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Mañana por endora

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y este fanfiction lo hago sin fines de lucro.

Mañana


Sus ojos azules observaban el paisaje a través de la ventana. Usualmente disfrutaba los viajes en tren, que a su parecer eran más cómodos que un coche, incluso eran más cómodos que uno tirado por cuatro caballos, pero este viaje era la excepción. Por una parte estaba nervioso por su nuevo trabajo como administrador de una pequeña hacienda cuyo propietario lo había contratado más por ser el hijo de una antigua cortejada que por sus méritos en Oxford y por la otra, estaba el viaje que ya llevaba varios días.


Trasladarse de su cómoda casa en Bath a una hacienda en Derbyshire le resultaba menos que tentador, tomando en cuenta lo mucho que le gustaba ir a Londres a visitar a su tía y en especial a la sobrina de esta.
Eso le hacía ver el viaje en el tren de una manera fría, sin ánimo alguno. Incluso el paisaje le parecía monótono y nada rememorable o digno de admiración, en cambio todo parecía darle igual y ¿no había visto ya el mismo prado hace veinte minutos? Un brusco movimiento les hizo tambalearse un poco y lo despertó de su sopor auto inducido en el medio de su aburrimiento mental.


“Parece que pararemos en la estación siguiente” mencionó el caballero a quien había conocido el día anterior y con quien había estado compartiendo e intercambiando gacetas, periódicos y uno que otro escrito de cotilleo y otros un poco más serios.


“¿Qué no nos falta aún una noche y medio día para llegar?” Ese era más o menos el tiempo estimado por su madre, según las cartas del señor Elton. Y tomando en cuenta que tendrían que tomar además un coche y pasar la noche en una hostelería.


“Oh si” balanceo la cabeza repetidamente como afirmación a esas palabras “Pero…” y ahora comenzó a disminuir el tono de voz “Se rumorea que han atrapado en el tren a unos tortolitos” sonrió con algo que Milo no supo descifrar que era, ¿malicia, ternura? solo Dios sabía que se ocultaba tras esos ojillos diminutos y brillantes “Parece que es la hija de un noble, según escuche en el vagón comedor, las pesquisas en el anterior pueblo dieron como resultado la sabiendas de que van en este tren y como era de esperarse, un familiar del padre, el señor S, ha logrado la retención del tren en la siguiente estación”


Milo soltó un bufido “¿Pero será solo para localizarlos, verdad?”


“Quien sabe, algo se dice del hombre que huyo con ella, el tortolito. Un hombre sin mucho dinero y como oficio maquinista” termino su discurso acomodando sus gruesas manos sobre el inicio de su abultado abdomen bajo el saco.


“¿Cómo?” ¿Qué hacia la hija de un noble huyendo con un simple conductor? De un guapo arribista lo hubiese esperado, quizá de un atractivo vividor, ya de menos el hijo de alguna familia que lo había desheredado por causa deshonrosa. El hombre a su lado pareció adivinar su pregunta.


“Es lo que se dice, pero no se sabe nada del joven. Algunos dicen que es el hijo natural de un reconocido político, quien no heredará más que la cara del padre, otros que la han visto cerca de la cabina privada, a la dama me refiero. Por mi parte…” Milo aguzo el oído “Me pareció ver a la infortunada dama con un caballero no mayor a usted” Milo alzo la ceja “Pero como le digo, las conjeturas son varias y nos obligarán a quedarnos por lo menos una noche en el siguiente pueblo.


“Vaya” quería insultar, quería ir y retar él mismo a los tortolitos por andar presentando semejante teatrito y escandalo juagando así con el tiempo ajeno. Pero por otra parte, le señorita S, su historia, parece que llenaría la gaceta de chismes y las cartas de los siguientes días. Ya se imaginaba teniendo la atención completa de su madre y su hermana al contarles que él iba en el mismo tren de la señorita S y lo vio todo. Podría ser incluso que su hermana la conociese, había estudiado en un prestigiado colegio después de todo, se la pudo imaginar, sus ojos verdes al punto de las lágrimas, sus blancos dientes apretar de forma no muy delicada sus rojos labios en clara señal de lo que le habría gustado estar en ese mismo tren. Y porque negarlo, le daba curiosidad a él mismo saber acerca de los involuntarios “o quizás no tanto- actores de esa improvisada y trágica obra de teatro. Por un momento se reprochó el no haber ido al vagón comedor esa tarde, quizá él también habría visto a la buscada pareja.


La conversación se estancó ahí y es que nadie podía decir más, al llegar al andén Milo pudo ver a un pequeño grupo de hombres esperando, no había nadie más cerca de ellos, parecían predispuestos a propósito sobre la tarima de madera solo para mirar al tren con malos ojos. Supuso que el tío S, sería el de en medio, su mirada era más adusta y su semblante parecía más severo que el de los demás, que lucían más desgarbados a su lado, uno incluso mirando su reloj de bolsillo.


El tren se detuvo y aunque nadie pudo bajarse aún, más por ser presas de la curiosidad que por ayudar al grupo de caballeros, si hubo un murmullo general. Después de un cuarto de hora los caballeros habían bajado de nuevo al andén con una joven ataviada en un elegante aunque sencillo vestido, quien se tapaba el rostro con un abanico, solo pudo distinguirle el cabello azabache peinado en un elegante moño y la piel pálida de las manos, así como su delgada silueta. Por parte del segundo tortolito llevaban a un hombre ya mayor, que rondaba los treinta y cinco años, el cual reconoció como el conductor y a un joven no mayor de veinticuatro años, rubio y de tés bronceada, del cual no sabía su nombre.


Al verse envuelto el conductor en tan intempestivas pesquisas tuvo que ser evacuado el tren hasta no establecer culpabilidad o inocencia alguna sobre ese caso tan infortunado, infortunado para la señorita S, claro está.


Milo suspiró y unos minutos después estaba pisando la madera crujiente del andén.


“¿Tiene dónde ir amigo?” el hombre del tren hablo “Yo tengo unos parientes que viven por aquí y no caería mal una visita, puede venir si lo desea”


Milo dudó por un momento, no eran allegados, sus familias ni siquiera se conocían, sería una falta de educación aceptar tan tremendo acto de bondad y aunque moría por una cama caliente y cómoda se negó rotundamente alegando en todo momento que no podía dar consentimiento a tal acto de hospitalidad y buen corazón, lo halago lo más que pudo para librarse de ese aprieto y al fin partieron en direcciones opuestas. Llego a un mesón, uno que no le pareció caro y pidió una habitación. El dueño del lugar parecía complacido del incidente del tren, que además del espectáculo de la semana le había traído consigo clientes fuera de temporada.


No pidió nada para cenar, pero aun así no podía conciliar el sueño, salió de su habitación para dar una pequeña caminata que le permitiera unas horas de sueño, ya que si el incidente de la culpabilidad del conductor no era resuelto se les había avisado que conseguirían otro conductor para el partir por la mañana, según rumores el tío S tenía un cargo importante ahí y había retenido el tren en busca de más cómplices de la desafortunada pareja, así como recompensar al buen samaritano que deseando ayudar a que la reputación de la señorita S no se viera empañada había delatado a la pareja.


