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A Good Brother por anik_blood

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Notas del capitulo:

Hola!

Se me daño Word muchachos, si el fic tiene algun desperfecto es por lo mismo TnT

 

disfrutenlo C:

 

Habían cosas que Madara simplemente no podía comprender, como por ejemplo, la sonrisa de Hashirama o como hablarles a las niñas, y como siempre terminaba odiando lo que no entendía, Madara odiaba a Hashirama y a las niñas en general. Pero seguramente no había nada más desconocido y detestado para él que la historia.


A pesar que hacia una hora la clase había terminado, tuvo que quedarse estudiando la lección de historia perdiendo toda una hermosa y soleada tarde de domingo. Hashirama y Tobirama se habían ido con su padre a la armería para conseguirle una espada al joven Senju. Había cumplido catorce años hacia una semana y era hora que se preparara para la guerra.


Hoy habían hecho un largo examen el cual Madara reprobó de una forma elegante, según palabras de Hiruzen. No había ni remotamente estudiado y se negaba a comenzar ahora. Paso todo el mes deambulando por el bosque explorándolo hasta el rincón más lejano, metiéndose en cuevas, bañándose en ríos helados y aprendiendo un sinfín de botánica completamente admirable; también paso mucho tiempo pintando, a veces hasta el amanecer y devoro cinco libros sobre pintura. Y como tenia trece años y una sexualidad curiosa constantemente espiaba a la madre de Hashirama cuando se bañaba y comenzaba a hacer un plan junto con Hashirama para infiltrarse en un burdel y ver cómo eran las cosas por allá.


Él no era una persona perfecta como esos encantadores príncipes de las historias. Era calculador, un poco egoísta, tendía al narcisismo y le gustaba golpear a la gente. También se le daba bien mentir y los juegos de cartas. Aprendió cinco juegos y algunas tardes el Uchiha y el Senju se iban al mercado y a escondidas de los adultos Madara jugaba póker con los niños del clan, tomaban cerveza robada y a veces leían los cuentos eróticos secretamente tomados. Podría decir que era una mala influencia para Hashirama, lo enseño a maldecir, a escupir, robar y otras cosas que Batsuma condenaría.


Y hoy podría estar haciendo todo eso si no fuera por su maestro.


Si bien odiaba la historia, ese libro lo aborrecía. Era un gordo tomo de cobertura de cuero rojizo y letras doradas y gastadas que rezaban “Historia Antigua y Contemporánea de los Clanes”. Tenía unas increíbles dos mil páginas, todas escritas con letras de tinta negra, apretaditas y pequeñas. Un libro podía comprar un caballo, Madara estaba seguro que este equivalía a una caballeriza entera.


El anciano golpeo las páginas con su huesudo dedo y el pelinegro alzo la mirada.


-¿Cuál es el principal recurso económico de los Nara?-Pregunto con una mirada penetrante. Madara a la fuerza, acababa de leer ese capítulo-Vamos, has un esfuerzo. Te daré una pista, ellos tienen muchas montañas y donde hay montañas encontramos…


-No lo sé ¿Maíz?-Tanteo aunque seguramente nunca había visto un maizal en una montaña-¿Trigo?-nuevamente una negativa-Arroz, todos producen arroz.


-Madara, el arroz se da cerca de las costas, los Nara no tienen ni un riachuelo.


-Café, el café se da en las montañas-dijo con una leve esperanza, realmente estaba a punto de recitar todas las cosas que habían en la cocina, pero el anciano negó -¿Cebada?-Hiruzen pareció bastante estresado. Bufo molesto -Entonces mierda de perro, de eso si tienen bastante.


-Juro que si vuelves a decir alguna vulgaridad pasaras el día entero escribiendo en la pizarra toda la guerra de los clanes.


Quizás el Uchiha había aprendido a leer y a escribir y ya no escupía o golpeaba a cualquier persona que le mirara mal, pero nunca pudieron erradicar las groserías que salían tan fácilmente de su boca, era ya, una costumbre tan vieja como para Hashirama el sonreír.


-¿No te he enseñado una enorme cantidad de vocabulario?-Pregunto algo molesto el anciano mientras pasaba algunas páginas.


-Sí, pero me gusta maldecir-, dijo encogiendo los hombros y sonriendo infantilmente. El hombre solo mantuvo una expresión de frustración e ira.


-Pues aquí tienes unas veinte páginas más para maldecir-dijo pasándole el libro gordo justo en el capítulo XXVII, sobre el origen de los Nara. El chico pareció a punto de romper en llanto.


-¿Estas consiente que no me aprenderé eso? No veo porque tenemos que sufrir ambos con esto. 


