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Academia Namimori por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

desenlace del caso Miura sisters

 

Caso V. Fin De la Treta

+ : : Al día siguiente  : : +

−Eso es todo por el día de hoy. –El profesor salía de la cancha de entrenamiento. Mukuro guardaba su raqueta.

−Honey~

−Ay, no. –Mukuro se golpeó la cabeza con su mochila. -¿Qué quieres, Byakuran?

−Oye, no me contestes así –Le reclamó encaramándosele-. Todavía que vine hoy, siendo sábado, sólo para verte.

−De todas maneras, ibas a venir. Tenemos que ir a la Sala para contarle las cosas a Hibari.

−Comienzo a creer que Hibari-chan está en medio de nosotros dos. –Mukuro enarcó una ceja.

−Él no está en medio de nadie. Cómo se nota que eres un despistado.

−¿Eh? Entonces, explícame, anda~ ¿Acaso sabes algo sobre Hibari-chan?

−Cosas que no te incumben.

−Humm, pareces ser muy buen amigo de él.

−Deja de divagar. Somos compañeros y ya. –Caminaban juntos. Llegaron al lugar deseado y encontraron a Hibari sentado cerca de la ventana, cuando entraron fueron asesinados por esa fría mirada de plata. –Ah, pensé que nosotros tendríamos que esperarte. ¿Cómo te sientes? –Preguntó dejando su maleta sobre su escritorio. Hibari se encogió de hombros. -¿Ya leíste el reporte?

−Aún no me queda claro una cosa.

−¿Qué es, Hibari-chan?

−¿Por qué tendrían que amenazar a Tsunayoshi siendo que el problema es con ellas? Ya sé que él se metió en problemas porque quiso, pero en última instancia hubieran mandado a secuestrar a las mocosas primero, y si el niño hablaba, entonces y sólo entonces hubieran ido por él.

−En eso tienes razón. –Concordó el peli índigo poniendo la mano sobre su mentón.

−Suponen, entonces, que ¿Lo de ayer era sólo para Tsunayoshi-kun? Bueno, bueno, como sea que fuere, tenemos planeado hacer una cordial visita al hermanito de Haru-kun y Kyoko-kun.

−Ya fui a buscarlo. –Dijo Hibari levantándose. –No está en ninguna parte del campus.

−¿Lo buscaste por toda la cuidad? –Inquirió sorprendido el vicepresidente.

−Es que su grupo salió hace algunas horas. ¿Les parece sí vamos de cacería?

+ : : Horas después : : +

El salón de preparatoria “A” había salido a tomar la clase de arte en las afueras del campus. Por curiosa y acertada sugerencia de uno de sus alumnos.

−Takamura-san. Fue realmente una buena idea traernos aquí. –Le decía una compañera que se sentaba a su lado. Estaban en un hermoso prado que tenía un lago con agua cristalina. El viento era fresco y el sol brillaba sin problemas sobre la amplia bóveda azul del cielo.

−Ah, sí. –Contestó sin mostrar verdadero interés, estaba nervioso. Demasiado. En total eran treinta alumnos, todos compañeros suyos que habían olvidado el trágico accidente en el que él había tenido participación. Todo estaba llanamente tranquilo, hasta que comenzaron a llegar una ola de hombres vestidos con ropas negras.

El escándalo comenzó a circular. Las jovencitas intentaron huir en medio de su incalculable pánico. Los chicos se les pusieron enfrente y presentaron buena pelea, hubieran ganado, porque todos los hombres reciben clases de autodefensa, de no ser porque un disparo fue lanzado al aire por una siniestra mano temblorosa: la de Takamura.

−Más les vale que se queden quietos. –Les ordenó dejándolos sorprendidos. –Los tomaré como rehenes.

−¡Takamura-san! –Le intentaba hablar la misma compañera de hacía unos momentos. Pero fue llevada junto con los demás. Había un viejo y carcomido quiosco no muy lejos de allí; a los alumnos se les ató de manos y piernas, encadenados juntos en aquel lugar. En eso, uno de los integrantes de esa clase, apretó un botón que venía en su zapato izquierdo, y una luz blanca-roja comenzó a vibrar. Ninguno de los gorilas de dio cuenta. Se enviaba una señal.

