Capitulo VII: Víctima inocente.
Niños.
Cierto rubio caminaba un poco preocupado con dos niños a su lado. ¿Y si Vialer lo necesitaba?... ¿Qué pasaría con la señorita Valery?... ¿Y con el papá de Seikou?...no es que estuviera completamente preocupado, la verdad no los conocía bien, y por Vialer era hasta mejor si dejaba de existir…sacudió la cabeza alejando esos pensamientos, su madre siempre fue clara con: “Nunca desees la muerte de alguien más” y su padre: “Perdón no es olvidar, es recordar que tus errores hicieron que otros se aprovecharan de ti”, sin duda, tendría que perdonar por que el ser un inmortal lleno de rencores no le parecía tan atractivo.
-Nicolás…-Llamo la voz de uno de los pequeños para ser exactos el del pequeño humano.
-¿Dime?
-Descansemos…no puedo caminar más.-Se quejó, sentándose en la acera.
-Yo igual.-Confirmo Seikou ocupando el lugar más cercano a ese niño.
-Entonces…-Murmuró el pequeño.-… ¿Si existen los vampiros?
Nicolás y Seikou se vieron interrogantes, existían, sí.
-Veras…es que…-Tartamudeo el rubio tocándose la nuca.
-Sí, si existimos.-Aclaro con voz madura el pequeño a pesar de su tierna edad de 4 años (40 en verdad).
El menor abrió la boca, sonrió y empezó a hablar:
-¿Entonces se convierten en murciélagos, no tienen reflejo, no les gusta el ajo…a mí tampoco, y…y…si les atraviesas el corazón con una estaca los matas…y…no usan cruces…y…-Se le notaba lo emocionado, quien diría que el mismo niño era el que estaba a punto de morir por esos mismos seres a los que tanto quería, él no lo sabía, solo era su inocente mente formulando miles de hipótesis, llego al extremo en que el aliento se le acabo.
-No específicamente…-Interrumpió el menor.-No nos convertimos en nada, solo somos nosotros…lo del ajo, a mí tampoco me gusta, sabe feo…-Saca la lengua haciendo una graciosa mueca, la voz de aquellos seres se perdían entre los pensamientos de Nicolás, tan distraído estaba que no noto cuando una manos le arrebataron de al lado a los niños y poco después lo arrastraban al interior de un inmundo callejón.
-¿Por qué rayos siempre en los callejones?-Pensó el rubio al caer al lado del contenedor de basura abrazado a los niños que con ojos de miedo y asombro veían todo.
-¿Qué tenemos aquí?-Pregunto una de esas voces ocultas en la oscuridad.
-Creo que un entremés…-Lanzo desde su lugar una mirada lasciva hacia el rubio.
El vampiro menor, noto esa mirada, sintió miedo, no solo por su amigo, sino porque una vez, unos hombres miraban de esa manera a su papá e intentaron lastimarlo…y ver que Nicolás no era específicamente atento a esos gestos lo preocupo.
-Ni…Nico…-Hablo bajito, apretando la ropa del otro infante entre sus manos.-…no dejes que se nos acerquen.
El mayor, se separó de los niños encarando a sus agresores, la tensión se palpaba en el ambiente, la atmosfera se hacía insoportable.
-¿Qué quieren?-Interrogo, como si siempre hubiera hecho el encarar a los que pretendían dañarlo.
Las risas malignas de esos individuos llenaron el callejón.
-Eres muy valiente dulzura, ¿Eres apretado?-Se burló.
Nicolás empuño las manos, preparándose mentalmente para lo que iba a decir, soltó despacio el aire que mantenía en sus pulmones…a pesar del ruido de la calle, podía escuchar el tic tac del reloj de uno de esos dos hombres, miro al frente, ese par de ojos no se le despegaban, simplemente lo devoraban con la mirada.
-¿Por qué no lo compruebas tú mismo?
Eso tomo por sorpresa a todos, el adolescente se ofrecía como víctima expiatoria, curvaron sus labios de forma siniestra, carne fresca que se ofrecía no era una ofensa era una oferta, caminaron hacia el chico, rodeándolo.
-¿Soportaras a los dos a la vez?
-Claro…-Hiso una breve pausa-…Pero con la condición de que dejen en paz a los niños y me dejen llevarlos a un lugar seguro.
-Hecho.-Dijeron ambos, escoltaron al grupito hasta que Nicolás, lo dejo en una cafetería, pues la mesera muy amable, se ofreció para cuidar por unos instantes a esos dulces angelitos.
Regresaron al callejón oscuro y maloliente, se notaba en esos dos pares de ojos el deseo que consumía su mente, Nicolás solo se dejó conducir hasta el fondo, sabía lo que hacía y extrañamente no tenía miedo, como si Vialer estuviera a su lado.
Sintió las manos asquerosas arrancar cada prenda de su cuerpo, solo tenía que esperar…
-El tiempo es el mejor amigo de un inmortal.
Unos dedos pretendían adentrarse en su cuerpo, tenso los músculos evitándole la entrada, si había alguien en el mundo que merecía tenerle, ese era Vialer, uno de esos hombres, se acercó para besarlo, pero el ladeo la cabeza evitando ese contacto, grave error, el acercarse, ni bien vio la yugular a su alcance se dio la tarea de cazarle el cuello, logrando en poco tiempo estar aferrado al cuello de ese hombre, bebiendo rápidamente la sangre…
-Queda uno…-Pensó.
Volteo el rostro con los labios pintados de rojo, mientras el cuerpo del anterior se desplomaba. Tal era el deseo que no se dio cuenta de lo que le había pasado a su compañero.
El seguía sumido en su pasión, sintió como los brazos delgados le rodearon el cuello, al igual que las largas piernas en su cintura, poco después unos colmillos se clavaban en su cuello, extrayendo lo que quedaba de su podrida alma, ambos había muerto sin tan siquiera darse cuenta de ello, soltó a su pobre presa, reflexionando:
-Yo nunca he sido un asesino… ¿Qué me hizo hacerlo ahora?...Tal es la influencia de Vialer sobre mi…-Recogió su ropa, lanzándole una última mirada a esos cadáveres.
Después de eso salió del callejón, y fue a buscar a los niños, solo entonces se dio cuenta, por ellos, el peor asesino se convierta en un santo…pero el…el, Nicolás, el que jamás pudo lastimar a un ser, ni siquiera había podido con un perro que casi lo destroza y ahora, justo a ahora…era un asesino silencioso, pero eso sí, por esos angelitos al parecer todo crimen estaba justificado.
Volvió a la cafetería, los dos menores estaban pegados al cristal que daba a la calle, al solo verlo, sus caritas cambiaron completamente…esa mueca de desesperación y confusión fue sustituida por a una radiante sonrisa, Seikou sonrió infantilmente…mientras el otro niño solo curvaba discretamente los labios.
Entro a la cafetería llevándose a los niños, la mesera encantada le dio su número, por si quería que alguien volviera a cuidar de sus niños.
Arrugo el papel lanzándolo a la primera cesta de basura que encontró, si la contactaba era para comérsela y ella parecía una buena persona, sin duda alguna.
Víctimas inocentes: Sería la víctima inconsciente, que bien pudiera estar representada por un niño.