-Tengo la inconmovible convicción de que te lo aprenderás-Madara solo arqueo las cejas algo destruido, podía ver un deje de placer en el rostro del anciano.


-¿No puedo ir al rincón?


-¡No!


El Uchiha suspiro y miro exhausto a los marrones ojos envejecidos y luego el libro. Comenzó de nuevo a leer pasando la mirada exhausta por las letras casi automáticamente aunque se forzaba a recordar datos importantes, como fechas, lugares, y lugares donde ocurrieron cosas durante ciertas fechas. No tenía la menor idea de cómo esto le ayudaría durante la guerra, quizás podría matar a un enemigo de aburrimiento o aventarle el libro en la cabeza.


-¿Y bien?-Pregunto luego de unos quince minutos-¿Qué producen los Nara?-Madara frunció el ceño y maldijo internamente.


-Algodón-dijo con una vaga seguridad, juraba que por algún lado había leído algodón.
-El algodón se da en tierras planas, calientes y húmedas.


-¿Manzanas?


-No, por supuesto que no son manzanas.


-Pues entonces sigo bastante seguro que es mierda de perro.


El anciano se tumbó en la silla y masajeo su sien. Ya iba cerca de las dos horas en privado con aquel adolescente. Trece años había cumplido ya y los ligeros indicios de la maduración ya se iban notando en su cuerpo, estaba mucho más alto y se le veía más fuerte y corpulento pero aún tenía rostro de niño, de un niño pequeño, enfurruñado, que comía mucho y que le gustaba pintar y jugar.
-Madara, eres un muchacho inteligente, no puedo entender como algo tan básico como la historia se te complica tanto.


-Me aburre.


-¿No crees que es importante conocer la historia?


-¿Puedo matar a alguien con ella?


-No, posiblemente no.


-Entonces no lo es.

-¿Andas por la vida matando gente acaso?
-Antes sí y como estamos en guerra supongo que tarde o temprano tenga que seguir haciéndolo -, Hiruzen no pudo evitar sentir un ligero temblor. Nunca era agradable escuchar como el Uchiha hablaba de tales temas de una forma tan natural y sencilla.


-¿Te molestaría seguir matando?-Madara parpadeo varias veces, parecía que la pregunta lo había sacado de lugar.


-…Creo que molestaría más volver a pasar hambre -, arqueo los hombros y apoyo su mejilla sobre una de sus manos- y si matando evita eso, pues no.


-El hambre hace que los hombres hagamos cosas horribles-, dijo luego de unos cortos pero eternos segundos de silencio. Madara sonrió levemente ante lo dicho, una sonrisa muy amarga-¿Te da risa algo?


-No, es que…usted no sabe la dimensión de lo que acaba de decir. Cuando llegue aquí la primera vez estaba realmente dispuesto a matar a Hashirama y a asarlo en una fogata -, vio como el anciano palideció y la pluma que llevaba entre sus manos callo de sus dedos.


»No es que fuera la primera vez que lo haya hecho… acostumbraba a comerme a mis enemigos, los ojos y el hígado sobre todo, son muy buenos con algo de pimienta. Claro, hay que hacerlo rápido luego que los matas, no puedes perder mucho tiempo o la carne se pone amarga y dura. Una vez me comí a uno vivo, el pobre bastardo.


-¿Q-Qué? ¿Vivo?


Hiruzen le temblaba las manos y estaba encogido sobre su silla mientras miraba el inocente e infantil rostro relatar aquellas atrocidades como si fuese un cuento ¿Cuándo una clase de historia se convertía en una confesión de canibalismo? Estaba a punto de gritar cuando vio como otra leve sonrisa se formaba en los labios del Uchiha para luego convertirse en una tremenda carcajada. El sudor que caía por su pálido rostro aumento profusamente.


-¡Por dios viejo tonto era una broma!-Dijo mientras casi lloraba de la risa.


-¿Una broma?-, una sonrisa salió de los labios aun tiritantes del anciano sin poder evitarlo tomo su corazón el cual latía desatadamente. Esos malditos niños algún día lo llevarían a la tumba-Una buena broma-tan buena que aún le temblaban las piernas.


-Por supuesto, ni siquiera teníamos pimienta con que condimentar los cadáveres-, el anciano dejo de respirar por un momento y lo miro con los ojos desorbitados-¡Volviste a caer!


Mientras Madara se reía en su silla hasta casi llorar Hiruzen había hecho la nota mental de dejarlo medio mes en el rincón.


