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El Giratiempos Roto. por aerosoul

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Notas del capitulo:

Hola! y va de nuez. aqui otro capitulo. Gracias a todos por darme un poco de vuestro tiempo, no hay con que pagarlo. Gracias.

 

 

Aquella noche el cielo parecía caerse a pedazos sobre el alto tejado de la mansión Malfoy.

Si Draco Malfoy asomaba las narices tras las pesadas cortinas de terciopelo plateado que cubrían los altos ventanales de la habitación en la que momentos antes había hecho el amor con Harry Potter, encontraría que el mundo se había vuelto un caos de luz y oscuridad, de agua y fuego, de silencio y truenos. Era como si algún ser superior hubiera decidido destruir aquella noche al mundo entero para construir uno nuevo con el amanecer.

Pero ¿y si no? ¿Y si el caos continuaba al amanecer? ¿Y si continuaba por siempre?

Las grises pupilas se despegaron del cristal que las protegía del caos, y se dirigieron al cálido interior, a la cama donde reposaba Potter: su relajado rostro no revelaba el infierno por el que acababa de pasar, por el contrario, parecía más tranquilo que nunca.

Draco suspiró y regresó su mirada al caos que sobrecogía la noche.

-        No importa que el caos continúe mañana – susurró causando que el cristal se empañara con su aliento. – no importa que el caos continúe siempre. No mientras estés a nuestro lado, Harry.

El muchacho de ojos tristes cubrió sus hombros con la manta que escondía su desnudez y tras echar una última mirada giró sus pies descalzos para regresar sus pasos, directo a Harry. Directo a su lado. Se acostó y cogió el brazo exangüe que colgaba a la orilla de la cama, para pasarlo por su cintura.

Antes de marcharse al colegio tendría una charla pendiente con su madre. Aun no sabía que era lo que iba a decirle y estaba cien por ciento seguro de que un ni yo mismo se cómo ha pasado no la iba a convencer nada de nada. Ja, ni siquiera él estaba convencido.

Un suave bostezo le hizo temblar la barbilla ligeramente y cerró los ojos. Sus pensamientos poco a poco se fueron hundiendo en la oscuridad del reino del dios Hipnos.

 Al llegar la mañana  no se sorprendería de encontrar que el caos había desaparecido por completo y que el cielo y la tierra seguían en su lugar. De que el horizonte seguía tan lejano como siempre.

Quizá se sorprendería de que Harry Potter siguiera a su lado. De que aquello no había sido un sueño.

Potter diciendo que lo amaba. Que los amaba.

Contra viento y marea, sabía que Harry seguiría ahí.

 

 

….

Nuestras lectoras de la revista Guía Mágica para Madres Modernas nos preguntan continuamente sobre si se puede hacer ejercicio durante el embrazo de forma segura por lo que nos hemos dado a la tarea de investigar concienzudamente:

No.

No hace daño.

Y tras recibir un montón de cartas con la misma pregunta decidimos hacer una encuesta.

Esto fue el resultado:

GMMM: ¿Está dispuesta a hacer ejercicio durante su embarazo?

LECTORA ASIDUA (20 años): ¡No, solo que fuera forzoso, ya sabéis, como de vida o muerte!

LECTORA OCACIONAL (17 años): Solo si fuera a recibir algún premio de miles de galeones.

LECTORA NI ASIDUA NI OCACIONAL (aún no sabe leer. Tiene 6 años): Sí… (Risas) Mamá, ¿qué es ejercicio? (la mamá le explica) Oh. Y ¿qué es embarazo? (la mamá no le explica.)

DIRECTORA DE ESTE REPORTAJE (¿? No ha querido darnos su edad): ¡Por supuesto que no!¡Ni aunque estuviera embarazada!

GMMM: ¿Ha hecho ejercicio alguna vez?

LA: No, jamás en la vida.

LO: ¿Cuenta cómo ejercicio bajar las escaleras de mi casa corriendo porque mi padre me ha descubierto co… teniendo sexo con mi vecino? ¿Sí? Esto... Entonces un par de… (Cuenta con los dedos) quince veces más o menos.

LNANO: Mama dice que no es necesario. Dice que así soy hermosa (la mama carraspea y se voltea hacia otro lado. Tanto la mama como La cría tienen sobrepeso y no están nada monas). ¿Verdad, mama? (La nena tiene los ojos brillantes de esperanza. Le doy un chupetín y le acaricio la cabeza. Buena niña. Algún día conocerá los espejos.)

Como veréis, queridísimas lectoras, las brujas que hacen ejercicio durante el embarazo… y sin estar embarazadas, es una raza que se ha extinguido hace mucho tiempo. Por eso la marca Nuevo Balanceo ha decidido lanzar una nueva zapatilla deportiva aerodinámica, que hace el ejercicio por usted….

 

Draco Malfoy arrugó el estúpido ejemplar de El Profeta y se maldijo por esa manía recién adquirida de leer cualquier cosa que tuviera escrita la palabra EMBARAZO.

Como si el necesitara andar leyendo esas sandeces. Estaba EMABARAZADO ¿y qué? No era como si fuera a tener un hijo con Voldemort.

Y ante aquella idea el cuerpo entero de Draco se estremeció y se sacudió con violencia. Su estómago sufrió de un tremendo vuelco que el rubio pensó que iba vomitar hasta morir, pero no pasó nada. Su almuerzo seguía intacto, de momento.

