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Enamórame por Fullbuster

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Gray Fullbuster POV


 


¿Por qué estaba precisamente ahora acordándome de esto? Veía ante mí aquel edificio, la fábrica de muebles en la que trabajaba el esposo de Ur. Tenía diez años y aquel, era el sitio más tranquilo de toda la ciudad, estaba a las afueras y los niños nunca me seguían hasta aquí, así que siempre estaba tranquilo. Solía esconderme en una de las salas del sótano, escuchando el ruido de las máquinas trabajando, podía estar horas y horas allí encerrado y hoy había venido aquí igual que hacía el resto de días.


Bajé por aquellas estrechas escaleras hacia el sótano y busqué entre las cajas de cartón mis cuadernos, los escondía en la fábrica porque en casa era imposible hacer deberes, cuando los acababa, Lyon siempre estaba por allí dispuesto a romperlos ¡Siempre complicándome la vida! Así que al final, acabé trayéndolos aquí y dejando cuadernos en blanco que él pudiera destrozar en mi habitación. ¡Habitación que encima compartía con él!


La fábrica aún estaba en funcionamiento cuando saqué los cuadernos y empecé a hacer los deberes y no sé el tiempo que estuve allí hasta que terminé todos los ejercicios, pero sé que era tarde, porque por la ventana se veía el cielo oscuro ¡había anochecido! Y parecía que iba a caer una tormenta, porque veía truenos a la lejanía.


Escondí de nuevo los deberes entre la multitud de las cajas y me dispuse a salir de allí. Ahora escuchaba un montón de puertas cerrarse ¡imaginé que estaban cerrando ya la fábrica! Tampoco me preocupé mucho porque por las noches, siempre había un vigilante de seguridad que hacía sus rondas por toda la fábrica ¡Además me conocía! Sabía que solía venir por aquí a hacer los deberes y me dejaba estar, siempre y cuando no hiciera ningún destrozo.


Caminé hacia la puerta y cual fue mi sorpresa, cuando al tirar de ella no se abría, es como si la hubieran atrancado por el otro lado. Tiré de ella con algo más de fuerza y al no poder abrirla, grité por si el guardia de seguridad aún estaba por allí y podía abrirme desde fuera, pero no obtuve ninguna respuesta, debía estar haciendo su ronda por alguna zona alejada de donde yo estaba.


No me preocupaba mucho, tampoco es que en casa me echasen mucho de menos, así que no pasaba nada, ya vendría alguien a sacarme, pero sí me asusté cuando se fue la luz, supongo que culpa de la tormenta de fuera. No veía nada y no sabía muy bien por donde estaba caminando. Seguía escuchando ruidos y sinceramente… eso sí me daba miedo, porque los ruidos de las fábricas viejas asustaban mucho, con esos ruidos chirriantes de las puertas metálicas al cerrarse, las cadenas de los productos, las máquinas que se movían por las cintas transportando las mercancías, etc… todo eran ruidos.


Busqué un interruptor de la luz a ciegas por la pared y me agobiaba caminar tocando cada centímetro de la pared sin encontrar un interruptor, pero por fin conseguí toparme con uno. Lo que no me esperé es que al darle, me diera un chispazo a mí en la mano. Me quejé por el dolor y juraría que estaba oliendo a quemado, pero no veía nada, hasta que de pronto vi una leve luz saliendo de unas cajas más alejadas de mí. ¡Qué raro!


Quizá el cable estaba mal y al pasar cerca de allí se había iniciado un fuego, pero no estaba seguro, de todas formas, cuando entré, la luz funcionaba perfectamente. Me acerqué para intentar apagarlo, pero el fuego empezó a propagarse mucho más rápido entre el cartón y la madera, subiendo ahora por las paredes hacia el techo, rompiendo los cristales y llegó un momento, en que me era imposible apagar eso, tenía miedo y la puerta seguía sin abrirse, me estaba ahogando con el humo y aunque me agaché intentando apartarme del humo que subía, seguía sin poder respirar bien.


No recuerdo nada más de aquello, supongo que alguien me sacó, seguramente los bomberos, porque yo me desperté en el hospital. Escuchaba voces a mi alrededor, seguramente los enfermeros, hablaban sobre algo de heridas o quemaduras, ni siquiera estaba lo suficientemente consciente para entender de qué iba la conversación. Veía las luces del techo y me centré en ellas, me llevaban por un pasillo y sé que subimos en un ascensor hacia alguna planta.


