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Recuperando Una Vida por _Islander_

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Notas del fanfic:

Mi primer fic sobre esta serie.

Era un nuevo comienzo para la familia Isthar. Tras completar su misión para con el faraón y ver cumplido su destino, podían celebrar que con su generación había concluido una larga cadena de incesante trabajo. Ahora, sus antepasados, podían descansar con orgullo, y ellos, ir con la frente bien alta.

Habían pasado seis meses desde que el faraón Atem les había dejado. Seis meses que dedicaron a recorrer el mundo. A vivir todo lo que no habían vivido, a ver todo cuanto se habían perdido, a disfrutar de todo aquello que no se les había permitido.

Pero, por increíble que ellos mismos les pareciese, finalmente, el hogar les llamó. La morriña y la melancolía se apoderaron de ellos y decidieron volver a la tierra que les vio nacer, Egipto.

Ishizu propuso que se instalaran de nuevo en Egipto, solo que esta vez en el exterior, por supuesto. Gracias a sus contactos como administradora del Museo del Cairo no tendría problema alguno de que les habilitaran un lugar cerca de la tumba del faraón, con la escusa de que allí llevarían a cabo investigaciones antropológicas.

Tanto Ishizu como Odion se sorprendieron mucho de que Marik fuese el primero en decir que echaba de menos su hogar. Y más se sorprendieron cuando accedió a que se instalaran de nuevo allí.

En verdad el joven había cambiado. Era como si hubiese vuelto a ser aquel niño inocente y curioso de antes de que aquella fuerza maligna se apoderara de é. Ahora era extremadamente amable, atento y cordial. Siempre con una sonrisa dibujada y una mano preparada si alguien necesitaba que se la tendieran. Parecía que todo empezaba a ir verdaderamente bien. O al menos, eso creían.

-¿Ishizu?

La voz de su hermano menor saco a la joven Nubia de su trance.

-¿Eh? –Contestó, algo sorprendida.

-¿Qué pasa? Pensé que te habías quedado dormida.

-No, eso solo… -Ni siquiera la joven entendía muy bien que la había pasado, así que, decidido no decir más-. Supongo que me he distraído.

Marik sonrió.

-Ya casi estamos llegando.

Viajaban en jeep, atravesando las ardientes arenas del desierto, en dirección a su nuevo hogar. El cual se suponía que ya debía estar preparado para su llegada. Ishizu se había encargado de todo por teléfono, arreglando el asunto con los responsables del museo para que enviasen a un grupo de obreros a prepararlo.

-¡Allí está! –Saltó Marik, encantado.

Muy cerca de los primeros restos de las ruinas de lo que en su día fue la entrada a la capital desde la que reinaba Atem, podía verse una casa, no demasiado grande, ya que la ley no permitía tener viviendas particulares cerca de yacimientos históricos, pero si lo bastante grande para vivir. Era de color gris, para que fuese más fácil de distinguir en el desierto.

Odion detuvo el jeep cerca de la entrada, junto a otro aparcado allí. Los tres hermanos bajaron del automóvil, allí les esperaba un hombre egipcio que les entrego las llaves y les deseo una feliz estancia para luego tomar su vehículo e irse.

Entraron en la casa, todo era pequeño, pero acogedor. Nada más entrar había un pequeño recibidor y seguido estaba el salón y la cocina. Después había tres habitaciones y un baño.

-¡Es increíble! –Dijo Marik, encantado.

-Celebro que te guste –Contestó su hermana, con una sonrisa.

-Iré al jeep a  por nuestras maletas.

-Deja que te ayude –se ofreció Odion, saliendo tras él.

Ishizu aprovecho aquel momento de soledad para sentarse en el sofá y cavilar sobre aquello que había sentido mientras se dirigían allí ¿Qué había sido? Desde luego no era una premonición, desde que le cedió su collar milenario a Yugi, había perdido todas sus dotes premonitorias, pero lo que no había perdido era aquel sexto sentido que podía augurar que algo malo se avecinaba. Y eso precisamente lo que acababa de experimentar: un mal presentimiento. Había sido una breve pero intensa sensación de que algo no iba bien, como si algo les esperase en su nuevo hogar. Tal vez solo hubiese sido su imaginación, aún estaban frescas las heridas de aquel funesto episodio del que Marik fue el principal antagonista. Prefirió no darle más importancia al asunto. Acaban de empezar una nueva vida y veía a su hermano pequeño más radiante y feliz de lo que lo había visto nunca. No quería estropearlo.

Se apresuró a levantarse cuando sus dos hermanos entraron por la puerta, tratando de fingir, en la medida de lo posible, normalidad. Y con una sonrisa se apresuró a ayudarles a colocar las cosas.

Aquella noche Ishizu no durmió bien. Se revolvía en su cama, incómoda, preocupada. Incapaz de dormir. Aquella extraña sensación de peligro había vuelto. Como un silencio pero claro aviso de que algo malo se avecinaba. Creyó que el corazón se le salía del pecho cuando sintió como llamaban a la puerta.

Los tres hermanos salieron de sus habitaciones, encontrándose en el salón ¿Quién podría ser? Se encontraban ubicados en medio del desierto, y a excepción de los directivos del museo y de Yugi, al que avisaron previamente, nadie más sabía donde se encontraban.

-Yo abriré –dijo Odion, acercándose a la puerta con cautela pero resuelto al mismo tiempo.

-Ten cuidado –le precavió Marik.

Ishizu se mantenía en silencio, tras ellos. Observando la puerta con muda preocupación.

Se les hizo un nudo a en la garganta al encontrarse con la figura de Bakura al otro lado de la puerta. Odion retrocedió un paso, sin creer lo que veía. El joven de pelo blanco dio un paso hacia delante y penetro en la vivienda. Temblaba de pies a cabeza. Sus ojos estaban enrojecidos y no parecían enfocar nada en concreto.

-De… Devolvédmela… -Fue lo único que salió de su boca antes de tambalearse y caer al suelo como un peso muerto.

-¡Bakura! –Marik corrió a ayudarle.

Le tumbaron sobre el sofá, cubriéndole parcialmente con una manta, tenía una fiebre muy alta. Ishizu le aplicaba unos paños húmedos en la frente.

-No lo entiendo –decía Marik-. ¿Cómo ha llegado hasta aquí?

-¿Visteis sus ojos? –Hablo ahora Odion-. ¿Creéis que…?

-No –le cortó Marik-. El anillo milenario se perdió con los demás objetos. Sin él el espíritu que lo habita no podría volver a poseer a Bakura.

-Pero recuerda que tú lograste mantener parte de tu espíritu dentro de Tea –le recordó Odion-. Y de igual manera el espíritu del anillo milenario logro dejar una parte de él dentro del puzle del faraón. Tal vez hayan quedado restos residuales de aquella presencia maligna dentro de Bakura. Después de todo, no sabemos durante cuánto tiempo estuvo haciendo uso de su cuerpo.

Ante eso Marik no supo que contestar.

-¿Tú qué crees, hermana? –Se dirigió Marik ahora a Ishizu-. ¿Crees que ha venido aquí por eso? ¿Para recuperar el anillo milenario?

Esta negó con la cabeza.

-Él dijo: “Devolvédmela”. No busca el anillo.

-¿Qué busca entonces?

-Mucho me temo que hasta que no despierte no lo sabremos…

El inconsciente Bakura llamo ahora su atención. El chico, ahora profundamente dormido, había empezado a llorar. No tenían ni idea de lo que debía estar soñando, pero no parecía agradable.

-Bakura…

Marik se arrodilló a su lado.

-Pobre muchacho –dijo Ishizu-. No puedo ni imaginar lo que ha debido de pasar siendo controlado por aquel ser maligno durante tantísimo tiempo.

-Yo si puedo –rebatió Marik-. Volved a la cama. Yo me quedaré con él.

A pesar de las insistencias Marik terminó convenciéndoles de que volviesen  sus dormitorios. Ishizu volvió a acostarse, ahora aún más preocupada que antes ¿Sería Bakura quien había iniciado aquella sensación de peligro? Muy a su pesar sabía que así lo era. Rezó con todas sus fuerzas por ellos. Pero en especial por Bakura y por Marik.

