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Correspondido por edisu_cristi

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Notas del fanfic:


los personajes de Beyblade no me pertenecen ¬¬ (rayos ¬¬) si no a su respectivo autor

Notas del capitulo:


soy nueva en esta categoría :3

Hisaki-chan espero que te guste ^^ ... según las fuentes que consulté el 28 de junio es tu cumple ^^ ... así que apreté el acelerador y te escribí un one shot KyoxGin ^^ ... espero que te guste... a ti y a cualquiera que pase por aquí n.n ...

 

Era un día más en BeyCity. Nuestro pelirrojo ojimiel se encontraba caminando por el parque, paseando sin rumbo fijo. Rondaba absorto, sumido en sus pensamientos, los cuales eran un profundo misterio, mientras fingía total apatía a cualquier otro tema que se le fuera ofrecido.

 

En su caminar se encontró con una banca, y como era de esperarse se sentó en ella, colocando los brazos a sus costados y echando la cabeza hacia atrás cerrando los ojos, sintiendo la brisa de la tarde, una brisa fresca y suave, la cual le revolvía ligeramente sus cabellos colorados.

 

En la comodidad en la que se encontraba, pensó más detenidamente en aquello que le provocaba un lio en la mente, eso que le confundía más cada vez que se ponía a analizarlo… ¿y qué era? Pues quién mejor para aclararlo que el propio atormentado…


“¿Por qué me comporte así?”, pensó mientras se revolvía los cabellos con una mano. “Esto es tan extraño… ¿será que?... no, no puede ser… pero es que cuando me le acerco me pongo tan nervioso… Siento unas lindas cosquillas en mi estómago, una sensación que no había sentido antes… ¿será que es cierto?... ¿puedo yo estar enamorado?... todo parece indicar que sí… así que no queda más que aceptarlo”.

 

Tomó aire, reteniéndolo momentáneamente y soltándolo en un largo suspiro.

 

“YO, GINGA HAGANE, ESTOY ENAMORADO… y no de cualquiera… NADIE MÁS Y NADIE MENOS QUE DE KYOYA TATEGAMI”, el pelirrojo esbozó una leve sonrisa. “Mi rival… aquel que me ve sólo como un reto que superar”, su sonrisa desapareció, en cambio apareció un semblante triste, y un tanto dolido. “Auch, duele pensar en eso… mejor ya no me atormento más… es imposible que él llegue a sentir tan siquiera algo cercano a lo que siento yo… pero, por lo menos, quiero estar cerca de él… me tragaré los sentimientos y estaré a su lado como amigo, es lo máximo que puedo aspirar a llegar… no más”.

El pelirrojo dio otro gran suspiro. Se levantó de la banca y emprendió camino otra vez, de nuevo sin rumbo fijo, cabe mencionar, pero se le notaba más relajado, pues ya con la mente ordenada se quitó un peso de encima. Un gran avance, de hecho. Ahora todo lo que le quedaba era hacer como si nada sucediera, ocultar aquello que guardaba en su interior.


Después de un rato de andar, se dio cuenta de que era tarde, y ya no faltaba demasiado para que anocheciera, es más, el sol estaba por ocultarse. Consciente de que si llegaba muy de noche a su casa su papá le regañaría, como todo buen hijo que es, o al menos él se considera, tomó dirección a su hogar. Sin embargo, la tentación de ver el lindo atardecer que siempre había en la ciudad le detuvo, y se quedó contemplándolo hasta que finalmente el sol se ocultó por completo.

 

Culminado el atardecer, Ginga se dispuso a ir a su casa. Caminó por un rato, pero hubo otra distracción, en un pequeño instante dirigió su vista al cielo, el azul oscuro poblado por miles de estrellas le maravilló aún más que el propio atardecer.

 

Estaba cerca de un pequeño parque, con un verde prado de pasto podado, rodeado de unas hermosas flores que aún no se cerraban por el fresco de la noche. Le pareció un lugar perfecto para reposar, pues estaba un poco cansado por tanto caminar, la principal razón de esto fue porque estuvo andando mucho rato sólo para despejar su mente. Decidido esto, atravesó la baja barda de arbustos que se interponía y se recostó en la fresca hierba.

 

Se dedicó por un momento a sentir la suavidad que tenía el pasto, y luego dirigió su atención al cielo. Ese cielo, testigo de varias aventuras, de alegrías y penas, ya fueran suyas o de sus amigos, de los viejos, de los nuevos, y de los que aún no ha conocido pero que pronto conocerá. Contemplar esa belleza le alegraba el alma, le relajaba cuerpo y mente, y sumado con el fresco ambiente, la suavidad de la hierba y la fragancia de las flores que aún no se cerraban, se sintió en el paraíso. Dejó su mente en blanco y siguió admirando con devoción el cielo estrellado.