-Vale, vale, es suficiente de tu humor repulsivo-, dijo luchando porque la vergüenza no se le subiera a las mejillas, había sido engañado por un mocoso puberto que apenas sabía dónde estaba el norte-Déjame darte un ejemplo de porque es tan importante la historia. Imagina que tu clan va a hacer un tratado económico con el clan Senju. Podrías comprarle sal a un precio exorbitante pero, si conocieras un poco de su historia sabrías que en épocas de lluvia la mayor parte de las cosechas de arroz son arrasadas por el desborde de los ríos, entonces en vez de comprarles en efectivo podrías proponerles que les importaras arroz a cambio de la sal y de esta forma saldrías beneficiado.


-Eso no es historia, es sentido común. Además aquí no dice nada de eso, solo que hace mil años alguien fundo algo y hubo guerra por ello, y cien años después otra persona lo traiciono y le quito todo y hubo otra guerra y luego otro también traiciona a alguien más y obviamente, hubo otra guerra.


-¿Y qué te dice eso?

-Que no puedes confiar en nadie y que la guerra es una pérdida de tiempo-Hiruzen entrecerró los ojos mientras cerraba el pesado tomo con una sonrisa satisfecha. Quizás no había aprendido absolutamente nada de los ocho clanes pero quizás había aprendido algo aún más importante.


-Bueno, creo que eso se lo podrías decir a Batsuma. Estoy seguro que sería la mejor lección de su vida…

 

 

Madara se tumbó en su futon dispuesto a dormir. Le dolía la cabeza y estaba demasiado exhausto como para pintar, Hashirama no había llegado y Chizuru no se estaba bañando así que no tenía mucho que hacer. Cerro los ojos y dejo que su mente divagara por lejanos, muy lejanos recuerdos, recuerdos de nieve, hielo y risas.


Le había preguntado a su maestro hace un tiempo porque su clan no salía en el pesado tomo de historia. Su respuesta lo molesto y desconcertó y realmente, era una de las principales razones por las cuales detestaba esa materia. Él le dijo que los Uchihas no eran considerados un clan, sino un grupo de barbaros, y los barbaros solo eran salvajes desalmados que gozaban de matar a cualquier ser vivo, comían a sus enemigos y muchos hablaban de prácticas sexuales repulsivas como incesto y bestialismo.


Ese día Madara casi se le lanza encima ante tal insulto y paso no solamente todo el día en el rincón sino una semana entera castigado.
Habían tres elementos para que un grupo de personas fueran considerados un clan, decía el libro, el primer de ellos era tener un apellido en común, un gobernante y por supuesto, tener un territorio.


Si, era cierto, no tenían un sitio donde vivir pero fue porque se los arrebataron. El recordaba muy lejanamente el pasado, su madre le había dicho que antes de todo pasara, ellos vivían en el norte, donde la nieve eternamente caía y el cielo y la tierra siempre eran blancos, Madara se acordaba del acolchado abrigo de piel de lobo y de resbalar por los lagos de hielo y recordaba el sabor de las focas asadas. Recordaba sentir el frio tan fuerte que le helaba el pecho y le hacía doler la nariz y la sensación reconfortante de las fogatas.


Las cosas son borrosas para él, no podría tener más de tres años en ese entonces. Pero los recuerdos se volvían violentamente vividos y aterradores al recordar como en una madrugada su padre los levanto a ambos y los saco de su casa y les dijo que huyeran lejos junto con un grupo de Uchihas.


Madara se acuerda de aquel paisaje que iba viendo mientras su madre lo llevaba cargado sobre su regazo: fuego, sangre, gritos. Las casas de madera caer desparramadas, partes humanas diseminadas por todo el lugar, como tres hombres se llevaban arrastrada a su tía desnuda, como atravesaban con una espada a su abuelo frente a su abuela. 


La nieve siempre blanca tenía en ese momento un tono rosado oscuro, como el de una cereza muy madura. Y el rosado se extendía hasta formar en algunos momentos charcos de sangre y nieve derretida por el fuego.


Cerró los ojos con fuerza y apretó los puños, recordar eso lo llenaba de odio y rabia. Recordaba cómo habían huido en caballo con otros pocos sobrevivientes, entre ellos su padre el cual más nunca volvió a ser el mismo, en todo el camino no hablo. Él solo le dijo una cosa cuando cabalgaron luego de varios días y llegaron a un bosque húmedo y caliente, sofocante.


“No tengas misericordia con tus enemigos Madara ¿Por qué tenerla con ellos cuando ellos no la tuvieron contigo?”


Soñó con esas palabras, con la nieve rosada y con su madre que le gritaba desde lejos que huyera, que huyera rápido de allí.


-Madada~


El Uchiha abrió los ojos al ver como el rechoncho y adorable Izuna entro en su habitación tambaleándose sobre sus dos pies, por lo visto se había desecho de su ropa nuevamente y andaba solo en pañales, desde hacía un tiempo su hermano había declarado la guerra a la vestimenta y había decidido ir desnudo cada vez que pudiera. No entendía por qué pero sabía que los bebes eran raros.


