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El Giratiempos Roto. por aerosoul

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaaaa!!!!! Primero que nada debo disculparme por que he prometido lemon a alguien para este capitulo y resulta que me ha salido mas largo de lo que pensaba, asi que para el siguiente será X♥ Y muchas gracias por continuar leyendo. Os quiero ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

- Harry… - llamó Draco Malfoy, contemplando el varonil rostro del moreno, de forma extasiada mientras este que se había levantado del suelo, donde momentos antes se retorcía y ahora le calzaba la otra crepida como a una cenicienta . - ¿sabias qué tienes dos cicatrices en la frente? Que, por cierto, son muyyyyyy sexy…

Potter frunció el ceño, cosa que hizo reír al rubio bipolar.

- Draco: ¿Cuántos dedos ves aquí?

- A ver… - dijo Malfoy, cogiendo la mano del Gryffindor para acercarlo a sus pupilas dilatadas. - ¡¡¡Tienes dos líneas de la vida!!!! ¡¡¡¡Harry, significa que jamás morirás!!!!! Ah, - agregó antes de que Harry le quitara la mano - y tienes dos líneas del amor, lo que significa que hay un rubio en tu clase de Pociones, que es muy lindo, guapo, inteligente, adorable, bello, hermoso y es el amor de tu vida.

- Que raro que aun no lo conozca - dijo Potter, divertido.

Malfoy hizo un pucherito y miró a Harry dolido.

- ¡¡Soy yo!! Mira: soy lindo, bello, sexy, inteligente…

- Y eres el amor de mi vida - continuó el moreno, suspirando totalmente de acuerdo con su serpiente adorable.

- ¡¡¡Ahhhhh, ¿en serio lo crees?!!! ¿Pottito quiere a Malfoy?

Justo en ese momento Pottito recordó que no debían quedarse mucho tiempo.

- Sí, pero solo cuando esta calladito y me obedece en todo lo que le pida.

El rubio se lo quedo mirando con una sonrisa perversa en los labios… en completo silencio.

Potter le cogió la muñeca, sonrojada por las ataduras que había tenido, y se convenció de que no había tiempo de tirar mas dientes. Su acompañante ya debía estar por terminar. Pero antes de salir de la habitación, Draco se soltó de Harry y regresó a la cama, donde cogió la manzana y el gira tiempos, las introdujo en el bolsillo de Harry y regresó su mano a la mano del Gryffindor.

- ¿Sabes qué es blanco, negro, blanco, negro, blanco, negro, blanco, negro, blanco, negro, blanco, negro, blanco, negro, rojo? - preguntó Malfoy, mientras caminaba detrás de Harry, por un pasillo desierto.

- No - contestó el de las dos cicatrices, observando en todas direcciones, en busca de los guardas de palacio, pero al parecer, su acompañante y él se habían encargado de todos. - ¿Qué es?

Draco rió antes de contestar.

- El profesor Dumbledore y el profesor Snape, rodando por las escaleras, abrazados.

Harry no pudo evitar reír ante aquella estupidez, pero sobre todo, por imaginar tal escena.

Ese se lo tenía que contar a Ron… si algún día volvía a verlo.

Que extraño. Era la primera vez en mucho tiempo que Harry pensaba en su amigo. Al parecer el Slytherin ocupaba toda su mentalidad últimamente. Y si no salían de allí a toda pastilla, también sería en lo último que pensaría.

- ¡¡Oh, me sé otro!! - dijo Malfoy, muy sonriente. - Toc, toc.

Harry reviró los ojos, pero contestó.

- ¿Quién es?

- El Señor Tenebroso.

- ¿Qué quería?

- ¡¡¡¡Lanzarte un Avada!!!!

Harry no rió. Pero cuando vio que Draco ya le hacía otro pucherito soltó una carcajada poco espontánea. Y los ojos de Draco, iluminados, fueron su recompensa.

- Anda, Harry, dime uno tú.

- No sé, Draco. Los chistes y yo no…

- Anda - rogó el rubio, con otro pucherito. - Solo uno.

Harry lo pensó un momento.

- Oh, yo también se me uno de esos - dijo Potter. - Toc, toc.

- ¡¡¿Quién es?!!

- El mimo.

- ¿El mimo? ¿Cuál mimo?

- ¡¡El mimo de ‘iempre!!

