieran una idea equivocada si veían al alfa, cosa que ocurriría de seguro por la insistencia de la alfa rubia en que debía relacionarse más con otros alfas de su edad. Le pareció oír una fuerte conmoción dentro de su casa, pero no le prestó atención. Eijiro se encontraba apoyado contra la puerta de un Mazda MX-5 color rojo metalizado.

-Es la primera vez que te veo conducir un coche. –comentó el omega.

El pelirrojo le abrió la puerta como todo un caballero y la cerró cuando Izuku se había acomodado en el asiento. Luego se sentó en frente del volante.

-Mmm… estaba nervioso y no me veía capaz de llevar la moto. –confesó el alfa.

-Hey… sabes que estoy aquí para ayudarte ¿verdad? –intentó calmarle al tiempo en que acariciaba su brazo con suavidad.

-Si, lo sé. –asintió el contrario.

-Vamos a encontrar el mejor regalo de cumpleaños posible para tu hermano. –prometió el omega, lo cual hizo sonreír al alfa con ternura.

Eijiro había comentado que el omega rubio parecía algo decaído últimamente, pero que al preguntarle siempre ponía excusas o directamente no contestaba. El alfa quería animarle y le pidió ayuda a Izuku quien recordó que el cumpleaños del rubio estaba al caer, por lo que sugirió buscar el regalo perfecto para el menor, idea que entusiasmó al pelirrojo. Por eso, ese día habían quedado para ir de compras.

-Gracias, Zuzu… No sé qué haría sin ti. –admitió dulcemente. Izuku soltó una risita cuando el alfa besó su mejilla varias veces. Podía jurar que el ruido a su alrededor aumentó, pero decidió ignorarlo.

-Por cierto… ¿qué pasa con este coche? –curioseó el más bajo.

-Ugh… es mi regalo de cumpleaños. –murmuró el pelirrojo, quien había dejado caer la cabeza con pesadez contra el volante del coche.

-Tu cumpleaños no es hasta octubre. –señaló Izuku sin comprender.

-Lo sé, pero cuando le pregunté a mi madre si podía coger el coche prestado… notó mi ligera mejora en cuanto a vestimenta se trata, Mina insistió en vestirme por alguna razón, y junto a mi mamá me interrogaron como a un preso en Guantánamo. –gruñó el alfa. –Para no hacerlo largo… cuando mamá se enteró que había quedado con un omega para salir… digamos que agarró las llaves, prácticamente me las lanzó a la cara y me sacó a empujones de casa hasta el garaje donde tenían esto guardado.  –finalizó su explicación.

-¿Te regalaron el coche antes solo porque creen que tienes una cita romántica? –quiso aclarar el omega y cuando el contrario asintió no pudo evitar estallar en fuertes carcajadas.

-Te odio. –susurró el pelirrojo, lo que le hizo reír con mayor fuerza.

-¡Yo también te quiero! –exclamó más alto de lo esperado por culpa de su estallido emocional. El ruido de fondo había sido detenido casi abruptamente, aunque ninguno de los dos lo notó, demasiado metidos en su conversación.

-Vamos o sino nos quedaremos aquí todo el día. –mencionó el alfa después de un rato, sonriendo con diversión al ver la cara sorprendida de Izuku, quien al parecer no recordaba que seguían estacionados frente a su casa.

-¡Vamos, vamos, vamos! –exclamó este y el alfa rio al tiempo en que arrancaba el coche y ambos se alejaban de allí.

El ruido volvió, esta vez más fuerte que antes, hasta el punto en que se podía identificar como gritos provenientes de varias personas, aunque transmitían emociones claramente distintas, algo solo notable si prestabas mucha atención.

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Cuando volvió a su hogar, ya entrada la noche y justo para la hora de cenar, notó las inusuales sonrisas repletas de excitación de sus progenitoras junto al aura de absoluta felicidad que parecía rodear a la alfa rubia en específico, mientras que su omega madre parecía más curiosa. Por otro lado, Katsuki se encontraba con el ceño fruncido a más no poder y se podía notar claramente la ira venir de él. También notó los nudillos enrojecidos en ambas manos del menor. Izuku quiso preguntar, pero algo dentro de su persona le decía que era mejor esperar a que las cosas se calmaran.

