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A Good Brother por anik_blood

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Notas del capitulo:

:D hola! 

Disculpen la tardanza, prometo que continuare mucho mas amenudo.

Es más hoy mismo comienzo hacer el cap que le sigue xD gracias por sus revs tan jahskjahsjahsa orgasmeantes y poco saludables para mi orgullo.

Bueno a partir de este cap las cosas seran mas bonitas para Madara, luego no tanto, luego sera un infierno, y luego hermoso de nuevo :'3

Disfrutenlo!

 

El sol salió alto e imponente. Poco había dormido, la mayor parte de la madrugada se encontró llorando y ahogando grititos de profunda desesperación en el fondo de su almohada. Se sentía tan  pequeño y tan confundido, tan enternecido y asustado por todo, como un ave apunto de aprender a volar. Sentía una profunda vergüenza de levantarse y mirar a aquel hombre que le había brindado su calor, cuando él había matado tantos de los suyos. Le apenaba pedirle que siguiera manteniéndolo junto a él, que le hiciera sentir así una vez más: conmovido. ¿Cuándo pudo haberse imaginado que un Senju pudiese haberle calado tanto su trémula alma?

Enterró su cabeza en aquella almohada de plumas, pudo jurar que debía de ser tan suave como una nube, y arropo su cuerpo con las delicadas y cómodas sábanas blancas, casi tan calientes como el regazo de su difunta madre, casi. Se dignó a cerrar los ojos por primera vez, estaba exhausto, llevaba un cansancio que traía cargando desde hacía años.

Necesitaba dormir y sanar. Olvidar.

-¡Mada-kun, despierta, el desayuno está listo!

Madara dio un bote al escuchar como la puerta era pateada y los gritos agudos de una garganta poco desarrollada tentaban a quitarle la poca cordura que le quedaba. Hashirama entro irradiando aquella gran y estúpida sonrisa, una sonrisa extraña y que le perturbaba, ajena a todo lo que conocía. Era demasiado dulce como para ser comestible. Frunció el ceño y lo miro cual gato arisco al pequeño niño despeinado y aun en pijamas como se le lanzaba encima.

-¡Vamos, vamos, vamos!- El chico emocionado le arranco la sabana y el mismo se encargó de levantarlo halándolo de un brazo, desafiando aquella fría mirada-¡Papa dijo que después de desayunar podríamos jugar!

Al levantarse, o mejor dicho, al ser levantado, se dio cuenta para su sorpresa que no le dolía mantenerse de pie. La pierna izquierda y los pies estaban firmemente vendados y no le molestaban, sospecho que aquella mujer que lo había cuidado debía de ser una excelente médico. El muchacho pareció darse cuenta.

-¿No te duele verdad? ¡Qué bueno! ¡Podremos correr por todo el bosque entonces! Yo lo conozco entero y se trepar árboles, podemos montarnos y tomar frutas-, era tan increiblemente escandaloso- y…y luego iremos al pueblo y compraremos una pelota, tenía una pero se rompió, bueno no la rompí realmente, la perdí, pero le dije eso a mí papa para que no se molestara, pero eso ya no importa, compraremos una y jugaremos toda la tarde-, tan alegre, tan repulsivamente dulce, tan, tan, tan escandaloso.

- Y… ¡También podemos ir a comer galletas con la señora Chira! ¡Oh, hace las mejores galletas de chocolate de todas! y luego… ¡Mm!

Madara había tapado sus labios con su mano, callando todo aquel agitado, irracional y atormentador parloteo. El chico moreno lo miro fijamente y luego frunció el ceño y trato de quitarse esa mano que lo amordazaba pero se dio cuenta que era imposible, era como una garra que le lastimaba bastante y evitaba que siquiera gemidos salieran de sus labios. Madara lo miro molesto e indiferente al mismo tiempo. Hashirama se sintió temblar de miedo. Sus ojos negros eran extraños para él, eran oscuros y vacíos, asesinos.

-Cállate- Susurro amenazador mientras le quitaba la mano de la cara, se dio cuenta que unas leves marcas rojas habían quedado en sus mejillas. También se dio cuenta que el muchacho temblaba.

Se arregló el yukata y se dirigió a la salida. Hubiese querido sentirse mal por haber hecho tal acción tan grosera y cruel, pero no era así y si se había obligado a no sentir remordimiento por matar, menos por aquello que le era tan banal. Sin embargo se detuvo a punto de salir de la habitación al escuchar un gimoteo, miro hacia atrás, el muchacho estaba encogido sobre sí mismo y se agarraba la cara adolorido.

-No me digas que estas lloriqueando- dijo despectivo.

-Es que tu…yo solo quiero ser tu amigo, y me tratas de esa forma-. Suspiro pesadamente, acababa de recordar que no estaba en la guerra y que no estaba entre Uchihas.

-Vamos Senju, no hay motivos para llorar, apenas y te toque.

-Pero me duele-dijo con unos adorables y enormes ojitos de dolor. El pelinegro desencajo un poco los labios, ¿A eso le llamaba dolor?-Eres muy grosero. Yo cuide con mamá al bebé. Toda la noche. No dormí ni un poquitito. Vez como eres malo.

Frunció los labios y se entrecruzo de brazos, aquel muchacho debía de tener su misma edad, quizás un año más o uno menos, aunque era un poco más alto que él, sin embargo parecía ser totalmente diferente a él, era tierno, emocional, demasiado emocional para su gusto, gritón y de sentimientos frágiles. Acaricio sus largos y desparramados cabellos negros, pensando en que decir ante su mirada acusadora.

-Vale-, susurro al cabo de un rato- podemos jugar con esa maldita pelota tuya en tu maldito bosque todo el maldito día si tan feliz te hace.

-¿En serio?-Dijo de repente formando una enorme sonrisota, una bastante anormal, una que hacia parecer sus pequeñas lagrimillas dislocas.

-Sí, supongo, si es tanto para ti.

-¡Sera tan genial! ¡Ay estoy tan emocionado! ¡Hace tiempo que no juego con nadie, mi mejor amigo está en la guerra y bueno, mi hermanito es pequeño y mi papa es aburrido, pero ahora que estas acá podremos jugar todos los días!- Su ceja temblo al nuevamente escuchar esas montañas de palabras. Era tan, tan, tan escandaloso…

-¿Sabes cuentos de terror?

-No pero-

-Yo sé muchos, me los enseño un amigo de mamá. ¿Conoces el del samurái decapitado? Dice algo así como de un samurái que fue…  

Madara suspiró y salió de la habitación mientras trataba de arreglar su cabello largo y desordenado, escuchando a lo lejos la histérica voz que le hablaba de cosas desconocidas: dulces, jugar y cuentos. Era un niño extraño.

