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El dilema de Mark por DenisseZepol

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Demonios. 


 


Mark mentalmente maldijo mientras se alejaba de la mirilla de su puerta principal. Esto no podía estar pasando, otra vez. Se arrastró lejos de la puerta tan silenciosamente como pudo, haciendo todo lo posible por recordar donde se localizaban todas las tablas que rechinaban. No quería alertar a su acosador de que había estado cerca de la puerta. Ni siquiera quería que el hombre supiera que estaba en casa. 


 


Bam, bam, bam. 


 


Mark gruñó por dentro con el insistente ruido proveniente de su puerta. Sus vecinos se iban a empezar a quejar con el superintendente del edificio si Jay no dejaba de golpear la puerta como si fuera la maldita policía. 


 


¿Cuántas veces tenía que recordarle a su ex que era un ex? Esto tenía que parar. Todo el lio era una locura, junto con su ex novio. Parecía que una vez que Mark declaró que su relación había terminado con Jay, el hombre había perdido su puta cabeza. 


 


No era como que alguna vez fueron realmente tan unidos o acaramelados. Ciertamente no se habían declarado su amor eterno el uno al otro. Demonios, ellos apenas y tenían una relación real. Jay solamente le prestaba atención a Mark cuando quería algo, por lo general sexo. Mark simplemente no podía entender por qué el hombre se había vuelto tan obsesionado de repente. 


 


Jay era un patán de proporciones épicas. 


 


Desafortunadamente el ex novio de Mark no mostró su verdadera cara hasta, más o menos, los tres meses de su relación. Si tan sólo los hombres fueran ellos mismos cuando los conocías por primera vez, si mostraran lo que realmente eran, eso haría el salir con ellos mucho más fácil. La gente podría deshacerse de los hombres menos deseables y ahorrarse muchos dolores de cabeza. 


 


Si tan sólo la vida funcionara de esa manera. 


 


Después de agarrar las llaves, el teléfono celular, y la cartera de su cómoda, Mark metió los artículos en sus bolsillos y luego abrió la ventana de su dormitorio lo más silenciosamente que pudo. Era una ventana vieja, después de todo. Una vez que la tuvo lo suficientemente abierta, se arrastró hacia fuera a la escalera de incendios. Miró abajo hacia el suelo y maldijo por tener que correr una vez más. 


 


Esto lo estaba cansando. 


 


Llegando a la parte inferior de la escalera, Mark saltó, sus pies golpearon el pavimento con un ruido sordo, y luego corrió directamente hacia la casa de su mejor amiga, Amber. Estaba realmente cansado de correr de Jay. Esto era totalmente ridículo. 


 


El hombre necesitaba comprar una maldita pista.


 


O Mark necesitaba comprar un enorme perro guardián. Lástima que era alérgico a los perros.


 


Mark corrió por las calles de la ciudad, rezando para que 


 


Jay no lo hubiera visto y seguido. Zigzagueo por el tráfico, corriendo por un callejón o dos, y entonces finalmente vio el edificio de Amber aparecer. Mirando a su alrededor rápidamente, se aseguró de que no estuviera siendo seguido mientras se acercaba a su edificio. Una vez que estuvo seguro que Jay no estaba pisándole los talones, Mark entró en el edificio, subió al segundo piso, y llamó a la puerta. Jadeaba pesadamente, sin aliento, por correr. 


 


Gracias a Dios que Amber se había mudado hace un mes. Jay no tenía idea de dónde buscar ahora, a menos que encontrara una manera de seguir a Mark o se apareciera en su trabajo. 


 


Dios, su vida se estaba volviendo tan malditamente complicada. 


 


El tipo no podía meterse en su grueso cráneo que se había terminado. ¿Qué parte de eso no entendía Jay? No había manera en el infierno de que Mark molestara a alguien que le hubiera dicho que se jodiera. Su orgullo no se lo permitiría, o su sentido común. Terminar era terminar. Él entendía ese concepto. Mark solo deseaba que Jay lo hiciera. 


 


Se había mudado a su propio apartamento después de dejar a Jay y cometió el error de permitir que Jay lo llevara a casa una noche después del trabajo, antes de que el hombre se hubiera convertido en su acosador personal. Desde ese día, Jay había estado en la puerta de Mark, intentando derribarla a golpes. 


 


¿Será que Mark jamás aprendería? 


