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El Giratiempos Roto. por aerosoul

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Notas del capitulo:

Wowwwwwwww, capitulo 30! Estoy que no me lo creo! Gracias por seguir leyendo, reitero que no os merezco U.U. Spoilers pequeños, sin gran importancia, creo yo, pero manipulados a mi antojo y conveniencia. En el proximo capi tendremos lo que hemos esperado tantos años (literalmente, diantres) asi que preparaos por que LUCIUS vamos a por ti.

Espero que os guste este cap.

Un gran saludo para mis queridisimas Die Potatoe Xx. Os kiero muxxooooo :DDDD

 

 

Era casi mediados de octubre y el invierno ya pintaba de blanco aquella mañana.

El sol parecía haber sido borrado de la faz de la tierra definitivamente, sepultado bajo una marea infinita de nubes blancas. Y mientras los arboles estaban siendo violentamente cubiertos de nieve, un muchacho de gafas, con una curiosa cicatriz en la frente,  bajaba a toda pastilla por las escaleras  de la torre, hacia la Sala Común de Gryffindor para ir al Gran Comedor a desayunar antes de partir a Hogsmeade.

Cualquiera que lo hubiera visto se hubiera extrañado que el pelirrojo de Ronald Weasley no lo acompañara, pero es que, para sorpresa de todos, el pecoso se había levantado (muy a su pesar) antes que el gallo, para ir a dejar una carta a la Lechuceria. A la mañana siguiente partirían rumbo a la prisión de Azkaban y Ron se había olvidado de mandar la carta, el día anterior, a su padre para pedirle que los acompañara a Harry y a él. Y aprovechando que ya estaba levantado, decidió ir a las cocinas para ver que podía sonsacarles a los Elfos Cocineros.

Cuando Harry lo encontró, estaba en el comedor, sentado junto a Finigan, con una tripa que competiría perfectamente con la de una embarazada de cinco meses, y una cara de satisfacción indescriptible.

-        Prometo que nunca más volveré a comer – dijo el pelirrojo, en cuanto Harry se sentó junto a él.

-        Ya. ¿Cuánto es Nunca Más?

-        Hasta la comida – aclaró ron, poniéndose cómodo. La panza no le cabía entre el banco y la mesa –. He quedado con Hermi para ir al Salón de Madame Pudipié cuando tu vayas a…

-        Ejem…– carraspeó Harry, ya que Finigan tenía puesta su atención en la plática ajena -. Esto, ¿y dónde te has dejado a Hermi?  

-        Pues…

Pero Ronald no necesitó decir más, porque justo en ese momento llegaba la mencionada, con una cara de pocos amigos que extrañó a ambos muchachos. Se sentó junto a su novio y cogió un ejemplar de El Profeta que alguien había dejado sobre la mesa. Lo hojeó con inquina mientras murmuraba algún hechizo desconocido, o eso le pareció a Harry.

-        ¿Pasa algo? – preguntó Potter,  intentando no molestar a la muchacha. Aun no se le olvidaba que era la mente maestra detrás de El Trio Dorado lo cual significaba que podía matarlo cuando quisiera con solo apuntarle con su varita (y sí, literalmente).

-        Nada – gruñó, mirando hacia el cielo encantado que dejaba caer una nevisca sobre las mesas de los alumnos sin que llegara a tocarlos -. Es solo que había comprado algo para usarlo especialmente este día y con este clima no se podrá.

De pronto fue Ronald quien dio un golpe a la mesa con puño cerrado para después amenazar al techo encantado con una retahíla de palabrotas,  y a partir de ese momento se mostró de muy mal humor. Ya se imaginaba Harry que clase de prenda quería estrenar su amiga. Cuando la comida apareció en los platos, el pelirrojo se acercó un plato con beicon y huevos, de muy mala uva.

-        ¡¿Qué?! – preguntó a la defensiva, cuando vio la cara que le dedico su amigo -. Es Beicon. Sabes que no puedo dejar pasar el beicon.

-        Pues me he creído eso de que no comerías más hasta vuestra cita.

Hermione lanzó una risita que claramente decía un Estas hablando de Ronald Weasley, querido. El pelirrojo los ignoró, y devoró todo el alimento dentro de la circunferencia de su plato.

Harry negó divertido. Estaba por echarse a la boca un pedazo de salchicha cuando escuchó la voz de su adorado Draco Malfoy discutiendo en voz baja con alguien. No pudo evitar voltear (como casi todos en el comedor) y encontrar a su rubio acompañado de Blaise Zabini y Pansy Parkinson, pero lo que hizo que su sangre se encendiera como un torrente de fuego, fue el hecho de ver que su prometido tenía un ojo rojo.