- …

- Si fueras un muggle lo entenderías, pero no sabes lo que es un mimo - se defendió Potter, de mala leche. Por eso él no contaba chistes. Nadie los entendía.

- Harry, yo sé lo que es un mimo y… ¡¡Ah, ya entendí!! El mimo de ‘siempre, jajá jajá.

Antes de que Harry pudiera sentirse orgulloso de sí mismo, descubrió en el recodo a un par de muchachas que caminaban hacía ellos. Una mulata y una blanca que parecía haberse enfrentado a un minotauro.

Maldijo su suerte.

Tenían que salir de allí, ya y no le apetecía golpear a las tías esas que nada le debían. Pero la puerta de salida estaba tras ellas, y sabía lo que podía pasar si no se apuraban…

De pronto todo le pareció muy silencioso. Volteó la cabeza en busca de Malfoy y lo descubrió a unos metros de él, contemplando una enorme estatua de un tío en pelotas… para ser mas exactos, cierto miembro viril, que apuntaba al techo. Con los ojos en blanco, Harry se dirigió al rubio antes de que se sacara un ojo, por que aquel debía ser un antepasado directo del dios Priapo, sino el mismo.

Como gustaban de exagerar los escultores de aquellos tiempos.

- Draco - susurró Potter, pero el otro no respondía. Parecía hipnotizado con aquella parte de la anatomía de la estatua. Harry no quería reconocerlo, pero comenzaba a sentir celos. - Venga ya, Malfoy.

En cuanto el moreno estuvo al alcance de las manos de Draco, las blancas manos de este se fueron directo a la túnica que llevaba el Gryffindor, para levantarla.

- ¡Draco! - rugió el moreno, sintiendo que se ponía rojo, mientras intentaba alejar las insistentes manos del rubio. - ¡¿Qué crees que haces?!

Entonces el rubio se detuvo en automático y se llevó un dedo al labio bajo, muy seductoramente.

- Solo quería saber… - dijo con mucha inocencia - que tanto me va a doler…

Harry no tuvo tiempo de captar el significado de aquellas palabras, por que, justo en ese momento, la mulata comenzó a gritar a todo pulmón, que se escapaba la mercancía mientras la blanca se echaba pecho a tierra, despavorida, como si hubiese visto al mismísimo anticristo en persona.

El Niño Que Vivió Y Quería Seguir Así, cogió a su rubio por la muñeca y haló de él, tirando al suelo a la tmulata a su paso, pero antes de salir, de nuevo se regresó Draco y cogió una de las picas que adornaban la pared, pero Harry lo cogió por la cintura antes de que la ensartara contra la mulata. Corrió con el en sus brazos, pero este manoteó hasta deshacerse del abrazo y se regresó para darle un puntapié a la mulata, que la dejo viendo rubios con alitas.

Aun oscuro, las calles estaban repletas de hombres y mujeres que parecían aceptar con buena gana la curiosidad sexual. A donde el Gryffindor volteara, tíos y tías bastante ocupados, igual tíos con tíos que tías con tías.

Detrás de Potter, el rubio, aun de su mano, reía de quién sabe qué.

- Aquí… - balbuceó Harry, agitado por la carrera. - Aquí estaremos bien…

Y la idea era bastante buena: ocultarse detrás de una gran pared de ladrillo y aguardar la ex…

- ¡Ahí están! - gritó una mujer. Misma que Potter reconoció como la que alegremente Draco pateó antes de salir de ahí. - ¡¡A ellos!!

El monomaníaco no tuvo tiempo ni de detenerse, por lo que volviendo a halar al Slytherin, Harry continuó corriendo, ahora con una horda furibunda de hombres y mujeres que querían matarles…

- ¡Venid aquí! - gritó una mujer.

- ¡Solo os violaremos! - gritó un hombre.

- ¡No os asustéis! Os gustará.

Vale. No querían matarles, pero lo que proponían era tan escalofriante o mas, que lo otro.

No sabía Draco, pero Harry aun guardaba su virginidad para ese momento tan especial, como todo buen Gryffindor.

