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El Giratiempos Roto. por aerosoul

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Notas del capitulo:

Holaaaaa a todos!!!!!! Creo que traigo el capitulo mas estupido que he escrito hasta ahora, pero por fin nos vamos a casa!!!!! Gracias por leer.

Os quiero.

Draco se sentó un momento.

Eso de hacer manifestaciones divinas era realmente agotador para su salud.

Y eso que no era él quien andaba correteando por la orilla del río en busca de ranas.

Oh, y era una putísima suerte que algún bichejo hubiera decidido matar unos cuantos animales en el campo… que tenían heridas sospechosamente parecidas a la mordedura de serpiente. Malfoy lo había achacado a alguna plaga de la divinidad, siempre agregando las palabras “¿os dejaréis humillar?”cuando Faraón aseguraba que dejaría ir al pueblo hebreo de una vez.

El rubio sabía lo que debía hacer: evitar, a costa de su propia piel, la salida de los hebreos de Egipto, para que EL no los regresara a casa a Harry y a él.

No, por que no quería ir a casa. Y había hecho un acuerdo con Lilith; “Si quieres seguir viendo a Harry tendrás que ayudarme…”

Y hablando del niño de las mil victorias, ¿Dónde estaría Potter?

Se estaba perdiendo de la diversión.

El rubio llevó su gris mirar hacia su muñeca, donde estaba el pequeño corte que Harry hiciera para mezclar sus sangres. Ahora estaba casado. Y seguro su madre lloraría lagrimas de sangre por no haber estado presente. Su padre lloraría también, pero cuando le hicieran llegar la noticia de que el compromiso con la hija menor de los Green Grass había sido roto por que su hijo había contraído nupcias con un mestizo de nombre Harry Potter. Draco no llevaba el anillo ceremonial de la familia Malfoy, el Ooroboros o la serpiente que se muerde la cola, pero llevaba algo mucho mas importante que miles de anillos familiares: la sangre de su esposo… Y quizá algo mas.

Suplicaba a todos los santos, dioses y gnomos de jardín habidos y por haber, que el moreno no le diera muchas vueltas a lo de la dichosa Fertilidad.

Era largo de explicar y ahora no estaba de ánimos.

Miró a su alrededor.

¿Por qué Harry no entendía que él no se quería ir? Y no era que le hubiera cogido amor a aquel lugar y a los muggles que lo habitaban… Sin embargo, y siempre y cuando alguien lo amenazara con un avada, habría que admitir que extrañaría a la pelirroja. Pero ese no era el punto. El caso es que él sabía que nada podría salir bien si regresaban a su mundo, por que había un infinito precipicio que lo separaría de Harry apenas regresar.

Y ese precipicio tenía nombre, tenía rostro… o algo parecido a un intento de rostro.

Draco se dejo caer pesadamente sobre el pasto, como si hubiera muerto.

El sol, a esas horas, perecía en su propio fuego tras las lejanas montañas y el viento soplaba calidos murmullos que se volvían una marea entre las altas hojas de las acacias.

Sí, definitivamente era algo que podría disfrutar toda la vida…

- ¿Eme?

Draco no tenía la gana de contestar y menos abrir los ojos. De hecho, no habría nada que pudiera arruinarle aquel momento.

- ¿Estás vivo? - preguntó Lilith, pateándole un costado.

Tal vez sí…

- ¡¡¡¡Aggggg!!! ¡¡¡¿Qué coño quieres?!!!

- ¡¡Joder, tío, que si te has muerto por lo menos ten la decencia de decirlo!! Mira, tengo un montón de ranas - anunció la muchacha, sentada ahora frente al rubio, sobre sus rodillas. - Creo que con estas será suficiente.

Draco admiró los anfibios muy cerca de su nariz, pero en vez de hacer aspavientos, indignado por tal cercanía, sus labios temblaron en un muy infantil mohín. Sus grises ojos se llenaron de lagrimas y alzó su rostro al cielo.

- ¡¡¡¡QUIERO UNA RANA DE CHOCOLATE!!!!

Lilith lo miró con preocupación. ¿Rana de chocolate?

- ¿Dónde queda eso?

- ¡¡¡¡¡BUAAAAAAAAAAA!!!!!

 

 

 

Moisés se adentró en la sala del trono con paso cauteloso. Hacía centenares de años que no pisaba aquel lugar después de su exilio. Vale, que no eran centenares de años pero así se lo había parecido. Aquel era su hogar, todo lo que había conocido, todo su mundo. Y de repente, un día todo había cambiado. Había sido muy duro para él.