 

 

 

--- --- --- --- --- --- --- ---

 

 

En la oscuridad de las calles, caminaba un orgulloso sujeto, poseedor de un semblante serio, imperturbable. Este personaje era peliverde, con ojos azules profundos e hipnotizantes. Su destino era un enigma, pero se debía suponer que iba a descansar, debido a la hora. En un gran silencio mantenía su camino, sus pensamientos daban vueltas a un sólo asunto desde la mañana, más exactamente, cuando se encontró a cierto pelirrojo de ojos miel.


“¿Por qué Ginga se veía tan nervioso?”, pensaba sin variar el gesto en su rostro. “Nada más me le acerqué y se puso tenso… ¿estará bien?... ¿acaso le pasara algo?”, se dio una bofetada mental. ¡¿Pero qué rayos ando pensando?! … ¿desde cuándo me interesa los asuntos de los demás?... aagh… ¿a quién quiero engañar? Sólo me preocupa Ginga”, frunció de manera casi imperceptible el entrecejo. “De algún modo se metió en mi corazón, y ya estoy totalmente seguro que no hay forma de sacarlo de allí… está bien, lo admito… estoy enamorado… y de ese pelirrojo de hermosos ojos miel, que se robó sin saberlo mi mente y mi corazón, que ocupa una parte de mi vida y de mi ser, por quien llegaría hasta al fin del mundo sólo por ver a salvo… pero eso jamás lo diré en voz alta… primero muerto”.

 

Así es, el peliverde ojiazul corresponde, sin estar consciente de ello, el amor que le profesa Ginga. Los dos ocultan sus sentimientos, sin saber que el otro siente lo mismo. Kyoya, ya hacía tiempo que se había dado cuenta de ello, pero siempre mantuvo la fachada de apatía tan habitual en él, siempre creyendo que jamás sería correspondido, guardando ese bello sentimiento en lo más profundo de sí. Pero no puede negar que ese nerviosismo que notó en Ginga le confundió, y no sabía si eso era buena o mala señal, pero para evitar carcomerse la cabeza solo decidió ignorar el tema.




***** ***** ***** *****

 


Lo sucedido en esa mañana, lo que dio rienda a los pensamientos del pelirrojo y del peliverde, fue el curioso encuentro que tuvieron en el puerto. A ninguno de los dos les pasó siquiera por la mente el hecho de encontrarse, ambos iban por la misma razón a ese lugar… ver el mar… a ambos les dio la necesidad de ver el mar, querían relajarse un rato, básicamente querían sacar el BeyBlade de sus cabezas por un rato. Pero al doblar una esquina, chocaron… y al levantarse se encontraron con los ojos del otro.

 

Sintieron como si las miradas se conectaran, lo que desconcertó a Ginga por completo, ya que sabía que eso no era normal, pero no se sentía incómodo ni nada cercano a eso; en cambio, lo que sí sintió fue un calor que le llegó a la cara. Se dio cuenta de que estaba ruborizado, un rubor que bien podía competir con lo colorado de sus cabellos. Kyoya no notó el súbito cambio de coloración en rostro del pelirrojo, debido a que estaba totalmente perdido en esos bellos ojos miel que tanto le fascinaban (cosa que nunca admitiría), y regresó a la realidad cuando Ginga volteó la cara, tratando de ocultar el sonrojo que crecía cada vez más en presencia del peliverde.


-¿Te pasa algo, Ginga? –preguntó en un tono de desinterés fingido, ocultando lo extrañado que estaba de que el pelirrojo no le diera la cara.


-N..no… estoy bien –dijo con un nerviosismo mal disimulado, bastante obvio para el peliverde, quien no pudo evitar enarcar una ceja.


-¿estás seguro? –preguntó de nuevo, sólo que esta vez mostrando un poco de preocupación… cosa que no alcanzó a notar Ginga.


-S..sí… –no podía evitar tartamudear así que opto por emprender la huida –ya me tengo que ir, adiós, Kyoya –y después de decir esto realmente rápido, salió corriendo desapareciendo de la vista del otro.


El peliverde no dijo nada más, simplemente se quedó mirando desconcertado cómo se iba impresionantemente rápido el pelirrojo, dejando tras de sí un ligero revuelo de polvo. Después de unos segundos se encogió en hombros, y se fue a la orilla para poder ver el mar.

 

Por su lado, Ginga, después de la carrera que dio para escapar de la situación, se sentó apoyado en la pared de un edificio en algún lado de la ciudad, tratando de recuperar el aliento, pensando en por qué rayos reaccionó así al estar cerca de esa manera de Kyoya.

 

 


***** ***** ***** *****

 

 

El peliverde se encontraba caminando, pues aún le faltaba un poco para llegar a su casa. De pronto sintió una brisa suave, una que le relajó el cuerpo, y le hizo detenerse cerrando los ojos para poder sentir mejor aquella frescura que le revolvía levemente el cabello. Kyoya estaba cerca de un pequeño parque, francamente muy bonito, con unas flores que aún no se habían cerrado y que además rodeaban un pequeño espacio lleno de un brillante pasto verde.