Estaba deslumbrado por aquella hermosa casa, las paredes blancas, los candelabros colgados en los techos, las pinturas, el tallado del pasamanos de las escaleras, el piso brillante, los espejos, las esculturas, los muebles, todo, todo era impresionante, un lujo que él nunca se había atrevido a imaginar. Madara solo había vivido una vez en una casa pero era una pocilga en relación con esa, aquella casa tenia tierra como suelo, era de madera que crujía y no tenía muebles a excepción de un tronco sin astillas, y la cama estaba hecha de hojas, envueltas en telas. Esta por el contrario, era impresionante, una riqueza tan grande que le parecía absurda y le hacía sentir una pequeña y asquerosa envidia, ¿Por qué su clan no podía tener cosas como esas?

Llego al comedor luego de unos minutos de celos. Diviso una gran mesa de caoba de hermoso tallado, un mantel tan blanco como la nieve, platos grandes y relucientes llenos de comida, comida increíble, como obras de artes, huevo, sopa, pescado, arroz, pan, mantequilla, frutas , jugo, todo colocado y ordenado de una forma magnífica, ¿Cómo la comida podía ser tan hermosa? No lo sabía, lo más hermoso que había comido una vez fue aquel venado que cazó hace tiempos inmemorables pero esta le hacia competencia.

-¡Pero miren quien se levantó!

Escucho la voz de una mujer y Madara se obligó de despegar la vista del pan recién horneado el cual estaba a punto de abalanzarse sobre él. Era la mujer que lo había curado. Al verla el pequeño Uchiha se quedó inmóvil y con el corazón mudo, era la mujer más hermosa que jamás había visto en su corta vida. Piel de porcelana como la de los ángeles, cabello igual de blanco, largo y algo rizado en las puntas, ojos curiosamente rosados como de cerezo y boca roja como llamas y senos pequeños pero deliciosamente adorables.  

Trago duro y se sintió absurdo y tonto, el pan había pasado a un segundo plano, ahora sus ojos comían de su belleza. Siempre creyó que la mujer más hermosa era su madre pero ella era diferente, le producía sensaciones curiosas y extrañas en el estómago, sobre todo cuando miraba sus labios gruesos y rozagantes o sus pechos o su cadera sinuosa. Vio que lo llamaba con su mano y se acercó hasta ella sintiendo que se le tensaba el cuerpo. Al acercársele sintió su dulce aroma a lavanda y el corazón brincar, pero fue cuando su mano toco su pierna que casi le dio un infarto, sintió un fuerte calor llenarle las mejillas y un cumulo de pájaros, mariposas y abejas en el estómago.

-¿Q-Que hace?- Pregunto sintiendo la cara caliente.

La mano de largos dedos, tan suave como el algodón, palpaba su pierna desde los tobillos hasta casi la entrepierna. Nunca una mujer había estado tan cercana de su piel. Nunca se había sentido a punto de morir de vergüenza.

-Veo que estas mucho mejor. Te recuperas rápido, has de ser un excelente guerrero-Madara trago duro y comenzó a sentirse estúpido. Ella tenía una voz tan hermosa y delicada que le perturbaba más que la de Hashirama-Pero… ¿Por qué estás tan rojo?- Pregunto tocando su mejilla-¿No me digas que tienes de nuevo fiebre?- Un infarto era un mejor diagnóstico.

-No, solo yo…-, vio nuevamente sus labios y el estómago se volvió un remolino-, yo tengo hambre, solo es eso-, dijo alejándose de ella y sentándose rápidamente en la silla con ganas de hundir la cara en la sopa y ahogar esas raras sensaciones. Vio que sonreía la mujer y rehuyó la mirada a la pared.

- ¿Mi hermano, donde…?-

-Justo aquí- Un brinco hizo que saltara de su silla al escuchar la voz de Batsuma, el hombre entro llevando en brazos al crio y de la mano a otro, este era un niñito de seis años de cabello blanco como su madre, pero de curiosos ojos rozados -buenos días Uchiha.

No contesto hasta que pudo tomar a su hermano en brazos. Lo abrazo y él bebe sonrió al sentir el calor de su hermano y con sus pequeñas manitas le toco torpemente la cara al muchacho como una especie de saludo. Madara sonrió levemente y beso su frente, sintiéndolo tan dulce, tan pequeño y tan frágil, tan indefenso y él tan obligado a protegerlo de todo. La comida paso esta vez a un tercer plano al ver los ojos negros del infante, su piel blanca, su poco cabello, sus mejillas regordetas y su camisita manga larga azul y sus pañales de tela, y sus pequeños piececitos cubiertos por medias. Era tan perfecto en todos los aspectos, tan puro y lejano al fuego y la sangre que toda su vida había presenciado.

-¿Quieres darle de comer?- Le pregunto la mujer cediéndole un tetero tibio y lleno de leche.

Por supuesto que quería. El chico comió con hambre, chupando hambriento el chupete, tomándolo con sus manitas con fuerzas, temiendo que se lo quitaran. Su hermano sonrió enternecido, se dio cuenta que más hermoso que comer, era alimentar a otros, quizás por eso Batsuma hacia eso con él, ¿Seria? Eran muchas preguntas las que tenía en su cabeza, pero en ese instante lo único que importaba era que su hermano comiera y creciera, no importaba nada más.

Madara hubiese sido capaz de vender su cuerpo para alimentar a su hermano, así como había visto hacer a su prima una vez en una fría noche de invierno. Si, Madara daría la vida por su hermano, pues él le había devuelto los motivos para vivir. Lo había salvado, le había devuelto el calor a su sangre y la luz a la luna. Tanto tiempo buscando algo hermoso que ver, algo que le recordara un motivo para vivir y lo encontró en esas mejillas sonrosadas y en esa sonrisa sin dientes. En ese pequeño instante en que lo veía comer, juro que nunca le permitiría tener hambre, que nunca nada lo dañaría, que jamás una lagrima caería de su rostro.

Durante toda su vida cumplió con esa promesa.

-¿Cómo se llama?-Le pregunto Hashirama. Fue otra pregunta.

En su clan era costumbre que la madre nombrara al hijo, pero ella había muerto aquella fría noche y su padre no estaba para suplirla, y Madara había estado más ocupado en huir y no morir para pensar en eso hasta ahora. Lo miro comer absorto pensando en todos los nombres de varón que recordaba. Sin embargo su mente navego por un fortuito recuerdo, una vez él había escalado una grandísima montaña llamada monte Izuna, no recordaba exactamente porque lo hizo, solo recordaba la sensación, sus manos adoloridas trepando de roca en roca, la sensación de vacío bajo sus pies, el aire puro, el sol incandescente, y esa irrisible emoción de la vida, y luego al llegar a la cúspide, la sensación de quietud y sosiego. Lleno de paz, igual que los ojos de su hermano.

