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El Giratiempos Roto. por aerosoul

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Notas del capitulo:

Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento. He estado enferma, no es excusa, pero en estos dias no he tenido ganas ni de acercarme al ordenador...

Este cap es innecesariamente largo pero asi salió.

Espero no aburriros mucho.

Besitos.

Un Día Cualquiera En La Vida De Harry Potter

 

 

 

 

Harry Potter llevaba noches enteras sin conciliar el sueño.

Y poco tenían que ver las pesadillas que solía tener acerca de Voldemort.

O la pesadilla esa donde se veía en el expreso de Hogwarts, con Neville pinchando su mimbulus mimbletonia y entraba Cho Chang a su cubículo… De hecho, ya ni siquiera lo recordaba.

No dormía por que por mas que lo intentaba no podía dejar de pensar en Draco Malfoy.

Había ocasiones en que sentía que su corazón ya no estaba donde siempre, que se había mudado de lugar y que en el sitio que ocupara antes solo había una herida. Una herida que se había expandido hacia el centro, allí, donde no habría manera de que cicatrizara, ya que por algún tipo de magia negra había sido cauterizada abierta.

Esa magia negra tenía un nombre.

Y era un nombre que no estaba dispuesto a decir en voz alta.

Durante las clases, Harry intentaba no buscarle con la mirada en lo absoluto. Tenía miedo de que Malfoy le viera a los ojos y descubriera el insondable vacío que había dejado en su interior.

Pero aunque sus ojos no lo buscasen, no podía concentrarse en las clases u ocupar sus pensamientos en algo que no fuera Draco Malfoy.

A aquellas fechas era obvio que si su cabeza se mantenía erguida, si el aire entraba a sus pulmones, si su corazón seguía latiendo, era por pura fuerza de voluntad.

Harry estaba agónicamente conciente de que ni mil Reparo podrían recomponer su corazón, y que ni mil Protego podrían protegerle del dolor que sentía.

Por que Draco le dolía.

Dolía en cada hueso, en cada célula, en cada respirar…

Y la única razón de que el corazón de Harry siguiera latiendo así, todo maltrecho, era que aun tenía esperanzas.

Vanas esperanzas, dolorosamente.

Y aquella mañana estaba harto de ello.

Estaba harto de vivir sin su rubio. Sin poder decirle a la cara esas palabras que nunca le dijo y que debió decirle muchas veces cuando pudo.

“TE AMO”

Incomodo, se puso de pie, se colocó sus gafas y atravesó las cortinas guindas de su dosel. El piso estaba frío, pero a sus pies descalzos no les importó y se detuvieron frente a la ventana.

Afuera estaba oscuro a pesar de la hora.

Estaba nublado.

Como su corazón.

Con un largo suspiro contempló el paisaje otoñal. Aun no caían las primeras nevadas pero a Potter le parecía que no podía ser mas frío.

Su dedo índice se dirigió a la ventana y se deslizó por el frío cristal hasta formar un corazón en medio del cual dibujó una De.

Cerró los ojos y recargó su frente en el vidrio, justo donde estaba la De, como si esperara transmitirle todos sus recuerdos y librarse de la agonía.

Aun no entendía por que “ese viejo lunático” que tenía por director, no le había permitido a Severus Snape que le lanzara el Obliviate cuando Harry fue casi a suplicárselo la semana pasada.

Comenzaba a dudar seriamente de las facultades mentales del anciano.

Había leído una encuesta en el profeta, según la cual, el treinta y cinco por ciento de los magos mayores de ciento cincuenta años sufrían de trastornos mentales.

Harry no sabía exactamente la edad de Dumbledore pero le parecía que ya le estaba pegando.

- ¿Estás bien? - preguntó Ron, interrumpiendo sus cavilaciones.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí parado, observándolo con lastima?

No. En definitiva no estaba bien.

- Sí. Estoy bien - aseguró Harry, mas para sí que para su amigo, apartándose de la ventana y formulando en sus finos labios una sonrisa a medias.

Sin mas se acercó a su baúl y saco su túnica para vestirse cuando de su bolsillo salió el frasco de la suerte liquida y cayó al suelo.

Y su sonrisa se ensanchó como si de pronto fuera la persona mas feliz del mundo o simplemente se le hubiera ocurrido la mejor idea del mundo.

La destapó y bebió de ella apenas un trago, ignorando decididamente las preguntas de su amigo.

Ese día sería un buen día, sí o sí.

Apenas llegar al comedor sus ojos verdes recorrieron con ansia la mesa de Slytherin en busca del objeto de su deseo.

Y ahí estaba: Draco Malfoy sentado entre Crabbe y Goyle por un lado y por el otro Pansy y Blaise.

Parecía estar leyendo algo por debajo de la mesa., hasta que un trueno le sobresaltó.

El Gryffindor no pudo evitar recrearse en las bellas facciones del Slytherin. Era tan bello que lo dejaba sin aliento.