Un hijo con Voldemort.

Aunque en cierto sentido dudaba de aquello. Ya que el tipo estaba transformándose, mutando en una especie de reptil rastrero, Draco suponía que su miembro se debía haber caído al suelo en algún momento. Las veces que había estado en su presencia jamás captó algo parecido a deseo hacia alguna de las brujas o magos que estaban ante él. Y tampoco era que su vida amorosa le importara mucho, en realidad. Si el tío prefería fornicar con serpientes o que algún bicho lo violara, ese ya era muy su gusto.

 Draco meneó la cabeza repetidas veces como si así fuera a salir volando la idea hacia algún lejano lugar del universo desconocido. Tal vez caería en un cajón y había que estar atentos para cerrarlo con llave y tirarla a algún pozo profundo o a la boca de un lobo.

No, Draco no tenía ninguna gana de enfrentarse a Quien tu Sabes. A pesar de que aquel verano la tía Bellatrix le había enseñado Olcumancia y otras cosas, no se sentía capaz de engañar al Señor Tenebroso. Había que estirar los horizontes infinitamente. Retrasar el tiempo. Congelar el movimiento de las estrellas…

 Draco deseaba mantenerse lo más alejado posible de él pero sabía que sería imposible.

Y después estaba el problema de Potter.

Draco se sentía abrumado en sobremanera por la ciega confianza que el Gryffindor había depositado en él. Ni siquiera él mismo estaba seguro de que no lo defraudaría. Aún tenía muy presente la charla que había sostenido con su madre, en privado, la mañana anterior, y tampoco  estaba muy seguro del significado de las palabras de Narcissa Malfoy.

Luz. Oscuridad. Todo se remontaba a ello, ¿no era así? Pero donde encajaban él y su bebé. ¿Era Draco la oscuridad y su bebé la luz así como Harry Potter?

Acostado en su cama, con la suave y verdosa luz del amanecer colándose por la ventana, debajo del  lago, Draco se colocó boca abajo y cogió de su mesita de noche, el libro Guía de la  Madre Primeriza que Pansy le había obsequiado, y buscó la página 42.

¿Qué hacer en caso de que NO se parezca al padre?

Como en el capítulo anterior, si te has dado cuenta de que tu hijo no se parece al padre, es porque ya has dado a luz.

¡FELICIDADES!

Pero aún está el problema de que no se parezca.

Lo primero que tienes que hacer es convencer al susodicho de que algún antepasado  de tu familia es de color (en caso de que el bebe lo sea y el padre no), tiene ojos amarillos y es semigigante.

¡¿Qué tan difícil puede ser?!

En caso de que no se lo crea, tendrán que buscar terapia de pareja…

-        Bah, mas terapia – bufo Draco.

…con algún mago calificado y que no sea un mero charlatán por que pueden ocasionar verdaderos líos y divorcios.

Lo peor que puede pasar es que tengas que echarle al pobre padrazo un cuento de Las Mil y Una Noches, adaptado a tu historia.

 

Draco volvió a bufar.

Empezaba a dudar seriamente de la capacidad mental de la autora. Recordó que ni siquiera había visto el nombre de la autora. Decidido a saber quién escribía tanta pavada, busco en el reverso de la tapa, donde encontró la foto de una bruja (no en el mejor de los sentidos) de cabellos castaños, ojos oscuros y gafas alargadas, que tenía cara de mema. Lo que tenía escrito al pie de la foto era:

Aerosoul, La Bruja Mas Bruja ha escrito decenas de libros de autoayuda para Duendes, Elfos Domésticos, Banshees y Gnomos. Ha participado en incontables debates sobre ¿Por qué las escobas deberían llevar espejo retrovisor y los jugadores de Quidditch deberían usar casco?  No ha cursado la indicada educación necesaria para escribir este tipo de guías, ni siquiera ha leído Historia del Quidditch, así que su trabajo no debe tomarse en serio.

La escritora de esta guía no se hace responsable de futuras muertes ni divorcios, y asegura que el suicidio masivo de Duendes de 1950 poco ha tenido que ver con su nacimiento. El de ella, pues.

1985, Grupo Editorial Varitas Cruzadas.

Cualquier parte de esta publicación, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, almacenada, transmitida o quemada de cualquier manera que el lector lo crea pertinente y sin permiso del autor.

Derechos no reservados.

Draco puso los ojos en blanco. Estiro el brazo y arrojó el libro al fuego. Tendría que conseguirse un buen libro. Sintiendo una pataleta de su Pececillo de Jade porque hacia largos minutos que no ingería alimento, se dio la vuelta sobre la cama y abrió el cajón de su mueble. Y ahí, junto a las ranas de chocolate, estaba el paquete que había comprado en Borgin y Burkes.

Los pelos se le pusieron de punta.

No quería aquello cerca de su bebé. Debía deshacerse de él cuanto antes.

Y antes de poder hacer nada, cierta Morena de ojos verdes entró a la habitación como Pedro por su casa y el rubio se apresuró a cerrar el cajón.

La bruja le mostraba una sonrisa radiante y Draco se preguntó qué era lo que había pasado como para que el sol brillara dentro de esos ojitos pizpiretos.  Le cogió por el brazo y le ayudó a ponerse decente para arrastrarlo por la puerta.