 

Se acercó un poco, pues se la había ocurrido que sería bueno dejar de caminar y recostarse en ese lugar natural, que sumado al refrescante viento que había, de seguro sería un descanso muy agradable. Se acercó más al pequeño terreno, cruzando los pequeños arbustos, y ahí lo vio, la imagen más bella que jamás creyó ver. Allí estaba… aquel por quien suspiraba, ese hermoso pelirrojo ojimiel, recostado en el pasto, iluminado por la tenue luz de la luna, mientras que el viento revolvía su rojizo cabello.

 

Se quedó por un momento en trance, y se talló los ojos para verificar que estaba viendo bien. Cuando por fin lo confirmó, no pudo evitar dejar escapar su nombre en un susurro apenas audible, con el cual no contó con que el otro lograría escuchar.

 

-¿Kyoya? –preguntó desconcertado Ginga, sorprendido por ver a Kyoya allí.


-Ginga, ¿Qué haces aquí? –el peliverde salió rápidamente de su transe, y adoptó lo más rápido que pudo su semblante apático e indiferente.


-Y..yo… etto… aquí nada más disfrutando de la noche jeje…je –dijo con un poco de nerviosismo.


Kyoya no le contestó, sólo le miró en silencio.


-¿y tú? ¿Qué haces aquí, Kyoya? –preguntó curioso el pelirrojo.


-Lo mismo que tú –le contestó cortante.


-Aah… bueno… pues si quieres quédate… yo ya me tengo que ir porque es tarde y mi papá me va a regañar jeje –dijo con una risita nerviosa tallándose la parte de atrás de su cabeza.


-Bien –


-Entonces… adiós, Kyoya –


Ginga comenzó a caminar hacia donde estaba Kyoya, para salir por donde éste había llegado. Pero no se fijó por dónde pasaba, y se encontró con una roca que sobresalía en el suelo. Él iba cayendo y su lugar de aterrizaje era en donde menos quería: arriba de Kyoya. El pelirrojo cayó sobre el peliverde, tirándolo. Los dos quedaron en el suelo, Kyoya abajo y Ginga arriba, y a éste último se le ruborizó la cara, aparte de la cercanía, por la vergüenza que sentía en ese momento. En cambio, el peliverde sólo miro la expresión de Ginga al levantar la cara, lo que le hizo esbozar una ligera sonrisa divertida, lo que desconcertó al pelirrojo, quien sólo le miró detenidamente, viendo cada una de sus facciones, perdiéndose finalmente en aquellos hipnotizantes ojos azules. Kyoya, viendo la oportunidad de apreciar mejor al pelirrojo, delineó cada rasgo de su rostro, culminando en los ojos miel que le eran un gran problema para mantenerse en la realidad.

 

Ambos perdidos en la mirada del otro, inconscientemente fueron acercando sus rostros, reduciendo cada vez más el espacio entre sí. La distancia se hizo menos, hasta que lo que ambos deseaban pasó: sus labios se unieron con delicadeza, en un hermoso acto que valía todo para ellos.

 

Cerraron sus ojos para poder disfrutar aquello mejor, Kyoya lamió los labios de Ginga, invitándolo a abrir la boca, y éste accedió gustoso a la petición. Así el peliverde se adentró en la cavidad del pelirrojo, una danza de lenguas tan deleitante y exquisita para ambos se llevó a cabo, y la noción del tiempo se vio perdida. No sabían cuánto tiempo llevaban de ese modo, y ninguno quería que parara, pero un impedimento bastante fuerte los detuvo: tenían que respirar. Nunca el aire fue tan fastidioso como en ese momento. Se separaron lentamente, su respiración acelerada se normalizaba poco a poco. Después de que su respiración se apaciguó, se miraron, como queriéndose decir todas las cosas que sentían en ese momento, hasta que finalmente la palabras lograron brotar.

-Te amo –


Ambos dijeron esas palabras tan significativas exactamente al mismo tiempo, y al darse cuenta de ello soltaron una pequeña risita, para luego sonreír totalmente felices, pues la alegría de ser correspondido rebasaba todo lo que ellos creyeron sería posible. Sin nada más que decir, y sin importar alguna otra cosa, se unieron en un segundo beso, uno en el que se demostraban todo aquello que habían guardado, el amor que se tenían y profesaban con fervor, todo con el cielo azul oscuro estrellado como testigo.

 


FIN

 

 

 

Notas finales:

 

Dios bendiga esa roca xD ... espero que les haya gustado este mi primer fic en esta categoría :3


Hisaki-san ¿qué te pareció?

y de nuevo felicidades :D :D


Este fic amerita un review? :)

No duden en dejar su comentario :)



SAYOONARAAA!!! :D :D :D :D

 


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