-Izuna. Si, así se llama ¿Es un lindo nombre verdad?- Pero no hablaba con ellos, le hablaba a su madre, al susurro del recuerdo de su madre. Ojala estuviera hay para verlo. Ojala…

-Lo es-, dijo Batsuma tomando la sopa de miso con calma, profundamente concentrado en las expresiones de paz y ligeras conmociones en el rostro del pequeño Uchiha.-Madara...- le llamo suavemente-, debemos hablar.

El chico reacciono al escuchar esa voz, no presagiaba nada bueno. Cuando su padre le decía aquellas últimas palabras eran sinónimos de palizas descomunales pero la voz de ese hombre era suave y casi cariñosa. Se despegó adolorido de su hermano y se lo cedió a la mujer que con gusto siguió dándole de comer. Las cosas parecieron perder un deje de color.

-Primero quiero saber algo, ¿Dónde están tus padres?

-Muertos-, fue lo primero que salió de sus labios, ni siquiera lo pensó.

-¿Ambos?

-Si. Mi madre murió hace dos días, dando a luz a mi hermano-, soltó un leve respingón al decir eso y el cuerpo se le puso dolosamente tenso y sintió un nudo en la garganta, odiaba pensar en ello, detestaba hablarlo. Le era aún muy difícil aceptarlo.-Mi padre…mi padre murió hace mucho.

-Lo siento, ha desear duro para un niño tan pequeño lidiar con tal perdida-, solo asintió y tomo un trago de agua, las manos le temblaban un poco-¿Dónde está tu clan Madara?

-No lo sé, supongo que me perdí…-No estaba diciendo mentiras tan brutales, eran verdades a medias, si, su padre para él había muerto desde el primer día que lo golpeo, y si, no tenía idea de donde estaba su clan así que efectivamente, estaba perdido-¿Qué quiere preguntarme realmente señor?-, lo miro fijamente de forma sagaz-, no creo que le interese exactamente mi familia.

Batsuma se calló unos segundos y dudo en cómo hablar, aquel muchacho le daba mala espina, lucia peligroso a leguas pero al mismo tiempo increíblemente cautivador.

-Madara, ambos sabemos que eres un Uchiha y ambos sabemos lo que los Uchihas son. Son asesinos a sangre fría, monstruos sedientos de sangre, sin corazón-, esas palabras tan suaves quedaron sueltas y punzantes, como agujas de papel, -Tu clan mató a mis dos hijos, a mi hermano, a mi padre y a mi tía ¿Si yo me llegase a descuidar me matarías a mí, a mi esposa y a mis hijos?

Madara se quedó inmóvil y frio, como si una ducha de agua helada lo hubiese bañado. Apretó los puños con fuerza y crujió los dientes, ¿Qué clase de palabras eran esas? Tan calmadas pero tan colmadas de odio, ¿Qué clase de mirada era esa? Tan fría y tan aterradora, tan…tan parecida a la suya.

-¿Detrás de tu mirada se esconde ese asesino tan propio de tu sangre? ¿Quién eres tu realmente, Madara?

¿Qué clase de ser era él? Se quedó en silencio unos minutos, sintiendo esas molestas miradas. Miro la comida que aún no había llenado su plato ni su estómago, miro el mantel pulcro, a Hashirama, a la mujer, a Batsuma, al niño de cabello blanco, luego miro a su hermano comer y finalmente miro su plato vacío, tan limpio que reflejaba su rostro, su cara fría, demacrada, agobiada por un pasado que rimaba en su futuro, sus ojos negros que guardaban tantos secretos, tantos traumas.

De repente todo pareció lejano y ajeno a él. Si pudiera definirse lo haría por sus recuerdos: sangre, llanto, dolor, intentos de suicidio, su madre vida y su madre muerta, el odio hacia su padre, el odio hacia la guerra, y amor, y miedo, miedo de todo.

-Está equivocado-, fue lo que salió de sus labios, la verdad. - No sabe lo que es mi clan, tú no sabes nada de mi clan.-Se dio cuenta que estaba molesto. Molesto con sus palabras díscolas, con la comida, con los lujos, con esos niños tan felices.

-¿Yo no sé nada de tu clan?-Dijo sintiéndose insultado.

-No señor. Usted no sabe nada, ha vivido engañado por mucho tiempo-, miro su rostro una vez más reflejado en el plato, encontró lo que realmente era: nadie -…nosotros no existimos.

Un profundo silencio lleno la habitación. Madara sentía su corazón muerto, tan adolorido que no podía moverse, la verdad, lo que salió de sus labios, era tan dolorosa como los cuchillos con los que cortaba sus muñecas. Su clan no era más que el reflejo de él, hambrientos, asustados y movidos por el odio, llenos de sangre y de pesadillas, todo por buscar un nuevo hogar, un sitio donde tener una mesa tan bonita con comida tan hermosa, un sitio para vivir.

-Cuando yo era pequeño-, hablo al cabo de unos minutos- varios clanes se unieron y nos invadieron, nos masacraron, nos quitaron nuestras tierras, violaron a nuestras mujeres y esclavizaron a muchos de nosotros. Nuestro apellido fue lo único que nos quedó porque venía de nuestra sangre, de nuestro sudor, de nuestra alma. Y nuestra alma nunca nos podrán quitar, señor, nadie puede tocarla-, susurro mirándolo fijamente a los ojos.

»Yo perdí mi casa, mi infancia, mi nombre, todo, me lo quitaron todo, señor…hasta olvide quien soy. Olvidamos que somos, seres humanos, y por eso es que nos comportamos como nos comportamos, nunca aprendimos a amar, en realidad, nunca nos lo permitieron… pero no hemos olvidado a donde vamos, solo buscamos un hogar, solo queremos existir. Yo solo quiero eso, existir.   

No había más que decir, ni siquiera sabía si había respondido la pregunta, ni siquiera la recordaba. Nuevamente sentía unas alocadas ganas de llorar y de gritar, quería golpear las cosas y cortar sus brazos. Respiro profundamente y se tragó las lágrimas. Miro a Batsuma, este le daba una larga mirada indescifrable. Por un instante vio duda en sus ojos y luego esperanza, y luego duda de nuevo.

-Dime quien eres tú, Uchiha- Pregunto con una voz extraña, incomprensible.

-Yo, yo creo que no puedo responder esa pregunta. Creo que las personas son las únicas que pueden juzgar a los demás por sus acciones y por sus palabras. Si yo quisiera saber si soy un buen hermano, le preguntaría a Izuna, si quisiera saber si soy un buen esposo, le preguntaría a mi esposa. Así que como no tengo esposa e Izuna no sabe hablar, usted debe de responder esa pregunta, ¿Qué soy yo para usted, señor? ¿Realmente cree que lo mataría a media noche, a su esposa y a sus hijos?

Batsuma parpadeo unas dos veces, sorprendido por muchas cosas, el dolor tan profundo que podía irradiar un niño tan pequeño, esa pasión tan arrolladora que expresaba con su voz, sus ojos tan profundos y misteriosos, y su desbordante inteligencia que parecía que tejía un juego el cual el mismo iba cayendo.

