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Por una competición conocí al amor de mi vida. por BlackHime13

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Notas del capitulo:

Bueno...siento mucho haber tardado tanto he estado de exámenes pero... ya están XDDD.

Bueno el capítulo. Aquí es donde empiezan a vivir pero...todo acabará el primer día? Eso ya lo veréis.

Espero que os guste. ^^

Editado--> 14/06/18

Los mayores estaban sentados en el sofá del salón, esperando por los dos hermanos dado que ese día debían mudarse a los departamentos en los cuales convivirían entre ellos.

 

-No me esperaba que aquello fuera una prueba.- confesó suspirando Daemon reposando la cabeza en el respaldo del sillón.

 

-Ni yo... la verdad es que no lo parecía.- confirmó el de ojos bicolor.

 

-Yo si lo sabía.- dijo como si nada el moreno que se encontraba bebiendo una taza de té con gran tranquilidad.

 

-¿Como que tú ya lo sabías?- le preguntó amenazadoramente Mukuro mirándo al de ojos metálicos con el ceño fruncido.

 

Todos dirigieron su vista hacia el moreno, esperando una respuesta. Este solo suspiró y después de dejar la taza sobre la pequeña mesita de comedor se dispuso a contestar.

 

-Básicamente es que cuando conocí a Tsunayoshi en la fiesta, él se encargó de lavarme la camisa que había manchado. Así que cuando encogieron aquellas ropas se me hizo raro. Supongo que es ahí cuando comencé a sospechar.- respondió con voz monótona sin ganas de elaborar más en su respuesta.

 

El ilusionista tenía bastantes ganas de matarle por que no creía que estando ambos a solas en una habitación no pasara algo más y que de seguro no había contado, pero simplemente no dijo nada pues tampoco debía empezar una discusión, no teniendo en cuenta que podría perder puntos con el lindo castaño. El silencio volvió a envolverles pues cada uno de ellos estaba rememorando los encuentros que tuvieron con ambos jóvenes.

 

Mientras ellos esperaban y conversaban en el salón, los dos hermanos estaban muy agobiados haciendo las maletas. Realmente agobiado pues no encontraban forma alguna de meter todo lo que necesitarían en las pocas que les habían proporcionado. Sabían que no se mudaban para toda la vida, pero todo lo que deseaban empacar seguía ocupando una cantidad de espacio considerable.

 

-Mooo... ¿como es posible que no entren todas las cosas?- exclamó el rubio frustrado mientras hacía fuerza sentado sobre la maleta para cerrarla.

 

-Si no la hubieras llenado tanto.- se quejó el menor haciendo todo lo posible por ayudar a su hermano a cerrarla.

 

-No eres quién para quejarte que con las tuyas pasó exactamente lo mismo.- le dijo secamente, haciendo que el ojimiel se sonrojara.

 

-Vale... ya lo he entendido.- murmuró muy bajito y algo avergonzado pues ciertamente aquella misma situación se dio cuando hicieron su propio equipaje.

 

Cuando por fin lo consiguieron, miraron a su alrededor pensando en si se habían dejado algo. Una vez lo comprobaron, salieron de la habitación con las maletas en mano, pero al llegar a las escaleras el de ojos color miel tropezó y cayó llevándose consigo a su hermano.

 

-¡Waaaaaaahhhh!- gritaron ambos mientras caían ocasionando que el fuerte estruendo llamara la atención de los hombres en la sala quienes se apresuraron a llegar al lugar solo para ver al castaño sobre el rubio, en una posición un tanto peculiar. La situación era tan bizarra que los mayores no sabían si reír o correr preocupados a ayudarles.

 

-It-itte...- dijo el menor de los hermano quien se sobaba la espalda adolorido por el golpe.

 

-Tsu-chan... pesas.- se quejó casi sin aire el rubio mirándole con espirales en los ojos

 

-Go-gomen...- contestó levantándose rápidamente, preocupado por su hermano.

