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A Good Brother por anik_blood

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Notas del capitulo:

:3 hola gente, bueno aqui les traigo la conti de este fic

Aclarare algo,luego de mucho pensarlo, este fic no contendra IzuMada, sino HashiMada como pareja principal.

:( lo siento a los amantes de esta pareja, es que simplemente no se me daba escribirla

Sus rodillas flaquearon y se desplomo en el suelo. 




Estaba al límite, no podía dar un paso más, por primera vez en casi veinticuatro horas se había dado el lujo de sentarse, de apoyar su pequeña espalda contra el tronco de un árbol frondoso que daba algo de sombra a su sudorosa y sucia piel. Había caminado toda la noche y casi toda la tarde sin detenerse, sin dormir, sin beber ni comer nada desde hacía ya tres días. Se sentía mareado y aturdido, a punto de caerse dormido en cualquier momento. Abrazo fuertemente a Izuna contra su pecho que no paraba de llorar desde hacía casi dos horas.  Él también tenía hambre. Tan solo un día de nacido y ya sufría aquel infernal demonio. 




Sus promesas a su madre comenzaban a flaquear. 




Estrello la cabeza contra el árbol una y otra vez, ¿Qué demonios estaba haciendo? Pensó que era un niño estúpido.  Solo un gran inútil, inútil. Las palabras de su padre resonaban humillantes en su cabeza, abofeteándolo, mareándolo, dándole sueño.  




Cuando se dispuso a embarcarse en esa gran aventura todo en su mente iba planeado muy bien, huiría, cazaría, y viviría en una pequeña casita que el mismo construiría y de alguna manera mágica siempre tendrían comida y agua y felicidad, y para que Izuna tuviera una madre, él se casaría con una mujer mayor, de ojos azules y cabellos rubios y que cantara hermosas canciones y que le leyera cuentos por las noches. 




-Tan tonto… 




Estrello por quinta vez la cabeza, esta vez lastimándose, por primera vez en su vida se había dado cuenta del grado de inmadurez que aun tenia. Sus once años cayeron dolorosamente sobre sus hombros, pesados y desesperantes. Inútiles para la guerra, inútiles para hacer feliz a su hermano. 




Él estaba caminando por un camino suicida, solo y débil, con un recién nacido que cuyo llanto evitaba que se concentrara y le provocaba una horrible migraña. Madara gimió de cansancio y frustración. Los pies tenían cientos de cortadas y ampollas, sangraban y estaban llenos de tierra. Al principio le habían dolido tanto que cada paso le había hecho brotar secretas lagrimitas, pero desde hacía unas horas no dolían, estaban insensibles y acalambrados, tensos; el dolor había preferido mudarse a sus pantorrillas y sus rodillas, irradiándose como un fuego, como acido que quemaba sus nervios,  haciendo que cada paso fuera una tortura. 




¡Y tenía tanta, tanta hambre! 




-Por favor cállate-, dijo cansado incapaz de abrir los ojos, la cabeza le daba vueltas y todo se hacia obtuso. El llanto escandalosos lo atormentaban-, Cállate…un minuto…solo un minuto de silencio. 




Y seguía y seguía y seguía, agobiándolo, rompiéndole la escasa cordura, agobiándolo, volviéndolo loco. 




En un brusco movimiento arranco un puñado de grama y se lo llevo a la boca. 




El sabor amargo y pastoso de grama y tierra le produjeron nauseas. Asqueroso. Pero estaba desesperado, se estaba muriendo de hambre, literalmente. Lo trago forzosamente. Algo de energía le daría. Necesitaba comer algo, desde hacía nueve meses prácticamente había pasado la más dura hambruna, pero el bebe Izuna que todo valiera la pena.   




Abrió los ojos negros y miro el cielo lejano y rosado, dentro de poco anochecería y eso significaría que estaría expuesto a los animales de la intemperie. Tenía que hacer algo. 




Crujió los dientes cuando se levantó del suelo, fue increíblemente doloroso, tenía que seguir ese camino que medianamente él creía que lo llevaría a un rio o a un lago. Dios, debía de llevar a algún lado.  Miro al pequeño bulto que tenía en brazos. Él bebe lloraba y formaba adorables gemiditos de frustración, agitaba los bracitos y le agarraba la camisa o atinaba a tomarle los mechones de cabello negro y buscaba llevárselo a la boca para buscar algo que comer. 