Y el hecho causal era algo de lo que no estaba realmente orgulloso pero así habían sucedido las cosas y ya nada se podía hacer.

Contempló la sala, desierta. Frente a sí se encontraba el trono y mas allá una gran representación de Ra.

Una vocecilla llamó su atención. Era grave y sutil. Parecía provenir de la mismísima representación del dios. Moisés se acercó mas a esta y pudo percatarse que la voz no salía de la estatua, sino de detrás de esta.

- …y por favor, Ra, has que se les caiga el cabello y les salgan piojos en las pelucas y los dientes se les pudran y sufran de eyaculación precoz y…

- Ejem, ejem - carraspeó Moisés, para atraer la atención de su hermanastro, que estaba sentado sobre el suelo, en medio de los talones de la mole de piedra.

- Muerte a los esclavos ¿eh? - dijo Moisés, meciendo su cuerpo de adelante hacia atrás, con las manos en la espalda.

Faraón lo miró con resentimiento, elevando su ganchuda nariz por única respuesta. Regresó su vista al suelo y continuó con sus plegarias a su divinidad mayor, en voz mas alta.

- … y has que les cuelgue la barriga y les salgan verrugas en los ojos y ….

- Ramses…

- … que las tripas se les volteen y los pulmones se les cierren y…

- ¿Ramses?

- … los globos oculares estallen y se desangren hasta morir lenta y …

- ¡¡Ramses!!

- … tortuosamente, amen. ¡¿Qué coño quieres?!

- Esto, yo solo quería hablar contigo y en paz.

El hombre en el suelo tenía pinta de estar concentrado en algo muy importante. Sus dedos pulgares hacían círculos en torno a ellos mismos y sus labios hacían un rictus de inteligente recapacitación, que Moisés, con todos sus años de conocerlo, sabía muy bien que solo significaba una cosa: quería ir al baño.

- Tengo una junta muy importante que ahora no puedo cancelar - dijo por fin. - Ya sabes, guerras mundiales que planear, infanticidios que ejecutar, cosas importantes.

- Sí, sí. Ve, anda, anda.

- Ahora regreso… no te vayas.

- No me voy.

- Vale.

Moisés lo observó marchar al cuarto de baño en una corta carrera y decidió esperar. Total, que Ramses no sufría de estreñimiento.

 

 

 

Harry admiró su Plan B con gran satisfacción.

El capullo de kamâl estaría ocupado por lo menos hasta que los chinos descubrieran America.

Ahora, regresaría con Draco y aclararía de una vez por todas eso de la dichosa Fertilidad. Por que había centenares de cosas que Harry aun no entendía del mundo mágico. Aun recordaba con bastante nitidez que casi le entra la caguela cuando el sombrero seleccionador se puso a cantar como si nada. Bueno, tenía once tiernos añitos y jamás había oído hablar de la magia hasta que, precisamente cumplió esa edad. No era su culpa haber vivido con una familia disfuncional (solo para su persona) durante tantos e importantes años de su vida ¿o sí? Cabía la posibilidad de que los magos pudieran hacer llover tartas y el ni por enterado. Por lo que a él respectaba, lo podían hacer casi todo. Incluso revivir, como ya lo había hecho Voldemort. Así que, el que un hombre pudiera dar a luz no le parecía gran cosa en comparación.

Y la idea de Draco Malfoy con un vientre de nueve meses le hizo trastabillar en su camino.

Joder, que debía estarse volviendo loco si aquella imagen no le hacía emocionarse. Por que, de pronto, quería verle la tripa y pegar su oreja en ella y escuchar el tímido corazoncito de un Potter Malfoy en ella.

Pero lo que escuchó, de momento, no fue ningún corazoncito ni nada por el estilo.

Latigazos, gritos y juramentos.

Y subiendo una pequeña duna de arena y guijarros, se encontró con la cruel visión: hombres que trabajaban hasta desfallecer, sin derecho a prima vacacional o bonos por horas extra o derechos de la seguridad social…

Sin duda, tal imagen era algo cruel de admirar.

Ahora comprendía al arbolito.

Harry bajó la duna a paso rápido, donde estaban varios hombres con látigo en mano, cortando el aire con el ¡Fuchijua! que estos ocasionaban.

¿Cómo sacarlos de ahí? Estaba completamente seguro de que Moisés no llegaría a ningún acuerdo con Faraón, y su ida a casa se retrasaría eternamente.

Bien, tendría que hacer una sublevación.