Sin soltar al rubio, e intentando ignorar las sucias proposiciones, el moreno alcanzó la puerta en el muro de la ciudad y justo cuando la cruzaban, la noche se volatilizó en un repentino día, con un rugido ensordecedor e infernal. El muro retumbó y se cimbró peligrosamente, mientras que Potter había abrazado al rubio y se había hecho un ovillo con él, intentando protegerle. Con cierta satisfacción, a pesar del infierno en el que se hallaban, sintió como Malfoy se aferraba a él, con uñas y dientes.

Una lluvia de escombros no se hizo esperar y el Gryffindor se encogió todo lo que pudo con su rubio, para resguardarle de cualquier cosa que pudiera caerle, como toneladas de canto labrado y ladrillos. ¿Aquello era una pierna?

“Pero, ¿Qué coño…?”

Poco a poco el resplandor fue menguando hasta ceder de nuevo a la noche su corona de estrellas.

Harry sintió que Draco se separó un poco de él y le miró a los ojos, sus ojos de un brillo hipnotizante.

- He estado calladito y he hecho todo lo que has querido - aseguró con una voz incitante. - Creo que me merezco un beso… aquí.

Señalaba sus labios. Y aunque eso de que había estado calladito no era cierto del todo, Harry no iba a contradecir al muchacho.

Sin pensarlo mas, pasó su brazo por la cintura de Draco y lo atrajo mas a él. Sus labios se entreabrieron y…

- ¡¡Creo que acabo de borrar de la faz de la tierra a Sodoma Y gomorra!! - especuló un tío con el rostro y el cuerpo negro y el cabello y las ropas humeantes.

- ¿Finnigan? - preguntó Malfoy, separándose de Potter y poniéndose en pie. - ¿Seamus Finnigan?

- Zumos. Ese soy yo - aseguró el tío, mas negro que el carbón, aunque era blanco. - Así que tú eres quien tenía que ser rescatado. Ya Harry me ha explicado que tendría que destruir medio mundo con tal de encontrarte.

- Y te lo has tomado literal ¿eh? - dijo Harry, luchando por esconder un sonrojo. - ¡¿Qué narices has usado?!

- ¡¡Lo que me has dicho!! - se defendió Zumos. - ¡Que me violen sino!

- Llegas tarde - bufó el rubio y luego se volvió al moreno. - ¡¿Que dementores le has pedido que hiciera?!

Al parecer volvía a ser el mismo de siempre. Harry extrañaría sus chistes.

- Le he pedido que hiciera una distracción. No sabía que pasaría esto. - y se volteó a Zumos. - Claramente te dije que usaras setenticinco por ciento de clorato potásico, quince por ciento de carbono y diez por ciento de azufre.

- ¡¡¡Eres la ostia!!!! - rugió Malfoy, dándole una leche al Niño Que Vivió Para Matar A Draco Malfoy. - ¡Pudiste matarme! ¡Pude haber quedado hecho una mierda por tu culpa! - De pronto el Slytherin abrió sus ojos como galeones.- Un momento: ¡¡Ibas a besarme!!

- ¡¡Ah, ahora si quieres,¿ no?!! Después de hundirme las pelotas en el cerebro - rezongó Harry, con resentimiento. - ¡Pues ahora yo no quiero!

- ¡Claro que quieres!

- ¡Claro que no!

- ¡Claro que sí!

- ¡Claro que no!

Malfoy entrecerró sus ojos, incrédulo, y lo haló por las ropas raras que llevaba, hasta que sus labios se encontraron con un poco de rudeza. Potter solo atinó a aferrarse al rubio para que no se separara de él, y deslizó ambas manos a la espalda de Draco. Lo apretó contra su cuerpo para hacer mas profundo el beso, cosa que logró causarle un leve gemido a Malfoy. La lengua de Harry, como una viborilla, recorrió, de un lado a otro, los blancos y perfectos dientes del Slytherin, hasta que se topó con la lengua de este, ambas ansiosas. Draco sentía un conato de incendio en el corazón, que se expandía por todo su cuerpo y estaba seguro que, de seguir besado a Potter, sufriría una combustión espontánea.

- ¡¡Madre mía!! - exclamó Zumos.

Draco se separó de Harry y casi pudo oír un sonido de succión al hacerlo.

Con un brillo asesino en los ojos, se volteó hacia el tercero.

- ¡¿Qué?! ¿Nunca habías visto a dos tíos besarse?