-Ya, hermanito, tranquilo, dentro de poco...-, dio el primer paso y sintió la pierna crujir como una vara rompiéndose. Fue como si una bomba explotara. Los ojos se le humedecieron.-…llegaremos. 




A partir de ese momento comenzó a cojear de una pierna. 




Camino en ese mismo destino que señalaba el verdor más prominente del bosque  y la tierra mojada. Sabía que debía de haber un rio cerca. Debía de haberlo. Y debía de estar cerca por que dudaba mucho que pudiera soportar caminar mucho tiempo. Estaba mareado, confundido, las cosas parecían levemente distorsionadas, teñidas por una tonalidad opaca. 




Tenía que resistir. 




Camino una hora entera en la que tuvo que recargar su cuerpo contra los árboles. Comenzó a usar su espada de bastón.  El pasto resulto ser más inútil de lo que pensaba así que probó mordiendo raíces que arrancaba del suelo, flores y una infortunada mariposa que volo cerca de su estomago hambriento. 




Pero cuando creyó haber perdido todas las esperanzas visualizo a lo lejos algo que lo alegro más que encontrar un simple estanque con agua. Humo. Una sonrisa torpe se formó en sus labios, el humo significaban personas, las personas tienen comida, comida para comer, para alimentar a Izuna.  Una irrisible alegría le azoto los músculos rotos  y lo avivo a seguir más adelante. No estaba muy lejos. 




-¡Te lo dije hermano llorón!- le soltó al bebe que chupaba su pulgar con furia, se veía molesto y ansioso,- ya vamos a comer, ya veras, solo unos minutos más. 




Tuvo que bajar una sima algo empinada, por suerte él no se cayó ni tiro al recién nacido. Parecía ser una villa, desde lejos se visualizaban algunas pequeñas pero bonitas casas. La más cercana era una bastante grande y que cercana a ella parecía estar un establo. En los establos hay animales, es decir comida que suena. Pronto habría comida, realmente no sentía ningún reparo con comer una vaca viva y cruda 




Sin embargo hubo algo que lo desalentó. Fue como si una roca le hubiese dado en la sien. En la entrada a la villa había un bonito arco, en cuya cúspide yacía tallado un signo. El signo de los Senjus. Cualquier Uchiha medianamente cuerdo sabía que meterse en las tierras de ese clan era lo equivalente a morir súbitamente. Sus enemigos mortales.  Y un niño Uchiha desahuciado con un recién nacido  podían terminar siendo el juguete principal de cualquiera de ellos. 




Y Madara no estaba en condiciones de pelear. Pero, tampoco estaba en condiciones de dar vuelta atrás. 




Tragando duro y sintiendo un sudor frio bajar por su sucio rostro entro a tientas en la villa. No había nadie cerca de los alrededores, sin embargo camino con la cabeza baja,  no quería que de repente un repentino transeúnte le reconociera sus características, piel blanca, ojos y cabello negro liso, rostro perfilado, delgado.  Todo un Uchiha. Rogo al espíritu de su madre que hiciera que Izuna no llorara. 




Llego al cobertizo casi con el corazón saliéndole por la boca, lo abrió lentamente mirando a los lados. Nadie. Tragando duro entro y cerró la puerta tras de sí.   




Era sencillo pero muy grande, caballos,  dos vacas, instrumentos de uso doméstico, algunos barriles llenos de papas, y paja. Miro la vaca y luego sus ubres, recordaba medianamente una vez a una señora que apretaba aquellas protuberancias rosadas y extraía leche. Los bebes toman leche. Rápidamente recostó a su hermano encima del pasto, pero apenas él bebe sintió lejos de él el calor de su hermano comenzó a llorar ansioso. 




-No, no, no- dijo apremiado mientras buscaba algo que lo calmara, tomo un paño rojo y se lo dio, el niño sonrió enormemente y abrió sus ojitos maravillado ante aquel objeto. Su primer juguete. 




Calmado su hermano se acercó al animal que justamente tenía un pequeño banquito y una cubeta cerca de él. Se sentó en la silla y posiciono aquel objeto debajo de las ubres. No parecía muy complicado. Las apretó y nada. Se mordió un labio y lo volvió a hacer, una, dos, tres. Comenzó a desesperarse. Las apretó más duro. La vaca mugió molesta y le golpeo la cara con su cola. No había otra opción, pasaría a comerla viva si esta vez no obtenía leche. Halo fuerte las ubres hacia abajo y repentinamente un chorro de ese líquido blanco cayo en la cubeta-por suerte del pobre animal. 