Harry se sentó junto a sus amigos y de inmediato Ginny le sacó platica.

Los jugadores del equipo de quidditch no estaban rindiendo en los entrenamientos y estaban perdiendo fuerza desde que él no estaba presente en ellos.

Sobre todo Ron que parecía mas torpe de lo normal…

A Harry le daba lo mismo en ese momento pero no quería ser grosero con la muchacha.

Harry volvió su mirada al rubio justo cuando sus ojos grises se posaron en los verdes.

Por un efímero momento le pareció al moreno que Draco le miraba como antes, cuando eran amantes.

¿Estaría funcionando la suerte liquida?

- ¡¡Harry!! - chilló la aguda vocecilla de Hermione en sus oídos.

El sobresaltado muchacho apartó sus ojos de Malfoy como si hubiera sido descubierto haciendo algo indecente.

- ¿Estás bien? - insistió su amiga, con toda su persona vuelta hacía él.

Aun sin contestar, Harry miró a su alrededor. Parecía que todo el comedor tenía su atención en él.

Volvió sus ojos al rubio pero este se había ido.

Maldiciendo internamente a Doña Perfecta por ello, el moreno asintió sin ganas, preguntándose si no debería haberse tomado el frasco entero de suerte liquida. No parecía estar surtiendo efecto.

Observó a la mesa de los profesores y descubrió que el director charlaba animadamente con la profesora McGonagall y el profesor Horace Slughorn. Su mano derecha aun estaba negra y sus azules ojos centelleaban bajo sus gafas de media luna, para su sorpresa, no en dirección de sus interlocutores, sino en la suya.

En algún punto le pareció que le guiñaba un ojo y con frustración descubrió que tenía ganas de ensartar aquel mismo ojo en su tenedor vacío.

Al instante deseó con todo su corazón que Voldemort estuviera todavía intentando controlarle y que ese Lapsus Dementus solo se debiera a eso.

Del otro lado el profesor Snape contemplaba, desde su frío trono, su reino de aterrorizados estudiantes.

Desde que obtuviera su mas anhelado puesto como profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, se le veía mas… “radiante” si se podía usar ese termino. Sus negros ojos habían adquirido un brillo mas perverso, mas aterrador y su sonrisa se asomaba con mucha mas frecuencia que de costumbre…

Como aquella que, ahora mismo le dirigía a Harry, presumiendo su blanca y perfecta dentadura, que parecía que el hombre estaba a punto de tragarse un collar de perlas.

Tenía pinta de estar tramando algo en su contra. Por supuesto, si se lo hacía notar a sus amigos estos simplemente se lo atribuirían a una paranoia suya.

Potter estaba aburrido y preocupado al mismo tiempo. Draco Malfoy ya se había saltado dos clases y eso no prometía nada de días buenos sí o sí.

Por que si Harry no podía ver a su rubio Favorito ¿Qué de bueno podría tener el día?

En lugar de hacer caso a la clase de Encantamientos, el moreno prefería escuchar la charla que mantenían en voz baja sus dos amigos.

- Que sí, Ronnie, estoy completamente segura de que NO HACE FALTA hacer ninguna tumba conmemorativa junto al lago al tío pequeñito verde, ese tan simpático - repetía por centésima vez, Granger a su testarudo novio. - Y no, TAMPOCO puedes ahorcar mentalmente a nadie con solo estirar tu mano e imaginar que ésta le aferra el cuello con gran fuerza.

Pero el pelirrojo no se convencía de ello por mas veces que su novia se lo jurara. Después de ver la película, Harry había descubierto constantemente a su amigo apañando imaginariamente el cuello de Snape, realmente concentrado.

Y en mas de una ocasión, cuando creía que nadie la veía, pilló a Hermy haciendo lo mismo a Ron.

Harry estaba absolutamente seguro de que si la muchacha se lo proponía seriamente, el pelirrojo aparecería estrangulado un día de aquellos.

Mental o físicamente, esos eran tecnicismos menores…

Las horas libres pasaban volando cuando se tenían centenares de tareas, pero Harry no se podía concentrar.

Esa estúpida poción había sido un timo y el Gryffindor quería la devolución de sus esperanzas.

Varias veces Filch, el conserje, pasó a cada aula a preguntar si alguien había visto a la Señora Norris. A Harry no le extrañaría que el Squib la encontrara muerta en algún rincón del castillo. La pobre gata era odiada por muchos.

Pero Harry no tenía intención de lamentarse por la criatura. Tenía cosas mas importantes por las cuales lamentarse, como su vida.

En algún momento de la tarde le había parecido escuchar un grito agudo bastante parecido a los de Draco Malfoy pero lo atribuyó a una mala jugada de sus deseos.

Después de la última clase, Ron, Hermy y Harry se dirigieron a la sala común de Gryffindor.

Por algún motivo sentía que la castaña no perdía de vista ninguno de sus movimientos.

Y eso le frustraba aun mas.

