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INOCENCIA por Orseth

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            Draco se asomó temeroso a la habitación de Harry viéndolo sentado en su cama, así que sin hacer ruido se coló dentro cargando a Gum.

 

            -Papi… -dijo tímidamente tocándole una pierna.    

 

            -Ahora no Draco… -respondio Harry volteando el rostro.

 

            -¿Estas llorando?

 

            -No… déjame solo ¿si? Hoy no habrá cuento.

 

            -Te peleaste feo con Lily ¿verdad?

 

            -Nene, vete a tu cuarto, quiero estar solo –repitió  poniéndose de pie.

 

            Sin embargo Draco no se movió, lo que hizo fue ponerse frente a él diciendo:

 

            -Lily te  quiere mucho.

 

            -Sí, claro.

 

            -Seguro mañana ya se contentaron.

 

            Harry prefirió no contestar; amargas lagrimas de coraje y decepción no dejaban de fluir… ¿Qué diría Ginny si viera que él dejaba ir a su hija a una tierra de salvajes en donde él no podría cuidarla como se lo prometió en su funeral?... seguro que hizo algo mal si Lily quería irse lo más lejos posible de él.

 

            Sin decir nada se retiró al baño cerrando la puerta tras de sí dejando a Draco en la habitación, quien después de cinco minutos de inútil espera, decidió salir de ahí,

 

            Su siguiente visita fue la habitación de Lily, la cual con malos modos elegía en su guardarropa que ropa iba a llevar en su viaje.

 

            -¿Lily puedo pasar? –preguntó asomando su cabeza.

 

            -Ahora no enano, estoy ocupada.     

 

            -Solo un ratito.

 

            -¡Dije que no!

 

            Draco respingó por el grito para después darse la vuelta.

 

            -Espera cariño… -exclamó  arrepentida mientras se alisaba el pelo en un ademán nervioso- no quise gritarte, lo siento.

 

            Ya más animado, Draco entró sentándose en la cama junto al montón de ropa.

 

            -¿Por qué te vas, Lily? ¿Ya no nos quieres?

 

            -No es por eso cariño.

 

            -¿Ya no quieres a papá?

 

            -Claro que sí, es solo que… ¡papá me exaspera!

 

            -¿Qué es “esaspera”?

 

            -Es… es… que no entiende lo que digo –explicó  molesta sentándose del otro lado del montón.

 

            -A lo mejor le da miedo que te pase algo.

 

            -¡Pero soy una bruja y voy a una tribu, por Dios! Ya no soy una niña.

 

            -Si estuviera mamá, seguro le pediría que te acompañara ¿verdad? A lo mejor por eso esta triste, porque ya no te puede cuidar.

 

            Lily volteó a mirarlo con la boca abierta, con la expresión propia de quien a caído en cuenta de algo por demás obvio.

 

            -Lily, no te vayas… yo tampoco quiero que te vayas… -musitó Draco con voz llorosa.

 

            -Cariño ¿podrías dejarme sola un ratito? –dijo  levantándose e hincándose frente a él al tiempo que le ponía una mano en la mejilla.

 

            -¿Por qué todos quieren que me vaya?

 

            -Porque a veces necesitamos estar solos.

 

            -Pero yo no.

 

            -Tu no cariño, pero la gente grande si –dijo Lily besándole la frente; Anda, se buen niño y vete a tu cuarto.

 

            Con pequeños pucheros que pasaron desapercibidos a una pensativa Lily, Draco salió de ahí.

 

            -Oh Dios… -musitó Lily recargándose de espaldas en la puerta.

 

            ¿Cómo pudo pasar por alto algo tan obvio?... su padre no la creía torpe ni descerebrada; él se había avocado a cuidarlos a tiempo completo renunciando a una exitosa carrera cuando su madre murió; no había vuelto a casarse y ni siquiera había tenido una novia, su mundo eran ellos, su vida eran ellos… y ahora ellos, principalmente la más pequeña volaba del nido; su padre simplemente los amaba demasiado.

 

 

 

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            Abrochando el último botón de su pijama, Harry escuchó unos suaves toquidos en su puerta.

 

            -Hoy no nene, prometo leerte dos cuentos mañana, acuéstate y en seguida voy a verte.

 

            -Hace años que no me lees un cuento –dijo Lily abriendo la puerta.