Sonrió enormemente y repitió el movimiento unas doce veces hasta que tuvo una cantidad considerable de leche. Se lamio los labios ansioso y su estómago sonó, por fin, comida. Tomo el balde y se acercó al bebe que mordía el paño con ansias. Estaba a punto de mojar el paño con la leche y dárselo para que lo chupara cuando de repente, alguien entro violentamente, blandiendo una espada. El miedo hizo que  el balde se le cayera de las manos y la leche se desparramara por el suelo. 




-¡Fuera de aquí malditos ladrones!-Un muchachito de no más doce años entro cual energúmeno moviendo desenfrenadamente algo que ahora que veía mejor parecía cercano a un cuchillo grande-…Oye, pero si eres un niño. 




Miro confundido aquella escena, un chico increíblemente pálido y sucio,  con ropas viejas y los pies llenos de sangre y barro. Un niño, un mendigo, había usurpado en el granero de su padre. Tenia unos enormes ojos negros abiertos de par en par, nerviosos, midiendo los movimientos de su cuchillo. El chico bajo el arma al no ver amenaza sino por su inocencia un posible amigo. 




-¿Eso es un bebe?-Pregunto sonriendo torpemente y tirando el cuchillo en el proceso. Se acercó rápidamente hacia él deseando tocarlo y cargarlo. 




-¡Aléjate!-Grito interponiéndose entre él y su hermano, como un león ante sus crías, preparado para morder.  




-Pero quiero tocarlo-.Torpe siguió su camino a pesar de la advertencia, mala idea, antes de que el muchacho reaccionaria, el intruso se le había lanzado encima cual fiera dispuesto a matarlo. Miro aterrado al ver como un puño se blandía directo a su cara. 




-¡No me lastimes!-Grito ocultando su rostro con miedo. Madara se detuvo jadeando intensamente, nervioso, a la defensiva. Nadie podía tocar a su hermano, nadie podía atreverse a dañarlo, el castigo era la muerte. 




Trago duro mientras se separaba de aquel cuerpo y tomaba a su hermano en brazos y trataba de calmarlo, había vuelto a llorar. No quería atraer a más Senjus.  Aquel chico se levantó del suelo entre acojonado y molesto, al tumbarlo al suelo le había lastimado la cara y ahora su mejilla estaba roja y algo inflamada. Lo miro con detalle, tenía la piel bronceada y el cabello cortado perfectamente, manos sin asperezas y sin ninguna cicatriz,  parecía lleno de vida y lozano con esa ropa limpia y bonita.  




Escupió en el suelo, un niño estúpido que no había tocado la tierra de la guerra, un niño de mamá y papá, un niño que él nunca podría ser. Después de su padre, Madara odiaba a aquellos que habían tenor vida que él. 




-Solo quiero comida para mi hermano-, dijo mirándolo desafiante demostrando todo el coraje que tenía, aunque en realidad sabía bien que se debía ver como un pordiosero. Después de pensarlo dos veces, se dio cuenta que efectivamente, lo era. 




-Auuh…me hiciste daño-, le recrimino con un puchero sobándose la cabeza,-eres un solo un ladrón que vino a robarse a mi vaca. Un ladrón estúpido que no sabe que los bebes no pueden tomar leche directa de los animales porque mueren. Tonto… 




Madara tembló al escuchar eso y apretó más a su hermano. Si eso era cierto había estado a segundos de matar a su hermano en el primer día de vida. Dio un paso hacia atrás lleno de pánico, se daba cuenta de su ignorancia, ¿Cuántas cosas más podrían matar a su hermanito? ¿Cuántas cosas ignoraba? Era un bebe, y él no tenía idea de cómo se cuidaban a esas cositas regordetas y lloronas, y casi lo había matado antes de que el hambre lo hiciera. Miro asustado al chico. 




-Yo… ¿Qué le puedo dar de comer?-Pregunto tratando de no bajar la mirada, avergonzado, le había robado, le había golpeado y ahora preguntaba tal cosa que en realidad era una forma indirecta de pedir comida. 




-Hum-, soltó formando un mohín aún mas grande y cruzándose de brazos-yo tengo leche que le dan a mi hermano menor pero tú eres maleducado y me pegaste-, le gruño. 