Pansy lo dirigió a su habitación, donde las velas perennemente encendidas iluminaban siniestramente las bellas facciones de la morena y el humo del incienso dibujaba espirales que se perdían en el bajo techo. Lo sentó en la cama y sacó del cajón de su tocador un libro forrado en piel que ponía en grandes letras rojas La Clef des Grands Mysteres.

-        Mira lo que le he quitado a un Gryffindor de segundo – dijo la muchacha, acostándose a un lado de Draco.

-        No tengo ni la más puñetera idea de lo que es, querida.

-        Es un libro mordedor – aseguró Pansy, divertida.

Draco, que iba a tocar aquella cosa, retiro ipso facto la mano y  miro a Pansy con desconfianza.

-        Pues sigo en las mismas – dijo Draco, elevando los hombros.

-        Ya. No te enteras de  nada, cariño – ronroneó Parkinson, con unos morritos –. Lo han conseguido en Sortilegios Weasley. Si lo lees, las letras se harán más pequeñas y cuando intentes acercarte a leerlas, ¡el libro te dará tremenda mordida!  - se carcajeó Pansy. – y adivina a quien se lo voy a dar.

-        ¡Ah, no, claro que no! – rebatió el muchacho, poniéndose en pie. Había una sonrisilla traviesa intentando no dibujarse en sus labios. – ¡Ni lo sueñes, Pansy! Sabes que seré yo quien reciba las quejas y los hechizos.

-        ¡Venga, querido! – se quejó la morena, dando saltitos desesperados sobre la cama. – ¡Que te estas volviendo muy aburrido! Antes me lo hubieras arrebatado de las manos y hubieras corrido a entregárselo tú mismo. Además, no te he enseñado todo lo que le he quitado al crio de segundo.

-        Y no sé si quiero que me lo muestres.

-        Claro que quieres.

-        ¡Claro que sí!

La Slytherin se levantó de un salto y volvió al tocador, donde tenía una bolsa de papel roja, con una foto muy sosa de dos gemelos pelirrojos, que ponía Sortilegios Weasley. La llevó hasta la cama y vació el contenido sobre ella.

-        Lo cierto es que no tengo idea para que sirven pero lo podemos averiguar con los Gryffindor, ¿vale?

Draco lo pensó un momento. Era cierto. Llevaba bastante tiempo portándose bien y no sabía el porqué. Eso de acostarse con Gryffindors no era bueno pasa su salud.

-        Vale, pero nada muy peligroso.

-        Nada muy peligroso – prometió  Pansy, cruzando su corazón…

Aunque sus dedos estaban cruzados detrás de su espalda.

Malfoy cogió una bolsa sepia que estaba cerrada. La abrió con sumo cuidado y miró lo que había dentro.

-        Para que serán estas galletas – preguntó Draco, cogiendo una que parecía de crema. La olfateó y la miró por todos lados. Parecía una galleta común y corriente -. Se ven sabrosas y no parecen contener veneno.

Se la llevó a la boca y la mordió.

-        No quiero ver esto – dijo la chica, cubriéndose los ojos y... no pasó nada.

-        Están muy buenas – aseguró,  masticándola. Se llevó el resto a la boca y la comió completa –.  Deberías probarlas.

-        Bien. Ya que no te ha pasado nada…

Pansy cogió una y la devoró con alegría. Mencionó a Draco algo sobre que tenía razón y cogió otra pero antes de que la muchacha mordiera un pedazo, algo hizo plaf y sin más había un lindo canario amarillo sobre la cama. Donde debería estar Pansy.

Oh, y la ropa de Pansy estaba desperdigada por la cama y el suelo.

-        Pansy – llamó Malfoy, extrañado, con una ceja finamente levantada. Se metió al baño, pero estaba vacío. Se fijó debajo de la cama pero no había nada –. Venga, Pansy, que no estoy de humor.

La pequeña ave daba brinquitos y piaba intentando llamar su atención. Draco la miró de cerca, pero sin acercarse demasiado, claro, y el animalejo más saltaba. Parecía querer decirle algo.

Y los ojos grises se abrieron como platos y Draco se tapó la boca para no dejar escapar aquella carcajada que resonaría hasta Hogsmeade.

-        ¿Pansy? ¡Pero, ¿Qué coño?!

 

Harry Potter permanecía en silencio, hipnotizado por el gran péndulo con estrellas y runas grabadas, que jamás detenía su movimiento. Parecía que contaba el tiempo desde siempre y que nunca se detendría.

No, mientras haiga tiempo que contar, pensó Potter. Mientras el universo se expanda y las galaxias giren, mientras las estrellas brillen y los planetas orbiten alrededor de sus soles. Habrá tiempo.

Hermione Granger y Ronald Weasley estaban sentados bajo el peral que carecía junto a la fuente, en medio del Patio del Reloj, y Luna Lovegood observaba una flor de iris que florecía a la orilla de la fuente. En su oreja había una pluma dorada y su largo cabello caía de lado, como una cascada infinita, ocultando en parte lo que estaba haciendo. Por la puerta arqueada apareció un chaval larguirucho que se movía torpemente, como si aún no se acostumbrara a su tamaño. Neville Longbottom llegó hasta ellos y, tras saludarlos, se dirigió a la fuente, para acercarse a Luna.

-        ¿Qué estás haciendo? – preguntó después de un momento de duda. Harry se dio cuenta que su voz sonaba ligeramente más ronca como siempre que hablaba a la rubia. Sonrió con cierta ternura. Neville y Luna eran unas de las personas más nobles e inocentes que había conocido en su corta vida, y decir aquello ya era demasiado.