 

Alaude ayudó al rubio a que se levantara, mientras Daemon junto a los otros dos jóvenes bajaron todas las maletas que se habían quedado arriba, aunque un par de ellas cayeron al mismo tiempo que los menores y estos agradecieron a todos los dioses el hecho que no se hubiesen vuelto a abrir por que estaba claro que no serían capaces de lograr cerrarlas otra vez.

 

Los mayores se quedaron un poco atónitos ya que cada chico llevaba unas ¿9 maletas?, y eso que prácticamente solo era la ropa y pertenencias varias (como cepillo de dientes, pasta de dientes, toallas, zapatos, algunos libros, colonias, videojuegos...a quién querían engañar... prácticamente lo llevaban todo). Todos suspiraron al mismo tiempo y acompañaron a los chicos a la cocina para desayunar. Allí estaban los padres de ambos, esperándolos con una sonrisa alegre en los rostros..

 

-Ohayo.- les saludó su madre con una expresión llena de amor y dulzura.

 

-Ohayo, Kaa-san.- respondieron ambos dedicándole una bella sonrisa que dejó embelesados a los varones que les acompañaban.

 

-Venga chicos sentaos.- invitó el padre y todos obedecieron para así proceder con el desayuno el cual trancurrió sin nigún tipo de incidente.

 

-Por cierto... ¿dónde nos mudamos?- preguntó el castaño con curiosidad dado que todavía no les habían comentado mucho al respecto.

 

-A unos apartamentos no muy lejos de aquí.- contestó Reborn entrando en la cocina. De su muñera derecha colgaban unas esposas y un látigo atado en la cintura que se asomaba un poco por debajo de la camisa que portaba y en su rostro la sonrisa maliciosa era más que evidente. Los invitado se sorprendieron ante esa apariencia, pero los integrantes de la familia habían presenciado ese tipo de imágenes incontables veces y por supuesto que ya estaban acostumbrados. A esas alturas no había mucho que el moreno mayor pudiera hacer que lograra escandalizarles.

 

-¿Has estado jugando con Lambo verdad?- soltó el rubio como si nada sin dejar de comer sus tortitas. El asesino mostró una sonrisa ladeada que lo decía todo al tiempo en que se acercaba hasta la nevera por algunas botellas de agua. El castaño suspiró y le dijo:

 

-Como sigas así, huirá como la última vez.- advirtió ya cansado el ojimiel de que se repitiera la misma historia una y otravez..

 

-Tranquilo... lo iría a buscar como lo hago siempre.- aseguró como si nada y luego se marchó para seguir con su juego junto a la lindura que tiene por vícti-jmp novio.

 

-¿A qué ha venido eso?- preguntó incrédulo Mukuro pues no era capaz de creer loque sus ojos habían visto ni sus oídos escuchado.

 

-Reborn tiene novio.- comentó el rubio como si fuese obvio mirándoles claramente tranquilo.

 

-Si... Lambo es un bueno chico... lo único es que a Reborn le gusta el sadismo por lo que hay algunas ocasiones en que el pobre acaba huyendo. Aunque da igual donde vaya que Reborn siempre lo acaba trayendo a rastras.- explicó el ojimiel entre suspiros simpatizando con el pobre adolescente. Como apenas se llevaba cinco años con el chico a veces no podía evitar imaginarse a si mismo en su situación y de seguro que no podría aguantar lo que ese chico aguantaba junto a su tío. Los demás seguían sorprendidos y aunque querían indagar más decidieron que lo mejor era no saber sobre la vida sexual de ese hombre por lo que dejaron el tema a un lado.

 

Sin decir nada más siguieron con su comida y una vez acabaron, los hermanos se dirigieron a los coches después de despedirse de sus padres claro está mientras los mayores se quedaron hablando un momento con ellos.

 

-Bueno... cuidadlos bien ¿si?- pidió la madre abrazando a los chicos.

