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A Good Brother por anik_blood

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Notas del capitulo:

Hola a todos, por fin aquí les llevo la continuación C: prometo que subire más a menudo ya que termine Dulce Rivales !

Bueno quiero decirles que habra algo de hetero, solo un poco al principio luego sera netamente yaoi

Madara brincaba sin darse cuenta en cada paso. Amaba sus nuevos zapatos. 




En toda su vida solo había tenido nada más dos pares de zapatos. Cuando llego a la casa de Batsuma tenia los pies llenos de sangre y barro, cubiertos de llagas y cicatrices que seguramente nunca desaparecerían. El Senju no pudo hacer otra cosa que regalarle unos nuevos.  




Eran unos preciosos y costosos zapatos cafés de piel de bisonte, cubiertos por dentro con piel de liebre, tan suave que la primera vez que se los probó les hizo cosquillas en la planta de los pies. Incrédulo de su suavidad juro por un instante que estaba pisando las nubes.  




Le fascinaban. Correr, saltar o caminar ahora tenían una rara matiz innovadora 




Luego de que Batsuma pasara unas cuantos meses conviviendo con  Madara y él su hermano y hacerse cercanamente lo que contraía adoptar a dos Uchihas, decidió que durante ese aburrido domingo llevaría a los niños al mercado municipal para hacer las compras del día. Por supuesto la identidad de Madara quedo sumida en la mentira de ser sobrinos lejanos. 




El mercado era seguramente la cosa más maravillosa que el joven Uchiha había visto en su vida. Sus once años quedaron anonados de admiración. Era una enorme plaza con cientos de personas que vendían maravillas al mejor postor. Había pequeños locales hechos con madera o telas, otros tenían sus mercancías sobre carretas y los más pobres la llevaban en mano ofreciéndosela a transeúntes adinerados.  




Madara estaba cautivado por todo. Había siempre un profundo humo que salía de las tabaqueras o de las ollas cargadas de sopa; un aroma penetrante a incienso, mirra, flores y a sudor; colores por doquier, brillosas telas de seda, preciosas pinturas, objetos alucinantes y curiosos, joyas, y sobre todo, muchísima gente. 




En unas esquinas habían unas cuantas mujeres vestidas con ropas provocadoras que le sonreían a cualquier hombre que pasaba, y algunos se iban con ella. Una de ellas lo miro fijamente y el inocentemente se acercó hasta ella ignorando que era, que podría hacerle y cuánto podría costarle. Fue hasta que le enseño los senos que comprendió que eran prostitutas. Se puso rojo y se alejó rápidamente hasta el padre de Hashirama. 




-El Clan Senju es uno de los más poderosos de todos y ese poder no solo yace en nuestra fuerza física, sino en nuestra economía-Madara miro a Batusma que parecía que desde hacía rato hablaba. 




» Mi tatarabuelo invadió hace décadas una inmensa porción de tierras cercanas a las costas y mi abuelo y mi padre tomaron casi quinientas hectáreas de bosques y montañas de piedra caliza. Esto nos ha dado grandes recursos, tres de ellos han hecho lo que somos ahora, las salinas, la piedra caliza y la madera. Todos necesitan un poco de eso, y tarde o temprano los clanes, sin importar cuanto quieran matarnos, vienen con la cabeza entre las piernas buscando algo de nosotros. He allí el secreto del poder muchachos, el dinero te da fuerza. Respétenlo. 




Las últimas palabras se repitieron como un eco lejano en su mente que se apagaba poco a poco.  No le interesaba muchas cosas realmente, le gustaba tener comida, correr y ver a su hermano sonreír, y por supuesto, sus zapatos nuevos, no le importaba como el dinero le daba todas esas cosas, en esos momentos habían cosas más interesantes a su alrededor, un hombre oscuro vendía gemas místicas, otro pipas y tabaco, uno hermosos corceles tallados en madera, otro animales exóticos encerrados en jaulas y una mujer, una mujer aseguraba vender  el futuro. 




Su atención se quedó fija en esa mujer, solo que esta no enseñaba sus pechos. Era un poco extraña y vestida de forma curiosa. Tenía un vestido formado por grandes pedazos de telas naranjas y purpuras y un mando verde cubría su cabello y parte de su frente, sin embargo podía ver las grandes orejas estiradas y arrugadas de donde colgaban zarcillos enormes que fingían ser de oro. Su rostro avejentado estaba groseramente maquillado. Ella decía como una retahíla una y otra vez la misma frase “tu futuro por dos monedas, tu futuro por media moneda” 




Batsuma le había dado unas diez cuando él se ofreció a sacarle filo a la veintena de espadas que tenía. Hasta entonces había comprado puras estupideces, canicas con bichos dentro de ellas, caramelos de miel, varios creyones y un nuevo juguete rojo para Izuna. Le quedaban unas cuatro y si esa señora vendía el futuro tan barato, ¿Por qué no comprarlo? Se separó del hombre sin pensarlo cuando él comenzaba a hablar de cómo se producía sal y a quienes la vendían. 




