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Dieciocho por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Me tardé :P Bien, esto va dedicado a Sadaharu <3 
Hoy Hibari toma la fotografía...
Okumura Incest. 
Los personajes de Ao No Exorcist pertenecen a su respectivo autor. 

 

Capítulo V. Quinto Cuento.

Abrió los ojos porque tenía hambre, había olvidado el asunto de ir a desayunar por escuchar otro cuento por parte de su “reo”. Cuando recordó lo sucedido se talló los ojos con pereza, miró a todos lados y Dino no estaba.

Con gesto malhumorado se levantó, escuchó el canturreo de Hibird que bailoteaba sobre en mueblecito donde se encontraba la antigua fotografía que Cavallone no quiso que viera.

Movido por una curiosidad verdadera fue hasta allí; sí el cuentacuentos lo había abandonado en esa mentada habitación por lo menos se iba a quitar un par de dudas, sabía que Dino había llegado sin ninguna cosa en manos, salvo esa imagen…

Hibari, Hibari

−Ya voy –murmuró con su vocecita baja. El príncipe pensó que su ave le llamaba para que se apresurase pero no fue así, cuando tomó la fotografía se dio cuenta de que…

Hibari, Hibari está, está –el piquito de la avecilla se había colocado con insistencia en la cara que pertenecía a uno de los sujetos de la imagen.

−¿Qué rayos es esto?

+Minutos después+

−Su majestad, como no despertaba le traje… el… -un alegre cuentacuentos arribaba a la habitación, desgraciadamente el gesto le duró lo mismo que un parpadeo, no había nadie, y en el suelo se encontraba la posible razón de eso.

La fotografía estaba partida a la mitad…

+Lejos de allí+

Hibari permanecía cerca del agua. Respiraba profundamente, la carrera le había gastado parte de su energía, y sin haber tenido comida para abastecerse ahora solo le quedaba descansar. La llanura era peligrosa, la distancia recorrida era épica, a través de los espesos árboles se lograba ver la punta más alta del castillo; se acercaba cada vez más al Río Servec.

Ese era su destino.

+El castillo+

−¡¡¿Qué rayos le hiciste a nuestro Rey?!! –los soldados habían tomado medidas en el asunto.

Habían confiado estúpidamente en aquel desconocido y ahora estaban pagando las consecuencias de su error.

−¡Déjenme salir a buscarlo! –gritaba Dino siendo sostenido por cinco sujetos fortachones.

−¡Enciérrenlo! Debemos salir en busca del Rey Hibari –se ordenó.

Dino sentía que se acababa algo; algo sumamente importante. No podía creer algo así, ¡Todo por su negligencia! Se gritaba a sí mismo la necesidad de encontrar al Rey.

No sabía de razones; nadie las sabía.

¿Acababa todo el intento por salvar Rivacio?

No.

Claro que no.

−Sí no me dejan ir, yo me iré por la fuerza –el tono de voz en Dino cambió de ser suplicante en uno de clara ira. Sus ojos ensombrecían por la seriedad adquirida y en menos de un segundo quedó libre, no por medios pacíficos, golpeó a todo al que se le puso en frente.

Su pantalón negro tenía que cooperar para las tremendas piruetas que se disponía a hacer; no conocía el castillo, pero iba a encontrar la salida, sin importar nada.

El sol caminaba en lo alto.

Las blancas paredes junto con las marmoleadas columnas eran repetitivas. Múltiples puertas de diferente tallado; Dino siguió hacia el frente.

Más guardias.

−¡¡¡Deténgalo!!!

−Tsk –masculló cosas inentendibles acorde a la naturaleza de alguien casi capturado.

Quince soldados formaron un semicírculo y perfilaban lanzas contra el desarmado.

−¡Ja! –se echó a reír en un modo que jamás se le había visto –. Ni siquiera con eso podrán conmigo –murmuró agazapándose.

Los contrincantes chocaron.