¿Era, acaso, que el muy cabrón de Zabini se habría atrevido a pegarle?

Cuando Hermione vio que cerraba sus puños sobre la mesa, apresando en una de ellas el tenedor que aún tenía la salchicha, y que se ponía de pie, ella le haló por la túnica para volverlo a sentar.

-        ¡Espera, Harry! – balbuceó apenas audiblemente –. No sabes que es lo que ha pasado. Espera a que él te lo cuente y si es lo que crees yo misma detendré a Zabini mientras tú lo golpeas. 

-        ¡Pero…!

-        ¡Pero nada, Harry! – cortó Granger, mosqueada -. ¿Te crees que esta manco? ¿Crees que no se puede defender si casi te mata en varias ocasiones?

-        Creo que Hermy tiene razón – terció Ron -. En su estado jamás se dejaría de nadie. He visto a mis tías en ese estado y suelen tener la sutileza de un basilisco a la hora de atacar, cuando alguien se les acerca de mala leche. No creo que sea diferente con él.

Harry tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol (Calma, Harry, cálmate, Keep calmn Harry, respira profundo y cuenta hasta mil). Y mientras mordía y masticaba el cuello de su chaqueta, miraba con los ojos entrecerrados a Blaise Zabini y prometía hacerle tragar sus propias pelotas como lo que sospechara fuera cierto.

 

….

Salieron del castillo detrás de Draco Malfoy, Pansy Parkinson y Blaise Zabini. Harry llevaba su capa de invisibilidad en su mochila, listo para ponérsela en cualquier momento. Y cualquier momento era apenas traspasar los terrenos de Hogwarts donde no estaba prohibido acercarse a Draco Malfoy bajo su capa.

En la puerta, el conserje Argus Filch, aun portando el luto por su amada Señora Norris, revisaba que todos tuvieran su pase y registraba a cada alumno con un sensor de ocultamiento. Los muchachos hacían fila a unos cuatro alumnos detrás de Draco, y Harry tenía ganas de empujar a medio mundo para poder acercarse y saber porque el muchacho estaba tan nervioso. Se notaba fácilmente porque observaba en todas direcciones y se acomodaba el cabello una y otra vez. Oh, e hiperventilaba.

Harry Potter no tenía como saber que Draco Malfoy estaba nervioso por ese sensor de ocultamiento que el maldito conserje utilizaba para ese trasto varias veces en cada alumno y el rubio no sabía cómo ocultaría el paquete. Seguro esa cosa sonaría y todo el colegio se enteraría, se enteraría su madre, se enteraría su padre, se enteraría su terapeuta, se enteraría Harry Potter, se enteraría la abuela de Harry Potter y hasta su maldito gato. Y Draco no podía permitir que se enterara nadie.

Dementores.

 Comenzaba a sudar a pesar del frío ambiente. Y si no pensaba en algo comenzaría a hablar de su vida en cualquier puto momento porque ya estaba hiperventilando. La cosa era que no tenía ganas de hablar sobre su vida mientras el idiota de Blaise siguiera pegado a su culo como si tuvieran cola.

Mierda, mierda, mierda.

-        Ah, esto… ¡Mirad! ¡¿No es ese el fantasma de la Señora Norris?!

-        ¿Dónde? – aulló Filch, volteando el cuello bruscamente, en dirección a donde apuntaba Draco, mientras este empujaba a Pansy con violencia y la pobre muchacha salía disparada, convertida en una mancha borrosa, varios metros hasta el suelo. El conserje, con una mirada brillante de anhelo, observaba en todas direcciones, en busca de su preciada gata fantasmal. Pero no había nada. – ¿Dónde se supone que debo buscar? – preguntó, fulminando a Draco con la mirada.

-        No, esto, yo… creo que me he equivocado, debió ser una ardilla o algo así – dijo el rubio, meciéndose de atrás a enfrente, sobre sus talones, y las manos cruzadas a su espalda -. Lo siento mucho. De verdad, siento tanto su perdida – dijo sinceramente y de pronto estaba lagrimeando. Pero es que, ay, pobre conserje Filch, sin su amada gata. Estaba por confesar que él había sido el culpable de su felina muerte cuando alguien de atrás comenzó a gritar que movieran el culo y Draco regresó a la realidad. Malfoy odiaba, odiaba, odiaba, en serio odiaba estar tan sensible con su embarazo. - ¡Si, si, vale, vale! ¡Que os jodan! Sí, esto… no volverá a pasar.