La mujer sonrió al ver al chico acercársele con la vista ilusionada. 




-¿Sabes cómo se conocen a los hombres, pequeño mono?-Le pregunto la mujer con un tono tan cariñoso que no se molestó. 




-No señora, ¿Cómo? 




-Por dos cosas, la primera es por lo que beben, los que toman cerveza son pobres, los que toma vino son ricos y los que toman las dos, bueno, son alcohólicos-Madara sonrió levemente-La otra forma de conocerlo es a través de la líneas de la vida-, su vista bajo a la pequeña mano y de inmediato las marcas de cicatrices y callos fueron vistas- tienes manos de marinero, pero…aquí veo que tendrás una vida marcada por cosas más importantes que barcos a la deriva. Serás alguien importante mi pequeño mono, un líder, uno fuerte y protector, serás amado y temido, pero más respetado que otra cosa. Mucha fortuna tendrás, y ¿Quién lo diría? Muchas mujeres, pequeño bribón. 




-¿Cómo la mamá de Hashirama?-Pregunto sintiendo un dulce brinco en el pecho. Ella rio y asintió y luego hizo silencio mientras sus ojos de antaño miraban las líneas de su mano, algunas groseramente rotas por cicatrices, otras que desaparecían a medio camino. Poco a poco su semblante fue ensombreciéndose. 




-¿Qué? ¿Qué ve? 




-No solo con la fortuna y el poder has nacido, pequeño mono, otra marca te acompaña desde que saliste del vientre de tu difunta madre-, las piernas le temblaron, ¿Cómo sabía que su madre estaba muerta?-Haz nacido con la marca de lo inevitable. 




-¿Cuál?-Dijo tragando duro. 




-La marca de la muerte, mi pequeño.  Pero no es una sentencia irremediable de tu vida, como la que tienen los ninjas de guerra o los marineros. Oh no, tú vivirás lo suficiente como para ver como la sombra más oscura se lleva uno a uno a los que amas. Como una maldición. El Dios te ha jugado en un tablero de piezas crueles. 




Ella lentamente cerró su mano que ahora estaba fría y húmeda. Madara se quedó en silencio, pensando. Aquello era sido sin duda una mentira cruel, lo habían embaucado y eso lo molesto, solo habían tres cosas que lo molestaban en el mundo, que lo ignoraran, que se burlaran de él y Hashirama. Miro molesto a la mujer vieja, negándose a creer. 




-Mentirosa-, dijo frunciendo el ceño. 




-No se puede mentir sobre esas cosas. 




-Es una mentirosa. Primero, yo no bebo y mi padre era un alcohólico y no tomaba ni cerveza ni vino, solo ron barato. Segundo, eso de la riqueza y el poder es una idiotez ¿Cómo yo, que no tengo clan y apenas se leer tendré tales cosas? Y tercero, por supuesto que la gente muere, estamos en guerra. 




-Mi pequeño, ¿si quisiera ganarme tu dinero a base de mentiras acaso no te diría que tendrías juguetes, amigos y noviecitas?-Madara la miro sospechoso. 




A lo lejos los gritos de Batsuma le llamaron la atención. Sonaba molesto. 




-No sé cómo funciona la mente de las estafadoras-respondió. 




-Entonces dime algo, ¿Cuántos familiares y amigos han muerto a tu alrededor? 




-¡Ven aquí niño! ¡Aléjate de esa gente podrida!-El padre de Hashirama le tomo del brazo y de un solo movimiento lo arrastro con él, dejando a la mujer exigiendo molesta su media moneda. No importaba, Madara no iba a pagar nada. 




-No vuelvas a irte sin mi permiso-, Batsuma lo llevaba del antebrazo, como si fuera un niño pequeño. Lo trataba como si fuera su padre y eso le molestaba-¿Sabes lo fácil que es robar y vender a un niñito como esclavo? ¡Más de lo que te imáginas! 




-¿Qué es un esclavo?-Pregunto molesto. 




-Alguien que no tiene liber- 




-No me importa. Yo no soy un niñito. Soy un Uchiha- Rapidamente se safo con un movimiento violento-Y no necesito que me cuides, puedo hacerlo yo mismo. He matado  a más gente que cualquiera de tus hijos-, una mirada furiosa fue dada por el mayor. 




-Cuidado con lo que dices Madara. Recuerda en que clan eres y en que clan estas. 




Fue como una patada en lo más profundo de su orgullo, lo amenazaban, su clan enemigo, el clan que lo alimentaba y cuidaba, el clan que más odiaba pero que curiosamente, el que cada vez iba amando más. Frunció el seño y entrecerró la mirada.  