Podía escuchar la voz de Ur que venía por un pasillo en nuestra dirección, estaba preguntando a los médicos que empujaban mi camilla, pero no escuché que decían, ni siquiera podía verles, sólo había luz y de pronto, todo desapareció, todo se volvió oscuro y la siguiente vez que me desperté, estaba en una cama, en una sala que no conocía, una sala cuadrada sin muebles y totalmente vacía a excepción de la cama donde estaba yo tumbado y atado ¿Por qué estaba atado? ¿Dónde estaba?


Uno de los enfermeros entró por la puerta cuando vio que estaba despierto y se acercó hacia mí. Aún estaba algo mareado, no sé muy bien que estaba pasando, no sabía qué había pasado ni como había acabado aquí ¡ni siquiera sabía donde estaba!


~ ¿Dónde estoy? – le pregunté al enfermero que estaba preparando algo.


~ En un hospital psiquiátrico – me comentó y me asusté un poco.


~ ¿Por qué? – le pregunté.


~ ¿No recuerdas nada? – me preguntó.


~ No – intenté recordar – yo estaba… estaba haciendo deberes – le dije


~ Estabas en una fábrica, llevas varios días en el hospital recuperándote de las quemaduras.


~ ¿Quemaduras? – pregunté intentando recordar, sí había un incendio, pero no recuerdo mucho de eso, supongo que no tardé en desmayarme con el humo. - ¿Qué es eso? – le pregunté viendo como preparaba una jeringuilla.


~ Morfina, para el dolor – me comentó – tus quemaduras aún no están curadas, tardarán aún bastante.


~ No entiendo por qué estoy aquí – le comenté - ¿Qué tengo que ver yo con el incendio?


~ Eso lo hablarás más adelante con el doctor del centro – me dijo – es el terapeuta, él te ayudará a superar tus traumas.


~ ¿Qué traumas? Estoy confuso, no sé qué hago aquí, yo quiero irme a casa – le dije llorando.


~ Ahora ésta es tu casa – me comentó y no pude remediar gritar.


~ No es mi casa, yo no estoy loco, quiero irme a mi casa.


Me quejé cuando inyectó la morfina y creo que no era morfina, porque se me estaban cerrando los ojos, me estaba sedando ¿me sedaba porque había gritado? ¿Me consideraban un loco solo por levantar la voz un poco? Que estúpidos… todo el mundo estaría loco entonces sí este fuera el único motivo por el que tenían que sedarme.


No entendía nada, en este sitio no podía saber ni siquiera qué día era o qué hora, nadie me decía nada, entraban, me pinchaban algo para mantenerme calmado y se marchaban. Traían la comida ¡porque no me dejaban asistir al comedor! Seguramente por algo de mis quemaduras y de que tenía que quedarme en cama hasta que me recuperase. Me aburría, no podía estar todo el día aquí tumbado, sabía que no estaba loco, pero si seguían teniéndome en estas condiciones, me iba a volver completamente loco, ya no sabía que hacer, había contado tantas veces las baldosas del techo que me las sabía de memoria.


De golpe entró Lyon por la puerta hablando con un enfermero que se quedó fuera esperando. Abrí los ojos, no quería que él estuviera aquí, no quería que él viniera a verme, ni que se acercase, pero empezó a hacerlo. Tenía esa sonrisa que tanto miedo me daba en su rostro y caminaba hacia mí. A cada paso, sentía el miedo recorrer todo mi cuerpo y no pude evitar gritar.


~ Sacadle de aquí, no quiero verle – grité hacia el enfermero de la puerta. – sacadlo


Lyon se reía y no entendía por qué estaba sonriendo cuando le estaba echando de mi habitación.


~ Gray… soy tu hermano – me dijo burlándose - ¿no me reconoces?


~ Eres un maldito cabrón, lárgate, no quiero tener que soportar ver tu cara ni un segundo más, quiero que te alejes de mí. Si te acercas más juro que te mato.