 

A la mañana siguiente Marik se despertó en el sillón del salón. Aún algo adormilado, poco a poco fue siendo consciente de donde estaba y porqué. Comprobó que Bakura seguía tendido sobre la cama. Se acercó a él y le colocó una mano sobre la frente. La fiebre había desaparecido. Parecía dormir plácidamente. Decidió no molestarle. Escuchó ruidos en la cocina, Ishizu preparaba el desayuno y Odion la ayudaba.

-Buenos días, Marik –saludó Odion.

-Buenos días –respondió el aludido, sobándose un ojo, aún adormecido.

-Decidimos no molestar ¿Cuánto tiempo has permanecido despierto?

-No lo sé.

-¿Y Bakura? –Preguntó ahora Ishizu-. ¿Ha dicho algo más?

Marik negó con la cabeza.

-Se quedó profundamente dormido.

Marik tomó una taza de café y regresó al salón para encontrarse con un Bakura despierto.

-¡Bakura! –Exclamó, sorprendido.

Sus dos hermanos acudieron de inmediato al oír el nombre del albino. El joven de ojos castaños tenía los ojos abiertos, pero no hacía ningún tipo de movimiento, permanecía tumbado, mirando algún tipo de punto en el techo.

-Bakura –Marik se acercó a él-. ¿Cómo te encuentras?

El aludido, poco a poco, fue dirigiendo su ojerosa mirada hacia el egipcio. Marik no supo como describir aquella mirada, pero lo que si supo es que no le gusto. Era una mirada cansada, agotada, y cargada de odio.

Bakura se incorporó del sofá, quedando sentado, cabizbajo, con la mirada fija en la alfombra a sus pies.

-Bakura ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Qué te ha pasado? –Insistió Marik en su afán de saber sobre la razón por la que el peliblanco estaba allí.

De nuevo Bakura volvió a enfocarlo.

-Devolvédmela… -masculló, entre dientes.

-¿Qué te la devolvamos? –Repitió Marik, incrédulo-. Bakura, no sabemos de qué estás hablando –se acuclilló para quedar a su altura-. Si nos explicas que te ha pasado tal vez podamos ayudarte –le dijo con compresión.

-Devolvédmela… -insistía Bakura, con aquella heladora mirada, que empezaba a asustar a Marik.

-Bakura, cálmate. Dinos que es lo que quieres que te devolvamos.

Durante unos largos segundos Bakura no dijo nada. Miraba a Marik a los ojos, con aquella mirada glaciar que penetraba en el egipcio y parecía querer congelarlo desde dentro.

Entonces Bakura saltó sobre Marik, quedando encima de él. El joven egipcio trataba de zafarse pero Bakura lo tenía bien inmovilizado. Las manos de Bakura rodearon su cuello y empezaron a ejercer presión hasta el punto de que Marik no podía respirar.

-¡Mi vida! –Gritó Bakura-. ¡Devolvedme mi vida!

-¡Odion, haz algo! –Chilló Ishizu.

El mayor de todos tomó a Bakura por los hombros y lo levanto, separándolo de Marik.

Marik se levantó, tosiendo y palpándose con una mano su dolorido cuello. Pronto Bakura dejo de forcejear para mirar a su alrededor con evidente desconcierto, como si acabase de despertar de un profundo sueño. Odion aflojó el agarre al ver que se había relajado, más no le soltó, por precaución. Bakura se miró sus temblorosas manos y comenzó a sollozar.

Desconcertado, Odion terminó por soltarle y el peliblanco se derrumbó en el suelo, presa del llanto.

 

Ishizu le tendió una taza de té a Bakura, que ahora parecía más calmado y consciente de si mismo.

-Bakura –habló la joven egipcia-. ¿Qué te ha pasado?

Bakura no apartaba la miraba de la humeante taza que sostenía entre sus aún algo temblorosas manos.

-No sabía a quién acudir… -fue la respuesta, casi susurrada-. El faraón ya no está, y Yugi no podría ayudarme. No sé quién puede ayudarme…

-Cuéntanos que ha ocurrido –insistió Ishizu, con suma suavidad y tacto.

Bakura la miró, y la chica se sorprendió al ver el terror en aquellos ojos color café.

-Él sigue aquí… -dijo casi en un susurro ahogado.

Ishizu tragó saliva, con dificultad.

-Te refieres a…

-El espíritu del anillo… -concluyó el peliblanco-. Me visita en sueños. Le oigo reír… -se cubrió la cabeza con una mano y empezó a temblar de nuevo-. Quiere volver a tenerme… -Los hermanos Isthar intercambiaron miradas de preocupación-. Tengo que encontrar el anillo milenario y destruirle. Tengo que destruir el nexo que lo mantiene en este mundo.

-Los objetos Milenarios se perdieron con la partida del faraón –le recordó Ishizu-. Tú estabas presente. No podemos encontrarlos.

Bakura la tomó por la muñeca, con fuerza.

-Vosotros no lo entendéis. Les oigo.

-¿A quienes oyes? –Quiso saber Ishizu.

-Sus víctimas… -contestó, con voz ahogada-. Les oigo gritar. Sueño constantemente con imágenes horribles. Sombras difuminadas de siluetas que se retuercen y piden socorro. Sueño con distintas épocas. Todos los lugares por los que él  paso a los largo de miles de años, destruyendo vidas y robando almas… -la miró, con suma desesperación-. Y ahora esas almas vienen por mí… Y él… él… -apretó los dientes, mezcla de la rabia, la impotencia y el miedo-. Él se ríe. Las espera, las desafía, y sé que me encerrará con ellas…

-Bakura –le habló de nuevo Ishizu-. El espíritu del anillo milenario está de nuevo encerrado en su recipiente y sellado junto con los demás objetos milenarios. No volverá. Es muy posible que al desprenderte finalmente de él hayan acudido a tu mente recuerdos suyos.

-¡No! –Saltó el peliblanco-. ¡Él está aquí! ¡Lo sé! Seguís sin entenderlo. No podéis entenderlo. No tenéis ni idea de lo que es que te controlen sin ser consciente de ello.

-Yo si lo sé –habló ahora Marik.

Bakura le miró y negó con la cabeza.

-Cuanto tiempo te controló a ti ¿Una horas cuando eras joven? Y luego ¿Unos días? A mí me controló durante años. Además, aquello que te poseía había nacido de ti. Era tu propio odio mezclado con el poder del cetro milenario. No era más que una proyección de tu rencor. A mí me poseía el alma de un maniaco que ha destruido cientos de vidas a lo largo de la historia –se dejó caer sobre el respaldo del sofá, agotado-. No tenéis ni idea de lo que es levantarse un día y de repente daros cuenta de que ha pasado toda una semana sin que os dieseis cuenta. O de despertaros de pronto en un lugar sin saber cómo habéis llegado allí. Siendo consciente, después de mucho tiempo, de que en esos periodos de tiempo vacío, ha podido haber gente herida. Herida por tus propias manos. Gente, de la que luego escuchaba sus lamentos en mis sueños… -enterró la cara entre sus manos.

Los tres hermanos le miraban con suma compasión. No sabían que hacer o qué decirle.

Ishizu poso una consoladora mano sobre la espalda del desconsolado muchacho.

-¿Por eso has venido hasta aquí? ¿Para encontrar en anillo milenario?

Bakura levantó el rostro para mirarla.

-Sois los únicos que podéis  ayudarme… ¡Por favor! –Suplicó, con lágrimas en los ojos-. Os lo suplico…

-Pero nosotros no sabemos su paradero… desparecieron con la tumba del faraón.

-Ishizu –llamó Marik-. Tal vez Shadi…

-Shadi no ha vuelto a presentarse desde la partida del faraón. Y no sabemos cómo llamarle.

Con un suspiro, Bakura se puso en pie, seguido con la mirada por sus anfitriones.

-Lamento todo esto –se disculpó. Y camino hacia la puerta-. Lamento haberos molestado. Volveré a casa.

