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MÍO por Orseth

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CAPITULO 6

 

 

 

 

 

            -No, déjame en paz… -protestó Draco.

 

            -Tranquilo –dijo Harry tratando ya de quitarle el suéter, a lo que Draco respondió dando manotazos.

 

            -¡Basta!

 

            -¡Diantres! –Gruño Harry cuando uno de esos le atinó en la cara haciendo volar las gafas- ¡Draco, estate quieto!

 

            -¡Vete al… al infierno!  –Gritó  cogiéndole de las solapas y acercándolo hasta casi pegar nariz con nariz- ¡m-me muero de… de frio!... ¿acaso es… es mucho pe-pedir que me de-dejes en p-paz?

 

            Harry observó los mechones rubios pegados al sudoroso y sonrojado rostro de Draco, justo como cuando acababan de tener sexo; solo el temblor del delgado cuerpo le hizo volver a la realidad; así que se soltó con firmeza y comenzó a desvestirlo a pesar de la sarta de insultos que florearon sus oídos.

 

            -¡P-por favor! –Gimio vestido ya solo con calzoncillos- ¡ha-hace m-mucho frio y… y me… me duele el es-estomago!... dame… da-dame una manta…

 

            -¿También te duele el estomago? –preguntó Harry regresando del baño con una toalla mojada y ya con sus gafas puestas.

 

            -¡No! –manoteó Draco al sentir el trozo de hielo en su frente.

 

            -Es una toalla húmeda, te ayudará con la fiebre –dijo  volviéndosela a colocar.

 

            -¡No, tengo frio, t-tengo frio!

 

            Mordiéndose los labios, Harry intento recordar donde diablos tenía un termómetro guardado; porque hacía más de un año, con Teddy de visita, lo había necesitado… ¿Por qué las cosas suelen esconderse justo cuando más se les necesita?... y luego las desgraciadas aparecen cuando el momento crítico ya pasó las muy hijas de puta.

 

            Miró a Draco temblar hecho un ovillo con los ojos cerrados con fuerza y los dientes castañeteándole; así que salió de la habitación como un bólido y bajo corriendo las escaleras, y ante la extrañeza de todos, lo vieron tomar su varita y subir de nuevo las escaleras de dos en dos.

 

            -¡Accio termómetro! –exclamó viendo salir el dichoso aparatito de una caja de zapatos de arriba de un estante- muy bien… veamos…

 

            -¡Me duele el estomago! –gimio Draco girando la cara evitando que Harry le metiera el termómetro.

 

            -Tranquilo, solo abre la boca –dijo sentado en la cama junto a él intentando una y otra vez colocárselo.           

 

            -¡De-demonios!... ¡duele!... –jadeó el ex Slytherin comenzando a  sentir que le faltaba el aire.

 

            -Vamos Draco, déjame tomarte la temperatura.

 

            -¡No!... yo… yo tengo f-frio…

 

            -Prometo que te cubriré, solo sé un buen chico y abre la boca –respondió Harry suavemente retirándole un mechón de los ojos.

 

            -P-pero Harry…

 

            -Sé buen niño –respondió  poniéndole una mano en la mejilla; Draco abrió la boca un poco, lo suficiente para que Harry colocara el termómetro- muy  bien, eso es…

 

            -Harry ¿todo bien? –preguntó Hermione suavemente tras la  puerta.

 

            Harry dudó un instante si hacerla pasar o no; su buena amiga no le había aplicado la ley del hielo como lo hizo toda la familia Weasley por un par de meses con lo de Draco; ella había intentado disuadirlo con mil argumentos, pero ante los nulos resultados había optado por no hablar sobre eso con él tal y como habían acabado haciendo todos sus amigos, principalmente los pelirrojos como si de anatema se tratara, como si fuera un tema tabú o el rubio ex mortífago simplemente no existiera.

 

            Pero Hermione era distinta; tal vez por su razonamiento fuera de lo común o por tratarse de su mejor amiga, sentía que no lo juzgaba como todos los demás haciéndole sentir que Draco era un terrible pecado… tal vez lo era, sí… pero era muy su puto problema y nadie tenía derecho a juzgarlo.

 

            -Adelante.

 

            Cuando Hermione abrió la puerta y se asomó, vio a Harry sentado en la cama con un Draco semi desnudo que tiritaba de frio.

 

            -¿Qué sucede?

 

            -Cierra la puerta –dijo Harry sacando el termómetro- ¡por todos los cielos!

 

            -¿Malfoy está enfermo?

 

            -¡Tiene 40° grados de temperatura! –Exclamó Harry botando el termómetro y agarrando una manta para envolverlo- ¡me lo llevo a San Mungo!

 

            Pero antes de que pudiera hacer nada, Draco levantó la cabeza y comenzó a vomitar.