-¿Qué sucede pequeño?-Le pregunto con una leve sonrisa al ver como el bebe se le tumbaba encima y le sonreía con sus recién formados dientes y le enseñaba su juguete favorito, invitándolo a jugar-Supongo que no me dejaras dormir.


Izuna llevaba en sus manos su mejor juguete y su más preciado amigo, un conejo de felpa marrón, que le faltaba un ojo y una oreja y estaba remendado por todos lados. Madara se lo había comprado hacia un año con algo de dinero que gano ayudando a Batsuma a afilar esta vez, sus hachas y armas pequeñas. No tenía nombre pero Hashirama le llamaba “Café”.


Jugo un rato largo con su hermano menor y el conejito, narrando historias fantásticas de las aventuras del peluche las que él bebe escuchaba con admiración infantil, no había momentos más preciados para el crio como cuando Madara jugaba con él o iban juntos de paseo. Era un niño amado y protegido, endemoniadamente travieso, que odiaba bañarse y comer vegetales y que tenía una obsesión casi insana con el cabello blanco de Tobirama.


-¿Puedes decir mierda?-Dijo arqueando un poco el rostro esperanzado.


-Mieca-balbuceo confundido.


-No, no, mi-er-da, ¿entiendes? Di Hashirama es una mierda.


-Hatitama es mieca-Madara bufo un poco.


-Vale, no puedes decir mierda. Trata de decir eso: Tobirama le pica el culo. Sencillo y fácil, Tobirama le pica el culo.


-Tobidama pica cu...cu…culo


-¡Si, eso es! ¡Tobirama le pica el culo!-Grito el mayor mientras aplaudía y cargaba en brazos al bebe y le daba un enorme beso en la mejilla rosada.


-¡Tobidama pica culo! ¡Tobidama pica culo! ¡Tobidama pica culo!-Decía el  bebe  de manera exorbitantemente ante la alegría del azabache, el cual posiblemente había logrado una de sus mayores metas como hermano mayor, enseñar a su hermanito a insultar a otros.


-¿Qué a mí me pica que?-El albino estaba en la entrada de la puerta con las mejillas rosas de vergüenza y rabia. En un segundo él bebe se bajó de los brazos de su hermano se le abrazo a una pierna con una enorme sonrisa. Izuna amaba incondicionalmente al albino.


-¡Tobidama!-el inocente niño trato de trepar por su piernas mientras recitaba las palabras que le había enseñado su hermano -¡Pica culo! ¡Pica culo!


Madara se aguantó la risotada que quería estallar en sus labios al ver como el albino temblaba de vergüenza, Izuna no paraba de decir aquellos versos y posiblemente pasaría varios días sin que parara. Fue entonces que se dio cuenta que el chico tenía una espada de madera entre sus manos, pequeña y ligera, era una de entrenamiento y posiblemente su primera espada.


-¿Qué es eso? ¿Tu nuevo juguetito?-Dijo con burla.


Quizás había abusado mucho de la paciencia del errático y poco paciente albino, ya que en un movimiento se quitó al bebe de encima mientras se le lanzaba con la espada en mano dispuesto a golpearlo. Madara sonrió levemente, el Senju era una persona obstinada y algo aburrida pero sin duda muy determinante y segura en sus decisiones. Con facilidad esquivo el primer golpe y los cinco que vinieron después de ese.


-¿Seguro que sabes cómo usar eso?
-¡Te lo demostrare!


Era fuerte y seguro, de eso no había duda, sería en su momento un gran guerrero y un enemigo de cuidado, pero él había matado a hombres más grandes y con mayor ego que el pequeño Senju. Con sus manos tomo la espada por ambos lados deteniendo el golpe que venía directo a su cabeza y rápidamente con su pie golpeo el talón derecho del albino mandándolo directo al piso. Le quito la espada y con ella le apunto al cuello.


-Sí, creo que es un juguete para niños.


La tiro a un lado dejando molesto y perplejo al muchacho en el suelo. Tomo en sus brazos a su hermanito que estaba sentado en el suelo abrazando a su conejo mirando algo asustado la reciente pelea pero la sonrisa de su hermano lo calmo.


-¿Sera que puedes decir puta?

 

 


Madara miraba bastante aburrido como Hashirama fingía ser un espadachín mientras mataba ilusorios enemigos con su nueva y flamante espada de ocho kilos, de forja de acero y de mango de oro. Se vería muy bien en sus manos, claro está, si le hubiesen dado una. Batsuma no creía que fuera muy seguro darle un arma al Uchiha y cuando se lo reclamo el hombre solo le sonrió nervioso y le dio una palmada en la cabeza y luego, prácticamente salió corriendo.