-        Espera – dijo el conserje, mirando a Draco suspicazmente – no eras moreno, de ojos verdes y con… - el viejo hizo una curvatura con sus manos a la altura de sus pechos.

-        Jamás en la vida – aseguró Draco, dignamente, y se echó a andar.

Malfoy se alejó hasta donde estaba la pobre Pansy Parkinson, temblando de frío,  quitándose la nieve de la cara y mirando con esquirlas de hielo en sus verdes ojos, apuntando directamente a Draco.

-        ¿Pero qué coño ha sido eso? – escupió la muchacha, sacudiéndose el abrigo negro cubierto de pelusa de nieve -.  ¿Quién narices me ha empujado?

-        Ha sido Blaise, el muy capullo – mintió el rubio, alzando el cuello de su abrigo. Hacia un clima espantoso -. He intentado detenerlo pero es un monstruo… ¿Qué? Venga, no me mires así. ¡Que no me…! Vale, he sido yo. No ha habido otra forma de hacerte pasar sin que Filch te registrara.

-        Y no querías que Filch me registrara porqueeee…

-        …porque no quería que registrara el paquete que te he dado. Pero, shhh, luego hablamos, aquí llega el gilipollas – dijo Malfoy, con una sonrisa exagerada en el rostro congelado.

-        Estáis hablando de mí, ¿cierto?

-        ¿Cómo lo has adivinado? – preguntó Malfoy, con una vocecilla endulzada y venenosa.

 

 

 

…..

Harry Potter intentaba escuchar que era lo que Draco estaba hablando con Argus Filch, pero era imposible con Ronald Weasley hablando como cotorro.

-        ¡Hey, Vosotros, moved el culo de una puta vez! – gritó ron, chasqueando la lengua y luego se dirigió a su novia –.  Es para este año. Como esto siga así, saldremos hasta mañana.

-        Ya estamos a punto de salir, Ronnie – dijo Hermy, virando los ojos.

-        ¿Qué más le da que saquemos cosas tenebrosas del colegio? –dijo Ron cuando el conserje le registraba. - ¿No cree que lo que debería importarle es lo que pudiéramos entrar?

Harry supuso que Ronnie se tenía bien merecido esos pinchazos de parte de Filch, con el sensor de ocultamiento. Como siguiera molestando el mismo le hubiera hecho algo peor.

Al salir fuera del castillo Harry tuvo ganas de regresar. Hacía un puñetero frío que ni toda la ropa que se había puesto encima podría mitigar. Vio como Hermy se abrazaba a sí misma y tiritaba de frio. Ronald, muy caballeroso, la abrazó y ella se pegó a él, gustosa. Lo que el moreno daría por poder abrazar así a su rubio sin que hubiera algún peligro de morir a manos del mismo rubio. Últimamente le preocupaba más el morir a manos de Draco Malfoy que de Voldemort, simplemente por el hecho de que amaba al primero y parecía más dispuesto a matarlo que el último.

Cuando salieron por las puertas de hierro forjado, Potter avanzó tan rápido como el fuerte viento se lo permitió para alcanzar al trio de serpientes. Cuando notó que nadie le estaba prestando atención, se colocó encima la capa de invisibilidad, que sacó de su mochila, la dejó en el suelo para que sus amigos la recogieran, y caminó detrás de Malfoy. Ron y Hermione, a la distancia, parecían buscarlo hasta que la castaña dio con la mochila y las huellas que parecían dibujarse mágicamente en la nieve.  Hermy abrió la boca en una perfecta O. Le dijo algo al oído a su novio y el pelirrojo asintió, cogió la mochila y se la puso al hombro para seguir las huellas mágicas.

Por su parte, Potter tenía que saber que era lo que había pasado para que Draco tuviera su hermoso  ojo así, antes de saltarle encima al estúpido de Zabini. Y solo se le ocurrió una idea.

 

Pansy tenía ganas de golpear algo o a alguien. De vez en cuando, cuando Draco no la veía, estrangulaba el paquete que llevaba en las manos. En realidad, quería, anhelaba con todas sus fuerzas, golpear a Blaise. El muy capullo estaba pegado a Draco e insistía en que la morena los dejara a solas porque estaba haciendo mal tercio. Y por más que Malfoy le insistiera en que estaba memo, el tío ni por enterado. Tan enfadada estaba que la muchacha ya ni sentía el frio.

