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Gris amanecer por Aphrodita

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Egoísmo



Shun despertó desorientado pero a la vez sintiendo sus ropas empapadas. Investigó con su vista y nada le resultaba familiar... Bueno, casi nada, a excepción de una campera negra. Una campera idéntica a la que solía usar Hyoga.

 

El movimiento ondulante y apenas perceptible de su entorno le llamó la atención, acaso ¿estaba en un barco? Intentó acomodarse, sentarse en lo que parecía ser un catre, y escuchó una voz en extremo conocida:

—Ya has despertado.


Andrómeda giró su cabeza con brusquedad buscando al dueño de ese tono… y sentado en la cabecera de la cama, lo vio.

 

 Hyoga pelaba una manzana con un cuchillo y absoluta parsimonia. Dejó de lado, luego, la fruta para acercarse al estupefacto muchacho de cabellera esmeraldina.


—Hyoga —fue un susurro, apenas audible, atrapado en su garganta—Tú... Yo...
—Tranquilo —intentó sonreírle pero la situación no se prestaba a eso—, imagino lo que debe ser tu cabeza en éste momento.
—Yo había saltado porque te creía muerto y...
—Sí, has caído, pero te he sacado a tiempo. El impacto logró desmayarte.
—Hyoga tú... —seguía sin comprender.

 

Su mente era un torbellino, pero no necesitó de mucho más tiempo para caer en la cuenta, preso de una furia —desconocida en él— comenzó a golpearlo con el puño cerrado, sin clemencia

 

—¡Maldición Hyoga! ¡Te creíamos muerto! ¡¿Cómo me haces una cosa semejante?! —rompió a llorar (de bronca, alegría, tristeza) sobre los hombros del Cisne quien lo contuvo entre sus brazos.
—Lo siento Shun... Lo siento mucho, pero fue necesario. Lamento mucho no haber hablado antes contigo pero si lo hacía las cosas no hubieran salido a la perfección como salieron.
—No entiendo.
—No, por que no he tenido tiempo de explicarte. Todo sucedió muy rápido. Tranquilo, te contaré... Pero antes debes comer —El ruso caminó hasta una pequeña cocina.
—¿Dónde estamos? —preguntó Andrómeda más tranquilo.
—Oh, lo siento por eso también. Como te has desmayado tuve el atrevimiento de decidir por ti: Vamos camino a Siberia.
—¡¿Siberia?! —llevó una mano a su pecho, consternado ¿a qué se debía todo el teatro? —Verás —pareció leerle la mente, o al menos la expresión corporal—; todo éste circo lo he montado gracias mi maestro, quien me ayudó muchísimo...
—¿Pero por qué?
—Una semana antes —pronunció tratando de ocultar un semblante abatido—tuve un encuentro con tu hermano —volteó para cortar unas verduras depositadas sobre una tabla de plástico. —Él se enteró, de alguna manera, de lo nuestro... De que no éramos amigos solamente —aclaró a lo último.
—¿Por qué no me lo dijiste en su momento? —reprochó sin entender todavía los motivos para semejante montaje.
—Porque era lo mejor. Tu hermano me amenazó, Shun; me dejó en claro que sería capaz de matarme o llevarte lejos a ti para que no estemos juntos. Tú ya sabes como es: No aceptaría que su querido hermano estuviese enamorado de un hombre... Y menos de mí.

 

Aunque la verdad residía en dos grandes motivos: uno, que Ikki era muy celoso del cariño de Shun (sí, compartirlo era un trabajo difícil para el mayor), segundo, creía que su hermano era merecedor de una persona que estuviese a su altura, claro, ante sus ojos nadie podría estar con él salvo que se tratase de un Dios terrestre o un ganador de premios Nobel.

Y tal vez sí, tal vez la idea de que su protegido fuese… homosexual, le había chocado de buenas a primeras, tan sólo si el Cisne hubiese tenido el recaudo de elegir las palabras correctas el Phoenix no se hubiese cabreado como lo hizo en su momento.


—Aun así tuviste que habérmelo contado.
—Por tu bien, no. No quería que te lastimara o que tú intentaras hacerle entender. Esa sería la chispa para Ikki... Para llevarte lejos de mí. —Aún de espaldas, colocó las verduras cortadas en una fuente—Durante esa semana he estado ideando algo, algo que nos sirviera...


