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El Giratiempos Roto. por aerosoul

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Notas del capitulo:

Hola!!!!!!!!! De nuevo yo. ¿Alguien quiere lemon? Podría ahorrarme el sufrimiento de pensarlo por que me pone muy nerviosa... pero si lo quereis lo tendreis.

- Tú y yo solos, guapo - dijo el hombrecillo -. Pero no te ilusiones - dijo antes de que Draco Malfoy pudiera reaccionar. - Me gustan los morenos.

- Es una verdadera pena - ironizó el rubio, dando un paso lejos del tío.

El hombrecillo lo barrió de arriba bajo, como un scanner y le pellizcó las mejillas.

- Estás paliducho y flacucho - observó, con gesto arrogante. Malfoe iba a rezongar con un “Que tú estas muy guapo,”pero el tío lo interrumpió - Eres perfecto para ser el eunuco del rey.

“Eunuco”

De algún lado le sonaba la palabra. Pero ¿de dónde?

Cuando el significado de la palabra le llegó de pronto, decidió que era tiempo de correr y antes de avanzar medio metro hacia la puerta, dos hombretones lo sujetaron por los brazos y lo arrastraron hacia su destino: Un gran palacio que nada tenía que envidiar del palacio de la Alhambra o del Taj mahal.

Grandes salas decoradas al mas exquisito estilo árabe, aunque aquellos tíos no tenían pinta de ser árabes por ningún lado.

Una vez libre de los hombretones, que lo habían soltado seguros de que le sería imposible escapar con aquellos tíos apostados en cada esquina, de mas de dos metros, y con espadas muy filosas en sus cinturones de piel, se sacudió las pulgas que debieron dejarle y elevó su barbilla con dignidad.

- Vale - dijo Malfoy, contemplando el lujo a su alrededor y acariciando las efigies de bellas mujeres con curvas exuberantes, que habían sido inmortalizadas en oro y marfil -. ¿Qué es lo que pretendes de mi?

- Tendrás EL MEJOR TRDEBAJO DE TODOS - comentó el hombrecillo, paciente, esperando a que el crío terminara de curiosear. - ¡Te encargaras personalmente de custodiar a las esposas del Rey, y lo atenderás hasta que este satisfecho!

- Define “Satisfecho” - pidió Draco, ahora con toda su atención en el tío.

- ¡Vale, ¿Qué parte de Sa-tis-fe-cho no has entendido?!

Malfoy negó vehementemente con la cabeza. Ese tío estaba de coña.

- ¿Y si me niego?

- Pasa que te mueres.

- Así, por las buenas, ¿Quién puede negarse? - ironizó Draco, sintiendo que las piernas le temblaban.

- Vamos a dejarte en condiciones - dijo el hombrecillo, invitándole a seguirle por un pasillo de techos abovedados y altos, que tenían pinta de ser de oro, hasta una habitación muy espaciosa, con techos altos y arcos de piedra por donde se mirara. El piso estaba cubierto por alfombras con diseños geométricos y la cama tenía elegantes doseles superpuestos, en dorado con borlas en color sangría.

A decir verdad, el decorado era algo Gryffindor, para su gusto.

En una de las esquinas había un objeto grande bajo un manto blanco. Parecía un espejo en desuso, pero no tuvo mucho tiempo de pensar en él, por que de pronto entró una mujer mulata, enfundada en un vestido amarillo chillón, que hizo una reverencia al hombrecillo y escuchó atenta lo que este decía.

La mujer volvió a reverenciar y antes de salir, le dedicó una mirada furibunda y despreciativa a un tiempo.

¡Para las pelotas del Rubio Menor!

- Te dejo en tu casa - dijo el hombrecillo y salió de la habitación.

Draco resopló, absolutamente asustado aunque no lo admitiera ni para él mismo.

¿Tendría que despedirse de su… amigo inseparable…? Bien, eso de inseparable no iría mas.

Pero ¿Qué narices estaba haciendo Potter que no iba a por él?

¿Estaría muerto?

Se acercó a las cortinas de seda que cubrían toda una pared, y las deslizó para descubrir un enorme hueco en la pared. Al parecer alguien se había olvidado el cristal o la pared. Lastima que estuvieran a ¿ sesenta? ¿setenta metros? Pan comido… si tuviera escoba, claro está, o si hubiera aprendido a levitar.