-No me importa quien seas, si has matado hormigas o a pueblos enteros, pero mientras vivas a mi lado tú harás lo que yo te diga y lo harás con una enorme sonrisa en tu malcriada cara. 




-¿Por qué?-Pregunto molesto manteniendo una mirada altanera-No eres mi padre. 




-Pues te daré una sorpresa. Nunca has tenido uno y yo trato de ser uno para ti. 




Madara sintió un pequeño remolino en el vientre, parecido al que sentía cada vez que Izuna le sonreía al verlo o cuando Chizuru, la madre de Hashirama, le daba un beso de buenas noches. Esta vez la mirada si se le desvió un poco y algo de vergüenza hizo que sus mejillas enrojecieran. Se dio cuenta que estaba actuando como un idiota.  




-Lo siento- susurro apenas audible. El hombre solo suspiro e hizo un ademan quitándole importancia, entre las miles de guerra que había combatido la más difícil era tratar de criar a un niño. Un niño Uchiha que no comprendía los valores mínimos de vivir en sociedad 




-No importa, si me dieran una moneda cada vez que Hashirama me desafía posiblemente podría comprar todo el mercado. 




Madara tenía cerca de tres meses en su familia y no era fácil, él sabía que no sería sencillo educar a un niño Uchiha nacido entre espadas y cadáveres, un niño que no conocía mayor muestra de cariño que la que le daban los perros de caza y los halcones y cuervos de su clan. Educarlo era una tarea casi imposible, en esos pocos meses más de una vez había peleado con Hashirama hasta hacerlo llorar y sangrar, le había dicho “viejo marica” a su maestro y pasado cuatro horas en el rincón, y cada vez que podía lo desafiaba a él, buscando imponerse a su autoridad. 




A veces no sabía si abofetearlo por cada maldición que salía de su boca o simplemente abrazarlo y aconsejarlo. Quizás buscaba atención o quizás buscaba molestarlo o quizás un poco de las dos. 




No sabía cómo funcionaba y cada vez que creía hacerlo, Madara le demostraba que iba en un camino equivocado. Era un muchacho apático que repudiaba el contacto físico sin embargo tenía una profunda sensibilidad hacia las cosas que lo rodeaba que lo hacía a veces trastabillar.  




Parecía odiar a Hashirama pero la mayor parte del tiempo lo pasaba a su lado. No prestaba atención en las clases pero curiosamente era un pequeño genio en la química y a pesar que solo llevaba tres meses aprendiendo ya leía con mayor fluidez que Hashirama, sin embargo al escribir era un desastre, razón por la cual aún no se ganaba su silla. 




-Como decía-le dio una última mirada a los ojos negros dispersos y se preguntó si alguna vez lo entendería a ese niño, ojala que pudiera hacerlo antes que se hiciera un hombre-El dinero es poder. El dinero compra un título y un título compra más dinero. Pero, ¿Cómo obtenemos tales cosas? 




-¿Por herencia?-Supuso Hashirama. 




-Sí y no. Lo tenemos principalmente de la inteligencia, tus bolsillos no se llenaran de monedas de la nada, primero debes llenar tu mente de ellas. La riqueza comienza en la mente. Por eso es que ustedes, mis dulces bestias, pasan esas interminables horas con su tutor. 




-Menos Madara, él está enamorado de su rincón-dijo el moreno riendo un poquito a lo que recibió un empujón por parte del Uchiha. 




-¡Cállate niño idiota! 




-¡No me digas idiota! 




-¡Te digo como se me da la puta gana! 




-¡Madara que te dije de hablar así!-Batsuma frunció el ceño. Otra de las cosas imposibles había sido suprimir las maldiciones y vulgaridades que salían con tanta facilidad del azabache que a veces hasta lo cohibía. 




-El empezó- dijo mirando molesto al chico que sonreía triunfal-Y no entiendo eso que tú dices… 




-¿Qué no entiendes? 




-Si la cosa es así, primero inteligencia, segundo dinero, tercero poder. Entonces la inteligencia es la que te da el poder, no el dinero en sí-, dijo encogiendo los hombros-, tengo un primo, él sabe todo de todo, tiene casi cien aves mensajeras que le dan la información de todo lo que pasa. Todas las mañanas estaba lleno de pájaros y cientos de cartas. Él me decía que la información era poder. Y creo que es cierto. Gracias a él hemos ganado cientos de batallas. 




-Sí, es cierto, pero si la información nos diera poder, los matemáticos serian reyes y tu primo seria líder de tu clan. 




Madara frunció los labios confundido pero no dijo nada. Pensaba que le daría primero el poder de su clan, ¿la inteligencia o el dinero? Y como no tenía ninguno pronto dejo de pensar en eso. 