Ya antes le había preguntado varias veces si no se sentía mareado, débil, hambriento de mas, tal vez algún raro antojo como cerveza de mantequilla cubierta con chantilly… A lo que luego alego que no, que ese era un antojo suyo. Y volviendo a las preguntas raras, también preguntó si no estaba ganando peso y si no tenia nauseas matinales.

- Pastel de chocolate - dijo Hermione y la señora Gorda se hizo a un lado para dejarles pasar.

La sala común estaba casi vacía. A esas horas la mayoría de los estudiantes estaban en los jardines o en el Gran Comedor.

Quien sí estaba ahí eran Ginny y su novio, Dean Thomas, sentados en el sillón, ella sobre sus piernas, unidos en un profundo beso.

Potter no pudo mas que sentir envidia de ellos.

Harry no tenía la suerte de hacer eso con su rubio. Decidió desviar su vista de la parejita que se demostraba su amor libremente y Hermy cogiendo la mano de su novio, le hizo una seña con la cabeza para que se sentaran en un rincón.

- ¡Ron!

- Lo siento, Hermy - se disculpó el pelirrojo, una vez sentados. Seguía mirando a su descarada hermana, contrario a Harry, que distraía la mirada con las grietas en el suelo de piedra. -, pero no puedes esperar que ignore ESO - señaló con la cabeza a la pareja -. Apenas tiene quince años.

- Ya lo habíamos hablado, Ronnie - recordó la castaña, armándose de paciencia. - Es lo sufici…

- Ejem - carraspeó Dean, mirando a sus compañeros de casa. - ¿Te parece si vamos a otro lugar? - preguntó a la pelirroja.

- Vamos - dijo la muchacha, fulminando a su hermano con la mirada. - Aquí no se puede estar en paz.

- Os lanzaré un Aguamenti como os vuelva a ver…

- Shhhh, ya, Ron. - pidió Hermy, sonriendo. Su novio era un cabezón. Y aquel pensamiento, a saber por que, la hizo sonrojarse. Sacudió la cabeza para sacar cualquier mal pensamiento de esta y regresó su atención a Harry. Lo había notado incomodo por la situación. ¿Sería que aun le gustaba Ginny? No podía seguir con la duda, pero no se atrevía a hablar con su novio presente. - Ron… ¿podrías ir a buscarme un ejemplar del Profeta del día de ayer?

- Claro - contestó, pero no se movió.

- Ron… Es para este siglo - insistió la castaña.

- Sí.

- En este momento.

- ¿En este momento qué?

- ¡¡Que vayas en este momento por ese maldito ejemplar!! - ordenó la prefecta, con impaciencia.

- ¿Ahora?

- Si tienes algo mejor que hacer, que no sea vigilar a tu hermana….

- Vale, vale - dijo poniéndose en pie.

- Hey, y ya que vas de salida - dijo Harry, sacándose unas cuantas monedas del bolsillo - ¿Qué te parece si nos traes unas cervezas de mantequilla.

El pelirrojo, un tanto inseguro, se volvió a mirar a su novia, que se había quedado con la boca abierta por unos momentos, pero la cerró y asintió, cosa que realmente sorprendió a Ron.

- Eh… sí, pero solo una para cada quien.

- Vale - dijo Ron, mas alegre.

Se dio la vuelta y salió por el hueco en la pared, cantando por la bajo “Brujería en mi pobre corazón,”

Mientras que su novia se preparaba para dar terapia a su amigo.

- Harry… ahora que estamos solos, quería hablarte de algo muy importante…

El moreno de gafas la miró como si de pronto sospechara que debajo de su piel había un Mortífago haciéndose pasar por su amiga. Se puso de pie y rodeó el sillón para permanecer lo mas alejado posible de la peligrosa muchacha. Hermy solía enredarlo con sus frasecitas y este terminaba confesando hasta cuantas veces, donde, cuando, por que y con quién se pajeaba.

- ¿Qué quieres saber, Hermy?

La castaña se lo pensó un momento. Sus mejillas se habían tornado carmesí y sus piernas habían adoptado un movimiento bastante desesperante.

- Bueno, no sé como decirlo sin que te ofendas, pero quiero saber si… quiero saber si… - Harry vio como restregaba sus manos, una contra otra, nerviosamente. Bueno, pues no le iba a ayudar. - Yo quiero saber si eres…

- Sí soy…

- Virgen - terminó la muchacha haciendo aire con su mano en sus mejillas.

Harry no contestó de inmediato. Antes se puso a dar vueltas alrededor del sillón, en silencio, y la mascota de Granger, Crookshanks, apareció de la nada y se puso a caminar detrás del Elegido, como si este trajera su caja de arena en las manos. Potter no estaba totalmente convencido de contestar a la pregunta de su amiga, pero tampoco le veía el caso de no hacerlo. Tarde o temprano se enteraría, y tal vez era el momento de confesar toooooda la verdad sobre Draco Malfoy y su matrimonio con Harry Potter.