A la distancia las estrellas parpadeaban sobre una ciudad despierta, sonando músicas ancestrales que contagiaban con su alegría. Pero Draco no podía ser parte de tal felicidad. Sentía nostalgia por su hogar, por su madre que solía escribirle casi a diario durante el último mes, escusada en ofrecer un consuelo que realmente necesitaba recibir. Por eso él le contestaba enseguida, largas cartas con detalles interminables pero sin importancia. Draco no sabía como consolarla. No era su padre. Su padre estaba en Azcaban por seguir las ordenes de un loco sociopata etnocentrista. De no estar ahí su padre, ella no necesitaría consuelo. No tendría por que desvelarse pensando en alguna manera de que él, su único hijo, saliera ileso de la tarea absurda y sin sentido, que le había exigido el Señor Tenebroso.

“Mierda”

Estaba ahí, en quien sabe que maldito año antes de Cristo, atrapado y perdiendo el tiempo…

El rubio casi se arroja por el ventanal cuando escuchó a la mulata entrar a la habitación con otras tres mujeres: una de piel oscura y dos blancas, cargando con varias cosas. Dos de ellas se fueron directamente a él y empezaron a desvestirle.

- Venga, que yo puedo solo - dijo Draco, alejándose de ellas todo cuanto pudo.

Se sacó lo que, algún día fue una decente túnica y la dejó con delicadeza, sobre la cama. En sí, la túnica no importaba, sino lo que guardaba en los bolsillos.

Y de pronto Draco se descubrió dentro de una bañera de mármol, siendo “atendido” por las tres tías, mientras la mulata preparaba otras cosas en las que Malfoy no podía reparar por que estaba muuuuy ocupado quejándose de lo gélida que estaba el agua, tanto así que parecía sacada de un bloque de hielo especialmente descongelado para él. Y sobre todo, por que las tías esas tallaban su piel y su cabeza como si quisieran quitar a una puerta pintura de aceite, con las uñas. ¿Papel de lija? ¿Quién necesita eso?

Pero la ostia fue cuando las largas garras de una de ellas dejaron tres surcos sangrantes en la espalda de Malfoy, que se arqueó de dolor, mostró sus colmillos, y se puso de pie dentro de la bañera, intentando verse el daño.

- ¡¿Se puede saber que dementores os pasa?! - preguntó al notar que una gota escarlata se deslizaba hacia su glúteo. - Creo que os he tolerado demasiado…

La mulata se acercó al rubio, con acritud.

- Déjame ver - ordenó volteándolo con brusquedad. Malfoy tuvo que detenerse de la pared para no caer mientras la tía de las garras, una de las blancas, se había cruzado de brazos y le miraba como si él fuera

quien le debiera una disculpa. - Sammir - llamó la mulata. - ¿Cuántas veces tengo que deciros - inquirió, pasando la mirada de una a otra y a otra - que no debéis dañar la mercancía del Rey?

“¿Mer…? ¿mer…? ¡¡¡¿Mercancía?!!!”

En ese momento Draco se olvidó que le dolía un omoplato y que estaba atado aun. Ah, y que la estúpida, estúpida, estúpida muggle de las garras sonreía inocentemente. Toda su atención se centró en la mulata que le llamó Mercancía.

A él.

Y como si de una bofetada se tratara, el Slytherin recordó quien era: un Malfoy; lo que era: un mago; y lo que no era; un estúpido muggle.

- Untadle los aceites y vestidle - ordenó la mulata, saliendo de la habitación, con el andar altivo de una reina.

Reina que Draco estaba dispuesto a destronar, pero antes se iba a encargar de las otras…

La mujer de color salió por la puerta, tan bruscamente que no tuvo tiempo de detenerse y chocó contra la columna de mármol, rompiéndose la nariz por el impacto. Cayó al suelo, pero el terror le hizo arrastrarse, dejando un reguero de sangre a su paso… Sangre y lágrimas. Elevó su mirada al pasillo, donde dos guardas la observaron sonriendo, y pudo ver el pardo vestido de la otra mujer, perdiéndose en el recodo. A aquella le había ido bien, pensaba la mujer de color: después de todo solo había recibido dos bofetadas y un halón de cabellos. Ella, por su parte, había sido arrastrada por los cabellos y levantada a puntapiés y había sido empujada por un pie en su espalda, por eso se había roto la nariz. Pero lo peor de todo no fue aquello: jamás, en lo que le quedara de vida, podría olvidar la aterradora mirada del joven. Los ojos de color extraño, tan gélidos, apenas posarse en sus ojos oscuros, le habían helado el alma.