 

-No se preocupe.- aseguró el peliblanco, que hasta ahora había estado callado, al tiempo en que los demás asentían. La mujer sonrió y les dejó ir sabiendo que si los entretenía mucho más sus dos niños comenzarían a pornerse nerviosos y a recapacitar la situación y no quería nada de arrepentimientos a esas alturas.

 

En el coche los dos hermanos se despedían puesto que ellos también vivirían separados y no era algo que les agradara mucho después de todo durante veinte años habían estado en la misma casa y que de repente tengan que alejarse el uno del otro no era algo que les gustara en demasía.

 

-Bueno... nii-chan, pórtate bien.- le dijo el castaño mirándole con una linda sonrisa, pero voz algo burlona.

 

-Oe... que el mayor soy yo.- se quejó haciendo un pequeño puchero que ocasionó que el contrario riera levemente para luego ver a su rubio hermano unírsele.-bueno... Tsu-chan que te vaya bien.- le deseó con una sonrisa el mayor.

 

Ambos se miraron sin decir nada más y cuando vieron a sus respectivos futuros, posiblemente, novios fue que cada uno se adentró a un auto y emprendieron el viaje hacia el nuevo apartamento donde vivirían una temporada con sus candidatos.

 

*Unos escasos 15 minutos más tarde...*

 

Tsuna salió del coche y se quedó asombrado ante aquel edificio de apartamentos. Sabía que se encontraban en la zona lujosa de la ciudad por lo que había supuesto que el lugar donde vivirían sería algo lujoso, pero ciertamente aquella edificación era mucho más sorprendente de lo que imaginó en un comienzo. Como si fuera un niño pequeño emocionado por un juguete nuevo o una excursión a algún sitio divertido, salió corriendo hacia la entrada sin esperar a los mayores que solo le miraban con una sonrisa en la cara. Sin decir nada cada uno cogió unas cuantas maletas del pequeño y se dirigieron hacia dónde este estaba. Sus cosas las enviaron con antelación por lo que solo tenían que ocuparse de las pertenencias del lindo ojimiel.

 

Subieron por el ascensor hasta la última planta y en cuanto las puertas se abrieron, el castaño desapareció por ellas y se dirigió más rápido que un rayo hasta la puerta del lugar en dónde viviría a partir de ahora. El menor de los Sawada entró antes que los otros dos y se fue a explorar toda la casa (imaginaos el piso que tiene el Akihiko de Junjou Romántica, es que no se me ocurría nada) cuando el piso de abajo fue inspeccionado subió las escaleras hacia la segunda planta recorriendo cada una de las habitaciones. Una vez acabó de ver todo el lugar, se dirigió otra vez a la sala de estar y se sentó en el sofá algo más tranquilo después de saciar su curiosidad y excitación. Unos minutos más tarde entraron los mayores con las maletas en mano y, siendo completamente sinceros, no podían negar que el lugar les gustó bastante. Era espacioso, limpio y nuevo.

 

-Vaya... no está nada mal.- alagó el peliazul después de pasar la mirada por la sala y la cocina, sabiendo que los cuartos también tendrían un tamaño considerable.

 

-Si...- comentó el moreno más pendiente del chico sobre el sofá que de la estancia.

 

-¿A que sí, a que si?- cuestionó el castaño muy emocionado y con una gran sonrisa en el rostro.

 

-Bueno... mejor vamos a dejar las cosas.- sugirió el de ojos bicolor, que ante esa imagen, ya estaba pesando en agarrar al menor y empujárlo contra la pared y hacerle de todo. El moreno también estaba en esas, aunque se decantaba más por utilizar el mismo sofá, así que accedió sin rechistar. Se pasaron un par de horas deshaciendo cajas y maletas para ir colocando cada cosa en su respectivo lugar. Cuando por fin terminaron, bajaron al salón para ver que hacía el pequeño, que no había ayudado en nada, y se encontraron con algo que no esperaban.