Mientras tanto. Los integrantes de la asociación de preparatoria venían en un auto manejado por un elegante chofer, Byakuran iba atrás junto con Mukuro, cierta cosa llamada “celos y desconfianza de Hibari” no le permitió ir adelante, como siempre había hecho antes de ser “novio” de Mukuro. El celular del presidente sonó, abrió la tapa y ensanchó una sonrisa.

−Ya los encontré. –Una imagen llegó en el mismo mensaje. –Siluetas negras y Takamura-kun armado. ¿No creen que es demasiado?

−¿Sospechas de algo más? –Le preguntó el peli índigo.

-−Eso lo sabremos dentro de poco. –Guardó su teléfono. Byakuran pidió que el carro se quedase a una muy prudente distancia del punto señalado. A partir de allí, todos tomarían camino a pie. El chofer esperó y con una orden citada en caso de que Byakuran y los demás llegasen a tardar más de lo esperado.

En el lugar lleno de estudiantes, se comenzó a escuchar el escándalo de un helicóptero. Uno de color pétreo y escasamente brillante. No fue difícil su descenso, el campo era abierto, precisamente por eso se había elegido: un prado sin obstáculo alguno. Del transporte bajo con exagerada gracia Russell. El tío de Byakuran. Un tipo de mirada gorda y de sofocante respiración. De gesto ambicioso y grosero. Con múltiples anillos en sus dedos regordetes.

−Jo, jo, jo Buen trabajo Takamura. –Traía un fuete en color caramelo. –Ahora, no pierdas el tiempo y marca para que nos envíen a Tsunayoshi Cavallone. –Sacudía la pólvora de su pipa. –Ya no hay nada que me detenga, jo, jo, jo. Cuando obtenga al heredero de Cavallone tendré el suficiente poder para destruir esa estúpida Ciudad-Campus.

−Si-Sí –Aceptó el subordinado sacando un pequeño celular. Pero dudó por escasos segundos y Russell le golpeó con el fuete.

−¡Obedece! –Takamura asintió temeroso y levantó del suelo a su celular. Se puso de pie y comenzó a teclear los números. En eso, un estruendo hizo que el subordinado temblase de miedo, soltando de nuevo el aparato.

−Arg, maldito inútil. –Russell fue hacia allí y agarró el celular escapista, mandó a sus hombres a investigar sobre aquel ruido que se escuchaba como rayo. –Si quieres que las cosas salgan bien, tienes que hacerlas tú mismo.

−Ay, querido tío, esa frasecita  suya sigue provocándome náuseas. –Byakuran apareció justo atrás de Russell, que reaccionó como niño atrapado en su última fechoría.

−¿Bya-Byakuran?

−El mismo–Caminaba amenazadoramente hacia él.

−Pero-pero ¿Cómo? –Miró con mirada asesina a Takamura.

−Él no te traicionó si es lo que piensas. –Byakuran puso la mano diestra en el bolcillo de su pantalón. –Sigues tratando de parecer más listo que yo ¿Eh? Déjame te digo lo siguiente…

−¿Qué rayos están esperando… bola… de… ¿Inútiles? –Russell volteó a todos los costados, buscando y buscando a los hombres que simbolizaban su fuerza. -¡Ah! ¿Dónde están todos?

−Hechos trizas. –Comentaba Mukuro dando a su tridente una vuelta sobre su cabeza. –Y sigues tú en mi lista. –Se puso frente al peli blanco y se inclinaba en pose desafiante.

−Buena vista. –Dijo Byakuran con una sonrisa macabra, dirigiendo sus malvadas manos al trasero de Mukuro.

−Quieto. –Amenazó Mukuro enojado apuntándole con su arma en el cuello. En ese momento de distracción, el furioso Russel, por ser víctima de la derrota a manos de su sobrino (Otra vez) sacó una pistola de su ropa y apuntó a la espalda del vicepresidente. Byakuran sólo pudo ver al arma ser perfilada contra su novio, y escuchó el disparo siendo directamente dirigido al peli índigo que estaba dándose como blanco sumamente fácil.

−¡Mukuro! -Sólo alcanzó a gritar en aquella escena sumamente rápida. Al final, Mukuro terminó sobre Byakuran.