Ya no podría dormir en la profunda oscuridad de la noche, pues aquellos ojos le habían revelado los horrores que la habitaban y que, poco a poco, con agónica pasividad, la destruirían de la forma mas espantosa posible.

Ahora sabía que cada vez que cerrara los ojos, los ojos grises aparecerían para acecharla.

De pronto, el grito de Sammir le erizó el cabello de la nuca. La tía de las garras había salido despedida a la pared y el crack de su cabeza contra la piedra, causó un escalofrío hasta a los guardas, quienes siguieron inmóviles en su lugar, viendo como la tía lloraba y pedía clemencia.

- ¡¡Largaos!! - gritaba un furioso rubio, agitado y jadeante, desde la puerta. - ¡Como os vuelva a ver os arrancaré los ojos!

La mujer de piel oscura abrió sus ojos con pánico y se apresuró a arrastrarse mientras que la de las garras, con su vestido hecho jirones, se fue arrastrando por la pared, sin atreverse a parpadear, temerosa de que si le daba la espalda a la Furia un solo segundo, su corta vida terminaría. Con los oscuros ojos aturdidos y tres surcos en la mejilla, que sangraban profundamente, apenas verse a medio metro de Malfoy, puso pies en polvorosa y desapareció cagando leches.

Malfoy intentaba respirar, pero por algún motivo el aire se atoraba en su garganta y no llegaba a sus pulmones. Contempló la manzana en sus manos. La misma que aquella estúpida, estúpida muggle había ensuciado con sus asquerosas manos en ella. ¡¡¡Era su manzana, por todos los magos oscuros!!! ¡Suya y de Harry! Nadie mas tenía derecho a tocarla.

Desvió sus aún furiosos ojos hacia el espejo que había permanecido oculto tras el manto blanco pero que por la friega había sido descubierto, y se admiró en él. Mordiéndose un labio para no gritar, se descubrió brillante de pies a cabeza por el aceite aromático que las Tías Locas le habían vertido encima y apestaba nauseabundamente dulce. Entre rasguños y bofetadas se las apañaron para ponerle una pechera en forma de telaraña de diamantes que se sujetaba a su cuello por una gargantilla de rubís. Y en medio de patadas y mordidas le habían colocado un faldellín de seda roja, amplio, corto de enfrente y muy largo por detrás.

Vale.

Habían llegado lejos. Pero el control lo perdieron definitivamente cuando intentaron calzarle y ni entre las dos tías acostadas sobre el rubio lograron nada, así que la tal Sammir, que hurgaba en la túnica de Draco hasta encontrar el gira tiempos y la manzana de la discordia, se les unió.

Era lo que el Slytherin esperaba.

Intentando meter la crepida en el pie derecho de Malfoy, de pronto recibió un tremendo patadón, que los dioses se apiadaran y le permitieran perder el conocimiento para salvar su cordura de aquella masacre. Pero los dioses, fueran quienes fuesen, se carcajeaban en su refugio anti muggles.

“Enhorabuena - pensó el rubio, observando sus brazos marcados por surcos rojos a todo lo largo. - ¡Por Salazar Slytherin que se lo tienen bien empleado!”

Sus ojos le recorrieron de pies a cabeza en el espejo y de pronto, tras de sí encontró algo que le aceleró el pulso: Harry Potter estaba detrás de él.

Volteó tan rápido que el mundo desapareció por un fragmento de segundo, solo para descubrir que donde Harry se encontraba en el reflejo, solo había un lugar vacío.

Regresó su vista al espejo, confundido, y descubrió que ahora Potter estaba mas cerca de su espalda. Volvió a mirar tras de sí, pero no encontró lo que buscaba.

- ¡¡¿Qué mierda?!! - gruñó, elevando una adusta ceja.

Aquel putísimo espejo lo engañaba o estaba listo para ingresar al Instituto de Enfermedades Mentales de Londres Mágico.