 


Amber abrió la puerta marrón que estaba en extrema necesidad de un trabajo de pintura y se quedó ahí con una mirada de otra vez no en su rostro. Estaba vestida con una sudadera y una camiseta larga, su cabello recogido en una cola de caballo apretada. Su mejor amiga no parecía feliz. —Déjame adivinar, ¿un cierto alguien, apareció de nuevo? 


 


Mark rodó los ojos mientras pasaba junto a ella y su sarcasmo. Dejándose caer en el sofá, dejó escapar un suspiro de frustración. No era divertido tener un acosador. Sus nervios lo tenían en el borde, y un dolor de cabeza latía detrás de un ojo. El tener a alguien obsesionado con él no era algo que Mark quisiera volver a experimentar otra vez en la vida. 


 


—Simplemente no entiendo por qué él no desaparece. —No era como si estuviera alentando al tipo. Demonios, él corría cada vez que veía a Jay o lo escuchaba en su puerta. ¿No debería ser eso un enorme indicio? 


 


Amber se dirigió a la cocina, trayendo de regreso dos botellas de cerveza. Dándole una a Mark, se sentó junto a él, colocando su mano sobre su rodilla. —No lo sé, cariño. ¿Has ido a la policía por una orden de restricción como te dije? 


 


—¿Con qué? —preguntó con exasperación Mark. —Cada vez que he llamado a la policía, él ya se ha ido para el momento en que ellos llegan. Él no deja mensajes de voz y limita sus llamadas. ¿Qué pruebas tengo?—. Retrocediendo en el sofá, gruñó por la abrumadora frustración que sentía. Esto había estado sucediendo ya por un mes. 


 


Y sólo se estaba poniendo peor. 


 


Jay solía venir al apartamento de Mark una vez a la semana más o menos. Ahora, eran tres veces a la semana. Mark tenía la sensación de que el hombre iba a comenzar a venir a diario. Se estremeció con la idea. Algo tenía que pasar. No podía vivir su vida de esta manera. Todo lo que quería era que Jay lo dejara en paz. Eso no era pedir mucho. 


 


¿Verdad? 


 


Con una cálida sonrisa en su rostro, Amber le dio unas palmaditas en la rodilla con cariño. —Sabes que siempre eres bienvenido a esconderte aquí. 


 


Ese era el problema. Él no debería de tener que esconderse. Si tan sólo Jay pudiera metérselo en su cabezota, que todo se había acabado, entonces todos serían felices. —Gracias. Perdón por traer esto aquí. 


 


Amber movió su mano desechando las disculpas. —No seas tonto. Has sido mi mejor amigo desde siempre. 


 


Mark se mordió el labio inferior mientras pensaba en alguna manera de salir de esta pesadilla. Tenía que haber algo que pudiera hacer para hacerle ver a Jay que todo había terminado. 


 


Amber le dio un ligero apretón a su rodilla y luego se puso de pie, se estiró y se dirigió hacia la cocina. —Cociné la cena. No es mucho, pero estas invitado. 


 


Tratar con Jay le hizo a Mark perder su apetito. La comida era la última cosa en su mente. Deshacerse de Jay era lo más importante. Si el tipo no dejaba de acecharlo, no estaba seguro de lo que iba a hacer. Esto tenía que parar. 


 


Levantándose, siguió a Amber a la cocina. No tenía sentido ofender a la única persona que le daba de comer, aparte de los restaurantes de comida rápida. Si Mark tuviera que cocinarse para él, terminaría en el hospital por intoxicación alimentaria. Él era así de malo. Además, Amber era su mejor amiga. No quería ofenderla. 


 


—Podría llamar a un amigo mío. Se especializa en seguridad. Tal vez él podría darte algunos consejos sobre qué hacer —dijo Amber mientras tomaba dos tazones de la alacena y los llenó con espagueti. 


 


—Gracias. Tal vez tendré que hacer eso. El Señor sabe que correr de él no está funcionando. — Mark aceptó el tazón. Tomando un tenedor del cajón, se sentó a la mesa. —Veo que esta noche es de espagueti de pobre. 


 


—Oye, no tienes que comértelo. La carne es cara. 


 


Mark solo la estaba provocando, y ella lo sabía. Su mejor amiga estaba tratando de recuperar sus ahorros después de la reciente mudanza. Si había algo que Amber supiera cómo hacer, era planear sus gastos. La mujer pasaría sin comer para asegurarse de que todo fuera pagado y dinero apartado en su cuenta de ahorros. Si tan sólo él tuviera dinero para considerar siquiera una cuenta de ahorros. 