−Jo, jo, jo, jo. Con matar a tu orgullo por no protegerlo me basta. –Se encaminaba patosamente hacia su helicóptero. Pero no se dio cuenta de que todos los alumnos ya estaban libertos, y se iban con todo lo que tenían sobre él. -¡¡¡¡Waaa!!!!! –Comenzó a correr despavoridamente y con gran dificultad se logró subir al helicóptero. -¿Qué estás esperando, estúpido? ¡Despega! ¡Despega! –El piloto de cabellos negros asintió en medio de una sonrisa. El sonido del motor y el de las hélices alejando a los molestos estudiantes fue lo que logró calmarlo. Había fallado de nuevo, pero para la próxima… -¿Nn? –Dirigió una mirada a su piloto. –O-Oye… tú no eres Charles… -El piloto se quitó la diadema y anteojos.

−Claro que no. Ahora, deja que te muerda hasta la muerte. –Sacó sus tonfas, y Russel se quitó contrabajo los cinturones de seguridad y se lanzó hacia abajo por la abertura de aquel transporte. –Tsk, qué cobarde.

−¡Waaaa! ¡Waaaa! ¡Me estoy muriendo! ¡Voy a morir! ¡Me voy a caer al suelo!… ¿Eh? –Y se dio cuenta de que Hibari estaba mirándolo fijamente, puesto de pie en el helicóptero. -¿Cómo es qué…? –No terminó la oración, tocó su pecho y cara y se supo vivo. Hibari sólo había hecho la maroma y teatro de despegar, más nunca lo hizo, y ahora aquel viejo asustado pataleaba como pez fuera del agua.

El moreno se sacudió las manos y miró tras de sí, todos los gorilas de negro estaban siendo sometidos por la clase “A”.

−¿Quieren dejar de actuar? –Se bajó del transporte y fue a donde estaban sus compañeros de aventuras. Mukuro abría los ojos, y sintió húmeda su espalda.

−¿Qué-Qué pasó? –Preguntó sobándose la oreja, el disparo había sido detonado muy cerca, o eso le había parecido. Uso sus manos como sostén y miró a Byakuran que estaba con su habitual sonrisa.

−¿Todo bien, Mukuro-kun?

−Si… -Susurró, pero se dio cuenta de que la manga del presidente estaba teñida de rojo. -¡Byakuran!

−Tranquilo. –Mukuro terminó sentado sobre las piernas del peli blanco. –Creo que nos ensuciamos bastante esta vez. –Su mano había sido traspasada por la bala.

−¡Eso es lo de menos, idiota! –Se cortó la manga del uniforme e improviso un vendaje sobre la herida. –La bala sigue allí -Byakuran sonrió y con su mano sana jaló a Mukuro para darle un beso.

−Con que tú estés bien, esto será un simple rasguño. –Le murmuró. Mukuro se ruborizó.

−Ya-Ya levántate. Tenemos que ir a ver a Takamura-chan.

Hibari tenía su pie contra la cara del subordinado de Russell, que temblaba como liebre cerca de la muerte.

−Habla, antes de que te corte la lengua por intentar amenazar a Cavallone. –Su mirada era asesinamente fría.

−Espera, Hibari-chan. –Intervenía Byakuran. –Creo que Takamura-kun no es malo, en su mayoría concienzuda.

−¿En qué te basas? –Takamura comenzó a derramar sinceras lágrimas. 

−Mi tío suele ser como yo, bastante insípido con las personas, y a él le da mucha flojera mancharse las manos, así que siempre ha buscado usar a estudiantes para acabar con la propia escuela. –Se encogió de hombros. -¿Por qué no se los dices, Takamura-kun?

−Yo… ya sé que es difícil de creer, yo tuve mucho que ver en el incidente primero, pero fue un momento de locura enfermiza, yo tenía mucha envidia de mis pequeñas hermanas. –Se golpeó la cabeza. –Pero después de que ellas me perdonasen mi estúpido odio, aprendí a quererlas mucho, y después…

−Apareció Russel. –Afirmó Mukuro. Takamura asintió lentamente.

−Yo nunca quise causar más daño, pero me amenazó con lastimar a mis hermanas, fui muy egoísta, porque para cuidar de ellas quise sacrificar la vida de Tsunayoshi Cavallone.

−¿Por qué tenía poder sobre ti?