Batsuma siguió hablando de cosas realmente aburridas mientras comenzaba a comprar verduras y frutas para la cena. Constantemente Madara estaba inmerso en su pequeño mundo, recordando los fantasmas de su pasado e infiriendo los presagios de su futuro. Pensaba en lo que le dijo aquella mujer. Él había perdido a sus cuatro hermanos, a su madre y a cientos de amigos. Pero eran tiempos de guerra, en la guerra la vida era igual a una fogata, brava, rápida y fuerte pero que al cabo de unas horas, se apagaba sin importar cuanto lucharas por evitarlo. No había tal cosa como una sombra mortuoria que lo persiguiera, menos una marca de tal. 




Eso se dijo y dejo de pensar en ello también. Miro como un hombrecito bajo le vendía especias a la gente a un precio bastante elevado, al que Batsuma compraba sin pensar. Él no se dio cuenta sino al mes que Batsuma era el líder del clan Senju y que el torpe y risueño Hashirama, el próximo a heredar el puesto. Si él se daba cuenta de quién era, el hijo del líder del clan Uchiha, posiblemente lo matara o lo tomaría como rehén para obligar a que su clan se rindiera. 




A veces, tenía oscuros pensamientos. 




Si lo matara inmediatamente se convertiría en líder de su clan con sus once años, haría lo que su padre nunca pudo. Se imaginaba llevando la cabeza de Batsuma en una bolsa y lanzándola a su padre en la cara, sería el más fuerte, el más importante, ya no más el pequeño perro de guerra, sino el amo de esos perros. 




Lo miro y entrecerró los ojos, ¿Qué pasaría si lo hiciera? ¿Podría matar al que lo había rescatado, vestido y amado?  Si, se podría…Madara venia de un mundo de guerras, de traición y de sangre, el honor no pintaba bien en su mente. Después de todo solo había una regla en los Uchihas: uno hace lo que puede hacer. 




Batsuma se dio cuenta de la penetrante mirada negra y le sonrió al pequeño y suavemente acaricio los revueltos cabellos negros, ignorando los maquiavélicos planes que producía su infantil y corrompida mente. Entonces Madara se sintió cruel y desalmado, ¿Cómo podía pensar en tales cosas? Quizás porque ya antes había matado y la vida ajena poco importaba. Pero…él no quería ser como su padre. Se apeno y se dijo que la guerra había quedado lejos. 




-¿Por qué no te vas con Hashirama y Tobirama a jugar por allí? 




Fue como una bendición. Hashirama los tomo a ambos de un brazo y se los llevo corriendo por medio mercado. 




Anduvieron por todo el mercado hasta encontrar a un hombre viejo que vendía juguetes en una tienda alta y llena de estantes. Había pelotas, carritos de madera, muñecos con espadas y muñecas de porcelana. Hashirama tomo una pelota azul que rebotaba tan rápido que se le escapaba de las manos y también un trencito rojo de metal.  




Tobirama tenía la mirada fija en la figura de un tigre tallado en madera y pintado con brillante pintura naranja, pero estaba tan lejos de su alcance que no podía alcanzarlo y Hashirama estaba demasiado ocupado viendo los juguetes. Madara le dio ternura, y se preguntó cuándo Izuna estaría así de grande. 




-Ven, deja que te lo alcance-, dijo el Uchiha mientras se estiraba para tomarlo pero inmediatamente el niño le dio un empujón tan duro que lo lanzo al suelo- ¡Ah! ¿Pero qué te pasa mierdita? 




-¡No te pedí tu ayuda! 




-Solo quería ser gentil. 




-¡Ya te dije que no te lo pedí así como nadie te pidió que vinieras a mi familia! 




Y sin más se fue donde su hermano dejando a Madara molesto, muy molesto. 




Él había tratado de llevarse bien con Tobirama pero este parecía odiarlo. Hashirama era su hermano mayor y ambos eran inseparables, o lo eran hasta que llego el azabache. El Uchiha se había convertido en el consentido de la familia, su padre lo adoraba y su madre lo amaba. Solo tenía que dar una miradita con esos ojos negros y tristes y formar una sonrisa trémula para que todos se rindieran a sus pies. 




  




Los días que vivió Madara en esa casa fueron tranquilos y cándidos. Se levantaban cuando salía el sol y dormían cuando el reloj marcaba las nueve de la noche aunque siempre, él y el pequeño Senju se robaban las galletas de la alacena y se las llevaban a su habitación y se metían debajo de la cama con una vela y hablaban hasta madrugar, a veces Hashirama le leí un cuento de fantasía y a veces Madara le contaba de las victoria en sus batallas, otras veces recitaban cuentos de horror y otras jugaban cartas o con las lindas canicas de vidrio azulado que tenían insectos dentro de ellas, sin duda, uno de los mayores tesoros de Madara. 




Hasta que Chizuru llegaba y los descubría, les quitaba las galletas, apagaba la vela, los arropaba y los besaba. 