Y de pronto algo chocó contra su pie y calló de bruces a la nieve, de nuevo. El paquete se le escapó de las manos y Malfoy se aproximó rápidamente, y lo pateó con cuidado para dejárselo a la mano a la muchacha.

-        ¿Quieres parar de una vez con eso, Pansy? – exclamó Draco, mirándola desde las alturas y  aguantándose las ganas de reír –. Ya habíamos quedado en que no íbamos a hacer ángeles de nieve porque esta puñeteramente helado.

-        ¿Qué Dementores…? Estoy más que segura de que alguien me ha metido el pie – dijo Pansy, cogiendo el paquete, poniéndose de pie, y volviendo a sacudir su abrigo que de negro ya tenía muy poco.

-        A mí ni me miréis – dijo Zabini, levantando las manos. – Yo he estado todo el tiempo lejos de ti – apunto a Parkinson.

-        ¡Claro que has estado muy lejos de mí! – aseguro la morena, con inquina –. De no ser así ya te habría hecho algo.

Y mientras el moreno le miraba con los ojos entrecerrados, Pansy sintió como algo le rozaba el brazo. Parecía una especie de tela pero era tan suave como si estuviera hecha de seda liquida. Observó a su alrededor, pero ahí no había nada.

Decidida a ignorar cualquier cosa que fuera aquello, incluida su maldita mente, por que Malfoy ya se alejaba, dio un paso y esta vez sí que se dio cuenta de que algo le sujetaba el abrigo, impidiéndole avanzar.

-        Pansy – dijo una voz irritantemente familiar, antes de que la muchacha gritara -. Soy yo, Potter.

-        ¡Potter! Pero…  - balbuceó Parkinson, más blanca que un vampiro -. ¿Cómo…? ¿A caso has muerto y tu fantasma viene a por mí para vengarse por todas las cosas malas que os he hecho a vosotros, los Gryffindor?

De haber podido ver a Potter debajo de su capa, Pansy habría mirado como ponía los ojos en blanco y se hubiera asustado más.

-        Shhh, no grites, por favor – susurró la voz sin cuerpo -.  Luego te explico, pero por favor, no llames la atención de Draco y Zabini. Sigue caminando.- La muchacha hizo lo que Potter le pidió, sin dejar de intentar mirar de dónde provenía la voz, aunque fue imposible -. Dime por favor, dime que es lo que  le ha pasado a Draco.

-        ¿Te refieres al ojo… rojo? – La muchacha chasqueó la lengua y sonrió perversamente. Ahí le iban a pagar de todas, todas. La muchacha se llevó una mano a la frente y sus ojos se volvieron un nido de lágrimas –. Está bien, Potter, por el descanso de tu alma haré lo que sea.  ¡Oh, mi pobre Draco! Si tú supieras lo que le ha hecho Blaise…

 

 

Draco Malfoy ignoró a Zabini, que hablaba sin parar sobre el lindo futuro que tendrían juntos y que si él quería se haría con la Marca aunque no le gustara eso de andar cazando Muggles y blablabla,  para buscar a su amiga y lo que encontró le hizo poner una ceja casi vertical. ¿Qué demonios hacia la bruja? ¿Con quién coño hablaba? Porque era más que obvio que Pansy estaba hablando con alguien imaginario. Gesticulaba y manoteaba dramáticamente como si estuviera contándole a un tarado La Odisea o algo así. O mejor dicho, una historia porno. Pansy movía la mano derecha de arriba abajo con frenesí, y ponía una cara que ya la envidiarían las actrices porno. El rubio comenzaba a temer seriamente que las dichosas Galletas de Canario tuvieran secuelas graves en la salud mental de su amiga. Solo faltaba que la tía se desnudara y bailara como loca bajo la nieve.

Pero no le prestó mucha atención a esto último por que el cielo de pronto se había tintado de negro y el viento chocaba ferozmente contra su persona. Los magos y brujas que se encontraban en la calle, corrieron asustados a resguardarse del ventarrón pero Pansy seguía contando cuentos chinos a alguien invisible y…

O.O

 Draco observo a la distancia, en busca de su prometido, pero solo encontró  a la Sabelotodo Granger y a su novio Ron Comadreja que intentaban no salir volando con aquel ventarrón del demonio. Y como un chorro de hielo sobre la espalda, Draco supo lo que estaba por pasar.