 


—Perdón. Sabes que aprecio todo lo que haces por mí—. Eso coloco de nuevo una sonrisa en su hermoso rostro. Era cierto sin embargo. Mark la amaba como a una hermana y le daría hasta la camisa. Estaría perdido sin Amber en su vida. 


 


—Está bien, pequeño. Come, entonces puedes dormir en el sofá hasta que tengas que ir a trabajar. —Ella agitó el queso parmesano sobre su plato hasta que la pasta roja se volvió blanca. ¿Cómo diablos se comía algo así? Ni siquiera podía ver ya la pasta. 


 


Amber posó el recipiente sobre la mesa y curvó una ceja finamente arqueada hacia él—. Ni siquiera empieces. 


 


Mark se rió entre dientes y luego se comió lo que le había dado ella. Una vez que su tazón estuvo vacío, lo llevó al fregadero, lo enjuago y luego lo puso en el lavaplatos. Agarró otra cerveza de la nevera y luego se recostó en el sofá. Esta iba a ser una noche larga si tenía que evitar a Jay en el trabajo. Su jefe, Nichkhun, no iba a estar muy feliz si el ex de Mark causaba una escena. Nichkhun era genial, siempre y cuando todo el mundo siguiera sus reglas. Y el traer problemas personales al trabajo no estaba en su libro de reglas. 


 


****** 


 


Jackson bostezó mientras metía su GTO en su entrada. Estaba finalmente en casa. El día había sido largo, y todo lo que Jackson quería hacer era ponerse cómodo y relajarse. Apagando el motor, sacó las llaves del encendido y salió del coche, lo cerró con llave, y luego se guardó las llaves. Trotó por las escaleras y abrió la puerta principal, entrando a su casa. 


 


—Hola, cariño. —Se inclinó y besó a Fei en la mejilla antes de caminar a la cocina. Hurgando en el refrigerador, agarró una botella de jugo de naranja y se la bebió hasta la mitad incluso antes de sacarse su chamarra. Llevó la chamarra a la sala y la arrojó en el respaldo del sofá. 


 


—Kai ha estado llorando por ti hoy —dijo Fei mientras cerraba el libro en su regazo, sonriendo a Jackson. 


 


Maldición. Odiaba que tuviera que trabajar, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Las facturas no iban a pagarse solas. Dejando el bote de jugo, Jackson se deslizó en el cuarto del bebé y vio a su hijo profundamente dormido. Pasó un nudillo por la suave mejilla del querubín antes de agacharse y besar su pequeña nariz. Cerrando silenciosamente la puerta, se dirigió a la sala. 


 


Jackson se dejó caer en el sofá y bajó la cabeza hacia atrás contra los cojines, suspirando mientras pensaba en el trabajo. Tuvo un día terrible. Un nuevo cliente no podía entender por qué Jackson no iba a satisfacer el precio ridículo del hombre. 


 


Tal vez porque estaría cortando mi propia garganta para darle al tipo lo que quería. 


 


Jackson no cobraba de más a sus clientes. Pensaba que era justo. Pero sabía que a algunos hombres les gustaba regatear y pensaban que los estaban robando. Lo único que habría robado el acuerdo sería la comida de la mesa de Jackson. 


 


Los dos hombres por fin fijaron un precio para instalar un sistema de alarma nuevo en la joyería de su cliente. El trabajo no debería tomar tanto tiempo. El tipo fue por el paquete más barato que la empresa de seguridad de Jackson ofrecía. Si él fuera dueño de una joyería, habría ahí lo más moderno en sistemas de alarma cuidándola. Algunas personas eran malditamente demasiado tacañas para su propio bien. 


 


Negociar con un avaro drenaba a un hombre. 


 


Jackson se frotó las sienes, sintiendo la tensión aliviarse lentamente. Quizás una buena ducha caliente haría el truco. Él había cerrado el trato. Uno de sus tres socios podría manejar el resto. No había forma de que Jackson estuviera lidiando con el Señor Park de nuevo. Él junto con sus tres compañeros de la SEAL, eran dueños de una pequeña empresa de seguridad especializada en sistemas de alarmas con tecnología de última generación. Jackson sonrió al pensar en entregarle éste a Brian Kang. Brian y el Señor Park se llevarían fabulosamente. 