Varios días después, recibió un mensaje con una foto adjunta: en ella un joven de cabello rubio y ojos ámbar mostraba con una enorme sonrisa un brazalete que portaba. Este era plateado en su totalidad y en el centro dos gemas reposaban tranquilamente: una rubí y la otra ámbar.

Soltó una risita al leer el mensaje que la acompañaba: “Misión cumplida.”

Después de todo, nadie tenía por qué saber que ese accesorio en particular venía con otro exactamente igual el cual se encontraba en posesión del alfa de cabellos rojizos, nadie a parte de ellos dos por supuesto.

Se encontraba tan enfocado en su teléfono que no se percató de los tres pares de ojos que le observaban fijamente con expectación, inquisición, curiosidad y algo de malhumor.

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Llegó julio e Izuku se encontraba en la playa junto a su familia. Justo ese día, siendo 15 del mes, él cumplía 21 años y su madre rubia había decidido alquilar una cabaña para todo el fin de semana con la intención de celebrarlo.

El omega amó y odió la idea a partes iguales. Por una parte, adoraba poder ver al alfa rubio en bañador pues ese cuerpo de escándalo que poseía el menor era digno de admirar. Por otro lado… su madre no había alquilado la cabaña con una playa privada, por lo que no era el único alegrándose la vista en ese momento.

Bufó desde su lugar en una tumbona, viendo como otro grupo de betas y omegas se acercaban para flirtear con su hermano, el cual se encontraba a varios pasos de su persona con los brazos cruzados al tiempo en que sujetaba dos bebidas, las cuales había ido a comprar hacía unos minutos.

Las dos mujeres mayores se habían ido a pasear por la playa ellas solas, algo que habían comenzado a hacer más seguido últimamente, y él, no queriendo inquirir sobre el tema y perder oportunidades, decidió callar y aprovechar el tiempo que se le había concedido para estar a solar con su hermano. Pensó que podrían estar los dos juntos, sin interrupciones, solo que al parecer se equivocó enormemente, cosa que estaba viendo con sus ojos en ese momento.

Chasqueó la lengua con molestia y miró la pantalla de su móvil. Todos sus amigos le habían felicitado ya, pero no era eso lo que tenía su atención. Era el chat con el alfa pelirrojo a quien hacía unos minutos le envió una foto de lo que ocurría al tiempo en que se quejaba de ello. Su móvil vibró y vio una imagen muy similar a la suya, con otro rubio que conocía muy bien siendo rodeado por varias personas en lo que parecía ser la piscina en un jardín.

“Ni en mi cumpleaños me libro de esto.” –había sido su mensaje.

“Igual aquí. Denki invitó a algunos de sus amigos a casa.” –es lo que recibió como respuesta.

“Quiero asesinar a todas y cada una de esas perras.” –escribió después de ver como una le acariciaba el brazo al rubio.

“No te preocupes, yo me desharé de los cadáveres si es necesario.” –rio ante ese mensaje sin poder evitarlo.

“No es justo… creí sinceramente que, al menos hoy, podría tener toda su atención puesta en mí.”

Y realmente pensó que así sería… hasta que salieron de la cabaña.

“Zuzu… ¿quieres que te llame para cantarte ‘Cumpleaños feliz’?” –sonrió por aquello.

“Eiji… sabes que te quiero, pero…

De entre todas tus muchas cualidades… las relacionadas con el canto no son precisamente favorables.”

Ante sus palabras recibió como respuesta una ristra de emoticonos tristes, cosa que le hizo reír ligeramente.

-¿Qué es tan gracioso, nerd? –inquirieron a su lado. Él saltó por la sorpresa.

-¡Kacchan! –exclamó al ver al rubio materializarse a su lado como si de un fantasma se tratara. Este alzó una ceja y no dijo nada más. –Emm… no es nada. –dijo varios segundos después, apartando la mirada con claro nerviosismo. Notó que todas las otras personas se habían alejado bastante de ellos cosa que le extrañó, pero no dijo nada al respecto.

-Mmm… ya, claro. –medio gruñó el rubio al tiempo en que se dejaba caer con pesadez sobre la tumbona colocada a la izquierda del omega, una mesita baja estando entre ellos donde reposaban las bebidas que el alfa antes sostenía.

Izuku pensó en si debía decir algo o no, pero su atención volvió al aparato en su mano cuando este volvió a vibrar. Distraído por el mensaje recién recibido, no notó como el rubio también miraba a la pantalla y fruncía el ceño.

“Yo también te quiero Zuzu.