-Pues yo creo-, dijo aclarándose la garganta, se sentía timado-, yo creo que eres un niño y…-, frunció el ceño confundido, no sabía cómo descifrar esa pregunta, Madara parecía ser mordazmente inteligente y peligroso y al mismo tiempo pequeño y triste. Podría ser un asesino o bien podría ser solo un joven carente de protección, o podría ser ambos-Yo creo que…que necesito conocerte mejor para responderte esa pregunta, así que-, suspiro pesadamente y luego sonrió, estaba completamente seguro que estaba cometiendo un error, Un grave error-, creo que compartirás la habitación con Hashirama.

Pero a veces los errores nos hacen grandes.

Madara no era ni remotamente capaz de comprender la alegría que sacudió su corazón al escuchar esas palabras. Una casa, una cama, comida, agua, todo era demasiado bueno para ser cierto, apenas podía hacerse la idea absurda que quizás podría comer más de una vez al día. Sonrió torpemente y se dio cuenta que las piernas le temblaba, Hashirama había gritado de felicidad y había abrazado a su padre, feliz de tener un nuevo amigo.

-Bueno, nuestra familia cada vez se hace más grande-, dijo la mujer mientras acunaba a un satisfecho y somnoliento Izuna en su regazo. -Deberás trabajar más para alimentar a tantas bocas. Además Madara está muy desnutrido, debe comer mínimo unas seis veces al día para reponerse. Casi se le sale un jadeo de sorpresa y por primera vez dijo algo que nunca había sido capaz de concebir:

-¡Pero si eso es demasiada comida!

***

Luego de haber comido hasta más no poder, Hashirama pudo cumplir eso que llevaba gritando desde hacía rato: jugar. Madara no sabía ni remotamente que era lo que quería con él aquel niño de sonrisita grande y de ojos ensoñadores.

Sentado en un tronco lo miraba con cierto recelo, no era que lo odiara, sino simplemente no terminaba de hacerse una idea como alguien podría estar sonriendo cada segundo y luego llorar repentinamente y después volver a reír, comenzaba a sospechar que aquel chico posiblemente tendría algún trastorno.

Hashirama estaba sentado a su lado y lo miraba fijamente con esa gran y tierna sonrisita. Madara lo miro apático echándose a un lado. Entonces vio que su mano se levantó de forma juguetona y traviesa, y repentinamente lo toco en el hombro y salió corriendo cual demonio. Arqueo una ceja.

-¡Te toque!- No había duda, era un niño loco. El moreno al ver que no lo perseguían volvió a acercársele lentamente y nuevamente le toco el hombro y grito -¡Te toque!-Pero Madara seguía inmóvil mirándolo como si fuera un demente.

-¿Por qué no corres?

-¿Por qué debería hacerlo?

-Es que…así es el juego. Yo te toco y tú me persigues y luego tú me tocas y yo te persigo. Es bastante simple

-Y estúpido.

-Eres aburrido- el Senju suspiro y volvió a sentarse al lado del Uchiha, -es un juego muy divertido, yo siempre lo jugaba con mi hermano hasta que se fue - vio los ojos del moreno que se entristecían levemente pero no quiso comentar nada ya que pronto volvió la sonrisa del chico-Pero tu estas aquí ahora y eso es lo que importa. Vamos, juega conmigo Madara.

-No jugare esa cosa tan idiota.

-¡Anda!- Comenzó a tocarlo repetidas veces en el hombro, desesperándolo -juega, juega, juega-, con cada palabra lo tocaba unas tres veces. Entrecerró los ojos comenzaba a considerar una paliza, pero pensó en Batsuma y sus exorbitantes seis comidas y decidió calmarse-juega, juega, juega… ¡Juega!-Hashirama había tenido la osadía de darle una fuerte palmada en la cabeza que le giro el rostro.

Estaba más que muerto.

-¡Hijo de puta!

-¡Dijiste otra mala palabra!-Le grito desde lejos mientras corría y reía sin parar.

-¡Vuelve aquí!

Se levantó persiguiéndolo, estaba más que dispuesto a estrangularlo pero aquel muchacho era increíblemente veloz. Frunció el ceño y apresuro el paso, esquivando los árboles, brincando las raíces, agachándose para no tropezar con las ramas. Hashirama reía ajeno a sus intenciones, para él todo era un juego, para Madara una venganza.

Luego de perseguirlo durante unos largos veinte minutos por fin logro dar con él luego que el muchacho tropezara con una piedra. Madara se le lanzo encima, tomándolo por la camisa y pegándolo contra un árbol. Estaba sudando, jadeando y con una terrible migraña, nunca había sentido tantos deseos de golpear a alguien.

-¡Ya te tengo niño de mierda!-Espero ver pánico o por lo menos seriedad, pero solo encontró esa sonrisa traviesa-¿Podrías decirme que te da tanta risa?

-Sí, hahaha, ahora tú me tocaste-, Madara sintió que temblaba de rabia.

Iba a empuñar su puño pero repentinamente el chico escapo de su agarre, estaba esperando que huyera pero de nuevo lo sorprendió. El Senju se le lanzo encima dispuesto a tocarlo, cosa que realmente no quería así que lo esquivo echándose a un lado. Trato de nuevo y volvió a alejarse de él. Se sintió acosado luego del décimo intento de tocarlo.

-¿Cuál es tu maldito problema?-Le bramo algo asustado. Había algo en la mirada del pequeño Senju que lo cohibia-

-¡Solo trato de tocarte!-

-¡E-Estas loco maldita sea!

-¡Te tocare!

-¡Aléjate de mí!

Corrió durante largos minutos, evitando que lo “tocara”, le habían dicho una vez que existían hombres que gustaba de tocar a otros hombres, él no entendió exactamente a que se referían, pero ahora creía tener una idea cercana, Hashirama parecía encajar en ese grupo de hombres.

No entendía el sentido de todo aquello, pero cada vez que el muchacho lo alcanzaba le daba un golpe tan duro, de forma que Madara no le quedaba otra que devolvérselo, así que tenía que perseguirlo, cayendo en su estúpido. Y sin darse cuenta pasaron largos horas en aquella diatriba, persiguiéndose, gritándose y golpeándose.

Y para su sorpresa, fue realmente divertido.

Se encontró riendo y corriendo con todas sus fuerzas tratando de alcanzar a Hashirama, le gustaba lanzarlo contra el suelo y embarrarle la cara de tierra, y a este le fascinaba golpearle cuando lo tocaba. Aquel jueguecillo idiota le pareció lo más increíble y emocionante del mundo, simple y absurdo, lo que necesitaba en su complicada vida. Sintió esas sensaciones raras en el estómago cuando el muchacho lo alcanzaba o cuando él lo hacía, esa risa…hacía años que no reía.