-        ¡Ah, hola Neville! – dijo la bruja sin levantarse. Giro su cabeza hacia el tímido muchacho, y le dedicó una linda sonrisa. Tras aquel acto la pluma resbaló y cayó a la fuente –.  Oh, qué pena – repuso la muchacha, asomando la cabeza  –, era una de mis favoritas.

-        Quizá si… - dijo Neville, que se acercó a cogerla y la exprimió, cosa que hizo reír a Luna. – Quizá si se seca funcione igual.

-        ¡Claro que funcionara igual! – dijo ella, tomándola de la mano del chico –. Pero ya no se verá igual.

La risa de Hermione se escuchó suavemente y Harry negó con la cabeza, dibujando una sonrisa al ruborizado muchacho, que se rascó la cabeza y sonrió también, apenado.

-        Te compraré otra – ofreció  –.  Una docena. Más lindas que ésta, si se puede.

-        No hace falta, Neville – aseguro Luna, y se acercó a darle un beso en la mejilla –. En mi baúl tengo un paquete de cien, así que, gracias de todas formas.

Neville Longbottom lució un hermoso rojo radiactivo que hubiera podido iluminar toda una ciudad en una noche muy oscura.

-        Pero no nos has dicho que estás buscando – comentó Harry, intentando salvar a Neville de otro bochorno.

-        Oh, vale, vale.  La noche pasada - explicó Luna, enseñándoles la flor negra con motitas doradas –, cuando pasaba por aquí, vi que la flor se abría y salía una hermosa Anjana.

-        Anja-¿qué? – preguntó Ron, intentando con todas sus fuerzas no reírse de las cosas que Luna creía. Esa tía si estaba como una regadera. Se puso de pie para acercarse a ver aquella flor que la muchacha insistía en revisar, pero él la encontró de lo más normal.

-        Para los que no sepan, una Anjana también puede ser llamada Hada del Bosque – dijo una voz que causó estragos en las tripas de Harry –.  Pero no estoy aquí para dar clases de Criaturas Mágicas, sino para esto – dijo Draco Malfoy, con cara de póquer. - ¡Te exijo que lo resuelvas! – dijo Malfoy, a Ronald Weasley (que casi se hecha a la fuente) poniendo delante de sus ojos una jaula con un pequeño canario amarillo claro y manchas verdes alrededor de los ojos, que parecía dispuesto a quedarse afónico de tanto piar. Se notaba que la pequeña ave estaba cabreada. Sus ojillos negros ponían muerte a quien osara mirarlos –. Y lo más rápido que puedas.

Harry Potter se debatió entre correr a besar a su rubio y correr a salvar a su amigo. Quizá podría hacer las dos si se daba prisa, pero estaba seguro de que a Draco no le iba a causar ninguna gracia cualquiera de las dos.

Ni modo. Tendría que salvar a su amigo para seguir las instrucciones del desquiciado de Dumbledore.

-        No entiendo a qué viene eso – dijo Potter, con la frente arrugada, intercediendo por su pelirrojo amigo. - ¿Qué es esto y porque crees que tiene que ver con Ron?

-        Esto… - dijo el rubio, señalando a la inquieta avechucha. Abrió la jaula y cogió al animalillo en sus manos para ponérselo a Weasley en las narices –, es Pansy ´Parkinson y esto, es obra de esos gilipollas llamados Gemelos Weasley. Así, que como sois hermanos, supongo que tú debes tener la misma mente criminal de ese par de…

-        Escupe tu veneno hacia otro lado – ordenó Ron, incapaz de morderse la lengua.

Harry Potter carraspeó y el rubio entrecerró los ojos, pero no dijo nada.

-        No me digas – dijo Hermione Granger, saliendo detrás de un ejemplar de El Profeta  -: Galletas de Canario.

-        No tengo una puñetera idea de que sean esa mierda de galletas, pero se ha comido una y esto es lo que le ha pasado – dijo Malfoy, cabreado con C mayúscula. Iba a mencionar algo sobre que el mismo las había ingerido pero no le pareció buena idea. No porque segurito Potter se cabrearía y lo retaría hasta las narices diciéndole que en su estado no podía ir comiendo cualquier mierda que se le cruzara en el camino por mucha hambre que tuviera, joder. Y Draco estaría completamente de acuerdo pero no se lo haría saber, joder –. Venga, Weasley, ponte a ello.

-        Pero si yo nada he tenido que ver – aseguró Weasley, levantando ambas manos en señal de paz – Para empezar, no sé de dónde las ha sacado.

-        Claro que no has tenido nada que ver – aclaró Granger. Dobló su diario y se levantó del suelo –. Ha sido Pansy Parkinson quien le ha quitado la bolsa de Sortilegios Weasley a Dennis Creevey y los ha utilizado ella misma sin saber que eran, ¿no es cierto, Malfoy?

-        ¡Por supuesto que no! – mintió Draco mientras el Canario Pansy se aventaba a Granger para picotearla. La castaña corría frenéticamente por todo el patio intentando cubrirse y Draco y Ron cada vez se hacían más altos los insultos.

Era imposible que, a pesar de que Harry interviniera  y les rogara a sus amigos y a su prometido que no pelearan, las viejas tensiones siempre estuvieran presentes. Pero si el solo quería que se llevaran un poquito bien. Vamos, un poquitín. Un poquititito no le haría mal a nadie. ¿O sí?