Al despertar a Madara le gustaba ir al establo y ordeñar a la vieja vaca y buscar los huevos que daban las siete gallinas, alimentar a las tres ovejas nuevas de la familia, ensillar los caballos y peinar su crin, su favorito era un corcel negro y malhumorado pero cuyo temperamento se hacía más dulce luego de tres terrones de azúcar. 




También, cuando lo dejaban o bien, cuando se escapaba  daba largos paseos por el bosque, se montaba en los árboles y brincaba de uno en uno, cazaba pájaros o simplemente los perseguía.  A veces recolectaba algo de frutas, robaba miel de la gran colmena de abejas, cazaba pequeñas ardillas y perdices o recolectaba hierbas medicinales que le había enseñado su madre. 




Siempre vivió en la naturaleza, su cama generalmente era el césped o la copa de un árbol y su techo el sinfín de estrellas, difícilmente soportaba pasar el día encerrado en la casa o en el salón escuchando las largas charlas de historia que daba el maestro, sus ojos siempre se iban al horizonte que se difuminaba más allá de la ventana. 




A veces simplemente sentía que se perdía y olvidaba lo que era con todos esos lujos y facilidades, aunque no sabía muy bien quien era o adónde iba. Pero encontraba un deje de calma cuando se acostaba sobre la rama de un roble alto y jugueteaban con una oruga entre sus dedos. En el silencio del bosque, solo interrumpido por el cantar de las aves, en esa soledad misteriosa que siempre lo rodeaba, Madara podía difuminar que era una idea de la paz. 




Y recordaba a la casa. 




No  siempre era difícil vivir en su clan, más allá del hambre, las peleas y las hostilidades, siempre habían pequeños momentos de quietud luego de acabar una batalla sangrienta, nadie decía mucho cuando recuperaban los kunais y las armas de entre los cadáveres pero había una curiosa sensación de unidad y de hermandad, de que seguían vivos y de que nadie podía dañarlos. Nadie jamás le dijo que era fuerte ni importante, pero en el susurro del viento con aroma a sangre y cadáver, él se sentía indomable, con sus músculos adoloridos y su cuerpo exhausto. Era difícil de explicar y posiblemente no se molestaría en hacerlo, pocos lo entenderían. 




Más de una vez se había levantado a media madrugada en el enorme futon acolchado y tibio que compartía con Hashirama. En silencio se levantaba y se iba a dormir al bosque. 




No es que no le gustara estar allí sino que él no era uno de ellos, por más que tratara, la sangre era más pesada que el agua. Extrañaba a su clan… 




  




Izuna iba creciendo con el pasar de los meses. Ya se sentaba por sí mismo y tomaba su biberón con sus propias manitas regordetas y daba eternas e incoherentes largas charlas de balbuceos cada vez que veía a su hermano mayor. Madara había aprendido a leer bien y todas las noches le contaba un cuento fascinante, Hashirama prefería hacer muecas y sonidos algo bizarros para hacerlo reír, lo cual funcionaba siempre, y Tobirama, Tobirama constantemente lo ignoraba y parecía disfrutar secretamente de verlo llorar desconsolado cuando no le daban lo que querían. 




Y así como crecía Izuna la inteligencia de Madara también florecía como una flor en un pantano de mediocridad. 




No le gustaba la historia y detestaba la matemática con todo el odio que un niño de once años podía albergar, pero aun así, tenía un innegable talento en la química y estaba fascinado con la alquimia, era capaz de decir todos los elementos químicos y sus principales combinaciones, sabía de memoria los principios de la alquimia y una veintena de antídotos y venenos y con una sorprendente facilidad hacia mica, pólvora, talco, cianuro de potasio, jabón, lámparas que brillaban sin uso de mecha alguna. 




Fue luego de seis meses que el anciano maestro le dio un papel y una pluma a Madara, igual que la primera vez que lo vio. 




-Veamos, igual que el primer día, escribe lo que quieras y te lo daré-, Madara sonrió prepotente y escribió con letra legible y bonita, rápidamente y con soltura- A ver…-las pobladas cejas canosas se curvaron en una mueca incomprensiva-¿En serio? ¿No quieres una silla? 




-No, pero puedo pintar una.-, el niño con un secreto éxtasis tomo los tres frascos de pinturas, varias hojas y pinceles. Los ojos le brillaban de emoción. 




-Pero estuviste pidiendo una todo el tiempo-Madara solo encogió los hombros. 




-No necesito una silla para sentirme importante. 




Con la poca soltura que llevaban todos sus actos salió corriendo del salón.  