 

            Harry quedó mudo por la sorpresa, por lo que simplemente fue a preparar su cama solo para tener ocupadas las manos sin entender el motivo de la visita de su hija.

 

            -Papá…

 

            -¿Si?

 

            Lily fue a sentarse a la cama con las manos juntas entre sus piernas, observando a su padre, quien a pesar de no mirarla, podían vérsele claramente las huellas del llanto.

 

            -Lo siento –musito Lily al fin mirándose las manos- sé que mi decisión ha sido terriblemente desconsiderada y tienes toda la razón en estar molesto.

 

            Harry detuvo su nervioso revoltijo de mantas y almohadas.

 

            -Que temes por mí porque me voy muy lejos, sin nadie de tu confianza como cuando estaba en Hogwarts para cuidar de mí… acabo de darme cuenta de eso… siento haber herido tus sentimientos.

 

            -Mis sentimientos no importan Lily, es solo que…

 

            -Claro que importan papá y mucho –interrumpió Lily- no quiero irme dejándote con la idea equivocada de eso.

 

            -¿Por qué te vas Lily, que hice mal? –Pregunto Harry con genuina angustia sentándose a su lado- ¿en qué fallé?

 

            -¡Papá, tu no fallaste en nada! –Exclamó  tomándole el rostro con ambas manos- has sido un padre maravilloso, el mejor del mundo y el mejor que pude tener…

 

            -¿Entonces?... ¿Por qué te quieres alejar de aquí?

 

            -Si hago eso no es porque quiera alejarme de ti, es porque es algo que deseo hacer con todo mi corazón papá, y no quiero irme sabiendo que rompí el tuyo; sé que me amas y que te angustias por mi… pero aunque no soy la mejor bruja del mundo y siempre te necesitaré, es hora de seguir mis sueños… es hora de extender mis propias alas, pues tú te has encargado de enseñarme a volar, y si en ese vuelo llego a caerme, sé que tú estarás ahí para curarme los golpes que me de la vida; aunque si llegara a caerme, me volvería a levantar, pues ese es el ejemplo que tú me has dado.

 

            Para ese entonces, Harry ya tenía las mejillas empapadas de nuevo y solo atinó a abrazar a Lily, quien también envolvió a Harry en un fuerte abrazo.

 

 

 

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            -¿Porqué Lily esta vestida con una sabana? –preguntó Draco semanas después viendo las fotografías que Lily les había enviado desde África.

 

            -No es una sabana, se llama… bueno, no tengo idea de cómo se llama, pero es la ropa propia de los Masai –dijo Harry pasando a la siguiente fotografía.

 

            Pasado un año, Lily regresó sin haber logrado nada en su lucha contra la circuncisión femenina; lo que si se consiguió fue un flamante novio africano que regresó con ella para ingresar a la academia de medimagia en la cual estudiaban James y Albus.

 

            -Un honor conocer al legendario Harry Potter, señor… -saludó el joven de casi dos metros de estatura.

 

            -eee… gracias –balbuceó Harry alzando la cara para poder mirarlo al rostro.

 

 

 

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            -Míralo por el lado amable –dijo Ron días después- al menos no es un Masai.

 

 

 

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            Con el paso de los meses, el noviazgo de Lily no fructificó, por lo que la menor de los Potter pudo concentrarse al 100% en la escuela, para alivio de Harry.

 

 

 

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            El tiempo transcurrió tranquilo para todos, y un incambiable Draco asistió a la boda de James al cumplir éste veinticinco años; con su siempre risueño rostro de cinco años, no así un Harry de ya cuarenta y ocho que empezó a mostrar unas sienes plateadas en su melena negra.

 

            La inauguración de la clínica Potter coincidió con la boda de Albus y el parto de… la menor de los Potter, quien siempre dando sorpresas a su progenitor, había decidido ser madre soltera.

 

            -Abuelo a los cincuenta y un años… -dijo ron palmeándole la espalda en la sala de espera de la clínica- ya te estabas tardando amigo, Hugo ya va a darme el segundo nieto y Rose me hizo abuelo hace dos años con los gemelos.

 

            James y Albus no se quedaron atrás, pues poco después anunciaron los próximos nacimientos de la siguiente generación Potter.