 

-Bueno... como os habéis encargado de todo... esto es para daros las gracias.- murmuró sonrojado el ojimiel desviando la mirada nervioso.

 

Encima de la mesa había todo un banquete de comida, sin contar con que el castaño se veía sumamente lindo con el delantal y las mejillas coloradas. Escasos fueron los segundo en que permanecieron en silencio pues notaron como el pequeño empezaba a temblar temiendo que no les hubiera gustado su sorpresa.

 

-¿Todo esto... lo has hecho tu?- preguntó el peliazul un poco incrédulo, pero mirándole con los ojos brillando de la emoción.

 

-Ha-hai...- dijo agachando la cabeza avergonzado el menor.

 

El moreno sonrió y sin decir nada se acercó al de ojos miel para luego darle un casto beso en la mejilla. Algo que sorprendió al menor que le miró con los ojos abiertos.

 

-Gracias.- le agradecieron con una sonrisa ladeada en el rosto y como si nada se sentó en la mesa. El peliazul se molestó por el acto del moreno y también le dio un beso al castaño para luego sentarse también.

 

Los mayores se comieron todo lo que el menor había preparado y luego este recogió los platos y se dispuso a lavarlos. Mientras estaba en ello alguien le abrazó por detrás, sobresaltándolo, y le dio un tierno beso en la mejilla.

 

-Cocinas realmente bien... y no puedo evitar pensar lo mucho que quiero que sigas haciéndolo durante mucho tiempo.- comentó esa persona en susurros directamente sobre su oído.

 

-Hi-hibari-san...- susurró el ojimiel colorado y sintiendo escalofríos recorrerle la piel ante la forma de hablar del ojinegro.

 

-Mmm... ¿qué pasa?- inquirió como si nada mordiéndole la oreja al pequeño, sacándole un ligero gritito sorprendido que pasó a ser un gemido cuando la lengua del contrario comenzó a mimarle.

 

-Es-es que... así no puedo...- intentó responder soltando pequeños suspiros ya que el mayor estaba descendiendo, besando y mordiendo levemente el cuello del pequeño. Realmente le estaba dificultando la tarea de formular palabras pues era la primera vez que alguien le hacía algo como eso.

 

-Mmm... después de la comida, viene el postre ¿no?- y fueron esas palabras las que sacaron al menor de su ensimismamiento. Se sonrojó a más no poder y como pudo logró que el de ojos brunos le soltara para así salir huyendo escaleras arriba.- Tsk...es rápido cuando quiere.- dijo el moreno que seguía en la cocina, pero la sonrisa maliciosa que apareció en su rostro se notaba que no estaba muy descontento con el resultado de sus acciones.

 

*Mientras en el piso de arriba*

 

El castaño estaba bastante sofocado, no solo por la carrera que había hecho escaleras arriba, si no también por culpa de las acciones del ojinegro minutos antes. Mientras intentaba tranquilizar su respiración y corazón, al igual que lograr controlar el sonrojo en sus mejillas, oyó como el peliazul le llamaba desde el baño, pidiéndole una toalla. Con mucha vergüenza el ojimiel entró con lo que le había pedido y se lo dejó dónde la ropa límpia, viendo la sucia en el piso la cual recogió y metió en el castano al lado de la lavadora.

 

-T-te dejo aquí la toalla.- avisó y giró con la intención de salir del baño, pues podía ver la silueta del contrario através de la mampara y eso le ponía muy nervioso dado que era obvio que el peliazul no llevaba ropa en ese momento, pero antes de que lo hiciera fue detenido al ser su brazo agarrado.

 

-Espera...- le llamó el mayor sin soltarle.- ¿Por qué no me ayudas y me lavas la espalda?- preguntó y antes de que el menor pudiera responder, su ropa ya había volado y se encontraba dentro con el mayor. El pobre estaba muy avergonzado y rápidamente se colocó una toalla alrededor de la cintura, para que el peliazul no viera lo que no debía, y sin decir nada le ayudó a lavarse la espalda.