El paseo nocturno le había caído bastante bien, estaba comenzando a pensar que el encierro en el tren tenía gran parte de la culpa en su estado apático. Nunca creyó darle la razón a su madre en la frase que solía repetirle cuando estaba en casa solo en el ocio de leer y escribir esquelas a sus amigos dar un paseo libera el alma y abre la mente creyó que era solamente para apartarlo de la mesita, la tinta, el papel, la vela y los peniques.
Cuando regreso de su paseo pudo al fin dormir como es debido, simplemente se acomodó sobre su mullido colchón y no supo más de la vida hasta entrada la mañana, se había dado un susto de muerte cuando la camarera entro, era casi el medio día. Como pudo se vistió y salió corriendo con su pequeña maleta en mano hacia la estación, pero cuando llego el tren ya se había marchado “con la mitad de su equipaje-. En la taquilla le informaron que había cuatro pasajeros que no habían abordado de nuevo, dos de ellos no era posible revelar sus nombres “debían ser los Tortolitos- entre los otros dos estaba un señor Churchill y el suyo. Suspiró, compro un boleto para el próximo tren, que salía a primera hora de la mañana del siguiente día.


Después de eso se dirigió hacia el correo y envió una esquela a su madre y otra al señor Elton. Salió un poco cabizbajo ¿Qué pensaría su madre y el señor Elton de que haya perdido el tren?


“Vaya, sigue usted aquí” una voz entre familiar y desconocida hablo tras él, al darse vuelta se encontró con el caballero del tren “He decidido quedarme unos días con mis parientes, después de mi llegada intempestiva la pasada noche y la amabilidad y fácil trato intimo que encontré en mis primos sería una descortesía de mi parte no quedarme con ellos unos días más ¿usted?”


“Perdí el tren” algo desanimado Milo le contó lo sucedido.


“No esperaba verlo de nuevo, que lamentable su situación y tan corto de tiempo para llegar a su destino. Si se queda donde mis primos, como ya le había propuesto antes, me aseguraré personalmente de que tome el primer tren por la mañana”


Caminaron un poco hasta un hostal donde pidieron el almuerzo y fue ahí donde Milo recordó que no había comido nada desde el día anterior. Después del día y medio que habían pasado sentados uno al lado del otro al fin hicieron las respectivas presentaciones, el señor Churchill era medico e iba a pasar unas vacaciones de un par de meses a casa de su suegra, que aunque era viudo y sin hijos siempre había mantenido un amor por su difunta esposa que lo llevo a permanecer sin una esposa y a seguir viendo a su suegra como a una madre. Milo por su parte le conto que era un reciente egresado “de apenas un año- de un colegio en Oxford, aunque no ahondo en el motivo que lo llevo a aceptar un trabajo tan lejos de Bath.


Al termino del almuerzo le fue ofrecida de nueva cuenta una habitación en casa de los señores Churchill, la cual fue cordialmente rechazada de nueva cuenta, pero pidió la dirección de la residencia del matrimonio Churchill así como la de la suegra del doctor y al final la propia de este, para hacerles llegar una carta de propia mano con sus sinceros agradecimientos por la cordialidad ofrecida.


Después de despedirse y de andar aquí y allá finalmente llego la noche, Milo se encamino al andén y se dispuso a dormir ahí. Lo cierto era que no llevaba mucho efectivo encima, los detalles que no le había manifestado al venerable doctor Churchill fueron las oscas resoluciones de su madre hacía con él y su dinero. El padre de Milo les había heredado una cuantiosa renta tanto a él como a su madre y hermana, pero su madre tenía absoluto control sobre esta, la vida nocturna de Milo, si bien no tan libertina, si tenía poco decoro y había llegado a oídos de su madre que estaba frecuentando a una cortesana de Londres además de estar cortejando a la sobrina de su tío, cuando esta le dijo que tenía que sentar cabeza ya fuere con la señorita Collins o con una muchacha de buena familia que frecuentaba a su madre, una tal señorita Williams y dejar de frecuentar a la cortesana, que según ella, no quería saber ni su nombre “pero Milo estaba seguro de que lo sabría de sobra- para seguir recibiendo su renta y ante la negativa de Milo en sentar cabeza, esta le quito el apoyo económico no sin antes conseguirle un empleo con el señor Elton en espera de una pronta decisión a tomar en matrimonio a una de estas dos señoritas y en quitarle de la cabeza a la otra.


Así pues se hallaba sin dinero del cual disponer y no quería llegar por completo sin nada a donde el señor Elton, ya que recibiría su paga hasta dentro de un mes. Se tumbó sobre la butaca del andén, se acomodó mejor el abrigo y uso su maletín como almohada improvisada. Extrañamente esa noche lo venció el sueño rápidamente, quizá por la fatiga mental de autocastigo a la que se había sometido, sus ronquidos se dejaban escuchar en el andén o al menos, hasta que el sonido de un motor a vapor los fue apagando lentamente. Pero el sueño en el que se había sumergido no era suficiente como para no escuchar el estruendo le la maquinaria o sentir el vapor cercano a él.


Se despertó y desperezo sus ojos a tiempo para ver a un pequeño tren pararse en el andén, miró su reloj de bolsillo, pero apenas eran las tres de la madrugada, el primer tren debía partir alrededor de las siete de la mañana. Aun así se levantó para hablar con el joven que salió de uno de los vagones.


“¿Es este el tren a Derbyshire?” se apretó bien el abrigo a su cuerpo y hundió un poco su barbilla en la bufanda de lana que llevaba.


“Si, pero el tren del correo”


Milo hizo una mueca, el tren del correo siempre era más incómodo que el de pasajeros “¿Podrían llevarme?” el joven se lo quedó mirando como si los fuese a asaltar “Tengo un boleto para el tren de mañana, pero me convendría más irme a esta hora ya que perdí el de ayer” el joven alzo una ceja “Podría pagarles, o darles el boleto, para que lo cambiasen”


“Espera, preguntaré al conductor” al cabo de unos minutos el chico volvió “Puedes venir, solo paga medio boleto” Milo le entregó el dinero “Sube al penúltimo vagón, que es donde van los pasajeros.


Milo asintió y se encaminó a donde le habían indicado, los vio hacer unos menesteres y rellenar unas bitácoras que estaban fuera de las oficinas a pesar de que estaban cerradas y se imaginó al ver vacío el lugar que quizá hoy extrañamente no había correo.


Subió al vagón indicado y notó que era el único que viajaba en este, lo cual en sí mismo no le resultó extraño, los viajes nocturnos en el tren de correos estaban más bien indicados en caso de emergencias.
Se sentó en uno de los lugares vacíos junto a la ventana, saco de su maletín un pequeño libro, que ahora era lo único que portaba para leer y se lamentó en silencio no haberle pedido al doctor Churchill el periódico de la mañana, seguro que no habría tenido inconveniente en dárselo, ya que lo habría leído ya y Milo no había podido comprar el suyo. Dio un suspiró y encogiéndose de hombro abrió el pequeño libro encuadernado en piel y leyó la caligrafía ya tan conocida a sus ojos.


Al cabo de un rato de lectura y furtivas miradas al paisaje nocturno que por alguna razón le resultaba más atractivo que el de la noche anterior se había quedado dormido, sobre todo debido a la tranquilidad y quietud que le otorgaba el hecho de que el personal del tren estuviesen más ocupados en clasificar el correo que en atenderle, se había recargado en la ventana, en una postura no muy envidiable, hasta que unos bruscos movimientos le hicieron golpearse la cabeza contra esta, al despertar de súbito observo como el tren se iba de lado y se agarró fuertemente al respaldo del asiento de enfrente, evitando así algún golpe fuerte o grave.


Cuando todo cesó se acercó a la puerta del vagón solo para encontrarse en el medio de una nube de polvo y vapor el cual le hizo toser. Cuando esta se disipo pudo distinguir que el vagón estaba muy inclinado y a unos escasos pasos del andén de una vieja estación de trenes que no le parecía conocida. Milo salto y sintió la tierra firme bajo sus pies, aun así se tambaleo un poco debido a un súbito mareo que le había sobrevenido de repente.


