Roly Poly.
¿A dónde fuiste?
¿Dónde te has escondido?
¿Te he gustado yo?
Na Na Na Na Na
Me gustas.
Near sentía las tibias gotas de agua cristalina y pura mojar su pequeño cuerpo, el jabón resbalando por su pecho blanco y espalda, perdiéndose entre sus nalgas redondas y suaves.
—Mmh… ngh...
Near pinchó su agujero rosado con uno de sus delgados y pequeños dedos. Gimió suave y cerró sus ojos, metiendo más profundo aquel dígito que previamente cubrió con abundante saliva.
Podía sentir la calidez y humedad de sus paredes, como apretaban su dedo, abrazándolo con mucha suavidad y cobijandolo muy bien.
En medio del placer, se preguntó cómo se sentiría tener un pene en su abertura. Un pene gordo y grande metiéndose en su cuerpo, moviéndose frenéticamente contra su trasero, con mucha fuerza, chocando unos testículos bien cargados contra sus nalgas hasta que finalmente le diera un último y duro empujón, llenándolo con un espeso y caliente líquido blanquecino.
Oh dios… una corriente eléctrica recorrió su columna por ese pensamiento tan pecaminoso y, clavando profundamente su dedo, llegó al orgasmo, manchando la pared del baño con gotas cremosas y traslúcidas que desaparecieron gracias al correr del agua.
Respiró agitado y apoyó su frente contra la mojada pared, sintiendo su cuerpo vibrar de satisfacción y como poco a poco el calor lo iba abandonando.
Definitivamente quería tener sexo.
Near quería iniciar su vida sexual como todos los demás adolescentes. Y es que estaba algo cansado de que todos lo tengan en un pedestal, y de ser reconocido como alguien aburrido que probablemente se quedaría virgen toda su vida. No deseaba seguir así. Quería más.
Salió de la ducha, secándose con una suave toalla blanca y envolviendo su pequeño cuerpo desnudo con ella. Fue a su cuarto y se vistió con las usuales prendas que siempre llevaba: pantalones blancos y una holgada camisa de igual color. Eran prendas cómodas y le gustaban mucho.
Se dirigió hacia la puerta de su habitación y la abrió, caminando rumbo hacia la sala común.
En el camino miro detenidamente a todos los niños del orfanato que se cruzaba, y contuvo un suspiro decepcionado. Ninguno le parecía interesante o atractivo. Vio a un compañero altote y extremadamente delgado. A otro con sobrepeso y anteojos. Otro tenía una apariencia demasiado descuidada. No quería ponerse exigente o quisquilloso, pero quería a alguien que le despertara algo. A alguien que activará sus hormonas y solamente quisiera agarrarlo de la ropa para arrastrarlo hacia el baño y abrirse de piernas para él, ser empotrado hasta el cansancio y que tuviera que morderse los labios para no ponerse a gritar locamente de placer.
Pero ninguno de los niños que vio le despertó una pequeña pizca de deseo. Nada. Absolutamente nada. Todos se veían sosos y aburridos, peor que él mismo.
Near se sentó en la suave alfombra de la sala suspirando abatido, estiró su brazo y agarró distraídamente algunos juguetes.
¿Debería probar buscando a alguien en la calle cuando salieran de paseo?
Definitivamente no. Él no quería acostarse sólo una vez con alguien. No quería sexo casual y menos con un desconocido. Era ambicioso y quería probar las delicias del cuerpo junto al sentimiento de amar a alguien. Si elegía a alguien, quería que ese alguien fuera su pareja, con quién pudiera ser libre de probar diferentes tipos de juegos sexuales y también tener un agradable momento sin necesidad de tener que acostarse.
Siendo sincero, no toleraba a las personas que solo buscaban una relación casual. Él consideraba las relaciones como una decisión importante y que sería de por vida, por eso quería hacer ese tipo de cosas con la persona que considerará indicada, que fuera a la cual amara con todo su corazón.
Él quería más que un deseo carnal. No quería tener que entregarle su virginidad a cualquiera. Quería tener una pareja estable que le hiciera sentir todo un huracán en el cuerpo, que fuera lo suficientemente especial para él como para darle su preciado tesoro.
Deseaba experimentarlo todo. Quería la dulzura de despertar junto a alguien que solamente acariciara su mejilla y le sonriera de una manera cálida y hermosa. Alguien que lo abrazara cuando el estrés y el ahogamiento de ser el número uno fuera demasiado fuerte. Una persona que acariciara sus cabellos albinos y lo besara suavemente en los labios, haciéndolo sentir millones de mariposas en el estómago. Alguien con quién pasar el tiempo dándose mimos y simplemente disfrutar de estar juntos.
¿Qué era exactamente lo que buscaba?
La respuesta era simple: tener una relación firme y seria.
Buscar un compañero con el cual pueda comprometerse y que lo haga disfrutar de los placeres de la vida.
Quería un novio.
Un novio que le fuera fiel, lo amara, lo cuidará, le hiciera reír y siempre lo tuviera presente.
No sonaba nada mal.
¿Pero quién…?
Salió de sus pensamientos al escuchar risas y gritos en el patio del orfanato. Dejó sus juguetes en la alfombra y lentamente se incorporó.