 

-¿Qué te hizo Ave-kun?- soltó de la nada el mayor mirandole através del espejo que les reflejaba a ambos.

 

-¿A- a qué te refieres?- tartamudeó sonrojado el pequeño.

 

-A que tienes marcas de besos y mordidas en el cuello.- le respondió para luego encararle. El menor solo agachó la cabeza, nervioso y abochornado a la vez en que sus mejillas adquirían un color más rojo de lo que alguien jamás pudo haber imaginado.

 

-So-solo hizo eso... luego salí corriendo.- le aclaró sin mirarle a la cara. En parte se sentía mal por haber dejado que el moreno le hiciera ese tipo de cosas, pero otra parte de si le recordaba que lo había disfrutado. El mayor suspiró y le levantó el rostro para hacer que le volviera a mirar.

 

-Bueno... no importa... siempre y cuando no intente hacer más que eso.- murmuró para luego besarle. El castaño no atinó a reaccionar a tiempo, solo se quedó paralizado dejándole hacer lo que quisiera.

 

-Mmmp...- soltó un pequeño gemido el ojimiel pues ese beso cada comenzó como un simple roce de labios se iba transformando a uno más profundo, caliente y apasionado. A duras penas tenía tiempo de recuperar el aire, ya que el peliazul solo se separaba de sus labios durante escasos segundo para cambiar el ángulo y volver a besarle. Minutos más tarde cuando el castaño ya no aguantaba más, sintiéndose levemente mareado por la falta de oxígeno y el salor de la habitación, fue que el mayor le dejó de besar.

 

El pequeño intentaba recuperar el aire sabiendo que sus mejillas se encontraban sonrojadas y ladeó la cabeza, cerrando los ojos en el proceso. El de ojos bicolor, solo sonrió ante esa visión tan sexy y linda que el pequeño le estaba proporcionando y cuando iba a volver a besarle de nuevo se oyó el timbre de la puerta principal. Aquello hizo que el castaño reaccionara, desenrollando los brazos del cuello ajeno, los cuales no recordaba haber movido ni colocado allí, apartó el cuerpo del peliazul con fuerza y en menos de lo que canta un gallo, ya se había vestido y dirigido hasta la puerta bajo la estupefacta mirada bicolor.

 

Desde la sala el moreno le vio bajar con un gran sonrojo y notó los labios hinchados del de piel acanelada. Un poco molesto subió hacia el baño para hablar con el peliazul sobre lo que había hecho.

 

*Mientras en la puerta*

 

El castaño la abrió rápidamente encontrándose con su hermano, quién también venía muy sonrojado, junto con Daemon y Alaude algo molestos, que por mucho que quisieran disimular no estaban haciendo el mejor de los trabajos. Los saludó e invitó a pasar y cuando llegaron a la sala les pidió a los dos últimos que subieran y fuesen junto al moreno y peliazul dado que ellos dos querían hablar un rato a solas.

 

Sin decir nada ambos asintieron y caminaron subiendo las escaleras y cuando por fin habían desaparecido de la vista de los dos hermanos estos se sentaron en el sofá de la sala y se relajaron para así hablar sin ser interrumpidos.

 

-Ne... Tsu-chan, ¿a ti...?- comenzó a preguntar el mayor, pero antes de que terminara la pregunta el castaño ya le había respondido.

 

-Si...- dijo muy avergonzado sabiendo lo que su hermano mayor le iba a cuestionar.

 

-Eso significa... ¿que también te han atacado?- insistió el mayor con otro gran sonrojo pues había visto las marcas en el cuello de su hermanito.

 

-H-hai...- le respondió el otro de igual forma dado que el rubio tenía una mordida en la nuca y no pudo evitar imaginar lo que le había sucedido a este.

 

Los dos se miraron y suspiraron a la vez.

 

-¿Qué vamos a hacer?- cuestionó un poco preocupado el mayor mirandole a los ojos.