Caminó al andén y vio como entre varios jóvenes sacaban a unos hombres de los primeros vagones, el personal de la estación se acercó a ayudar también y entre ellos un joven que no parecía ser empleado del lugar, por su traje tan elegante, aunque un poco pasado de moda, vio como bajaban entre dos jóvenes a un hombre ya entrado en los cuarenta, debía ser el conductor. Milo dio unos pasos más, solo para comprobar que con el estruendo había un zumbido en su cabeza el cual le impedía escuchar con claridad, se tambaleo un poco y el joven rubio de traje elegante se acercó a él ayudándole a llegar al andén.


Al cabo de unos minutos el zumbido había remitido y un doctor había ido a evaluar su estado, algunos trabajadores y el conductor se habían lesionado, pero Milo después de una revisión rápida había sido evaluado como estable, solo había recibido unos cuantos golpes sin mucha importancia y a decir del médico un buen descanso y una copa de jerez le dejarían como nuevo.


“Usted no pertenece a los empleados de correos ¿verdad?” el joven no se había apartado de él desde que lo ayudase a caminar.


“No” se tocó la cien, aun no se sentía tan bien como habría querido “Yo viajo a Derbyshire”


“Lo siento mucho” el joven que le admitiese en el tren se acercó a ellos “El tren se descarrilo debido a una falla en los rieles, no podremos llevarlo a Derbyshire, debemos encargarnos de este accidente que de seguro retrasará el correo”


Milo asintió en entendimiento, aún conservaba el boleto y no debería estar tan lejos de Derbyshire. Poco a poco los trabajadores se fueron retirando y dando paso a otros que llegaron acompañados de un hombre mayor ya entrado en sus cincuentas y comenzaron a evaluar los daños. Aun así Milo no creyó que estuviese listo todo para una pronta partida en el tren de la mañana.


“Venga conmigo, le daré hospedaje en mi casa” el joven le hablo suavemente para que no sintiese esa amenazante punzada en la cabeza.


“No, no puedo ocasionarle tal molestia. Esperaré aquí el próximo tren”


“No es molestia, además las labores de reparación llevaran varias horas, seguramente que al recibir tal noticia, el tren de la mañana se retrase por horas, me aventuraría a pensar en una salida al mediodía o después. No puede pasar aquí tanto tiempo, además el médico le recomendó reposo y aquí seguramente que no podrá descansar. En casa hay una habitación de invitados bastante cómoda, si me permito decirlo, y un jerez por demás añejado” el joven le sonrió y fue ahora en que Milo pudo notar por vez primera la singular belleza en las facciones de este, su cabello rubio caía en gruesos y sedosos rizos, su piel era de un pálido bastante agradable y sus ojos de azul más claro que los suyos.


“Me abruma con su buen sentido del deber, pero quizá fuese mejor ir al hostal del pueblo” Milo se sonrojo un poco para este punto, por alguna razón rechazar la amable hospitalidad del joven le resultaba más difícil que con el doctor Churchill.


“¡Nada de eso! No se sienta abrumado, me he propuesto llevarlo como huésped a mi casa y déjeme decirle que lo conseguiré. Después de un accidente así, estará de acuerdo conmigo en que no es lo más conveniente ir a un hostal, no me dejará con la conciencia intranquila ¿verdad? Si algo le ocurriese, que dios no lo quiera, no me dejará con él hubiera de alguna de mis acciones ¿no es cierto?” le sonrió de nuevo con ese aire elegante y casi familiar con el que Milo solo pudo sonrojarse más profundamente “Además si se queda yo personalmente podría hacerle compañía mañana a la estación a preguntar por el tren, así como servirle de compañía en caso de la espera”


Milo entonces no encontró más razones para negarse y acepto la invitación de su repentino e improvisado anfitrión.


El joven lo ayudo a Milo a ponerse en pie y se ofreció a llevar su maleta. Durante el andar por el pueblo, dedujo que serían cerca de las cinco y media de la mañana y aunque su razonamiento personal no le dejaba ver por qué razón el joven se encontraba a esas horas paseando por ahí, en su fuero interno se lo agradecía intensamente. Milo atino a pensar que una presentación en esas particulares circunstancias serían más que obvias así como un gesto de educación y agradecimiento, pensó así en memorizar la dirección para enviarle alguna esquela con algún presente que pudiese comprar al recibir la paga y quien sabe, visitarlo en algún tiempo cuando tuviese la ocasión de viajar a Bath a ver a su madre.


“Gracias por su hospitalidad amigo mío, pocos como usted” a su mente vino el buen doctor y sonrió pensando en cómo se había encontrado con dos buenas personas en ese tumultuoso y hasta tormentoso viaje. Y se preguntó quién la estaría pasando peor, la señorita S, o él “Creo que lo correcto es presentarle mi nombre junto con mi agradecimiento, me llamo Milo Edwards” le extendió a demás su tarjeta personal, que saco de uno de los bolsillos de su saco.


“No tiene nada que agradecer amigo mío, puede considerarme, si así lo desea, como un íntimo de ahora en adelante. Es un gusto conocerle Milo Edwards, soy Afrodita Williams” Milo lo miró extrañado con el femenino nombre “Mi madre siempre quiso una hija, pero murió al darme a luz, así que mi padre me nombro así en honor a sus expresos deseos, no me molesta en lo más mínimo, si se lo pregunta” Milo sintió entonces un calor en los oídos, seguramente se estaría sonrojando profusamente, bajo la cabeza un poco para que esto no fuese tan notorio para el joven, quien solo atino a reír con suavidad.


Al cabo de unos minutos habían llegado a una casa en una posición céntrica y bien alumbrada, lucía un inigualable estilo antiguo, que casi parecía haber sido hecha no tan en el pasado como Milo sabía que tendría que haber sido, pero solo pudo admirar a Afrodita por encontrar a tan inigualable persona que hiciese esos arreglos tan precisos e imperceptibles a ojo humano.


No toco esperando que le abriese un criado, tomo su llave y entro seguido de cerca por Milo. Había visto la fachada y a pesar de no ser una casa tan grande como la de su madre en Bath o su tío en Londres, era de por lo menos tres plantas abiertas a los visitantes y seguramente un ático y sótano privados. Afrodita se quitó su pesado abrigo gris y ayudo a Milo a hacer lo mismo, deshaciéndose a la vez de la bufanda. Casi al instante de colocar los abrigos sobre un perchero se presentó ante ellos una bella joven pelirroja ataviada en un delicado uniforme y delantal, saludo al joven amo con un cordial asentimiento.


“Buenas noches señor ¿Desea que le sirva en algo al amo y su amigo?”


“Buenas noches Marin, si eres tan amable atiza el fuego y trae una de mis mantas de lana además de una botella del jerez más añejo de la casa y dos vasos” Afrodita entro entonces en su casa, un corto pasillo los llevo ante unas escaleras de caracol y a cada lado una frente a la otra una puerta los flanqueaba, doblaron a la derecha y llegaron al salón principal, según lo que Milo pudo deducir.


