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My place por Aphrodita

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A veces cuando uno quiere impresionar o caerle bien a otra persona, es capaz de llegar a extremos inimaginables. Bueno, se trataba de su jefe, así que podía tener ese desliz y justificar el gastarse casi medio sueldo en una botella de vino, imitación burda del Château Lafitte.
Desde ya que no le importaban las apariencias, ni siquiera convertirse en el lame botas de Ryuuken y ganar una buena posición dentro del hospital; es que lo había visto, durante todo el día, con ese semblante tan apagado, que en el momento de descanso acaparó a Uryuu para preguntarle que podía regalarle a su padre. Pasada la sorpresa de ver que en verdad Ichigo quería saber qué podía obsequiarle, Ishida hijo musitó la marca del vino, sin imaginar que Ichigo fuese en verdad capaz —y coherente— de comprárselo.

Kurosaki suponía que el director no iba a recibir demasiados halagos y regalos, no con el hijo tan enfurecido, el único con el coraje suficiente para acercársele.

Eso adivinó Ryuuken cuando lo vio en la oficina con el vino como obsequio.

 

—Sé que no le gusta que lo saluden los desconocidos pero…

—Pero pensaste que un tipo como yo iba a pasar el día de su cumpleaños solo, rodeado de botellas de licor, cigarrillos y con mujeres de dudosa reputación.

—N-no, en absoluto —titubeó, pero Ishida lo descubrió.

—No estabas tan errado —admitió sin inmutarse, encendió el cigarrillo tomando asiento. —Supongo que Uryuu… —musitó mirando la botella—debe haberte dicho —lanzó una risita muy interna—, se nota que no me conoce ni una pizca.

 

Kurosaki frunció la frente, ¡con lo que le había costado el condenado vino ahora se enteraba que no le agradaba!

 

—La imitación del Château d'Yquem es mejor que el Lafitte.

—Bueno pero —tragó saliva, tratando de mantener la calma—, no importa la etiqueta si no el contenido.

—¿Estás haciendo una analogía Kurosaki? —cuestionó con un gesto de extrañeza por demás gracioso—porque te digo, eres patético.

—Está bien —prorrumpió saturado, y lo soltó—: al menos Uryuu lo intenta, pero parece ser que usted nunca se da cuenta. No logra ver que es usted quien no le permite acercarse para conocerlo mejor y poder decirme que condenada marca de vino es la que le gusta.

—Oh, ahora eres un Bucay —ironizó al borde de la risa o la lágrima—El mundo ya tiene suficiente con uno Kurosaki, por favor.

—¿Le gusta hacer de malo?

—¿Eh? —con esa pregunta se desencajó, arqueó una ceja dándole una fuerte calada al cigarrillo.

—Que si le gusta hacer el papel de malo, porque déjeme decirle que le sale muy bien.

—No hago el papel de malo, cumplo con mi papel, nada más. Soy el director y…

—Lo sé… —asintió—sé que para usted es difícil, ya se lo dije—remarcó—, sé que no le resulta fácil comprobar que el mejor interno en todo el hospital es su propio hijo. Debe ser espantoso no poder felicitarlo delante de todos cuando en verdad se lo merece, que es siempre, porque hace su trabajo a la perfección —elevó un hombro, sonriendo—, él siempre fue así, perfeccionista en todo.

Ryuuken silenció, lo miró entre cejas, como si estuviese analizando algo muy complicado. Kurosaki no supo que postura adoptar, ese tipo seguía poniéndole nervioso.

—Me alegra que al menos tú puedas verlo —murmuró muy bajo, casi como si se tratase de un pensamiento, aunque Ichigo de igual modo pudo oírlo—, lástima que Uryuu ni se dé por enterado, tan inteligente que es —satirizó.

—Porque de cierta manera es igual a usted —analizó con calma, tomando asiento frente al director.

—Oh, Dios Kurosaki, no te acomodes por favor —se frotó la sien, guardaba esperanzas de que se marchase pero dado el gesto del sustituto tenía para rato. Hasta en eso le recordaba a Isshin.

—Los dos están muy ocupados en ocupar su papel —continuó ajena al rictus de hartazgo que profesaba el mayor—, el de padre e hijo enemistados. ¡Dios! Son lo único que tienen, los dos… y hoy, que supuestamente tendrían que estar juntos… —silenció, de repente cayó en la cuenta de que Ryuuken estaba ¿sonriendo? Más bien aguantaba la risa, porque estaba que se moría—¿Qué? —cuestionó molesto, sin saber bien por qué lo estaba, quizás porque sentía esa mueca como una burla.