Caminó perezosamente hacia la ventana y miró curioso, ahí afuera estaban jugando un pequeño partido. Las niñas estaban ahí, alentando entre gritos emocionados a un grupo de niños, aunque se notaba que más bien le lanzaban palabras de aliento y admiración al segundo sucesor de L: Mello.
Near inmediatamente apretó las piernas juntas, removiendose sutilmente en su sitio. Su cuerpo inexplicablemente se calentó cuando vio a Mello, y los latidos de su corazón se incrementaron, sintiendo como la sangre subía a sus mejillas normalmente lechosas.
Se quedó hipnotizado viendo los ágiles movimientos del chico, como corría y daba un giro para impedir que le quitarán la pelota, haciendo bailar sus finos y sedosos cabellos dorados, que brillaban encantadoramente por los rayos de sol que también acariciaban su piel de caramelo. Sus ojos del color del mar, brillando intensamente como un fuego azul, tan retador y determinado mientras corría al área del equipo contrario, siendo más veloz que los demás.
Mello anotó un gol sin problemas y fue felicitado por todos. Las niñas lo miraban como si fuera un dios, con una expresión bobalicona y chillando orgásmicas.
Near tragó saliva y apoyó su mano en la ventana, como acariciando la figura perfecta del chico rubio.
Hubo una pausa y lo vio llevarse una botella de agua a la boca. Mello apoyó el pico de la botella en sus labios rosados mientras iba cerrando los párpados, echando la cabeza hacia atrás y tomando un largo tragó. Near observó con suma atención cómo algunas gotas se resbalaban por su delicado mentón y desaparecían en su ropa. Realmente quería que Mello se quitara la camiseta, mostrando al mundo su cuerpo que seguramente era fuerte y marcado.
Near sintió fascinación al ver la hermosa cara de satisfacción que hizo Mello cuando calmó su sed, sus hermosos rasgos luciendo complacidos. Un cosquilleo intenso atacó su estómago, provocando que un furioso rojo adornará sus pómulos. Mello le gustó muchísimo. Absolutamente todo de él.
La verdad, gustar era una palabra pobre. Lo que le provocaba Mello era algo muchísimo más fuerte. Joder, su boca no paraba de salivar al verlo. Quería ir y lanzarse a sus brazos, comerle la boca y acariciar su sedoso cabello rubio. Abrazarlo y no dejarlo ir.
Si fuera un animal y quisiera que alguien lo montará para que le diera la follada de su vida... Ese sería Mello. Definitivamente sería Mello.
Mello, el chico más caliente de todos, brillante, atlético, guapo… ¿Quién mejor que Mello para ser su pareja?
Se imagino teniendo sexo torrido en el baño con él y por poco llega al orgasmo. Tuvo que morderse el labio inferior con fuerza para no gemir.
Otra imagen llegó a su cabeza. Una imagen en dónde Mello se encontraba completamente desnudo en la mullida superficie de su cama, con sus cabellos rubios esparcidos en la suave almohada, su mirada azulada brillando de lujuria contenida, sus labios finos y rosados entreabiertos, sus mejillas pintadas de un suave rosa, y Mello lo estaría llamando con una voz seductora y suave, tocándose lascivamente para él, abriendo sus contorneadas piernas, tentandolo, invitándolo a poseerlo; como un atractivo y seductor demonio.
Sonrió con malicia. Mello era perfecto. Simplemente perfecto. Con él… quería probarlo todo. Quería ser su sumiso y que él también lo fuera.
Ese atractivo y sexy rubio sería solamente suyo. Primero su juguete. Luego su amante. Después su pareja. Más adelante incluso su esposo.
Eligió a su compañero de por vida y vaya que no pararía hasta tenerlo entre sus brazos, porque sabía que junto a él lograrían entender las necesidades del contrario y sus cualidades distintas, buscando la forma de unificarlo como pareja, pudiendo complementarse. Sería una relación llena de fidelidad, apoyo, amor y comprensión.
Tendría un compromiso de por vida con Mello. Un feliz para siempre, porque él era su compañero perfecto.
Sabía que Mello apreciaba el compromiso al igual que él, y que a pesar de la rebeldía del chico y su feroz actitud, Mello en el fondo tenía buen corazón y un alma noble.
Su relación sería algo muy fuerte, así como duradero. Lo sabía.
Near salió de sus fantasías al ver cierta imagen desagradable.
Su ceño se frunció y su pequeña nariz se arrugó con desagrado cuando una persona se lanzó encima de su Mello, el chico rubio se lo quitó de encima enseguida y lo empujó, pero fue la sonrisa divertida y amistosa que Mello le dedicó a ese niño lo que le hizo sentir celos.
Agarró un mechón de cabello blanco entre su dedo índice y el pulgar, jugando con él.
Sería difícil conquistar a Mello, tenerlo en sus manos, lograr que dejara de sentir ese odio injustificado hacia él. Bueno, tal vez no tan injustificado, pero de todas maneras eso no lo iba a detener. Haría lo que sea para tenerlo, para besarlo en los labios y disfrutar del contacto de su cuerpo desnudo contra el suyo, ser el único al cual Mello sonriera y tratará como su persona más amada.
—Serás mío, Mello... —sus finos labios se curvaron hacia arriba. Una sonrisa divertida apareció en sus facciones infantiles y tiernas —. Me gustas, y pronto me amarás, y solo vivirás por y para mi.