−¡Los veo en la noche, chicos! –les dijo brincando sobre varios, noqueando y pateando a los que realmente le ofrecían un buen estorbo; el cuentacuentos en modo Ninja se despidió afectuosamente con un ademán y se lanzó al vacío cuando se encontró acorralado contra el balcón.

−¡Ese maldito! –farfulló un guardia de cabellos negros –¡Tráiganlo de inmediato!

−Pero… -intervino uno –. Se dirige al Bosque De Lidia –y todos guardaron silencio, incluso los que iban en pos de Dino se detuvieron en Seco.

−Ese perro sabe dónde está el Rey Hibari –aseguró -¡¿Cuál es el deber de la Guardia Real?!

−¡¡Proteger al Amo Hibari!! –respondió el centenar dispuesto a marchar a una muerte segura.

+El Bosque de Lidia+

“Oh, Vaya, Vaya, tendré visitas…”

“Unas muy deliciosas Visitas”

Una antigua bruja mora en las lianas de la extraña vegetación.

El único destino que tenía el sendero tomado por el cuentacuentos era ese tenebroso Bosque donde ningún valiente se atrevía a entrar. Todos le temían al poderoso y desconocido ente; incluso el antiguo Rey de Rivacio tomó sus precauciones, desvió el curso del Titán Servec (El río) para crear una división natural entre Rivacio y El Bosque.

+Horas más tarde+

Dino tenía el aliento entrecortado. La espesa obstaculización verde le sacó canas por el esfuerzo.

Se detuvo a secarse el sudor.

Ya estaba cerca. Recuperando el aplomo se echó a correr. Viró la vista ligeramente hacia atrás. Su camiseta color azul estaba empapada.

−Esos idiotas –dijo refiriéndose a los soldados que casi le pisaban los talones –. Tendré que pensar algo para evitar que lleguen allá –lo dijo más para bien ajeno que propio.

Cuando logró tocar la orilla, varias embarcaciones estaban atadas al único muelle.

El cuentacuentos se apresuró y de una fuerte patada, con el cuidado debido, hizo enormes huecos en todas las barcas, excepto en una. Nadie se atrevería a cruzar al Titán nadando, y se necesitaba de una pericia concebida desde nacimiento para poder surcar las tenebrosas aguas que nunca recibían bien a los desconocidos.

El omnipotente Servec aún guardaba rencor.

Cuando la Guardia Real llegó para abordar los transportes se llevaron un gran fiasco al ver que el cuentacuentos ya iba a la mitad del recorrido.

Cavallone necesitó de toda su fuerza para poder mover la barca a sus órdenes. Las aguas deseaban arrastrarlo para asesinarlo.

−¡Está loco! –gritó uno.

Por poco vira contra el espejo malévolo.

La madera empezaba a crujir por el sobreesfuerzo.

Dino se terminó lanzando cuando tuvo la tierra lo más cerca posible.

Incluso algunos soldados respiraron tranquilos.

−¡No se queden quietos! ¡Derrumben esos árboles! ¡Traigan cuerdas! ¡Sino podemos cruzar por agua levantaremos un estúpido puente ahora mismo!

 ++++{Quinto cuento}++++

 

+Bosque de Lidia+

Hacía honor a su nombre.

Dino sabía la historia. Y se preguntó si el Rey Hibari la conocía; siguió enfocado en encontrarlo.

 “Hace mucho tiempo; Cuando Rivacio era Digno Soberano del Mundo Medio, se contaba que tenía una zona de especial cuidado donde no se debía salir a pasear.

“En aquel tiempo le llamaban “El Bosque”

“Existían dos niños. Gemelos por concepción divina. La madre amaba la naturaleza como a sus hijos. Había llegado a vivir a ese peligroso lugar en contra de las ovaciones del pueblo, pero ella alegó la supremacía de la madre Tierra sobre la civilización; ella no quería que sus bellas e inocentes criaturas crecieran en el ambiente lleno de corrupción que siempre terminan creando los humanos.

“Con la determinación que caracteriza a una madre dedicada a su trabajo, creó una casita lo suficientemente completa para su familia de tres.