“Tome asiento, ya verá que con el calor del hogar pronto se sentirá más cómodo y tranquilo”


Afrodita se sentó frente a él. Al principio Milo se sentía bastante tenso, aunque a causa del estrés mental no se había percatado de toda la tensión muscular que lo aquejaba, había sido ahí, en el mullido silloncito frente al hogar lo que le había disparado el conocimiento de cada musculo de su cuerpo que pedía a gritos algo de atención y soltura.
Así que se dejó caer para atrás recargando todo su peso en el cómodo respaldo, poco a poco fue sintiendo como sus hombros se destensaban soltando así el gran peso que sostenía en ellos aunado a esto sus brazos se sintieron casi lánguidos, pero no de una forma incomoda, sino de una manera agradable y así fue como su cuerpo poco a poco comenzó a relajarse y su mente también lo iba haciendo, en gran medida debido a la presencia de su joven anfitrión que al descanso general y del que comenzaba a ser consiente.


No tardo mucho para que la joven doncella volviera con una cómoda manta de lana la cual coloco cubriendo las piernas y parte del dorso de Milo hizo una reverencia y volvió a salir.


“Tengo otro criado, pero algo me dice que recibiré un reto por haber salido a pasear sin él a estas horas de la noche” sonrió demostrando que, en realidad no le preocupaba en lo más mínimo ese pequeño detalle.


Unos pasos a través del corredor se dejaron escuchar, pero quien entro en el saloncito no era la doncella sino un hombre de mediana edad calvo y una mirada que no denotaba mucha amabilidad.


“Ah, Tatsumi, te hemos despertado” Afrodita le ofreció una sonrisa.


“Señor…”


“Él es mi amigo el señor Edwards quien pasará esta noche como nuestro invitado” el hombre hizo una reverencia no muy convencido de querer hacerla “Ya que te has despertado, ¿Podrías asegurarte de que el cuarto para invitados está listo para su uso? Ve que tenga todo lo necesario para que nuestro amigo se sienta cómodo y si ves que hace falta alguna indumentaria o cualquier objeto que impida esa comodidad asegúrate de cubrirla” el joven giró ligeramente su cabeza y de forma delicada apoyo su barbilla en el dorso de su mano, la mirada que ilumino su rostro Milo no la pudo descifrar.


El criado hizo una reverencia y salió del saloncito dispuesto a hacer lo que su amo le había mandado.


Apenas salir el hombre la doncella entro con una bandeja donde llevaba la botella de jerez y dos copas. La dejo sobre la mesita de té y se retiró.


Afrodita le sonrió y sirvió el vino. A la nariz de Milo llego el aroma inconfundible de un buen y añejado jerez. El oscuro líquido resbalo en el cristal hasta el fondo de la copa, al término de servirlas su anfitrión le extendió una.
Milo agradeció y dio un trago a la bebida, la cual inconscientemente había estado saboreando y al fin podía paladear. Afrodita no le había mentido, ese era el mejor jerez que había probado en su vida y aunque él era más de un buen brandy esa copa de añejado vino le resultaba a gloria.


Al término de la copa Afrodita sugirió que fuese a descansar, después de todo había pasado por muchas emociones fuertes en tan solo unas pocas horas. Le acompaño hasta el segundo piso y le dejó en su habitación, no sin antes mencionarle que para cualquier cosa que llegase a necesitar podía llamar a cualquier hora, ya fuese a un criado o a él mismo, le fueron dadas entonces las señas de la habitación del amo de la casa.


Lo último que había visto de Afrodita habían sido sus claros ojos, a Milo le parecían casi transparentes, había recibido una sonrisa a la que clasificaría como deslumbrante y un más que afectuoso buena noche. Había quedado solo en esa habitación desconocida “pero acogedora- con un calor recorriéndole el cuerpo y arrebolándose en sus mejillas, un calor que no había sentido nunca antes, ni siquiera con la señorita Twon en las íntimas noches que pasaba fuera de casa.


Miró a su alrededor y la habitación alumbrada con una lámpara de aceite al fondo y un quinqué junto a su cama le parecía más que ajena y nunca antes vista, cálida y familiar. Los colores eran sobrios y neutros, los tapices elegantes, pero de una delicadeza tal que Milo estaba convencido de que las manos e imaginación de una dama habían intervenido en cada minucioso detalle. Los muebles tampoco le pasaron desapercibidos y si bien no eran de un compendio tan completo como lo debían ser las habitaciones principales eran de unos acabados tan delicados que acababan de darle ese toque familiar a la atmosfera. Sus ojos terminaron de pasearse por cada rincón y solo pudo mentalmente felicitar a Afrodita por tan elegante y delicado ajuar.


Un adormecimiento vino de pronto a él, no sabía si debido a la fatiga del dia anterior, al estrés debido al accidente o al dulce vino añejo del cual había gozado de varios vasos, pero en el medio de la confortable habitación encontró un más que una agradable atmosfera para dejarse envolver por el sopor del sueño.


Al día siguiente despertó extrañamente descansado. Las cortinas seguían corridas así que no había luz que se filtrase por estas, observo que la vela del quinqué se había consumido por completo y le dio un poco de vergüenza no haberla apagado antes de dormirse, pero la el aceite en la lámpara le indicaba que esta si había sido apagada por alguien más, al examinar la habitación con más detenimiento pudo ver que su maleta estaba dispuesta sobre una silla y fuera de esta un traje había sido arreglado para su uso, así que supuso que había sido algún criado.


Se puso en pie, sintiendo el adormecimiento normal en sus extremidades y con cuidado se dirigió al ventanal principal y descorrió un poco la cortina verde olivo con delicados terminados en ocre. Su semblante cambio abruptamente al encontrarse de frente con unos rayos más que enceguecedores del astro solar. Rápidamente fue hacia el buró y encontró allí su reloj de bolsillo, ya pasaban de las doce del mediodía, se había quedado dormido. Rápidamente se aseo y se vistió con la ropa predispuesta para él, coloco el reloj en su chaleco y bajo al primer piso.


Al llegar al final de las escaleras de caracol y al estrecho pasillo lo primero que distinguió fue que en el salón comedor se encontraba Afrodita sentado a la mesa, el criado le servía el té desde su derecha, este al verle llegar tan intempestivo al comedor le regalo una mirada ceñuda, contrastando con Afrodita quien le sonrió radiantemente, levanto su diestra y la extendió señalando un lugar en la mesa frente a él, para que se sentase.


“He ordenado para usted unas lonchas de jamón y queso, así como pescado seco. Disculpará usted que no haya fresco, pero estamos lo suficientemente alejados del mar como para un lujo así, también ordene un tazón de fruta de la temporada” Milo se encontró extrañamente obedeciendo cada indicación que con voz calma y resuelta era dictada por el joven rubio, quien esa mañana se encontraba ataviado en una camisa blanca de volantes al estilo francés y su cabello largo y ensortijado estaba atado a su nuca por una cinta “Podría tomar su desayuno” la suave voz lo saco de sus pensamientos “Con un té de hierbas, o, si asi lo desea con alguna copa de vino o jerez” termino con una sonrisa.


Desde su asiento Milo, con una voz algo atropellada se disculpó haberse levantado tan tarde y balbuceo algo del tren de la mañana.


“Oh, es por eso” dejo su taza sobre el platito de porcelana y limpio las comisuras de sus labios con una servilleta que después coloco sobre su regazo “He enviado a mi criado esta mañana a la estación de trenes y debido a que aún se hacen las reparaciones en las vías no habrá un tren hasta mañana. Así que no se preocupe, no le vi el caso a despertarle de su apacible sueño solo para darle esa noticia. Cuando termine su desayuno iremos a la estación a cambiar su boleto por uno para el tren de mañana y además podremos dar un pequeño paseo, para que conozca el pueblo. Yo sé que no es Londres, pero espero que lo encuentre más entretenido de lo que supone”


Afrodita le sonrió de nuevo de forma tranquilizadora y Milo ya más sosegado y después de soltar el aire que no sabía que estaba conteniendo pudo dedicarse por entero a su desayuno.