Se volteó hacia Blaise, que charlaba sobre Merlín sabía que, y con una sonrisa muy chula le dijo:

-        Si me permites un consejo… - sus labios se curvaron en una sonrisa sensual. - Corre.

-        ¿De qué hablas?

Sin embargo, antes de que el pobre muchacho pudiera seguir su concejo, Malfoy fue testigo de un curioso efecto de la vista y del oído: Blaise Zabini fue arrastrado por una sombra destructiva, directamente al suelo, donde una gran nube de nieve se elevó  tal una bestia que rugía como si estuviera herida de muerte, y aplastó a Zabini que chillaba y suplicaba por su vida, incapaz de comprender que era lo que lo estaba atacando y porque.

 

Las Tres Escobas estaba casi vacío. A excepción de una bruja de cabellos azules que tomaba whisky de Fuego como si fuera agua, y un mago que estaba en una de las esquinas, cubierto por una telaraña gigante, que miraba hacia la bruja del cabello azul como si estuviera eternamente enamorado de ella. Y por la forma en que suspiraba al verla, Madame Rosmerta estaba segura.

El pueblo estaba siendo pintado de blanco por doquier y la propietaria de la taberna  maldecía la tormenta que se había desatado sobre Hogsmeade. Con aquel frío del demonio y aquella nievecita que estaba cayendo, lo más probable era que nadie se apareciera por ahí. Las calles estaban casi vacías. Los cristales de las ventanas  se estaban cubriendo de nieve y la chimenea no calentaba lo suficiente para calmar el frío. Faltaba el calor humano. Aunque el calor duendil  y de otras especies también era bien recibido mientras tuvieran oro con que pagar.

Madame Rosmerta observó por la ventana como los copos de nieve descendían desde las entrañas de las nubes, que cada vez se oscurecían más. Y el rostro, a pesar de todo, se le iluminó: a la distancia podía ver un hormiguero de alumnos de Hogwarts que se dirigían hacia Las Tres Escobas en busca de refugio. La bruja se apresuró a sacar su varita para limpiar mágicamente la barra y las mesas vacías. Era mejor que se apresurara a sacar la Cerveza de Mantequilla, las gaseosas y, quizá, unas cuantas botellas de Hidromiel solo por si Dumbledore se aparecía por allí. El asunto estaba por ponerse bueno.

Y Madame Rosmerta no sabía cuánto.

 

 

Hermione Granger y Ron Weasley corrieron a intentar quitar a Harry Potter de encima de Blaise Zabini, que ya sangraba profusamente de la nariz y la boca, y lanzaba golpes ciegos a lo que fuera que intentaba matarlo. Y mientras Weasley y Granger lograron sacarle de encima a aquella bestia, Zabini logró escabullirse y arrastrarse varios metros hasta Las Tres Escobas, que estaba lleno de alumnos de Hogwarts.

Nadie pareció notar lo aterrado que estaba y lo cubierto de sangre que se encontraba. Nadie le vio aferrarse a una de las mesas para poder ponerse en pie, con la respiración entrecortada y un feroz tambor latiendo en su pecho. Nadie le vio mirar hacia la puerta con una súplica que se perdió en sus labios al ver entrar a Weasley que parecía querer sujetar algo invisible con premura. Y, finalmente, nadie le vio entrar al tocador de damas, meterse a un cubículo e intentar esconderse detrás de la taza del baño hecho un ovillo.

Hermione corría desesperada detrás de su novio, que había logrado aferrarse a Harry, pero no era lo suficientemente fuerte como para poder controlarlo. El muchacho pudo escabullirse y meterse al baño de damas. Hermione, Ronald, Draco y Pansy iban detrás. Esta última, con el susto, colocó el paquete en una de las mesas contiguas al baño, que estaba vacía, para tener las manos  desocupadas por si era necesario, y se metió detrás de Malfoy.

Potter abría todas las puertas de los cubículos hasta encontrar a su víctima en la última. Soltó un rugido de victoria pero antes de atacarlo de nuevo, Ronald y Hermy se le echaron literalmente encima.

-        ¡Madre mía! ¿Pero qué es lo que le habéis dicho? – exclamó Granger, sentada sobre la espalda de Weasley, para inmovilizar al moreno.

-        Yo no he dicho nada – aseguró Pansy, pero Draco la acusaba con la mirada de algo aberrante.

-        ¿Nada, cariño? – acusó el rubio, con la mirada filosa. No se lo contaría a nadie, pero se estaban divirtiendo. – Porque hemos notado otra cosa.

Draco no tuvo que especificar que se refería a su bebé y a él.