“Les enseñó, tanto como a Rin (El mayor) como a Yuki (El menor), a respetar hasta la más mísera criatura del bosque, desde la peña hoja hasta al enorme arce.

“Suerte fue que crecieron llenos de amor y con límites claramente dibujados en las noches cerca de la fogata.

“El mayor, por mero trámite, Rin, el patoso y tierno, sus ojitos centellaban siempre alegres con un tono azul celeste que hacían un buen juego con sus cabellos negros.

“En tanto que Yuki era de gesto más tranquilo. Tenía tres curiosos lunares en su mejilla y siempre era el que terminaba cuidando a Rin.

Dino detuvo sus cavilaciones al escuchar claramente el revoloteo de un ave cuyo sonido ya había memorizado.

Hibari, Hibari, perdido

Claro que no, será mejor que te calles –jaló de la patita derecha al pobre Hibird para sostenerlo en su mano derecha. El cuentacuentos se lanzó inmediatamente sobre el príncipe –¡Aléjate! ¡Aléjate! –un enorme pánico proveniente de oscura fuente abarcó el gesto integro del monarca.

Más el rubio no se apartó. Lo abrazó tan fuerte que casi le quita el aire. Inhaló con fuerza el tierno olor de los cabellos negros, importándole muy poco que el otro casi muriese por su euforia.

−Te encontré –suspiró con vehemencia.

−Pe-Pesas… -logró mascullar juntando toda la fuerza de Rey que había en él –Quí-Quítate.

−No –respondió con sin moverse un ápice. Pero tuvo que recordar el lugar donde se encontraban tan calmados –¡¿Tienes idea de dónde rayos estás?!

Eso fue suficiente para Hibari le diera un golpe en el costado a Dino.

−Ay, Ay, Ay, Ay –se quitó y empezó a dar vueltas sobre el piso cubriéndose el estomago con ambas manos.

−Eres realmente un pesado ¿Cómo osas hablarme en ese tono? Maldito plebeyo… -se ajustó la chaqueta negra y se dio media vuelta, dispuesto a dejar al insulso cuentacuentos allí.

Cavallone se levantó de sopetón y fue a detenerle el paso.

−No sabe ni siquiera dónde está –le dijo recordando su posición de sirviente con suma tristeza.

−Me dirijo al Corazón de este embrujado Bosque ¿te parece que si sé ahora? –usó su hombro para chocarlo con el antebrazo del mayor en enorme signo despectivo.

−Vamos a volver –se vio obligado a usar una voz distinta que a Hibari le causó un calofrío mudo que le detuvo completamente –. Todos en el Castillo están preocupados por usted –expuso el argumento pensando que eso bastaría.

−No voy a regresar hasta que venga a arreglar un asunto…

−¡¿Qué puede ser más importante que mantenerse a salvo?! –fue a tomarle del brazo –¡¿No entiende lo máximo en prioridades que para toda su gente es usted?! ¡Por lo menos esta vez escúcheme y deje de ser tan negligente!

−¿De nuevo poniéndote a mi altura? –inquirió enarcando una ceja –¿Qué haré contigo? –dijo inexpresivamente –. Apártate sino quieres que te mande a la horca –no quiso seguir viéndole.

−¡¿Fue por la fotografía?!

El brusco movimiento de sorpresa concedió la razón.

−¡Sobre eso…!

−¡No quiero hablar sobre ello!

Y entonces un ventarrón les interrumpió.

−¡Hacen demasiado escándalo! –les gritoneó una sensual voz.

−¿Qué? –preguntó Hibari, enfurruñado de que todos el día se mantuvieran contra su investidura –. ¡Más te vale que aparezcas! ¡Estúpido Hechicero! ¡He venido por ti!