En realidad, no toooooda la verdad. Había pequeños detalles que podría saltarse, como lo de el manzano y el dedo que se resbaló.

Y es que, sabía que sería una verdadera crueldad de su parte, enviar a Hermy y a Ron a San Mungo a causa de un infarto cerebral o una enfermedad mental.

Hermione observaba a su amigo pasear de un lado a otro, extendiendo cada vez mas su recorrido hasta abarcar toda la sala. Su mascota caminaba detrás, con su acostumbrada felina arrogancia en cada paso. Parecía el rey de un desfile de gatos.

Pero lo que mas preocupaba a la castaña no era que Crookshanks hubiera decidido cambiar de dueño, sino que el moreno estaba platicando consigo mismo, cosa que no le hubiera importado para nada si no fuera por que lo estaba haciendo tan bajo que no alcanzaba a escuchar nada.

Estaba seriamente preocupada. Su amigo se estaba volviendo literalmente loco y ella no lo podía permitir.

- Vale, vale - dijo Hermione, interrumpiendo a Harry de su charla de uno solo. - Me vas a decir de una puta vez lo que pasa, sí o sí.

Justo al momento entró Ronald, con los pelos de punta y unas cuantas manchas de pólvora en el rostro. En una mano llevaba una bolsa violeta y en la otra un ejemplar del Profeta doblado a la mitad. Se sentó junto a Hermy y saco tres cervezas de mantequilla de la bolsa; le ofreció una a su novia y otra la muchacho de los ojos tristes y cogió la tercera para él.

- ¡Trajiste el Profeta! - exclamó Granger, arrebatando el ejemplar de manos de su novio y abriéndolo con ansiedad.

- Sí, Hermy, estoy bien. Gracias por preguntar - dijo Ron, contemplando a sus dos amigos pero nadie parecía dispuesto a interesarse en sus cicatrices de guerra. El capitán de su equipo de quidditch se paseaba de un lado a otro, bebiendo sorbo tras sorbo de su cerveza de mantequilla. - Siéntate Harry - pidió, señalando una butaca junto a ellos.- O por lo menos quédate en un solo lugar. Tanta vuelta tuya me está mareando.

Harry pareció considerarlo por un segundo.

- No.

Y continuó andando nerviosamente.

- Mira lo que pone aquí el Profeta - pidió la castaña al pelirrojo.

Ron cogió el diario y lo leyó en voz alta.

- « Se alquilan ebrios para fiestas, aniversarios, sacrificios, aquelarres, misas negras y bodas. Comunicarse vía Red Flu al…»

- ¡¡No, Ron!! Eso no - exclamó la castaña, arrebatando el diario y señalando el lugar correcto. - Aquí.

Ron la miró con un ligero morrito y volvió a coger el estúpido ejemplar.

- « Según la última encuesta de El Profeta, al menos un setenta y cinco por ciento de los accidentes de escobas en el Reino Unido, se debe a los conductores que vuelan mientras escriben una carta. Si usted va a manejar, no escriba»… ¿y?

Hermy puso los ojos en blanco.

- Y… que el quidditch no es seguro. Así que te prohíbo que vuelvas a jugar Quidditch.

Ron le miraba con cara de palo.

- Seguro, por que me has visto escribiendo un montón de cartas mientras estoy jugando Quidditch.

- “Ese” no es el punto, Ronnie - declaró la castaña, dando un gran sorbo de su cerveza. - El punto es que volar no es seguro. ¿Tú que opinas, Harry?

- Sí, lo que tú digas Hermy - dijo el moreno, sin darle importancia.

Ni siquiera sabía de lo que estaban hablando, pero era imposible que alguna vez Ron tuviera la razón sobre su novia. Continuó andando y bebiendo de su cerveza.

¿Cómo explicarles….?

¿Cómo hacerles entender lo que estaba pasando en su corazón?

¿Lo que estaba sintiendo?

¿Cómo explicarles que necesitaba escuchar un “TE AMO” de los labios de Draco Malfoy?

Ese “te amo” que haría que el corazón se le hinchara y no le cupiera en el pecho.

¿Cómo explicarles que desde que Draco no estaba mas junto a él, le dolía respirar, le hería la luz del sol, le laceraba el roce del viento, le torturaba el golpeteo de la lluvia en su rostro?

¿Cómo entenderían que sentía como un vértigo la sensación, al cerrar los ojos, de que se evaporaría en la oscuridad de la noche, que se difuminaría entre las sombras? ¿Qué sentía como descender y descender sin jamás llegar al fondo?

¿Cómo manifestar que odiaba la ausencia de Draco que a esas alturas ya era una presencia palpable?

¡Oh, Merlín! Se había vuelto loco. Tal vez Draco quisiera recomendarle un buen terapeuta…

Enfadado con la botella que tenía en sus manos por estar vacía de pronto, la arrojó a la chimenea donde creó una pequeña explosión y se acercó a coger otra botella, una que no se vaciara mágicamente.