 


Brian tenían una tolerancia muy baja para los idiotas. Esa primera reunión sería interesante. Desafortunadamente, Brian estaba fuera de la ciudad en este momento. Y porque el hombre tenía miedo a volar, había tomado el Greyhound de regreso. Nunca entendería el miedo de Brian. 


 


Sintiendo su cadera vibrar, tiro de su teléfono celular fuera de su estuche de cuero y lo apretó a su oído. —¿Hola? 


 


—Hola, Jackson, soy Amber. 


 


Jackson sonrió mientras se recostaba y echaba su brazo sobre el respaldo del sofá. —¿Cómo está mi chica favorita? 


 


—Mentiroso, Fei es tu chica favorita. —Se rió Amber. 


 


Él se rió entre dientes ante la verdad. —Está bien, segunda favorita. 


 


—Me conformo con eso —dijo Amber—. Oye, perdón por llamar tan tarde, pero necesito pedirte un favor. 


 


¿No lo hacía todo el mundo? Pero Jackson sabía que haría cualquier cosa que Amber quisiera. Se habían vuelto amigos en la universidad y si no fuera por ella, no habría sobrevivido su último año antes de la graduación. El trabajar e ir a la escuela había sido brutal. Ella le dio tutorías y le pateo el trasero cuando holgazaneaba. Afortunadamente, con su ayuda, él se había graduado a tiempo y con bastante malditas buenas calificaciones. 


 


—Sabes que todo lo que tienes que hacer es pedir. — Dándole un sorbo a su jugo de naranja, Jackson finalmente descanso sus pies sobre la mesa de café. Estaba medio tentado a quitarse los zapatos, pero esperaría a ver que quería Amber primero. 


 


—Tengo un amigo que necesita un pequeño consejo. — Amber lo puso al corriente en los detalles del problema de su amigo Mark. Una vez que terminó, Jackson hizo las preguntas estándar sobre las órdenes de restricción y los informes de policía. 


 


Amber suspiro y Jackson sabía por experiencia que eso significaba que la situación era precaria. —El tipo es bueno, Jackson. Él no deja evidencias así que parece como que Mark estuviera inventando todo. 


 


Jackson había tratado con acosadores antes. Nunca aprendían por si solos. —Dime dónde trabaja. —Si este tipo Jay iba a acosar a Mark en su trabajo, entonces Jackson quería atestiguarlo. También le daría la oportunidad de obtener detalles de Mark que, estaba seguro, Amber no tenía. No todo el mundo confiaba cada pequeña cosa que pasaba a sus amigos. 


 


—Él trabaja en el Club VIPER ROOM. Él es el DJ allí. 


 


Un chico fiestero. ¿Por qué Jackson no estaba sorprendido? Él amaba a Amber como a una hermana, pero ella siempre tenía la costumbre de hacer amigos con la gente más extraña. —Dame una descripción de Mark, así sé a quién buscar. Haré una visita allí esta noche y conseguiré los detalles de tu amigo. 


 


—El mide un metro setenta y cinco, y pesa aproximadamente cincuenta y nueve kilos. Tiene pelo rubio corto con perilla rubia y ojos almendrados. Oh, y tiene un aros en las orejas. Lo reconocerás enseguida. Él todavía se ve como de dieciséis años. — Amber se rió entre dientes mientras finalizaba. 


 


—Él es mayor de edad para trabajar ahí ¿no? — Jackson no quería saber nada de menores de edad bebiendo y festejando. Su vida era bastante complicada con la empresa de seguridad, sin entrar en la mierda legal de un cliente menor de edad y en dónde trabajaba ilegalmente. 


 


— Jackson, me conoces mejor que eso — Amber lo reprendió—. Él tiene veintiséis. 


 


—Perdón, tenía que preguntar. Está bien, iré allí y comprobare las cosas. ¿Está trabajando ahora? 


 


—Sí, se fue hace como una hora. 


 


Bueno, ahí se iba su noche de relajación. Sabía que le haría este favor a Amber. Además del hecho de que lo saco del fracaso, en los diez años que Jackson la había conocido, ella nunca le había pedido un favor. Eso era una estrella dorada en su libro. 


 


—Te dejaré saber lo que encuentre. 


 


—Gracias, cariño. — Amber hizo ruidos de besos antes de colgar. Ella siempre sabía cómo hacerle sonrojar. 


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