El asunto se volvió un despelote: todos intentaban rescatar a Zabini pero lo que hacían era estorbar. Blaise sacó su varita y apuntó a todo el mundo, ya que no sabía con exactitud que o quien lo estaba atacando, y cuando apuntó a Draco Malfoy fue el acabose.

La capa de invisibilidad se elevó arrancada por el huracanado viento que de pronto se había desatado en el cuarto de baño, gracias a la  furia de un muy, en serio, muy cabreado Potter, y Zabini arrugó el entrecejo, pero antes de poder preguntar qué coño, como es que, ya tenía a Harry Potter encima de él. Hermione se apresuró a capturar la capa y meterla en la mochila de Harry.

Nadie se percató de que una mujer de edad madura, pero muy guapa aun, entraba en el baño, para preguntar que era todo aquel despelote, cuando Pansy sacaba su varita y Hermy, preocupada por que la serpiente fuera a atacar a su amigo, desvió el arma que había lanzado un Confundus que le pego directamente a madame Rosmerta. Nadie se percató de que la bruja salía del baño más mareada que si acabase de bajar de un tornado, se recargo contra la puerta e intento recordar que era lo que estaba haciendo. Veamos, había que sacar más cervezas de mantequilla y el hidromiel para Dumbledore…

Ah, sí, el hidromiel. Aquí debe estar, pensó Madame Rosmerta, cogiendo el paquete que estaba sobre la mesa vacía, realmente confundida. Observó la puerta: dos guapas alumnas de Hogwarts estaban despidiéndose con la mano de un grupo de estudiantes. Antes de que las muchachas desaparecieran por la puerta, Madame Rosmerta las paro.

 

 

 

Ese día no estaba saliendo precisamente como Blaise Zabini lo había planeado. Obviamente.

Por curioso que pareciera, aquella escena macabra, con él tirado en el suelo de un hediondo baño (Madame Rosmerta aseguraría que el tío habría sufrido un severo daño mental, y estaba rematadamente muy mal por la pérdida de sangre, ya que esos baños, en particular, estaban estupendamente limpios, no sabía ella los de Hogwarts, pero los de Las Tres Escobas sí), con Harry Potter encima, golpeándolo a diestra y siniestra, Pansy los Gryffindor intentando quitárselo de encima (o eso pensaba él. Últimamente empezaba a sospechar que Pansy trataba de ayudar a Potter) Draco Malfoy riéndose de su dolor. Esperad, esperad por favor que me meo, dijo Draco, con lágrimas en los ojos y doblado por la mitad, con una pierna doblada también, y sus hermosos cabellos rubios cayendo por su frente, tapando a medias ese rictus de risa y disgusto por que el muy (hermoso) cabron se orinaba de tanto reír, y todos se quedaron extáticos hasta que el muchacho se metió a un cubículo, orinó largamente, salió del cubículo, se lavó las manos y dijo: Continuad por favor.  Y todos continuaron con lo suyo.

Pero regresando a Malfoy, Zabini creía que, quizá, esa era una de las cosas que más le gustaban de Draco, que era sumamente educado.. .

Y es que era bien conocido por todos los Slytherins que Zabini estaba que babeaba por el hermoso rubio. Y, es decir, ¿Quién rayos podría culparlo? Desde cuando estaba coladísimo por él, no podía saberlo con exactitud. Pero había sido en un fin de curso, cuando viajaba con él en uno de los carruajes de regreso a Hogsmeade para coger el Expreso de Hogwarts que se dio cuenta que no podía quitarle los ojos de encima.

Lo tenía muy presente, casi como  si hubiera sido ayer.

Blaise Zabini no pudo evitar el abrir la puerta del carruaje para Draco Malfoy, y al instante se sintió tonto. Malfoy no era una dama, no tenía que ser un caballero con él. ¿Entonces de donde surgía tal necesidad?

Y cuando, al subir el rubio al carruaje, su cuerpo rozó el de Zabini sin querer, y el dulce perfume de Malfoy le golpeó de lleno, fue como si descubriera el propósito de su inútil vida: amar, adorar, proteger y cuidar toda la eternidad a ese hermoso y adorable rubio. A partir de ese momento, la vida de Zabini giraría en torno a Draco Malfoy, y estaría ahí, solo para cumplir cualquier capricho que el niño pudiera tener. Sería su zalamero personal. Su alfombra para pisar. Su banquillo para los pies. Blaise seria lo que el rubio quisiera que fuera. Se bañaría en la sangre de sus enemigos, los despedazaría si así hacia feliz a Draco y podía sacarle una sonrisa.