- ¿Cuántas cervezas trajiste, Ron? - preguntó molesto por que solo quedaba otra en la bolsa violeta.

- Cinco… - dijo el pelirrojo, un tanto asustado. - Pero ya voy a por mas. ¿Cuántas quieres?

Harry se sacó del bolsillo varios galeones y se los dio todos si contarlos.

- Las que puedas con esto.

Ron miró a su novia. La muchacha lo miraba cautelosamente inexpresiva.

- Bueno - dijo al fin, esta - La cerveza no lo pondrá ebrio, así que…

Con un ligero levantamiento de hombros le cedió la razón a su novia, y el pelirrojo se marchó de nuevo.

Cuando Ron Weasley regresó se encontró a Harry Potter sobre la mesa de centro, bailando muy sensualmente mientras se quitaba la camiseta y cantaba:

 

z88;

z88;

«Tres dragones que volaban…

«En su escoba una mañana….

«Tres gatitos encontraron…

«y a todos se devoraron…

 

z88;

Para sorpresa del Pelirrojo, y antes de ponerse violento con su mejor amigo, descubrió que el Striptese era para Crookshanks, que estaba muy atento, disfrutando del baile.

- ¿Cuántas se ha tomado? - dijo sonriendo. Regresó a su lugar junto a su novia y dejó la bolsa a un lado - Creí que no se emborracharía - repuso, aplaudiendo al ritmo de la canción de Harry, que ya empezaba a desabotonarse los vaqueros.

- Bueno - se defendió la castaña, escondida detrás de El Profeta. - Eso creía. La gente normal no se emborracha con eso… amenos que Harry sea mitad elfo domestico y no nos lo haya dicho.

De pronto los ojos azules del pelirrojo repararon en un detalle que había pasado por alto.

En los boxers del moreno, mas específicamente, en el elástico, había dinero muggle.

Ron entrecerró sus ojos y miró a su novia.

- ¿Cómo es que ha llegado ese dinero muggle hasta ahí? - La castaña se hundió en el mueble sin sacar su cabeza de detrás del ejemplar. - Y no me digas que Crookshanks lo ha colocado ahí.

- Esto… era parta darle ánimos - susurró la apenada muchacha.

Un ruido sordo y hueco les llamó la atención. Cuando buscaron la fuente descubrieron que Harry había desaparecido… En realidad no. Solo se había caído mientras trataba de bajarse los vaqueros por las rodillas.

De pronto estaba en el suelo, riendo como poseído por miles de demonios que hacían cosquillas.

Ambos corrieron a auxiliar a su amigo y lo ayudaron a ponerse de pie.

- ¿Estás bien, Harry? - preguntó Granger, temerosa de que se hubiera dislocado algo.

- Estaré bien cuando mi esposo me de un besito…

- Ya se le subió hasta la coronilla - dijo Ron, subiendo los vaqueros para abrocharlos.

Lo sentaron en el sillón, en medio de ambos, y Crookshanks, completamente exhausto, se subió a las piernas de su ama y se acomodó en ellas placidamente.

- Jamás adivinaran con quién me he casado - dijo Harry, sonriente a mas no poder. - Ni en un millón de años.

- ¡No lo digas! ¡No lo digas! - dijo Hermy, usando a su gato de bola de cristal ficticia, e imitando el tono de voz de la Profesora Sybill Trelawnie -: Veamos… acabas de descubrir que padeces el síndrome de Estocolmo y que toda tu vida has estado enamorado de Quien tú sabes, has huido del cole para verlo y habéis contraído nupcias…

- O_o - dijo Ron.

- T . T - dijo Harry.

- No, no, jamás lo adivinaré - sentenció la muchacha, tristemente.

- ¿Draco Malfoy? - dijo Ron.

- No, no, no, ni lo intentéis. Jamás lo adivinaréis, pero os daré una pequeña pista. Su nombre empieza con De y termina con Raco Malfoy.

- ¡¡Harry!! - gritó Ron, con sus ojos de par en par. - Pero ¿Cómo has podido? - dijo poniéndose de pie, y caminando frente a ellos con las manos en la cabeza, como intentando detenerla para que no se cayera. - ¡¡Maldito Hurón!! Debió darle Amorticía o algo así.

- Amortenia - corrigió Hermy, tranquilamente. -Y no es para tanto. Esta ebrio.

- ¿Qué no has oído eso de que los elfos y los borrachos siempre dicen la verdad? - y se volteó a su amigo -. ¡Pero si Malfoy ni siquiera es humano! Eso sería como cometer Zoología…

- Creo que te refieres a Zoofilia - intervino Hermy, acariciando a Crookshanks sobre sus pies.

- No. La zoofilia es el estudio de los animales. Yo hablo de cometer actos aberrantes con los animales. Estoy absolutamente seguro de ello por que Charlie escribió en su diario “muy personal” que él practica la Zoofilia con Dragones….

