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Anónimo por Mishogu

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Capítulo XIII: Cuidados.

Hisoka abrió los ojos con pereza hallándose en su habitación cómodamente acostado, no recordaba como era que había llegado allí, sin embargo sentía una tranquilidad inaudita, se sentó en la cama y estiro los brazos, Hijiri dormía como una roca así que por más que hiciera ruido este ni se despertaría, la temperatura en la habitación subió misteriosamente obligando al rubio a abrir la ventana, y su sorpresa fue grande al notar la intensa mirada que le profería el padre de Daion, como sus ojos le regalaban una secreta sonata de amor. Se ruborizo sin percatarse de ello, y le asombro ver que el alto castaño ya no estaba en el jardín, si no en el balcón de su ventana extendiéndole una rosa blanca, no lo pensó al tomarla y aspirar el aroma de inmediato, el hombre castaño sonrió encantador dejando que sus dedos se pasearan en su mejilla.

—¡Hisoka cierra la ventana, hace frio!—El rubio se giro hacia su hermano que titiritando de frio se cubría con una manta, sintió que el rostro le ardía porque Hijiri se daría cuenta de la presencia de ese hombre en su habitación.
—¡Te juro que lo puedo explicar!—Se apresuró a contestar, pero la mirada interrogante lo obligo a voltear descubriendo que el castaño ya no estaba.
—Si claro…—Contesto el otro gemelo—… solo duérmete y cierra la ventana.

El rubio confundido cerró la ventana, sin ver que Tsuzuki se encontraba escondido. Lo único que acreditaba tan hecho era la rosa, la cual Hisoka puso en un jarrón al lado de su cama y se durmió viéndola, recordando como se sentía el que ese hombre tocara su piel.
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Fue una experiencia aterradora verse envuelto en llamas, pero la luna en el cielo logro infundirle un poco de valor, sintió a Akuma detrás suyo iniciando a comerle el cuello, le halaba el cabello para tener un mejor acceso a esa zona incluso podía escuchar como los delgados hilos pintados de negro se rompían uno a uno, reprimió un sollozo cuando los colmillos del chico detrás de él se adentraron en su piel, lo sintió succionar con tanta fuerza que temió quedarse vacío, reprimió otro sollozo cuando su cuerpo impacto el piso, Akuma lo había lanzado y ahora lo giraba lacerando su espalda contra el concreto de la azotea donde estaban, sentía como si las manos de Akuma buscaran lastimarlo mucho, los pantalones de ambos desaparecieron, Daion supo que no habría vuelta atrás después de eso, al menos se alegraba que Chikara hubiera sido el primero, un dolor tremendo lo invadió pero evito gritar, las lagrimas le llenaron el rostro convirtiendo el intenso color de su mirada en un tono rosa pálido, por lo que se dejo hacer… el pelirrojo lo puso en todas las posiciones que podía, lastimaba esa piel que sabia perfectamente se regeneraría sin problemas, por eso se daba el lujo de lastimarlo hasta la muerte.
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Estaba harto de esperar a que Daion regresara, ya había dado mil vueltas en la cama y nada… el pequeño ángel de su vida no aparecía, dio un giro más y encaro la vacía cama a su lado, se contenía para no correr a abrazar los cobertores y aspirar el aroma que el chico prodigaba en cada poro de su piel, si no apareció iría a buscarlo, aunque, ahora que lo pensaba estaría con su padre, el internado tenia un lugar especial para que los padres de familia pasaran la noche antes de regresar al exterior y seguro Daion estaba con su padre.

Dio un giro más quedando de cara a la pared, se había pasado, debía cuidar de su amor, no lastimarlo y tomarlo como si fuera un cualquiera, empezó a golpearse la cabeza contra la pared hasta que escucho como la puerta se abría, emocionado se giro solo para ver el lamentable estado en el que Daion regresaba, tenia el uniforme destrozado, el cuello parecía haber sido el de un condenado a la horca por las terribles heridas que se le marcaban, y su camisa blanca del uniforme era roja… el menor dio unos pasos adentro de la habitación tambaleándose hacia el baño donde ingreso cayendo de rodillas por el dolor que sentía en su parte baja, se cubrió la boca queriendo apagar el llanto que se le formaba en la garganta.

Chikara solo pudo reaccionar cuando escucho los débiles sollozos del chico, corrió mirándolo en el piso completamente lastimado… tan indefenso que era imposible no negarse a esa belleza. Con cuidado de no dañar las heridas abiertas lo abrazo por la espalda meciéndolo en el piso.

—¿Esto te lo hizo tu padre?—Se aventuro a preguntar.
—No…—Escucho.
—¿Entonces quien para que lo mate?
—Akuma…—Respondió—… pero no lo hagas, ya me curare…—No reparo en las percusiones que tendría alejarse de Chikara y mostrarle como las heridas lentamente se cerraba.

—Imposible…—Murmuro el moreno tocando el cuello de Daion ya sin heridas—… no es humanamente posible que pase eso… ¿Qué eres?

Y allí estaba la pregunta que quería esquivar… aunque le sorprendió que Chikara no se alejara.

—Soy un shinigami, Chikara…—Y Daion volvió a desmayarse por la pérdida de tanta sangre.

Sabía que tenía que actuar rápido, el hecho de que fuera un ser sobrenatural no indicaba que estaba exento del peligro de la muerte, iba a correr a entregárselo al doctor Muraki pero una especie de presentimiento hiso que girara sobre sus pies y correr por Hisoka, justo cuando tocaría la puerta salió el rubio con cara de susto y se hiso más evidente al ver al moreno desmayado en sus brazos. Hisoka despertó a Hijiri y salieron rumbo a la enfermería.

Llegaron en el momento en que el castaño padre de Daion salía de allí con una expresión molesta murmurando insultos al doctor, su semblante fue un poema, lo que nadie noto fue la mirada de furia que le dedico al doctor.

Pusieron al moreno en una camilla dejando que los siniestros enfermeros y el doctor Muraki lo revisaran, eran dos veces en tan poco tiempo y Tsuzuki ya se temía que el peliplata estuviera siendo victima del doctor.

—Tendrá que quedarse esta noche aquí…—Hiso una pausa meditando—… me temo que el joven Asato sufre de algún cuadro de anemia, no me atreveré a dar un diagnostico más temerario que ese, sin las pruebas de laboratorio.
—¿Anemia?—Cuestiono Hisoka, era cierto que el chico parecía un poco pálido pero… anemia. Sentía que algo no cuadraba, que la mentira flotaba en el aire.
—Así es…—El doctor se giro y les dio la espalda ocultando la sonrisa que se había formado en sus labios, ya tenia al molesto shinigami, solo era cuestión de matarlo.

Sin embargo ninguno de los presentes se movió, anticipándose al peligro que representaba el doctor. Y Muraki no hiso nada para evitarlo, si lo hacia levantaría las sospechas sobre el lamentable estado del chico y eso, eso era algo que jamás pasaría.


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