−Después de que compañía de la familia casi cae en la quiebra, me volví ayudante de Russell. Pero sólo en asuntos relacionados con la empresa, creí que podría reformar mi conducta irracional mejorando el mundo para mis hermanas ¡Qué tonto fui!

−Bien, ¿Le creen? –Byakuran consultó a sus compañeros. Hibari chasqueó la lengua y se fue de allí sin decir algo. –Un voto a favor. –El peli blanco se echó a reír. Miró a Mukuro.

−Tú eres mejor para identificar a la gente mentirosa. –El peli índigo se encogió de hombros. –Así que te creo a ti.

−Allí lo tienes, Takamura-kun. Tú padrastro intervino en tu favor por lo mismo ¿Verdad?

−Sí. Él tenía mucha fe puesta en mí. –Arrugó sus manos en frustrados puños de desesperación. –Y ahora… -Talló su ojo derecho.

−Ah, yo me encargaré de dar cuentas al coordinador. –Llegaba una ambulancia y varias patrullas. –Le explicaré que mi tío tendrá que hacer trabajos para la comunidad si desea seguir vivo. En cuanto a ti, puedes alegar la amenaza, aunque aplicará una causa de justificación, tal vez. No te aseguro que te vayas exento de castigo. 

−Me parece justo. Sumamente justo. –Agradeció con sus sollozos.

Todo acabó de esa manera. Los estudiantes, confundidos y ya no tan molestos regresaron a la Academia, Hibari se fue junto con Russell a la policía. Y Byakuran fue a que le atendieran inmediatamente.

Byakuran pidió que Mukuro se quedase con él en ese lugar.

−Qué bueno que ya se acabó ese asunto. –Mukuro se recostaba en la yerba. –Ahora tendrás toda tu concentración para firmar los papeles que dejaste pendientes.

−Err, mejor que liberen a Russell para que planee otra cosa. –Byakuran se puso encima de su pareja. –No quiero volver a esa aburrida oficina. Ah, y ahora que lo recuerdo… -Su cara sonriente se ensombreció por la maldad. –Juguemos a terminar lo del otro día.

−¿O sea, ayer? Ni siquiera han pasado dos días… un momento, metiste velocidad a terminar con lo de Takamura para que tú y yo… -Byakuran sonrió lujuriosamente y Mukuro tornó sus mejillas de un escandaloso carmín. –Eres un maldito depravado… -El peli blanco le tocó la entrepierna. –Ah. –Gimió por lo bajo. –Además, tú mano.

−¿Eso qué? Pensé que por salvar tu hermosa espalda tendrías las consideraciones sobre mi persona. –Hizo un puchero. El peli índigo respiró hondamente y accedió. Dio vuelta a las posiciones. –Oh, ¿Harás el trabajo por mí? –Preguntó juguetón. –Gracias. –Le besó en los labios. Mukuro se fue desprendiendo poco a poco de su chaqueta, desabrochando los botones de su camisa. Dejando maravillado a Byakuran del color perfecto de su piel. Sus pezones rozados.

El vicepresidente se sentía avergonzado, en aquel paraje desolado y verde, la luz del sol de la tarde pegándole en la espalda. Siendo mirado cada segundo por aquella mirada lasciva. Luego, comenzó a desvestirle a él. Pasando su lengua por el cuello de Byakuran. Tocando suavemente su pecho, mordiendo las tetillas recién descubiertas. Palpando su cintura.

El mayor jaló con sus dedos el cinturón de Mukuro. El dedo era frío, pero el corazón del peli índigo se encendió con locura, al saber que en pocos momentos podría pertenecer a Byakuran en la totalidad de su cuerpo. Tuvo un pequeño titubeo, que el peli blanco eliminó con un dulce beso.

−Pararemos, si deseas. –Le ofreció teniendo a Mukuro recostado en su pecho.

−No… -Susurró y se quitó el cinturón.

−Yo no deseo forzarte. –Repitió la opción.

−¿Tienes idea de cuánto tiempo esperé esto? –Pasó su mano por la cabellera de su novio.

−Más que yo. –Sonrió y le mordió suavemente el cuello. El cuerpo de Mukuro vibró. Su sistema nervioso lanzaba señales disparadas en todas direcciones.