- Ujum, ujum. Esto, ehhhh… Pueblo de esclavos….

Apenas decir aquello, Potter se arrepintió, dado las claras advertencias hacia su persona por parte de aquellos hombres que le dirigieron sus ojos inyectados en sangre.

- Es decir, Pueblo de… ¿personas que está siendo subyugado…? ¿Qué sufren día a día de hambre y trabajo extra? - preguntó el moreno en un hilo de voz cuando descubrió que todos habían detenido sus labores y le miraban con sensible odio. - Bien, esto, yo he venido a ofrecerles la oportunidad de… ¿salir de Egipto y vivir en paz en el desierto? ¿Atacar otros pueblos y tener sus propios esclavos? Vale, pues no se que es lo que queréis. No soy adivino… Si me dierais alguna pista de lo que queréis…

- ¿Tú eres amigo de Moisés? - preguntó un hombre, que se parecía mucho al aludido, si Harry lo miraba con detenimiento.

- Sí. - dijo el Gryffindor, emocionado. Tal vez así le darían un poco de su atención sin querer matarle. - Somos excelentes amigos. Lo conozco desde que era un crío y…

- Por que cualquiera que sea amigo de ese capullo traidor merece ser empalado.

- Bueno… así que vosotros digáis, que amigos, que amigos, pues no. Lo acabo de conocer, en realidad, no sé mucho de él… ¿Podríais definir “empalado”?

 

 

Moisés se sentó en el trono mientras esperaba a que su hermano desocupara el otro trono. Y mientras esperaba descubrió que el mayor se había olvidado su tocado y sus cetros. Siempre tuvo la curiosidad de saber que se sentía ser el Faraón de todo el imperio Egipcio. Se colocó la corona en su cabeza, algo pesada para su cuello que no estaba acostumbrado a tal presión, pero admitió que le lucía muy mona. Cogió los cetros y cruzó sus brazos frente a su pecho en posición solemne.

- Yo, Moisés, Faraón del Alto y Bajo Egipto, encarnación de Horus, dios vivo, ordenó a todas los egipcios que se vayan a tomar por culo…

- ¿Te diviertes con mis juguetes? - preguntó Faraón al hombre que no se había dado cuenta de que su hermanastro llegaba por detrás. - Donde no te quites mi corona se va a armar jaleo.

- Eres un egoísta - reclamó Moisés, con morritos. - Yo siempre te preste mis juguetes.

- Por que padre te obligaba.

Moisés no dijo mas por que ahí Ramses tenía un buen punto.

- ¿Qué te parece si hacemos las pases y dejas ir a los hebreos de aquí? Total, que seguro morirán en el desierto y mas pronto de lo que piensas estarán aquí rogándote por que los esclavices y les des el cuádruple de trabajo.

Faraón se llevó la mano a su mentón y lo pensó un momento.

- Tal vez tengas razón - dijo por fin, quitando su corona de la cabeza ajena para colocarla sobre la suya. - Pero de momento, quiero mis cetros.

Moisés entornó los ojos, pero no le dio nada.

- No los tendrás hasta que no aceptes.

 

 

 

Draco caminaba hacia palacio, acompañado de Lilith que se había puesto seriamente renuente a buscar piojos en el suelo para hacer una nueva plaga. Tendría que inventarse alguna que fuera lo suficientemente desastrosa como para provocar la muerte de los hebreos antes de que pudieran ser rescatados, pero en tanto pensaba, Harry Potter paso frente a él, con una multitud realmente furiosa tras él. Y sospechosamente, no parecían egipcios.

Al rubio le pareció que gritaba algo como “Coooooorrrrraaaaaaaaannnnn” pero bien pudo ser un “Coooooooommmmmaaaaaaaannnn” por que, pensándolo bien, él sí que tenía hambre. Y ni pensar en beber algo de aquella región que parecían tener la clara impresión de que la palabra saludable era sinónimo de pis y cosas que salen de los culos de animales, mientras mas grandes mejor.

- ¿Quieres que te guarde un plato? - gritó, pero el moreno le ignoró.

Menudo desaguisado que estaba haciendo su esposo. Aquellos hombres, muy poco corteses y educados dado a la singular forma que tenían de arrojar piedras y ladrillos a su moreno, pasaban como si el inmenso espacio que tenían a su alrededor no les fuera suficiente y tiraban sin ningún remordimiento cuanta pared, estatua u objeto se encontraban en su camino. Y si no se quitaba, de seguro que también lo tirarían a él por que justo ahora Harry había dado la vuelta, saltado una especie de cuneta, y los guiaba hacia la pelirroja y él. El rubio se hizo hacia atrás a tiempo de no quedar como estampa en el suelo. Pero la pelirroja no tuvo suerte y fue arrastrada por la horda, mientras Potter preguntaba a su rubio por dónde se salía de la ciudad.