- ¡No quiero oír eso! - dijo Hermy, con cara de horror cubriéndose los oídos. Y de inmediato los destapó - ¿Y ponía detalles? Oh, Ron…

Si Ron hubiera puesto atención al tonito que usó su novia, hubiera descubierto que era “peligrosamente” parecido a un “Peligro.”

Pero como no fue así…

El puño de Potter se estrelló contra su nariz y de inmediato cayó al suelo, revolcándose adolorido.

- Creo que a alguien no le ha gustado que llamaras animal a Malfoy - dijo Harry, muy cabreado. - Y ese he sido yo.

- ¡Caramba, Harry! - gruñó Weasley, descubriendo la sangre que escurría hasta su barbilla. - Ese maldito Hurón si que te la ha dado fuerte…

- Ron.. - se interpuso Hermione, antes de que el pelirrojo saliera sin cabello. - Creo que, por tu propia seguridad deberías dejar de maldecir a Malfoy.

- Así es. - aseguró el moreno, dándose la vuelta y extendiendo las manos para recibir el reconfortante calor de la chimenea…

- ¡¡Pero ¿Quién narices ha desaparecido la chimenea?!!

- Harry, estoy bastante convencida de que nadie la ha desaparecido y si te das la vuelta la encontraras.

El capitán se dio la vuelta y tal como dijo su amiga ahí estaba.

- Por eso te quiero, Hermy… - aseguró el muchacho con los ojos vidriosos, acercándose a ella para abrazarla cariñosamente. - Tú siempre tienes las respuestas a todo. ¡¡A ti no te quiero!! - gruñó al pelirrojo que tenía intención de unirse al abrazo. - No te quiero por que has llamado animal infeliz mal nacido y… y no te quiero por que le has pintado los cuernos a Hermy.

- ¡¡¿Qué?!! - bramó la castaña deshaciéndose del abrazo del moreno. - Es esa maldita Lavender Brown ¿cierto?

La risa de Harry no le presagió nada bueno a nadie.

- ¿Lavender Brown? - escupió Potter. - Deberías estar celosa de Viktor Krum.

Ron no sabía donde meterse.

- No hagas caso, chocolatina - pidió acercándose a ella -. Harry no sabe lo que dice… está ebrio.

- Hace un momento no has dicho lo mismo.

- Venga, Ron… cuéntaselo - pidió Harry, ahora si, disfrutando del calor de la chimenea.

- Sí, Ron. Cuéntamelo.

Ron fulminó a Harry con la mirada. Era obvio que todavía no perfeccionaba su técnica asesina mental o Harry ya estaría bien muerto.

- No… por que te enojarás - repuso, dándole la espalda.

- No, Ron. Soy una persona madura. No me enojaré.

Poco convencido, el pelirrojo se sentó en el lugar mas alejado de su novia, y suspiró.

- Fue… - luego un leve balbuceo y Harry solo escuchó algo como “stancia.”

- Mas alto - pidió el moreno, disfrutando claramente la escena. - Nadie te ha escuchado.

- Seréis sordos - murmuró. Carraspeó varias veces y repitió. - Fue un “lapsus euforicus.” Fue durante el Mundial de Quidditch, la primera vez que lo tuve a un metro de distancia…

- Debió ser menos en realidad - balbuceó Granger.

- Todo fue de una forma muy natural…

- Claro - interrumpió esta vez Harry, riendo a mas no poder. - Si le llamas “natural” al hecho de meterle el pie, tumbarle y saltarle encima.

- ¡Pues, no ha habido otra manera! - se defendió Ron, escarlata - Las tres primeras veces no se ha dejado… No-no es que me gusten los hombres - se dirigió a la castaña - . Ha sido cuando estaba… confundido.

El ambiente se podía cortar con un cuchillo.

La castaña se había quedado muda y el pelirrojo, cansado de que su técnica mental no funcionara se puso de pie y caminó a su intento de amigo para ahorcarlo físicamente.

Harry era zangoloteado de un lado a otro mientras el pelirrojo balbuceaba algo así como “creí que éramos amigos.”

De pronto Granger se echó a reír como maniaca y sus dos amigos pararon lo que estaban haciendo (Ron, dejó de apretar el cuello de Harry y Harry dejó de ahogarse) para mirar a la muchacha.

- ¿Se puede saber que es lo que te pasa? - preguntó Weasley, mosqueado, mientras el moreno se sobaba el cuello.

- Que ya lo sabía, Ronnie - dijo Hermy, acercándose a abrazarlo. - Ginny me lo contó ese mismo día.

El pelirrojo se dejó abrazar y atónito, miró a Harry.

- ¿A cuantos mas se lo has contado? - inquirió rojo, casi negro, por la concentración de la sangre en su rostro.

- ¿Qué pasa? - dijo Harry, sosteniendo su cabeza. Se sentía como si se acabara de bajar de un tornado. Miró a su amigo y se extraño de la sangre en su nariz. - ¿Quién te ha hecho eso?

- Estás de guasa, ¿cierto? - reprochó este.

