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Academia Namimori por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Si me hubiera despedido antes de declararme~~ no estaría como estoy~~  tanta amabilidad te lastimó? Incluso si llegases a odiarme estaría bien con esa relación~~  


 

 

Caso VI. Pensamientos Confusos En Hibari.

*Una semana después*

Hibari estaba en una banca, mirando el amplio cielo azul. Era clase libre y nadie se molestó en ir por él para perder el tiempo en otro lugar, aunque Mukuro si le había ofrecido trabajo para que no anduviese de vagabundo. Miró de reojo a la gente que pasaba, estudiantes enamorados iban tomados de la mano. Niños jugaban tranquilamente a tres metros lejos de él. El sol brillaba. Una sola nube cubrió el espectáculo de luz.

Sacó su celular. Lo abrió  y marcó unas teclas pero, antes de que comenzara a marcar, colgó. Ya habían pasado días desde que el problema de Takamura había acabado, y seguía sin hablarse con Dino.

Puso la mano para cubrirle la luz que ya salía entre la nube, respiró hondamente y se hundió en la banca. Así estuvo una hora más. Se saltó la clase siguiente y la siguiente.

Había pensado que Dino iría a buscarle a la jefatura de policía después de que atraparon a Russell, pero nunca apareció. Escuchaba comentarios acerca de la recuperación de su salud y de que el menor de los Cavallone estaba sano y salvo. Por el momento eso le fue suficiente, desgraciadamente fue efímera su tranquilidad, pues se vio solo toda la semana.

Relajado de no tener a Cavallone sobre él, como siempre hacía. Pero se sentía extraño. En su estómago tenía un hueco, y no era de hambre. Algo le dolía en el pecho y no era una estaca. Ya sabía a qué se debía su pena, pero no lo iba a decir en voz alta.

Aparecía Mukuro y Byakuran, tomados de la mano.

−Con que aquí estabas. –Habló el presidente. El moreno les miró de perfil y se levantó con ánimos de largarse.

−Espera, Hibari. –Le detuvo Mukuro. –Yo le dije que estabas aquí. –Hibari se molestó. –No lo hice con ese ánimo. –la gente se quedaba viendo a aquella pareja, Mukuro estaba centrado en hablar a su compañero y Byakuran, saludaba a los mirones, presumiendo a su premio… err, a su pareja. –Estás ausente en estos últimos tiempos, créeme que a Byakuran le tiene sin cuidado, pero tienes trabajo, y yo no pienso suplirte.

−Tsk, dejen de molestar. –Les miró asesinamente.

−Oye, Hibari-kun, ¿Ya viste a Tsunayoshi-kun? –El peli negro brincó. –Parece que no. –Rió. –Te está buscando con más ahínco que nosotros. Talves deberías, por lo menos, contestarle de algún modo su gentileza, sigue preocupado por lo que te ocurrió el otro día por salvarlo. –El moreno no dijo nada, se dio la vuelta y comenzó a caminar, pero después desapareció corriendo.

−Buen trabajo, presidente. Bueno, supongo.

−¿Cómo que supones? –Le jaló del mentón. –Listo, cubrí mi parte del trato, fui gentil con Hibari-kun, ahora… -Le mordió el lóbulo de la oreja izquierda. -¿Te gustaría regresar a aquel confortable sillón de cuero donde acabamos de hacer cosas lindas?

−Este… -Mukuro miró a otro lado.

Mientras tanto, Hibari llegaba a la sección del kínder, con agitación de pecho ligera, había recorrido una larga distancia. Los pequeños niños estaban recogiendo sus cosas, tocaba clase de piano.

Más de un niño se quedó extrañado con el recién llegado.

−Tsu… Tsunayoshi Cavallone, ¿Dónde está? –En eso apareció un profesor con lentes y canas.

−¿Puedo ayudarle, joven? –preguntó el ancianito.

−Ya dije a lo que vine. ¿Dónde está? –Repitió tratando de mantenerse calmado. En eso, detrás del dulce ancianito aparecía el pequeño castaño. De inmediato se le iluminó la cara al menor de los Cavallone.

−¡Hibari-san! –El niño se apresuró y le tomó de la mano. –Profesor, él es amigo de mi hermano.

−Ah, ya veo. Entonces, puedes hablar un rato con él.

−Yo me encargaré de llevarlo a su próxima clase. –Dijo Hibari caminando con el niño a su lado. Tsuna hizo una reverencia al profesor y se perdieron en algún pasillo. Estando solos, Hibari se hincó ante el castaño, respiró hondamente y le miro serio.

