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A los caprichos del príncipe se sirve con gusto por sue

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Notas del capitulo:

 

Konnichi wa!!! ^o^ espero que sea de su agrado n.n

 

 

 

Paz.

 

 

Era lo que había en la mansión Phantomhive. Al parecer era la hora de rezar para Agni y Soma. En una habitación se encontraban muy metidos en sus oraciones.

 

 

 

Ciel suspiraba aliviado. Las horas en que eran absorbidos por las veneraciones hacia sus dioses eran las mejores del  día, en esos instantes tenía toda la tranquilidad para leer, jugar un poco o degustar una buena taza de té sin que ésta extrañamente terminase volando por los aires, lo cual, por sorprendente que pareciera, ya se había vuelto costumbre.

 

 

- ¿Más té joven amo?

 

 

Sebastian acercó la tetera y fue vertiendo el contenido en la recién vaciada taza. Cada segundo que transcurrió fue observado por el conde, cuyos pensamientos insensatos aún cavilaban en su cabeza.

 

 

- ¿Sucede algo? – Sonrió.

 

 

- Eh… no… - ¿Por qué se sonrojaba? Se trataba sólo de Sebastian – No me siento bien… eso es todo.

 

 

 

- A ver…

 

 

 

- ¡Eh…!

 

 

Sebastian se había quitado uno de sus guantes, y con su mano desnuda sentía la temperatura del menor.

 

 

El corazón de Ciel latía a mil por hora ¿Desde cuando la mano de Sebastian era capaz de adormecerle cuando le tocaba? Lo peor de todo era que en su mente todo estaba en blanco, no había opciones de cómo reaccionar ante eso.

 

 

 

- Oh… Su corazón está muy acelerado, su cuerpo muy caliente, su respiración entrecortada…

 

 

 

Ciel se sentía morir. Oía el cántico que Agni y Soma tenían en la otra habitación a pesar de estar tan lejos. Percibía como iba cediendo ante las palabras del mayordomo. No sabía que hacer.

 

 

 

- Creo que necesita descansar. Últimamente se ha agitado mucho y es natural que esté tan débil – Lo invitó – Venga, recuéstese un rato. 

 

 

 

- No necesito descansar. Déjate de tonterías – Lo esquivó.

 

 

 

- Deje de ser tan testarudo – Lo alzó en brazos.

 

 

 

- Pero… ¿qué haces? ¡Suéltame Sebastian!

 

 

 

Por más que tratara de concentrarse le era imposible, su atención entera estaba completamente en su príncipe. Soma, con los ojos cerrados le pedía a su Dios que le abriera los caminos en todo lo que tenía pensado hacer. Se veía tan sereno. No podía. Agni veía aquello con ojos distintos, distintos a la admiración que tiempo atrás sentía hacia su amo, ahora por alguna razón se percibía extraño si lo tenía muy cerca, y lo que es peor… Estando ahí, frente a la figura de su Dios… quería abrazarlo.

 

 

 

- “No debo… no es lo correcto” – Se repetía una y otra vez.

 

 

Trató de enfocarse de nuevo en sus oraciones. Sus ojos volvieron a caer otra vez en la morena piel que lo llamaba, “sólo un poco, tan sólo lo tocaré un poco…”

 

 

 

- ¡Ah! – Sebastian tiró a Ciel sobre la cama - ¡Salvaje! ¿Qué crees que haces? – Le recriminó al ser un golpe algo doloroso – Sebastian… - Su tono de voz cambio al ver al mayordomo quitándose su saco negro.

 

 

- Por favor, recuerde que tenemos visitas. No debería hacer tanto escándalo – Se subió a la cama y se aproximó peligrosamente al niño buscando tomarlo.

 

 

 

- Silencio. No juegues conmigo – No abandonaba su seriedad - Ahora ve y tráeme un chocola…

 

 

Sin darse cuenta el joven conde se hallaba bajo el cuerpo del mayor. Sebastian lo encajonaba colocando ambos brazos a los lados de los de Ciel. Poco a poco fue subiendo sus piernas.