—Déjà vu.

—¿Eh? —ahora el desencajado era él.

—Nada —negó, poniéndose de pie para luego tomar la botella e ir hasta un pequeño armario.

 

Ichigo silenció y, mientras lo veía descorchando el vino, caviló respecto a las palabras profesadas. Un pensamiento se arremolinó en su cabeza, necesitaba saberlo pero fue Ryuuken quien lo reveló:

 

—Tu padre solía decirme lo mismo o cosas parecidas —negó, algo risueño, dándole la espalda sirviendo el contenido del vino en dos vasos—¿y sabes qué le decía yo?

—No, ¿qué? —preguntó curioso, algo emocionado por ver que Ishida padre poco a poco se abría a él.

—Vete bien a la mierda Kurosaki y métete en tus asuntos —volteó con ambas copas ofreciéndole una al joven—, eso le decía.

 

Ichigo suspiró decepcionado y aceptó el trago sin prestarle demasiada atención, ni al contenido ni al hecho de que Ryuuken sí le estaba cediendo lugar. Que todavía siguiese allí debía darle la pauta de lo mucho que Ishida necesitaba compañía en ese día.

 

—¿Y sabes qué más le decía?

—No —esta vez lo preguntó con desconfianza, desganado, sin ánimos de conocer la respuesta—¿qué?

—Tú hablas de mi hijo, pero ¿sabes qué? —apuntó con un dedo a la nada, dándole un sorbo al contenido del vaso—el tuyo va a ser marica.

Ichigo cerró los ojos, para más tarde abrirlos con un gesto de infinita saciedad. Que inmaduros pueden ser a veces los adultos. Parecía proporcional: cuando más viejos más infantiles.

—¿Se supone que ser gay es alguna enfermedad, algo grave, algo de lo que un padre tendría que lamentarse?

—Dije marica, no gay. Hay una diferencia entre ser gay y ser marica.

 

Kurosaki entrecerró los ojos, ¿a qué se refería puntualmente? Algo raro había en esas palabras, más teniendo en cuenta lo que su padre le había confesado respecto al rechazo. Volvió en sí reparando como el doctor se servía otra vez, recordó ahí su vaso y probó el vino. Era delicioso, pese a no ser un versado de vinos lo encontraba dulce y exquisito. Aunque, siendo sincero, no justificaba el precio.

 

—No desmentiste lo de ser gay —reparó Ryuuken, perspicaz. —¿Has visto mis dotes adivinatorias? Pronostico el futuro.

—Usted no puede ni pronosticar el clima —contraataco ofendido—, si no es capaz de ver algo tan básico y cotidiano como el esfuerzo que realiza Uryuu y lo mucho que necesita que reconozca sus logros.

—Otra vez con lo mismo —suspiró, luego espetó con saturación—: Tú mismo lo dijiste, no puedo acariciarle la cabeza y decirle “buen chico”.

—No es un perro.

—Da igual —naturalizó. —Eso no quiere decir que no lo vea competente, ni niego que es bueno en todo lo que se propone hacer, sea costura, medicina e incluso despreciarme.

—No digo que lo haga delante de todos, sólo que lo reconozca, aunque sea a solas —propuso—por carta, mail, mensaje de texto, teléfono o paloma mensajera.

—¿Zeppelín?

—Zeppelín incluso o hasta una avioneta con una pancarta —le siguió el juego, comprendía que al hacerlo lograba dar con respuestas más satisfactorias.

—Ni siquiera es capaz de saludarme por mi cumpleaños ¿y debo felicitarlo? ¿por qué? ¿por ser un mal hijo?

—No mezcle las cosas.

—Eso me recuerda —observó el contenido de su vaso—, no debería estar tomando esto después de haber bebido la botella de sake que me trajo Kobayashi —le restó importancia acabando el contenido de un trago.

—Él es un buen profesional.

—¿Kobayashi?

—Sabe bien que hablo de Uryuu.

—De verdad Kurosaki —una risa se le escapó—, voy a empezar a creer que estás enamorado de mi hijo.