Por cierto, Hanta te manda saludos y felicitaciones, al igual que Mina.”

Sonrió sin poder evitarlo y se encontraba a punto de responder cuando una llamada le sorprendió.

-¡Feliz cumpleaños, Izu! –gritaron nada más descolgar.

-¡Mina! –se escuchó al alfa reclamar de fondo. Él rio.

-Gracias, Mina. ¿Le robaste el móvil a Eiji solo para felicitarme? –cuestionó con diversión palpable en su voz.

-En parte, pero también quería preguntarte algo. –habló ella.

-Mmm… ¿el qué? –dijo él y gruñó cuando al intentar coger su bebida esta se le resbaló y terminó derramando algo de su zumo sobre su persona.

Con un suspiro, puso el altavoz para poder oírla, dejo el móvil con cuidado sobre la mesita entre las dos tumbonas y con una toalla que le acercó Katsuki, al cual agradeció con una sonrisa, intentó lavarse aquel dulce y pegajoso líquido de la piel.

-Bueno… es más de una cosa. –confesó la joven alfa.

-Mina… --instó él algo exasperado por el actuar de ella.

-Vale, vale. Le dije a Kiri de ir a un bar a tomar algo y bailar la semana que viene, ya sabes, para celebrar tu cumpleaños, ¡pero Kiri se negó en rotundo! –exclamó ella en forma de berrinche.

Él sonrió levemente ante lo oído y negó con la cabeza con algo de diversión por el actuar tan infantil de la joven.

-Shindo Yo. –respondió después de suspirar.

Ante sus palabras se hizo el silencio durante varios segundos.

-Por eso ‘Shima reaccionó así. –dijo la voz de otro chico que reconoció al instante.

-Hey, Sero. –saludó animadamente Izuku.

-Hey, Midori. –saludó el beta.

-Vale, nada de alcohol. –declaró Mina seriamente. No le sorprendía la reacción. El incidente era conocido por toda la universidad, aunque muy pocos sabían sobre la identidad del omega en cuestión.

-¿Qué era lo otro? –desvió el tema de conversación a otro que no fuese ese.

-Ah, bueno… corre cierto rumor sobre… vosotros dos por la universidad. –empezó a decir algo nerviosa.

-Ajá. ¿Y? –su atención viró levemente hacia el rubio a su lado quien le miraba fijamente con una expresión que no sabía identificar, pero que hizo que escalofríos recorrieran su espina dorsal ante lo penetrante de aquella mirada.

-Sobre vuestra vida sexual. –dijo ella finalmente. Izuku miró el móvil con sorpresa.

-Espera, ¡¿qué?! –exclamó sin comprender el giro que había dado la conversación.

Katsuki, por su parte, apretó los puños con fuerza ante aquellas palabras. Era claro que no le estaba gustando nada lo que estaba escuchando.

-¡Oh Dios Mío! –oyó la avergonzada voz de Eijiro. Aquello le hizo fruncir el ceño unos segundos hasta que recordó algo que ocurrió antes de que las vacaciones comenzaran y que podría ser el origen de aquel rumor.

-¿Mina? –llamó a la alfa.

-Bueno… se dice por ahí que oyeron a Kiri gritar algo como: “¡Aprieta más fuerte! ¡Quiero morir entre tus muslos!” … o algo por el estilo. –habló ella entre avergonzada y curiosa.

No se percató del aura tenebrosa que comenzaba a emanar del alfa rubio y a esparcirse hasta el punto en que las demás personas se alejaban todavía más de ellos, puesto que no pudo evitar estallar en fuertes carcajadas.

-Zuzu, no lo hagas. –oyó la débil y suplicante voz del pelirrojo.

-Lo siento Eiji… –comentó con voz cantarina y todavía entre risas. –Dame un momento Mina… y ahora lo explico. –pidió a la joven mientras intentaba regularizar su respiración. Sonrió con dulzura al ojirubí cuando este le acercó con cautela un vaso lleno de agua, el cual bebió agradecidamente. Momentos más tarde, aclaró su garganta y comenzó a hablar. –Vale, a ver… a esa historia le falta mucho contexto. Y no Mina, no está relacionado con el sexo. –aclaró antes de que esta hablara.

La oyó bufar y él soltó otra risita divertida. Katsuki relajó sus músculos ante sus palabras, ahora más curioso que iracundo, cosa que el omega no notó en absoluto pues su atención se encontraba enfocada en otra cosa.