Desde luego me puse muy nervioso al verle y lo supe cuando noté como las correas apretaban mi abdomen y mis brazos haciéndome daño por la fuerza que estaba utilizando intentando alejarme de él sin conseguir moverme.


El enfermero entró corriendo al oírme gritar y amenazarle, me di cuenta entonces de lo que pretendía mi hermano, desquiciarme, ponerme nervioso provocando que volvieran a sedarme, demostrarles a todos que estaba loco ¡pero no estaba loco! Tenía miedo de él, no era locura, era temor y nadie se daba cuenta.


Todo volvió a oscurecerse y aún podía ver la sonrisa de Lyon en sus labios ¡maldito cabrón! Era lo que pensaba. ¡Necesitaba calmarme! Si quería salir de aquí, tenía que aparentar que no me importaba, tenía que relajarme, controlar mi ira hacia Lyon, no saltar a la primera, porque cuanto más me agobiaba, cuanto más me cabreaba o gritaba, más veces me sedaban, más loco se creían que estaba. ¡Maldita sea… tenía que tranquilizarme! Tenía que pensar como alguien normal, pensar en los estudios, en un futuro calmado y sin sobresaltos, hablar con el terapeuta y demostrarle que era un chico normal, no demostrarle la rabia que llevaba por dentro.


La primera vez que vi al terapeuta, me pareció que sería misión imposible, dijera lo que dijera, él lo malinterpretaba y me apuntaba locuras que no tenía ¿qué narices estaba pasando aquí? Yo no estaba loco, yo no había incendiado aquella fábrica ¡Al menos no voluntariamente! ¿Por qué nadie me creía? ¿Por qué no conseguía demostrar que estaba bien?


Al cabo de un mes, me dejaban salir de la habitación y aunque aún llevaba la espalda vendada por las heridas que seguían en proceso de curarse, podía dar paseos… aunque no eran muy agradables. Las instalaciones estaban muy bien, había un jardín muy grande y verde por el que me gustaba caminar, pero no era agradable, estaba lleno de gente que sí me daban miedo, de gente realmente loca, algunos hablaban solos pero los peores, eran los esquizofrénicos, siempre mirando a todos los lados, como si alguien les siguiera o les espiase, siempre haciendo gestos tan raros, huyendo o diciendo cosas sin sentido, yo creo que ni siquiera les trataban, les dejaban deteriorarse lentamente, se despreocupaban de ellos, lo único que hacían, eran mantenernos aquí encerrados y sedarnos.


Sinceramente… no era agradable para un chico de diez años estar aquí viendo esto, viendo a gente mucho más mayor caminar sin sentido, hablando sola o con carácter bipolar, porque aquí dentro, había de todo y a todos nos tenían juntos.


Para mi suerte… el doctor que estaba llevando mi caso fue trasladado a otro hospital y el nuevo que vino, cuando le hablé, supo al momento que no estaba loco. Para mayor suerte mía, Lyon se había largado a vivir a Japón para ocuparse de la empresa de la familia ¡Así que no pudo venir a impedir que me sacaran! El médico no tardó en redactar un informe contradiciendo todo lo del médico anterior. Dos meses encerrados es lo que me tuvieron y al final… podía salir.


Creí que era bueno… supongo que me equivoqué, porque aunque yo me centré en estudiar para sacar buenas notas y poder ir a la universidad, los demás niños me veían como el loco, el que había estado encerrado en aquel manicomio, el que incendiaba fábricas, me tenían miedo, me insultaban, a veces me pegaban y yo cada vez, odiaba más a Lyon por lo que me había hecho, porque estaba convencido que él tenía algo que ver en todo esto.


Él era quien siempre se metía en peleas y luego me echaba a mí las culpas, quien iba destruyendo cosas por la ciudad cuando me veía caminar cerca y luego se iba corriendo dejándome a mí con la policía pagando por su delito ¡al final siempre me la cargaba yo! si corría intentando evitar el problema, me acusaban por haber huido, si me quedaba, me acusaban por haberlo destrozado… al final, siempre era yo mientras Lyon se salía impune de todo lo que provocaba.


Menos mal que ahora se había ido a Japón a vivir, aún así, el resto de niños de la escuela y hasta que acabé el instituto, me hicieron la vida imposible. Ya se ocupó Lyon de dejarme bien destrozada la vida antes de marcharse.


 


 


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