Algo en los ojos del muchacho le llevó a callar y esconder esa sonrisa de sentida victoria que pugnaba por salir. Era tan exótico para Ichigo verlo con esa mueca en los labios, pero podía echarle la culpa al alcohol, a la situación o al hecho de tener que enfrentar todo eso que Kurosaki le estaba haciendo ver a la fuerza.

—No me mire así, no lo estoy —bajó la vista al suelo—, lo estaba cuando éramos adolescentes. —Vio como Ryuuken lo señalaba con un dedo, boquiabierto—¿Qué? Usted no puede decir nada.

El doctor se hizo hacia atrás, azorado con esas palabras, pero luego enfureció:

—¡¿Qué quieres decir con eso, imberbe?!

—Ey, no me insulte, porque yo no le estoy insultando —solicitó con calma y un sentido gusto de revancha.

—Imberbe no es un insulto.

—Uryuu no la tiene fácil, le cuesta —trató de retomar—, se esfuerza precisamente porque sabe que el lugar que le tocó es complicado. Ser el hijo del director, ser SU hijo —remarcó—no es fácil.

—Fue tu padre ¿no?

—¿Eh? —Ichigo se sorprendió con esas palabras salidas de contexto.

—¿Qué te contó de nosotros el desgraciado de tu padre?

—¿Usted me escucha cuando le hablo? Le estoy diciendo que Uryuu…

—¡¿Ese cerdo que te dijo?! —exigió poniéndose de pie para golpear con los nudillos la mesa y quedarse así, encorvado y con ganas de asesinar a alguien.

—Nada importante.

—Sé que te dijo —asintió reiteradas veces—pero déjame decirte que las cosas no fueron como tu padre te debe haber contado, no —rió con ironía—él tiene su versión de las cosas.

—En verdad… —iba a decir que no le había contado mucho, pero Ryuuken estaba fuera de sí y no le permitía hablar.

—En mi versión yo estaba borracho y él se aprovechó de mí. Siempre se la dio de hetero pero esa noche el vibrador terminó en…

Ichigo abrió grande los ojos y se puso de pie soltando, desesperado, un:

—¡Dios! Creo que no quiero escuchar, en verdad, él no me contó mucho…

—¿Qué te dijo?

—Nada, que usted estaba enamorado de él pero… que lo rechazó.

—Tsk —buscó los cigarrillos revolviendo los papeles sobre el escritorio. —Siempre creyéndose la gran cosa ese gordo desgraciado… Yo, enamorado de él. Ja, cuéntate un chiste cuando tengas tiempo, Kurosaki.

—Bueno, “¿cómo sabe si un superhéroe es gay? Porque su…

—Estaba siendo sarcástico —lo fulminó con la mirada. ¡Ah! la dichosa cajetilla, dio con ella y prendió uno como si se tratase de tranquilizante puro.

—¿No quiere escuchar como sigue? Es bueno.

—No —fue tajante. —Ahora, ¿puedes irte?, porque honestamente Kurosaki, me enfadas tanto que temo hacerme daño a mí mismo*.

No obstante, el obstinado chico permaneció de pie en el mismo lugar y con el ceño fruncido, luego de unos segundos, cuestionó harto de retomar siempre en el mismo punto y no avanzar:

—¿Qué va a hacer con Uryuu?

—Y —simuló reflexionar al respecto—ya es demasiado tarde para devolverlo o decirle a la madre que no me haré cargo…

—No sea cretino —esa palabra logró hacer que Ryuuken reparase con dureza en él.

—¿Qué dijiste Kurosaki?

—Cretino —repitió con más seguridad—, es lo que usted es, un cretino. Uryuu no merecía esa nota, sabe bien que fui yo el que cambió la planilla.

—Y te agradecería que no volvieses a hacer algo tan estúpido como eso. Ni siquiera por mi hijo.

—No quería que a Uryuu…

Blablabla, Uryuu, blablabla ¿No sabes decir otra cosa? Dios ¿Cuándo te vas a casar con él? Te diría que le avises nada más, para que invite a Inoue a la boda.

—Usted es un inmaduro —reparó con desprecio. —La verdad es que en la Guerra de Invierno no logré conocerlo bien y siempre lo vi como un tipo serio, pero ahora compruebo que es un inmaduro.

—Me encanta ver lo mucho que ya nos conocemos, Kurosaki. Llevas menos de una hora aquí y ya puedes hacer un juicio de mi persona.