Era cierto, pensó el joven de ojos verdes, la semana anterior el rubio había estado actuando un poco raro, mas introvertido que de costumbre.


—Nunca me preguntaste si yo estaba de acuerdo —sentenció comprendiendo con claridad la situación—, si yo estaba dispuesto a alejarme de mi nii-san yéndome contigo a otro lugar.

 

Hyoga palideció ante esas palabras, volteó guardando unos segundos de silencio hasta que apesadumbrado reconoció:


—Tienes razón... —comenzaba a sentirse terriblemente mal—Te pido disculpas —frunció su frente y luego perdió la mirada—, creí que tal vez... No sé... —posó su entristecida contemplación en su compañero

—No te preocupes —le sonrió Andrómeda compadeciéndose—, de seguro que hubiera tomado esta decisión —él también tuvo que admitirlo—; pero, no entiendo... Tú habías saltado.
—Sí. Salté, pero no morí... Sé que es muy cruel, pero si yo le hacía creer a tu hermano que estaba muerto, no se preocuparía por mi presencia. Créeme Shun, Ikki es capaz de cualquier cosa —rememoró el dialogo mantenido esa tarde con él—; inclusive llegó a amenazarme de que si me veía, siquiera, hablando contigo, sería capaz de… de lastimarte —le dolió tener que revelarle eso, como si estuviese destruyendo la imagen que Shun tenía del Phoenix—; obvio que supuso acertadamente que yo evitaría a toda costa esa situación, por ti. —Luego lo analizó mejor, acotando para serenarlo—: No creo que lo haya dicho en serio, aun así no tengo intenciones de averiguarlo.

—Todos lloraron tu muerte... —caviló, ido en sus reflexiones.

—Lo sé. Lo siento, pero esto lo hice por los dos. Sé que Seiya y Shiryu estarán bien...
—Ni te das una idea del daño, Hyoga —lo miró con gravedad, empero esa expresión dulce y pacifica de su rostro siempre estaba presente, aún cuando intentaba mostrarse enojado o inquisidor.

Como si recién recapacitara del cariño que le tenían sus amigos, el cisne sintió una punzada en su corazón. Sacrificaba la felicidad de los demás por la de él. ¿Era justo? Desde ya que no.

 

El ruso extendió la ensalada recién preparada que Andrómeda aceptó famélico.

—No he estado solo en todo esto. Sin ayuda no hubiese podido. Sé que Saori les dirá la verdad a Seiya y Shiryu, es cuestión de tiempo —consoló—, ya verás.
—¿Saori lo supo todo el tiempo? —investigó incrédulo.
—Pues sí. Ella me ayudó mucho también, gracias a que escuchó una de las discusiones con Ikki —le dio así a entender que no había sido sólo una—, y ella aceptó ayudarme...
—¿Cómo?
—El papel —explicó—, lo escribí antes de planear mi muerte. Esperaba que pudieras interpretarlo correctamente, que pudieses adivinar mis verdaderas intenciones —se acercó hasta la silla en dónde Shun estaba sentado y colocándose de cuclillas lo abrazó por la cintura—Perdón. Sabía del daño que te causaría pero tenia fe de que lograrías adivinar los mensajes. Y dentro de todo, las cosas salieron bien ¿no? Como te dije: gracias a la ayuda de algunos...
—Pero ¿lo del poema? ¿Las señales?


El rubio sonrió apenas y se colocó de pie librándolo para que así comiese la ensalada preparada.