−¿Eh? –Dino parpadeó varias veces, sosteniendo sobreprotectoramente al rey entre sus brazos. La poderosa ráfaga se transformó en una brisa deliciosa, y en frente de ambos visitantes apareció un hombre…

Kufufufu, Bienvenido, su Alteza –le reverenció hasta hincarse en el piso, poniendo sola una rodilla para ello, y poniendo su mano diestra sobre el corazón –. Bienvenidos sean, he estado esperándolos toda la mañana –les dijo afable el hermoso mago. Cabellos largos y de color índigo…

−¿Quién eres? –preguntó el cuentacuentos a la defensiva, frunciendo el ceño ¿Y cómo era que el Rey había venido a buscar a ese tipo?

El Rey del Bosque de Lidia, me he presentado con la motivación de llevarlos a mi humilde casa, que pertenece al Rey, por supuesto –respondió en medio de una sonrisita. Poseía una gabardina negra y camisa blanca –. Y mi verdadero deseo es… contarles una historia –miró amenazadoramente al cuentacuentos –. ¿Qué me dice, su Alteza?

+Minutos después+

El hechicero caminaba frente al Rey y al cuentacuentos, que no despegaba la mirada del moreno, talves todo era una vil trampa, pero Hibari se había mostrado tan poco receloso al respecto que aceptó la invitación del peli índigo sin esperar un segundo siquiera.

Llegaron a una cabaña, una demasiado simple como para parecer la morada de un Demonio como lo era el Hechicero.

Les invitó a pasar, y descubrieron que el aspecto era el de una cueva bien hecha, se encontraba encajada a un enorme árbol llamado “Amate”, que significa “Dónde nace el agua”, normalmente ese tipo de árboles se daban cerca de ríos o manantiales, aquí, no se rompía la regla, un hermoso lago que desembocaba metros después en Servec alimentaba al edificio natural de hojas verdes y tronco amarillento.

Ardía el fuego del hogar, y las enormes pilas de libros encogieron el corazón del cuentacuentos.

−Hey, no te atrevas a tocarlos –le llamó la atención, el hechicero. Dino remilgó y se fue acercando a Su Alteza que había tomado asiento frente a la chimenea.

−Empieza ya, tonto herbívoro –masculló Hibari arranándose en su lugar, dejando que el rubio se postrase cerca de sus pies.

−Como ordene, su majestad –le reverenció con una sonrisa sínica; Dino frunció los labios. Se sentía desplazado –. No se debería sorprender de haber llegado aquí a salvo –comenzó a decir tomando un lugar en un mullido sillón de color rojo –, la bella Lidia no cometería ningún acto contra el Soberano de Rivacio.

“La Madre tenía especial razón en haber huido de la espantosa sociedad. Temía que se criaran en un ambiente de terror, tal y como ella había vivido mucho antes de llegar a las tranquilas tierras de este valle, empero, la necesidad de apartarse no se vio menguada por la bondad de las personas de la Montaña Madre, y por ende, se refugió en este Bosque.

“Cuando los pequeños Rin y Yuki, cuyo verdadero nombre era Yukio, llegaron a la niñez, la curiosidad por conocer más humanos se fue haciendo cada vez más molesta, al punto de desobedecer a su madre una noche…

“El niño de ojos azules, Rin, estaba realmente emocionado, había escondido por varios meses una improvisada barca donde podrían caber su hermano menor y él para poder cruzar el río. En gran medida, el joven Rin era más emprendedor y aventurero que su menor, aún así, se seguían por todos lados y esta no iba a ser la excepción. Con el miedo que caracteriza a un niño prudente, se dignaron a desafiar al Titán, cuyas aguas, extrañamente, se portaron benevolentes y ejercieron menos presión de la normal contra desconocidos, talves desde allí se sabía el origen de Rin Okumura.

−¿Okumura? –interrumpió el príncipe.

−Oya, ¿Su cuentacuentos no se lo había contado ya? –se burló y aplaudió una vez en signo de alarde –, los Okumura descienden de antiguos lazos demoniacos –miró al moreno –, así es, esos gemelos eran Hijos de un demonio y de una Mujer Mortal, aquí el punto interesante –desplegó sus dientes blancos –, es que… el mismo Lucifer preñó a esa mujer. Uno de sus herederos mostró más habilidad que el otro en Artes Desconocidas.

