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Fuego y miel por 1827kratSN

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Fue una fiesta, de aquellas aburridas donde todos reían separando los labios al menos dos centímetros y se cubrían parcialmente con una de sus manos mientras soltaban un sonido grave simulando una risa de lo más vacía.

Terrible.

Y como buen asistente casi representante de su estirpe, estaba vestido acorde a la ocasión, con ropa entallada en algunas zonas y suelta en otras. Le daba comezón hasta en los dedos de los pies, pero tenía que soportar un rato más. Solo hasta que pudiera hablar con algunas representaciones o gobernantes y darse a notar.

Fastidioso.

Intentaba distraerse con lo que fuera, ya fuese la comida, una buena copa, o intentando soportar la risa divertida por las máscaras tan grandes y adornadas que seguramente pesaban y dolían en las muñecas de los portadores.

—Tengo que presentarte a alguien.

—¿Y tengo que sonreír? —bromeaba con su monarca acompañante, quien solo soltaba una suave risita y empezaba a caminar.

—Sé educado, Portugal, y sí, sonríe.

—No hay problema. Ser amigable se me da muy bien. Tú lo sabes.

Con mucho pesar siguió a aquel hombre de porte, y con una sonrisa sutil mientras balanceaba su propia máscara sujeta a una pequeña asta, se preparaba mentalmente para formular las mismas preguntas sobre el estatus tan elevado del asistente a la fiesta, de las riquezas y planes para gastar su dinero en tonterías, haría bromas de la curiosa moda del país vecino y se ganaría la confianza de alguien más para que sus propios monarcas se beneficiaran.

Tenía carisma, lo sabía, además, su primer aroma era tan atractivo que le hacía las cosas más sencillas. No era por presumir, pero su aroma era la envidia de muchos, cualquiera caería rendido ante la dulzura y tranquilidad que emitía. Tardó años en perfeccionar la intensidad justa para usarlo en beneficio.

Al caminar cuidando cada paso para hacerse notar, podía escuchar vívidamente lo que decían los demás, las bromas de mal gusto y las fingidas risitas de todos. Pero de repente y cuando creyó que podía escaparse dentro de poco, escuchó algo muy curioso.

Una voz grave que mantenía un tono tranquilo impecable.

Una voz que nunca había escuchado antes.

Una voz que hizo a su espalda temblar hasta causarle leves cosquillas.

Intentó voltear, pero su acompañante le corrigió el movimiento y lo llevó hacia las personas que intentaban engatusar para pactar alguna alianza específica. Sintió esa adrenalina extraña que le recorrió entero por hacer una travesura, y aun así, no pudo perder compostura y soportó la muy aburrida plática con un hombre de sangre azul.

Escapó en cuanto su trabajo estuvo completo, con la firme tarea de encontrar al dueño de aquella voz. Melodiosa mentira que trataba de esconder la pasión de un soñador terco, porque aquel tono tranquilo no lo tenía nadie, tan ensayado y practicado, resultado de aplacar lo que la sociedad tachaba como imprudente.

Escuchó apenas unas palabras sobre un barco, pocas, que aparentaban ser aburridas, pero que Portugal creyó firmemente escondían a un alma egoísta y poderosa que no se detendría ante nada. Le tomó tiempo porque debió evitar que le hicieran plática entre tantos invitados, pero lo logró.

—Así que barcos.

No le importó ser imprudente y topar el tema que escuchó como si fuera un siervo chismoso. Sonrió amigable ante el caballero de fino traje y sombrero que escondía un par de mechones de colores rojizos y azulados.

—Como si adivinara mi mente.

Fue la respuesta sin emoción, emitida con ese rostro aplacado por la seriedad, pero que era adornado por una sonrisa tan sutil que casi ni se dejaba ver. Era un muñequito bien entrenado para decir solo lo conveniente. Portugal lo supo cuando casi por inercia, aquella representación hizo un leve movimiento de su mano e inclinó levemente su cabeza para saludar.

—Reino de Portugal.

Portugal extendió su mano al instante.

—Es un placer.

El extraño le besó el dorso como dictaban las normas y poco después se presentó con educación.

—Me llaman el Reino de Gran Bretaña.

—¿Y cómo le gusta ser llamado?

—“Mi señor”.

Portugal soltó una carcajada que pronto ocultó con sus manos, y cuando pensó que había arruinado todo, escuchó una suave risita proveniente del gran reino.

—Por llamar la atención de todos y arruinar mi estrategia de pasar casi desapercibido —la representación sonrió unos segundos antes de volver a su seriedad— lo llamaré Galy.

—No me cambie el nombre —carraspeó para recomponerse.

—Es en venganza por centrar todas las miradas en ambos.

—Entonces déjalo en Portugal.

—Y tú déjalo en Britain.

Fue un encanto dado por la curiosidad de aquella voz que ocultaba cosas, y por el atrevimiento de una representación curiosa. Una plática corta, miradas que intentaban descifrar al contrario, y la conclusión de que el otro no representaba ningún peligro. Se vieron en esa fiesta por primera vez, pero siguieron platicando en otras tantas a las que los obligaron a asistir.

Lo positivo fue que ya no era tan tedioso el pasar tiempo con los nobles.

 

Notas finales:

Esto podría tener algún error histórico, pero en sí, he intentado dejar de lado esos detalles para crear una historia bonita sin complicaciones.

Espero que les guste este pequeño proyecto. 


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