—Prométame que hará desaparecer esa nota, y que le hará ver a Uryuu que está orgulloso de él.

—Prometo —aseguró—romperte el culo a patadas si no te vas de aquí en los próximos cinco segundos.

—No —se plantó firme, estaba jugado con fuego, no comprendía que estaba llegando demasiado lejos.

—¿No? —investigó con curiosidad—¿Quieres entonces que te rompa el culo? —sonrió apenas, de manera casi imperceptible y de medio lado —, a patadas, digo —aclaró.

—¿La verdad? Creí que era un buen tipo, que merecía una oportunidad.

—No sabes, Kurosaki, lo mucho que ansiaba que TÚ me dieras una oportunidad —ironizó—todas las noches me acostaba pensando en eso y rezándole al niñito Jesús, en quien no creo, por una chance.

—¿Y sabe qué? Creo que usa la ironía porque… —no sabía qué demonios decir, así que soltó todo lo que tenía atorado en la garganta y pugnaba por salir—porque es un maldito cobarde que no sabe decir las cosas de otra forma; porque en la ironía se escuda para decir verdades. Ni siquiera es capaz de agradecer un regalo —señaló el vino vacío sobre el escritorio.

—Es suficiente —extendió un brazo y señaló la puerta—, tú agradece que no te despida como mínimo, ya que tendría que matarte.

—¡No! ¡Me va oír! —le gritó, quitándose ese gran peso con el cual cargaba desde que había comenzado a trabajar bajo el yugo de ese hombre. —¡Por que no tiene ningún derecho de tratarnos así! ¡Ni Uryuu lo merece, ni los demás internos! ¡Ni yo; por mucho que le recuerde a mi padre NO lo soy!

Ryuuken pestañeó azorado, se acercó con calma hasta Ichigo y, situando su rostro muy cerda del suyo para intimidarlo, inquirió:

—¿Me estás gritando? ¿A mí?

—¡Por si no se da cuenta pedazo de Quincy engreído! —Kurosaki no reculó, podía sentir el reiatsu asesino del otro y el cálido aliento chocar contra el suyo.

—Me excita —remarcó con fastidio, como si le importunase el detalle; lo atrapó por la nuca sintiéndolo estremecerse y le arrebató un violento y fugaz beso—, quítate los pantalones.

—¿Q-qué?

—¡Que te quites los pantalones, ya! —exigió tan autoritario que hasta el shinigami más excelso hubiese rendido pleitesía ante él.
—S-sí señor.

Ahí Kurosaki entendió a lo que se refería su padre con pegarle uno o dos gritos a Ryuuken para calmarlo. Vaya que había funcionado, y ahora se encontraba despojado de sus pantalones con el Quincy observándolo sin reparos.

Las comparaciones siempre son odiosas.

—Tienes a quien salir.

—Por Dios, ¿podríamos evitar hablar de mi padre en un momento como éste?

—¿Y quien hablaba de tu padre? —preguntó con los ojos bien abiertos—me refería a tu madre.

—¡¿Qué?!
—Es broma —dijo de una manera tan seria que no daba lugar a posibles risas. Se acercó al escritorio y barrió todo lo que había sobre él, acto seguido tomó a Ichigo con brusquedad de un brazo y, manipulándolo como un muñeco de trapo, lo arrojó sobre el mueble.

Le haría pagar todas y cada una, se desquitaría con él, borraría el pasado de una buena vez. Sometería al hijo del hombre que una vez había querido al borde de la obsesión, creyendo que se trataba sólo de venganza, sin caer en la cuenta de que por tenerlo a Ichigo gimiendo boca abajo no lograría eso, si no mucho más.

Porque Kurosaki (tanto padre como hijo, comprendía en el presente) le hacían sentirse vivo de verdad, aunque fuese gracias a la ira que le nacía por momentos conocer la mera existencia de ellos, o a la adrenalina que lo colmaba cuando la excitación alcanzaba su punto más alto.

No le costó mucho darse cuenta de lo que Ichigo tanto le había recalcado… era obvio que él no era Isshin; gracias a Buda. Lo supo desde siempre, que Ichigo era una versión mejorado de ese shinigami viejo. Más joven, más sabio, más hermoso y con un corazón diez veces más grande que el de Isshin. De hecho, con más capacidad para tolerar su carácter, su cinismo y el desdén implícito hacia todo lo que lo rodeaba.