-¡Espera! –Le detuvo Marik-. Ishizu no podemos dejarle ir así. Algo habrá que podamos hacer.

Ishizu cerró los ojos, adoptando una posición reflexiva.

-Está bien –dijo finalmente-. Intentaré dar con alguna solución.

Marik sonrió, encantado por la decisión de su hermana, y luego miró a Bakura.

-Puedes quedarte aquí hasta que hallemos una solución.

Bakura pareció tranquilizarse ante esta buena nueva, hasta el punto de poder darse el lujo de sonreír por primera vez desde que había llegado.

-Os lo agradezco mucho.

Mientras el joven peliblanco se daba una ducha los tres hermanos debatían sobre lo que hacer en la cocina.

-Necesita ayuda –dijo Ishizu.

-¿Qué quieres decir? –Marik la miro, con cierto recelo.

-He accedido a tu petición para calmarle, pero mantengo lo que dije antes. Al librarse definitivamente del espíritu del anillo milenario algunos recuerdos suyos han quedado en la ahora libre mente de Bakura, y eso le esta trastornando. Resulta bastante lógico si tenemos en cuenta que él no era más que un pobre e inocente chico que estaba siendo inconscientemente manipulado por un maniaco. Todo esto no es más que un fuerte trauma.

-¿Entonces qué debemos hacer? –Preguntó Marik con evidente enfado-. ¿Encerrarlo en un hospital?

-Necesita ayuda profesional, Marik.

-Le tomarán por un loco.

-Por eso necesita ayuda profesional. Y nosotros no podemos dársela.

-¡¿Eres consciente de lo que estás diciendo?! –Saltó Marik, perdiendo la paciencia-.Puede que tengas razón, que lo que le pasa ahora solo sea el fruto del trauma que el espíritu del anillo milenario le ha producido. Pero ¿Qué crees que dirán los médicos cuando él les diga que estuvo poseído por un malvado espíritu ancestral? No solo no le creerán una palabra sino que le encerraran. La gente no sabe lo que sabemos notros, Ishizu, ya deberías saberlo.

-Sí, lo sé muy bien, Marik. Y también sé que es una enorme injusticia y que ese pobre chico no se lo merece. Pero tiene un evidente daño que nosotros no podemos curarle.

-Eso no lo sabemos.

-¿Qué pretendes que hagamos entonces?

-Lo que prometiste –Marik la miró, desafiante-. Tú prácticamente removiste cielo y tierra para traerme a mí devuelta. Bakura no va a ser menos.

-Pero Marik, eso era distinto, tú…

-¿Aún tenía esperanza? –La cortó Marik-. ¿O simplemente era el hecho de que éramos hermanos? Escúchame bien, Ishizu, cuando aún no estaba controlado por mi lado malo hice tratos con el espíritu del anillo milenario, y estando poseído por él le hice daño a Bakura. Se lo debo. Él no tiene ninguna culpa de todo lo que le ha pasado y como bien ha dicho, no estando aquí el faraón somos los únicos que podríamos ayudarle.

Ishizu suspiró, viéndose derrotada por los sólidos argumentos de su hermano y por su implacable resolución.

-De acuerdo, Marik –cedió finalmente la chica-. Pensaré en qué podemos hacer…

-Gracias, hermana.

-Disculpad…

Todos se volvieron, sorprendidos, al ver a Bakura allí. El joven iba cubierto con un albornoz de baño. Marik sintió un fuerte nudo en la garganta ¿Cuánto habría escuchado?

-¿Ocurre algo, Bakura? –preguntó Ishizu, tratando de parecer natural.

-No… es que… -vaciló un momento-. No tengo nada que ponerme…

-Oh, olvidé que había echado tu ropa a lavar.

-Espera, te dejaré algo mío –le dijo Marik, conduciéndolo a su habitación.

-¿Crees que nos habrá oído? –Preguntó Odion, una vez Ishizu y él estuvieron solos.

-No lo sé…

 

-Creo que esto te irá bien –le dijo Marik tendiéndole unas prendas-. Creo que más o menos usamos la misma talla. Si no te gustan dímelo.

Y tras decir esto salió de la habitación para dejar cambiarse al otro.

Al poco rato Bakura salió, ya vestido con la ropa que le había dejado Marik.

-¿Qué tal? –Pregunto el egipcio.

-Me quedan bien, muchas gracias.

-No hay de qué.

En ese momento Ishizu les llamó para la comida. Después de comer ella y Odion se fueron en el jeep hacia el museo para unos asuntos que Ishizu debía tratar. Sus dos hermanos le insistieron mucho a Marik sobre que Odion se quedase con ellos, por si Bakura sufría otro episodio violento como el de antes, pero él les rebatía diciendo que no pasaba nada y, finalmente, sus dos hermanos se marcharon.

 

Bakura estaba sentado en el sofá, cabizbajo, sumido en sus pensamientos. Marik se sentó a su lado.

-¿Te apetece ver la tele? Tenemos antena.

-Como quieras –respondió Bakura.

Marik no sabía cómo animarle. Estaba seguro de que Bakura les había oído discutir y ahora debía sentirse peor aún. El egipcio no sabía qué hacer. Puso la televisión, dejando una película ya empezada que tenía aspecto de ser de acción pero a la que ninguno de los dos prestaba atención.

No paso mucho tiempo hasta que Bakura rompió el silencio entre ellos.

-No quiero ser una carga –dijo.

-¿Eh?

-Oí vuestra conversación.

-Oh… -Marik ya se esperaba aquello-. Lo lamento mucho…

-Hasta ahora no se me había pasado por la cabeza que este problema pudiese ser mío. No sabes cuento lo siento. Estoy avergonzado.

-No tienes que avergonzarte de nada, ni mucho menos disculparte. Este problema no es tuyo, eso tenlo por seguro.

Bakura negó con la cabeza.

-No tienes porque hacer nada, Marik. Tú no me debes nada.

-¡Pero te mandé al reino de las sombras!

-Tú tampoco eras dueño de ti mismo. Tu otro yo aprovecho las circunstancias, de haber sido al revés estoy seguro de que el espíritu del anillo milenario te habría hecho algo peor. No podemos achacarnos lo que hicieron aquellos seres que nos controlaban. O al menos eso quiero creer…

-Pues yo no pienso dejarte solo.

Ante aquella declaración Bakura le miro por primera a los ojos desde que habían sentado. Su mirada descendió un poco hasta el cuello, observando las marcas que le había dejado en aquel repentino ataque.

-Siento mucho lo que te hice… -se disculpó, avergonzado.

-¿Eh? –Marik se palpó el cuello-. ¿Esto? No te preocupes, no es nada –dijo con una sonrisa-. Es bastante menos de lo que merecía.

-No digas eso –le recriminó el peliblanco-. Si te digo la verdad no recuerdo muy bien nada de lo sucedido hasta que me desperté aquí. Estaba fuera de mí. Por eso llegué a creer que el espíritu del anillo se había apoderado de mí de nuevo. No sé que me paso.

Marik pareció caer de pronto en la cuenta de algo.

-Ahora que lo pienso ¿Cómo llegaste hasta aquí? O mejor dicho ¿Cómo lograste localizarnos? A excepción de Yugi y unos directivos del museo, nadie sabía aún donde íbamos a instalarnos.

Bakura se encogió de hombros.

-La verdad no lo sé. Sé que saque un billete de avión para Egipto, y sé que  pague a alguien que me trajo hasta aquí en jeep. Pero no sé porqué lo hice ni porqué sabía que estabais aquí. Fue todo instintivo. Era como estar dormido y despierto a la vez. Ni yo mismo lo entiendo aún.

Marik volvió a palparse con suavidad el cuello.

-Has debido de guardarme mucho rencor…

-No –se apresuró a decir Bakura-. Fue una reacción involuntaria. Ya te lo he dicho, ni siquiera lo recuerdo del todo bien. Solo recuerdo estar muy asustado y… furioso.

-Furioso conmigo.

-No, con el espíritu del anillo. De verdad, tú no tienes nada que ver. De nuevo te pido perdón por volcar mi enfado en ti –bajo la mirada, triste-. Seguramente Ishizu tenga razón y necesite ayuda.