Harry suspiró. Quería ponerse a llorar o algo por el estilo. Luna Lovegood se paró a su lado y le palmeó el hombro.

-        Venga, Harry – animó la muchacha, al parecer, leyéndole el pensamiento  -, un día de estos.

Y antes de que Potter pudiera colgarse de la Torre de Astronomía o del péndulo del Reloj (esto último, en serio, sería una pésima idea) el grito desgarrador de una morena en pelotas, sentada sobre una pobre castaña que cerraba con fuerza los ojos, le hizo trastabillar, y Draco corrió a cerrarle los ojos para que no viera a su amiga desnuda.

-        Si no cerráis los ojos os juro que os quedareis ciegos – amenazó Malfoy, vigilando únicamente a Potter.

  

 

Pansy estaba que echaba humo por las narices. Después de que Neville se quitara su túnica para ponérsela a la muchacha en desgracia (siempre cerrando los ojos. Y no hacía falta para nada la amenaza de Malfoy, él era un caballero) iba derechito a su habitación dispuesta a destruir con fuego cualquier cosa que se le cruzara en el camino. No era que se quejara pero aquella cosa le quedaba espantosa: le arrastraba y no acentuaba para nada su cintura. Además, iba descalza y tenía plumas amarillas por todo el cabello. Oh, y  en la boca.

Haciendo hasta lo imposible por sacarlas, tosió como si necesitara sacar los pulmones, hasta que logró sacar un par de plumas que chocaron contra el rostro de una alumna de tercero.

La morena ni se disculpó. Siguió su camino escupiendo de vez en cuando algún pedazo de pluma que se había quedado atorado en su garganta, maldiciendo a medio mundo por ello.

Solo esperaba no cruzarse con el profesor Snape o le daría algo. Por supuesto que le daría algo.

 Draco venía detrás de ella, en silencio, intentando no pensar en lo que había sentido cuando descubrió que su amiga estaba desnuda y que Harry podía haberla visto. Eso que había sentido, seguro era acidez estomacal. Solo eso. Acidez estomacal. Tanta tarta de melaza en el desayuno…  Maldito Harry Potter. Maldita su suerte por enamorarse de semejante gilipollez. Necesitaba pensar en algo que no tuviera    que ver con Potter. Pero es que, ¿acaso lo había? ¿No todo giraba en torno al estúpido Gryffindor? Desde que tenía memoria así era. Incluso antes de conocerlo, cualquier ocasión era buena para que alguien lo mencionara. Había crecido con Harry Potter, con o sin él.

Se adelantó hasta quedar a la par de Pansy y le cogió por el brazo.

-        Ven, querida. Conozco un lugar que te gustara y te hará relajarte.

…….

La habitación era muy grande. Parkinson sabía que en ella se había entrenado el Ejército de Dumbledore, porque ella había formado parte de la Brigada Inquisitorial pero nunca la había visto en persona después de aquello. Un mar de pasillos infinitos cruzaba la habitación hasta donde ella podía ver. Parecían no tener fin. Y había tantas cosas que era difícil mantener la vista en un solo lugar.

-        Sala de los menesteres. O La Sala que Viene y Va – anunció el rubio, sirviendo de guía para Pansy -. La he estado usando para mis… cosas privadas y me he encontrado un montón de chismes interesantes.

-        ¡Esta guay! – dijo Pansy admirando una colección de diarios privados que había en un rincón.

 Emocionada, se aproximó a revisarlos (quizá podría chantajear a alguien si se enteraba de algo inconveniente) pero estaban llenos de polvo y uno que otro se estaba desbaratando. Parecían realmente  muy antiguos. Eso no era divertido.

Entre los nombres de los dueños se encontraba Gwydion, Joan Wytte, Michel de Notre-Dame, Allan Kardec, Helena Blavatsky, Gandalf el Gris y un montón más.

Ningún nombre se le hacía conocido.

-        Hay tantas cosas – dijo la muchacha casi en un susurro, al rubio que estaba parado frente a un armario viejo y destartalado que tenía mala pinta. - ¿Qué es eso?

-        Créeme – dijo Malfoy, chutando el jodido aparato -: no querrás saber.

Pansy se encogió de hombros y se dio la vuelta. Junto a los diarios inservibles estaba el busto de una bruja, al parecer. Pero lo que realmente llamó su atención fue la diadema que coronaba la cabeza de la bruja desconocida. La cogió y la admiró un largo momento. Debía ser una reliquia. Tenía pinta de ser para una reina: piedras blancas y azules de brillos infinitos. Se la colocó en la cabeza y le preguntó a Draco como se veía.

-        Hermosa, cariño – aseguró Malfoy, acomodándole el cabello a los lados del fino rostro –, ¿o deberíamos llamarte Su Majestad?

-        ¡Postraos y humillaos ante vuestra reina!

Malfoy reverenció y Pansy hizo lo propio. Rieron de sus bobadas. Que fácil era todo con Malfoy.

 Pansy, aun riendo, se quitó la diadema y se la colocó a Draco, que se resistió un poco.  La bruja se lo quedo viendo a un poco de distancia y lanzó un Wow de admiración.

-        Espera, tengo lo que os hace falta.

     Corrió por uno de los pasillos y cogió algo que Draco no fue capaz de reconocer al instante. Parecía una prenda vieja y arrugada. Quizá una tela. Cuando Pansy regresó con la cosa esa, el Slytherin descubrió lo que era y negó con vehemencia.