- La zangoloteada que le has dado debió reacomodarle las ideas - explicó la castaña, alejándose de su novio para ir al moreno y sentarle en el sillón. - ¿Te sientes bien, Harry?

- ¿Qué coño me pasó?

- Nada de mas: al parecer estabas estresado, bebiste unas cuantas cervezas de mantequilla, lo que actuó como desinhibidor y le has bailado a Crookshanks Los tres Dragones, nos has contado sobre tu matrimonio con Malfoy, has golpeado a Ron por decir que es un animal y me has confesado que me fue infiel con Viktor…

- ¿Nada mas? Es decir… nada de importancia, ¿eh? - dijo Harry, sacudiendo su cabeza en una violenta negativa.

- Cuéntanos, Harry - pidió Ron, comprensivo.

- Ya no lo soporto - confesó Potter, con la voz ahogada por un nudo en la garganta. - Siento que estoy muriendo, y si no puedo contárselo a vosotros… si vosotros que sois mis hermanos no me comprendéis, no sé que haré…

- Pensé que estabas colado por Ginny - confesó Ron, después de escuchar el relato completo (o casi, casi).

- ¿Qué te lo ha hecho suponer? - quiso saber Harry, sin darle la cara. Su nariz ya no sangraba gracias al Episkeyo que le había lanzado su novia, pero el churrete de sangre no se había borrado del todo y el moreno sospechaba que su amigo lo hacía a propósito.

- En realidad… - intervino Hermy, sonrojada. - Eso ha sido culpa mía. Yo creí que… es decir, vi las señales, las miradas que le dedicabas y…

- Esta bien, Hermy - aseguró Harry, palmándole un hombro a su amiga. - Hubo un tiempo en que yo también lo creí.

- Entonces… ¿recuerdas la pregunta que me has hecho… ?- dijo Granger, moviendo su cabeza como si fuera clave morse. - Aquí mismo. Ya sabes, el … ejem, el…

- ¿Embarazo? - dijo Harry, deceando perder el conocimiento en ese momento. - ¿El embarazo masculino?

- ¡¿Queeeeeeé?! - preguntó Ron, poniéndose de pie y caminando histéricamente de un lado a otro. - Harry, puedo soportar que te cases con esa cosa, es decir, existen los divorcios aquí y en mugglelandia, pero ¿dejarte embarazar de él? ¿Qué tendréis? ¿Huroncitos de ojos verdes?

Y allá va el otro puñetazo.

Esta vez Ron cayó contra el sillón y su novia no estuvo dispuesta a arreglarle la nariz. Se volteó hacia el moreno y continuó la charla como si nada.

- Entonces… ¿Tú o él?

- Creo que él - susurró Potter, mas tranquilo, después de golpear a su amigo. Esa podría ser buena terapia. Se la recomendaría a Draco un día de estos. - Me ha dicho que es fértil. - luego se retractó. - En realidad, no me lo ha dicho así, pero alguien le ha ofrecido una bebida para la fertilidad, y él ha dicho que ya lo era pero no he podido aclarar si era de guasa.

- Es extraño que no recuerde, ¿sabes? - prosiguió la castaña. - Tú recuerdas todo pero él no. Debe haber un buen motivo para ello. ¿Has… has pensado que talvez este…?

- ¿Fingiendo? No. Bueno, sí lo pensé, pero Snape habló con él y aseguró que no recuerda nada y tu bien sabes que no es posible engañar a Snape.

Hermy chasqueó la lengua y giró los ojos. De repente pareció ocurrírsele algo maravilloso.

- En ese caso, Harry, quizá hubiera una forma de hacerle recordar.

- ¿Lo crees? - dijo el moreno, emocionado. - ¿Cómo?

Y en esta parte la muchacha se encogió.

- ¡Tregua! - pidió Ron, poniéndose de pie, con las manos donde pudieran verlas. - Yo os ayudaré. Podríamos recrear escenas de su viaje… las mas significativas para ambos.

- No creo que esa sea una muy buena idea - aseguró Harry, pensando en que la escena mas significativa para ellos era la del baile en la casita de Zumos.

- De hecho, sí - apoyó Hermy. - Eso podría funcionar.

Ron sonrió a su novia con galantería pero la muchacha le ignoró.

- Estas a dieta, Ron Wesley - sentenció.

Y el pelirrojo se desmayó.

Potter salió de la sala común de Gryffindor bajo su capa de invisibilidad.

Ya no lo soportaba. No podía estar ni un solo segundo mas sin verle.

Bajó hasta las mazmorras, directo a la pared blanca que escondía la puerta a la sala común de Slytherin.

Aún era temprano, por lo que tuvo que esperar a que algún alumno de la casa de la serpiente dijera la contraseña para entrar.

No pasó mucho tiempo. Millicent Bulstrode y Tracey Davis entraron charlando sobre el aterrador grito que habían escuchado y que habían encontrado a la Señora Norris muerta en un cajón.