Estaba asquerosamente celoso.


-¿Podrías explicarme que mierdas haces antes de que te saques un ojo?-En esos momentos el moreno giraba sobre un mismo eje con la espada en mano como si fuese un huracán.


-Practico-sonrío enormemente e inflo el pecho-dentro de un año iré a la guerra y defenderé a mi clan junto con papá.


-¿Y lo harás dando vueltas?-Dijo bufando mientras se levantaba del árbol donde se encontraba sentado, pudriéndose en su amargura pero no podía permitir que al moreno lo mataran tan fácilmente -Dame.

 

-¡No! ¡Es mía!


-Sé que es tuya-, dijo con un deje de envidia mientras se la arrebataba de las manos. Hacía años que no tomaba una espada y tenerla en manos era curioso, reconfortante y al mismo tiempo aterrador. -Mira y aprende Senju idiota. Primero coloca bien los pies ¿vale? Justo así como yo…no, no, abre más las piernas, no tanto, un poco más, bien…ahora solo la sostienes con una mano.


-¡Pero es pesadísima!-Madara arqueo una ceja para él la espada era muy liviana pero recordaba que la primera vez que tomo una le era tan pesada que hasta le hacía doler los músculos de los brazos y el cuello. No se quejó ni una vez y mato a quienes debía de matar.

-Pues te aguantas como un hombre-, dijo mientras pivoteaba fácilmente el arma en una de sus manos, maravillando a Hashirama. Sonrió un poco. Lentamente empuño el arma de una forma galantemente derecha-, te enseñara los ataques básicos y luego unos más complicados.


-¡Eso sería genial!-Dijo el Senju con una enorme sonrisa-¡Aprenderé a pelear como un Uchiha!

Todo el mundo conocía la habilidad de los Uchihas en combate y eran temidos por su ferocidad. Desde niños eran entrenados para matar, antes de ir a la guerra Madara fue entrenado día y noche por sus primos con brutales golpizas, verdaderos combates a muerte, aunque afortunadamente aprendió a defenderse bastante bien para no llegar a esos extremos. Sabía varias artes marciales, equitación y arquería y manejar algunas armas esenciales, las técnicas como el dominio del chacra eran bastante buenas pero aún no había despertado su Sharingan.


Pasaron un largo rato entrenando, Hashirama no es que fuese muy eficiente pero aprendía rápido y tenía mucha determinación. Madara en un momento se sentó lejos mientras miraba e insultaba al pequeño Senju el cual luchaba todo lo posible por hacer ataques de forma correcta aunque el brazo en el cual llevaba la espada le temblaba y una pierna parecía írsele de lado con facilidad.


Frunció un poco el ceño, ¿era correcto entrenar a su enemigo? Esa pregunta lo amargo un poco más porque trajo otra pregunta más ¿era Hashirama su enemigo? ¿Qué pasaría cuando él cumpliera los quince años? ¿Iría también a la guerra en el bando de los Senju? ¿Podría pelear en contra de su clan?


Por un instante se sintió desolado y aterrorizado.


¿Era un Senju o un Uchiha?


Era una pregunta constante que se repetía en su mente, cuando comía la comida de los Senjus, cuando estudiaba con su maestro Senju, cuando se masturbaba pensando en una Senju, cuando iba por las calles del clan Senju... Se lo preguntaba cuando deseaba quemarlo todo. Se lo pregunta en esos momentos cuando no se reconocía frente al espejo y sentir asco de sí mismo.


Constantemente yacía añorando el aroma a fuego y sangre y al mismo tiempo fantaseando con el día en que Batsuma le dijera hijo.
¿Qué era?


Se lo pregunto Batsuma el primer día a su lado y no le contesto. Ahora él tampoco podía darse la respuesta. Y presentía que no podría estarse engañando por mucho tiempo.


-Es suficiente por hoy Hashirama-Dijo mirando como el chico se tumbaba al suelo con una sonrisa exhausta y satisfecha. Se dio cuenta que si lo que realmente era un Uchiha y no un Senju, algún día debería matar a Hashirama.

 

 

Pasaron días en los que Madara pasó mucho tiempo callado.


No comía, no jugaba, su atención en las clases era más que mediocre y apenas le prestaba atención al pequeño Izuna. Paso mucho tiempo solo, ensimismado en un mundo oscuro y profundo. Todos los días se iba hundiendo cada vez más en el bosque y se quedaba allí durante horas, completamente solo. No cazaba, no buscaba frutos ni pintaba, solo caminaba y a veces solo corría.