-        Ni lo sueñes, querida. Bastante tenemos con esta ridícula cosa – dijo el muchacho, realmente convencido de la demencia de su amiga.

-        ¡Por favor! – suplicó Pansy, haciendo morritos.

-        ¡Que no! Que no. Que no. Que no. Que no. Que no. Ene, o, no, y cuando decimos no, es no.

Y ahí estaba, Draco Malfoy, al cabo de unos minutos, admirándose en un espejo grande y ancho que parecía más antiguo que el cretácico. El largo vestido, rojo oscuro con dorado, le arrastraba un poco (Pero con las zapatillas adecuadas todo queda arreglado, pensó Draco). La falda estaba partida, lo que le daba soltura al vientre (Disimularía muy bien mi estado, pensó Draco, admirándose de lado en el espejo) y las mangas y el cuello alto eran encaje francés con motivos de lirios. Lo cierto era que parecía una princesa ya con la diadema puesta.

-        ¡Vaya que si os veis espectaculares, cariños! ¡Pero si estáis realmente chulos! – aseguró Parkinson, admirándolo de pies a cabeza como un scanner –. Si Potter pudiera veros se le pararía…

-        ¿Qué?

-        El corazón, querido. No pienses mal.

Draco se observó. Era cierto. Lucían muy lindos.

Parecía una novia Vintage.

Admiró sus manos, blancas, casi transparentes en comparación con el color del vestido, tan níveas como la nieve en los picos de las altas montañas. Se preguntó si su tono de piel le gustaría a Potter.

La Marca. La Marca podía adivinarse con facilidad bajo el hermoso encaje.

Y de pronto la realidad cayó sobre sus hombros como si fuera de metal y quiso arrancarse el vestido, hacerlo trizas y rasgarse la piel hasta borrar la Marca. Si no era posible quizá tendría que arrancarse el brazo entero y ahí si estaba seguro de que a Potter no le gustaría para nada.

¡Dios! Era un Mortifago y estaba por contraer nupcias con Harry Potter.

Por si fuera poco, era un Mortifago y estaba por ser madre de un hermoso bebé que se movía en su interior como si no pudiera quedarse quieto un solo momento. Seguro eso lo había sacado del padre. Ya le parecía que el crio estaba montando en una escoba intentando meter alguno de sus riñones por entre sus tripas para anotar un tanto.

Las delicadas manos de Draco se posaron sobre su abdomen, inevitablemente. Ahí donde su vientre se removía suavemente. Y cayó en la cuenta. Sus ojos se volvieron crisoles de lágrimas. Una risita febril se escapó de sus labios, acompañada de un llanto feliz.

-        ¿Sabes que no lo había pensado? – dijo a la bruja, que también tenía lágrimas en los ojos. Su mirada, llena de brillos de diamante, irradiaba una paz y un amor infinitos - Hay dos corazones latiendo dentro de mí.

Una nerviosa y voluminosa sonrisa se dibujó en los labios de Pansy. Se dirigió al príncipe y posó suavemente su mano sobre la de Draco, maravillada con el milagro de la vida en el interior de su amigo. Ahora Draco era un santuario, era un lugar sacro. Y no había magia en la tierra o en el cosmos que se asemejara a esa clase de magia.

-        Es un poco extraño, ¿sabes? – murmuró Draco, hermosamente sonrojado -. Es solo que jamás se me pasó por la mente el ser padre de esta manera. Es decir, sabía que podía ser un gestante pero…

-        Te entiendo, cariño.

A la mente del muchacho vinieron imágenes idílicas de él, con su bebé en brazos, en una habitación blanca, llena de luz. Quizá en una  mecedora, cantando arrullos al pequeño Potter para que durmiera tranquilo, sabiéndose amado. Y junto a ellos, de pie y con la mirada más amorosa que se pudiera, estaría Harry Potter, cuidándoles.

Pero entonces la luz se desvanecía, se convertía en oscuridad y Potter caía víctima de un Avada salida de la varita del Señor Tenebroso. Y su bebé era arrebatado de sus brazos y arrastrado a las tinieblas de donde había salido Voldemort.

-        No podré soportarlo – susurró Draco Malfoy, de pronto lívido y aterrado. Las lágrimas de felicidad se habían convertido en un torrente de dolor y tristeza. Sus pies no le sostuvieron y se arrodilló junto a su amiga que estaba dispuesta a no dejarlo caer solo -. Cuando él me llame ante sí, no podré ocultárselo, Pansy. No soy tan fuerte. No podré hacerlo. ¿Qué hará con mi bebé? ¿Qué será de él?

-        Tranquilo, cariño. ¡Sabes que Potter no dejara que eso pase! ¡Y si él no puede yo  sí que podré! ¡Nada más quiero que se me ponga enfrente y que intente cualquier cosa para que sepa lo que es una bruja enojada! ¡Le voy a partir el culo en dos!

En los ojos de la bruja brillaban miles de fuegos artificiales. Estaba realmente iracunda y de alguna manera Draco se lo agradecía. Pansy era su mejor amiga y no podía tener más claro el por qué.