¿Pero que hacia el cruel rubio cuando se le insinuaba Blaise? Rechazarlo y humillarlo una y otra, y otra vez, el muy fresco. El moreno ya se estaba cansando con la situación. Tendría que pedir ayuda.  Acudir a los altos y oscuros poderes persuasivos de la Serpiente más sabia y labiosa de todas. Blaise lo decidió mientras recibía una patada en los cojones, de parte de Harry Potter. Ya se encargaría también de él. Así tuviera que vender su alma a la Serpiente Mayor.

 

 

Harry Potter estaba hecho un basilisco.  No había otra manera de describirlo (quién lo diría: sí que tenía algo de serpiente, después de todo). Ron y Hermy ya se habían cansado de intentar quitarlo de encima a Zabini y se habían sentado en una esquina, junto a Malfoy Parkinson, quienes ya tenían rato solo mirando. Los largos cabellos de Granger estaban hechos un lio (y, la verdad, no que eso fuera algo raro, pero en aquella ocasión, en serio, eran un lio), tenía la ropa desacomodada y un ligero sudor escurría por su frente. Estaba hecha una pena. Y qué decir de Weasley, que se había manchado de sangre (por supuesto, de Zabini) y había recibido algunos de los golpes que iban destinados al Slytherin, jamás por gusto. El pelirrojo, resoplando de cansancio, sacó de su bolsillo una bolsa con Bolas de Chocolate que ofreció a todo mundo. Malfoy se acercó y cogió dos sin importarle la cara de pocos amigos que ron le dedicó, Pansy cogió una (¿Seguro que no me convertiré en un pájaro o algo así?, preguntó la muchacha con aprensión.) y Hermy otra. Bien, solo quedaban dos. No alcanzaría para Harry y Zabini, por lo que Ron decidió comerse las dos para que no hubiera disputas entre ellos.

Potter se sacudió la mano derecha. Ya le dolía de tanto golpear a Zabini, así que intentó seguir golpeando con la otra pero también estaba cansada, ya no tenía fuerzas, y así no había caso, no podía hacer todo el daño que quería. Se levantó, resollando, y limpiándose la sangre que le había hecho el gilipollas con alguno de los golpes que pudo darle.

Malfoy miraba con inquina a Pansy, con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados, la acusaba silentemente del peor de los crímenes.

-        ¿Qué? – preguntó la morena, chupando su Bola de Chocolate, en lugar de comérsela.

-        ¿Por qué le has dicho?

Pansy no tuvo que ser adivina para saber a quién a que se refería su cabreado amigo.

-        Ha sido imposible negarme – aseguró la muchacha, encogiéndose contra la pared –. Potter puede ser muy persuasivo y me ha mareado con tanta palabrería. No es como si fuera mi culpa. Si tú mismo has caído…

-        ¡El paquete! – chilló Draco viendo las manos vacías de algo más que chocolate, de su amiga. - ¿Dónde coño has dejado el paquete?

-        Yo… - Pansy estaba por entrar en pánico. ¿Dónde Dementores había dejado el paquete? – Ah, sí, lo he dejado afuera, en una mesa vacía – dijo alegremente.

-        ¿Quéeeeeee? – masculló Malfoy, con llamas reluciendo en sus pupilas. – Pero que estupidez has hecho.

Malfoy salió a toda pastilla, dejando a cuatro muchachos con cara de WTF? Harry fue el primero en salir tras de él, y lo que encontró no le gustó para nada: el rubio se mordía las uñas, hablaba solo y se mecía de atrás a adelante, con vehemencia.

-        ¿Qué es lo qué…?

-        Debo esconderme – aseguró Draco, dirigiéndose hacia la puerta y todos los demás le siguieron, a excepción  de Zabini, quien se había puesto cómodo en el suelo y no pensaba moverse de ahí hasta que llegara la guardia civil –.  Debo salir de Inglaterra. Tomaré un tren al Fin del Mundo. ¿Alguien sabe dónde está el Fin del Mundo? ¿No? ¿Nadie?

-        Dime que es lo que está pasando – exigió Potter, cogiendo a Malfoy por el brazo para que le diera la cara.

-        No es necesario que lo sepas, Potter – dijo el rubio, mirando a Pansy. Sentía que el miedo traslucía en sus pupilas, como un fantasma áureo -. Mientras menos sepáis – se dirigió a todos –será mejor para vosotros. Creedme.