No hubo necesidad de pedir el periódico, ya que debido al accidente del tren de correos seguro que el Times de Londres estaría aún más atrasado que de costumbre, seguro el ejemplar que tenían allí ya lo habría leído, tampoco vio necesario el pedir uno local ya que probablemente no le entendería mucho.


Así pues, luego de terminar su desayuno se dejó guiar por Afrodita en los alrededores del pueblo. Su primera parada lógicamente fue en la estación de trenes donde le reafirmaron lo anteriormente dicho por su anfitrión, se hizo el cambio de boleto y de ahí partieron de nuevo a la casa del joven para tomar el té. Milo aprovecho esto para escribir unas cartas, seguramente llegaría él primero que estas, pero estaba seguro que para esas horas lo que le paso al tren de correos y a las vías seria ya noticia en todo Inglaterra así que su madre y el señor Elton debían ya de suponer que se retrasaría aún más su llegada. Pero eso no quitaba que por respeto debía enviar aquellas misivas.


Así que con lápiz en mano comenzó a describir con la mejor caligrafía que pudo su aventura nocturna y los pormenores de su atropellado pero afortunado encuentro con el señor Williams. Al termino de esto partieron a conocer el resto del pueblo. Fueron directamente a la oficina de correos, donde el joven encargado les había dedicado una sonrisa y una mirada indulgentes ya que no sabía cuándo se restablecería el correo por tren y solo quedaba enviarlo por coche, pero sería bastante tardado, aun así prometió que las epístolas estarían lo más pronto posible en los domicilios de sus destinatarios.


El camino al centro del pueblo fue todavía más agradable, se acercaba la hora del almuerzo pero Milo estaba realmente fascinado con el pueblo y se preguntó porque sería que en sus viajes anteriores lo había ignorado por completo, se dijo que quizá, fuese por la vieja y deslucida estación de tren que no invitaba para nada el querer bajar y conocer el lugar, tal vez si la arreglaban la afluencia de personas queriendo conocer el lugar aumentase. Aun así, la tranquilidad del lugar era algo que claramente reconfortaba, sin tanta gente que solo iba de aquí para allá a la comida, cena o baile de alguna familia recién llegada o al borde del aburrimiento. Una vida diferente a la de Bath de repente dejo de parecerle tan horrible, ya no esperaba encontrar su nuevo cargo como un tormento, si el condado donde se encontraba la hacienda del señor Elton era la mitad de tranquilo y pintoresco que ese pueblo podría incluso pensar en tener una casita en el campo, para cuando heredara, por supuesto.


Aunque debía de admitir que la mayor parte del brillo y encanto del lugar era por Afrodita, su compañía era no solo agradable, sino que encontraba en sus maneras y modales una inteligencia que escasamente encontraría ni siquiera en Oxford. El joven se había ganado ya su admiración desde la noche anterior, pero contrario de otras personas que en el pasado conociese el encanto no se había roto al caer el día, al contrario había aumentado. Algo en el joven parecía brillar junto al sol, casi resplandecer. Y se preguntó cómo era que ninguna jovencita lo había cazado ya, como solía decir una amiga íntima de su madre.


Llegaron a hostal a tomar el almuerzo, Afrodita explico que era el único hostal a decir verdad, por lo que a esa hora estaba bastante concurrido ya que era el punto de reunión favorito de varias familias de buena posición, simplemente para pasar el rato y cotillear fuera de sus casas.
El lugar estaba lleno de jovencitas que iniciaron un coro de murmullos en cuanto les vieron llegar, señalándolos y riendo discretamente sin apartar los ojos de ellos.
Algunas aprovecharon la oportunidad de saludar a Afrodita y a su vez de conocer y saciar su curiosidad por el joven y apuesto amigo del señor Williams.


“Es usted muy popular amigo mío” Milo vio alejarse al último comité de bienvenida y sentarse a unas mesas de ellos.


“No, no. Hoy usted es la novedad” echaron a reír un poco en lo que esperaban que les sirviesen el almuerzo.


“Y dígame ¿Sale usted a menudo del pueblo?” Milo seguía extrañado de no haber conocido antes a su joven anfitrión en algún viaje de esté a Bath o coincidir en Londres o en Oxford. Por su educación se diría que estudio allí.


“No, nunca. Desde la muerte de mi padre he tenido que hacerme cargo de los negocios de la familia, una mina. Que en lo personal me gustaría cambiar por otro giro pero de momento no se puede” el joven pincho con su tenedor un guisante y lo observo un poco antes de llevárselo a la boca.


“Ya veo…”


“¿Usted viene de Bath?”


“Sí. Voy a tomar un empleo en una hacienda cercana a Derbyshire… quizá sería más fácil llegar en coche ahora” pero no tenía el suficiente dinero como para pagarse tal viaje.


Sintió un poco de recelo en contar su historia, él había sido enviado a trabajar a causa de su vida personal indecorosa, mientras que Afrodita enfrentaba toda la carga familiar a causa del temprano fallecimiento de sus padres. Todo le hacía admirarlo, pero qué tenía él que pudiese agradar al joven, nada, por lo menos eso pensaba. Aun así le conto su historia y lejos de lo que pensaba encontrar, no hubo comentarios mal intencionados o bromas sarcásticas Afrodita le escucho pacientemente y sin emitir algún juicio fuera de lugar. Así se sintió más tranquilo y en confianza.


El resto del paseo no fue menos agradable, al salir de la hostelería pasearon por la campiña deteniéndose en algunos negocios o casas que pareciesen del agrado del joven Milo.


Al volver para la cena ya parecían amigos de toda la vida, reían y bromearan como si llevasen años de conocerse y no menos de veinticuatro horas. La casa le pareció aún más confortable a Milo de que le pareciese horas atrás, aunque el criado seguía mirándole con poca aprobación, era un detalle en el que no reparaba mucho. Supuso que sería así con todos los extraños, si acaso lo que le parecía más extraño era el recelo con el que le servía los alimentos, casi rogándole con la mirada a su amo que no le diese nada, pensó que quizás Afrodita estuviese pasando por algún apuro económico con la mina, no podía preguntarle un detalle tan íntimo y que pudiese darle alguna desazón al joven o mal interpretar su preocupación en un cotilleo vulgar. Pero se prometió a si mismo que buscaría la manera de ayudarlo. Le escribiría de ello a su madre cuando llegase con el señor Elton.


Después de la cena habían ido a jugar una partida de cartas al salón de estar, Milo sintió que Afrodita lo había dejado ganar, pero no se lo discutió, le encantaba ganar. Había algo enigmático en sus ojos, Milo los había contemplado todo el día, pero era en ese momento cuando la penumbra de la noche los envolvía obligándoles a refugiarse entre la danzante llama de las velas cuando sus ojos adquirían un matiz diferente, casi hipnótico. Era como ver en sus ojos el infinito, no lo podía explicar, pero ese par de luceros azul claro le hacían sentir como si dentro de ellos viviese un universo entero.


Casi lamento el momento de la despedida, cuando le vio perderse entre la sombras del pasillo, cuando la luz del candelabro se alejó y dejo de ver su espalda cubierta en esa camisa blanca de volantes y el suave andar de las botas de cuero. Cuando la oscuridad engullo por completo los rebeldes rizos dorados que escapaban de la cinta blanca.


Y se encontró solo de nuevo en esa habitación que ahora le parecía de lo más familiar. Se desvistió, dejó el boleto sobre el buró y se metió a la cama, antes de que su cabeza tocara la suave almohada apago la luz de la vela y al igual que la noche anterior el sueño llego a él de forma natural e irremediable.