 

 

Cuando Malfoy regresaba a la sala de Slytherin, después de la cena (impensable perdérsela o cierto Pececillo de Jade estaría jodiendo toda la noche), el ocaso se había colgado del castillo Hogwarts y empezaba a hacer nido en sus entrañas. Blaise no había estado en la cena y eso había sido un alivio. El muy cabrón le había estado insinuando toda la semana que fueran al Salón de Té de Madame Tudipié. Como si algo así fuera a ocurrir en esa vida o en cualquier otra.

Malfoy regresó antes de lo previsto a su habitación, ya que se había sentido mareado y cansado. Llevaba en el bolsillo la diadema. Pansy le había insistido en que se la quedara y él no había visto el por qué no hacerlo. Las cosas en la Sala que Viene y Va tenían siglos abandonadas. Vale, no todas. Pero seguro que la diadema sí. Y si no, pues que se jodiera el dueño. No es que fuera un necesitado o algo así. Si alguien la reclamaba simplemente se la daría y fin.

Las lámparas verdes de la sala le mitigaban un poco el mareo. Era una putísima suerte que estuviera en Slytherin y no en Hufflepuff.  Segurito que su sótano estaba lleno de amarillo y negro, y en ese momento no se sentía con ánimos de ver nada amarillo.

Lo que parecía el culo del Calamar Gigante estaba pegado a una de las ventanas de la Sala, cosa que asustó levemente a Draco. Estaba por maldecir cuando notó que la puerta de su habitación Privada, estaba entreabierta.

-        ¡Pero, qué coño…!

Sigilosamente llegó hasta esta y asomó la cabeza. En el fondo, muy en el fondo, su corazón se había acelerado tras el pensamiento de que quizá fuera Potter, esperándole medio desnudo dentro de su cama. Lo mataría por meterse sin aviso a su habitación y después tendría un buen polvo con él. Pero solo después de matarlo. Pero  pronto lo desanimó el recordar que Potter seguía en el comedor cuando él lo había dejado, así que, a menos que Potter pudiera desmaterializarse en un lugar y materializarse en otro (lo cual, cualquier mago calificado podría pero no dentro de Hogwarts), no era él.

Y lo que escuchó le puso los pelos de punta. De hecho, le puso todo de punta. Asomó la cabeza sin atreverse a cruzar el umbral de su propia puerta y lo que encontró no le agradó en lo más mínimo: en el lugar no había señas de ningún Potter por ningún lado, como era de esperarse, pero sí que había señas de Blaise Hijo de Puta Zabini, que tenía la camisa desabrochada, la corbata floja y hacía unos ruiditos para nada decorosos. Y cuando Draco se acercó más, pudo ver con claridad lo qué estaba pasando: ¡el muy hijo de puta se estaba pajeando con una trusa de Draco en la cama!

-        ¡¿Pero cómo crees qué…!?

Sin embargo, la mala suerte acompañó a Draco hasta el final. Es decir, El Final Feliz de Blaise, quien se giró hacia Malfoy justo cuando acababa y un chorro de esperma salió disparado precisamente a un ojo del rubio.

-        ¡Aaaaaaahhhhhh! ¡Blaise, la puta que te pario!

-        ¡Draco, lo siento! – dijo Zabini, guardando rápidamente a su amiguito dentro de su pantalón, agitado y sudoroso, y abordo al rubio para limpiarlo.

-        ¡Quítame tus sucias manos de encima, hijo de tu pu…! – gimoteó Draco, lanzando manotazos a diestra y siniestra.

-        No hay necesidad de que ofendas a mi madre, Malfoy – aseguró un muy avergonzado moreno.

-        ¡¿No hay ne…?! ¡¿Qué no hay necesidad, dices?! – escupió el rubio, limpiándose con lo primero que encontró, intentando no vomitar y alejarse lo más que podía del borde de su amigo. – Pues yo te aseguro que sí que la hay y voy a hacer uso de ella: !eres un hijo de puta bien hecho, un malnacido y un paria, maldito enfermo!

-        Sabes que te traigo unas ganas increíbles – rezongó Zabini, aunque de forma serena. – No haces caso de mis invitaciones y mis declaraciones y me estoy cansando. No me has dejado otra salida. En otras palabras, tú eres el único culpable.

La cara que puso Draco Malfoy no hay forma de describirla. O quizá sí. Era más bien parecida a un palo. Si un palo pudiera tener cara.

Cuentan los que vieron, que el castillo de Hogwarts se vio estremecido de pies a cabeza con aquel aterrador grito. Una alumna de Ravenclaw perdió el conocimiento y cuando despertó había perdido el habla por completo. Dicen que, al día de hoy, está recluida en el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas. Se rumorea que un tío llamado Gilderoy Lockhart le ha pedido matrimonio un par de veces. Dicen los que paseaban por el lago, que vieron al Calamar Gigante erguirse y salir del agua a toda pastilla para perderse en el Bosque Prohibido. Más tarde, Rubeus Hagrid regresaría cargando al animal que negaba con la cabeza, asustado y con sus ojillos muy abiertos, con dos de sus tentáculos unidos en una muda suplica, mientras el Guardabosques cantaba a todo pulmón En Primavera me enamore de una Veela.

Solo falta decir que aquel grito no pertenecía a Draco Malfoy.

 

 

A la mañana siguiente Draco Malfoy no quería levantarse de su cama. Aun le ardía el ojo que había recibido la hedionda sustancia de Blaise Zabini y si se miraba en el espejo descubriría que estaba rojo e irritado. Por supuesto, la prenda que Zabini había utilizado como motivación había sido destruida en el fuego de la chimenea de su Sala Común.