Se escondió en su habitación y tiro las cosas en el suelo. Estaba tan emocionado que las manos le temblaban, podría pintar lo que fuera, un atardecer, lobos, su pequeño hermano y no sabía por dónde empezar. Humedeció el pincel más grueso en la pintura azul y pinto un cielo lejano y luego con blanco lo fue difuminando, con rojo fue tiñendo de los colores de atardecer y con un poco de verde dibujo pastos lejanos y flores. No era tan bonito como lo veía en su mente pero sentía un curioso placer al hacer eso ya sea en la forma en como el húmedo y suave pincel delineaba el liso papel o en el aroma profundo a alcohol de la pintura. 




-¿Qué haces Madara? Pregunto Batsuma que casualmente iba camino a  su habitación llevando en mano algunos juguetes que Hashirama había dejado en la sala, entre ellos, la pelota azul destruida. 




-Estoy pintando, ¿no está bonito?-dijo enseñándole su gran obra de arte. Para Batsuma todas las cosas que hacia eran hermosas, y Madara se sentía feliz en enseñárselos porque sabía que le sonreiría. 




-Ya veo, no está nada mal-, Los dibujos del Uchiha no eran realmente muy buenos ni prodigios pero parecía tener una buena percepción del color y las formas, parecía tener algo de talento, uno pequeño y difuso-Sabes, una vez conocí a un retratista-, dijo mientras se sentaba a su lado. 




-¿Qué es un retratista? 




-Alguien que hace un retrato 




-¿Y que es un retrato? 




-Un dibujo de una persona-suspiro un poco-Él me dijo que la máxima meta del pintor era crear vida. Cuando uno logra hacer un retrato tan perfecto, tan puro, con tanto, tanto sentimiento, puedes darle vida ya que de una forma has logrado capturar el alma de la persona en él. 




-¿Puedo dale vida a las cosas pintándolas?-Dijo con una leve sorpresa en su voz. Miro la pintura y luego la hoja, todo tenía un deje de inocencia que lo absorbía. Hasta ahora, el creí que sus manos solo podían causar muerte. Pero en la casa de Hashirama todas las cosas eran raras y curiosas. 




-Así me decía él. Era un hombrecito muy peculiar. 




-Ya lo creo. Entonces…-, en un rápido movimiento destruyo la hoja y la lanzo a un lado y comenzó a pintar en una nueva-Seré un retratista-el hombre mayor sonrió un poco 




-Deberías seguir pintando, lo haces  bien-se levantó lentamente, tronándose las rodillas. A veces se sentía viejo o realmente lo era y no quería aceptarlo. Le dio una última mirada al pequeño y emocionado niño y se preguntó nuevamente, si algún día lo entendería-supongo que necesitaras más colores… 




Batsuma se fue en silencio dejando al pequeño Uchiha en una gran incertidumbre que solo el mismo podría descubrir. Sus ojos negrors ahora no solo brillaban de emoción sino también de curiosidad y algo de confusión. Rompió la segunda hoja en pedazos e hizo un nuevo dibujo esta vez se esforzó en hacerlo mejor, mucho mejor, y así lo hizo durante varias horas, rompiendo y rehaciendo veinte hojas hasta que termino con el rostro y las manos llenas de pintura y una sensación de desafío en el corazón. 




Batsuma tenía una curiosa forma de motivarlo a ser mejor. 




  




En la casa de Hashirama había personas curiosas que lavaban, planchaban, limpiaban y cocinaban. Generalmente estaban oculta de su vista y no hablaban y no vestían tan bonito como los demás. Algunos no hablaban su idioma, otros solo vagamente, pero todos le decían sí, señor cuando pedía algo. El pregunto si eran familiares pero le dijeron que eran esclavos, él no sabía que era eso y cuando le trataron de explicar tampoco entendió, había sido una explicación complicada que solo le dejo más interrogantes. En su clan nunca hubo esclavos, todos los prisioneros morían luego de sacarles información. No entendían ¿De qué servía tener prisioneros de guerra? ¿Para qué los tenían? ¿Y por qué los prisioneros no se iban simplemente? 




 Solo sabía que ellos harían lo que él pidiera.  Sin embargo había algo que no le gustaba en todo ello. Secretamente le daba vergüenza y repudio cada vez que uno de ellos hacia algo por él. No necesitaba entender muchas cosas para saber lo que estaba mal y lo que estaba bien. 




  




Había pasado cerca de un año cuando tuvo su primera experiencia sexual. 




Él desde hacía un tiempo había comenzado a sentir un ligero calor en zonas bajas de su cuerpo cuando veía las mujeres sucias del mercado que le lanzaban besos cada vez que lo miraban o cuando Chizuru le sonreía y le acariciaba el cabello,  pero constantemente ignoraba esa sensación como también, los vergonzosos sueños húmedos donde se despertaba jadeando, temblando y con sus pantalones vergonzosamente sucios. 




Tenía unos recientes doce años, nadie le había explicado que pasaría con su cuerpo y él constantemente estaba avergonzado y prefería obviar todo y lavar sus pantalones a media noche. 