“Cuando arribaron a la otra orilla, y se supieron en un habitad desconocido, comenzaron a lamentarse.

“Desgraciadamente, eso solo era el principio de un infortunio que marcaría la Senda de esos dos de una manera demasiado Cruda.

----{Quinto Cuento}----

Versión Relatada Por El Rey de Lidia.

“Se encontraron en pleno festival de Verano, así que podrán imaginarse el estado de tremenda agitación que se vivió en Rivacio; el festejo llega a durar una semana si la cosecha es buena, y en ese lustro se llevaban cuatro ciclos dignos de alabárselos a Dios. Los hijos de Luzbel acudieron animadamente, encontrándose con las miradas recelosas de los aldeanos comunes, pues como es cuestión de etnias, todos los pobladores de esta tierra verde son de facciones morenas –miró al príncipe, mirando especialmente su cabello –, y son muy raros los casos –miró a Dino –, en los que nacen bebés con características diferentes –se echó a reír.

“−¿qué hacen aquí? –les preguntó un anciano de cabellos escasos –, ustedes no son de esta Montaña.

“−Venimos a conocerlos –respondió la tierna vocecita del hijo mayor, sosteniendo fervientemente la mano de Yukio –, nuestra madre no quería que saliéramos, ¿verdad, Yuki?

“−Si –respondió nerviosamente –, mucho gusto… -extendió la mano pero el hombre de avanzada edad se la negó.

“−Será mejor que se vayan antes de que los demás noten su presencia –dijo dándose la vuelta y dejando a los niños cerca de un puesto de peces.

“−¿A qué se refería con eso, hermano? –inquirió Yukio, mirando con ansiedad a Rin.

“−No lo sé, talves piense que romperemos algo –respondió inocentemente y siguieron su andanza, no tardaron mucho antes de encontrarse con un niño de su edad –¡Se nuestro amigo!

“−¡Yo no seré amigo de ojos-raros! –gritó el mocoso alejándose de los gemelos no sin antes lanzarles algunas bolas de lodo en la cara. Rin protegió a Yukio, y éste ayudó a limpiar.

“−Qui-Quiero irme de aquí, hermano –casi imploró –, no me gusta este lugar.

“−A mí tampoco, la gente es mala –aceptó al final; iban cuesta abajo, ignorando la llamada de atención que provocaban, hasta que alguien entre la maleza de humanos les dijo Hijos de la Bruja, Rin enloqueció.

“Se enteraron que Lidia, la madre de ellos, no había marchado de Rivacio por decisión propia, era todo lo contrario, fue expulsada por estar embarazada de un ente maligno. La condenaron a vivir en el exilio del Bosque, lejos de toda posible compañía.

“Los aldeanos creyeron que la mujer había desobedeció el castigo y regresado por ende para presumir a los engendros de su traición a la humanidad.

“Atraparon a los gemelos.

“No duden las cosas que ocurrieron.

“Por medios “milagrosos” lograron escapar; a traspiés pudieron retomar el camino hacia su añorada casa. Rin estaba hecho un demonio en el sentido propio de la palabra, sus ropas estaban manchadas de sangre y mantuvo impecable a Yukio, subieron a la barca, pero mientras surcaban las negras aguas, se dieron cuenta de que por arriba de sus cabezas se malograba una densa humacera, como filosas lenguas acariciaban el velo de la madrugada, y chillidos ensordecedores carcomieron sus oídos.

“Al tocar puerto habían varias barcas en la arena.

“Seres que alguna vez fueron llamados humanos tomaron la iniciativa de destruir todo lo que tuviera que ver con esa familia. Quemaron el Bosque, y la Casa con La Madre adentro.

“Rin no tuvo más alternativa que… asesinar. Se afianzó de su ira descomunal, arrancó brazos, destrozó cabezas, devoró viseras, todo ante los atónitos ojos de su hermano menor que temía por él, y únicamente por él. Habían perdido todo por un simple error de niñato. El río celebró su victoria comiéndose a los que lograban escapar de la mano de Rin, que en aquel tiempo sólo tenía siete años.