-No pienses así. Lo que te ha pasado no ha sido culpa tuya. Y vamos a arreglarlo.

Bakura le miro sin mucho convencimiento al respecto.

El resto del tiempo lo mataron con la televisión. De vez en cuando Marik, en su afán por subir la moral del albino, sacaba algún tema de conversación. Ya fuese sobre sus viajes, sobre qué tal le iba a Bakura con los estudios, o incluso sobre el duelo de monstruos. Y así continuaron hasta que Ishizu y Odion regresaron a casa.

Tras la cena y una breve conversación de sobremesa cada uno se fue a su cama.

Bakura se removía incomodo en aquel sofá. Marik le había ofrecido su cama pero él no lo consideró justo e insistió en dormir en el sofá.

Cansado de dar vueltas se levantó y salió al exterior. Marik, que también estaba teniendo problemas para conciliar el sueño sintió como la puerta de entrada se cerraba y decidió levantarse a ver qué pasaba. Al ver que Bakura no estaba salió al exterior. La noche era heladora, como casi todas en el desierto. Allí estaba Bakura, apoyado contra la pared, observando el estrellado cielo nocturno.

-Te vas a enfriar –le advirtió Marik, con una sonrisa. Bakura se sorprendió al verse descubierto. Marik se acercó a él y se apoyó también en la pared, a su lado. Observando también el brillante firmamento-. ¿Te ocurre algo?

Bakura negó con la cabeza.

-No puedo dormir.

-Ya te dije que ese sofá era muy incómodo -rió Marik.

Silencio. Ambos muchachos se limitaban a observar las brillantes estrellas.

-Creo que esto es lo único que siempre me agradó de aquí –rompió Marik el silencio-. El cielo.

-Es precioso –coincidió Bakura-. En la ciudad no se ve el cielo así –añadió, con cierto matiz de tristeza.

Marik lo notó.

-¿No estarán preocupados por ti en tu casa? –Preguntó-. Te fuiste sin avisar ¿no?

-Mi padre siempre está de viaje de negocios, ni habrá notado que no estoy.

-¿Y tu madre? –Ante esa pregunta Bakura solo negó con la cabeza-. Lo siento mucho –se apresuro a decir el egipcio-. ¿Y qué me dices de Yugi y los demás?

-Somos amigos pero… Me temo que no estoy tan unido a su círculo como lo están ellos. No creo que hayan notado mi ausencia.

-No digas eso.

Marik decidió no ahondar más sobre el tema, sentía que a cada cuestión que planteaba metía más la pata.

-Nunca he sido muy bueno relacionándome con la gente –dijo Bakura, sin apartar su mirada de las estrellas-. Y he de decir que les estoy muy agradecido a Yugi y los demás por aceptarme. Pero cuando pienso en todo lo que les hice pasar estando controlado por el espíritu del anillo a veces no puedo evitar pensar que solo estaban conmigo por compasión. O simplemente por mantenerme vigilado.

-¿Cómo puedes decir eso? –Le recriminó Marik-. Sabes muy bien que ellos no son así.

-Lo sé. Supongo que es mi manera de decir que a veces me siento solo. Incluso estos últimos días he echado en falta al espíritu del anillo. Sí, se lo que vas a decir. No tiene sentido, pero él siempre estaba ahí. Aunque fuese para hacerme daño…

Marik volvió a sentir otro arrebato de compasión por aquel muchacho. En verdad lo había pasado muy mal. Colocó una consoladora mano sobre su hombro, captando su atención.

-No te preocupes –le dijo el egipcio, con una cariñosa sonrisa-. Te prometo que a partir de ahora no volverás a sentirte solo.

Bakura le devolvió la sonrisa, con algo de cansancio.

-Gracias.

-Regresemos, o nos congelaremos.

Bakura asintió y ambos regresaron al interior de la casa.

-Vamos, Bakura, quédate con mi cama –volvió a insistirle Marik-. En ese sofá no vas a poder dormir.

-No voy a quitarte tu cama –se mantenía Bakura en sus trece.

-Entonces compartámosla. Creo que es lo suficientemente grande.

Bakura pareció dudar.

-¿No… No te importa...?

Marik sonrió.

-Claro que no.

-Lo cierto es que no quiero dormir solo –confesó Bakura, totalmente ruborizado a causa de la vergüenza.

Marik le regalo una cariñosa sonrisa de comprensión.

-No hay ningún problema.   

A pesar de que Bakura ahora se sentía más cómodo y relajado, parecía que todavía no podía conciliar el sueño. Y Marik estaba en similar estado. Ambos chicos se mantenían con la mirada fija en el techo, donde se proyectada la plateada luz de la luna y las estrellas que se filtraba por la ventana.

Marik ladeo la cabeza y vio que su compañero seguía despierto, con sus ojos fijos en el techo.

-¿No puedes dormir? –Le susurró.

-¡¿Eh?! –Bakura se sorprendió un poco. No sabía que Marik también siguiese despierto-. No… No te preocupes, se que en seguida me acabaré durmiendo. No te preocupes por mí.

Marik suspiró.

-Deja de preocuparte. Todo se acabará arreglando –Marik vio como una lágrima callo por la mejilla de Bakura, pero para su sorpresa este sonreía-. ¿He dicho algo malo?

Bakura negó con la cabeza.

-No. Al contrario. Es que… Nunca nadie había mostrado… Tanto interés por mí. Nadie se había preocupado de esa manera.

-Pero… Yugi y los demás… -aventuró Marik.

Pero Bakura volvió a negar con la cabeza.

-Ya te dije que yo no estaba tan unido como lo están entre ellos. Nunca logre hacerme un hueco…

-No digas eso. No creo que ellos piensen así.

-Lo sé. Pero es la verdad. Nunca he sido demasiado bueno a la hora de hacer amigos.

-Yo tampoco tengo muchos amigos.

-No te creo.

-Pues es la verdad. Tantos años aquí encerrado no me dejaron mucho tiempo para ello.

Ante ese último comentario Bakura le lanzó una mirada de reproche y volvió a mirar al techo. Marik sabía que había metido la pata. Ese tipo de comparación había estado fuera de lugar. Lanzó una carcajada y Bakura volvió a mirarle, confundido.

-Era solo una broma. Pero es cierto, yo tampoco tengo muchos amigos. Mis hermanos y Yugi y los demás. Pero lo cierto es que no me siento digno de estar con ellos, después de lo que les hice. En especial a Yugi y a Mai. A ellos ni siquiera tenga el valor de mirarles a la cara…

Bakura pareció volver a relajarse, ante estas nuevas revelaciones por parte de Marik, que se abría ante él.

-Me pasa lo mismo… -admitió Bakura-. Sé que no debo culparme, pero no puedo evitarlo.

-Tú no eras consciente de lo que hacías. Yo durante mucho tiempo si lo fui.

-Ellos comprendieron tus circunstancias y te perdonaron. Ahora debes perdonarte tú.

-¿Y tú? ¿Podrás perdonarme?

-Nunca te he guardado el menor rencor.

La mirada del egipcio se encontró con la del albino.

-Te considero mi amigo, Bakura –declaró Marik-. Un amigo más grande de lo crees. Y me gustaría que tú me considerases igual.

Bakura sonrió, algo ruborizado, pero la penumbra más o menos logró ocultarlo. Una nueva lágrima rodó por su mejilla, y eso Marik si que pudo verlo bien.

-¿Qué ocurre? –Preguntó, preocupado.

-No lo sé… es que… -Bakura no sabía muy bien cómo expresarse-. Me he sentido solo tanto tiempo… y ahora tú… -sollozó-. He tenido mucho miedo… Y no tenía a nadie a quien acudir… no sabía qué hacer… y yo… yo… no sé cómo darte las gracias…

Marik uso su mano para secar las lágrimas de su amigo con suma delicadeza.

-Marik…

-No tienes porque darme las gracias. Tú también me has ayudado. Más de lo que crees.