Nunca olvidaría ese día. Hashirama luego de varias horas de insistencia lo obligo a jugar a las escondidas a él y a su hermano. Madara subió las escaleras y decidió esconderse en la habitación de Batsuma y se encerró en el armario, allí nunca lo encontraría y con una leve satisfacción se sentó entre los zapatos y los pantalones y desde una pequeña abertura miraba atento a que apareciera el moreno. 




No espero que la madre del chico llegara a la habitación y cerrara la puerta tras ella, y cuando se disponía a salir ella se desato la cinta de su kimono y lentamente lo deslizo por sus hombros. Se quedó inmóvil, frio y asustado con inmensas ganas de gritarle que se detuviera pero solo se quedó callado y miro fijamente los pequeños pero dulces senos de la mujer, su vientre plano y sus caderas curvilíneas. 




Se sonrojo y tembló, una sensación de calor y sofocación lo lleno y solo pudo seguir viendo, buscando descubrir que tenía las mujeres más allá de sus faldas. No sabía que sentía, no le importaba, pero le gustaba, y sin darse cuenta sus manos bajaron a su intimidad y la estrujaron y sintió por primera vez el dulce golpe del placer en su máxima expresión. 




Entonces accidentalmente se movió un poco y sacudió un poco la ropa haciendo ruido y ella volteo hacia su dirección. Casi se desmaya. 




-Sal de allí Madara-no lo hizo, era incapaz de moverse, pero ella solo sonreía-Vamos, ven aquí-avergonzado como nunca abrió la puerta, incapaz de mirarla. 




-Yo no quería, lo juro, me estaba escondiendo para que H-Hashirama no me viera-, las palabras se le atragantaban, las piernas le temblaban y el calor y el miedo lo hacían sudar. Fue entonces cuando descubrió que entre sus piernas, algo se alzaba y no pudo evitar cubrirse rápidamente y retroceder unos pasos a punto de salir corriendo.-L-Lo siento mucho. 




-No, no te avergüences, es normal, solo tienes curiosidad. 




Entonces ella se terminó de quitarse el kimono, desnudándose ante él. No quiso mirar, era como aquellos libros de terror que tenía Hashirama, donde salían monstruos horribles, sabía que si miraba estaría pensando en ello toda la noche y no podría dormir. Pero al final lo hizo y quedo maravillado, sorprendido y conmocionado. 




Y luego, abrió las piernas… 




  




Ella no lo toco pero le mostro cosas que aún no podía coincidir, y por supuesto aprendió cómo funcionaban esas cosas. Al final ella lo llevo hasta su habitación donde allí confundido y algo sorprendido lo dejo, le dijo que no había hecho nada malo y que por supuesto no dijera nada y que si volvía a tener dudas la fuera a buscar. Y Madara en esos segundos tenía un millón de dudas pero no dijo nada, no podía mirarla sin sonrojarse y tartamudear. 




Solo se acostó y miro al techo, inmóvil, esperando a la hora de dormir. Recordando su cuerpo y como se lo mostraba con tanta soltura y naturalidad que le parecido sagrado. Ella le hizo sentir cosas que nunca había sentido y para él, eso era hermoso. 




Se dio cuenta de algo que lo dejo anonadado pero al mismo tiempo lo hizo sentir feliz y tonto y  su corazón latió con cierta vanidad al descubrir un nuevo y poderoso sentimiento, aún más fuerte que el placer del sutil primer orgasmo: estaba enamorado. 




Tarde esa noche Hashirama fue a dormir junto con él. Como siempre se pusieron a hablar, y él tenía mucho que hablar y el moreno era su mejor amigo y la persona con la que más confianza tenía. Prendió la vela que escondían dentro de uno de los zapatos del niño y se metieron debajo de la cobija. 




-Hashirama, ¿alguna vez has sentido cosas, tu sabes, cosas allá abajo?-Pregunto con un leve rubor. 




-Sí, bueno, varias veces, ¿Nunca te has masturbado?-Arqueo una ceja-, así se llama Madara… 




-¡Oh! Pues hoy fue mi primera vez. 




-¿En serio?-Madara asintió feliz, se sentía más maduro, como si hubiese descubierto algo que toda su vida ignoraba, algo fabuloso e increíble y quería decírselo a todos-Yo lo hago desde hace un año desde que tuve un sueño húmedo. 




-¿Qué es eso? 




-Cuando te levantas a media noche con los pantalo- 




-Ya entendí-dijo desviando la mirada algo incómodo, por lo menos ya sabía cómo se llamaban ciertas cosas-A mí me pasaba pero solo no hacía nada. No sabía cómo hacerlo, hasta hoy. 




-¿Y cómo lo descubriste?-Pregunto curioso. El Uchiha entrecerró los ojos, estaba seguro que a Hashirama no le gustaría saber la respuesta. Si alguien le dijese que su madre había hecho tal cosa seguramente lo hubiese golpeado hasta matarlo, literalmente. 




