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Academia Namimori por Vampire White Du Schiffer

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Capítulo XIII.

Candor y ligera molestia. Sabor a carne y sabor a sangre. El sudor recorriendo las pieles. Bramidos varoniles de bocas extenuadas por los cortantes besos cuales veloces y certeras dagas color rosado. Simulando ser cariñosos cuando en realidad se molían a golpes en el mismo sillón desde hace media hora. El cuerpo lastimado de Mukuro era aun así tan delicioso que Byakuran se sentía dichoso al dar cada penetración bestial.

El de cabellos azules se aferraba al cuello de su domador. Entregándose sin más problemas. Las discusiones entre estos dos siempre iban a terminar así, nada que cause sorpresa o desánimo. Los amantes decían palabras sucias a los oídos ajenos y luego recargaban los pechos entre sí para experimentar la delicia del roce de pezones. Para tocar mortalmente el latido de cada corazón. También las pupilas ardían, estaban en modo de ataque y al mismo tiempo jugaban a descubrir nuevas cosas. Había puntos ya color morado y otros apenas sí eran rojos.

La noche iba a pintar larga sí se continuaba de esta manera. Entrando a la faceta de ir a la cama, Byakuran cargó a Mukuro; Mukuro cruzó la barrera sin miedo, se posó sobre las caderas del activo y penetró el ano propio con garrafal fuerza, emitiendo aplaudibles gemidos de placer.

Lo amaba demasiado como para odiarlo tan fácil. Además la treta había funcionado, no había por qué preocuparse, Mukuro cumplió con su misión altruista. Fin de la historia, ahora se merecía una recompensa. Ser sometido por el dueño de su corazón.

—Mukuro-kun sigue siendo un niño malo –regañó tocando los muslos tersos. Las heridas del combate en casa de Lal Mirch tenían una semana de cerradas, faltaba una recuperación psicológica, pero, qué más daba, era Mukuro de quien se hablaba. Nada podía causarle verdadero daño, ni siquiera los celos enfermizos de Gesso. Los provocó a propósito. Era esa clase de víctima propiciatoria.

Recordó con afán de burla aquella cátedra. Buscar con maldad un mal más grande que el propio. Ganando una infinita sátira de lo que es lógico en el mundo. Sólo tenía una cosa bien segura. Amaba a Byakuran con locura, precisamente porque éste estaba loco. Allí radicaba la enfermedad.

—Cállate –soltó en un arrebatador suspiro mientras el albino le daba la vuelta para encajarlo en la bien dotada virilidad y pegarlo a las sábanas susurrantes –. Date prisa –ordenó moviendo las caderas, dejando su vientre y hombría expuestos para ser acariciados con benevolencia hipócrita.

Gesso tenía su propia forma de pedir disculpas. No se arrepentía de dejar ir a Mukuro, de cualquier forma lo iba a recuperar, cuando Byakuran marca algo como propiedad suya nada en el universo basto le detendría de obtenerlo una y otra vez bajo medidas que a veces pecaban de estúpidas y escandalosas. Asimismo, no tenía remordimiento por lastimar a Rokudo. Era sádico, nada más. Con pedir perdón mudamente era para hacerle ver al pasivo que debía precisamente perdonarlo por no atenderlo en la cama todo este tiempo. Mukuro estuvo conforme, o lo estaría muy pronto.

De nuevo nacieron las ganas de tenerlo. Le agarró del pene y le masturbó mientras entraba malditamente más al fondo. Tocando el tope con increíble habilidad. Certeza. Pericia.

La sabiduría innata causaba espasmos de placer. Al punto de que Mukuro retorcía las sábanas con los dedos que se estremecían hasta la base de las uñas. Por un fugaz cosquilleo se miraron con más calma. El libreto cambió de panorama.

—No intentes correr otra vez, porque te mataré a la próxima –añadió con tranquilidad, pero había algo más. Preocupación y un dolor que nunca saldría con palabras habladas. Terminando el lapso, se entregaron al deseo prendido.

Repitieron el proceso de lamerse las clavículas y los lóbulos de las orejas cada que se podía. Los jadeos adquirieron un eco más pronunciado y las piernas se intercalaban después de obtenido el clímax. Así se avivarían las llamas para la ronda próxima.

El probar cada puerta, cada forma de amar, era delirante. Las decisiones surgían por sí solas. Hogar venía de la palabra hoguera. Aquí se encontraba la Santa Inquisición. Ardiendo en las manos y quemando los estrechos espacios. La humedad quedaría en la bruma de la habitación. Los dos nacieron para esto.

Hubo ocasiones en las que los nervios fallaron. Era demasiado para dos humanos. Pero Byakuran era un ejecutor perfecto de sentencias.