Ichigo era un masoquista, en el fondo todo eso le encantaba, tal vez porque sabía que detrás de toda esa fachada se escondía un tipo que lo único que buscaba, al igual que todos, era un poco de calor, un poco de afecto y comprensión.

Durante muchos años Ryuuken creyó que había perdido el corazón, que lo había dejado olvidado o abandonado en algún sitio, pero ahora lo sentía latir con fuerza dentro de él. No, no era amor, no se trataba de algo tan cursi e quimérico como eso… sólo que ahora, con Kurosaki hijo inmerso en su vida, se sentía un poco más lleno.

Ese vacío, que en un pasado se había instalado en él, acrecentaba la soledad; era como morir día a día, ser un vegetal viviente. Ichigo le venía a recordar que la llama no estaba extinta, que todavía podía despertar deseos en otro ser, que todavía era atractivo a los ojos de alguien. Se sentía tan viejo, no sólo por fuera, peor aún: por dentro; así que lograr los elogios de alguien tan joven como el shinigami sustituto alimentaba su ego; e Ichigo adoraba alimentárselo, porque, debía ser sincero: Uryuu no le llegaba ni a los talones en cuanto a belleza, erotismo y pericia. Le faltaban muchos años para eso.

 

 

Inoue sonrió con candor, se lo notaba al shinigami sustituto de muy buen humor. En cuanto Ichigo dejó el paciente que estaba atendiendo, ella se acercó con calma hacia él, notando que cantaba muy por lo bajo:

—Like a virgin, touch for the…

—Se te ve contento.

—Oh, Inoue.

—¡Adivina! —prorrumpió ella sin poder contenerse.

—Pues —entrecerró los ojos tratando de hacerlo—, ganaste la lotería; Uryuu te pidió matrimonio; una nave espacial aterrizó en Karakura.

—Ey, ¿cómo sabes que Uryuu me preguntó eso? —abrió grande los ojos—¿te contó? Me obligó a jurarle que no le diríamos a nadie antes que a Ryuuken.

—¿Has visto? Todo un adivino —se jactó, para luego reparar en lo que le decía—¡Tú y Uryuu se van a casar!

—Agradecería que no lo grites en todo el hospital —solicitó entre dientes con una sonrisita falsa.

—Lo siento, es que… me tomó por sorpresa.

—Pero de aquí a dos años.

—¿Por qué?

—Porque un casamiento es algo que necesita de mucho tiempo —argumentó ella, radiante de felicidad. —Igual ya estamos comprometidos.

—Qué bueno… —no supo qué decir, le parecía muy precipitado ¿hacia cuanto que estaban de novios?

—¡Cierto! Te lo diré —lo apuntó con un dedo—aunque no eres malo adivinando —analizó con seriedad. —Ishida-san hizo desaparecer la nota que le había hecho a Uryuu, y adivina lo mejor…

—Prefiero no hacerlo, me daría miedo atinarle otra vez.

—Hoy Uryuu le ha vuelto a hablar —explicó con felicidad—, le dijo “hola, señor” —simuló una voz más gruesa.

—Es un paso.

—¡Un gran paso! —remarcó ella con emoción.

—Sí, quizás con suerte para cuando se casen —susurró la palabra prohibida—se les pase un poco el enojo y el señor Ishida vaya a la ceremonia —al ver el semblante entristecido de su amiga acotó con premura—: es un chiste.

 

Inoue pensé en reprocharle el bromear con algo que para ella era muy importante pero Itou apareció casi corriendo y se la llevó. Ichigo dejó escapar una sonrisita y se apoyó en el buró analizando las palabras de su amiga. Bien, había sido un gran paso para padre e hijo, pudo haber seguido rumiando al respecto de no ser por la voz del director sacándolo de su irrealidad:

 

—Kurosaki, cuando vuelva del país de los sueños en donde es el héroe que salva el día, agradecería que me informase si ya terminó con sus pre-rondas, y que me dijese porque el paciente de la cama dieciocho todavía sigue aquí.

—Sí, señor, enseguida las termino —se incorporó de golpe y borró de un plumazo la sonrisita que ostentaba.