Paseó por toda la habitación, buscando al moreno, escondido quizá, bajo una piedra. Sin embargo, conciente de que el objeto de su deseo no estaba allí.

Receloso, regresó la vista al espejo y a pesar de que se talló los ojos repetidas veces, continuó viendo al Gryffindor tras sí, y no solo eso, sino que ahora le estaba abrazando por la espalda, y aun mas allá, estaban su padre y su madre, cogidos de las manos, sonriéndole. Mas allá, aun, Dumbledore, sano y salvo, haciendo una pequeña reverencia a ambos muchachos.

Volvió una vez mas su vista sobre su hombro.

Nada. Nadie.

Estaba solo.

Sus ojos grises regresaron al reflejo, al muchacho que le abrazaba, al gesto dulce y amoroso que le regalaba. Pero lo que mas le sorprendió fue su propio rostro en aquel tormentoso reflejo. Ese gesto de felicidad absoluta.

Cruelmente, su juicio le gritaba a la cara que estaba solo en aquel lado del espejo. ¿sería posible cruzar al otro lado y ser parte de ese reflejo?

“Ahhhhhhhh”

Estúpido espejo y estúpido Harry Potter por hacerlo perder su cordura y su tiempo.

En vez de estar planeando la muerte de su director, había perdido el norte y se había puesto a flirtear con El Imbécil Que Sobrevivió Para Hacerle La Vida Imposible a Draco Malfoy.

Un momento de debilidad que él no se podía permitir.

“Hagas lo que hagas la cagas,” había dicho su padre y comenzaba a creerlo.

Draco no era un Gryffindor, él no era un Mago cualquiera: era el único heredero de los Malfoy Black. Llevaría el peso de sus apellidos hasta la muerte.

Iba a salir de allí a como diera lugar.

Potter se equivocaba si creía que podrían tener una vida juntos.

Era caprichoso, altivo, vanidoso, ambicioso, egoísta, un encantador de serpientes y … despreciable.

“Ese soy yo, Harry. ¿Me reconoces?”

En cambio Harry era todo lo opuesto: desbordaba una pasión infinita por luchar contra cualquier injusticia que se le cruzara en el camino, era capaz de olvidarse de su propia vida por una causa perdida… Y aunque Malfoy nunca lo anunciara con bombos y platillos, lo admiraba por eso.

Pero él era un Slytherin. ¿Qué podía esperar Harry de él?

Draco recargó su frente en el espejo, ignorando el reflejo, donde ahora Potter le besaba ardorosamente.

Comenzaba a sentir una neuralgia terrible, que el frío del espejo parecía mitigar un poco.

Ligeros pasos le sobresaltaron. Un crío de no mas de doce años, ataviado con una especie de toga azul y largo cabello oscuro, le llevaba comida en una fuente de cristal con repujado de oro. Con cara de pocos amigos la dejó sobre el suelo y con desden, el mocoso le dio la espalda y salió sin mas.

Justo ese momento eligió su estómago para recordarle que hacía varios días que no comía saludablemente y justo ese momento eligió su estómago para rugir, muy cabreado e indignado.

- ¡Que te has olvidado los cubiertos! - gritó, pero nadie contestó.

“Pues, lo siento, cariño - se dirigió a su estómago -, pero no vamos a comer esa mierda muggle.”

Y como una respuesta, su tripa se retorció dolorosamente.

Aquello se veía realmente apetitoso: higos con miel, dátiles, uvas, queso, leche de coco, pan…

Malfoy intentó no prestar atención a los alimentos. ¡El bastardo mocoso los había dejado en el suelo, como si fuera un animal!

Eso era algo que, definitiva y absolutamente, merecía mil crucios.

Se dio la vuelta y se acercó al ventanal, que le revelaba un mar infinito de brillos nocturnos, como la noche pasada en los brazos de Potter…

¡Pero, joder, que esos brillos no le saciarían el hambre!

Y ni loco se comería la manzana que guardaba celosamente entre sus manos.

Quizá si solo cogía una uva… adoraba las uvas, y esas en particular se veían muy apetitosas…

Draco se sorprendió cogiendo una uva.

¡Solo una puñetera uva!

Y que narices. Estaba dulce como la miel.

Vale, si cogía otra… es decir, nadie lo veía…

“¡No! No voy a coger nada mas.