- Vas derecho - contestó el Slytherin, gritando para hacerse oír sobre el vocerío de juramentos y peroratas que iban contra el Gryffindor.

 

 

Severus Egipcio estaba de muerte. Ese capullín mimado, como siempre esperaba hacer su voluntad. Pero ¿es que nadie le entendía? ¿Nadie entendía que él llevaba el peso de una corona sobre su cabeza? Y la corona de Egipto era la corona mas pesada del mundo. ¿Nadie pensaba en lo que él sentía? ¿En que él también tenía problemas personales? ¿Acaso a nadie le importaba que su mujer no lo quisiera y ya hubiera intentado matarle ciento cuarenta y algo de veces que ya ni llevaba la cuenta? ¿O el que su amante prefiriera follarse al camello que a él? ¿O que su madre se hubiera escapado con el brujo de la aldea vecina? ¿ y que tal que su reino estaba siendo destruido por un cuarteto de homicidas desquiciados? Y por si fuera poco, querían que liberaran a los esclavos y su mensajero le traía la peor noticia de todas: En la India las vacas son sagradas. ¡¡Pero que Gilipollez!! Definitivamente eso estaba como para amarrarse una soga al cuello y lanzarse al Nilo.

Faraón suspiró y se hizo un ovillo en el suelo por que Moisés no quería bajarse de su trono.

- Venga Ramiecito - pidió Moisés, mirándole desde el asiento real. - Di que solo iremos al desierto a adorar a nuestro dios y san se acabo.

Pero antes de que Ramses dijera que si, que se fueran al maldito culo del mundo si quería un soldado de la guardia real entró en palacio y anunció a viva voz que una horda de esclavos había matado a su primo.

- ¿Al primo de quién? - preguntó Faraón, parándose ipso facto.

- Pu-pues, al primo de usted - dijo el soldado, con las piernas temblorosas y sus rodillas chocando entre sí. - A su primo Genito.

- ¿A mi primogénito? ¡¡Noooooooooooooo!! ¡¡¡Se acabo!!! Moisés, saca a tu pueblo de una vez y para siempre. Hemos terminado - dijo Faraón, dándole la espalda al menor.

Moisés, realmente contristado, se acercó al hombre.

- Ramses…. Ramses. ¡¡¡Ramses!!!

-¡¡¡Ay, ya!!! Lárgate antes de que me arrepienta.

Moisés salió de palacio, derechito a liberar a sus hermanos en cautiverio, pero cuando llegó al sitio, no había nadie…

.

.

.

Harry ya llevaba varias horas corriendo. O al menos eso era lo que le decía el tremendo flato que tenía. Pero había logrado su objetivo: sacar a todo el pueblo hebreo de Egipto. Y eso lo sabía por que si miraba hacia atrás claramente podría ver una gran fila de hombres, mujeres y niños que intentaban darle alcance para sacrificarle a su dios. Por fortuna, les llevaba buena ventaja o las piedras que caían a escasos centímetros de él caerían en su cabeza. Sin embargo, pronto descubrió un pequeño problemilla que arreglaría el asunto satisfactoriamente para los hebreos: A unos metros frente a él, había un mar. Un mar muy grande.

“Cielos, cielos”

Harry se hubiera persignado y hubiera dedicado una jaculatoria por su esposo y por todas las personas que dejaba atrás, por que sabía que de esa no se libraba. Pero no hubo tiempo…

.

.

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Kamâl estaba que sudaba lagrimas. Los músculos le ardían como si llevara ya todo el día sosteniendo los brazos al frente sin bajarlos un momento. Pero el moreno de gafas le había prometido que si terminaba su tarea, recibiría un beso de el rubio y el dandy estaba muy, pero que si muy dispuesto a terminar su tarea.

El hoyo ya era lo suficientemente grande cómo para caminar erguido por él, y de largo ya ni veía la salida. El moreno no tendría como ponerle peros.

Kamâl siguió cavando hasta que se encontró con que la tierra estaba muy húmeda. De hecho, mas que húmeda, era lodo. Continuó excavando y se detuvo por que de pronto había pequeños chorrillos de agua saliendo entre l tierra y escuchó un ruidito muy extraño, como si de pronto todo el agua del mar quisiera entrar por donde él cavaba y estuviera algo impaciente.