 

 

 

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            -¡Te toca buscar a ti! –dijo el pequeño Arthur a Draco.

 

            -No es cierto, yo busque hace rato –respondio Draco enfurruñado.

 

            -No, yo busque primero.

 

            -¡Te toca a ti, no seas tramposo!

 

            -¡Mamá! ¿Verdad que yo busque primero? –preguntó Arthur a Lily, quien viendo a su hijo de cinco años a punto del disgusto con su pequeño tio, decidió poner fin al juego.

 

            -¿Qué les parece si mejor vamos por un helado?

 

            -¡Sí! –exclamaron los dos pequeños al unísono.

 

 

 

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            El pequeño Arthur ya de siete años, con los gemelos de Rose de nueve, el hijo de Hugo de ocho; Anny, la hija de seis años de Albus, y los hijos de James, Tommy de seis y Katie de cuatro, junto a Draco, hacían alboroto en el patio de Harry mientras los adultos disfrutaban de una parrillada.

 

            -¿Quieres otro filete, Hermione? –preguntó Harry a su amiga, quien había ido de vacaciones junto con Ron.

 

            -¡Por Dios, no! Comí demasiado –negó presurosa agitando las manos.

 

            -Yo sí, tio Harry -intervino Hugo extendiendo su plato.

 

            -Yo también papá –dijo Albus.

 

            -Es el tercero Albus, luego no te quejes que te duele el estomago y te mata la acidez –dijo Ann, su esposa.

 

            -Ann, llevas casada casi ocho años con Albus y siempre es lo mismo –exclamó James riendo.

 

            -Ni digas, que tu eres igual –intervino Susan, su esposa; provocando la risa del grupo de adultos que estaban sentados alrededor de la parrilla de Harry.

 

            -P-papi… -llamó Draco acercándose gimoteando mientras se sobaba la muñeca.

 

            -¿Qué pasó Draco? –preguntó James acercándolo al tiempo que le revisaba la muñeca.

 

            -Ar… Arthur me… tiró… -sollozó el pequeño rubio- ¡ay!

 

            -¡Yo no lo tiré! –Se defendió Arthur llegando en ese momento- se me atravesó cuando yo iba corriendo.

 

            -Solo esta torcida –dijo James limpiándole las lágrimas- una pomadita y listo.

 

            -No quise tirarlo, pero yo no tengo la culpa de que este enano.

 

            -¡Yo no estoy enano! –Protestó Draco inmediatamente- ¡me falta así para ir a Hogwarts! –Añadió enojado mientras extendía su mano más un dedito más- ¿verdad James, que solo me falta así?

 

            -Ven, tengo pomada para los golpes en el baño –dijo Harry tomándolo de la mano- Ron ¿te encargo las costillas?

 

            -Claro.

 

            Cuando Harry y Draco se alejaron, Arthur se volvió hacia los mayores, específicamente a James.

 

            -Tio James ¿por qué Draco sigue chiquito?... desde que me acuerdo esta así, para ser mi tio está muy enano.

 

            -No le digas así.

 

            -Pero tú le dices así.

 

            -Es diferente, es de cariño y él lo sabe.

 

            -Bueno pero eso no contesta mi pregunta.

 

            -Mira… -dijo James pasándole un brazo por los hombros y acercándolo a él-  Draco es pequeño porque hace años hubo un accidente que lo estacionó en esa edad de forma permanente.

 

            -¿Quieres decir que él no va a crecer?

 

            -Exacto.

 

            -¿Siempre va a ser así? –volvió a preguntar Arthur realmente muy sorprendido.

 

            -Si, siempre va a ser así.

 

            Arthur se quedó unos minutos en silencio asimilando lo que acababa de decir James, para finalmente preguntar:

 

            -¿Cuántos años tiene en realidad?

 

            -Eso no importa Arthur.

 

            -Pero quisiera saber.

 

            -Hazme caso, no te va a servir de nada.

 

            -¿Y porque es el único con cabello rubio?

 

            James sonrió ante la avalancha de preguntas que sabia algún día iban a llegar.

 

            -Papá tenía un pariente muy lejano con cabello rubio.

 

            -Ah…

 

            -Escucha Arthur, tu quieres a Draco ¿cierto?

 

            -Pues si ¿Por qué?