 

            -¡Harry, eso es sangre! –exclamó alarmada Hermione al ver el liquido rojo brillante sobre la colcha y el piso.

 

            Sin decir ya nada más, Harry se guardó su varita y lo envolvió en la manta para después tomarlo en brazos.

 

            -Ábreme la puerta –dijo Harry con el rostro tenso por el esfuerzo.

 

            -¡Sí! –se apresuró Hermione para salir después tras él.

 

            El resto de los Weasley que esperaban abajo, lo vieron bajar las escaleras con alguien en sus brazos; no necesitaron preguntar de quien se trataba al ver a Hermione bajar tras él.

 

            -Lo siento, tengo que irme –dijo Harry pasando directo a la chimenea.

 

            -¿A dónde vas? –preguntó Bill con el ceño fruncido.

 

            -A San Mungo.

 

            -¿Llevas al mortífago al hospital y nos dejas botados? –exclamó Ron sin poder evitarlo.

 

            -¿Y?... ¿quieres que te cargue también y te lleve conmigo? –respondió molesto.

 

            -Seguramente esta fingiendo –dijo Ginny igual de molesta que sus hermanos- cuando me lo encontré en la cocina estaba más que bien.

 

            -¿Te lo encontraste en la cocina? –Preguntó Harry a punto de entrar a la chimenea- ¿hace cuanto?

 

            -Hace como dos horas y estaba perfecto puesto que se la pasó insultándome de lo lindo –declaró Ginny cruzándose de brazos.

 

            -¿¡El maldito mortífago de mierda te agredió?! –saltó Ron hecho una furia.

 

            -Me dijo cosas horribles.

 

            Harry apretó los labios para no discutir con ellos y perder tiempo precioso, por lo que se giró hacia Hermione diciendo:

 

            -Hermione ¿podrías hacerme el favor?

 

            -Claro –respondió ella entendiendo que Harry se refería a los polvos flú, por lo que tomando un puño lo arrojó a la chimenea en la que Harry desapareció al instante anunciando  la sala de emergencias del hospital.

 

            Cuando Harry llegó a la sala de urgencias de San Mungo, pasó por un pasillo lleno de gente lastimada, uno con la cara llena de pústulas azules que reventaban dolorosamente, otro con la cara al revés y muchos otros con heridas feas y lesiones de causas misteriosas.

 

            Con solo verlo, una enfermera lo reconoció al instante, por lo que lo hizo pasar a un cubículo para después desencantarse al ver quién era el paciente.

 

            -Enseguida viene un medimago –dijo sin más saliendo de ahí.

 

            Cinco minutos después y después de dos vomitadas mas, Harry salió de ahí hecho un energúmeno.

 

            -¡Necesito un medimago! –exclamó con voz fuerte haciendo que todos lo miraran.

 

            -Tranquilo señor ¿Qué sucede? –dijo un hombre como de unos cuarenta años con bata blanca que estaba firmando unos pergaminos en el modulo de enfermeras.

 

            -¡Traje a una persona muy grave y nos dejaron botados, eso es lo que sucede!

 

            El medimago entró al cubículo viendo en la camilla a Draco hecho un ovillo con la manta y el piso empapados de sangre; Harry lo vio sacar su varita para tomar la temperatura y presión sanguínea con tan solo unos pases.

 

            -¡Enfermera! –gritó el hombre destapando a Draco, quien al sentir el aire en su piel, gimio encogiéndose más.

 

            -¿Sí señor? –respondió la misma enfermera que los había recibido.

 

            -Llene la bañera con agua templada.

 

            -En seguida –respondió la mujer con mala cara y con una lentitud exasperante que el medimago no notó por continuar revisando a Draco.

 

            -Esa fue la enfermera que nos recibió y nos dejó aquí sin atención medica al ver quién era el paciente –dijo Harry con voz suficientemente fuerte para que ella lo oyera- y que ahora se ve no tiene el mínimo interés de cumplir con su trabajo.

 

            -¿Cómo va esa tina? –preguntó el medimago.

 

            -¡Ya voy! Es que el agua no sale y…

 

            -Si este paciente llega a morir, yo mismo la  acusaré de negligencia médica –declaró el medimago con gesto grave.

 

            -¡Pe…pero señor! –Tartamudeo ella acercándose para hablarle en un susurro- ¿ya vio quién es?... ¡es Draco Malfoy, un mortífago!

 

            -Es un paciente –respondió el medimago con voz fuerte y clara- y si no quiere perder su licencia, será mejor que cumpla con su trabajo.

 

            Después de mirarlo estupefacta por un par de segundos, la enfermera se apresuró  a llenar la tina mientras el medimago llamaba a otra enfermera para que tomara  muestras de sangre en tanto él le inyectaba sabría Dios que cosas.

 

            Cinco minutos después, el medimago junto con otra enfermera tomaron a Draco y  lo metieron a la tina.