Harry estaba por decir algo cuando escuchó a dos chicas forcejeando. La cara que puso Draco ante aquel espectáculo le interrumpió su cometido y de pronto pudieron ver como una chica se elevaba por los aires, como si tuviera el fabuloso don de volar sin escoba pero de inmediato supo el moreno que aquello no era nada bueno.

Potter estuvo más que seguro cuando escuchó que la chica lanzaba un estridente chillido y los pelos se le erizaron.

-        Quedaos aquí – ordenó mirando únicamente a Draco, y luego se dirigió a sus amigos -. No permitáis que se vaya.

Granger y Weasley se miraron el uno al otro y asintieron a Harry con la cara blanca. Hermy tragó duro y se puso a un lado de Malfoy, que no hizo por moverse o reprochar. La culpa podía leerse en sus hermosas facciones como si estuviera escrita con tinta. El corazón le daba tumbos y estaba por darle algo.

Aquello no debía pasar. Aquello era un error, pero nadie se lo creería. ¿Quién, en su sano juicio creería que él no deseaba que pasara aquello? Vio alejarse a Harry, lo vio acercarse a la muchacha que miraba aterrada a su amiga, elevada en el aire, como si fuerzas invisibles la sostuvieran. Maldición, era eso exactamente lo que pasaba. Era el collar maldito.

Draco sintió ganas de correr, pero sus piernas no le respondían. De pronto fue como si estuviera viendo todo desde una dimensión diferente. Como si su  alma  hubiera dejado atrás a su cuerpo y se alejara por los espacios siderales y al mismo tiempo tuviera la visión terrenal de su cuerpo.

Vio a Potter alejarse de nuevo, pero en la otra dirección. Buscaría ayuda según escuchó decirles. Y un poco después regresaba con Rubeus Hagrid, que se hizo cargo, de inmediato, del asunto.

Que no muera, por favor. Que no muera.

Las piernas de Malfoy temblaban y cuando Granger le cogió de la mano para obligarlo a caminar, el rubio tuvo que hacer acopio de toda su voluntad para poder dar paso tras paso hasta llegar al castillo.

Dios, que no muera, por favor. Que no muera.

-        Harry sabe que no lo has querido así – dijo Granger, presionando suavemente su mano en señal de apoyo –. No permitirá que pase nada malo.

Draco tuvo ganas de empujar a la castaña lejos de sí y rogarle que jamás le volviera a poner un dedo encima con su mugrosa sangre sucia, pero supo que no sería capaz de volver a decir aquello en su vida. Al menos no a ella. El rubio simplemente asintió con la cabeza y suspiró. Quería a su mama. Quería una rana de chocolate y quería abrazar a Potter y que este les abrazara y les diera muchos besitos y les dijera cuanto los amaba.

Y no pudo evitarlo. Un, al principio, tímido pucherito se apodero de sus labios. Sus ojos se iluminaron con unas lágrimas que querían salir por chorros, pero que el rubio hacia todo lo posible por que no fuera así. Cuando Granger se dio cuenta, soltó un gemido angustiado y lo abrazó. Pansy no se pudo quedar atrás y abrazó a los dos. Y así fue como los encontró Harry Potter.

-        McGonagall quiere hablar con nosotros – dijo a Hermy y a Ron. La castaña se separó de Draco, con sendas lágrimas en las mejillas, y cogió la mano de su novio para ir con Harry –. Vosotros esperadme en la torre de Astronomía – ordenó a Malfoy, que le miró con sorpresa.

Draco quiso decir algo, cualquier cosa, pero la voz no le salía, por lo que solo asintió con la cabeza. Potter observó en todas direcciones, y al no encontrar a nadie cerca, se pegó a Draco y le limpio las lágrimas que habían corrido hasta su barbilla. Se notaba que el moreno tenia intensas ganas de besarle, y de igual modo se notaba que Draco esperaba ese beso, pero el Gryffindor decidió no arriesgarse más y sencillamente dio media vuelta y se dirigió, junto a sus amigos, al despacho de McGonagall.

-        Vamos, cariño – invitó Parkinson, guiando a su amigo al interior del colegio, derechito a la torre de Astronomía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

No me estais dejando comentarios asi que no puedo saber saber si os esta gustando o no. hago lo que puedo asi que no os quejeis. Peeeero si me dejais suficientes comentarios, subiere el proximo cap lo antes posible. Vosotros sabeis.

Saludos y besos.

os Quiere Aerosoul.


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