-¡Niños! ¡Vengan a almorzar!-La madre de Hashirama apareció entre los matorrales cuando el Uchiha estaba encima del otro tratando de hundirle la cara en un hormiguero-¡Dios mío, están asquerosos los dos! ¡Vayan a bañarse inmediatamente!

-¡Pero mamá estamos jugando!-Dijo el Senju tratando de incorporarse. Madara también lo hizo, inmediatamente, y trato de limpiar su rostro lleno de tierra y sudor.

-No me replique jovencito. Báñense y luego a estudiar- lo último hizo que el azabache formara una mirada de curiosidad, la mujer se dio cuenta, ella se acercó hasta él y se agacho un poco. Su escote quedo ligeramente a la vista, su kimono rosado poco ocultaba. Madara sintió esas mariposas que revoloteaban en su estómago, convertirse en pájaros.-Así es Madara-kun, a partir de hoy comenzaras a estudiar.

Abrió los labios dispuesto para decirle algo pero Hashirama ya lo había tomado de la mano y con la poca delicadeza que lo caracterizaba se lo llevo casi arrastrando hasta el baño.

Hay que tener en cuenta que él por baño entendía: rio, lago, arrollo, o cualquier otro sitio donde pudiera lavar su cuerpo. Así que cuando vio que el baño quedaba dentro de la casa no pudo evitar hacerse cientos de preguntas, las cuales fueron sutilmente contestadas cuando lo vio. Igual de arrebatador como toda la casa. Una hermosa tina de madera, cuya agua se calentaba para su enorme sorpresa, mediante un elaborado sistema de vapor que lo dejo anonadado.

Hashirama se metió en la tina sin vergüenza alguna, desnudándose como si Madara no existiese. Se lanzó de un chapuzón salpicando al pelinegro que inmóvil y cohibido lo miraba desde una esquina. Se negaba a bañarse con otro hombre, mucho menos en un espacio tan reducido, sin embargo, el agua se veía deliciosa y humeaba vapor, el dulce aroma a jabón y lavanda lo drogaba y realmente que necesitaba una buena ducha.

-Ven y metete-, le insistió mientras tomaba el jabón y pulía su cuerpo.

Cavilo unos segundos y algo avergonzado se quitó la ropa, amenazando de muerte al Senju si se atreviese a verlo. Cuando se bajó por fin la ropa interior sintió que las mejillas se le tiñeron de un sutil rojo, y finalmente se metió. Soltó un leve suspiro de placer, nunca se había bañado de esa forma, generalmente el agua de los lagos o ríos era helada, a veces era tan fría que sentía como si agujas se clavaran en su piel, pero esta era deliciosa, caliente, con un dulce aroma producto de aceites y sales.

-Oye-, la voz del muchacho lo despertó de su ensueño-¡Yo lo tengo más grande que tú!... ¡Ay! ¡Me pegaste!

-¡No me mires allí pequeño sucio!-Le bramo cubriéndose con sus dos manos su intimidad, se mordió los labios completamente cohibido. Bufo y desvió la mirada-Y…Yo la tengo grande.

-No es cierto, mira, mi cosito es más grande-, dijo tomándolo infantilmente entre sus manos.

-¡No quiero verlo!-Le grito amenazándolo con un puño-¡Y el mío es más grande y punto y si te atreves a replicar te vuelvo a golpear!

Era increíblemente infantil aquello y no sabía realmente porque era más importante internamente tenerlo más grande, pero sentía que era mejor así. El otro se abstuvo de refutar aquello cuando vio los amenazantes ojos negros y su puño dispuesto a golpearlo nuevamente. Se bañaron en silencio durante unos minutos hasta que el Senju reparo en el cuerpo del Uchiha. Era delgado, mucho más delgado que él, sin embargo podía ver ya los prematuros músculos marcar su cuerpo producto del excesivo esfuerzo de la guerra, sobre todo en sus brazos y piernas. Entonces se dio cuenta de varias marcas que adornaban su piel.

-¿Cómo te hiciste esta?-Preguntaba señalando una de sus catorce cicatrices. Esta estaba en el hombro y bajaba irregular hasta la clavícula

-Un hombre me atravesó con una espada.

-¡Vaya! ¿Y te dolió?-, se abstuvo de responder esa pregunta increíblemente idiota- ¿Y esta?-, esa estaba en la pierna derecha y era unos quince centímetros.

-Otro hombre y otra espada.

-¿Y esta?

-Otro hombre, un kunai-, al ver como el Senju seguía preguntando decidió hacer un breve resumen-, ocho de estas fueron por lo mismo, esta de aquí me la hice cayéndome de un árbol, y esta otra me la hizo un jabalí que no me dejaba cazarlo, y esta de acá me la hice entrenando.

-¿Y estas?-Madara suspiro pesadamente, Hashirama señalaba a tres cicatrices horizontales, delgadas y lineales que se extendían dos en su antebrazo izquierdo y una en el derecho. Demasiado delgadas y demasiado perfectas para haber sido hechas por una espada. Frunció el ceño y su mirada se hizo torva.

-No me acuerdo.

Al cabo de unos minutos salieron del baño, limpios e inmaculados. Madara al mirarse en el espejo dudaba mucho que ese ser que se reflejaba era en realidad él, era raro no verse lleno de tierra, sangre y suciedad. Se veía más blanco, sus ojeras no eran tan pronunciadas y sus labios lucían rozados al igual que sus mejillas, el cabello negro y largo, casi hasta la cadera brillaba y se sentía sedoso a su tacto. Se paró de puntas, alzándose lo más que podía, y se miró en el espejo unos segundos más: ¿Sería atractivo? Limpio, con las mejillas rozagantes y sin sangre ni tierra en la cara, casi parecía ser el hijo de un señor feudal.  

Sin embargo, a pesar de todo, de su limpia piel, de su arreglado cabello, de su dulce aroma, a pesar de todo, su mirada seguía muerta.

Se vistió con un pantalón negro y una camisa blanca de algodón, le quedaba algo grande, lo más probable es que la ropa fuese de Hashirama. No le importo realmente, la ropa estaba tibia, olía bien y era cómoda. Se calzo unas sandalias de cuero negro que se ajustaban perfectamente a sus pies. Salió con una ligera emoción.

Fue directo a buscar a su hermano, necesitaba verle. Luego de revisar en unas seis habitaciones, encontró al pequeño Izuna dormido en una pequeña pero linda cuna de madera. Madara sonrió y suavemente acaricio con un dedo la faz del rostro del bebe. Se preguntó que estaría haciendo su padre a estas horas, ¿Cuánto tiempo tardarían en encontrarlo? ¿Cuánto cambiaría su vida junto a esos Senjus? ¿Cuánto tiempo podría soportar junto con Hashirama?