 

            -Eres el mayor de los nietos Potter, y así como tú, los demás chicos con el tiempo querrán saber porque Draco no crece; a él no debes decirle lo  que te dije, él no lo sabe y solo se confundiría, pero a los demás si puedes explicárselo.

 

            -¿En serio puedo?

 

            -Sí, pero solo cuando se pregunten lo mismo que tú; no antes porque lo acosarían con preguntas y eso solo lo lastimaría.

 

            -Yo no quiero lastimarlo.

 

            -Eso lo sé, por eso te cuento todo esto, porque confío en ti.

 

            -¿De verdad? –preguntó Arthur sintiéndose de repente muy orgulloso.

 

            -Sí y por eso quiero que seas cuidadoso con él, hay juegos que con el tiempo él ya no podrá jugar.

 

            -¿Cómo hace rato?

 

            -Aja… mira, sigue jugando con él, no lo trates diferente, lo que te he dicho no cambia en absoluto al Draco que siempre has conocido, es solo que ahora tu eres como su hermano mayor.

 

            -¿Cómo tú, tio James? –preguntó Arthur sintiéndose cada vez mas importante.

 

            -Exactamente, así como yo.

 

            Todos vieron como Arthur meditaba todo lo que le había dicho James, hasta que vieron aparecer a Draco y a Harry de nuevo.

 

            -¡Ya no me duele! –dijo soltándose de Harry y corriendo hasta ellos con Gum en el otro brazo.

 

            -¿Quieres jugar a las escondidas? -dijo Arthur de pronto.

 

            -¡Sí!

 

            -Bueno, pues ve a esconderte mientras les aviso a los demás que cambiamos de juego.

 

            -¡Yupi!... toma James, cuida a Gum, hoy quiere que solo yo juegue.

 

            -De acuerdo –respondio James tomando el hurón blanco.

 

            Todos vieron al chiquillo rubio salir disparado a quien sabe donde mientras Arthur sonreía y se alejaba corriendo de ahí.

 

            -¿Me perdí algo? –preguntó Harry sentándose en una silla dejando a Ron en la parrilla.

 

            -Si, alguien finalmente preguntó porque Draco sigue igual de pequeño –respondio Albus mordisqueando su costilla bañada en salsa.

 

            -Arthur.

 

            -Ajá.

 

            -¿Y cómo es que Draco no pregunta porque los demás crecen y él no? –preguntó Ann, la esposa de Albus- ¿o ya lo ha preguntado?

 

            -No, nunca lo ha preguntado –respondio James destapando una cerveza- imagínate despertar un día y verte al espejo teniendo en mente de cómo eras exactamente hace veinte años ¿Qué pensarías?

 

            -No pensaría, simplemente me moriría y ya –respondio Ann riendo- sobre todo con tanto menjurge que me aplico en la cara.

 

            -Exacto, pero no pasa nada porque simple y sencillamente no te acuerdas; nos acostumbramos a vernos cambiar día a día de tal manera que solo después de ver una fotografía notamos que tanto hemos cambiado.

 

            -Nuestro cerebro nos protege contra uno de los efectos del envejecimiento –intervino Albus chupándose un dedo.

 

            -¡Vaya! No había pensado en eso –dijo Susan, la esposa de James.

 

            -Es increíble como el cerebro de Draco ha respondido al paso del tiempo y al cambio inminente de los que le rodean, se habitúa de tal modo que acepta de manera natural que los demás cambien.     

 

            -Su organismo lo protege –concluyó Ann admirada.

 

            -Así parece –concluyó James sonriendo mientras le quitaba una pelusa a Gum.

 

 

 

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            Esa noche, mientras Harry arropaba a un agotado Draco, éste preguntó:

 

            -Papi, ya pronto voy a ir a Hogwarts ¿verdad?

 

            -Claro nene, ya falta poco –respondio Harry acomodándole a Gum en los brazos.

 

            -Hoy no quiero cuento… -dijo Draco abrazando a Gum- tengo mucho sueño.

 

            -Lo sé, descansa y sueña con los angelitos.

 

 

 

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            Los años continuaron pasando y la cabeza de Harry se pintó completamente de blanco; nuevas bodas y nuevos nietos que más bien ya eran bisnietos fueron llegando.