El Uchiha apretó los dientes y aquella ira asesina que la guerra había sembrado y el hambre fomentada comenzaba a hacerse notar en su mirada.  Si ese niño imbécil tenia comida  no le importaba con que medios obtenerla. El único medio que le habían enseñado para obtener las cosas era matando. 




-Si no le das algo de comer a mi hermano, me encargare que tú seas su comida. Y créeme-, dijo avanzando amenazante hasta él, pudo ver sus ojos color miel temblar. Estaba hambriento-, he pasado mucha hambre como para que me importe lo que como. 




-Yo…-, el chico dudo un poco entre el nerviosismo y su propia inmadurez,- ¡No!-Madara frunció el ceño y sus ojos se dirigieron al cuchillo del suelo, no dudaría en cortarle el cuello. Sería lo primero que haría-, primero discúlpate. 




-¿Qué mierda? 




-¡Dijiste una mala palabra! 




-¡Serás imbécil! ¡Voy a matarte que no entiendes!-Le grito tomándolo fuertemente por el cuello y casi alzándolo del suelo, el chico grito un poco y pataleo, y él bebe que estaba en un brazo del Uchiha volvió a llorar. 




-¡No!-El Senju le asesto una patada en la pierna, su adolorida pierna,  y cayó al suelo y por poco el bebe no cae de sus brazos. El moreno corrió hacia una esquina y tomo el cuchillo de forma defensiva-¡Pide perdón o te llevare con las autoridades! 




-Baja eso antes que te mates a ti mismo-, amenazo con una sonrisa torpe y adolorido, ese golpe lo había lastimado. Trato de levantarse. 




Fue cuando de repente todo se hizo negro y distorsionado y un sonido agudo tomo lugar en sus oídos. Los tres días sin comer nada, su madre muerta y la huida, finalmente hacían estragos. Aquella pequeña pelea le había quitado las vagas energías que le había dejado la grama. Perdió el equilibrio y se fue de lado, chocando su cabeza contra el suelo y su hermano cayendo en su pecho abruptamente. 




Todo pareció lento y molesto, su hermano llorando, el chico temblando y llamando a su padre desesperado. Luego todo es más raro aun, un hombre lo levanta del suelo y le llama pero él no responde. Su hermano llora y se lo arrancan de su inerte regazo. Antes de darse cuenta se desmaya. 




  




Madara despertó a las horas sintiéndose fatal, estaba en un futon tendido. Lo primero que llego a su vista fue un blanco techo y la noche pintada en la ventana. Toco la tela de la cama, suave y cómoda que lo seducía a seguir durmiendo. Sin embargo se levantó algo consternado sintiendo que le faltaba algo importante, como si le hubiesen arrancado un brazo. Sin embargo, apenas se sentó su cabeza giro abruptamente y el mareo lo mando de nuevo a la cama. 




Le dolió todo. Pesadas lágrimas cayeron de sus mejillas calientes y sudadas, la cabeza  palpitaba como si simultáneas explosiones de dolor estallaran dentro de ella, quemándole todo. Tenía calor y frio al mismo tiempo, náuseas y una abominable hambre. Por otro lado su pierna izquierda superaba al malestar de la  violenta fiebre, sentía en ella como si un perro la mordiera una y otra vez, clavando sus agudos colmillos. 




-Shh, ya, ya pasara todo-, una delicada voz lo calmo y al mismo tiempo lo asusto. Era una voz de mujer. Pensó en su obtuso mundo que había muerto y su madre lo mimaba y frotaba ese dulce paño frio por su frente y su cuerpo desnudo. Pero dolía demasiado como para ser la muerte. 




-¿Dónde…-Susurro con voz trémula. Las lágrimas bajaron más rápido de sus mejillas y sollozo. Sentía que se quemaba y que perdía el aire. Vio unos tiernos ojos y una sonrisa de unos labios rosados. No era su madre, no, su madre había muerto pálida y llorosa- ¿Dónde está mi hermano? 




-Está bien, ya comió y ahora duerme-, le dijo pasando aquel paño por su cabeza febril, mojándole los brunos cabellos-, duerme pequeño, necesitas recobrarte. 




Cerró los ojos cansado y volvió a dormir como si se lo hubieran ordenado. Sin embargo sus sueños estuvieron llenos de horribles alucinaciones y de pesadillas, llegando un punto entre que cada una de ellas se mezclaba y se revolvían de forma dantesca y no había línea que separara la realidad de lo onírico.  