“Fue entonces que se decidió nunca más cruzar la frontera, la historia dejó sin padres, sin hermanos y sin hijos a muchas familias de Rivacio, todo por su escepticismo, por su ignorancia, ni siquiera habían sentido vergüenza al torturar a dos sujetos que ni eran capaces de defenderse por si mismos. Que no sabían odiar hasta esa trágica noche.

“Al tomar la mayoría de edad, Yukio asumió un papel mucho más importante.

“−He venido para darte de comer, hermano –el hermano menor llegaba al fondo de una cueva, una lejos de aquí; desde el Incidente Carnicería Humana, el mayor de los Okumura  fue encerrado pro sí mismo, es decir, decidió mantenerse alejado de todos, incluyendo de su amado hermano menor en un lugar lo bastante lejos del rio como para evitar sus sueños genocidas.

“El moreno de ojos azules permanecía encadenado a la pared y no le veía. Un aire sombrío le cubría la frente.

“−¿Te casarás? –preguntó Rin en apenas un murmuro.

“−…Sheimei será buena esposa –respondió –, pide verte, pero yo se lo he negado.

“−¿Por qué ese ahínco? Seremos cuñados dentro de poco, casi, hermanos –lanzó una risita amarga y se recargó a la pared –, siempre te tuve tan cerca, Yukio –miró sus manos a través del filo de unas llamas azules que nacían en su cabeza –, lamento tener que dejarte tan solo, Yuki –le pidió perdón a su manera –, el que debería ser tu esposa… -se le hizo un nudo en la garganta.

“El de ojos verdes no aguantó su pena y se arrodilló ante Rin para abrazarle.

“−Oh, Rin, yo sólo puedo amarte a ti, no quiero decirte adiós. Se me rompe el alma –le besó los cabellos negros, tan parecidos a los suyos.

“−Debes hacerlo; tu naciste normal, soy yo el que debo cargar con esta maldición –a sus espaldas se movía una cinta en forma de cola negra –, La Montaña ha cambiado a como era hace doce años, serás bienvenido si nunca mencionas tu apellido, serás adoptado por la familia de esa niña, y eso está muy bien –sus manos esposadas intentaron acariciar a su hermano –, pero, ¿te puedo pedir una última cosa?

“−Lo que quieras –suspiró a la oreja de Rin –. Hoy haré lo que pidas.

“−Tómame esta noche, pero libera mis manos, hoy también quiero tocarte…

“Horas más tarde, ambos yacían desnudos, contra el pétreo y frío suelo, se dedicaron palabras de amor, mezcladas con sudor y sangre. Pecaron de entregados, el acto les llevó mucho más lejos de lo que se esperaba.

“−Rin… -el hermano menor besó la frente del ojiazul –, perdóname, pero te amo demasiado… ya no puedo dar marcha atrás, sería cobarde de mi parte dejar que tu solo sufrieras la condena que te ata a este lugar.

“−Déjame en esta Tierra, ve y dile al que algún día será Rey de Rivacio que desvíe a Servec; el río se enojará y no permitirá que nadie cruce, los humanos de esa Aldea, los que atentaron contra nosotros, ya no existen, puedes vivir en paz, entiéndelo y obedece.

“−Sigues sintiéndote superior, hermano –se burló –. Podré casarme e irme de esa hoguera –le tocó el pecho descubierto y le mordió las tetillas –, pero nada en aquel mundo civilizado puede darme lo que tanto deseo.

“−¿Ah, no?

“−Quiero perder todas las noches tras el velo de las estrellas contigo. Cumpliré la misión, Servec será la frontera que nos divida del mundo, pero, he de pedírtelo, no me ordenes dejarte.

Hibari se levantó del sillón y fue a mirar la fogata.

−¿Qué ocurrió después? –preguntó viendo como las brazas se reacomodaban y lanzabas ligeros chasquidos entre la leña.