“Vale, otra y ya.”

Cogió la segunda y estaba aún mas dulce que la primera.

“Mierda.”

¿Qué mas daba? Solo comería las uvas. Cogió la fuente y se alejó de la entrada, para no ser visto. Dejó su preciada manzana junto al giratiempos, en un rincón de la cama y se dispuso a comer uvas.

Y un poco de queso… y un poco de leche por que tenía sed… y ya que el queso y el pan se llevaban bien… y los higos con miel le darían energía para correr a toda pastilla…

“No había notado lo grande que tengo los pies… y las manos.”

Draco soltó una risita torpe y se contempló las manos con interés.

“¡Me voy a volver un semigigante! Voy a ser el hijo del Guardabosques y voy a vivir en un árbol… ¡un momento! Hagrid no vive en un árbol…”

- Oye, Hagrid suena parecido a Harry. ¿Harry es el hijo de Hagrid? ¿Harry también vive en un árbol?

De pronto el rubio se sentía antigravedad. Y sintió miedo. Miedo a flotar y que Harry, el hijo perdido del Guardabosques no pudiera alcanzarlo.

¿Qué haría entonces? ¿Flotar y flotar?

Observó sus pies para saber que tan lejos estaba del suelo, pero su vista lo engañaba: según aquella traicionera, sus pies seguían pegados al piso. Y ahora sus manos también.

¿Qué coño hacía a cuatro patas?

Y la luz de las antorchas que chocaba contra los diamantes de su pechera, le tiraban directo a los ojos, causándole dolor.

Intentó arrancarla pero no pudo. No tenía fuerzas.

Como pudo se sentó en el suelo, sintiendo que los miembros de su cuerpo eran simples adornos inútiles. Se arrastró a una de las esquinas, temblando incontrolablemente debido a un frío que el rubio sabía que venía de adentro y no de fuera. ¿Y dónde estaba Harry que no iba a abrazarle, a besarle para compartir su calor con él? ¿Dónde estaban sus padres y sus amigos? ¿Por qué narices seguía respirando?

“ Por estas” dijo bizqueando para verse la nariz.

Rió y de inmediato se echó a llorar desconsoladamente.

Era un completo inútil en ese momento. Estaba pachucho y no entendía lo que le pasaba.

- ¿Ya te ha hecho efecto? - preguntó un aguda y muy molesta vocecilla. - Me han dicho que te has portado como un salvaje - continuó la voz -. El rey estará muy complacido conmigo.

Draco elevó sus ojos al hombrecillo, quien llevaba un filoso cuchillo y dos hombretones le guardaban las espaldas, con una gran sonrisa. Aun en su extraño estado, Malfoy reconoció que esas sonrisitas no eran para nada amigables.

- ¿Me mataréis? - preguntó sin emoción alguna en la voz - Es lo mejor…

El hombrecillo rió cruelmente e hizo una seña con la cabeza a los hombres tras de sí, que se acercaron al Slytherin y le cogieron brazos y piernas, para colocarle sobre la cama.

- No, no, no, no, no, no. Sobre el suelo - ordenó el hombrecillo. - No quiero que me estropee la cama.

Los hombres obedecieron y regresaron al muchacho a su lugar, sin soltarle, quizá esperando resistencia.

- Hacedlo - pidió el rubio, con un hondo suspiro. No tenía ninguna gana de explicarles el remolino de dolor, miedo, dudas y sinsentidos que era su vida. - Cortadlo de tajo y entregadlo en sus manos.

Malfoy, en su obnubilación, no notó las miradas que le dedicaron los tres hombres, y mucho menos la pregunta consecuente del pequeño.

- ¿Hablamos de lo mismo? Y de ser así: ¿a quién hay que entregarlo?

Los ojos de Draco, como si le adivinasen, se dirigieron a la puerta de arcos por donde apareció una persona. A simple vista, una mujer protegida tras un velo que solo dejaba al descubierto los ojos.

Unos luminosos ojos verdes detrás de unas gafas con un cristal mas claro que el otro.

Y Draco sintió que el corazón daba saltos mortales y gritaba de emoción.

Detrás del velo estaba aquel que le hacía sentir que su vida tenía sentido. Aquel a quien quería que entregaran su corazón lacerado. ¿Qué mejor lugar para su corazón que las manos de Harry Potter?