No contaba con lo plasta que podía ser su queridísima amiga Pansy Parkinson, que saltó sobre su cama varias veces hasta que el muchacho se rindió y se puso en pie para esconderse en su cuarto de baño. Maldita la hora en que le había dado la contraseña de su cuarto a Pansy. Lo que le hacía preguntarse cómo era que Zabini había entrado.

La muchacha comía una manzana verde mientras esperaba en el dormitorio de Draco, a que este se diera una ducha con agua fría para despertarse, pero cuando cierto Pececillo rezongó tuvo que poner el agua tibia, no se fuera a resfriar y a estornudar ahí adentro.

Se secó y se admiró en el espejo. Un día de aquellos iba a terminar en el suelo, hecho añicos, como siguiera mostrando ese tipo de imágenes tan… deplorables. Los ojos, o más bien, el ojo derecho, estaba completamente rojo. Malfoy se sentía como algún tipo de animal salvaje a punto de asesinar a cualquiera llamado Blaise Zabini.

Justo ese dia, cuando debía lucir guapo y sexy porque tenía una cita con Harry Potter en Hogsmeade! Durante la cena del dia anterior le había llegado una nota del Gryffindor proponiéndole que se vieran en la Casa de los Gritos al medio dia. Ya se lo había comentado a Pansy y esta había quedado a esa hora con GreenGrass.

Solo esperaba no encontrarse con Zabini.

El capullo se tenía bien empleado ese Reducto que casualmente había dado contra su (ahora) pequeño miembro. Por desgracia para Malfoy, el hechizo solo duraría unas horas, si Malfoy tenía un poco de suerte, un día. Ojala fuera más.

Cuando Pansy preguntó, hundió los hombros al tiempo que contaba la tragedia ocurrida en aquella habitación y Pansy estaba que se mondaba, muy a pesar de la mirada asesina de Draco Malfoy.

-        Si alguien pregunta, dices que me estoy volviendo Vampiro.

-        Solo de un ojo.

-        Solo de un ojo – repitió Draco, de mala leche.

-        Por supuesto – aseguró Pansy, mordiendo por última vez la manzana de la que ya solo quedaba el corazón -. Pero abrígate bien, cariño, que hará un puñetero frío. Ha empezado una nevada que os congelara el culo si no os abrigáis.  

Haciendo caso a la bruja, se colocó su capa sobre el traje blanco y se arropó el cuello con una bufanda verde oscuro. Se preguntó si no debía ponerse algo extra en su abdomen abultado. ¿Y si su bebé tenia frío? Esperaba que no. Necesitaba hablar con su madre sobre ese asunto. Y sobre muchas cosas más. ¿Podría seguir teniendo sexo con Potter? Eso no lo iba a preguntar a su madre, claro que no. Pero rogaba por que sí. De hecho, quería sexo ya. Sacudió la cabeza. No era momento de pensar en tonterías. Abrió el cajón de su mueble y estaba por coger el paquete en su interior cuando se arrepintió.

-        Pansy, cariño ¿podrías coger ese paquete, por favor? Pero ten cuidado. Tengo que regresarlo a la tienda porque esta defectuoso.

-        ¿Puedo saber qué es? – dijo la bruja haciendo lo que su amigo le pidió.

-        Solo un collar que pensaba regalarle a mi madre – mintió Draco, mordiéndose un labio. No le gustaba ocultar cosas a su amiga, pero eso era mejor que no lo supiera. – pero cógelo con mucho cuidado, me ha costado una fortuna y quiero la devolución completa.

-        Que si, cariño. Será con cuidado.

Pero Parkinson ya lo estaba abriendo.

-        ¡No! – saltó Malfoy, arrebatando el paquete de sus manos –. ¡Te he dicho que no! Y como no me hagas caso me iré solo por mi cuenta.

-        No creo que eso le agrade a Potter.

-        ¿Desde cuando le rindes pleitesía al Gryffindor?

-        Desde que tenemos un objetivo en común: tu seguridad – aseguró la muchacha con las manos en jarras. Maldito testarudo.

La Slytherin se cruzó de brazos y volteó la cara muy dignamente. A Draco se le antojó una muñeca de cerámica antigua, que había sido creada con el más hermoso de los pucheros. Se dio cuenta que no tenía derecho a tratarla así, no había sido su intención gritarle pero se había asustado. No quería que esa cosa terminara con la vida de su amiga, o en las manos equivocadas, así que era mejor deshacerse de ella cuanto antes.

-        Ya. Perdóname por favor. Estoy algo nervioso con todo esto. ¿Te parece bien si nos vamos de una vez?

La muchacha asintió con una sincera sonrisa. Le besó la frente y salió por la puerta.

-        Voy a por mi capa, ya te alcanzo.

Draco guardó con cuidado el paquete en una bolsa de papel marrón y salió de la habitación, pero apenas cruzar el umbral, chocó con alguien.

-        ¡He, tú, idiota! Fíjate por donde…

-        Lo siento, Draco – se disculpó Blaise, poniéndole la sonrisa más chula que encontró - , pero alégrate: tu hechizo ya perdió efecto y para que veas que no hay rencores voy a acompañarte a Hogsmeade y hare que tu día se lo mas lindo posible…

Draco Malfoy supo que alguien moriría aquel dia.

 

 

Notas finales:

Espero no aburriros mucho. Reitero que ya no falta tanto para el final.

Gracias y besos.


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