Y Marik, poco a poco, fue acercando su rostro al de Bakura, que no se movió. Sus labios se encontraron. Aquel leve roce de sus labios duro tan solo unos segundos. Marik se apartó, completamente ruborizado. Sin entender muy bien aún que había hecho ni porqué. Bakura, por su parte, se había quedado estático, con sus enramados ojos a causa de lágrimas abiertos como platos.

-Bakura, yo… -Marik no sabía que decir-. Lo… Lo siento… No sé que me ha pasado. Lo siento si te he molestado, yo… -se incorporó-. Te dejaré solo.

Marik fue a levantarse de la cama, pero una mano se lo impidió. Se volvió, sorprendido, para encontrarse con Bakura, sujetándolo.

-Quédate, por favor –le dijo-. Quédate conmigo –pero de forma casi inmediata le soltó-. Si… Si quieres…

Marik sonrío.

-Claro.

Volvió a meterse en la cama.

-¿Por… Por qué hiciste eso…?-Preguntó un muy comedido Bakura, casi asfixiado en su rubor.

-No lo sé… –Fue la entrecortada respuesta de Marik, que se hallaba en estado similar al de su amigo, solo que su bronceada piel lo disimulaba mejor-. Disculpa si te he molestado.

-No lo has hecho. Nunca me habían besado.

-Ni a mí.

Hubo otro momento de silencio en el que permanecieron, simplemente, mirándose el uno al otro.

-¿Podrías…? -comenzó a decir Bakura, pero se detuvo.

-¿Si?

-Bueno… Hacerlo… ¿Otra vez…?

Marik sonrió.

-Me encantaría.

Y volvió a unir sus labios a los de Bakura. Esta vez el contacto fue más largo. Poco a poco Marik, casi inconscientemente, fue abriéndose paso entre los labios de Bakura con los suyos propios hasta que este cedió, entreabriendo su boca, en la que Marik introdujo su lengua. En un primer momento Bakura se mostro algo reticente, debido a la sorpresa y a su total inexperiencia, pero poco a poco fue respondiendo al acto de Marik, dejándole más vía libre dentro de su cavidad bucal. Por su parte, Marik, que tampoco era muy ducho en el asunto, se dejaba llevar, explorando cada rincón de aquella húmeda cavidad. Pronto ambos chicos fueron animándose, iniciando una batalla de lenguas de la boca de uno a la de otro. Cuando se separaron, para coger aire, volvieron a mirarse, totalmente sonrojados, jadeando a causa del esfuerzo.

-¿Te… Te ha gustado? –Se atrevió a preguntar Marik.

-Si… -contesto Bakura, muy entrecortado-. Y… ¿Y a ti?

-Si –contestó Marik con una amplia sonrisa, ahora más seguro de sí mismo. Observo que ahora Bakura lucía algo turbado-. ¿Qué ocurre? –Le pregunto.

-Nada… es solo que… -se mordió el labio inferior-. Nunca nadie… Bueno… yo… -se detuvo, resoplando algo molesto por su desconcierto y su pueril forma de expresarse. Noto la mano de Marik acariciar levemente su mejilla, como dándole a entender que se calmara. Bakura respondió a este gesto con una sonrisa-. Has hecho que sienta muy bien. Gracias…

Marik se acercó un poco más a él.

-No tienes por qué darlas. Tú también me has hecho sentir muy bien. Tan bien como no recordaba haber estado.

Se sonrieron.

-Estoy cansado –dijo Bakura.

-Sí, yo también. Creo que ahora si podré dormir.

Fue Bakura quien se arrimó ahora al egipcio.

-¿Te importaría…?

-Claro –respondió Marik con una cariñosa sonrisa. Entendiendo perfectamente lo que buscaba su amigo.

Le rodeo con sus brazos. Bakura se acurrucó entre ellos y justos se sumieron en un relajante y placentero sueño.

 

A la mañana siguiente Bakura se sentía mucho más animado. Después de desayuno el joven peliblanco insistió en recoger la mesa y fregar los platos. Sus anfitriones no tuvieron más remedio que ceder ante su insistencia.

-Se le ve mucho mejor –observó Ishizu.

-Si –contestó Marik, con una sonrisa-. Anoche estuvimos hablando. Creo que ya le entiendo un poco mejor.

-¿Ah, sí?

-Sí. El se sentía muy solo. Igual que yo. Pero él no tenía nadie a quien acudir mientras que yo os tenía a vostros. No sé si de verdad aún quedan residuos de la presencia del espíritu del anillo milenario, pero de ser así estoy seguro de que han resurgido debido a la fragilidad mental que Bakura tenía en esos momentos –Teorizó Marik-. Solo necesita apoyo y compresión. Sé que el mismo podrá salir de esto, pero necesita ayuda. Y yo voy a dársela.

Ishizu y Odion le miraron con evidente sorpresa.

-Estoy muy orgullosa de ti, Marik –le dijo su hermana.

-De verdad has cambiado –dijo a continuación Odio.

Marik se sonrojó, levemente.

-Gracias. Sé que puedo ayudarle. Igual que vosotros me ayudasteis a mí.

Bakura regresó en ese momento e Ishizu y Odion se pusieron en pie.

-Odion y yo tenemos que regresar al museo, chicos. Aún hay algunos asuntos que debemos arreglar –informó la egipcia-. Lamento mucho tener que dejaros solos. Regresaremos esta noche.

-Descuida, estaremos bien –le quito importancia Marik.

Cuando se marcharon Marik y Bakura se sentaron en el sofá del salón, pero ni siquera encendieron la televisión. No sabían muy bien qué hacer.

-¡Tengo una idea! –Saltó Marik de pronto-. ¿Por qué no tenemos un duelo?

-¿Un duelo? –Repitió Bakura, algo dudoso.

-Sí. Bueno… ¿Tienes tu baraja?

-Sí… Creo que la traía en mi chaqueta –se levanto y fue hasta la habitación de Marik, volviendo a los pocos segundos con la baraja en la mano-. Sí, aquí la tengo

-Iré yo a por la mía.

Marik regresó con su baraja y ambos jóvenes se arrodillaron en el suelo, uno a cada lado de la mesa que había frente al sofá.

-He decirte que no soy muy bueno –informó Bakura-. Era el espíritu del anillo quien… -calló.

-No digas eso. Seguro que eres tan bueno o mejor que él.

Bakura se decidió a animarse.

-¡Muy bien! Pero quiero pedirte algo.

-¿El qué?

-No tengas ningún tipo de miramiento.

Marik sonrió, satisfecho con aquella actitud más animada de su amigo.

-De acuerdo.

El duelo fue bastante largo e interesante. Estuvo muy igualado, tomando Marik una clara ventaja al principio pero viéndose a la mitad casi acorralado por Bakura. Finalmente Marik se hizo con la victoria por muy poco.

-Uff –resopló Marik, echándose para atrás hasta que su espalda se apoyó en el sofá-. Fue un gran duelo. Casi me ganas.

-Me he divertido mucho –dijo Bakura, con una sonrisa.

-Yo también.

-Había olvidado lo que me gustaba este juego –el albino tomó una de sus cartas, observándola. Era el Miedo Negro-. No me gustan sus cartas… -hablo casi para sí-. Era retorcido hasta a la hora de hacer barajas.

-Entonces la próxima vez crea tú tu propia baraja –le animó el egipcio.

-Sí. Creo que lo hare.

-¿Quieres la revancha?

-Muy bien.

Jugaron hasta que fue la hora de comer. Como estaban solos tuvieron que hacerse la comida. Marik se ofreció a prepararla él mismo, dado que Bakura era su invitado. Pero este insistió en ayudarle. Lo cierto fue que los dos quedaron muy satisfechos con su obra gastronómica a la hora de degustarla.

Tras la comida decidieron hacer una sesión de cine. En aquel momento Marik no tenía ninguna película, ya que se acababan de mudar, asique hicieron uso del canal satélite. Encontraron una que estaba empezando y decidieron verla. Era una película dramática, una versión moderna de Romeo y Julieta. Ambos muchachos contemplaron aquella hermosa y turbadora historia en sepulcral silencio. Cuando finalizó se mantuvieron así un rato más, mientras escuchaban, con la mente perdida, la canción de los créditos.

