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Ladrón De Almas por Vampire White Du Schiffer

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Capítulo VII.

Todo parecía un sueño. Algo que se mostraba beneplácito. Medio seguro. Pero la gota de agua que caía cada dos segundos sobre su cabeza le hizo despertar. Estaba cansada y en el suelo. La cama era rígida, de piedra seguramente, o de un colchón que fingía ser colchón. Tenía frío y hambre. Lo cual en una mujer casi siempre es combinación de pésimas consecuencias.

Los recuerdos de la niñez, por pocos que sean, por muy triste que sea la vida completa, pueden reconfortar un corazón invadido por la traición, pensó ella mientras intentó librarse de la cadena que rodeaba su tobillo y la unía al cemento.

Quiso pensar en una manera efectiva de resarcir los errores de ambos, de su primo y los de ella. Quizá si ella no hubiese pecado de tanta ingenuidad… Cuando ella decidió mudarse a la capital para cuidar a su hermano, Abdón la odió mucho, pero no creyó necesario dar explicaciones porque para ella era muy obvio, si Yuriel se iba ella también, se deducía por sentido común, sin embargo para Abdón fue una puñalada en el pecho que lo fue desangrando lentamente hasta secar todo lo humano que le quedaba.

El odio hacia las personas que integraban el gobierno era el objetivo final de Abdón, lo sabía, empero aun así trataba de deshacerse de toda la humanidad, corrupta o no. Abdón había perdido el sentido de justicia, cambiándolo por la venganza.

—Ellos te apartaron de mi –una voz surgió de la puerta que recién se abría –. No voy a permitir que te alejes de nuevo –se le acercó hasta ponerle la mano en la cabeza; ella se quedó quieta, mirándolo directamente a los ojos –. ¿Qué pasa? ¿No tienes nada que decir? –inquirió con saña.

—Si ya me tienes aquí ¿para qué continuar con una masacre sin mancha?

—No entenderás hasta que veas la obra completa –sonrió con maldad, se dirigió a la puerta –. Tu error siempre ha sido confiar ciegamente en los demás, tenías la completa seguridad de que yo estaría muy bien aquí en este espantoso pueblo en tu ausencia, ¿no? Al igual que idílicamente ayudaste al querido Yuriel a buscar ayuda en el extranjero para detenerme –sacudió la mano derecha –, qué buenas intenciones, pero todo terminó en pueriles intentos.

La dejó de nuevo en la oscuridad, tras los barrotes, tras la puerta de hierro.

*Lejos de allí*

—Y… ¿cuál es el plan, Ban-chan?

—Te vistes de niña exploradora, entregas esta caja de galletas y yo calcino al primo lunático.

—… ¡No pienso vestirme de niña!

—¡Pues no tengo un plan todavía! ¡¿Crees que Kazuki y Jubei nos van a recibir con los brazos abiertos y digan Ah sí, con gusto nos hacemos un lado?!

—Podríamos intentarlo –se le iluminaron los ojos –. O podríamos contratarlos –dijo sufriendo una epifanía que podría darles el éxito.

—No tengo dinero –se encogió de hombros y le dio la espalda.

—¡No finjas, Abdón te pagó el doble de lo que Yuriel-san nos ofreció! ¡Lo dijiste!

—Ahg, no sé por qué rayos te lo dije.

—Además –se cruzó de brazos –, no creo que en realidad Kazuki esté de acuerdo con él.

—Quién sabe, esto no afecta a nuestro país, sólo este.

—… Ban-chan, tú sabes más, eres más inteligente que yo, ¿crees que Abdón-chan se va a quedar tranquilo cuando conquiste la nación entera?

—Quizá no, pero podríamos refugiarnos tú y yo en la Amazonia y luego… -pero sintió una poderosa aura inconforme a sus espaldas –… ¡Está bien! ¡ESTÁ BIEN! –se mesó los cabellos con desespero –¡Lo haré!

—Gracias, Ban-chan, yo sé que no eres malo –sonrió y eso causó un movimiento brusco en el pecho del moreno.

—¿Y tú con qué me recompensarás?

—Toma –le entregó algo –. Es el dulce más rico del mundo, lo estaba guardando para una ocasión especial pero…

—Yo no me refería a esto –de cualquier forma, lo guardó –. Debes darme algo más –se le insinuó mientras iba acortando la distancia entre ambos –, algo con lo que pueda cometerte a ti, por ejemplo –y Gin, vaya que era lento, parpadeó rápidamente y se ruborizó.

—Eh… yo… creo que mejor nos apresuramos… -caminó rápidamente como si fuese perseguido por el diablo.

En una hora de camino, Mido y Gin sintieron que no estaban solos.

—Se tomaron su tiempo –dijo Kazuki extendiendo los hilos.

—Tenemos una propuesta –respondió el moreno con seriedad.

—No nos interesa escuchar –replicó –, creí que eran lo suficientemente listos para tomar el dinero e irse.

—Lo mismo digo sobre ustedes –dijo Mido, en medio de una sonrisa.

—Jubei y yo tenemos curiosidad por ver cómo termina –picardía.

—Escuchen –interrumpió Ginji –. Si no quieren negociar condiciones es mejor que se hagan a un lado y no me estorben –leves chispas –. Ya no estoy de humor, entre más tiempo me hagan perder me enojaré más.

—Tranquilízate, Gin –el moreno le puso una mano sobre el hombro y aunque le causó choques no dijo nada.

—Hazle caso –habló Jubei –. Ahora no eres más que fusible quemado –y en eso tenía toda la razón, la corriente eléctrica en Ginji iba y venía. Como luz intermitente –. Si quieren derrotar a este sujeto debes estar en condiciones de pelear. No es un sujeto que se subestima para salir bien parado.

—¿Nos ayudarán? –inquirió con cautela, pero al mismo instante esperanzado.

—No, pero tampoco queremos vernos envueltos en una tragedia –respondió Kazuki –. Además, ¿qué clase de amigos seríamos si dejamos que nuestro querido foco de luz ya no ilumina?

El moreno sonrió. 

+ : : Se develan las intenciones : : +

Abdón quedó atrapado en el cuadro… junto con Ban. Fue así durante seis largos meses en los que Gin se moría poco a poco de la angustia.

Yuriel y su hermana, llevaron a Gin, Jubei y Kazuki de regreso a la capital.

La lucha fue encarnizada y durante un momento de desesperación el hechicero intentó capturar a Ban en el cuadro, sin embargo Ban no tenía intenciones de ir solo.

                                                                                                                

Cuando las chispas brotaron de la pintura, todos se reunieron alrededor de ella.

Sólo Ban apareció, estaba muy cansado, pero Gin lo arrolló con un eufórico abrazo.

—Lo lamento, pero él –miró hacia el cuadro –, ha decidido quedarse allí.

—No es posible.

—¿Por qué?

—Le he hecho entrar en razón, Abdón quería empezar de nuevo, la pintura se convertiría en el arca de Noé… cielos, estoy hecho polvo, necesito dormir…

—¿Ban?

—¿Sí, Gin?

—Bienvenido.

 


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