Potter le localizó de inmediato, y como si lo esperaran, los ojos grises de Malfoy estaban puestos en él, brillantes como un millón de chiribitas en la noche.

El moreno sintió como si su corazón latiera por primera vez en su vida.

- ¡Harry! - susurró Draco de un modo que al Gryffindor le pareció un suspiro…

Una declaración de amor.

Harry se sintió tan feliz de verle a salvo que casi se olvida de los tíos que se habían girado a él, un tanto confusos, y que pronto querrían matarle. En esos momentos solo quería atravesar la habitación para abrazar y besar a su rubio favorito. Pero aquellos tíos estorbaban en su camino.

- ¿A que esperas? - preguntó alguien a su lado, sacándole de su ensimismamiento.

Harry cogió con puño firme el garrote que llevaba y, como bateador profesional de baseball , cogió impulso y golpeó la cabeza del tío que se acercaba a él, con una mala leche increíble.

El hombre, que medía un Harry y medio, y pesaba unos cien kilos mas que él, cayó pesadamente sobre el piso de mármol. El acompañante del moreno, también bajo un velo, se adelantó e hizo lo mismo con el hombre que antes sujetara los brazos del rubio, pero este no corrió con la misma suerte y el tío no cayó al primer golpe. El acompañante, con un chillido de indignación, le saltó encima a garrotazos.

Mientras su acompañante se desahogaba con el, ahora, hombre inconciente, Harry observó al hombrecillo que se había escondido tras el rubio y le amenazaba con un cuchillo, temblorosamente, en su garganta.

¡Para sus pelotas!

- Suéltalo - exigió Potter, mas cabreado que si Voldemort le hubiera recordado a su madre.

El tío obedeció de inmediato y dejó caer a Malfoy al suelo, que no se tuvo en pie y cayó rudamente sobre el piso. Y, como ráfaga de viento, el garrote en sus manos le tiró cuatro dientes al hombrecillo, que cayó noqueado.

Sin prestar mas atención, Harry soltó el garrote, se quitó el velo y se acercó a su acompañante.

- ¿Estás listo? - le preguntó.

El tío, enfundado en el velo, dejo de golpear al otro tío, asintió y salió de la habitación.

Harry se acercó ahora a Draco, que se ponía de pie y lo que descubrió lo paralizó por un momento. Y aunque él ya lo sabía, contempló, como una puñalada directa al corazón, la Marca Tenebrosa en el brazo izquierdo del muchacho.

Se sorprendió a sí mismo deseando pasar el hecho por alto y abrazar y besar al rubio de una vez por todas. Yel hecho de que Malfoy caminara hacia él con sus brazos extendidos, el cuerpo brillante como porcelana, las escasas ropas que llevaba puestas… definitivamente ayudaba en el propósito.

El Slytherin se estrelló contra el cuerpo de Potter y le abrazó con fuerza.

- ¡¡Estás aquí!! - susurró, tembloroso.

- Sí, Draco… Vine aquí a por ti.

El Gryffindor sintió como el cuerpo de su rubio era atacado por un estremecimiento violento y notó que su piel se erizaba. Harry le envolvió calidamente en sus brazos, mientras sus ojos verdes se buscaban en los grises. El moreno llevó su mano a la quijada del otro para levantarle el rostro hacia el suyo, respirando el dulce aroma que desprendía. Los rojos labios de Draco se entreabrieron en una clara invitación y el moreno supo que no habría poder humano que le detuviera en su propósito…

- ¡¡¡¡Ayyyyyyy mis… hijos!!!! - masculló Potter, con la voz quebrada y los ojos humedecidos por lágrimas de dolor.

- ¡Eso ha sido por tardarte tanto! - sentenció Draco al muchacho que se retorcía a sus pies, con ambas manos en su entrepierna, sollozando quedamente. Luego se arrodilló junto a él para abrazarlo. - ¿Harry, estás bien?

- ¿Eres bipolar y no me lo habías dicho? - preguntó Potter, aun adolorido pero devolviendo el abrazo. Sentía sus preciados gemelos atorados en su garganta.

Notas finales:

Miles de gracias por vuestros hermosos rr y por el apoyo que no tengo como pagarlo. Besos y mas besos.


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