 

            Un pequeño de cinco años llamado Isaac tropezó con alguien al ir entrando corriendo a la sala mientras la otra persona salía. 

 

            -¡Ay!

 

            -Cuidado Isaac –exclamó Lily sosteniéndolo.

 

            -Perdón abuela.

 

            -¿Estabas jugando a las escondidas?

 

            -Si pero Draco se esconde muy bien, voy al patio a ver si lo encuentro –concluyó el chiquillo echando a correr.

 

            Lily, quien nunca se casó y que vivía en casa de Harry junto con su hijo Arthur, con Sandy, su nuera y sus dos hijos, Marshall de diez años e Isaac de cinco, sonrió al verlo desaparecer.

 

            Conociéndose al dedillo los hábitos de Draco, Lily subió las escaleras para dirigirse al cuarto de su padre; al entrar en el, se dirigió directamente al armario, lo abrió y encontró lo que ya sabía que ahí estaría.

 

            En su afán de esconderse rápido, Draco había tirado varias prendas de vestir de los ganchos de colgar y había terminado durmiéndose encima de ellas como un gatito.

 

            -¿Se volvió a dormir ahí? –preguntó Harry entrando en ese momento.

 

            -Si –respondio Lily cargándolo.

 

            -Solo aguanta jugar como una hora y termina dormido en cualquier parte –dijo Harry sonriendo al ver a su hija acomodar a Draco en la cama y quitarle los zapatos- voy a ir a ver a Isaac, el pobre sigue buscándolo y Draco ya está en el quinto sueño.

 

 

 

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            -¡Vamos Draco, el abuelo James nos va a llevar a un parque de diversiones muggle! –exclamó entusiasta Nancy, la nieta de siete años de James.

 

            -No, quiero quedarme con mi papi a dibujar el gato del vecino –respondio Draco arrebujado en el sofá con un cuaderno en sus piernas en el cual dibujaba lo que intentaba ser un gato color café con un crayón mientras Harry leía el diario a un lado de él.

 

            -No seas así, nos vamos a subir a muchos juegos.

 

            -Déjalo Nancy –intervino James viendo a Draco cambiar de crayón para pintarle los ojos a su gato- está muy ocupado ¿verdad enano?

 

            Draco alzó sus cristalinos ojos grises y le sonrió  a su hermano James, quien ya con el cabello blanco se sentó junto a él.

 

            -James, ya se dibujar manos ¿quieres que dibuje la tuya?

 

            -No te creo –respondio James sentándose del otro lado de él dejando al pequeño rubio en medio de los dos adultos.

 

            -¡De verdad se hacerlas! ¿Verdad papi?

 

            -Claro, demuéstrale –respondió Harry riendo al ver la clara provocación de James.

 

            -Pues sigo sin creerlo enano.

 

            -Pon tu mano aquí –dijo  muy resuelto cambiando su cuaderno a una hoja limpia.

 

            James puso su arrugada mano en la hoja blanca para que una mano más pequeña comenzara a delinearla torpemente con un crayón color carne; James sonrió al ver a Draco arrugar el ceño y morderse el labio inferior en un claro gesto de concentración.

 

            -¡Listo! –exclamó Draco triunfante después de unos minutos.

 

            -¡Vaya! –Silbó admirado su hermano mayor- creo que debo retractarme de lo que dije.

 

            -¿Qué es ret... retar…?

 

            -Retractarse… -completó James- es aceptar que te equivocaste, por eso reconozco que tu dibujo está muy bien hecho.

 

            -¡Te lo dije! –respondio Draco henchido de orgullo.

 

            -¡Abuelo! –apresuró Nancy.

 

            -Me voy –respondio James besando la rubia cabeza y poniéndose de pie para acompañar a sus nietos, aunque lo que en verdad deseaba era descansar sus doloridas rodillas en el sofá de su casa escuchando jazz y ver la vida pasar tranquilamente como ya lo hacían Harry y Draco.

 

 

 

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            Los años siguieron desfilando en la vida de los Potter, y un día antes del cumpleaños de Harry, en el que desde hacía mucho acostumbraban celebrar el de Draco también, había ajetreo en la casa paterna con un sinfín de familiares para celebrar con bombo y platillo sus flamantes ciento cincuenta años.

 

            -Papi, ya tengo sueño… -dijo Draco sentado a la mesa de la cocina.