-Solo pasó… 




-Mi hermano mayor, cuando estaba vivo, el me explico lo que pasaba y me dijo como se hacía y como venían los bebes. Yo realmente nunca me creí el cuento que un pájaro gigante te trae a la casa de tus padres-Madara se sonrojo, él si se lo había creído. Si estuviera frente a su padre lo acusaría de mentiroso. 




Siguieron hablando un rato largo sobre esos íntimos temas hasta que la noche comenzó a hacer larga y la vela comenzó a escurrir. Madara no sentía vergüenza alguna de hablar de ello con Hashirama, para él, era como un hermanito tonto y divertido que siempre estaba allí cuando lo necesitaba. Y como el Senju tenía más experiencia en ese ámbito le explico muchas cosas que aún le perturbaban y le dio concejos como donde hacerlo y como no ensuciar nada. 




-Hashirama-le llamo acercándose más a él, buscando coincidencia-¿Alguna vez te ha gustado alguna niña? 




-No, bueno, no me gusta ninguna mujer-Madara arqueo una ceja, eso era difícil de comprender, quizás era la primera vez que descubría los secretos placeres pero desde hacía tiempo ya le llamaba la atención las curvas y los senos de las mujeres aunque posiblemente no supiera que hacer con ellas-creo que nunca me ha gustado una. Me parecen feas. 




-Yo también creía que eran feas, cuando tenía cinco años-, recordó nuevamente aquella que su primo le dijo que habían hombres que gustaban de tocar otros hombres. Era la segunda vez que Hashirama encajaba en ese perfil-¿Y qué te gusta? ¿Los caballos acaso? 




-Creo que hay alguien-, dijo desviando la mirada y sonrosándose un poco, ante la pálida luz de la vela, su rubor era más brillante- pero es un niño… 




Madara se sorprendió ante esa confesión. Para el todos los niños eran sucios, imbéciles y asquerosos y constantemente quería golpearlos a todos. Se calló un rato pensando, ¿Hashirama seria ese tipo de hombres? Y si lo era, era un poco raro pero no le importaba mucho, no pensaba que gustar de otro hombre fuese algo malo. 




-¿Y cómo es ese niño? ¿Es feo y tonto como tú? 




-No, él, él es especial pero no sabe que yo siento eso por él. 




Hashirama lo miro de reojo, y vio esos ojos negros apagados que lo habían embrujado desde el primer instante en que lo vio asaltando su granero, muriendo de hambre y dispuesto aun así, a matar por su hermano. Siempre le cautivo la forma en como Madara era capaz de dar todo por los seres que amaba, la valentía como para pararse y decirle marica a su profesor, lo inteligente y especial que era en todas las cosas que hacía, la forma tan hermosa en cómo se maravillaba por cosas tan corrientes como el agua caliente, los caramelos de miel y los zapatos de piel. Hasta la forma en como caminaba parecía tener algo en especial. 




Nunca se dio cuenta, ni de los secretos besos en la mejilla que le daba cuando se quedaba profundamente dormido. Y por supuesto, nunca se lo diría. 




-De seguro es un idiota-, dijo Madara encogiendo los hombros- si ese niño viera la cara de mariposa enamorada que traes de seguro se diera cuenta de inmediato. Mírate estas rojo y casi te babeas 




-Si bueno, nunca dije que fuera muy inteligente-Hashirama sonrió un poco, solo un poco. 




  




Esa noche Hashirama volvió a dormir pensando en que se sentiría un beso de unos labios rosa pálidos. Esa noche como casi siempre pasaba miro como Madara se levantaba a media madrugada y se iba por la ventana, esta vez se llevó pintura y papel. No lo siguió, sabía que no lo dejaría, pero secretamente deseaba ser algún día lo que desesperadamente el Uchiha buscaba en el bosque y que él aun no podía dárselo. 




Madara fue hasta el roble viejo, alto y doblado donde casi siempre pasaba la noche. Coloco el papel sobre sus piernas y comenzó a pintar un rostro, el mismo que había pintado desde que Batsuma le dijo que podría dar vida con unas pinceladas. Una y otra vez pinto recordando todas las sensaciones y sentimientos que sentía al mismo tiempo que ideaba un plan para conquistar a la esposa de Batsuma. 




Pinto unos ojos negros y dulces, pestañas largas, cejas cortas,  la boca pequeña y trémula, la nariz perfilada, unos pómulos algo marcados, un cuello algo corto y el cabello liso y negro, algo rizado en las puntas. Pinto hasta que el sol salió por el este y las vacas comenzaron a mugir y las gallinas a cacarear. 




Algún día podría revivir a su madre… 




 

Notas finales:

Gracias por leer!

Espero que les haya gustado

El prox cap si tendra algo mas de Angst 


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