-No haces gran cosa-, le susurro mientras lo arropaba con una pequeña manta azul de algodón, buscando alejar todos esos horribles pensamientos-, solo comes, lloras y duermes. Madre no estaría muy orgullosa de ti. Debes aprender a caminar y comer por tu propia cuenta, y por supuesto a ir al baño por ti mismo, ningún Uchiha que se respete, usa pañales, y menos con dibujos de patitos. Pero no te preocupes por eso Izuna, yo te enseñare todo, ya veras, tú y yo haremos nuestro propio clan. Juntos seremos tan fuertes que nadie nunca nos podrá hacer daño.

Él bebe seguía durmiendo, ajeno a todas las fantasías que Madara narraba, le contaba esas miles de cosas que le había dicho cuando seguía siendo parte de su madre.

-Y como ya sabes bien, algún día cazaremos un venado, tu y yo, el más grande del bosque. Y lo comeremos junto con papa y mamá…-, fue entonces que se quedó callado y sintió que su mirada se perdía, pero no permitió entristecerse, no frente a Izuna, no importaba que estuviese durmiendo. Volvió a sonreír-, olvida eso, lo comeremos todo entre nosotros dos. Quizás invitemos a Hashirama…no, Hashirama es un imbécil….

-Aquí estas-, dio un pequeño brinco al escuchar la voz de aquella mujer-, pero mira que guapo estas Madara-kun, pareces un ángel-, la mujer acaricio los mechones negros rebeldes que caían por su rostro y todo tembló dentro de él.-Deja a tu hermanito en paz y acompáñame.

-¿A dónde?-Pregunto justo en el momento en que la mujer le tomaba de la mano y se lo llevaba.

-Ya verás.

No dijo nada, por supuesto que no dijo nada. Solo camino tenso, sintiendo como su mano era apretada con delicadeza, era algo vergonzoso que lo llevara así como si fuera un niño pequeño, pero esa mujer tenía unas manos suaves, pequeñas y tibias. La miro con detalle de forma disimulada, era hermosa, de eso no había duda, y dulce también, encantadora. Sonrió muy levemente, nadie en su clan jamás hubiese creído que esa mujer le hubiese tomado de la mano.

Lo llevo hasta la sala de estar. Allí Hashirama se encontraba jugando con aquel niño de cabellos blancos que había visto en el desayuno. Batsuma hablaba con un hombre bastante anciano, algo encorvado, de barba blanca, calvo y con pequeños lentes redondos en los ojos. Al verlo lo llamo con un ademán y se acercó hasta ellos.

-¿Es él?-Pregunto el anciano a lo cual el otro asintió. Se arrodillo frente a él y le examino profundamente, haciéndolo sentir incomodo al Uchiha-, tiene la mirada de un pollo a punto de ser desplumado

-¿Qué mierda significa eso?

-Y el lenguaje de un tabernero.

-Y usted habla como si no supiera a quien tiene enfrente-replico el muchacho.

-Madara, por favor, en esta casa no se dicen esas clases de palabras soeces. O hablas bien o te callas la boca-, le regaño Batsuma, el ceño del pequeño Uchiha se contrajo y soltó un bufido. Luego se dirigió al anciano-Hiruzen ,¿Lo enseñaras? Realmente, es un niño inteligente, muy astuto, puedes sacar mucho provecho de él.

-Solo lo hare porque tú me lo pides y te debo un favor, pero dudo mucho que pueda servir de algo.

El anciano después de darle una larga y despectiva mirada al Uchiha, les ordeno a él, a Hashirama y el niño de cabellos blanco, que lo siguiera. Madara contuvo las ganas de insultar a ese hombre en el trayecto, algo le decía que no se llevaría bien con él.

Llegaron a una habitación algo lejana de la casa, esta era diferente a cualquiera que antes hubiese visto. Madara se sorprendió tanto al verla que entro adelantándose a todos, y empujando al viejo en el trayecto. Había dos sillas, cada una con una pequeña mesita, frente a otra aún más grande y acolchada, enfrente de ella un bonito escritorio de madera con tinta negra, una hermosa pluma de halcón y papel blanco. Una pequeña pizarra de color negro estaba pegada a la pared, con palabras hermosamente escritas y dibujos de distintos colores. También, había un estante lleno de libros, él no pudo evitar sorprenderse al verlo, los libros eran algo realmente costoso, solo la realeza y los monjes los tenían, un libro equivalía al precio de un caballo fino o bien, a unos cien kilos de papas.

Sin embargo su mirada se fue directo a unos tres pequeños envases de vidrio verde, llenos de una sustancia aceitosa y brillante, era pintura. Cuando niño él había robado uno de ellos y fue sin duda el objeto que más valoro y que le dio las horas más divertidas e inocentes de su vida. Se acercó a ellos y tomo uno e introdujo el dedo índice y se lo mojo en la pintura azul rey. Una torpe sonrisa se formó en sus labios e inconscientemente bajo su mirada al papel. Él se había robado una pintura amarilla muy fina pero había tenido que pintar sobre hojas y los dibujos siempre se corroían y se dañaban, pero con ese papel tan blanco, dios sabe que tantas miles de cosas podría pintar, una casa, su hermano vivo y su hermano muerto, un venado, la pelota de Hashirama…

-¡Deja eso!-Dio e le arrebataba el papel y la pintura de las manos, de repente, por un pequeño instante, se sintió desolado-¿Tienes idea de lo costoso que es esto? ¡No es tu juguete pequeño mocoso!

Madara se quedó frio, molesto y acongojado, estaba realmente dispuesto a gritar y golpearle, quitarle las pinturas y esconderse en algún lado y pintar todas esas cosas que tanto quería hacer realidad. Pero se calmó, recordó a Batsuma, él le daba comida, un techo, agua y una posible nueva vida, y sabía que tenía que impresionar a ese hombre de una u otra manera.

El anciano se sentó en la silla acolchada, Hashirama y Tobirama, estaban sentados en las dos únicas sillitas.

-¿Dónde?…

-En el piso-Madara sintió un leve deje de ira hacerle apretar los puños. Miro al anciano y su mirada burlona. Hashirama parecía consternado- Solo las personas se sientan en sillas, los animales en el suelo.

-¿Está diciendo que soy un animal?

-¿Sabe que nos distingue de los animales?-Dijo ignorando su pregunta mientras jugueteaba con la pluma-La comunicación, solo los humanos sabemos comunicarnos. Solo los que escriben y leen son personas. Quienes escriben y leen, tienen derechos a tener esclavos, a tener casas, a tener dinero, y a fin de cuentas, a ser ciudadanos. Los demás no son más que esclavos de su propia idiotez, meras para trabajos de carga.