−¡Qué alegría que estés bien! –Decía realmente reconfortado. Comenzando a tallarse su ojito derecho con ternura, pues alguna lágrima deseaba salir. –Pensé que por mi culpa…-El moreno sacó un pañuelo sin prestar atención especial. El castaño lo tomó y le sonrió. Pero al examinar aquel trozo de tela. –Esto me recuerda a mi hermano. –Dijo algo sorprendido, y de paso sorprendiendo a Hibari. -¡Sip! Tiene sus insignias en la esquina.

−¿Ese estúpido caballo se atrevió a ponerle esa ridiculez?

−Pe-pero es linda…

−Tienes razón  –Cambió su común opinión para evitar que Tsuna llorase. –Ya que me viste, no necesitas preocuparte de más.

−Si… -Dijo en medio de una sonrisa que al segundo siguiente se volvió triste.

−¿Ocurre algo?

−Oye, Hibari-san. –Arrugó en sus manitas el sedoso trapo. -¿Te enojaste con mi hermano? –Preguntó sin maldad. Hibari sabía que al ver a Tsuna, la pregunta era inevitable, pero aun así no pudo poner una mueca de disgusto. –Cre-Creo que sí. –Dijo con pesar. Se apresuró y le jaló de la muñeca. –Hibari-san, por favor, perdona a mi hermano. –Imploró desesperado. -¡Él es bueno! ¡De seguro no sabe cómo pedirte disculpas!

−No. –Contestó de tajo. Creando una desesperante frustración en el menor. –Es que el que debe disculparse talves no sea el estúpido de tu hermano. –Puso su mano sobre la cabeza castaña. –Será mejor que te acompañe a tu próxima clase.

Y así lo hizo. Lo llevó hasta donde debía ir. Pero antes de que Hibari desapareciese de nuevo…

−¡Hibari-san! No sé qué pase de malo… –Le decía con los puñitos cerrados y con la mirada llena de determinación. -¡Pero mi hermano te quiere mucho! Debes ir a verlo.

−¿Para qué? –Tsuna frunció los labios.

−No te lo había dicho… -Tsuna sentía que estaba traicionando a su hermano mayor, pero desde hace una semana que veía a Dino en deplorable estado y tal vez Hibari tenía que ver con una decisión atroz, una que estaba a punto de confesar. –Mi hermano regresa a Italia. –Hibari se esfumo.

*Mansión Cavallone*

−¿Todo listo, Romario?

−Sí, aunque no sé porque espero hacer este viaje hasta apenas este día. –Decía el fiel acompañante del rubio colocando una maleta en la parte trasera del automóvil de color negro.

−¿Tal vez porque realmente no quiero ir a Italia? –Le dijo enarcando una ceja.

−De acuerdo, de acuerdo. Pero dejar a Tsunayoshi-sama solo es algo que un hermano mayor debería pagar con la horca.

−Me comienzas a recordar a cierta persona… -Murmuró melancólico mientras Romario le abría la puerta del auto.

−¿Una persona que le mordería hasta la muerte? –Dino agachó la mirada y apretó el filo de la puerta.

−Exacto. –Y de adentró. Romario cerró la puerta y dio la vuelta para poder pasar al asiento del chofer. Pero antes de que lo hiciera, el auto salió despedido en dirección hacia el frente.

−¡¡Waaa!! ¡Romario, ve más despacio! –Gritaba el rubio sujetándose de algún borde. El auto dio vuelta a la izquierda como demente, y rompió uno de los enormes portones. -¡¡¡¡Waaaa!!!! ¡Voy a morir!

Dino no veía nada, había un vidrio polimerizado que le impedía saber qué cara tenía Romario. ¿Una demente? ¿Drogada? ¿O es que acaso…alguien más manejaba el auto?

−¡No es Romario! –Gritó. Pero ahora que sabía que no era él, se calmó, se puso en una de las orillas y se puso el cinturón de seguridad. –Sea quien sea que me esté jugando esta maldita broma, me las pagará.

Mientras, en la mansión.

−¡Jefe! –Romario corría hacia la cochera de la familia y ordenaba por teléfono que todos salieran en persecución del auto del amo. En ello, Hibari llegó con el aliento entrecortado. -¡Hibari-sama! –Le explicó en un par de palabras, el oji plata abría los ojos sin medida, entró junto con Romario.

−Te morderé hasta la muerte por cometer semejante descuido. – Amenazó con mirada colérica y sin pedirle permiso, se llevó una motocicleta y desapareció ante el arrinconado Romario.

−¡Pe-pero si yo no tengo la culpa de que haya llegado _______-Sama!

¿Quién se llevaba a Dino? ¿Logrará Hibari rescatar al atolondrado de su…exnovio? ¿Tsuna dejará de ser tan lindo? ¿Byakuran soltará a Mukuro algún minuto?

*Voz de Byakuran* Realmente lo dudo. Sigue en sintonía… Lector-chan

*Fin de la transmisión*

Notas finales:




 


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