—Ya… ya no puedo –dijo Mukuro, rasguñando la espalda del angelical Gesso que reía con euforia tangible.

—Debiste pensar eso antes de abandonarme –le mordió el labio inferior con apremio al término de declararlo –. Eres mío y no lo olvides nunca –se agarró de las firmes caderas pasivas para dedicar la última penetración.

—Pertenecerte siempre ha sido mi mayor error –aseguró con fatiga extrema. Con el pecho sin parar de subir y bajar como si hubiera corrido un maratón; Gesso siguió arriba de él. Al parecer esperaba algo –¿qué?

—Dime dónde están esos dos.

—Kufufu –incluso mostró perplejidad –. Creí haberlo dejado claro, no te daré la ubicación –se apartó los cabellos de la frente sudada –. Necesitarás más que sexo para hacerme cambiar de opinión.

—Será interesante, entonces –se rió –. Me parece que es buena hora de recordarte la bestia que soy.

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Día después. Mukuro estaba atado a la cama, por una cadena de oro, en el tobillo izquierdo, en una casa del mismo metal. Suspiró de cansancio pues apenas se levantaba del lecho el omnipotente Dios del Mundo Blanco para ir a atender un par de visitas esperadas.

—Es una verdadera lástima, Mukuro-kun –dijo poniéndose una bata de color claro sobre el perfecto cuerpo –. Primo-chan viene de visita y no tengo ninguna información importante respecto al paradero de su hijo y su indeseable yerno, ¿no tendrás a estas alturas piedad de mi alma?

—Para un sujeto como tú y yo, preocuparse por cosas tan nimias como el alma es algo provinciano, eso déjaselos a los que creen en los ángeles y los demonios.

—¡Se te olvida que un Rey te tiene preso! –aplaudió una vez y juntó las manos sobre los labios mientras reía de lado –. Vendré para saborearte de nuevo en cuanto termine mi junta con él, Ciao~

En la soledad de arcaico abandono, Mukuro volvió a revisar el cuarto. Definitivamente ya le estaba enfermando el color blanco, pero no podía hacer nada más que dejarse querer. Lo que le preocupaba era lo que su tía pudo hacer respecto.

—Me dan ganas de volver a escaparme –murmuró ladeando la cabeza y riendo al ver las llaves del grillete colgadas en una pared cercana –. ¿Eso es lo que quieres, Gesso? –se vió a sí mismo y se dio cuenta de que estaba igual de deplorable que anoche, se mordió los labios al recordarse gimiendo de placer, pero ya habría tiempo. Lo interesante sería saber qué rayos estaban hablando esos dos seres infernales.

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—Así que sigue sin decirte nada –Cavallone oscuro estaba recargado en la cómoda silla de cuero –. ¿Esperas que me lo crea?

—La verdad sí, mi Mukuro-kun tiende a ser algo sensible para estos asuntos.

—Habla ya, Gesso –levantó ligeramente la voz y el suelo pareció vibrar, mas que eso no era suficiente para hacer perder a Byakuran la calma –. Ya te imaginas algo, es imposible que todos estos días no te hayan servido para algo.

—Mukuro-kun está demasiado tranquilo –se reclinó ligeramente la espalda –. Precisamente por allí debemos empezar.

—El único lugar donde estarían a salvo de mi es…

—Así es, Dino-kun con mi lindo tercer miembro del consejo preparatoriano volverán a la Academia. Téngalo por seguro.

—Pensé que El Coordinador había dictado la búsqueda de ustedes para sancionarlos –dijo el moreno cruzándose de brazos –. Sólo cambiaría de opinión sí le hubieran ofrecido algo interesante.

—Exacto. Digamos que mi tía Lal se encargó de eso, lo conoce muy bien y debió darle algo a cambio de protegerlos.

—Perfecto –sonrió Cavallone –. Hace mucho que no intercambio palabras con El Dios de esa Escuela.

—Será muy divertido volver a la escuela sólo para presenciar la lucha que quedó sin acabar entre ustedes dos, ¿no lo cree?

+ : : Una semana después : : +

En el alto consejo de la escuela, todos los líderes de cada nivel estaban en una reunión de importante resolución.

—Después del retorno voluntario del presidente de la sección de Universidad y del tercero al mando del consejo preparatoriano, se decide otorgar una ampliación del plazo para declarar a Byakuran Gesso y Mukuro Rokudo expulsados –leyó con voz clara el presidente del nivel maestría, Yamamoto Takeshi.