“O…ooo”

Y ahora Kamâl corría hacía la salida, desesperado, gritando Tsunami a todo pulmón. Al salir por el otro lado, el agua le alcanzó y lo empujo a tierra, pero unos fuertes brazos se interpusieron en su trayectoria. Cuando Kamâl abrió los ojos, descubrió que estaba en brazos de Lilith.

Y el dandy se dio cuenta de lo bonita que era la muchacha viéndola mas de cerca. No era rubia, ni exudaba sensualidad como Draco, pero peor era nada.

- ¿Tienes algo que hacer por la noche? - inquirió el dandy, enrollando uno de sus dedos en el largo cabello de la pelirroja.

- ¿Me estás tirando los tejos? - preguntó la pelirroja, con el ceño fruncido.

- Solo si no me golpeas…

- Vale - dijo encogiendo sus hombros. - Ya que Harry no se divorciará…

.

.

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De pronto, el mar que estaba frente a Harry se esfumó. ¿Dónde fue? ¿Quién sabe? Pero Harry agradecía a quien fuera que le había ayudado. Corrió a través del, ahora, seco mar, y los hebreos le siguieron. Cuando llegaba al otro lado el cielo ya casi estrellado se tornó completamente rojo y un ventarrón azotó el lugar, sin misericordia alguna. Del cielo bajó un tornado de fuego que pisó tierra muy cerca de Potter.

- ¡PERO QUE DESPELOTE HABEIS HECHO! - rugió el tornado. - TENDRE QUE REGRESAROS A CASA AHORA MISMO.

- Sííííííí…- gritó Harry. - Eso es justo lo que queremos.

- DONDE ESTA EL RUBIO?

- No tengo idea.

- MMMMM… VEAMOS… - y de pronto Draco Malfoy estaba a su lado, como si nada.

- ¡¡Harry!! - exclamó el Slytherin, abrazándose a su esposo. - Pensé que me quedaba viudo.

- Vamos a casa - dijo el moreno, muy emocionado, acariciando su mejilla con ternura.

Pero Malfoy no se mostró muy emocionado. Una punzada de decepción atravesó su corazón y se mordió un labio.

Así que todo acababa. Todo entre su Harry y él terminaba así.

Cogió las manos de Harry y las besó. Al moreno no le dio buena espina aquel acto.

- ¿Alguna vez has oído el cuento de Mercedes y la rana de chocolate?

Potter negó, extrañado.

- Jamás - aceptó, abrazando al muchacho contra su pecho.

- “Y fue como visitar el cielo en un día de fiesta, y fue como convertirse en estrella y resplandecer en la oscuridad”

Harry no entendía de que venía todo aquello.

- ¿De qué hablas?

- Tú eres mi rana de chocolate, Harry.

- ¿Debería tomarlo como un cumplido? - quiso saber.

Pero no hubo respuesta. El tornado lanzó cuerdas de fuego que los envolvieron y los atrajeron hacia él.

- ES HORA DE CONTINUAR - dijo el tornado de fuego. - NO SOLTEIS VUESTRAS MANOS Y RECORDAD SIEMPRE VUESTRO PACTO.

Harry cogió con fuerza las manos de Draco mientras eran absorbidos por el tornado. Quería abrazar a su rubio pero le era imposible. La fuerza centrífuga era demasiado poderosa como para permitírselo.

Sintió pánico cuando, en cada giro, su cuerpo se separaba mas y mas de Malfoy, hasta que solo sus manos permanecían unidas.

- ¡¡Harry, no me sueltes!! - exigió Draco.

- ¡Jamás! - dijo el moreno, pero no estaba seguro del todo. El vórtice se hacía cada vez mas pequeño mientras la altura se hacía infinita. - ¡Draco, sujétame fuerte!

- ¡Eso intento! - rebatió el muchacho, pero sus manos se resbalaban de las del otro. ¡¡Harryyyyyyy!!

Sus manos inevitablemente se separaron y cada uno salió expulsado hacia puntos distintos…

Y entonces todo se volvió negro.

 

 

 

 

SEGUNDA PARTE:

DE RUEDAS DE LA FORTUNA O EL PASADO QUE NUNCA FUE.

 

 

 

Harry Potter se preguntó por un fugaz momento si ese furioso dolor que tenía en el pecho significaba que había sufrido un infarto y ahora estaba muerto.

Pero… ¿Por qué seguía sintiendo dolor?