 

            -¿Quieres que te lleve a acostar? –preguntó un ya muy mayor Arthur, hijo de Lily.

 

            -No, quiero ir con mi papi.

 

            -De hecho yo también muero de sueño –dijo Harry tomando su bastón para ponerse de pie- ya son casi las ocho de la noche, despídete Draco.

 

            Draco bajó de su silla y comenzó a repartir  besos de buenas noches a todos los que estaban ahí; y tomados de la mano salieron de la cocina, solo que al pie de la escalera Harry se detuvo.

 

            -Oye ¿no se te antoja un vaso de leche caliente antes de dormir?

 

            -Leche con azúcar –dijo Draco hablando bajito con aire conspirador- pero que Lily no sepa porque nos regaña.

 

            -Si –respondio Harry hablando bajo y riendo travieso como si estuviesen planeando un golpe de estado.

 

            -No olvides uno para Gum.

 

            Con su varita, Harry apareció tres vasos de leche, los cuales flotaron frente a él.

 

            -Rayos, debí aparecerlos arriba –dijo rascándose la blanca cabeza- ni hablar, espérame aquí.

 

            -Si.

 

            Con el bastón en su mano y la varita levitando la leche en la otra, Harry subió paso a pasito las escaleras; cuando hubo dejado los vasos de leche en su habitación, bajó por Draco quien esperaba pacientemente al pie de la escalera, pues hacía mucho que ya no lo hacía solo, pues sus energías ya no eran las mismas y un par de dolorosas caídas le bastaron para bajarlas con mucho cuidado y a la vista de algún adulto, pues a fin de cuentas y a pesar de su rozagante apariencia infantil, él también iba a cumplir ciento cincuenta años.

 

            Al ver a su padre llegar al penúltimo escalón, le tendió la manita para sujetar la de Harry y así subir ambos lentamente la escalera.

 

            Cuando llegaron a su habitación, Draco se trepó a la cama que los dos compartían desde hacía muchos años, pues no tenia caso que Draco tuviera la suya si siempre dormía con su papá.

 

            -¿Qué pijama quieres? –dijo Harry abriendo la cómoda.

 

            -La de Robin… ¡y no olvides la capa!

 

            -No la olvidaré.

 

            Cuando ambos estuvieron cambiados y Harry acomodando las almohadas, Draco fue por uno de los libros de cuentos de pastas ya muy gastadas.

 

            Ya acostados los dos y Draco acurrucado en Harry, éste acomodaba sus gafas ya de fondo de botella para leer los cuentos que ya se sabía de memoria.

 

            -Había una vez un niño muy listo… -comenzó Harry leyendo un cuento que Hermione había hecho especialmente para Draco hacia más de cincuenta años- de cabellos rubios y ojitos grises…

 

            -¿Cómo yo, papi? –preguntó emocionado  como siempre lo hacía cada que Harry leía ese cuento.

 

            -Ajá, como tú… -respondio  sonriendo- y tenía un papá maravilloso de cabello negro y ojos verdes…

 

            -¡Como tú, papi!

 

            -Si, como yo.

 

            -Oye papi ¿Cuánto falta para que vaya a Hogwarts?

 

            -Ya sabes, acuérdate.

 

            -¿Así? –dijo Draco extendiendo su mano más un dedito de la otra.

 

            -Sí.

 

            -¿Pero sabes qué? ya pensé algo.

 

            -¿Qué cosa?

 

            -Que no voy a ir a Hogwarts.

 

            -¿Y eso porque? –preguntó  muy extrañado.

 

            -Porque si voy a Hogwarts, tú no vas a ir conmigo ¿verdad?

 

            -Pues no, los papás nos quedamos en casa.

 

            -¿Ya lo ves? –Dijo  enderezándose para mirarlo- ¿y qué haría yo sin ti, papi?

 

            Harry miró el resuelto rostro de Draco, quien continúo hablando.

 

            -Cuando me llegue mi carta, les voy a decir que no quiero ir.

 

            -¿Seguro? –preguntó acariciando las sedosas hebras doradas.

 

            -Segurisísimo, yo estaré donde tú estés papi… oye ¿crees que se enojen mucho?

 

            -Seguro que si, van a lamentar no tener a un niño tan listo como tú, pero no te preocupes, yo lo arreglaré.

