Capitulo XI: De la nada.
Sasori iba acompañado de los otros chicos que no se habían querido quedar en el auto junto a las chicas, porque según ellos, ellas bien podían cuidarse solas.
—¿Alguna persona cerca, Shikamaru?—Pregunto entre preocupado y emocionado el chico del cachorro.
—Si…—Viendo en la pantalla—…son tres…no, son seis, creo que tres niños y tres adultos, están en…
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Se encontraban debajo de una de las mesas del salón, sabían de antemano que debían cuidarse los unos a los otros, una gran ventaja el ser unos simples niños a los que el egoísmo no había contaminado.
Rodearon la mesa con sillas y las unieron con algunos cordones que estaban por allí, de esa forma se construyeron una guarida casi impenetrable, algunas mamitas cadavéricas y blancas pretendían alcanzarlos arañando el piso y dejando en el uñas que se rompían debido a la fricción.
Pasos… pasos retumbando en el pasillo, una puerta chirriante, más pasos.
La superficie de la mesa donde estaban ocultos resuena con el peso muerto… un zombi a lleva hasta allí a uno de los niños, ya muerto por cierto y se lo está comiendo con desespero.
Ambos niños mantienen la boca de su única amiga cerrada, un grito y seria su fin.
Escuchan los gruñidos de advertencia, algunos de los otros comensales sienten… ¿Pueden sentir?... envidia de tan buen bocado. El bocadillo resbala de la mesa mirando por entre las patas de las sillas a los tres niños, ojos vacíos…tristes, con lágrimas recientes.
Por casualidades del destino, la niña que se halla entre los dos, abre los ojos alarmada reprimiendo en su garganta el horror, el zombi, antiguo director del plantel ha mandado lejos a los otros y ahora se dispone a degustar esa tierna carne, una mordida llena el piso de sangre coagulada, una mirada blanquísima y demente se fijaba en las nuevas presas debajo de la mesa.
Ahora los tres se permitieron gritar, los “¡Auxilio!” resonaban por todo el salón, esa criatura estaba entrabando salvando los improvisados obstáculos que los menores había puesto.
De pronto…un golpe seco, una cabeza que explota por la presión del bate acompañado de un:
—¡A mis alumnos no los tocas!—Era una voz maternalmente masculina.
Un zombi más, atacaba por la espalda al castaño de coleta alta y piel morena con una cicatriz atravesando la parte de arriba de la nariz.
—¡Y a mí Iruka nadie le pone una sola mano encima!—Otra voz masculina solo que esta, con un cargado toque de celos.
—¡¿Mizuki-sensei!?—Exclamo el castaño entre sorprendido y contento.
—¡Par de melosos mejor cuiden sus espaldas!—Agrego con todo divertido y autoritario poco después que un par de detonaciones acompañara el sonido típico de un desvanecimiento de cráneos.
Uno de los adultos aparto las sillas sacando debajo al pequeño cadáver y agachándose para poder ver:
—Vamos Konohamaru… ven acá, también tu Udo y Moegi, es hora de ponernos a salvo.
Los menores salieron debajo de la mesa abrazados al hombre que había sido su salvador. Kakashi-sensei.
Salieron de la escuela con mucho cuidado, sabían que si se equivocaban en un solo paso sería su fin, Mizuki sostenía a Iruka muy fuerte de la cintura como si temiera que este se le escapara.
¿Qué camino tomaran?... ¿Sería correcto alejarse de la seguridad que representaba un plantel educativo de muros altos y gruesos?... en definitiva si, si este estaba repleto hasta el tope de muertos vivientes.
El parque estaba cerca ya que fue el único lugar al que pudieron correr debido a un enorme monstro que se acercaba rápidamente a su ubicación.
Una estructura que parecía más segura en esos momentos.
El peliplateado estaba hasta el final del grupito esperando que nada malo aconteciera en los siguientes segundos.
Sintió una mano cerrarse en su hombro y el grito estridente de Moegi, suficientes pistas de quien era el individuo que tocaba su hombro. Sin pensarlo dos veces giro sobre sus talones cayéndole a golpes a esa criatura. Sus puños protegidos por nos guantes de cuero negro se estrellaban en el rostro pálido y cadavérico hasta que no soporto mas y termino hundiéndose ante la presión.