—Ya está —sentenció una voz a espaldas de ambos—, le di el alta al paciente de la dieciocho, convencí al de la tres para quedarse al menos veinticuatro horas más y… —meditó las palabras a emplear—necesito ayuda con una paciente embarazada de ocho meses —bajó apenas la vista, por un instante, como si estuviese avergonzado de tener que demostrar que necesitaba ayuda—, no sé qué medicación darle y se queja de dolor abdominal. Los estudios los tengo aquí…

Ryuuken tardó en reaccionar, como si de repente su hijo fuese un desconocido, parpadeó y tomó la planilla, garabateando en ella, luego, casi en un susurro, pronunció:

—Muy bien Uryuu —se la entregó y dio la vuelta para marcharse, sin mirarlo.

 

Advirtió un intento de sonrisa en los labios del Ishida menor, entonces Ichigo se encontró en uno de esos momentos incómodos en los que no se sabe qué decir para cortar el silencio, no obstante fue el director quien los salvó de esa:

 

—Ah, Kurosaki —elevó un dedo y, con tono firme pero sereno, acotó—al término de tu turno te quiero en mi oficina.

Ichigo guardó compostura, después de lo sucedido habían prometido no ser evidentes, si es que volvía a ver una segunda vez, y aunque Ryuuken manifestó que sólo sucedería en sus sueños húmedos, pudo advertir que volvería a pasar… Oh, sí, una y mil veces más. Ishida-san lo necesitaba.

—Está más tranquilo —murmuró Uryuu distrayéndolo.

—¿Eh?

—Mi papá, está más relajado —reiteró—, incluso escuché algunos comentarios, como que finalmente la había puesto… Ha dejado de hacer llorar a la gente, era su especialidad.

—Pues… —el shinigami tragó saliva, no era bueno para salir de esas encrucijadas.

—Me pregunto si es verdad… digo, si estará con alguien —caviló el Quincy, reflexionando hondamente—, quizás sí, tal vez conoció a alguien aunque… se la pasa todo el día aquí y con el carácter que tiene —frenó su monologo, se había dado cuenta de que estaba pensando en voz alta y frente a alguien que, creía, no le interesaba todo lo que estaba diciendo.

—Oh, mi beep está sonando —dijo con emoción, Ishida lo miró con extrañeza.

—Sí, que alegría, el beep está sonando —ironizó negando con la cabeza—, eres tan raro Kurosaki.

—Trabajo, me voy —nunca ese aparatito le había parecido tan maravilloso.

 

Salvado por la campana se alejó del Quincy y al terminar su turno se encaminó a la oficina del director tratando de disimular la sonrisa, pero ya para cuando ingresó, resoluto y con confianza, la mueca en sus labios era por demás evidente. Ryuuken, de pie y sirviéndose un trago, lo observó con calma tomando asiento.

 

—¿Quién te dijo que podías ponerte cómodo, shinigami? —el mentado borró la sonrisa y se levantó de un tiro. —Quiero que queden las cosas en claro, por eso te cité.

—Bien.

—Lo que pasó la semana pasada fue… —vio como el chico cerraba los ojos por un ínfimo instante en un gesto de desesperanza.

—Ya sé lo que me va a decir: un error, que la edad, que el trabajo, que…

—No —encendió el cigarrillo y le dio una fuerte pitada, soltando el humo completó—: iba a decir que “oh, mi Dios, fue lo mejor que me pasó en la vida después del nacimiento de Uryuu

—¿En serio? —se entusiasmó.

—No, exageraba —elevó un hombro, satisfecho por la reacción desahuciada que le había arrancado al muchacho. —Pero…

—¿Pero?

—Oh, mi Dios —volvió a repetir, pero con una seriedad que calaba de miedo—, ha sido el mejor sexo de mi vida.

—¿Entonces? ¿Eso significa que…? —ya a esas alturas no sabía qué esperar.

—Eso significa que… te quitas ya mismo los pantalones —apagó el cigarrillo sin que éste se hubiese consumido siquiera por la mitad y agregó mirando de paso su reloj—hace casi cinco minutos que estás aquí y no entiendo porqué todavía sigues vestido.

Comprendía que uno de sus pasatiempos favoritos, definitivamente, no era hablar con un Kurosaki, eso no cambiaría de un día para el otro y seguía mosqueándolo muy en el fondo.

—Está bien —se quitó la parte de arriba del ambo con desesperación—pero sea gentil esta vez, que todavía no me recupero.

—¿Qué sucede? —terció aguantando la risa—¿la niñita se lastimó ahí atrás? Puedes pedirle a papi una pomada.