-Eso ha sido… -rompió Marik el silencio-. Muy triste…

El joven egipcio se seco una lágrima, que no pudo evitar dejar caer, con una mano. Y observo a su compañero, haciendo exactamente lo mismo. Bakura, por su parte, lucia algo más congestionado. Marik sonrió, con una mezcla de diversión y compasión.

-Lo siento –se disculpo Bakura, sorbiendo la nariz-. Es que era a sido un final tan trágico…

-Sí… Aunque, visto desde otro punto de vista. Lograron lo que querían. Estar juntos.

-¿Pero a qué precio? –Musitó Bakura, triste-. ¿Tanto hay que pagar para conseguir ser feliz de verdad?

-No le des más vueltas. Era una película muy triste, pero también hermosa.

-Sí…

-¡Eh! ¿Qué tal si ahora vemos una divertida? –Sugirió el egipcio.

Bakura asintió, con una sonrisa.

-Me parece bien.

-Veamos.

Marik comenzó a buscar canales por el menú hasta que dio con otra película que empezaba en ese momento.  No les llegó a quedar muy claro el título de la película, pero lo cierto es que se rieron bastante.

-¡Ha sido muy divertido! –Exclamó Marik-. No recordaba haberme reído tanto.

-Ni yo tampoco.

-Lo cierto es que no he visto muchas películas en mi vida. Y creo que eso va a cambiar –añadió, con un matiz de fingida malicia, cosa que arranco una carcajada de Bakura.

-Me parece bien.

Marik miró entonces la hora.

-Son casi las ocho… -dijo algo preocupado-. Ishizu y Odion ya deberían estar aquí.

En ese momento sonó el teléfono y Marik lo cogió.

-¿Ishizu? ¿Qué ha pasado? –Al ver la preocupación del moreno, Bakura se acercó un poco-. ¿En serio? –Marik parecía un poco confundido-. Pues no, no lo he notado. De acuerdo. No hay ningún problema, no te preocupes. Tened cuidado. Adiós –colgó y miró a Bakura-. No pueden volver.

-¿Qué ha ocurrido? –Preguntó Bakura, asustado.

Marik señaló la ventana. Ambos muchachos fueron hasta ella y apartaron las cortinas. Era casi imposible ver nada. Una enorme tormenta de arena les cubría.

-Tendrán que pasar la noche en un hotel cerca del museo –le informó Marik.

-No puedo creer que no lo notáramos, esta tormenta es impresionante.

-Las he visto peores, créeme. Estábamos tan concentrados con las película que ni nos dimos cuenta –corrió de nuevo las cortinas y dio un suspiro-. Al menos hemos tenido suerte y no se ha ido la luz.

No pasaron ni dos segundos cuando se oyó un chasquido y se quedaron a oscuras.

-Debería aprender a callarme… -dijo Marik, en tono cansino.

-No veo nada.

-Espera, no te muevas. Iré hasta el cajón donde Ishizu guarda las velas.

Con sumo cuidado, Marik avanzó a tientas por el salón, palpando todo a su alrededor para no chocar con nada. Aunque no puedo evitar darse uno o dos golpes.

-¡Auch! –Se quejó.

-¿Estás bien? –preguntó Bakura desde el otro extremo de la habitación, preocupado.

-Sí, el mueble me ha encontrado a mí –respondió el accidentado, frotándose su dolorida pierna. Tanteo hasta encontrar el cajón correcto, de donde sacó unas velas y cerillas. Encendió la primera-. Esto ya está mejor.

Ahora Bakura pudo llegar hasta él.

-Menos mal…

Marik fue encendiendo unas cuantas velas y pasándoselas a Bakura, que las fue colocando por todo el salón, hasta que consiguieron una tenue pero suficiente iluminación.

Se sentaron del nuevo en el sofá, mirando la oscura pantalla del televisor apagado.

Marik dio un resoplido.

-¿Y ahora qué hacemos?

-No lo sé –contestó Bakura-. Tal vez podríamos echar otro duelo –añadió después, con algo de vergüenza.

-¡Me parece perfecto! –Saltó Marik, y le miró, con una amplia sonrisa-. Y me parece aún más perfecto que seas tú quien me rete ahora. Me alegro mucho de que te vayas animando.

Ante aquel comentario Bakura solo pudo sonrojarse, más la penumbra en la que se encontraban disimuló, en gran medida, su rubor.

Aunque aquel reto se vio interrumpido por el rugir de las tripas de Marik.

-Vaya –rió-. ¿Qué tal si primero cenamos algo?

-Pero no tenemos luz.

-Es cierto –Marik cavilo la situación durante unos instantes-. Sé que hay un generador de emergencia, pero creo que esta fuera, y con este temporal no creo que sea aconsejable salir.

-Estoy de acuerdo.

-Bueno –Marik se encogió de hombros y se puso en pie-. Podemos preparar unos bocadillos ¿Te parece bien?

-¡Claro!

Marik tomo una vela y Bakura otra. Y juntos fueron hasta la cocina, donde prepararon unos bocadillos que luego comieron en el salón.

Y al terminar, Marik sacó su baraja.

-¿Echamos ya ese duelo? –Pregunto en tono retador, con una sonrisa.

-Muy bien.

El duelo fue largo y sumamente interesante. Ambos muchachos estaban disfrutando como no recordaba haberlo hecho en un duelo. Marik mantuvo durante mucho tiempo un control casi absoluto sobre la batalla, pero finalmente, y para su sorpresa, Bakura le dio la vuelta a la partida y se alzo con la victoria.

-Vaya… -dijo Marik, sin poder creérselo aún-. No me esperaba ese movimiento.

-Eso esperaba –respondió Bakura, con una tímida sonrisa de satisfacción.

-Ha sido un duelo alucinante, hacia mucho que no me divertía tanto jugando a esto como ahora.

-Me ha pasado igual.

Volvieron a ocupar el sofá. Quizá más tarde echarían otro duelo, pero de momento querían descansar un poco.

Y de nuevo, aquel silencio en medio de aquella tenue luz de velas. Tan solo interrumpido por el sonido del viento y la arena al chocar contra las ventanas a causa la tormenta.

Ambos jóvenes volvían a tener su mirada fija en la negra pantalla del televisor. Marik quería iniciar una conversación, aún era pronto para irse a dormir, y lo cierto era que no tenía nada de sueño. Pero aunque fuese de manera escueta, ya habían hablado de casi todo lo que a él se le habría ocurrido. Pero, para su sorpresa, fue Bakura quien rompió el silencio.

-Marik… -Dijo, sin tan siquiera mirarle.

Este se volvió para mirarlo.

-¿Sí?

-Yo… Quería preguntarte algo.

Marik noto el nerviosismo de Bakura.

-Claro, adelante –le animó.

Bakura pareció dudar de nuevo, pero finalmente se animó a hablar.

-Es sobre lo que paso anoche…

-Oh…

Aquello fue todo lo que atinó a decir Marik. Lo cierto es que él también deseaba hablar con él de lo que había ocurrido la noche anterior, pero no sabía cómo abordar el tema. Además, dudaba de si Bakura quería hablar de ello. Temía haber incomodado al albino y que este estuviese haciendo como si no hubiese pasado nada. Por eso ahora Marik estaba nervioso. Tenía miedo de que ahora Bakura le reprendiese por lo que hizo, y no quería su rechazo. Se disculparía de las formas que fuesen necesarias sin con ello le conservaba como amigo.

Observaba a Bakura, en silencio, a espera de que hablase. Este se mantenía igual, con la mirada fija en la televisión apagada, sin siquiera mirarle. Cosa que hizo que Marik se temiese aún más lo peor.

-¿Por qué lo hiciste?

Esa fue la pregunta que finalmente salió de labios del albino. Ahora Bakura se volvió para mirarle. Parecía muy nervioso.

Por su parte, Marik se había quedado bloqueado. No sabía que decir.

-Yo… No… No lo sé… -trastabillo, con suma vergüenza-. Lamento si te molesto o te desagrado.