Batsuma no sabía que sucedía, por fin, cuando creyó que había comprendido a Madara un duro golpe lo azotaba. Los ojos negros parecían confusos y distantes, añorando un pasado dantesco y al mismo tiempo aferrándose a la imprecisión del presente. Los ojos negros estaban cargados de odio y melancolía, como un carbón. Y temía que ese carbón ardiera de un momento para otro.

-Madara, vuelve a casa por favor


Hashirama solo le rogaba para ir a jugar o para que le enseñara a pelear, pero parecía que las cosas iban cambiando.


Madara estaba en la rama más alta del roble más alto del bosque a casi cinco horas de regreso de la casa. Dos días atrás se fue en la mañana y no volvió más. Fue un milagro encontrarlo allí, inmóvil y taciturno, viendo al vació. Hashirama formo una mueca triste, no entendía que pasaba con su amado amigo y posiblemente nadie en su familia lo entendía. Madara debía de sentirse incomprendido y perdido, un extraño en su propio hogar.


Siempre sintió envidia del enorme y basto bosque. El bosque que reconfortaba a Madara sin hacer nada como la caricia de un amante. Constantemente sentía que Madara era un amante hambriento y él, una cama desolada.


-Mamá y papá están preocupados, Izuna no para de llorar por ti. Hasta Tobirama está mal. Por favor vuelve, el bosque es peligroso.


-Vete. Quiero estar solo-contesto desde la copa lejana del árbol, sin siquiera mirarlo, aferrándose a lo que conocía.


-Necesitas comer algo.


-Creo que siempre se me ha dado bien ayunar


Estaba molesto, simplemente eso. Estaba molesto con todos y con todo. Con el clan Uchiha por nunca haberlo amado y con el clan Senju por haberlo hecho, y estaba molesto consigo mismo por no saber de qué color era su sangre, por no reconocer lo que veía en el espejo, por no saber con que sangre mancharía su espada a la hora de ir a la guerra.


-Madara, eres mi hermano, por favor.


-¿Cuándo un Uchiha es hermano de un Senju?-Soltó casi escupiendo. De un salto cayo en el suelo, tan cerca de Hashirama que casi sentía su respiración golpear su frente. El moreno dio un paso atrás ante la amenazante mirada-Mírame bien, ¿Realmente parezco ser un Senju? ¿Realmente parezco ser tu hermano?


-Eres mi hermano-, sentencio el moreno de forma cautelosa. Conocía lo suficientemente bien a Madara como saber que en cualquier momento podría explotar.


-No lo soy-, era cierto,- Soy un maldito Uchiha. Eso es lo que soy. Y ni tú ni tu familia pueden cambiarlo.


-¿Y que soy yo para ti, Madara?-Dijo sintiendo un ligero deseo de tomar la espada que llevaba siempre ceñida en su cadera. No sabía que esperar-¿Soy tu enemigo?


Madara entrecerró los ojos y apretó los puños.
-…Solo eres un idiota.


-¿Yo soy el idiota que lleva dos días pasando hambre y congelándose en el maldito bosque?-El Uchiha frunció el ceño y se sintió estúpido.


-Si lo pones de esa manera se ve bastante feo.
Sabía que sus acciones no tenían sentido, que actuaba como un tonto y un inmaduro.

Lentamente aflojo los fuertes puños que se formaron en sus manos y se sentó en la grama agotado. Hashirama suspiro y alejo su mano del mango de la espada que apenas sabia usar y se sentó al lado de su amigo. Miro los ojos negros buscar respuesta en un vacío insondable que lo ignoraba.


-Puedes decirme que te pasa, soy tu amigo ¿recuerdas?-Dijo con una pequeña sonrisa en la que Madara encontró confidencia.


-Estoy confundido. Yo…yo creo que extraño a mi clan, yo soy, soy eso. Soy un Uchiha, me gustan los bosques, las fogatas, cazar y golpear y bueno, pelear al lado de mi malagradecida gente…pero, yo soy muy feliz aquí, viviendo con los Senjus, siendo uno de ellos-un suspiro corto su voz-Simplemente no sé qué soy a veces, si un Uchiha o un Senju. Y no puedo ser ambos.


Hashirama se quedó un momento en silencio. Internamente estaba agradecido, el miedo más grande que tenía es que Madara los odiara y había decidido escapar o que le había pasado algo tan terrible que le era imposible hablarlo. Nada de eso, solo era un problema filosófico un tanto absurdo.


-¿Qué eres? ¿Esa es tu pregunta?-el otro asintió-Pues…no eres mujer, de eso estamos seguros. Tampoco eres muy inteligente y no eres una persona paciente, ni siquiera contigo mismo-Madara sonrió un poco,-no te gusta la lluvia pero tampoco los días muy soleados. No te gusta la historia pero si la química y dibujar. Eres muy sensible y emocional pero tratas de demostrar que eres una persona seria y fría, controladora. Te fascinan los caramelos de miel, el pan caliente y el estofado de carne y odias los moluscos, el café y el brócoli. Tienes una capacidad innata para caerle mal a la gente y siempre te metes en lugares donde no debes.