 

 

 

- ¡Basta! Apártate de mí. No estoy para juegos – Había quitado la vista del rostro del mayor, ya que lo miraba muy seductoramente. Trataba por todos los medios de no sonar agitado, pero  era como que demasiado. Sebastian notaba el color que su cara adquiría.

 

 

- No estoy jugando – Sonrió – Pensé que a lo mejor el joven amo quería un poco de atención – Llevó una de su manos a las piernas de Ciel y comenzó a acariciar.

 

 

- ¡Que te detengas te digo! – Más rojo no podía. El pelinegro le había aprisionado las muñecas con la otra mano – ¡No estoy para juegos Demonio!

 

 

- Jo… ya le dije que no estoy jugando. Además que sólo estoy satisfaciendo las necesidades del amo. Sus ojos… sus ojos me lo piden a gritos – Llevó su rostro al cuello del niño y comenzó a succionar la blanca piel.

 

 

Su corazón iba a estallar. Sudaba de sólo pensar en tocar a Soma, ya lo había tocado antes, pero sólo en situaciones que lo ameritaban, como al decir “Bien hecho príncipe”, “Es hora de irse príncipe” o  “¿Se encuentra bien príncipe?”, no porque simplemente quisiera tocarlo. Antes de que su corazón explotara en su interior, se armó de valor  y no sólo tocó al venerado príncipe, sino que lo atrajo hacía su pecho en un abrazo muy fuerte.

 

 

- Príncipe Soma – Atraía con fuerza al joven.

 

 

- ¿Agni? – Soma estaba más que sorprendido - ¿Qué ocurre?

 

 

 

Por un instante, Agni se cerró a lo que su obediente mente le inquiría, no pensaba en si estaba bien o no lo que hacía… ah… ¡y es que la piel del príncipe era tan suave! El mayor se dedicó a aspirar su delicado aroma, una  dulce combinación de… ¿Flores? ¿Canela? ¿Almizcle? ¿Algún perfume nuevo quizás?... no, no era eso, ese aroma, ese exquisito olor que despedía era único, la esencia del príncipe Soma.

 

 

 

El muchacho simplemente se dejaba abrazar, no lo veía como algo malo, sin embargo ¿Por qué su corazón latía más aprisa? ¿Por qué su respiración comenzaba a entrecortarse? El príncipe sentía la cara caliente… sus manos sudaban…

 

 

 

- Agni…

 

 

 

- Príncipe Soma… - El peliblanco se atrevió a hablar – Le ruego que me perdone… ¿Está bien… está bien que le continúe abrazando así?  - Más sin embargo evitaba mirarle a los ojos.

 

 

 

Soma asintió levemente, sentía que tal vez y sólo tal vez, su Agni necesitaba un poco de “cariño” u atención… y siendo él su amo y señor debía de dárselo… aunque… no se comprendía muy bien, el príncipe no entendía porqué, a pesar de saber que eso que estaban haciendo no era pecado, se sentía tan perturbado, apesadumbrado… y en cierto modo abochornado.

 

 

 

Los dorados ojos del muchacho comenzaron a caer lentamente, al tiempo que la tensión que había adquirido su cuerpo ante la acción de su sirviente, se desvanecía. Era como si aquel abrazo fuera tan grato, tan sincero, ¡Tan puro! que si se permitía relajarse lo suficiente, sus ropas no serían impedimento para percibir por completo las morenas pieles…     

 

 

 

Agni sintió deseos de ir más allá, por lo que al saber que de continuar así no podría controlarse, decidió apartarse levemente del exquisito contacto que compartía con su amo.  Poco a poco trató de alejarse, más Soma, extrañamente lo detuvo.

 

 

- Quédate así… un poco más Agni.