No. No estaba muerto. Harry jamás había muerto en su vida, pero estaba seguro que estar muerto no se sentía como estar vivo. Aun sentía ese dolor asfixiante, insoportable, que poco a poco se volvía omnipresente.

Y poco a poco un lastimero y desgarrador grito fue cobrando fuerza en sus oídos. Por si fuera poco, lo sentía vibrar en su garganta.

¿Tendría que ver que era él quien estaba gritando?

Pero no era solo su voz la que se quebraba en sus oídos. El viento, quizá, con una voz sibilante hacía eco de la suya en un efecto etéreo, como de eternidad.

Harry abrió los ojos y dejó de gritar a un tiempo.

- ¡¡Con una mierda, Potter!! - reclamó Draco Malfoy, con ambas manos en el pecho, tal vez intentando que el corazón no se escapara de él. - ¿Acaso planeas matarme de un puto susto? ¡¡¿Estás demente?!!

El Gryffindor, tirado en el suelo, contemplaba al rubio, parado frente a él.

Harry reaccionó y se puso bruscamente de pie, para acercarse a Draco: le cogió el rostro con ansiedad febril en busca de algún daño. No, no, su rubio favorito estaba mas saludable que nunca.

- Estas bien - susurró con un hilo de voz, abrazando al muchacho con fuerza y escondiendo su rostro en el sutil hueco de su cuello.

Potter sintió a Malfoy suspirar y estremecerse, rodear con timidez su cintura y aferrarle .

¿Podía haber algo mejor que aquello: el corazón de Draco latiendo contra el suyo?

Absolutamente no.

- ¿Harry? - llamó una tímida vocecilla.

Al instante el moreno fue empujado violentamente por el rubio, apartándole de sí.

- No sabía que estuvieras tan necesitado de afecto, Potter - dijo Malfoy, sacudiendo su túnica de cualquier suciedad que el abrazo del Gryffindor pudiera haberle dejado.

Detrás del Draco, todo Slytherin apelotonado, rió a carcajadas.

- ¿Harry? - repitió la vocecilla. - ¿Estás bien?

El muchacho de la cicatriz en la frente apartó a regañadientes los ojos del Slytherin, y descubrió a su amiga Granger, mirándole como si este hubiera decidido unirse a las filas de Quien tú sabes.

Un poco mas allá, Ronald Weasley parecía haberse puesto de axuerdo con su noviecita hasta en los gestos.

El cerebro de Harry se sentía como embotado. Sus ojos vagaron por su alrededor, temerosos de lo que encontrarían.

Los pasillos, las escaleras, los altos arcos de piedra del techo, los cuadros en movimiento, el sol entrando por los altos ventanales… Elaboración de Pociones Avanzadas en el suelo…

O algo andaba puñeteramente bien o jodidamente mal.

Estaba en Hogwarts. De eso no cabía la menor duda. Pero ¿Cuándo?

Todo parecía tal y como cuando se habían ido. De hecho, un poco antes de haberse ido.

Cuando los ojos de Potter regresaron a Malfoy, descubrió una desdeñosa sonrisa en sus labios.

- ¿Qué te pasa, Potter? - preguntó este, mirándole a los ojos -. ¿Te has vuelto mas loco que una cabra? - Se llevó el índice a su oído, dando pequeños giros en torno a él, y haciendo un ruidito que sonaba a “Cucú, cucú.”

Antes de que Harry pudiera reaccionar, apareció por el recodo el profesor Snape.

- ¿Se puede saber que narices os pasa? - gruñó en dirección a los Gryffindor. - Acaban de mandar una lechuza diciendo que alguien a muerto en Hogsmeade por que ha escuchado el terrorífico grito que ha salido de aquí.

- Potter intentó tirarme por las escaleras - mintió Malfoy, con autosuficiencia.

- ¡Eso no es cierto! - bramaron Ron y Hermy, interponiéndose de inmediato entre Harry y el profesor.

- Ah, pero por supuesto que no es cierto - dijo el nuevo profesor de Defensa, adoptando una pose despreocupada -: El señor Potter solo quería ayudar a que el señor Malfoy llegara mas rápido a su destino ¿no es así, señor Potter?

Pero el señor Potter ni siquiera había escuchado el sarcasmo de la Serpiente Mayor.

Con la mirada clavada en el rubio, hizo a un lado al pelirrojo y a la castaña y caminó hacia Draco. Cuando el rubio le vio venir, cambió su sonrisa de satisfacción por un gesto de recelo. A Harry le dio pinta de que quería esconderse detrás de Snape, o meterse bajo sus enaguas.