 

            -¡No, no, esta he-helada! –gritó Draco dando manotazos y pataleando pese a su ya evidente debilidad.

 

            -Oiga… -musito Harry estirando el cuello para intentar verlo.

 

            -No está fría, esta templada –dijo el medimago captando la preocupación de Harry.

 

            -¡Ha-Harry! –balbuceó Draco estirando una mano.

 

            -Tranquilo, todo estará bien –dijo  desde su lugar para calmarlo.

 

            -¡Quie-quiero regresar! –Balbuceó  intentando salir de la tina- ¡las… las celdas son he-heladas!... ¡p-por favor… sa-sacame d-de aquí!

 

            Al oírlo, Harry entendió que Draco pensaba que ya estaba en Azkaban.

 

            -Draco, estas en San Mungo.

 

            -¡Eh si-sido b-bueno!... ¡Harry, p-por favor! –gimoteó  comenzando llorar.

 

            Contrariamente a sentirse avergonzado por que los presentes escucharan aquellas palabras tan reveladoras, Harry sintió una enorme preocupación.

 

            -Estas en el hospital Draco, estarás bien –exclamó alzando una mano para llamar su atención.

 

            -¡No, no!... ¡sa-sacame de aquí!... ¡s-seré olvidado en esta celda!

 

            Harry apretó los labios y apartó la vista cuando los gritos se convirtieron en lamentos desesperados; lamentos que se calmaron un minuto después.

 

            -¿Qué sucede? –preguntó alarmado.

 

            -Le apliqué un sedante, necesitamos transferirle suero y sangre pero se mueve demasiado –respondió el medimago- enfermera Summer, necesito el endoscopio.

 

            -Enseguida.

 

            -Vamos, vamos… -musito el hombre esperando que el medicamento para bajar la temperatura hiciera efecto junto con el agua.

 

            -Todo listo –anuncio la enfermera Summer.

 

            Así que entre las dos mujeres y el medimago sacaron a Draco y lo colocaron en la camilla en la que sin siquiera secarlo comenzaron a atenderlo.

 

            -¿Qué es eso? –preguntó Harry desde un rincón viendo que le medimago desenrollaba una especie de manguera.

 

            -Usted ni siquiera debería estar aquí, salga.

 

            -Pero…

 

            -Fuera.

 

            -Usted no sabe…

 

            -Sé quién es usted señor Potter y me importa un comino si fuera el mismísimo Merlín en persona, fuera de aquí o mandaré llamar a seguridad.

 

            -Iba a decir que usted no sabe lo preocupado que estoy –completó Harry angustiado.

 

            -Como sea, fuera o lo mando sacar.

 

            Ante argumentos tan convincentes, Harry salió de ahí cuidando de quedarse tras la cortinilla sin ser visto.

 

            -Páseme el gel –escucho decir al medimago.

 

            Exhaló un suspiro mientras se frotaba la cara, y estuvo a punto de arrancar la cortina  y entrar como bólido al escuchar los correteos de los de adentro.

 

            -Pero señor, no se ve nada, hay mucha sangre, la hemorragia no se detiene.

 

            -Precisamente por eso hay que encontrar la fuente.

 

            Solo términos médicos de los cuales no entendió ni jota se dejaban escuchar poniéndolo si era posible, más nervioso; hasta que finalmente vio al medimago salir con una tabla en la mano.

 

            -¿Ya sabe lo que tiene, se va a poner bien?

 

            -Señor Potter, localicé la lesión y el paciente está ahora estabilizado, aunque su estado es crítico pues la hemorragia continua.

 

            -¿Pero hemorragia de que, porque? –preguntó Harry impaciente.

 

            -Las causas son preocupantes pues en los análisis aparecen sustancias peligrosas.

 

            -¿Peligrosas cómo?... ¿o sea que fue envenenado? –preguntó Harry estupefacto.

 

            -Tal parece que sí, pero eso no es lo que me preocupa ahora, ya le aplicamos varios antídotos; lo que quiero hacer es detener la hemorragia interna, pero para eso necesito su autorización.

 

            -¡Pues claro que la tiene, haga lo que tenga que hacer! –exclamó Harry exasperado.

 

            -Pero necesito que llene unos formularios y firme la autorización.

 

            Harry tomó la tabla y tras leer rápidamente la contestó y firmo al final del pergamino.

 

            -Gracias –respondió el hombre- lo trasladaremos de sala, en el modulo de información le dirán el piso en él que estará y donde puede esperar.

 

            Harry lo vio desaparecer tras la cortina para que al cabo de unos minutos todos salieran de ahí con Draco en una camilla lleno de agujas y mangueritas desapareciendo después por una puerta por la cual ya no lo dejaron pasar.