Bakura negó con la cabeza.

-No me molesto. Ni me desagrado –admitió-. Pero quiero saber por qué.

En contra de sus palabras su mirada no era precisamente de felicidad, y Marik no sabía cómo afrontar aquello ¿Qué quería que le dijera? Ni él mismo sabía muy bien cómo explicar lo que había ocurrido. Aunque, si se ponía a pensarlo, tal vez la respuesta a lo que Bakura quería saber no fuese tan complicada. Pero se sentía asustado de tener que responder con sinceridad.

-Bueno, yo… -Marik se mordió el labio inferior. Debía decírselo. Si tuvo valor para hacer lo que hizo debía tener valor para justificarlo-. Estuvimos hablando y… bueno. Lo cierto es que después de escuchar todo lo que me dijiste, me sentí muy identificado contigo. Era como si los dos hubiésemos pasado por prácticamente lo mismo y… no sé. Me deje llevar.

Bakura lo miro fijamente a los ojos durante varios segundos, que a Marik se le hicieron interminables. El semblante del albino no había cambiado ni un ápice desde que iniciaran aquella conversación.

Marik tragó saliva, con dificultad.

-¿Es eso cierto? –Fue la nueva cuestión de Bakura.

Marik asintió, nervioso.

-Bueno, también…

-¿Qué? –Le apremió Bakura.

Marik le miró, con una tímida sonrisa, y enrojeció hasta la orejas.

-Me pareces muy atractivo… -dijo casi en su susurro.

Bakura abrió los ojos de par en par y de pronto, estalló en carcajadas, para sorpresa del egipcio, que no sabía cómo tomarse aquello.

-Lo… Lo siento… -se disculpaba Bakura, entre risas.

-¿Porqué te ríes? –Quiso saber Marik, algo molesto y totalmente ruborizado.

-No… No lo sé –contestó el albino, acallando finalmente sus carcajadas-. Es que a mí me paso más o menos lo mismo –Marik parecía seguir sin entender, y Bakura sonrió con algo timidez, dispuesto a explicarse-. Como ya te dije, nadie había mostrado nunca tanto interés por mí, ni se había preocupado tanto. Anoche tú me hiciste sentir… -rebusco la palabra en su mente, o mejor dicho, trato de decirla sin pudor-. Querido –el semblante de Marik cambio ante esta revelación, mostrándole ahora una tierna sonrisa a su amigo. Por su parte, Bakura agacho la mirada, presa de la congoja-. Nunca antes me había sentido así. Así de bien. No sé explicarlo muy bien con palabras pero… Me gusto mucho.

-¿De… De verdad? –Pregunto Marik, algo atragantado a causa de la impresión por aquella revelación por parte de Bakura.

Con un gran esfuerzo Bakura asintió, tímidamente, sin atreverse a mirar a Marik a los ojos.

-Bueno, y además… -añadió el peliblanco, pero no parecía terminar de animarse a decirlo.

-¿Sí? –Le apremiaba Marik, con nerviosa impaciencia.

-También me… Me pareces muy atractivo…         

Marik tuvo que acercarse más a él para escucharle.

-¿Qué?

Bakura suspiro. Tomó aire y de dispuso a repetirlo, a pesar del esfuerzo.

-Que también me… me pareces muy atractivo.

Ahora fue Marik quien abrió los ojos de par en par.

-¿De verdad?

Bakura asintió, débilmente. Marik sonrió, y con una mano tomó con delicadeza la barbilla del alvino, haciendo que este alzara la mirada y así sus miradas se encontraron. Marik lucía una tierna sonrisa, y al mismo tiempo una segura mirada. Por su parte, Bakura, a pesar de sonreír débilmente, parecía algo nervioso.

-No sabes cómo me alegra saber que sentimos lo mismo –dijo el egipcio.

-A mí también.

Y de nuevo silencio. Ambos jóvenes sentían unas irrefrenables ganas de más, pero su inexperiencia, sumada a los nervios, no estaba ayudándoles mucho.

Finalmente Marik se lanzó, besando a un sorprendido Bakura que, lejos de hacerse rogar, correspondió a aquel beso casi en el acto.

La fuerza que ejerció Marik sobre Bakura hizo que este cayera hacia atrás, quedando tumbado, boca arriba, sobre el sofá, y Marik sobre él. Pero eso no provocó que cejaran en aquel arrebato pasional, sino que ayudó a avivarlo. Las manos de Marik comenzaron a palpar, de forma inocente, el cuerpo del alvino, mientras que este, acariciaba la cabellera del moreno hasta que, algo más confiado, permitió darse el lujo de que sus manos descendiesen un poco y palpasen la espalda.

Incorporándose para tomar aire, Marik vio la tierna e inocente mirada de su amigo.

-¿Estás bien? –pregunto, jadeante. Este asintió-. ¿Quieres que vayamos a mi cama? Lo digo porque allí estaremos más cómodos –se apresuró a aclarar, nervioso-. Y además, ahora no hay tele, así que… tampoco importa mucho en qué parte de la casa estemos y…

Pero Bakura alzó un poco el cuello para acallarle con un fugaz beso en la boca.

-De acuerdo –fue la respuesta.

Y juntos fueron a la habitación de Marik. Se tumbaron en la cama y en un primer momento no hicieron nada. Era cierto que sentían un muy extraño y certero deseo de estar en contacto con el cuerpo del otro, pero al mismo tiempo se sentían bastante nerviosos y acongojados.

Esta vez fue Bakura quién dio el primer paso. El joven considero que ya iba siendo hora de que demostrar algo de valor. Además de que se lo debía a Marik después de todo lo que había hecho por él y después del gran esfuerzo que debió suponerle confesarle sus sentimientos.

Se colocó encima de él y empezó a besarle, mientras su mano acariciaba su pecho. Marik se dejó llevar, hasta ese momento había sido él quien  había llevado la iniciativa y lo cierto era que el que Bakura hubiese tomado el liderazgo en ese momento le estaba agradando mucho.

-Espera –dijo el egipcio incorporándose, interrumpiendo así aquel momento. Se quito la camisa y volviendo a tenderse, algo sonrojado-. Sin no te importa…

-Claro que no .contestó Bakura, con una sonrisa de satisfacción-. Así está mejor.

Y continúo con lo que estaba haciendo. Besando aquella apetitosa boca y acariciando aquel terso, suave y moreno pecho. Sin tan siquiera proponérselo una de las manos de Bakura se detuvo a jugar con uno de los pezones de Marik, arrancado un leve gemido de la boca de este.

-Lo siento –se apresuró a disculparse Bakura.

-No, no te detengas –aclaró Marik-. Si me ha… me ha gustado…

Bakura sonrió, divertido, al haber hallado un punto débil en Marik. Jamás imagino que el egipcio fuese tan sensible.

Continuó con su labor un rato más hasta que Marik le rodeo con sus brazos y le hizo rodar, quedando ahora él encima. Siguió besándole y acariciando su torso, pero la ropa le molestaba.

-Oye… -dijo, interrumpiendo momentáneamente su beso-. Te importaría sí…

-Claro que no –contestó Bakura, con una sonrisa.

Y ahora fue Bakura quién se incorporó y Marik le ayudo a quitarse la camisa. Volvió a tenderse, libre de aquella tela tan molesta, y Marik volvió a colocarse sobre él, reanudando aquel beso que, poco a poco, fue descendiendo desde la boca hasta el cuello, arrancando pequeño jadeos por parte de Bakura, que trataba de controlarse en la medida de lo posible Pero Marik no se detuvo. Ahora, más animado, continuo aquel tour de exploración anatómica por el cuerpo del alvino, descendiendo hasta su pecho con suaves besos y algún que otro sutil lametón. Bakura creía que iba a enloquecer, aquello era una mezcla de sensaciones demasiado fuerte.

Marik se detuvo ahora en los pezones, besándolos, lamiéndolos y succionándolos. Como si quisiese tomarse una pequeña revancha por el inocente acto anterior de Bakura. Por su parte, el peliblanco, creía que iba a estallar, sus manos acariciaban la espalda y el pelo de Marik.

