Capítulo IX: Confundido.
Daion corrió hacia los dormitorios después de dejar a Hijiri y a Hisoka, ni siquiera espero a Chikara que le grito un:
-¡Oye espera!
Corrió desesperado, quería escapar del internado, de decirle a Tsuzuki que quería desistir de la misión, que aunque quisiera cuidar de Hisoka no podría porque había cosas muy dolorosas que lo atormentaban.
Al internarse a la habitación lo primero que vio fue la cama, se lanzo a ella y lloro tanto que sintió que el color de sus ojos se iría en sus lágrimas, rodo un poco hasta quedar bocarriba, ya más tranquilo respiro hondo analizando todo y en medio de sus pensamientos se fue quedando dormido.
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Ver correr al chico de mirada rubí le fue doloroso, por que intuía que el culpable era él y su frialdad, él no era así y todos lo sabían, Daion mismo lo sabía, camino cabizbajo por el corredor de columnas, aun le costaba entender porque se ponía así si el moreno nunca le dio alas para pensar en amor… y verlo con el pelirrojo fue devastador, como si las cosas que hubiera querido se las quitaran sin piedad.
Akuma… ese nombre le quedaba como anillo al dedo al pelirrojo.
Akuma… demonio, le hubiera encantado tenerlo y golpearlo hasta la muerte, hacerle un exorcismo a su cenizas y dejarle en claro que Daion le pertenecía… no, que lo conquistaría como se debe, se ganaría su corazón con su verdadero ser, Daion se enamoraría de Chikara, ambos serian fueran lo que fueran felices, sin importar nada, sonrió, ya había pasado la tormenta en su mente y solo quedaba la mirada rubí. Se metió las manos en las bolsas, le daría tiempo a Daion para regresar y para pensar, después de todo el moreno parecía estar muy afectado no solo por Akuma, si no por el padre de Honnou.
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Dio un giro más en la cama, ¿Cómo rayos le hacia Hijiri para dormir así?
Envidiaba esa capacidad de su hermano, en serio que si, ahora que necesitaba dormir no podía, era simplemente una estupidez, giro de nuevo oyendo el sonido de papel siendo arrugado, alzo la vista un poco, pero la habitación estaba sumida en la más completa oscuridad, la quietud era mortual, tanto que le dio escalofríos y volvió a cubrirse con la sabana, pero al hacerlo el sonido se volvió a escuchar, tanteo la mesa de noche a su lado y busco su móvil, si lo encontraba tendría una fuente de luz que lo ayudaría a ver que rayos le quitaba el sueño con ese maldito sonido.
Sintió el frio aparato y apretó un botón activando la luz de la pantalla, pero nada, la habitación estaba vacía, no había nada que hiciera ruido y menos un tonto pedazo de papel que arrugar.
Lanzo un suspiro de fastidio, odiaba esa paranoia que lo atacaba desde que entro en su vida el profesor de biología… ¿O fue Daion? Porque también por él había tenido ciertas reacciones.
Pataleo frustrado, tirando en el proceso su uniforme que descansaba en los pies de la cama y el sonido de papel volvió a romper la tranquilidad de la noche.
Se quito las sabanas como pudo, pensó en una carta, una carta que leer para recordarle al corazón que el amor existía, que el amor había llegado o… regresado a su corazón.
Lo sentía latir con fuerza, frenético buscando la letra de ese hombre de mirada amatista, que ganas de percibir al tocar un simple papel para reconstruir con su tacto el cabello madera, la piel tersa… el aroma exquisito que se esparcía cuando él comía alguna golosina, no le gustaban los dulces, para nada, pero le encantaría consumir azúcar de esos labios, que el hombre de ojos amatistas le llenara la boca de su saliva llena de azúcar y sabor.
Sin querer suspiro, había encontrado un sobre de papel con olor a pastelillos… un carta más, una razón para pensar que el de amatistas estaba cerca pero que no se aparecía por temor al rechazo y con toda la razón del mundo, se había difundido el injusto rumor que él no sabia amar, que era raro… que no tenia un corazón que abrir para nadie.
-Idiotas…-Murmuró.
Si, eran idiotas por no comprender el amor que nacía en su alma, y de nuevo esa pregunta: ¿Qué tal si no nacía, sino renacía?
Recordó que Daion le había dicho lo de responder las cartas, con discreción, tomo un block de papel amarillo… un bolígrafo de tinta negra y sus sentimientos, esos que quería esconder de todos sin saber porque pero con el hombre de ojos amatistas quería mostrar.
Encendió la lámpara y empezó a escribir, a dejar que sus sentimientos reprimidos por años afloraran, se sentía en primavera, en la primavera de su vida, en el instante en que volvía a darse la oportunidad de amar…
¿A-amar?... trago duro, miro el papel y descubrió que había escrito atropelladamente, ¿A quien amar?... el hombre que él creía ver no era más que su imaginación siendo buena… ese hombre que soñaba con tanto anhelo, si existía no buscaba a un chico de 16 años, debería de estar detrás de otro hombre maduro, un experto en el arte de la entrega, y él aun era virgen.
Dejo caer el block, y abrazo sus piernas reprimiendo las ganas de llorar, que confusión el creer saber amar y no saberlo, que confuso era amar a quien no se conoce.