Un leve silencio se formó entre ellos y el moreno formo una sonrisa cálida.


-Todo eso te hace quien eres, Madara Uchiha. No tienes que buscar ser otra cosa. Senju, Uchiha, Uzumaki, Nara…-lentamente y con sigilo se permitió tocar la mejilla del Uchiha, acariciándola con el dorso de la mano. Tibia y suave, como una flor en pleno verano-Para mí solo eres Madara.


-¿Pero si llegase la guerra y yo tuviese que matarte?


Hashirama siempre tenía una respuesta para todo, incluso con las preguntas más terribles.


-Entonces yo te abofetearía y te llevaría de nuevo a mi casa, así como voy a hacer ahora mismo. Y no te resista, tengo una peligrosa espada y sé muy bien cómo usarla-dijo guiñándole un ojo.


Por un instante, por un pequeño instante Madara se sintió conmovido y todas las cosas volvieron a estar en su lugar, como si nunca se hubiese movido. Sonrió por primera vez en varios días. Era su sonrisa lo más especial para Hashirama, habían valido las ocho horas de búsqueda por todo el bosque.


La sonrisa de Madara a veces era pequeña y trémula como un clavel floreciendo, otras veces, era grande y prepotente con el brío del verano y el invierno juntos, y otras, como esta, era la sonrisa de un marinero al desembarcar, la sonrisa de una madre al dar por fin a luz, la sonrisa de un guerrero luego que acaba una guerra. Parecía que Madara había acabado muchas guerras.


-¿Entonces nos vamos?


Y se pusieron en marcha. Que importaba ya esos dilemas. Era Madara Uchiha, un hombre con sangre Uchiha pero con corazón de Senju. Se dijo que no podía permitir que la guerra marcara quien era, ya no más. Mientras caminaba al lado de Hashirama por el bosque se sintió ligeramente libre, como si a través de un espejo empañado hubiese podido vislumbrar el reflejo de lo que era.


-Quiero ser pintor-dijo de la nada con una grata sonrisa. El futuro parecía mostrársele como la primavera. Sintió la emoción de ser y conocer todo, de vivir, de correr y de creer.


-Creo que si sigues sin escuchar Hiruzen el mismo te amputara las manos-, ambos rieron, era gracioso porque era cierto-Yo creo que me gustaría ser médico. Estoy seguro que soy mejor manejando una aguja que una espada.

-¿Tu? Pasarías más tiempo enterrando gente que curándola-se mofo divertido sin saber que había predicho de una u otra forma su futuro.

 


Madara pudo haber sido pintor, uno excéntrico y bohemio que vendiera y viviera de a pie, uno que pintara a prostitutas de mirada profunda y cielos rasos. Hashirama pudo haber sido médico y regalado el precioso don de una segunda oportunidad de vivir. Izuna y Tobirama pudieron haber disfrutado de los efímeros años de la infancia.


Pudo haber aprendido historia o fingir aprenderla y enamorar a Chizuru y perder la virginidad con ella, pudo tomar su primera cerveza con Batsuma y junto con él y Hashirama dirigir el clan en su vejez, pudo saborear cada esquina de su amado bosque con sus eternas y sabias hojas verdes, pudo ordeñar a la vaca, ensillar los caballos y recoger los huevos de las gallinas todos los días y quizás pudo haberle dado la oportunidad a Hashirama de decirle que lo amaba.


Pudo haber hecho muchas cosas pero nunca las hizo. Él siempre tan hundido y perdido en su mundo, a veces oscuros como las maquinaciones de un asesino y a veces tan brillante como los ojos de un poeta enamorado, tan perdido en ellos que se olvidaba de las tierras que pisaba y cuales era sus pies. Siempre quiso ser cosas que no era, un asesino o un pintor, un Uchiha o un Senju, un niño por ejemplo.

 

Una mañana tocaron la puerta de su casa.
Los Uchiha habían invadido, destruido y aniquilado por completo a los trescientos miembros del clan Hogurama y por fin, después de casi once años de errar, habían conquistado un territorio donde habitar. El clan Hugurama limitaba con el clan Senju. Solo un rio de siete metros de ancho los separaba. La guerra nunca había tomado un giro tan cruento.


Era miércoles y daban las ocho con cinco de la mañana, todos desayunaban menos Izuna que se negaba a comer a pesar que hoy era su primera clase con Hiruzen. Batsuma le prometió una espada a Madara si aprobaba el examen de historia y esa misma tarde conocería a un joven artista que convertiría al Uchiha en un pintor.