No escucho ningún gallo cantar, tampoco se escuchaba algún ruido, por lo menos en la parte de arriba, así que supuso que sería aún temprano. Caminó a la ventana principal y descorrió el cortinaje, su sorpresa fue casi violenta, ahí en el cielo altivo e imponente como siempre se encontraba el sol, tal cual el día anterior, una oleada de adrenalina se apoderó de él, ¿sería que todos se habían quedado dormidos al igual que él, o acaso el sueño lo venció tanto que no atendió a las llamadas de su anfitrión? Camino hacia el buró y tomo su reloj de bolsillo, doce y cuarto, como el día anterior, eso parecía un déjá vu. Vio que su boleto no estaba dispuesto donde él lo había dejado y que la vela estaba completamente consumida, él recordaba claramente que la había apagado. Su mirada reparó ahora en la silla y en el traje ahí dispuesto para él, era el mismo que había usado el día anterior, recordaba llevar en su maleta al menos dos cambios diferentes de ropa y un sombrero de repuesto.


Se miró de pies a cabeza en el espejo que había junto al biombo y observo que tenía de nuevo la barba crecida al nivel del día anterior y llevaba puesta la ropa del accidente. Se aseo y cambio lo más rápido que pudo, casi cae al suelo de las prisas y el desconcierto que se iba apoderando de él. Al bajar noto la misma escena de ayer, Marin sacudiendo unos cuadros en el corredor estrecho, Tatsumi sirviéndole el té a Afrodita, dedicándole la misma mirada del día anterior, si acaso un poco más desdeñosa y la radiante sonrisa del rubio, quien de nueva cuenta en idéntico movimiento de su mano le señalaba el asiento frente a él.


Milo fue allí como un autómata, más desconcertado a cada segundo ¿sería posible que lo vivido el día de ayer hubiese sido solo un sueño? Pero sin así fuere ¿Cómo se explicaba ahora esa extraña escena demasiado idéntica como para ser real? Y sin embargo ahí estaba, frente a él tan real como el aire que respiraba.


“He ordenado para usted unas lonchas de jamón y queso, así como pescado seco. Disculpará usted que no haya fresco, pero estamos lo suficientemente alejados del mar como para un lujo así, también ordene un tazón de fruta de la temporada” sentía lo más cercano al terror que había vivido en su vida, escuchar de nueva cuenta aquellas palabras le hacían sentir algo nada agradable en el estómago “Podría tomar su desayuno” la suave voz lo saco de sus pensamientos “Con un té de hierbas, o, si así lo desea con alguna copa de vino o jerez” termino con una sonrisa que esta vez no causo el efecto deseado en su joven huésped, Milo se sentía al borde del desmayo.


No sabía cómo explicar todo aquello, si no fuese por la actitud más osca de parte del criado habría hiperventilado.


Milo de nuevo se disculpó, si el día de ayer su voz parecía atropellada en este nuevo ayer o ahora ya no lo sabía, su voz era más un susurro casi fantasmal apenas audible y entendible.


“Oh, es por eso” dejo su taza sobre el platito de porcelana y limpio las comisuras de sus labios con una servilleta que después coloco sobre su regazo, al parecer sin percatarse en lo más mínimo en el comportamiento extraño del joven frente a él “He enviado a mi criado esta mañana a la estación de trenes y debido a que aún se hacen las reparaciones en las vías no habrá un tren hasta mañana. Así que no se preocupe, no le vi el caso a despertarle de su apacible sueño solo para darle esa noticia. Cuando termine su desayuno iremos a la estación a cambiar su boleto por uno para el tren de mañana y además podremos dar un pequeño paseo, para que conozca el pueblo. Yo sé que no es Londres, pero espero que lo encuentre más entretenido de lo que supone”


Milo sentía que toda su sangre se había ido de golpe hacia sus pies y se preguntaba si solo era una sensación, si en realidad su piel no se veía lívida como él creía que estaría su rostro ya que Afrodita no parecía notarlo en lo más mínimo.


Afrodita le sonrió de nuevo de forma tranquilizadora, Milo intentando dejarse llevar por la tranquilidad en que le envolvía esa sonrisa y concentrando todo su ser en soltar el aire de sus pulmones trato de concentrar su atención en el plato frente a él, de pasar bocado por su casi cerrada garganta.


A su mente llego el periódico, así se enteraría de que día era, no podía estar atrasado más de un par de días el Times de Londres.


“¿El periódico?” se extrañó Afrodita “Lo siento pero aún no llega el último ejemplar del Times de Londres, como se imaginará los números nos llegan con días de retraso, y con lo del correo pues…”


“¿Y la gaceta?” ahí debería de venir la fecha de hoy, aunque no entendiese las noticias, la fecha era lo que le interesaba, no el cotilleo. Afrodita bajo la mirada unos segundos para levantarla de súbito y fijarla en los preocupados ojos de Milo de una forma penetrante, sonrió discretamente “La gaceta del pueblo aún no ha sido comprada” Milo trago “Pero si gusta la compraremos camino a la estación de trenes” Milo asintió más tranquilo.


Al igual que el día anterior salieron a caminar, Milo no había puesto la suficiente atención a cada persona del lugar y sus acciones como para decir que en efecto todo estaba pasando exactamente como él ya lo había visto pero si recordaba las prendas pasadas de moda, y eran exactamente las mismas. Llegaron a la estación y los atendió la misma persona, todo tal cual, gestos maneras palabras, Milo sintió un ligero mareo cuando le dieron su nuevo boleto era el mismo que se había guardado en la chaqueta.


Volvieron para el té y Afrodita parecía no darse cuenta en lo absoluto de su estado de ánimo. Milo quería preguntar, hervía en curiosidad, pero no se atrevía ¿Cómo plantear algo así sin parecer un loco? No, no lo había. Escribió de nuevo las misivas para mu madre y el señor Elton, pero ahora más que cartas eran apenas unas esquelas. Tampoco se había terminado su té o su trozo de pastel, sentía la garganta cerrada y el estómago indispuesto.


Esta vez no hubo tiempo o ganas de admirar el paisaje, carecía por completo de curiosidad, no esa situación lo único que elevaba era su estrés, no sentía curiosidad alguna por saber la causa de ese peculiar caso, lo único que quería era salir de esa situación inexplicable para él.


El mismo rostro del joven le recibió en la oficina de correos, la misma mirada, la misma sonrisa indulgente. Tuvo deseos de reír, pero en realidad no le causaba gracia alguna. Salieron de ahí rumbo al hostal, el mismo coro de chicas se instó sobre ellos, pero ahora le parecían desagradables, su cercanía le molestaba, trato de ser cortes lo más que pudo pero termino saliendo de allí de manera abrupta, camino por la calle completamente exaltado con Afrodita tras de él.


“¿Se siente bien?” Milo observo atentamente los ojos azules empañados de preocupación.


“Temo que no, creo que ya estoy alucinando” bajo la cabeza en señal de cansancio, ni él mismo se entendía, menos podría explicarse a Afrodita.


“Debe ser por el sol, hoy está muy despejado el cielo y hace más calor que de costumbre. Volvamos a casa, creo que fue una imprudencia mía traerlo a pasear después de lo que paso anoche. Mandaré a Tatsumi a por el doctor”


Milo acepto y regresaron a la casa, allí Afrodita le dio instrucciones al hombre de ir a por el doctor, este antes de irse le dedico a Milo una mirada que no pudo descifrar. Afrodita noto el estado alterado de su huésped a quien le temblaban las manos y una ligera capa de sudor cubría su frente.