 

 

- Príncipe…

 

 

Al mayor esto lo tomó por sorpresa y de no ser porque Soma le había rodeado con sus brazos, había podido notar que toda su cara había sido salpicada por un etéreo tono carmín. Ahora sus respiraciones estaban a la par, ambos hombres podían sentir sus pechos ir y venir con el ritmo del respirar… El mayor depositó su mano atrevidamente en la cintura del muchacho. Soma instintivamente comenzó a moverse, buscando acercarse un poco más al cuerpo de Agni, éste se sentía morir, ya que el príncipe de vez en cuando soltaba uno que otro gemido… ¡Por Kali! El mayor se sintió terrible, la sangre en sus venas estaba hirviendo y su cabeza estaba llena de una sola cosa… “Soma”

 

 

 

Agni se llenó de valor, se apartó y tomó entonces la mano del príncipe entre la suya… se dedicó a contemplar el hermoso rostro que tenía enfrente, la pasiva y encantadora mirada del príncipe, los rosados y húmedos labios…

 

 

 

- Agni… - No supo porqué, pero se sentía acalorado. Apartó la mirada de su mayordomo, ya que éste lo veía de una forma tan tierna que por primera vez se sintió in merecedor de algo – Me… me siento raro Agni… je, me da vergüenza – Intentó bajar la cabeza, pero Agni posó las manos en sus mejillas y lo instó a encararlo.

 

 

- Príncipe Soma… yo….

 

 

Fue acercándose lentamente, con un poco de inseguridad, en busca de algo que si sabía obtenía, se convertiría en un hombre impúdico ante su gente… pero el tener a Soma así… entrecerrando sus ojos… suspirando tan cerca de sus labios…

 

 

 

- ¡Aaaahhhhhhhhhhhhhh! ¡¡¡Estúpido!!!

 

 

Agni y Soma se separaron del susto, aquello se escuchó seguro en toda la mansión.

 

 

Luego de unos segundos de escucharse los alaridos, la puerta se abrió de golpe.

 

 

- Ciel, ¿Estas bien? ¡Auch! – Le pegaron una almohada en la cara.

 

 

- Principe Soma – El peliblanco fue a atenderle, nada grave pero…

 

 

- ¡Estúpido! ¡Idiota!  – Ciel arrojaba todo lo que tuviera a la mano con dirección a Sebastian, lastima que su objetivo tuviera tan buenos reflejos - ¡Sal de mi habitación!

 

 

 

- Por favor, lo mejor es que nos retiremos y cuanto antes mejor – Sebastian empujaba a los que acababan de llegar – En estos momentos el joven amo está armando una de sus rabietas – Todo esto lo decía con una sonrisa.

 

 

 

- ¡¿Rabieta?! – Tomó un florero que estaba en una mesita y se lo arrojó.

 

 

 

Si hubiese sido un mayordomo común y corriente, su cabeza hubiera sufrido aquel infortunio de chocar con tan duro material, pero tratándose de Sebastian lo tomó con agilidad para evitar que se rompiese tan preciada pieza. Por último hizo una reverencia con el jarrón en mano y cerró la puerta antes de que al conde le diera tiempo de arrojarle algo más.  

 

 

 

- ¡¡Demonio insensato!!    

 

 

 

Ciel quedó sólo en el cuarto, respirando como un animal rabioso e indignado por lo que acababa de pasar.

 

 

 

- ¿Qué es lo que le sucede al joven Ciel? – Preguntó Agni algo preocupado.

 

 

 

- No es nada en lo que haya que inmiscuirse – Colocó el objeto que traía en la mano en una repisa del pasillo – Agni ¿Me acompañarías a preparar un poco de té? Eso lo calmará.

 

 

 

- De acuerdo – Sonrió.

 

 

 

- ¿Estás seguro de que todo marcha bien? – Soma no se veía muy convencido – Por cierto…. ¿Por qué no traes camisa?