El egipcio se detuvo ahora en el ombligo de su amigo, succionándolo. La espalda de Bakura se arqueó, y sus uñas se clavaron en los hombros de Marik. El moreno se incorporó, preocupado por si había tocado una zona demasiado sensible o por si aquel contacto no había sido del agrado del otro. Sin embargo la mirada de Bakura no era de rechazo. Marik no supo interpretar del todo aquel gesto que había dibujado en el rostro del jadeante Bakura, pero si sabía que este quería más, y él también. Continuó con su labor, besando el pecho del peliblanco mientras que sus manos  acariciaban, con pasión, toda la superficie de su torso, descendiendo, casi inconscientemente hasta la entrepierna. Bakura ahogó un quejido, más no hizo nada para impedir que el moreno continuase. Por su parte, Marik, no tardó en notar entre sus manos como algo crecía dentro del pantalón de su amigo. Él mismo ya hacía rato que notaba una fuerte presión en la misma zona y lo cierto era que aquellos pantalones estaban suponiéndole un problema, tanto a él como a Bakura. Una vez más se incorporó, bajo la atenta mirada de Bakura, y se deshizo de sus pantalones para, a continuación comenzar a desabrochar el cinturón de Bakura. En un primer momento miró al alvino, pero al ver que este no decía nada ni parecía oponer resistencia continuó hasta sacárselos.

Ahora que ambos estaban libres, Marik pudo volver a sumirse en su labor con más comodidad. Aunque lo cierto era que no sabía muy bien qué hacer. A pesar de tener ya una edad, lo cierto era que el joven egipcio nunca antes se había detenido a explorar su propio cuerpo ni a meditar sobre sus necesidades físicas. Su mente siempre había estado muy ocupada con otro tipo de cábalas, y lo que, para una persona cualquiera era algo de lo más normal, para él era nuevo. Y aparentemente, para Bakura también. Comenzó a masajear el bulto que Bakura tenía bajo el calzoncillo con suavidad, sintiendo que el suyo propio exigía también atención. Su otra mano fue hasta su propia entrepierna y asió su miembro con fuerza. Se mordió el labio inferior, en un intento de acallar aquel arrebato de gozo, que rápidamente iba aullando por ir a más. Sin siquiera darse cuenta de ello, su otra mano también se había cerrado sobre el miembro de Bakura, y ahora lo agarraba con más fuerza que antes, haciendo que su dueño tuviese también que morderse el labio inferior para acallar los quejidos de placer que querían escapar de su boca.

Marik se atrevió a introducir su mano dentro de la ropa interior de Bakura, haciendo que este soltare un gemido. Tras eso hizo lo mismo con la suya propia, e inicio, casi sin saber porqué, un doble vaivén, tanto con su miembro como con el de Bakura. Pero la ropa interior seguía molestando. El moreno se detuvo para quitársela y quitársela luego a Bakura, y cuando fue a reanudar su tarea sintió el brazo del otro, frenándole. Le miro, confundido. Este sonreía. Le hizo tumbarse a su lado, y ambos quedaron tumbados boca arriba, uno al lado del otro. Bakura asió el miembro de Marik, haciendo que este sintiera como si una corriente eléctrica le descendiese por la columna. Entonces entendió. Tomó el miembro de Bakura y cada uno comenzó a frotar el miembro del otro. Ladearon la cabeza, al mismo tiempo, encontrado la mirada de deseo del otro y, sin que hiciesen falta palabras, uniéndose en un beso. Un beso que se vio interrumpido cuando ambos jóvenes volvieron a sentir una fuerte sacudida, al mismo tiempo. Notaron una extraña humedad en sus manos y se separaron. Cada uno se miraba, confundido, su mano, ahora cubierta de la esencia del otro.

-Lo… lo siento… -se disculpó Bakura, totalmente avergonzado-. No pude controlarlo.

-No pasa nada –contestó Marik, con una conciliadora sonrisa-. Yo también lo siento.

Bakura sonrió y negó con la cabeza. Entonces Marik se llevó la mano a la boca y lamio los restos de la simiente de Bakura ante la sorprendida mirada de este.

Bakura parecía bastante impactado por aquel gesto, pero Marik sonreía, muy complacido. Entonces, Bakura se animó y le imitó.

-no tenías porqué –le dijo Marik.

-Sí, sí que tenía.

Y tras decir esto y aún con restos de la esencia de Marik en su boca le beso. Entonces Marik volvió a empujarlo suavemente contra el colchón, quedando él, una vez más, encima, y poco a poco volvió a descender hasta llegar a la entrepierna, introduciéndose el miembro de Bakura en la boca, arrancando un grito ahogado por parte de este al hacerlo.

Marik chupo, lamio y succiono el erecto miembro de Bakura, mientras masturbaba el suyo propio hasta que sintió de nuevo aquella descarga por su espalda. Su mano se vio empapada de nuevo, esta vez por su propio efluvio. Al sentir aquella corriente de placer, sus labios se cerraron con fuerza en torno al duro miembro de Bakura, arrancando otro nuevo gemido del alvino. Marik sintió como su boca se llenaba ahora de la esencia de Bakura, la cual se trago para continuar con aquella succión de la que ambos tanto estaban disfrutando. Bakura vio como la mano de Marik volvía con desesperación a su propio miembro  y decidió que ya era su turno. Tomo con suavidad la cabeza de Marik y le obligo a liberarle de su húmeda presa para, tras plantearle un beso, hacerle colocarse bajo él.

Ahora era Bakura quien succionaba el miembro de Marik y este creía que iba a estallar de placer. No podía evitar dejar escapar gemidos y ahogos, y no tardo en irse dentro de la boca de Bakura quien, lejos de apartarse, hizo lo mismo que su amigo había hecho momentos antes.

Los dos jóvenes anhelaban más. Bakura fue de nuevo a introducir el miembro de Marik en su boca, pero este, con el mismo objetivo, se giro y se deslizo hasta el miembro de Bakura. Sin habérselo propuesto, habían adoptado la postura perfecta. Se encontraban uno frente al otro en posición invertida, y sin pensárselo dos veces cada uno se introdujo el miembro del otro en la boca. Con cada succión que llevaban a cabo sentían la del otro en su propio miembro, lo que les hacía aumentar la fuerza en el miembro contrario, entrando así en un bucle de placer que finalizo en un clímax de éxtasis que les arranco un grito de plenitud a cada uno.

Habían llegado a venirse dos veces más desde que iniciaron aquella especie de duelo entre sus cuerpos. Continuaron explorándose  mutuamente y haciéndose sentir bien durante un largo periodo de tiempo que ninguno hubiese podido calcular, pues el tiempo se había parado para ellos.

Ahora estaban de de nuevo tumbados correctamente sobre la cama, acariciándole el rostro al contrario y dándose besos esporádicos.

-¿Cómo te sientes? –Preguntó entonces Marik, casi en su susurro.

-Mejor que en toda mi vida.

Marik sonrió.

-Yo también –volvió el silencio. Marik acariciaba con suavidad aquel cabello blanco-. Sabes que te quiero ¿verdad? –Preguntó, con algo de timidez.

-Lo sé. Y sabes que yo también te quiero ¿verdad?

-Sí –Contestó, tratando de contener la emoción. Lo tomó entre sus brazos. Bakura se acurrucó entre ellos, enterrando su rostro en aquel suave pecho-. A partir de ahora no volverás a sentirte solo.

-Gracias…

-Recuerda que tenemos mucho que hacer –Bakura alzo la cabeza para encontrase con la amplia sonrisa de Marik-. Nos espera más de una aventura –añadió, con júbilo.

-Y vivirlas contigo va ser lo mejor que podría pasarme.

-Lo mismo digo –le plantó un beso en la frente-. Juntos.

Unieron su labios en un beso cargado de pasión, mientras el abrazo en el que estaban sumidos sus cuerpos se hacía cada vez más fuerte, como su quisiesen fundirse en un solo ser.

Aquello solo era el principio de un nuevo capítulo de sus vidas. El mejor de todos.

 

Fin

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado.


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