“Será mejor que suba a descansar el doctor estará aquí pronto, pero no puede recibirlo en ese estado sin esperar a que no le recete un tónico fuerte para estrés. Mejor venga” le rodeo suavemente por los hombros con su brazo “Tomemos un jerez en su habitación mientras esperamos”


Subieron a la habitación y la joven pelirroja les llevo en una bandeja la botella de vino y unas copas. Milo a penas y pudo tomar una, pero sin duda esto le relajo un poco. Se concentró en Afrodita, su ropa y su cabello lucían igual que ayer, las botas largas de cuero parecían tener las mismas manchas de polvo, se llevó una mano a la cabeza.


“Lo mejor será que se recueste”


Se dejó guiar por Afrodita a la cama.


Cuando despertó no había una sola luz en la habitación, las cortinas estaban descorridas pero la luna se alzaba ahora como emperatriz de los cielos, el sol se había ocultado. Se levantó con premura y bajo a la salita, Afrodita estaba ahí frente al fuego con una copa en las manos.


“Se ha despertado ya, durmió todo el día. El doctor vino a verle, pero no pudimos despertarle. Según su experiencia esto podría ser un arranque de estrés, esas alucinaciones que dice tener, quizás se deban a un golpe, le aconseja que si viaja en el tren mañana llegue a donde un boticario para que lo revise” se veía extrañamente serio, Milo no supo exactamente por qué pero esto le alarmo un poco.


“¿Se ha ido ya?”


“Acaba de salir, tiene en su clínica aun a algunos empleados del ferrocarril que están descansando y en observación” Milo alzo una ceja y observo todo en la habitación, no había nada que le indicase que alguien más había estado ahí, no había otra copa de jerez vacía o a medio tomar, no había algo fuera de lugar que le indicase que hubo más de una persona en esa salita en más de una o dos horas “Le indico un tónico para los nervios, que está sobre la mesita y un des inflamatorio. Los dos se los puede tomar esta noche después de la cena”


“Me siento indispuesto” dejo salir para probar suerte, la verdad es que el efecto que le producían los ojos de Afrodita era mucho mayor al mareo o miedo que le provocaba la situación, había algo atrapante en ellos, que la noche anterior le había apasionado y en esos momentos, al verlos llameantes como fuego azul frente a él, la sensación que le producía era algo parecido al temor.


“Le acompaño entonces”


El perfume mentolado de Afrodita llego a su nariz, lo recordaba y a la vez no sabía de dónde. Se despidieron como siempre, como le parecía ahora que había sido eternamente.


No puedo dormir se dijo a sí mismo. Tenía que mantenerse despierto, creyó que después de pasar toda la noche despierta sería fácil. No sabía si lo estaban drogando, así que solo tomo agua del grifo y se sentó en una silla junto a la venta a esperar ¿Qué? Él mismo no lo sabía.




Sus ojos se abrieron súbitamente, estaba sobre la cama y esto le provoco un sobresalto nuevamente. Miró a su alrededor y vio todo exactamente como las noches anteriores, la vela gastada sobre el buró, el boleto faltante. La ropa sobre la silla. Se preguntó si sería una macabra broma orquestada por Afrodita, pensar en ello le hizo sentir una punzada en el pecho, pero él traía ahora la ropa del accidente de nueva cuenta. Tomo las prendas sobre la silla y las olfateo, olían a limpio y estaban almidonadas.
Sería que alguien entro en el medio de la noche y no solo lo llevo hasta la cama sino que le puso la ropa del día anterior. Esto le enfureció, ya no sentía miedo sino rabia de pensarse en una situación de una broma tan cruel, una parte de él no quería creerlo, pero ¿Qué otra cosa si no?


Se aseo con desgana, se vistió y bajo como los otros días y ahí estaba la pelirroja sacudiendo los cuadros, la miro de mala gana y entro al salón comedor donde ya lo esperaban en las mismas posiciones de antes, sirviéndose el té.


“He ordenado para usted unas lonchas de jamón y queso, así como pescado seco. Disculpará usted que no haya fresco, pero estamos lo suficientemente alejados del mar como para un lujo así, también ordene un tazón de fruta de la temporada” pensó que ese sujeto debía de ser algún actor, los gestos y las palabras eran tan parecidos al primer día, le miró con fastidio “Podría tomar su desayuno” la suave voz sin embargo seguía causando efecto sobre él, un encanto, un hechizo “Con un té de hierbas, o, si así lo desea con alguna copa de vino o jerez” termino con una sonrisa que Milo quiso guardar como un recuerdo si aquello no salía bien y la verdadera personalidad de Afrodita era en realidad otra muy distinta.


“Me temo que me siento indispuesto, mareado. No tengo hambre, si pudiésemos ir solamente a la estación de trenes y a ver al doctor” no creyó que este estuviese al tanto de la broma “Se lo agradecería”


“Claro” le miró perplejo un segundo pero se recompuso “Si es lo que quiere eso haremos.


Salieron ese día con un rumbo diferente, pero todo estaba igual, si Afrodita era el único que quería engañarlo ¿Por qué todos actuaban así? Esa pregunta paso por su mente pero la ignoró por completo, ya tenía una hipótesis y no la iba a soltar hasta no tener algo que la refutara y desterrara para siempre de su mente.
Cambiaron el boleto de nuevo y ahora en lugar de ir a por el té Afrodita lo dirigió hacia la casa del doctor, en vano trato de sacarle charla Milo estaba decidido a no ser agradable, su orgullo estaba herido y no le importaba ya que pensase de él Afrodita “o eso se decía a si mismo cada que ignoraba una pregunta o un comentario del señor Williams, quien le miraba con un dejo de tristeza, pero dejaba de intentar hablarle de algo.


Al llegar al domicilio donde se leía “Doctor Bellamy” el asistente de este les indico que había salido a una diligencia en coche pero que volvería a la tarde, así le dejaron dicho que pasará a casa del señor Williams donde le esperarían ya que el señor Edwards estaba indispuesto luego del accidente.


Una vez más los intentos infructuosos por sostener una conversación decente con Milo se derrumbaron ante Afrodita, así decidieron ir a casa. Al entrar Tatsumi le recibió con una mirada ya no desdeñosa, sino que esta vez le miraba con una profunda lastima. Esto molestó más a Milo quien se dijo indispuesto de nuevo y fue a su habitación, se encerró por dentro y puso una silla como tranca, nadie volvería engañarlo, no probaría tampoco bocado alguno. Se sentó frente a la venta a observar el día.


Por la tarde un coche de un caballo se aparcó frente a la casa y de él descendió un hombre que reconoció como el doctor que le había observado en el andén, al principio se alegró en ver al doctor ahí, pero no duro más que unos segundos, hasta que vio cómo se saludaban con tanta intimidad él y Afrodita al instante dejo de ver al hombre como una ayuda, no sabía que podía encontrar, no sabía que querían de él.
Les escucho entrar en la casa, murmullos a penas en la sala y el corredor, luego por la escalera hasta que llegaron frente a su puerta, tocaron pero Milo no abrió, no quito la silla. Permanecieron allí unos minutos hasta que les escucho decir que quizá estaría dormido y que sería mejor si descansaba, escucho los pasos descender por la escalera. Se quedó ahí, rumiando como podía escapar. No bajo a cenar, solo observaba la puerta atrancada desde una silla junto a la ventana, si venían por las noches a desvestirle y volver a ponerle la ropa del accidente no les daría la oportunidad de volverle a tomar dormido.