—Usted no es precisamente delicado —reprochó algo fastidiado con el tono que había empleado Ryuuken para minimizarlo.

—Entiéndelo —solicitó acercándose a él para ayudarlo con los pantalones—, fueron años de abstinencia. Años —resaltó con mucho énfasis.

—Dígamelo a mi —musitó con cierto tono de reproche—yo tuve que tolerarlo —incluso todavía le seguía doliendo un poco.

 

Desde entonces prometieron que esa sería la última vez que lo harían en el hospital, no querían levantar sospechas, aunque claro: no lo cumplieron al pie de la letra y alguna que otra vez no resistieron la tentación. No obstante preferían arreglar los encuentros fuera del establecimiento.

La voz se corrió, porque era por demás evidente que Ryuuken se hallaba relajado, algunos osaban especular comentando que el cambio se debía a que por fin había hallado a alguien en su vida (solían ser las mujeres las que sostenían con ahínco esta hipótesis) mientras que algunos argumentaban que ahora tenía con quien descargarse: Kurosaki; éste no dejaba de ser su blanco perfecto (nunca mejor dicho para un arquero), no dejaba de darle el mismo trato, cual protocolo; pero de igual modo Ichigo sabía que cuando se ponía muy pesado, con uno o dos gritos se mesuraba.

Claro que Ryuuken ahora tenía con quien descargar tensiones, e Ichigo había encontrado su lugar en toda esa historia.

Ishida hijo seguía siendo el mismo Uryuu competitivo de siempre, sólo que ahora sin la presión de estar buscando constantemente la aprobación de su padre. Era un tipo más relajado, poco a poco sus compañeros comenzaron a darle una oportunidad, en especial al ver en él un aliado, porque cuando se trataba de ir en contra de Ryuuken, él encabezaba la marcha.

Ichigo era lo que Ryuuken necesitaba, pese a que no era lo que en verdad pretendía. No era una pieza que podía reemplazar a otra, pero llenaba ese espacio, a su particular modo. Sabía que al final del día había alguien que podía reparar los trozos desechos de su persona, así fuese a gritos, así fuese a la forma inusual que tenían los Kurosaki.

  Cuando se ama demasiado es difícil dejar de hacerlo, incluso cuando de una mera imagen se trata, pero hasta que no se intenta no se sabe lo que hay detrás.

Y ahí estaba Ichigo, día a día, para sanar —sin saberlo— esas viejas heridas, porque hay algunas que el tiempo no sana y que necesitan de algo extra que sólo tiempo precisamente.

Y si bien la cara de Ichigo le venía a recordar a la de un cariño irremplazable, comprendía que el pasado le ayudaba a aprender de los errores para no volver a cometerlos; porque sin dudas esta vez no cometería el mismo error: se dejaría enmendar, se dejaría sostener y, por sobre todo, se dejaría querer.

 

Fin

 

Notas finales:

 

Bueno, siento que pudo haber dado para mucho más (me quedo con la sensación de que faltó lemon LOL) pero de cierta forma prefiero concluirlo, alargarlo me llevaría por terrenos inmanejables (?), al menos para mí. Espero que les haya gustado.

Muchas gracias por leer =)

 

*Cierto, no había explicado a que venía el asterisco. Verán, me llegó un comentario en donde mencionaban una serie que no miro y recordé, respondiendo, que en todo caso podía parecerse más a Scrubs, serie que miraba hace tiempo… eso me llevó a buscar la serie (porque en la t.v no la pasan más o yo no la engancho) y me puse a ver los primeros capítulos de pura nostálgica y vaya que sí, es impresionante como las cosas nos influencian aun pasados los años.

Esa frase que menciona Ryuuken es de Dr. Cox de Scrubs. Siento que de cierta forma se parecen (en éste fic, no en el canon). Fuck! Si me hubiese sentado antes a mirarla seguro que se me ocurrían más cosas para los dos primeros capítulos del fic.

 

Espero que el ambiente hospitalario haya quedado medianamente bien reflejado, la verdad es que hace años que no piso uno como “profesional”, practicante, mejor dicho (abandoné hace tiempo) y no tenía las sensaciones muy frescas (todavía recuerdo lo que era escapar de mi superior… me odiaba).

 

Ahora sí, hasta la próxima ^^.

 

26 de julio de 2010

Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.

 


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