 

 

 

 

Sebastian se detuvo. Hubo un silencio sepulcral. Era cierto, había olvidado la camisa y el saco en el cuarto de Ciel “¡Que desvergonzado!” deberían de pensar, ya que el amplio pecho blanco del mayordomo, se exhibía ante ellos con un toque sensual e insinuante. Agni llevó una mano al rostro de Soma y cubrió sus ojos para evitar que siguiera observándole, y es que Sebastian tenía un cuerpo ”Sensacional”.   

 

 

 

- ¿Qué? Yo quiero ver – Soma movía las manitas de un lado a otro.

 

 

 

- Ejem… - El peliblanco carraspeó un poco.

 

 

 

- lo que sucede es que… la camisa estaba algo sucia… e iba a buscar una limpia… ¡Ahora mismo! – Acto seguido, Sebastian siguió su camino, está vez más aprisa… o para ser más precisos y por más increíble que parezca, salió corriendo.

 

 

 

- ¡Espera mayordomo! – Soma se le pegó atrás.

 

 

 

- ¡Joven príncipe! – Trató de alcanzarle – Cubra sus ojos por favor… Aún no hemos terminado de rezar.

 

 

 

El conde se ocultaba debajo de las sabanas. Sabía que Sebastian no estaba más que jugando con él. Se burlaba de las actitudes humanas y mucho más de las suyas… o eso era lo que él insistía en creer.

 

 

 

***Flash Back***

 

 

- Ah… no…

 

 

Sebastian besaba el cuello de Ciel de una manera que lo estaba enloqueciendo, sentía que se ahogaba, que no podía respirar. Se había quitado la camisa dejando ver su bien formado abdomen. Demasiado atrevimiento junto.  

 

 

- Sebas…tian… detente… ¿mmm?

 

 

El mayordomo juntó sus labios con los suyos, no pudo creerlo, se impresionó tanto que creyó que estaba soñando. Sebastian se apartó un poco, cuando el niño abrió la boca para quejarse aprovechó e introdujo su lengua, en ese instante Ciel se retorció. La lengua del mayor buscaba saborear cada rincón de su boca. Al tratar el niño de apartar su rostro, el pelinegro le tomó el mentón y lo obligó a permanecer besándolo. Pronto se acostumbró y su propia lengua empezó a participar. Al separarse un hilillo de saliva quedó entre sus labios.

 

 

- Ah… ah… - Las mejillas de Ciel y sus labios, pintados de un color carmesí.

 

 

- ¡Oh querido! te ves tan apetecible que quisiera comerte ahora mismo – Sebastian se había acercado lo suficiente para susurrar al oído del conde – Dígame  ¿Quiere que lo posea?

 

 

 

- ¿Pero qué… dices? – Ciel cerraba los ojos con fuerza.

 

 

 

- Yo sé que lo quiere. No es necesario que todas las noches haga “aquello” luego de que abandone la estancia.

 

 

- ¡! – Abrió los ojos como platos y se sonrojó aún más.

 

 

- ¿Imagina que sigo ahí? ¿Por qué gime mi nombre? ¿No sabe que no importa como me llame yo siempre lo escucharé? – Introdujo su lengua en el oído del menor – Acaso… ¿Ansiaba que llegara a satisfacerlo?

 

 

 

- ¡Insolente! ¡Estúpido! ¡Pervertido! – Sacó fuerza y lo empujó aún lado.

 

 

 

***Fin del flash Back***

 

 

 

- ¡Demonios Sebastian! – Se sentía humillado. Nunca esperaba que el demonio supiera de lo que estaba haciendo íntimamente - ¡¡¡¡¡¡¡¡QUE VERGÜENZA!!!!!!!!! – Se cubrió de pies a cabeza.

 

 

En eso, tocaron a la puerta.

 

 

- Joven amo, le he traído el té.

 

 

- …

 

 

- También he venido a ordenar un poco su habitación – Luego de introducirse en el cuarto cerró la puerta.

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Arigato por leerlo, besos y abrazos…. Bye Bye n.n

 

 


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