Esta vez era diferente. Las juntas de conciliación no se abrían a menos de que se tratara de algo de difícil decisión, luego entonces, la presencia del jefe máximo de la academia era necesaria. Él tenía la última palabra y su decreto se volvía ley inmediata y general. Las luces eran bajas para añadir seriedad al asunto.

Hibari permanecía tranquilo en el lugar que le correspondía, al igual que Dino. El presidente de la sección secundaria chasqueó la lengua y levantó su ovación de insatisfacción.

—¡No me parece accesible la reintegración de estos dos sujetos! –apuntó a los antiguos escapistas –¡Señor Coordinador, debería…!

—Guarda silencio, Gokudera –ordenó la potente voz del alto mando –. Estoy de acuerdo con las medidas que tomó Yamamoto –todos viraron la mirada para el jefe que estaba ocupado con las piernas sobre la madera limpiando con esmero su querida arma. La mesa estaba llena salvo por los espacios correspondientes de Byakuran y Mukuro –. Un miembro de preparatoria llegó así que el área no se quedó sin representante. Además quiero ver la engreída cara del padre de Dino otra vez. ¿Algún problema? –le miró por debajo del sombrero negro que tanto amaba.

—Parece más una medida arbitraria –dijo Takeshi –. Pero estoy a favor de ello.

—El Alto Consejo ha enloquecido entonces –se dejó caer el mencionado Gokudera en la silla, apoyando la frente en la mano derecha –. ¿Cuáles son las órdenes, superior?

—Suena como si quisieras esperar una guerra –comentó Dino ya entrado en la confianza restaurada.

—¿Crees que tener al Bronco Cavallone junto al Arcobaleno Reborn no es un enfrentamiento bélico? Nuestro coordinador se ve demasiado animado como para castigarlos –respondió Gokudera Hayato acomodándose los lentes, ya resignado –. Sería mejor plantear alguna estrategia para no dejar que los dos exterminen con el campus.

—Más respeto, Gokudera –riñó Takeshi.

—No me molesta –agregó el Coordinador –. Hace mucho que no me llaman por ese título.

El presidente de la sección maestría se rascó la nuca también ya resignándose. El ánimo del Jefe Supremo se sentía en todos lados. Hibari tuvo un ligero presentimiento.

—Jugaremos algo interesante, quiero una competencia sana. Ya veremos qué nuevos recursos ha reunido el Bronco en estos últimos cuatro años antes de que se llevase a Alaude Hibari.

+ : : : : +

Mukuro dormía plácidamente en la cama ya sin cadenas apresándole. Byakuran no se sorprendió de encontrarlo tan normal. Pensó por un breve momento que se le iría de las manos otra vez, pero aquí estaba. Acarició los cabellos cortos de Mukuro y le besó la sien derecha para después acomodarse en saco color blanco sobre la perfecta camisa negra.

—Hey, Mukuro-kun~, levántate, hoy tenemos un trabajo.

—No molestes, Byakuran –bostezó y se reacomodó en la cama.

—No uses ese tono de voz conmigo, jovencito –regañó y le desprendió de las sábanas blancas, dejando expuesta la linda humanidad desnuda de Mukuro –. Regresaremos a Japón.

—Humm, con que ya lo sabías –se rascó la cabeza tratando de despertarse por completo –. ¿Qué harás?

—Querrás saber ¿qué haremos? Porque tú y yo formamos parte de un equipo, del equipo Malvavisco bañado en Piña.

—¿Qué clase de incoherencias estás diciendo a estas tempranas horas? –la respuesta llegó sola al serle entregada una hoja lacrada donde estaba claramente el sello un anillo –. Parece que el Arcobaleno del Sol sacó una premisa –leyó rápidamente –. Ya me lo temía, sólo que esto es absurdo.

—Tú mejor que nadie conoce las medidas que toma El Coordinador, es casi tu tío de cualquier forma.

—Estará casado con el hermano de Lal Mirch pero no por ello entiendo cosas como ésta –se quejó –. ¿Una competencia entre la escuela y la familia de Cavallone? –soltó sin poder entender el último alcance –. Aquí dice que es por mero trámite para estrechar lazos y facilitar la convivencia, ¿cuál es el verdadero premio?

—La libertad de Hibari-chan y de Dino-kun –sonrió Byakuran –. Y un par de cositas más.

—¿Qué es lo que perdería la Academia sí Cavallone gana? –ya se levantaba y buscaba alguna ropa; brillante descubrimiento, no tenía, pero al momento Byakuran le extendió un par de cosas.

—Eso mismo –le puso a Mukuro un cintillo y expuso un vestido estilo Alicia gótica –. La Academia pasará a manos de Cavallone sí es que pierde el Arcobaleno. Será mejor que te apresures mi querida Alice.

Continuará.


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