- No solo ver - respondió Zumos, que no tenía pinta de que el rubio y el moreno le importaran en lo mas mínimo. Había ladeado la cabeza y miraba en ninguna dirección. - Pero lo de madre mía no era por vosotros. ¿Oís eso?

El moreno, con los sentidos mareados y temiendo que su corazón se había parado cuando Draco se separó de él, intentó prestar atención a algo mas que no fuera su rubio favorito.

Y ahí estaba.

Un murmullo apenas audible que comenzaba a abrirse paso y pronto parecía un grito de guerra.

Como el retumbar de los pasos de un gigante, una muchedumbre corría hacia ellos.

- ¡Mierdaaaaaaaaaa! - gritó Zumos y echó a correr.

Pues sí: eran los sobrevivientes del infierno y no tenían pinta de estar nada contentos.

- ¡Lárgate por piernas! - gritó el rubio al tal Zumos que ya había desaparecido de su vista, mientras se aferraba a la camisa del Gryffindor, que sonreía como idiota, y halaba de ella para seguir su carrera.

Dejando una estelita de polvo tras de sí, un rubio y un moreno se internaban de nuevo en el desierto, con una horda asesina lanzándoles piedras y palos y flechas y zapatos y calzones y… vale, los calzones los usaban de ondas para lanzar piedras.

Apenas voltear, Potter alcanzó a ver la flecha que se dirigía a su rubio favorito y sin siquiera pensárselo, le hizo trastabillar y se lanzó sobre él, girando, para que Malfoy no golpeara contra el suelo, pero el impulso hizo que diera una vuelta de mas y quedó justo sobre él… entre sus piernas.

- Harry, no creo que sea el momento para esto… ¡No es que no quiera pero…!

El moreno la captó al aire, y antes de sonrojarse, negó con ímpetu.

- Trato de salvarte la vida.

- Vale, pero hay métodos mas ortodoxos.

- ¿Quieres que hable con tu madre y le pida permiso?

- Depende… ¿permiso para qué? Por que si es para…

Y una piedra del tamaño de un pony pasó muy cerca de ellos y Harry se levantó y ayudó al Slytherin a ponerse de pie para seguir corriendo.

- Después lo hablamos - propuso Potter, cogiendo la muñeca de Draco, que solo asintió.

El horizonte tras ellos comenzaba a clarear y a lo lejos se podía ver una edificación que sobresalía de otro muro. Hasta ellos, a pesar del alboroto y la carrera, llegaba música.

- Tienen fiesta - gritó al rubio, quien ya jadeaba tanto como Harry.

Los maniacos tras ellos no daban tregua y Potter tuvo que obligarse a seguir corriendo. Sentía el peso que ocasionaba el cansancio en Malfoy y no tuvo mas remedio que detenerse a echarse al muchacho sobre su hombro. Esta vez Draco ni chistó. Con la cabeza a la espalda del moreno, el rubio notó el cuchillo que giraba verticalmente hacia Harry. Sus manos pensaron por sí solas y detuvieron, palma a palma, entre las dos, la hoja de metal que se hubiera encajado en el hombro de Potter.

Cabreado por que aquellos muggles atentaran contra a vida de su Pottito, cogió el cuchillo por el mango y lo lanzó de regreso. Escuchó un gritillo poco masculino y vio, con satisfacción, al hombrecillo que se derrumbaba con las manos es la entrepierna, para ser usado como alfombra por los demás.

A Harry le ardían los pulmones y le dolían montones las piernas, pero no podía parar. Delante de él el muro se elevaba a unos metros y pudo notar una gruesa fila de hombres que desfilaban alrededor del muro de una ciudad, tocando instrumentos musicales.

Esforzándose al máximo, alcanzó el muro antes que la orquesta, haciendo que estos se interpusieran entre los muggles y ellos.

Aprovechando el corto descanso, y durante un solo de trompeta, Harry bajó a Draco de su hombro, se deshizo de su túnica, que pesaba mucho  y se recargó en el muro, buscando recuperar el aliento.

Malfoy, por su parte, recargo su espalda, cerca de Harry y antes de que pidieran decir “Oo” el muro comenzó a resquebrajarse justo por donde Potter estaba recargado y de pronto todo el muro estaba en el suelo…

Todo.

El rubio alcanzó a equilibrarse antes de irse con la construcción y de inmediato volteó a ver a Harry, con el miedo latiendo en sus ojos.