¿Por qué?

¿A que estaba jugando?

Al pasar junto a Snape, este le retuvo por el brazo y lo obligó a mirarle. El rostro del profesor se tornó inquisitivo, al grado de fruncir el ceño.

- Creo, señor Potter, que usted y yo tenemos una larga charla por delante.

Harry le sostuvo fieramente la mirada, preguntándose si valía la pena morir en Azcaban por asesinar a un Severus Snape. Seguramente su padrino si lo habría creído.

- Si usted lo dice… - masculló.

- Así es - dijo Snape, echándose a andar. - Cuanto antes mejor, así que acompañeme, si no le es mucha molestia. Ah, y lo olvidaba: veinte puntos menos para Gryffindor… por intentar engañar a un profesor.

Harry no pudo evitar regresar su vista a Draco. El muchacho de ojos grises sonreía altaneramente, casi desafiante.

- ¡¡Vamos, señor Potter!! - ordenó la ronca voz de Snape, que ya llevaba buena ventaja del moreno. - No tengo todo su “tiempo” - aseguró, remarcando la ultima palabra, cosa que logró captar la atención del Gryffindor.

Sin dedicarles una mirada a sus amigos, ignorando los murmullos y las risitas burlonas de los Slytherin y su propio instinto de abofetear a Malfoy hasta hacerle confesar el por qué estaba actuando como él… el mismo Draco de siempre, siguió los pasos de la Serpiente Mayor, con una extraña sensación de Jamais vu, como si fuera la primera vez que recorría un pasillo en Hogwarts.

Todo era sumamente confuso.

La actitud de Malfoy, sobre todo.

¿Era acaso que quería fingir frente a los demás que nada había pasado entre ellos?

¿O era cierto lo que le había dicho Malfoy y se estaba volviendo mas loco que una cabra?

¿O era que todo había sido un sueño?

A él le había parecido todo completamente real.

Sumamente extraño pero real.

Cada paso, cada palabra, cada suspiro, cada respiración, cada caricia, cada beso…

¿Y Draco?

O no recordaba nada o fingía malditamente bien.

Conociéndole como creía haberle conocido, todo podía pasar.

No sabía que era peor: que no recordase o que fingiera no hacerlo.

- Albus - llamó Snape, trayendo de vuelta a Harry de su propio mundo -. Creo que el señor Potter tiene algo muy interesante que contarnos…

.

.

.

Draco no se dirigió al comedor como los demás Slytherin. Tenía un cabreo de la leche por que el estúpido Harry Potter intentara humillarlo de nueva cuenta. Menudo Gryffindor era. No merecía la pena, pero no podía controlarse. No, tratándose de Potter.

Pansy había intentado seguirle a donde quiera que el rubio fuera, pero no se lo permitió. Necesitaba estar solo por que tenía que trabajar en su plan. Por alguna extraña razón sentía que había perdido mucho tiempo.

Subió hasta el séptimo piso y pasó frente al tapiz de Barnabas el Chiflado. Abrió la sala de los Menesteres y se adentró. Y frente a sus narices, el maldito Armario Evanescente que no servía para nada.

Al menos, no aun.

Desesperado, lanzó un manotazo al aire y tumbó unas cuantas cosas de cristal que estuvieron en mal lugar. Se sentó en el suelo, abrazando sus rodillas, y de pronto contempló su muñeca, Tenía un pequeño corte. Debió hacérselo cuando golpeo los objetos de cristal… Si hubiera sido esa la mano con la que lo había hecho.

La miró con detenimiento: no era muy reciente, pero tampoco muy antigua. Aun no cicatrizaba.

Lo que le faltaba. Ahora se lastimaba y ya no sabía ni cuando.

Salió del lugar maldiciendo todo a su paso.

Que manera de perder el tiempo. Necesitaba una lectura. Y Pansy lo haría por él.

.

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«“Todo parece indicar que has sido victima de un paréntesis temporal“, explicó Dumbledore a su estudiante tras que este les contara todo (o casi todo) al director y al profesor Snape, en el despacho del anciano. “Los hechos que pudieron desencadenarlo son tan variables como estrellas en el cielo”»

“Como estrellas en el cielo,”repitió Harry en un susurro inaudible.

El día había pasado pasmosamente lento, como si el tiempo estuviera perezoso.

Apenas salir del despacho del director, Ron Y Hermione le habían bombardeado con toda clase de preguntas acerca de lo sucedido, pero él se había limitado a balbucear un “ahora no” y se había largado a su habitación.