Escasos momentos después los dos estaban desnudos sobre la yerba. El sol amenazaba con ocultarse y poco les importó. Rokudo fue dejando un camino de saliva sobre el ombligo de su amante, descendiendo poco a poco. Dejando que la punta se pasara con especial atención sobre la ropa interior de Byakuran. La fue bajando con sus perfectos dientes. Terminó por despertar la completa erección del presidente. Hundió su lengua en la punta de ese pene. Byakuran sintió un exquisito cosquilleo, pero era nada comparado con la delicia que fue sentir la boca absorbiendo su hombría por completo.

Y a tiempo que hacía eso, Mukuro se seducía a sí mismo. Sus respiraciones iban a la par de aceleradas. Las mejillas del peli índigo estaban rojas. Byakuran le exigió un apasionado beso. Intercalaron sus piernas, dejando que sus intimidades se tocasen delirantemente. Se movían al compás de una música oculta. El peli blanco agarró los dos penes, frotándolos con rapidez. Mukuro emitió gemidos pesados, y su pecho no paraba de subir y bajar alocado. El miedo se iba disipando al paso de cada caricia nueva. Byakuran lamió el labio inferior del menor, parecía que esa lengua podía cortar al rojo vivo cualquier cosa.

Suspiros enormes. Se perdían en el eco nocturno. Vibraciones, ricas sensaciones provenientes de sus vientres.

−Ah… Ah… -Primero acompasados gemidos, después desgarradoras canciones lujuriosas. -¡Ah! ¡Byakuran! Por favor… -Le mostró tres dedos y el peli blanco los metió en su boca. Llenándolos con su saliva. Pasando su lengua principalmente por el dedo medio. Mukuro gimoteó de nuevo.

Llevó sus propios dedos a su ano. Introdujo dos en un solo movimiento, estaba ardiendo en deseo por estar listo para Byakuran. Por lo mientras, el último seguía masturbando ambas hombrías con la mano sana. Sentía a su Mukuro sucumbir a las caricias. Sus gemidos iban en aumento, y los cantaba sobre el oído del peli blanco. Byakuran sentía que no podía aguantar mucho más. Lanzaba su aliento contra el cuello de Mukuro. Su corazón clamaba vida propia. Una danza demoniaca llena de pasión.

La intimidad de Byakuran punzaba al imaginarse dentro. No tuvo que esperar más, aunque la sola espera en sí era un infierno que lo abrazaba con llamas depravadas. Le atenazaba con fuerza cada uno de sus sentidos dejando sólo vivo el de querer satisfacerse a sí mismo. Dar pasión y recibirla era un intercambio que sólo los verdaderos amantes pueden dar a un costo módico. Se encadenaron sus almas al entrar poco a poco en la cavidad rosada de Mukuro.

Firmaron un pacto surrealista. Mukuro movió sus caderas, el dolor era mínimo al saberse victorioso con los jadeos de Byakuran saliendo de su boca. El duro miembro del peli blanco había entrado lentamente, apretujándolo con fuerza las paredes anales que estaban calientes. Las estocadas fueron motivos de jadeos constantes, de fibras exaltadas.

−Ah, Ah, Ah, AH, Ah… -Mukuro apoyaba ambas manos sobre el vientre de su novio. -¡Ah! ¡Ahh! ¡Mnnn! ¡Nnn! ¡Bya-Byakuran! –Ronroneaba cual animal en celo. Sus ojos lanzaban pequeñas lágrimas. De su boca escurría un hilillo de saliva. Seguía autopenetrándose rápidamente. Se alzaba y bajaba al gusto, y complacía dementemente a su dueño. -¡¡Ahh!! ¡Mmmnn! ¡Sí! –Bramaba.

−Mukuro… -Susurraba el nombre con lujuria. Su mano rodeó el pene del pasivo y lo masturbó.

−N-No… no podré con las dos cosas… -Masculló. Su corazón dio un golpe seco, tras otro y tras otro. -¡¡¡Nnmmmm!!! –Tocó la próstata. Y siguió así por minutos enteros. Su cuerpo se arqueaba y su garganta le ardía. Sus pulmones se rasgaban entre sí. El orgasmo llegó con fuerza loca. –Byakuran… -Su cabeza se hundía entre el cuello y cabello del peli blanco.


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