 

-N-no lo se... acabamos de empezar a vivir con ellos y ya han intentado...- paró antes de acabar la frase pues de solo recordalo los colores se le subían a la cabeza.

 

-Bu-bueno... lo primero será ponerle pestillo a nuestras habitaciones.- comentó el rubio suspirando.

 

-Si...- habló el castaño también suspirando, pero pronto le miró con curiosidad.- Nee... nii-chan...- llamó su atención y este volteó a verle interesado.

 

-¿Qué pasa Tsu-chan?- le instó a hablar pues vio como este dudaba en si decirlo o no.

 

-Em... ¿a ti... te molestó... lo que hicieron?- preguntó en un susurro colorado hasta las orejas. El mayor se sorprendió y algo cohibido decidió responder con sinceridad.

 

-Yo... bueno... en realidad... no lo hizo... ¿y tú?- habló también de forma pausada y baja casi temiendo que alguien más pudiera oírles si lo hacía más alto.

 

-¿Eehh? Este... pues... fue repentino, pero... no lo hizo... en realidad... fue bastante agradable.- tartamudeó la respuesta y sin poder evitarlo ambos estallaron en carcajadas.

 

-Me siento como un pervertido...- admitieron a la vez y otro ataque de risa les invadió. Fue en ese momento en que oyeron pasos detrás suyo y vieron a los cuatro hombres bajar mirándoles confundidos.

 

*Antes de que el menor abriera la puerta con los mayores en el piso de arriba*

 

El moreno se dirigía hacia el baño para hablar con el peliazul, pero en ese momento este ya salía con una toalla en la cabeza y otra alrededor de la cintura.

 

-Tenemos que hablar.- declaró muy serio el moreno y antes de que este pudiera decir algo fue interrumpido por otra persona.

 

-Estamos de acuerdo.- se oyó la voz de alguien detrás del ojinegro.

 

Daemon y Alaude ya habían llegado y tenían una cara muy seria. Los cuatro se dirigieron hasta la habitación del peliazul, ya que se tenía que vestir, y quedaron unos minutos en silencio sin saber muy bien cómo comenzar.

 

-Bien... creo que a todos nos ha pasado lo mismo.- empezó Daemon después de un rato y todos asintieron comprendiendo a lo que se refería.- Vale... ¿alguien ha pensado en qué podemos hacer para arreglarlo?- preguntó suspirando y sentándose bruscamente sobre la cama.

 

-La hemos fastidiado.- admitió el moreno cruzándose de brazos.

 

-Si... les hemos atacado y ahora solo huirán de nosotros.- apoyó el peliblanco frustrado y revolviendo su cabello.

 

-Bueno... conmigo no habría huido si no llega a ser por vuestra visita.- ante ese comentario, Mukuro se ganó una mirada asesina por parte de Kyoya que solo provocó que sonriera con burla.

 

-Si ya... habría conseguido huir de cualquier manera.- dijo Daemon rodanlo los ojos pues teniendo en cuenta como eran de parecidos los gemelos dudaba mucho que el castaño se hubiese dejado llevar tan fácilmente.

 

Después de un buen rato entre discusiones sobre como arreglar las cosas, se cansaron y dejándole a un lado de momento decidieron bajar para ver que estaban haciendo esos dos. Se sorprendieron mucho al verlos tan tranquilos riéndose en el sofá de la sala y la confunsión fue evidente en sus caras.

 

-¿Qué estáis...?- intentó preguntar Mukuro cuando acabaron de bajar los peldaños.

 

-¿Eh? Na-nada...- respondió avergonzado el castaño, pues no era como si pudiese decirles sobre lo que hablaban.

 

-S-si...- secundó de igual forma el rubio.

 

Los mayores no quisieron presionar más en ese tema y caminaron hasta sentarse en el sofá junto a ellos, pero inmediatamente los dos hermanos se levantaron de golpe, sobresaltándoles.