Veía que su padre llegaba vuelto un demonio y lo golpeaba una y otra vez, sin piedad alguna, y luego de dejarlo entre vivo y muerto se giraba hacia su hermano y con una macabra sonrisa lo tomaba en brazos. Madara gritaba y gritaba pero nunca lo escuchaban. Entonces su padre se lo llevaba y lo dejaba solo, sangrando,  llorando, muriendo. 




El sueño se repitió mil veces. La fiebre jugo con él al juego del infierno,  y solo lo dejo vivir cuando el sol salió detrás de las montañas del día siguiente. Dos días gritando, llorando, pidiendo piedad a fantasma, sollozando el nombre de su madre y rogando ayuda. Dos días en los que casi muere de fiebre.  




Despertó sintiéndose como debería sentirse la muerte.  Abrió los ojos pesados. Sentía la cabeza vacía y los músculos rígidos. Estaba desorientado, miro alrededor y no pudo recordar donde estaba. Fue hasta que se dio cuenta que había alguien que lo miraba con exceso curiosidad. Un niño de ojos color miel y de piel bronceada. Madara lo miro largamente sin reconocerlo, tenía la rara imagen mental de una vaca y leche derramada. 




-¿No estás muerto?-Parpadeo un poco. La palabra estúpido se le antojo. 




-¿Dónde está?-Pregunto sintiendo la garganta seca y áspera, le ardía. Solo había algo que era cierto en ese instante, una sola cosa, su hermano. 




-¿Quién?-, estúpido, imbécil, idiota. Todas lo definían. 




-Mi hermano. Él bebe. 




-¡Ah! Si, si, ya se de quien hablas-, dijo sonriéndole y mirándolo fijamente. Madara espero a que continuara pero no decía nada, solo le seguía sonriendo de forma ridícula. Frunció el ceño. 




-¿Entonces? 




-¿Qué cosa? 




-¡Donde está mi hermano!-Casi se le desgarra la garganta con ese grito. 




-Esta con mi mamá. Esta desayunando-. Madara soltó un suspiro profundo de calma y cerró los ojos. Estaba comiendo, a temprana hora, es decir, no tendría hambre. Su hermanito tenía suerte- ¿Cómo te llamas?-Le pregunto inclinándose más hacia a él. Volvió a abrir los ojos con pereza. 




-Madara…-Titubeo al pensar en decir su apellido, pero luego de pensarlo una segunda vez, la ropa que llevaba tenía el símbolo de su clan y sus facciones no engañaban a nadie. Ahora que se daba cuenta, tenía puesto un yukata azul oscuro y él estaba limpio y perfumado-Uchiha Madara.-Miro nervioso al muchacho, esperando odio en sus ojos o asco. 




Sin embargo fue curiosidad en realidad lo que acaricio los ojos cafés. 




-¿En serio? ¿Un Uchiha?-, el azabache asintió mientras se sentaba lentamente en la cama, sentía la pierna pesada y sensible. Una fuerte venda la mantenía inmóvil-¿Eres un guerrero? ¿Cómo de los cuentos? 




Madara parpadeo un par de veces, esa palabra sonó extraña. Guerrero debía de ser algo asociado a la guerra, pero a él nunca lo habían llamado así. Guerrero sonaba hermoso, como aquellos que pelean con honor, por una causa justa, por su familia, por su patria. Él nunca supo porque peleaba, a que se debían tantos muertos, solo hacia lo que su padre hacia y lo que todos hacían. No era más que un perro bien entrenado.  




Miro sus manos, llenas de llagas, de cicatrices, ásperas como la de un minero, ¿Cuánta sangre había derramado por nada y por nadie? Él no era un guerrero, no, eso quedaba demasiado grande para él. Era un asesino a sangre fría, un monstruo, igual que su padre. 




Pero era demasiado difícil de explicar. 




-Supongo que sí. 




-¿Y…Y has matado gente?-Despego la vista de sus manos y miro molesto al muchacho, este bajo la mirada apenado-Perdón, creo que he sido irrespetuoso, supongo que eso no se pregun- 




-Si-Contesto mirándolo fijamente a la cara, sus ojos parecían muertos y miserables, llenos de rabia y odio. La oscuridad de su iris se tiño como un abismo.-a muchos, no, más que muchos, a cientos, no lo sé en realidad, todos los muertos son iguales-, menos uno, el de su blanca y trémula madre. Desvió abruptamente la mirada que de repente se tornó mojada-Ahora si sería irrespetuoso seguir preguntando sobre eso. 