Madara frunció el ceño y sintió una gran vergüenza dentro de él, ya sabía bien que era lo que le trataba de decir. Vio como el hombre le acercaba pluma, tintero y un pedazo de papel. Él, era entonces, una bestia de carga. No sabía leer ni escribir, a excepción de su nombre, y solo sabía contar hasta el ochenta y siete, ya que ese era el número de integrantes en su clan. No era su culpa, toda su vida estuvo más preocupado de no morir de hambre a aprender a “comunicarse”

-Si deseas algo muchachito, escríbelo y te lo daré sin derecho a réplica. Quieres una silla, bien, pídemela-Madara tomo la pluma y sintió que un leve sudor acaricio sus manos, haciéndola resbaladiza, le molestaba la penetrante mirada de los otros dos muchachos. Se sentía estúpido, Hashirama parecía ansioso y le miraba apremiándolo, el otro niño no para de mirarlo.

-Yo…yo no sé escribir-, el hombre sonrió prepotente-, tampoco leer-suspiro pesadamente y se paró al lado de Hashirama y se cruzó de brazos.

-Por supuesto que no lo sabes-, dijo de forma mordaz mientras le arrebataba la pluma de las manos- Así que, siéntate animalillo, quizás puedas aprender algo.-Se levantó hacia la pizarra y comenzó a escribir una secuencia de letras.

-No veo porque debería-, el hombre se volteo molesto y encontró una pequeña sonrisilla en los labios del azabache-, hay otra cosa que nos distingue de los animales, no solamente escribir o leer.

-¿Ah sí? ¿Y qué es?-Pregunto con sarcasmo.

-Podemos estar de pie. Yo prefiero estar de pie… no sentado igual que uno.

Un incómodo silencio se hizo en el pequeño salón. El anciano miraba molesto al chico de cabellos negros, el cual estaba estoico con un porte altanero, sin mostrar la mínima expresión de miedo en su mirad. Dejo la tiza a un lado y se acero hasta él, con una tranquilidad algo aterradora, y suavemente poso su mano sobre su hombro.

-Vaya, así que Batsuma tenía razón, eres bastantes zagas-, Madara sonrió levemente pero esa sonrisa desapareció al sentir como apretaba aún más duro su hombro-, ¡y como veo que te gusta estar tanto tiempo de pie, puedes estar de pie durante quince minutos en el rincón!

El Uchiha no tuvo tiempo de protestar cuando en un brusco y rápido movimiento el hombre lo empujo hasta una esquina, dejando su cabeza pegada a la pared, y luego se fue. Se quedó inmóvil, parpadeando varias veces incapaz de entender aquello, ¿Qué acababa de pasar?

-Ni se te ocurra voltearte-, le amenazo.

-¿No se supone que debería enseñarme…viejo hipócrita! ¡Auch!-, Hiruzen, empujo nuevamente su cabeza contra la pared, esta vez lastimándolo un poquito.

-¡Media hora en el rincón por desobediente, malhablado y maleducado!

-Serás hijo de puta

-¡Te escuche pequeño animalillo, te quedaras allí una hora completa!

Y así fue, paso una hora, inmóvil, temblando de rabia en aquella esquina. Quería voltearse y lanzarle las pinturas en la cara y golpearlo con todas sus fuerzas, pero obviamente no podía. Así que solo cedió drenando su rabia aruñando la blanca pared, imaginando que era su rostro.

Escuchaba como ese hombre le narraba cosas que no entendía a Hashirama y su hermano, él les hablaba a ellos de una forma más suave y dulce, casi mimosa, felicitaba al moreno cada vez que respondía las preguntas bien y le acariciaba el cabello al albino cuando este hacia dibujos bonitos, dibujos con la pintura que tanto anhelaba el pequeño Madara. Malditos imbéciles aduladores, pensó estresado. Odiaba ese castigo, hubiese preferido una rápida y fugaz paliza, allí inmóvil, contra la pared, su mente divagaba y se perdía en lejanos recuerdos.

Pensaba en su madre, en su padre, en su clan, en su hermano, más que todo en su hermano. Posiblemente Izuna ya se había despertado, realmente le hubiese gustado darle de comer una vez más y hacerle cosquillas. Garabateo su nombre en la pared con su dedo, lo único que sabía escribir y leer. Se preguntó cómo se escribiría el nombre de su hermano, el de su madre o el de su apellido.

-Nos vemos Madara-, le dijo Hashirama con una sonrisa mientras salía del salón llevándose a su hermanito de la mano-, no causes muchos líos.

-Venga Madara-, se volteo levemente y miro al hombre que lo llamaba con la mano. Se acercó entre aliviado y enfurruñado-, espero que hallas aprendido a no desobedecerme. Ahora ven y siéntate conmigo. Suspiro y alcanzo una de las sillas y la acerco hasta el escritorio pero él no lo permitió.-En el piso.

-¡Que no soy un maldito animal!-Grito molesto, avergonzado.

-¡No maldigas o es que quieres pasar toda la noche en el rincón!-Oh dios, por favor no, pensó mientras hacia un pequeño mohín-yo me sentare contigo-, el anciano se sentó en el suelo y golpeo suavemente el piso-, vente, no puedes escribir de pie.

Madara apretó los puños pero al final cedió y se sentó a su lado, fue realmente aliviane por fin sentarse en toda esa hora, las piernas le molestaban un poco, especialmente la herida. El hombre en una hoja blanca escribió cinco letras, grandes y gruesas, muy bonitas.

-Estas son las vocales, las letras más importantes: A, E, I, O ,U-, El chico las miro unos segundos y luego asintió-, intenta escribirlas tú.

Tomo la pluma y la mojo en el tintero y lentamente comenzó a escribir una A, realmente no era tan fácil como esperaba. La mano se le iba, le temblaba, se le ensuciaba y manchaba todo de tinta, luego de unos cinco minutos difíciles logro escribir cinco letras torcidas, feas y deformes. Se sintió nuevamente estúpido, de seguro Hashirama escribía hermoso, sintió una asquerosa envidia, él podía escribir mucho mejor que ese Senju idiota.

-Están horribles-, dijo desmotivado.

-¿Y qué harás?

-¿Las hago de nuevo?-Atinó encorvando ligeramente las cejas, aunque tenía la ligera sensación que en cualquier momento terminaría contra la pared.

-¿Realmente tienes que preguntarlo?

Y así lo hizo, una, dos, cinco, quince, treinta veces hasta que las letras parecieron ligeramente tangibles. Paso dos horas junto a ese hombre, hablando de las vocales, memorizándolas, escribiéndolas en el papel y luego en el pizarrón, quiso hacerlo con la pintura azul rey pero no lo dejo, aunque le prometió que si aprendía a leer y a escribir le regalaría tanta pintura como para pintar el mismo cielo.

-A de…A de ¿Ave?-El hombre sonrió y asintió-, E de… ¿Elfo?-Otra sonrisilla, se sintió emocionado, lo estaba haciendo bien-I de “Ilo”

-No, hilo, comienza con hache

-¿Qué es una hache?