 

            Por una angustiosa y eterna hora, permaneció sentado, de pie… de nuevo sentado, de nuevo de pie… caminando de un lado a otro hasta que una conocida figura entró por la puerta.

 

            -¡Hermione!

 

            -Hola Harry –saludo la castaña sentándose en una de las sillas de espera haciendo que él la imitara  formándose después un incomodo silencio.

 

            -Supongo que los chicos se fueron –dijo Harry al fin.

 

            -Sí.

 

            -Ah…

 

            -Y bueno… ¿cómo esta? –pregunto Hermione sintiéndose algo fuera de lugar.

 

            -Pues… mira Hermione –respondió con los codos recargados en sus rodillas mientras jugueteaba nerviosamente con sus propios dedos- sé que eres mi amiga y que me quieres a pesar de todo, pero… ¿Por qué estás aquí?

 

            -Porque me preocupas Harry ¿Por qué más?

 

            -Eso lo sé, pero… ya sabes.

 

            -¿Pero porque no simplemente ignoro lo de Malfoy y ya, como siempre?

 

            -Sí.

 

            -Bueno… -suspiró Hermione- es un hecho que él existe y que por más que lo ignoremos no va a desaparecer ni tú lo vas a  dejar… él ya forma parte de tu vida y bueno… es parte del paquete ¿me explico? –añadió  con una media sonrisa por no hallar otro modo de explicarse- y te mentiría si te dijera que me preocupo por él como si de alguno de mis amigos se tratara porque la verdad no, pero a ti te importa Harry, y con eso es suficiente para que me interese saber cómo está.

 

            Harry sonrió ante la franqueza de su amiga.

 

            -Están intentando contener la hemorragia interna –dijo al fin.

 

            -¿Qué lo provocó?

 

            -Al parecer fue envenenado.

 

            -¿Envenenado? –Exclamo ella sorprendida- ¿y ya sabes quien fue?

 

            -Creo que fue en la comida de hoy, bueno de ayer… -dijo Harry viendo en el reloj de pared que ya pasaban de la una de la mañana- él dijo que su bebida sabia raro y yo no le hice caso, pensé que solo estaba fastidiando.

 

            -Y tú te sientes culpable –declaró Hermione conociendo muy bien a su amigo- Harry, tú no  podías saber que eso tenía algo malo, aunque hubieras pedido otra cosa es obvio que lo que pusieron en esa bebida lo hubieran puesto en lo demás.

 

            -Si, pero ya sabes cómo soy –respondió Harry sonriendo cansinamente.

 

            -Oye Harry.

 

            -¿Sí?

 

            -¿Puedo preguntarte algo?

 

            -Lo harás aunque te diga que no.

 

            -Es cierto –respondió Hermione sonriendo.

 

            -Pues ya que.

 

            -Mira, sé que puedo parecer una mojigata pero ya no somos unos niños, todos sabemos qué función tiene Malfoy en tu vida, pero… ¿y luego?

 

            -¿Y luego qué?

 

            -Sí Harry ¿y luego?, es decir ¿no planeas en el futuro formar una familia con hijos y todo eso? ¿Qué harás cuando te aburras de Malfoy?

 

            -Por ahora no pienso en eso –respondió Harry tratando de no parecer molesto- vivo mi presente tal y como desee poder hacerlo cuando era más joven, con la libertad de decidir lo que quiero y lo que no.

 

            -No me malinterpretes Harry –dijo  poniéndole una mano en una pierna- lo que menos quiero es discutir o intentar convencerte de nada; simplemente quiero saber que tienes pensado hacer con tu vida… mira, tan solo pensando en Malfoy, cuando ya no lo necesites más ¿tendrás el corazón para regresarlo a Azkaban después de la comodidad con la que vive en tu casa?... yo no soy quien para juzgarlo, no te diré lo que te han dicho Ron o alguno de los otros Weasley con respecto a lo que merece o no, pero poniéndome en un nivel neutral ¿serias capaz de regresarlo a prisión?

 

            Harry suspiró sin decir una sola palabra, simplemente se puso de pie cuando el medimago salió de la sala.

 

            -Ya está –dijo al llegar hasta ellos- se le perforó el estomago y perdió mucha sangre, pero ya solucionamos eso.

 

            -Entonces el peligro ya pasó, él estará bien –dijo Harry sonando más bien como una afirmación.

 

            -Sí, aunque obviamente estará en observación.

 

            -¿Puedo verlo?

 

            -Sí, la enfermera lo llevará a su habitación.

 

            -Gracias.

 

            -No hay porque –dijo el medimago antes de darse la vuelta e irse.

 

            -Entonces me voy –dijo Hermione palmeándole afectuosamente la espalda viendo que Harry no le iba a contestar- si necesitas algo llámame, sabes que puedes contar conmigo ¿verdad?

 

            -Gracias Hermione.          

 

 

 

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Notas finales:

BESOS!!!


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