—Las señales eran todos señuelos; pistas, mejor es decir. Lo del libro por ejemplo, fue gracias a Shaka, y un poco al poder de Saga.
—¡¿Y ellos qué tienen que ver en todo esto?! —cuestionó con la boca llena.
—A eso me refería con “gracias a mí a maestro”. Le pedí ayuda, y él, en consecuencia, le pidió asistencia a sus compañeros. —Al ver la expresión en el rostro de su amigo continuó explicando—: Con un poco de poder mental puedes manipular los elementos... Como hacer caer un libro.
—Pero era como si... Como si... —Andrómeda no podía hallar las palabras adecuadas para expresarse, pero el ruso atinó de igual modo:
—¿Cómo si estuviesen en tu mente? Eso es algo sencillo para Shaka; pero fue Saga el que hizo caer el libro. Libro que yo le indiqué, pues intentaba decirte que no estaba muerto. Si leías entre líneas, podías adivinarlo. Pero como supusimos, resultó ser algo muy difícil de conseguir.
—¿Y la cruz?
—¡Ah! Ese fue otro tema —suspiró—; mi maestro se encargó de todos los preparativos respecto a mi cuerpo, por eso no hubo reconocimiento. Supuestamente él se encargaba de todo lo demás también, pero la cruz sí que fue un tema ya que yo no quería desprenderme de ella. Deseaba que tú la tuvieras, no obstante, cuando nos enteramos de que querían enterrarla junto al supuesto cadáver... —realizó una breve pausa, como si estuviese horrorizado ante la idea—Vale aclarar que de los preparativos fúnebres se encargo Saori.
—Sí, pero la cruz se perdió.
—La perdió Camus, a propósito, por lo menos hasta que pasase el entierro, sobre todo y pese a que Shiryu la dejase bien guardada. El asunto era conseguir que volviera a tus manos, por eso, nuevamente, Shaka con ayuda de Saga, ingresaron en tu mente, para darte esas pistas. Shaka era el que te provocaba “sentimientos”, Saga era el que manejaba los “hilos” ¿Entiendes?
—Algo —pronunció con duda, dejando de lado la ensalada luego de un par de bocados, no por que le desagradase, simplemente esa pelota en su estomago le impedía comer. —Saga movió la cruz de lugar dejándola sobre el teclado ¿Todo eso lo hicieron desde el Santuario?
—Sí.
—Pero ¿el correo?
—Sí, era yo —respondió resuelto.
—Pero el mensaje se borró
—No es ninguna ciencia hacerlo si conoces algunos trucos... Mi compañero de facultad me dijo como tenía que hacer. No era prudente que tu hermano los leyera, se echaría todo el plan a perder pues se daría cuenta. No es tonto.
—Por eso sabias que el papel estaba en mi bolsillo, Shaka siempre lo supo.


El Cisne solo asintió en respuesta. Había costado mucho planear todo para que saliese a la perfección, y se sentía satisfecho al ver que a la larga había dado sus frutos. Al fin y al cabo ellos dos estaban juntos e Ikki no lo impediría.


—“Ven hacia mí” —dijo el ruso citando el papel—, nunca dejé dicho que me había suicidado. De a poco comenzabas a comprenderlo pero, era difícil. Ikki al creer que realmente estaba muerto se quedaría más tranquilo.
—Pero yo te sentí —todavía había cosas que no comprendía.
—Sí, era mi cosmos. Te lo hice sentir. Pero no podía acercarme mucho a la mansión. No quería que notaran mi presencia.
—Te vi...—exclamó Shun recordando los sucesos, ahora, con perfecta nitidez.
—Fue una proyección en tu memoria: Una ilusión de Saga; aunque Shaka insistió en que a él le hubiese salido mejor, puesto que tu reacción fue negativa. Era lógico, pero no lo esperábamos... —recordó, al igual que Andrómeda, todo con claridad—Saori te veía tan mal que cuando me narraba lo que pasaba en la mansión lloraba inconsolablemente. Pobre, ella me auxilió y soportó todo con entereza.
—Shiryu y Seiya...
—Tranquilo, ya te dije: lo sabrán con el tiempo, el único que no debe enterarse es tu hermano.


Shun, recapacitando, llegó a una conclusión que apenó en profundidad al ruso:


—Ahora... Todos creerán que... ¡¿Qué pasó conmigo?!
—Creerán que tuviste el mismo destino que tuve yo. No te preocupes, se encargarán de que todo salga bien.
—Pero, se pondrán tristes —comenzaba a desesperarse, otra vez.
—Saori les dirá la verdad a Seiya y Shiryu...
—¿Y mi nii-san? —negó neurasténico, no lo aceptaba—Llorará mi muerte, no lo soportará ¡Yo no quiero que él sufra!


Al escuchar aquello Hyoga cayó en la cuenta de que su egocentrismo había sido mucho más exagerado de lo imaginado. Claro, más allá de amarse, Ikki era alguien muy importante en la vida de Andrómeda.