Un silencio enorme se formó entre ellos. Madara miro por la ventana, el sol brillaba con una alegría que daba envidia. Hacia unos días había visto el mismo sol,  en ese entonces moría de dolor y de hambre. Se preguntó que estaría haciendo su padre al enterarse que su mujer había muerto al dar a luz, y que su primogénito desapareció con su hijo recién nacido ¿Lo estaría buscando? ¿Lo mataría cuando lo encontrara? Y si era así, ¿Cuánto tiempo podría ocultarse? Suspiro cansado, todo era demasiado confuso y aterrador. 




-Yo me llamo Hashirama Senju del Bosque-, Dijo el chico con una sonrisota mientras señalaba el signo de su clan tallado en su palma. Madara se sobresaltó un poco al verla cicatriz en forma de símbolo marcada en su palma derecha. Sin embargo pronto se calmó, sabía que era algo típico de ese clan marcarse al cumplir los diez años, sin embargo los niños nunca iban a la guerra hasta los quince. 




-¿Por qué me salvaron?-Pregunto después de unos segundos-Uchihas y Senjus son sangre que no se mezcla. Bueno, eso es lo que todos dicen 




-No podía dejar morir a dos niños. 




Hashirama y Madara voltearon,  un hombre de mediana edad entro cargando a su hermanito en brazos. El azabache sintió que volvía a respirar, parecía haberlo olvidado hacer. El bebe parecía feliz y tranquilo, vestía un lindo traje de una sola pieza de color blanco y con patitos amarillos, chupaba con hambre un tetero lleno de leche.  Estiro los brazos automáticamente y sintió la garganta más seca que nunca, el hombre le dio al bebe y Madara lo abrazo fuerte, se dio cuenta que tenía miedo. 




Era un hombre grande aunque más que musculoso parecía algo obeso, alto, casi del tamaño de la puerta. Rostro fuerte y curtido por el tiempo y el esfuerzo, manos gigantescas, mirada seria y prepotente. Como un árbol, un árbol que lo había salvado a él y a su hermano. Un Senju. 




-Pero soy un Uchiha-, respondió Madara mirándolo a los ojos.-Tienes que matarme. Trate de robarte, trate de matar a tu hijo. 




-¡Y de comerme!-Añadió el niño inflando las mejillas 




-Y de comerlo…Deberías matarme.  




-¿Y por que debería hacer tal cosa?-Pregunto el hombre con cierta indiferencia. 




-¡Por que las cosas son así! ¡Los Uchihas matan Senju y los Senju matan Uchihas!-¿Era acaso estúpido para ver tal cosa tan obvia? ¿O acaso él era el estúpido? 




¿Que estaba pasando?  




El hombre no contesto nada solo lo miro durante un rato largo. El pelinegro esperaba su respuesta, en su clan tan solo con que un Senju pisara su suelo era la condena absoluta, la muerte instantánea. Lo mismo con los Senjus. Era una especie de ley, mantenerse lejos del territorio del enemigo y si no abstenerse a las consecuencias. Madara había presenciado como decenas de inocentes Senjus habían sido masacrados y mandado sus cabezas a su clan.  




Se preguntó qué haría su padre al ver su cabeza. Quizás se molestaría porque le quitaron la oportunidad de hacerlo él. 




Un suspiro largo lo despertó de sus sueños. 




-Supongo que tienes hambre. 




Se volteo y se fue. Los labios de Madara se abrieron de par en par. Y casi se desmaya por segunda vez al ver la bandeja llena con comida que le llevaron, junto con un gran vaso de jugo de uva. La bandeja fue depositada en sus piernas y el no supo exactamente qué hacer, solo se quedó mirando absorto aquellos manjares, impresionado. Pollo rostizado, papas, zanahorias, guisantes, arroz, pan recién horneado y untado con mantequilla. 




Las manos le temblaron. 




¡Eso era comida para semanas! Un lujo que ni en sus más absurdos sueños inmaduros había recreado.  Estaba muerto de hambre, toda la vida la había pasado así, muerto de hambre,  había vivido muriendo, comiendo insectos, pan viejo, carne de animales casi podridos, grama y tierra. Nunca había probado pollo y solo dos veces arroz.  