Sacudió su ropa retirando de su chaqueta negra algunos pedazos de carne muerta. El escándalo que había hecho atrajo visitantes poco deseados, los otros dos maestros se miraban preocupados abrazados a los tres infantes.
—¿Y…?—Pero la pregunta murió en los labios del moreno, en un abrazo de despedida Kakashi lo hacia subir las débiles escaleras hacia una azotea que solo tenia un contenedor de agua seguido muy de cerca por el otro peliblanco que llevaba a los niños.
Al alejarse del que había sido por muchos años su ilusión y amor platónico, miro al que era ahora el ganador de tan buen corazón y le tendió la mano.
Tres pares de ojos inexpertos miraban expectantes, aquello acaso era… ¿Una despedida?
—Iruka… Mizuki… deben entrar al contenedor de agua… yo iré por ayuda.—Hablo después del silencio el profesor del rostro siempre cubierto.
—¡¿Estas loco?!—Mizuki no creía poder escuchar esas palabras ni menos creerlas.
—¿Quieres algún día ser padre de un hijo de Iruka-sensei? ¿Quieres levantarte mañana y darte cuenta de que nada de esto paso?—El peliblanco agacho la cabeza en un silencioso si—…Iruka…—Se refirió al otro profesor que apenas contenía las lagrimas—… ¿Acaso no quieres ver crecer a este trio?—Señalo a los tres chiquillos—¿…o encontrar de nuevo al niño rubio?
El castaño tomo la mano de su compañero y con decisión grito:
—¡CLARO QUE QUIERO TODO ESO!... pero, si con ello perdemos tu vida…
—Mi sacrificio habrá sido para bien.
Kakashi tenia ese tono de voz sincero y apacible, en una promesa de regresare con ayuda.
Una vez los adultos estuvieron dentro del contenedor de agua con los niños, Kakashi bloqueo la entrada con unas enormes piedras teniendo el cuidado suficiente para no bloquearlo completamente y hacer de un futuro escape algo imposible.
—Ten cuidado. Recomendó Iruka.
—En tus manos están nuestras vidas… así que no mueras Kakashi…—Mizuki saco la mano por la hendidura que les brindaba un poco de luz y sujeto fuerte la de su compañero de trabajo.
Los niños se mantenían callados, confiaban que su profesor los sacaría de allí y todo seria un mal sueño mañana.
El peliplata salto de la azotea, reviso el entorno con cautela, agradecía a Kami-sama sus conocimientos en el arte de la caza.
Con escopeta en la espalda se dedico a buscar un auto o algo que pudiera serles útil para escapar.
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—Uno de los objetivos viene para acá… y viene seguido de 7 u 8 estorbos.—Informo el moreno de coleta y cara aburrida.—Lo tendremos en mira dentro de tres minutos.
Los ojos de Sasori brillaron.
—Hay que deshacernos de esas cosas, Neji necesito que conduzcas esa podadora.—Señalo un cobertizo donde estaba una podadora.— Kiba, necesito que traigas la soga que esta en el auto…y ustedes cuatro son la línea defensiva por si alguno de esos bastardos se escapan de lo que les tengo planeado.
Los chicos solo afirmaron con un leve movimiento y se dispusieron a realizar las tareas que el pelirrojo les impuso.
Poco después, todo estaba listo, la podadora tenía una soga metálica atada a la parte trasera y rodeaba unos cuantos arboles de forma que si Neji aceleraba cortaría por la mitad a cualquiera que se acercara por allí.
—¿No mataremos a esa persona así?—Intervino por primera vez Shikamaru.
—Ya tengo eso resulto.—Contesto decidido el pelirrojo posicionándose detrás del árbol donde pasaría el desconocido.—¿Cuánto tiempo queda?
—5…4…3…—Ya se escuchaban pasos y alaridos.—…2…1…0.
Neji acelero provocando que la soga metálica hiciera fricción, mientras Sasori tomo de los hombros al hombre alto y lo lanzo al suelo cayendo encima, sintió una descarga cuando enfoco su rostro y sujetaba con fuerza su cintura pegando más sus caderas, ni los gritos ni las detonaciones podían hacer que dejara de ver esos ojos, simplemente…
—Perfecto…—Susurro Kakashi ante el hermoso muñeco de porcelana que se encontraba sobre él. De la nada había encontrado a aquel que le haría olvidar a Iruka.