—Shun... yo... lo siento... —balbució afligido—Tienes razón, en mi egoísmo... —frenó su perorata al escuchar sollozar a su amigo, no podía verlo así. Lo abrazó buscando confortarlo.
—Yo —murmuró en su cuello—, yo quiero estar contigo, Hyoga —confesó con dulzura—, pero esto es muy cruel. Para él... Entiéndeme: es mi nii-san. No puedo dejar las cosas así.
—Lo comprendo... —quiso regalarle una sonrisa que a regañadientes nació pero con cierto tinte apenado—Dime ¿Qué quieres hacer, entonces?
—¿Todavía estamos a tiempo de frenar todo?
—Sí, aún no han notificado tu muerte.
—Dile a Saori y a los demás que no lo hagan —solicitó firme—, yo... yo hablaré con mi nii-san, le diré que deseo irme a otro país por mis estudios, o que voy al Santuario para continuar con mis entrenamientos.

Con rapidez, sin perder un segundo más, Hyoga tomó su celular y detuvo todo movimiento. Una vez que cesó con la comunicación, posó sus labios sobre el chico en un beso de pura añoranza y cariño. Shun le sonrió con amor y le colocó la cruz en el cuello; después de todo, le pertenecía.

 

Y ahora, sólo restaba esperar y rezar para que las cosas saliesen bien.


***

A pesar de la reprimenda que Shun tuvo que soportar por parte de su hermano al haberse desaparecido así, estaba seguro que, de saber la verdad, Ikki agradecería que solo hubiese sido una “huida”.

 

El Phoenix lo comprendió de la manera más natural: creyó que a causa del dolor por la muerte de Hyoga su hermano se había dado a la fuga, el tiempo necesario para acomodar sus ideas y aquietar la tormenta en su interior.

 

Pero maldición, fueron varios días; los necesarios para que el barco lo trajese de regreso a Japón.

 
Pasaron algunas semanas en donde todos tuvieron que batallar para convencer al Phoenix de que dejase ir al pequeño a estudiar a Francia. Lo lograron; la misma tarde que le dio el visto bueno a Shun, éste le avisó al “difunto” Cisne de su próximo destino.

 

Por fortuna Saori se encargaría de los gastos, o mejor es decir, el apellido Kido.

 

Engañado, le permitió a su hermano partir para realizar el supuesto viaje por estudios, viaje que sería permanente, sin sospechar que el ruso lo estaría esperando.

 

Durante ese tiempo Shun tuvo que fingir dolor, era menester que el Phoenix entendiese que necesitaba seguir con su vida, estudiar alguna carrera, lejos, para distenderse y alejarse de todo lo que le recordaba a Hyoga.
Siguiendo con el circo Andrómeda se preparó esa misma noche para el viaje, introdujo las prendas de estación en una enorme maleta para más tarde concentrarse en las cajas a armar que guardarían sus pertenencias más personales.

 

Concentrado, a duras penas reconoció la presencia de Seiya a sus espaldas:

—Ey, Shun —susurró cauteloso—; dile a Hyoga que si lo veo, lo mató yo con mis propias manos.


Shun estalló en carcajadas que intentó apagar o disimular.


—¡Hacernos sufrir así! No tiene perdón.
—¡Shhh! —lo silenció—Mi nii-san puede escucharte.

El Pegasus colaboró con su amigo etiquetándole las cajas, más tarde lo acompañó hasta la puerta. Allí Shiryu lo despidió susurrándole en el oído que, por favor, cuando llegase le diese el mensaje a Hyoga de que si se volverían a ver lo mataría ahogándolo en el río.

 

De nuevo Shun se vio preso de un arrebato de risas, pero se censuró aterrado al ver que su hermano bajaba por las escaleras con el fin de acompañarlo hasta el aeropuerto.
Una vez allí, el Phoenix se despidió de él… costó, pero antes de que la azafata diera el último aviso Shun logró desprenderse del agarre de su hermano.

 

 Volteó antes de pasar el control y le regaló una extraña mirada, repleta de culpa. Se sentía el ser más despreciable del universo por traicionarlo de aquella forma, pero quizás era lo mejor... Por el bien de todos, que las cosas quedasen así.

 

Andrómeda llegó a Francia donde lo recibió el ruso para llevárselo al nuevo departamento que compartirían. Lugar donde seria el hogar de ambos hasta que la mentira llegase a su fin.

 

 Porque bien o mal, es cierto que a la larga o la corta, las mentiras terminan por descubrirse. Se amarían mientras durase la farsa.


Fin



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