−Tuvieron Un Hijo. Y lo mantuvieron aquí –terminó de decir mirando fijamente al príncipe –, ya debe saber qué papel juego yo aquí.

−¿Por eso tuviste que venir a la habitación esta mañana? –inquirió Hibari plantándose frente al Hechicero.

−Así es.

−¿Qué? –Dino se incorporó y quiso moler a golpes al de cabellos azules – ¿Cómo es que entraste al Castillo? –ardía en rabia, ahora resulta, no solo le querían quitar el trabajo, también le querían quitar a… a… ¿A quién?

−Todas las veces en que este distinguido soldado le contaba los cuentos, yo lo escuchaba desde aquí, y sabía que algún día llegaría a hablar sobre Mi Familia, pero realmente dudaba que le diera la verdad –casi asesina con la mirada a Dino.

−Ese fue un capítulo oscuro en la vida del Valle –alegó Dino –, todos se arrepintieron y forzaron a contar la leyenda con más respeto del que se pueda imaginar.

−Pero el respeto y el temor no van ligados –refutó el príncipe –, esperen, escucho pasos.

−Oya, es que vienen a buscarle, y vienen por la cabeza de este sujeto que osó en raptarle.

−El no hizo tal cosa, vine aquí porque tu rompiste la fotografía, que no te pertenecía, antes de que yo pudiera verla.

−¿Eh?

Un leve conteo mental: 3… 2… 1.

−¡¡¡¿No has visto la imagen?!!! –Dino casi pierde la voz por aquello, el Rey de Lidia golpeó al cuentacuentos, o casi lo logra, porque ambos adultos quedaron comiéndose, negativamente (XD), con la mirada.

−¡Imbécil! ¡Anda, grita más fuerte y diles donde estamos!

−¡¿Qué no piensas ahuyentarlos con un par de malabares?!

−¡Tu trajiste aquí a toda esa horda de soldados! Yo lo único que quería es que el Rey supiera la verdad, por eso debía atraerle aquí, y la forma factible que encontré fue destruyendo algo que a el le importara.

Ambos se habrían asesinado sino hubiera intervenido la manzana de la discordia.

−¿Por qué le importaría algo mío a su alteza? –quiso saber el rubio. El rey brincó por ello y viró la vista.

−Cuando llegaste al Casillo, lo hiciste sin ninguna pertenencia, creí que esa cosa iba a ser relevante para ti, y cuando este herbívoro llegó… -se explicó –, ahora lo que importa es decirles a los papanatas de mis sirvientes que se larguen de aquí. Corren peligro, el Bosque se los tragará, aún no han sanado las heridas que mi pueblo le hizo –habló como un verdadero monarca –. Me encargaré de redimir ese error, por haberme contado la verdad, Mukuro.

−Qué lindo detalle, su alteza –contestó el aludido inclinando la cabeza –, considéreme bajo sus servicios, regresemos el tiempo del reloj, y seamos buenos amigos, ¿le parece? –miró de perfil al cuentacuentos.

−Oh, vaya –soltó Cavallone con obvio sarcasmo –, tanta hipocresía me recuerda una historia.

Mukuro resopló.

−¿Cuál? Responde, cuentacuentos.

−Una donde un asesino resultó ser el amante de un detective, no le sorprendería que la araña terminara devorando al inocente que cayó en su red –masculló.

−Pero esta araña es buena –se burló –, además –pasó su mano diestra por los cabellos negros –, la víctima es demasiado deliciosa como para comerla en una sola sesión. ¿Qué le parece, señor cuentacuentos, una banquete para dos?

Así empezó la rivalidad entre esos dos.

 

(N: El séptimo cuento cambiará)

 

Notas finales:

¿Qué? *finge demencia* Una Sebi sin Mukuro deja de ser Sebi... bueno, el cuento está completo, y salió mucho más largo que los otros xD, espero les haya gustado uwu; el siguiente será ItaNaruIta, dedicado a mi beta-reader. 


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