Al instante el desfile se detuvo y la orquesta, un tanto sorprendida, se miraron unos a otros y luego vitorearon y cargaron en hombros al de la trompeta.

Ni el rubio ni el moreno entendieron nada, pero era mejor desaparecer antes de que alguien quisiera echarles la culpa de algo que había sido “meramente accidental, lo juro por mi lechuza.”

Aprovechando la algarabía de unos y el desconcierto de otros. Harry volvió a coger la muñeca de Malfoy, pero este la retiró con un poco de brusquedad. El moreno pasó rápidamente de la decepción a la sorpresa cuando la mano de Draco se pegó a la de Potter, palma a palma y le guió lo mas sigilosamente que pudo lejos del muro de la desgracia (“Aquí ha estado Harry Potter”) pero no había a donde ir. Donde quiera que mirara no había mas que un desierto, que comenzaba a tostarse bajo los, cada vez mas, agresivos rayos de sol.

Con cierto miedo haciendo nido en sus entrañas, Harry contempló a Draco, que caminaba a su par: su ojo derecho ya no estaba oscuro y apenas si quedaba huella de la hinchazón pasada, pero seguía brillando como si estuviera hecho de madreperla y olía terriblemente delicioso.

El Gryffindor tenía ganas de abrazarle y pegar su nariz al hueco entre sus hombros y su quijada. De repente algo llamó su atención a la distancia.

Draco Malfoy escuchó el largo suspiro de Potter. Caminaban queriendo confundirse con la arena para no ser descubiertos de nuevo por los sobrevivientes del infierno, tan silentes que el rubio estaba seguro de que si Harry aguzaba su oído, podría escuchar sus pensamientos.

Cosa que no era para nada conveniente, por que aun tenía en mente esa caidita de hacía unos momentos, cuando el moreno quedara sobre él… entre sus piernas… y se sintió bien, maldita sea. Sabía que solo estaba mareando la perdiz negándose a sí mismo lo que tanto deseaba, pero…

- ¡Estamos salvados! - gritó el moreno, sonriéndole al rubio. Una sonrisa que hizo vibrar involuntariamente a este. - Ahí está Zumos.

- ¡Excelente! - murmuró el Slytherin, entornando los ojos grises para permitirse ver a la distancia a causa del fulgor dorado del sol que molestaba sus pupilas.

Moviéndose hacia ellos con prisa, se acercaba un carro, o algo parecido, del tamaño de una casa pequeña, semiredondo, de cuatro ruedas, que era halado por dos bueyes, dejando un camino de polvo por donde pasaba.

Draco se permitió contemplar a Harry, aprovechando que este tenía puesta su atención en el vehículo que se acercaba: Su cabello negro y corto, cayendo al descuido por su tersa frente, sus manos estaban rasguñadas y un tanto sucias, al igual que sus ropas; llevaba puesta una camisa blanca que se pegaba a su cuerpo, definiendo sus perfectos abdominales y un pantalón de cuero negro que se pegaba a sus largas piernas de deportista consumado revelando un cuerpo esbelto y robusto que había madurado, a sus escasos dieciséis, en el de un hombre en toda la extensión de la palabra.

Repentinamente sus ojos se encontraron.

Una eternidad encerrada en un segundo fugaz.

Eso le pareció a Draco aquel tiempo en que los ojos verdes descubrieron a los ojos grises.

Y esta vez fue el rubio quien suspiró.

Regresó su vista al horizonte, disfrutando el calido viento que despertaba desde el poniente, causando que sus cabellos golpearan, con suavidad, sus pómulos. En cuanto pudiera se desharía de aquel escaso atuendo que no se podía quedar quieto con el aire, revelando mas piel de lo que era necesario. Aun por el rabillo del ojo podía ver la seda roja bailando a su espalda, como si quisiera salir huyendo a ninguna parte.

Y su mano seguía apañando la de Potter.

Y los ojos de Potter seguían en él.

Antes que pudiera decir nada, la casa rodante llegó hasta ellos y lo primero que Draco notó, no fue el tintineo que ocasionaba o lo vieja y sucia que pudiera estar, sino una cabellera roja.

Notas finales:

Millones de gracias a cada uno de vosotros por tomar un poco de su tiempo y dedicarmelo. No tengo como pagarlo.


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