 

            -Tú siempre arreglas todo, eres mejor que Batman –concluyó  orgulloso.

 

            Harry dejó el libro en el tocador para tomar ambos su vaso de leche con azúcar.

 

            -Esta muy rica ¿verdad? –dijo Harry después de un largo sorbo.

 

            -¡Tienes bigotes de leche!

 

            -¡Tu también!

 

            Después de reír un buen rato, Draco abrazó a un Gum restaurado docenas de veces y se acurrucó en los brazos de Harry.

 

            -¿Sabes nene? Te quiero mucho –dijo Harry mientras acariciaba la tierna mejilla al tiempo que una deliciosa somnolencia lo invadía- eres mi bebé.

 

            -¿Y soy tu consentido? –preguntó Draco feliz pero ya con los ojitos cerrándosele de sueño.

 

            -Si, eres mi consentido.

 

            Ya con los ojos cerrados, Draco atrapó la mano con la que Harry le acariciaba la mejilla y la apretó contra su pecho diciendo:

 

            -Eres… el mejor papi del mundo.

 

            -Y tú el mejor hijo que ningún papá pudiera tener… -respondio Harry besándole la coronilla antes de arrellanarse en la cama y dejarse llevar finalmente por el sueño.

 

 

 

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            Así los encontraron al día siguiente, cuando Lily, Albus y James, más muchos nietos, bisnietos, tataranietos y demás, entraron a la habitación para felicitarlos a ambos.

 

            -¿Papá? –llamó Albus tocándole el hombro a Harry para después posar sus dedos en su cuello.

 

            Al ver su expresión, James se apresuró a tomar el pulso de su padre para después caer en cuenta de que Draco tampoco se había movido.

 

            -Draco despierta… -exclamó James con creciente angustia.

 

            -James, Albus… -musito Lily con voz llorosa.

 

            Un par de chequeos por parte de los viejos medimagos bastaron para verificar lo que tanto temían.

 

 

 

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            James besó la cabeza de Gum después de que Lily y Albus lo hicieran también, y lo acomodó en los brazos de Draco, quien a su vez reposaba en los brazos de Harry; acomodó las rubias hebras y besó su frente para luego besar la de su padre; Lily y Albus hicieron lo mismo, éste ultimo reacomodando las gafas de Harry.

 

            -Reposen tranquilos, par de bribones… -dijo Lily sonriendo entre lagrimas- no crean que no me daba cuenta de la leche azucarada.

 

            -Y de sus escapadas a los partidos de Quidditch los dos solos… -intervino Albus rodando los ojos.

 

            -Y de sus idas al cine cuando se suponía que estaban descansando –completo James sonriendo mientras las lágrimas no dejaban de brotar.

 

            -La última fue la locura… -dijo Lily- fue algo perturbador ver a papá vestido de Batman y a Draco de Robín.

 

            -Eso no fue nada, la locura fue que me pidieran a mi disfrazarme de Joker –dijo Albus riendo mientras acariciaba el cabello blanco de Harry.

 

            -Locura fue que accedieras –respondio Lily estallando en carcajadas.

 

            -Que horror… más bien parecía el abuelo siniestro de Joker –dijo Albus negando con la cabeza.

 

-Eran un par de chiflados –concluyó James sin dejar de sonreír- Dios… como duele que se vayan…

 

            -Pero lo hicieron como debía ser –dijo Lily- toda una vida juntos, caminando siempre de la mano.

 

            -Nos vemos pronto –dijo Albus luchando desde hacía rato para que no se le quebrara la voz a pesar del llanto- y mientras tanto sigan haciendo travesuras.

 

            Los tres hermanos dieron un paso atrás para que la tapa del féretro color marfil fuese colocada para luego introducirlo en la cripta familiar.

 

            El epitafio en la tapa de mármol era simple y sencillo…

 

            “Aquí no reposan Harry y Draco Potter… aquí solo están sus cuerpos, pues este par de locos, se han ido a gastarle bromas a Dios”

 

 

 

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Notas finales:

BESOS!!!!

Y PARA TERMINAR, YA ME ENCONTRE EN FACEBOOK, ESTOY AHI COMO CLAUDIA LOPEZ (QUE ORIGINAL, LO SE¡¡¡)


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