-Olvídalo, intenta con otra

-I de Incendio-, vio que asintio-O de Océano y U de Unión… ¡U de Uchiha!-Una absurda emoción le arraso al descubrir la primera letra de su apellido.

 

-Perfecto, nada mal pequeño-Madara inconscientemente inflo el pecho y sonrió de forma tonta, era posiblemente uno de los más inteligentes de todo su clan, y a ese paso sería mucho más inteligente que Hashirama y tendría tantas pinturas como para dibujar todas las cosas que había visto en toda su vida.-No es tan difícil verdad.

-No, realmente no. ¿Puedo aprender las demás letras?-Pregunto emocionado.

-Claro que las aprenderás, eso y más, dentro de poco veras que podrás escribir hojas enteras y leer libros gigantescos-todo eso sonaba increíblemente emocionante y por un instante el hombre no pareció tan cruel-, Dime ¿qué te gustaría escribir primero cuando aprendas a escribir?

-No lo sé…supongo me gustaría escribir una carta-, dijo luego de meditarlo unos segundos.

-¿A quién?

-A mi madre, para decirle que todo está bien y que no se preocupe…

***

 

El almuerzo fue increíble, tenía hambre, muchísima hambre, y a él fue a quien más le sirvieron pues según la madre de Hashirama, era el que más lo necesitaba. Por supuesto que no replico, el pescado sazonado con orégano, pimienta y limón lo hizo alucinar, el arroz blanco, ligeramente crujiente y los vegetales encurtidos y claro, el pan recién horneado, por el cual tenía adicción. Comió hasta que le dolió el estómago y repitió.

Al terminar el almuerzo jugaron dentro de la casa y logro conocer más de cerca de Tobirama. Era un niño menudo pero de una mirada inteligente, no sonreía mucho, tampoco lloraba ni se quejaba por nada, era increíblemente serio en comparación con su hermano atontado. Tobirama prefería dibujar a jugar, leer a hablar. Las pocas miradas que le daba al Uchiha eran cargadas de indiferencia y cierto repudio, específicamente cuando Hashirama se le lanzaba encima, parecía un poco celoso, solo un poco.

Ya entrada la noche Izuna dio indicios que esta vez sí dormiría continuamente hasta el otro día. Madara lo tomo en brazos y subió las escaleras llevándolo a su habitación, allí lo acuno, lo beso y lo bendijo. El bebé bostezo cansado mientras lentamente comenzaba a chupar su pulgar. Le dio una pequeña sonrisa y se quedó junto a él hasta que se quedó dormido.

-Cuando aprenda a leer, te leeré un cuento todas las noches pequeño Izuna-, sí, eso sería lo primero que haría cuando aprendiera a leer.

Bajo las escaleras, él también estaba algo agotado, Batsuma había dicho que compartiría la habitación con Hashirama. En la sala lo encontró a él y a su hermano sentado en las piernas de su padre, se veían muy felices. Se quedó lejano, ligeramente oculto tras una pared. Batsuma hablaba dulcemente con ellos y los acurrucaba a su cuerpo y miraba con admiración aquellas hojas que habían llenado durante la clase. Parecía orgulloso.

Su padre nunca lo había abrazado, mucho menos besado, y por supuesto jamás le había dicho que estaba orgulloso. Entrecerró los ojos y dio un paso hacia atrás. Esa escena le hacía sentir incómodo y a su vez, se sentía increíblemente solo y abandonado, que hubiese dado él porque su padre le digiera solo una vez que lo quería.

Él siempre trato de acercársele, de buscar su cariño, creyó que mientras más matara, mientras más luchara, mientras menos llorara, más orgulloso lo haría sentir y todos los días espero que en su mirada encontrara aunque sea un resto de amor, aunque fuese pasajero. Pero nunca lo encontró, ahora que lo pensaba, gran parte de su vida trato de convertirse en lo que su padre pedía, y así lo hizo, fue su asesino, fuerte y frio, uno que no lloraba cuando se rompía los dedos, uno que no pedía comida ni agua, ni zapatos.

Quizás si se convirtió en lo que su padre quería, pero nunca en lo que realmente necesitaba…

-Madara, ¿Qué haces allí escondido? Ven aquí-, dio un ligero brinco al escuchar su voz y ver su cándida sonrisa, sin embargo por algún motivo le avergonzaba acercársele, sentarse sobre sus piernas, y apoyar su cabeza sobre su regazo, cerrar los ojos y sentir un fuerte brazo protegerlo. Bajo la mirada incomodo-, vente, donde caben dos, caben tres.

Lentamente Salí de allí y se acercó hasta él pero no se sintió capaz de por sí mismo sentarse en aquellas fuertes piernas que parecían casi dos troncos de roble, sin embargo él con sus propias manos lo alzo en peso y lo sentó al lado de Tobirama. Sintió un leve, leve calorcito en las mejillas y el cuerpo relajársele un poco.

-¿Qué hiciste hoy con el viejo Irisen?-Le pregunto, y él saco aquella hojita donde había garabateado treinta veces las letras. La había arrugado dentro de su bolsillo y el saco, tratando de alisarla un poco.

-No es tan bonito pero me esforcé-, dijo algo avergonzado, Hashirama tenía una letra suelta y hermosa y los dibujos de Tobirama eran hermosos, sus letras en cambio eran deformes, tratantes y salpicadas de tinta por todos lados.

El la tomo en mano y lo miro con detalle.

-¿Esto lo hiciste tú?-Pregunto y Madara asintió, de seguro era tan feo que ni el mismo podía creer que una mano humano pudo haberlo hecho, No lo creo, ¿realmente fuiste tú?

-S-sí, lo sé esta…

-¡Pero que letras tan hermosas!

Abrió los ojos impresionado, ¿Aquello era cierto? ¿Le gustaba lo que había hecho, esos feos garabatos?

-¿De verdad cree eso?-Dijo incapaz de creérselo, sin embargo una leve emoción tentaba a sacarle una sonrisilla.

-Por supuesto que sí. Yo nunca pude hacer una I tan bonita, y menos una A tan perfecta, mira nada más, apuesto que dentro de poco tú mismo me ensañaras a escribir tan bonito.

-En realidad…- Miro la hoja nuevamente, esos groseros, temblorosos y sucios garabatos, por un momento lucieron un poquito mas bonitos, más elegantes, derechos y sinuosos, -no lo hice tan mal.

Sonrió levemente, quizás solo estaba siendo muy duro con él mismo.  Él también necesitaba sentirse orgulloso de sí mismo, y Batsuma lo estaba logrando…

 

Notas finales:

:D

les gusto?

ojala que si 

El prox cap es igual de largo y asi en adelante

Adiositoo

PD: EL PROX CAP LE CAMBIARE EL TITULO Y MODIFICARE UN PELO EL RESUMEN, 

EL TITULO SERA: SUSURROS DEL PASADO

:D


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