Necesitaba un poco de soledad, un poco de tiempo.

.

.

.

Draco bajó la vista a la carta que sostenía entre sus dedos.

Era el Arcano Mayor de los Enamorados.

Una carta realmente curiosa que, en realidad no tenía nada de curioso si la persona que la admiraba no fuera Draco Malfoy. Estaba sentado sobre la estera de su habitación y frente a él estaba Pansy, sentada sobre sus rodillas, intentando desentrañar el futuro de su rubio amigo.

Parecía, por ese gesto ambiguo que demostraba el rostro de la muchacha, que de momento, el entramado susodicho le seguía causando líos.

Pero Draco no se molestaba en eso por el momento, por que la maldita carta que sostenían sus dedos le causaba una especie de Dejâ vu que le exasperaba. No sabía cuanto tiempo llevaba ya observando aquel pedazo de papel acartonado, pero si había algo que le molestaba al Slytherin, era el no poder recordar algo.

La carta mostraba una pareja: una mujer de largos tirabuzones rojos que tapaban parcialmente su desnudez. Detrás de ella había un árbol con frutos redondos y rojos que bien podían ser manzanas. En su tronco había una serpiente enrollada; en el otro extremo de la carta había un hombre también parcialmente desnudo, detrás del cual había un árbol en llamas; en medio de los dos, un ángel sobre el cual brillaba un esplendoroso sol.

Había cogido la carta al azar, obviamente, ya que Pansy se lo pidió por que sobre ella recaería la lectura.

Aquella carta, siempre según Pansy, (él generalmente se dormía en clase de adivinación) significaba por si sola, unión, matrimonio, atracción de los opuestos y sacrificio por amor.

Bueno, el Arcano Mayor de los Enamorados no era una carta que él habría elegido por gusto propio. De hecho, él pretendía saber sobre ese asuntillo oscuro que prefería no mencionarle ni siquiera a su mejor amiga. Así que esperó que en su lugar apareciera el Arcano Mayor de El Carro o La Fuerza…

Suspiró. Sentía ganas de acercar aquel trozo de papel a la llama de la vela que se retorcía en medio de Parkinson y él, pero eso, para su desgracia, no resolvería el problema.

Se removió en su lugar y se reacomodó el molesto elástico de las bragas que llevaba puestas. Ignoró la molesta risita de su amiga y la consecuente pregunta de “¿Están muy ajustadas?” para mostrarle los colmillos y admirar el hexagrama que tenía frente a sí en el suelo.

- ¿Cuándo se termina el castigo? - quiso saber.

- En un par de horas - contestó Pansy, sonriente. - Solo para que aprendas que es mejor decir la verdad en un juego de Veritas aut Pæna..

Draco la ignoró decididamente.

Si la chica no le hubiera preguntado ¿Quién te gusta de Hogwarts? Draco no habría tenido que pensarla tanto y admitir que nadie y entonces ella no le habría mirado de forma suspicaz y el no habría tenido por que aceptar el castigo.

¿Quién le gustaba del colegio?

Nadie. No le gustaba nadie.

Si en vez de eso, hubiera preguntado ¿Quién te disgusta de Hogwarts? El rubio hubiera podido responder que todos. Ahora, que si hubiese preguntado ¿Quién te saca de quicio, te hace ver las de Caín, te saca canas verdes, te desgracia la vida en un tris tras, te hace sentir cosas que no deberías sentir cuando te mira con sus ojos verdes directamente a los tuyos, te hace vibrar cuando sin querer, su cuerpo roza alguna parte de ti, te hace enloquecer cuando esta lo suficientemente cabreado como para acercarse a recordarte a tu madre al oído y su aliento caliente choca contra tu piel y te erizas como si aquello fuera una declaración de amor…?

- La primera carta es La Roue de Fortune - anunció Pansy, interrumpiendo el tren de los pensamientos de Malfoy. Sus largos dedos dieron pequeños golpecitos sobre la carta como si Draco no supiera reconocer, entre las siete, cual de todas tenía una rueda de la fortuna.- Según la experiencia que no tengo, anuncia cambios en tu vida amorosa, sorpresas del destino, movimientos inesperados… eso o te encontraras un mono sobre una rueca… Disculpa pero esto de leer el anima mundi no es tan sencillo ¿sabes?

Draco la miró con sorna.

- Menuda vidente.

Notas finales:

Ok, oficialmente estoy muy loca

 Lo lamento si ocupais psicoterapia.

Miles de besos.


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