-Como sabéis, desde hace algunos meses que Eiji y yo vamos juntos al gimnasio 4 veces a la semana. En esta ocasión, teníamos algo más de tiempo así que, antes de irnos, decidimos pelear. Ganaba quien lograra noquear al contrario o si este se rendía. –explicó sin borrar su sonrisa. –El caso es que yo iba ganando, básicamente le inmovilicé al rodear mis piernas en su cuello y cortar su ingesta de oxígeno. Inasa

-¿El alfa de 2,20 metros que trabaja como entrenador personal? –inquirió pícaramente Mina. Katsuki volvió a tensarse, pero se relajó al ver la reacción del omega.

-Si, Mina. Ese alfa. –dijo él con claro desinterés por el tema mientras rodaba los ojos. –Como decía. Inasa le gritó a Eiji que se rindiera antes de perder el conocimiento. Sin embargo, nuestro querido y dulce Eiji se negó, alegando que un verdadero hombre no se rinde tan fácilmente. –continuó con su relato.

Los amigos del mencionado rieron ante el comentario, sabiendo que el decir algo como aquello era muy propio del alfa pelirrojo.

-Por favor, para. –oyó al alfa gemir avergonzado.

-Ojalá hubieses dicho eso ese día ¿verdad? –comentó burlonamente y escuchó al pelirrojo soltar un quejido. Una parte de él se sintió culpable, no obstante, la anécdota era divertida. Además, que Mina nunca le dejaría tranquilo si dejaba la historia a medias. –Resumiendo. Tal vez fue la falta de oxígeno, pero Eiji gritó: “¡Aprieta más, Zuzu! ¡Si voy a perder que sea por culpa de estas increíbles piernas!” Cabe decir que le solté en ese momento por culpa del ataque de risa más fuerte que haya tenido en mis muy largos 21 años de vida. –finalizó de contar, riendo. Aunque era vergonzoso repetir semejantes palabras en voz alta y en público, debía admitir que merecía la pena solo por las reacciones que obtuvo.

-¡Oh. Dios. Mío! –exclamó Mina la cual se encontraba riendo histéricamente.

-En su defensa… –comenzó a decir el beta entre ligeras risas. –Es cierto que tus piernas son maravillosas. Todo alfa en la universidad, si pudiese elegir, tomaría la opción de morir sofocado por tus muslos. –declaró Sero con absoluta seriedad.

-Lo secundo. No hay alfa que no haya fantaseado con esos muslos al menos una vez. Me van más mujeres y, aun así, puedo confesar sin vergüenza que hasta yo he tenido más de un sueño contigo. –logró decir ella entre risas.

Él se sonrojó fuertemente. Le gustaba recibir cumplidos, como a toda persona, pero al mismo tiempo le avergonzaba la forma tan directa y hasta descarada en que se lo estaban diciendo. Eijiro, seguro que, como venganza por contar algo tan embarazoso sobre algo que hizo, comenzó a alagar su cuerpo sin ningún pudor, sacándole chillidos nerviosos a cada palabra que salía de la boca de cada uno de ellos.

Varios minutos más tarde, iba a decir algo para detenerles cuando una mano agarró con fuerza su móvil y colgó la llamada bruscamente. Sorprendido, alzó la vista y se encontró con un furibundo alfa el cual gruñía sin control. Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero.

-¿Kacchan? –llamó con timidez. No sabía qué hacer pues nunca había visto al menor actuar de semejante forma.

-Nos vamos. –ordenó con voz profunda.

El omega asintió rápidamente y sin decir nada se levantó. Miró al rubio, esperando que este comenzara a caminar, pero este parecía sumido en sus pensamientos. Miró a su alrededor, nervioso por no saber qué debería de hacer en ese momento, y entonces oyó otro fuerte gruñido. Soltó un chillido sorprendido cuando el alfa le alzó en brazos estilo princesa, soltó sus toallas sobre sus piernas y seguidamente, se encaminó de vuelta a la cabaña donde se estaban hospedando.

Nunca pensó que las cosas cambiarían tanto entre ellos una vez aquella puerta de madera se cerrara a sus espaldas.

FIN

Notas finales:

Al principio iba a ser un oneshot, pero acabé decidiendo añadir un par de capítulos más, por lo que dentro de muy poquito tendréis lo que sigue.

¿Qué os está pareciendo? nwn 


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