 

-Bu-bueno... haremos la cena así que... quedaos aquí tranquilos.- les dijo el ojimiel con una sonrisa nerviosa.

 

Se dirigieron hacia la cocina apresuradamente dejando a los mayores muy sorprendidos y algo tristes ya que aunque ciertamente se les había hecho tarde y casi era hora de cenar estaba muy claro que los menores les rehuían.

 

Mientras tanto en la cocina los Sawada estaban pensando qué hacer de cenar, además de como lograrían comportarse normalmente delante de ellos. No estaban enfadados ni nada por estilo, ya que después de hablarlo entre ellos llegaron a la conclusión que incluso ese tipo de acciones les agradaban y eran bien recibidas, pero eso no quitaba que se sintieran nerviosos y avergonzados, después de todo era un terreno nuevo e inexplorado por su parte.

 

-Esto será muy difícil.- confesó suspirando el mayor después de la terrible escena del comedor.

 

-Si... es que me cuesta mucho verles a la cara.- respondió avergonzado el menor.

 

-Bueno... ¿y que tal si intentamos que nos entiendan a través de la comida?- propuso el rubio sonriendo algo más animado.

 

-Si...es buena idea. No quiero que piensen que es por que los odiamos.- accedió con la misma expresión el castaño y sin más comenzaron con su trabajo.

 

*Mientras tanto en el salón*

 

-Nos odian.- murmuró decaído Daemon.

 

-Si... no soportan estar con nosotros.- secundó un poco triste el otro peliazul mientras que Alaude a su lado solo suspiró.

 

-Tenemos que arreglarlo.- comentó el moreno no queriendo rendirse.

 

-Si...- dijeron todos, pero seguían sin tener mucha confianza en que lo lograrían

 

Un buen rato después, los gemelos llevaron toda la comida a la mesa y esperaron a que estos se acercaran. Se encontraban nerviosos pues querían que entendieran que solo estaban sorprendidos. Lo que duró la comida nadie dijo nada y una vez acabaron de cenar, los hermanos recogieron la mesa y volvieron a la cocina mientras los mayores se sentaron otra vez en el sofá.

 

Desde donde estaban los menores los observaban para saber qué pensaban, pues solo habí una pared delgada separando ambos espacios. Los otros no eran conscientes de ello así que hablaron sin pensar en que podrían ser oídos.

 

-¿Qué podemos hacer?- cuestionó preocupado el peliazul, no encontrando una solución a su situación.

 

-No lo se...- respondió con sinceridad y en el mismo tono el moreno, suspirando cansado de tanto pensar.

 

-Tal vez deberíamos dejar esto.- propuso apenado Daemon siendo envuelto por la misma aura pesimista que a los demás.

 

-Yo también lo creo... desde el principio ellos no querían nada de esto.- corroboró el peliblanco dejando caer su cabeza en el respaldo del sofá sin fuerzas para hacer nada más.

 

Desde la cocina los dos hermanos escucharon todo lo que dijeron y se preocuparon mucho. Realmente no les molestaba vivir con ellos y tampoco estaban en contra de que intentaran profundizar en su relación, después de todo nada de esa situación tendría sentido sino intentaban conocerse más y verlos desde un aspecto más romántico que amigable, además de que solo era el primer día. Simplemente les tomó por sorpresa que les besaran y acariciaran de repente sin aviso alguno y por eso ellos reaccionaron como lo hicieron. Les miraron desde su lugar y realmente parecían decaídos... se miraron entre ellos y asintieron con decisión. Tenían que pensar en una manera de solucionar eso antes de que de verdad pensaran en dejarles.

 

...Continuará...

Notas finales:

Bueno...¿qué pasará?

¿qué harán los dos hermanos? ¿los semes realmente se rendirán el primer día?

Bueno espero que leáis el próximo y que este os haya gustado.

Por favor un review, si os ha gustado o no ¿si? ^^

Bueno, nos leemos. :D


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