Era miércoles y daban las ocho con cinco de la mañana, soplaba fuerte el viento otoñal y el pan estaba caliente y tenía las manos manchadas azul y verde, emocionado había practicado toda la noche buscando impresionar a su nuevo maestro de pintura, lo recordaba porque cada vez que mordía el pan la boca le sabia a mantequilla y a pintura.


Tocaron la puerta y Batsuma abrió. Eran cuatro Uchihas fieramente armados y orgullosos, entre ellos su padre.


-Vengo a buscar a mi hijo. El heredero del clan Uchiha.

Era miercoles y daban las ocho con cinco cuando todos los sueños de Madara se esfumaron. 

 

 

Era como si se hubiese tragado una piedra que se negaba a bajar por su garganta. Apretaba los ojos y trataba de no parpadear para que las lágrimas no cayeran tan visibles mientras empacaba rápidamente lo que podía pero los sueños eran demasiado grandes y no cabían. Se llevó algo de ropa, las canicas con insectos dentro, las pinturas, cinco pinceles y suficientes hojas, un mazo de póker y un puñado de melancolía.


Hashirama estaba en la puerta de su cuarto luchando por no llorar igual que él, solo que esa batalla ambos no podían ganarla.


-Mentiroso-le susurraba constantemente cuando no se ahogaba entre sollozos-nunca nos lo dijiste…eres el hijo de Tajima, él que mato a mi tío a mi hermano mayor-Madara le daba la espalda no podía verle, simplemente no podía.-No me hubiese importado ¿sabes? Eres mi amigo, mi…amigo.


-Lo siento. Nunca quise hacerle daño a nadie-Se quitó las lágrimas y se las ingenió para hacer una amarga sonrisa-Pero por lo menos con lo que te enseñe con la espada pocos te harán daño a ti.


-Solo tú. En la guerra. Dentro de un año-se acercó hasta él cada palabra se hundía en su pecho más que esa pesada roca en su garganta-…mentiroso


Las manos de Hashirama fueron a su rostro y le dio una bofetada. Antes de que pudiera reaccionar le dio un beso.


Fue su primer beso.

Si pudiese describirlo diría que fue como la caricia de un mar sosegado junto con el calor del fuego del verano. Como la primera chispa que presagia el fuego. Como un huracán que arranca un árbol desde las raíces. Fue caliente. Fue inocente. Sabía a lágrimas y a mermelada. No supo qué hacer con las manos y aun luego de muchos años, no recuerda si las puso sobre sus hombros o sobre su cadera.


Cuando acabo ninguno de los dos dijo nada. Hashirama se fue de la habitación ahogado en lágrimas. Con las mejillas rojas e incapaz de comprender lo que acababa de sentir tomo sus cosas y se fue. Hubiese deseado tener más tiempo. 

-Madara, ¿no pensaras faltar a la clase de nuevo verdad?-Hiruzen lo detuvo a mitad de las escaleras, llevaba una sonrisa cálida y reconfortante. No supo si era demasiado viejo como darse cuenta de la situación o solo buscaba tomarle el pelo por última vez.


-Yo…yo creo que ya no estudiare más-Hubiese sido un sueño pero realmente, fue un infierno darse cuenta de ello y lucho porque de sus labios no salieran un sollozo. Extrañaría su rincón, confesor de tantos secretos.


-Tonterías, siempre hay tiempo de estudiar-, detrás de su espalda escondía sus manos, entre ellas el pesado libro de historia envuelto con un lazo rojo-¿Prometes que lo leerás?


Solo asintió con la cabeza y abrazo el libro con fuerzas, igual como abrazo a Izuna la noche que murió su madre. No pudo más y un sollozo se escapó de sus labios y las lágrimas cayeron como ríos. Estaba destruido. Las manos añejas pero tibias le limpiaron el rostro. Él viejo aun sonreía pero parecía abatido, había perdido a su mejor y peor estudiante.


-¿Qué nos diferencia de los animales?-Le pregunto tomándole el rostro con ambas manos. Los ojos negros temblaban nublados pero se las arreglo para contestar. Inflo el pecho y busco fuerzas.


-Una puta silla-dijo temblando de rabia y de miedo y de dolor-una silla que se gana estudiando, leyendo, experimentando, creando-su maestro le sonrió orgulloso.


-Tu silla no está en mi salón, Madara. Tu silla es el trono del clan Uchiha. Y necesitas ese libro para llegar allá.

 

 

Notas finales:

:D ta taan!

bueno ya entramos a la parte angst prometo que en unos cuantos capitulos más sera agradable xD

pero todavia no .__.

 

adios C:

Revs por favor <3


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