Con las manos temblorosas se llevó un pedazo gigantesco de pollo a la boca y lo mordió con desesperación y luego  tomo un puñado de arroz y luego probo las papas. Casi ni mastico y se ahogó con el jugo de uva pero no le importó. Siguió comiendo, lamiéndose los dedos, mordiendo duro los huesos hasta triturarlos y tragarlos. 




Devoro todo. Nunca había probado una comida tan maravillosa, tan dulce, tan jugosa, tan caliente. Era un paraíso, comer, comer era un paraíso, un sueño. Sentía el calor en su estómago y esa extraña pero placentera sensación de llenura, de satisfacción. Se  encontró suspirando de placer y sorbiendo hasta la más pequeña gota de jugo, deleitándose con todo, recordando lo mal que sabía la grama y lo asqueroso que era tomar agua de un arroyo sucio o del hueco de un árbol. 




Acabo antes de darse cuenta. Jadeaba y se sentía nervioso. Se limpió la boca con el dorso de la mano, el estómago le dolía un poco. Miro al hombre que curiosamente le sonreía, a él y al pequeño bebe que no paraba de tomar leche, también dándose un festín. 




Madara se sintió confundido de repente, ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué lo curaba? ¿Por qué lo alimentaba? ¿Por qué era bueno con él? ¡Si él era un asesino que fue a robarle y a matar a su hijo! ¡Si era un monstruo que se había llevado la vida de cientos de los suyos! ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? 




-¿Por qué lloras? 




Si, sin motivo alguno había comenzado a llorar, apretando sus pequeños puños. Lleno de ira y de confusión y también profundamente enternecido. Sentía algo tibio en su pecho, algo tan dulce que solo había sido tocado por el nacimiento de su hermano. Lloraba frunciendo el ceño, conteniendo los pequeños sollozos estúpidos. 




Se sentía bien. Había dormido en una cama, lo habían curado, le habían dado comida, nunca nadie le había tratado tan bien, nunca había comido tanto, nunca se había sentido tan estúpidamente seguro, tan absurdamente feliz. ¿Por qué? ¿Por qué su enemigo lo trataba tan bien cuando su propia sangre lo había tratado como un perro sucio?  ¿Por qué si él no se lo merecía? ¿Por qué si él no era nadie? 




-¿Por qué?-Pregunto nuevamente temblando sin parar tratando de no llorar. Lo miro con esos grandes y negros ojos, llenos de ira y de conmoción. Los ojos de un niño asustado. 




El hombre suspiro de nuevo y llamo a Hashirama y tomo a su hermano entre sus brazos y se retiró lentamente de su pieza, dejándolo sin respuesta con el corazón a punto de explotar en miles de pedazos, demasiado lleno de calor y dulzura para poder comprenderlo. 




-A tu enemigo hay que tratarlo bien, si no se llenara de odio y rencor contra ti y lo que es hoy un niño hambriento mañana podría convertirse en un monstruo sediento de sangre. 




Y se fue cerrando la puerta tras de él. 




Se quedó frio e inmóvil, temblando y con las lágrimas inundado su rostro, ahogándolo. No entendía nada, era como si ese orden natural de las cosas en el que había vivido siempre fuese roto con un dulce acto de bondad. Era como si un rayo hubiese roto el hielo de su corazón y hubiese dejado fuego, un incendio que consumía el hielo y solo dejaba agua salada que caía de sus ojos. Y solo podía llorar y apretar impotente las sabanas. 




-Pero…-susurro mientras miraba sus manos pequeñas, marcadas por su espada y bañada por la sangre de sus enemigos- Si yo ya soy un monstruo. 




Los monstruos son seres horribles que hacen daño, matan y comen gente. Nunca tienen piedad. Su padre siempre le había dicho monstruo y él había terminado por creérselo y por ende a actuar como uno. Sin embargo había algo que estaba mal, algo que no era tan cierto en eso. Las lágrimas bañaban sus mejillas parecían decir otro cosa. 




Madara tuvo la sensación de que su padre le había mentido durante todo ese tiempo. 




  




  




 

Notas finales:

:3 bueno

este es el inicio de todo, algun consejo,critica o sugerencia diganme :3

Adiositoo!

 

Un rev por caridad <3


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