Harry hubiera sentido lastima, pero tenía prisa por entrar, por lo que adelantó a los Slytherin, cruzó la sala común en la que predominaba el verde y el negro y se dirigió a la habitación de Draco. En realidad, supuso que era aquella, ya que tenía dos serpientes en una M y una D entrelazadas.

La pregunta era como entrar sin ser descubierto.

Harry estaba seguro de que la puerta estaría hechizada para que aquel que quisiera forzarla terminara mas muerto que el profesor Snape.

Ah, cierto. Snape aun no había muerto.

¿Cuándo tendría esa maldita suerte?

Sí aquella porquería de suerte liquida servia para algo, por lo menos tendría que concederle la muerte del profesor.

Regresando a la puerta de Draco Malfoy… Harry pensó que haría Ron en su caso… No. Mejor, ¿Qué haría Hermione en su caso? ¿lanzar un Bombarda? No. Mejor… ¿Qué haría Luna Lovegood en su caso?

Y ahí tenía la respuesta:

Tocar.

Harry golpeó suavemente la puerta, para no llamar la atención de los Slytherin que estaban en la sala común.

- ¿Quién osa perturbar mi tranquilidad? - bramó la voz de Draco detrás de la puerta. Esta se abrió bruscamente y dio paso al rubio, que estaba vestido únicamente con su pantalón pijama y amenazaba con su varita en mano. - ¡¡Estoy seguro que es…!! Alguien que quiere morir - terminó cuando descubrió que fuera de su habitación no había nadie - ¡¡Donde me entere quien es el gracioso!! - gritó y los Slytherin le miraron con aprensión.

Cerró la puerta sin saber que dentro de su habitación había un invitado no deseado…

Harry avanzó con lentitud, como si temiera profanar el lugar. De inmediato se percato de un particular aroma: jazmín. Dulce e incitante.

Se hizo a un rincón de la pieza, admirando todo a su alrededor. Era elegante y muy… Slytherin.

Pero sus ojos regresaron al rubio, quien se había recostado en su cama con un libro en manos.

En la portada ponía “ Madres primerizas y como ganarle al instinto de asesinar al padre.”

Su corazón dio un escandaloso vuelco.

¿Estaría…? Draco estaba… ¿Serían padres?

Harry se sentó en el suelo, escondido detrás de su capa, incapaz de cansarse de admirar a su rubio.

En ese momento daba cualquier cosa por solo abrazarlo y sentirlo cerca de sí sin necesidad de una connotación sexual.

Lo vio entrar en el baño y ducharse. Lo vio a través de la puerta, salir de la bañera escurriendo agua de sus blancas hebras, y siguió la trayectoria de algunas de esas gotas que se deslizaban por todo su cuerpo. Lo vio secarse y ponerse otro pantalón pijama y de pronto quedarse inmóvil en la puerta del baño, donde metió su mano bajo el elástico del pantalón y por un momento la loca idea de que su rubio estaba por hacerse una paja le puso a sudar, pero no fue así. El muchacho acarició su vientre con ternura y murmuró un tímido “así que aquí estás, ¿eh? Mal momento, pero ya saldremos adelante.”

Harry sabía que de estar de pie aquellas palabras le habrían doblado las rodillas.

Intentando no romper el mágico momento, se acercó lo suficiente al rubio como para oler su perfume.

Y Draco pasó a su lado, indiferente de él y del resto del mundo.

Se metió bajo las sábanas y apagó las luces. Al instante un resplandor verdoso se apoderó del lugar y la piel de Draco resplandeció como si estuviera hecha de estrellas.

Harry lo veló hasta que se quedó dormido.

Y entonces fue incapaz de resistirse a acercarse.

Sigilosamense te subió a la cama y se quitó la capa, la arrojó lejos y levantó la ropa de cama hasta que el muchacho quedo descubierto.

Y su mano, autómata, se deslizó con delicadeza por su cintura, que por la posición se pronunciaba como un profundo abismo. Tras esto lo sintió suspirar con sentimiento, como si de una respuesta a la caricia que le prodigaba se tratara. Los dedos se movieron perezosos, lentos por la tierna piel, deteniéndose sobre todo en la curvatura de su espina dorsal que le invitaba a seguirla hasta el final.

De inmediato sus labios fueron sorprendidos por el calor lacerante del deseo, por la necesidad de que ocuparan el lugar de sus dedos y Harry supo que aquello era excesivo para su propia cordura.

Era un deseo que no podría saciar.

El rubor natural de sus labios al alcance de un movimiento suyo…

Draco se removió y el moreno se retrajo a tiempo de que el rubio se levantara sin problema alguno, maldiciendo por lo bajo a su vejiga.

Potter le admiro meterse al baño y le siguió. Lo sentía por él mismo, pero si iba a morir a manos de un loco desquiciado, por lo menos disfrutaría de una última vez con su esposo…

Notas finales:

Gracias por leer.

No he subido el lemon en este cap por que ya de por si se ha echo eterno.

Muchos besitos.


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