Se levantó de un sobresalto, de nuevo se había quedado dormido, de nuevo tenía la ropa del accidente y sobre la silla descansaba el cambio de siempre, la vela consumida y al revisar bajo la almohada donde la noche anterior había ocultado el boleto este ya no estaba, dio un grito desesperado ¿Cómo le habían drogado ahora? No había consumido nada más que agua del grifo ¿se aprovecharían de su cansancio?


Bajo esta vez sin cambiarse de ropa, con la maleta en mano, vio de mala gana a Marin limpiando y lanzándole una mirada desdeñosa le arrebato el plumero y lo tiro al suelo provocando que la joven lo viera con una mezcla de asombro y molestia. Entro al comedor y de nuevo frente a él esa escena del té, pero la mirada de Tatsumi era ahora neutra, no había nada en ella, ni recelo, ni lastima, ni siquiera molestia por cómo había irrumpido en el comedor sin una pizca de modales. Antes de que Afrodita le hablara con su ya conocida línea del criado yendo a por noticias del tren Milo se le adelanto.


“Muchas gracias por todo señor Williams, tengo que retirarme ahora mismo” había decidido que no podía esperar a la noche para escapar de ahí.


“¿Cómo? Pero el tren no pasará hoy hasta mañana, envié a mi criado a averiguarlo y…”


“Se lo agradezco, pero pienso tomar un coche. No puedo retrasar mi partida me esperan…” quiso dar los nombres de quienes lo esperaban, pero no lo recordó.


“¿No verá al médico?” había preocupación en su voz y una chispa peculiar en sus ojos claros.


“Buscaré uno criando llegue a Derbyshire, no se preocupe”


“Está bien si está resuelto le acompañaré a buscar uno. Desayune primero amigo mío”


Milo oculto un escalofrió que le recorrió la espina dorsal “No puedo, me siento indispuesto y es por eso que debo irme, no me gustaría ser una carga para usted amigo mío”


Afrodita accedió no de muy buena gana y después de terminar su propio almuerzo partían hacia el hostal en busca de un coche. El encargado dijo que solo disponía de dos y ninguno podía prestarle el servicio en ese momento ya que uno de ellos se encontraba en reparación debido a una rueda dañada y el segundo había salido esa mañana a llevar al doctor Bellamy.


“Vamos amigo, esperemos hasta mañana el tren” pero Milo no quería esperar ya nada y al ver las vías del tren y la estación a unos metros se dirigió hacia allí “¿A dónde va?”


“Me iré caminando”


“¿Será posible?”


“Tendrá que serlo”


“Pero en su estado…”


“No es nada grave, se lo aseguro”


Afrodita corrió tras él y le alcanzo tomándole del brazo “Quédese… ¿Quién es tan importante que tiene usted que ir allí”


Milo lo pensó bien ¿Quién era? No lo recordaba del todo, pero en un rayo de lucidez recordó un rostro familiar, su madre, si su madre “Mi madre… mi madre me espera” dijo sin creer del todo sus palabras.


“Podría quedarse hasta mañana…” Afrodita tomo entre sus manos el rostro de Milo y lo miro fijamente, los azules chocaron entre sí, se fundieron y danzaron un momento, Milo sintió un anhelo especial por esos ojos claros.


“Debo irme…”


Comenzó a avanzar si entiendo el tacto caliente que habían dejado esas grandes manos sobre su rostro. Había dejado atrás la efigie de Afrodita.
Camino por horas, ocultándose del sol bajo la sombra de los árboles, tomando agua de su cantimplora, solo eso tenía en su estómago, agua. Las horas y el camino parecían interminables hasta un pueblo cercano o una bifurcación de los rieles, paso el día, la tarde y llego la noche. Con ella los peligros, animales salvajes, ladrones o asesinos. No llevaba mucho papel moneda con él, pero sus cosas tenían cierto valor, aunque esperaba verse tan desaliñado como para que nadie se fijase en él.
Escucho lo que le parecieron lobos y aunque cuando salió del pueblo pensó que sería mejor ser devorado por una jauría de lobos que permanecer un minuto más en ese lugar ahora se daba cuenta que no hablaba en serio.


Aun así siguió caminando, sin descanso impulsado por su espíritu obstinado, siguió hasta que vio una luz…





Corrió hacia esa luz que se veía frente a él, sintió alivio en su corazón había dejado todo atrás pero al estar más cerca del lugar distinguió una escena, el tren descarrilado, casi volteado, los hombres saliendo, le pareció distinguir su propio yo bajando de un salte un vagón y caminar al frente, se tambaleo hacia adelante para verle mejor, pero la visión había desaparecido, en su lugar estaba la de Afrodita corriendo hacia él e intentar ayudarlo a caminar, Milo no pudo más y al sentir el cuerpo de Afrodita cerca suyo se desmayó.




Cuando abrió los ojos de nuevo ahí estaba bajo las luces del andén, con Afrodita a un lado y el medico del otro ¿sería un sueño, una visión?


“Vaya susto que nos ha dado hombre” pronuncio el medico afablemente “Creo que tendrá que ir conmigo a mi casa a pasar la noche… aunque no sé si haya el suficiente lugar, ya le acomodaremos algo” puso una mano sobre su barbilla pensativamente.


“Si me lo permite” Hablo Afrodita ahora “Podría llevarlo conmigo a casa a pasar ahí la noche y usted podría pasar mañana a verlo a primera hora”


“¡Vaya! Asunto resuelto pues. Solo dele este tónico para el nervio y asegúrese de que lo acompañe con jerez. Tengo que llevar a los lesionados a pasar la noche en casa en observación” el doctor le dio a cada uno una palmada en el hombro y se fue de lugar.


El joven con el que había tratado esa noche en el andén se acercó a él “Lo siento mucho” Milo le observaba casi como si fuese un fantasma, una aparición, pero no podía hilar palabra alguna “El tren se descarrilo debido a una falla en los rieles, no podremos llevarlo a Sussex, debemos encargarnos de este accidente que de seguro retrasará el correo.


Todos se habían ido, el andén parecía extrañamente solo. Afrodita le apretó el brazo instándole a caminar y a subir al andén llevaba su maleta en una mano.


“Debo irme ¿Por qué no me deja ir?”


“Ir ¿A dónde? No ve lo que ha ocurrido con el tren, a esta hora no habrá cocheros disponibles, no en un pueblo tan pequeño. Venga” subieron al andén, la madera crujía bajo sus pies “Mañana le traeré para que pueda tomar el próximo tren y…”


“Mañana…” Milo le observo con sus ojos húmedos “Mañana…” repitió, lo tomo por los hombros y se dejó caer lentamente recorriendo con sus gruesas manos el lateral del cuerpo de Afrodita sintiendo sus curvas mientras que su mejilla resbalaba sintiendo la tela rasparla un poco, se aferró a las piernas de Afrodita y las abrazo con fuerza “Mañana…”


“Si, mañana” le acaricio el cabello con ternura deslizando sus pálidos dedos entre este.


“Mañana…” repitió una vez más entre sollozos “Pero tengo que irme ahora”


“Ir ¿A dónde?”


“¿A dónde?” no lo sabía, ya no recordaba a donde tenía que ir o de donde venía, no podía recordar nada más allá de su nombre, más allá de Afrodita.


“Mañana vendremos a la estación…”


Y Milo rio y lloro, se aferró más aun a ese cuerpo frente a él, lo único real y tangible en el mundo, no lo soltaría nunca y dejo de importarle el mañana, después de todo ¿qué era el mañana?






Fin

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