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Recuérdame (Concluído) por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

 Nuevamente, muchas gracias a las personitas que siguen mi fic! Gracias por sus reviews y visitas! Espero que éste capítulo les guste!

En realidad, no planeo hacer de éste un fic largo... con 8 o tal vez 9 capítulos bastarán, pues jamás me gustó hacer fics muy largos ni mucho menos tardarme en cuanto a actualizaciones, así que tan pronto como tenga el capítulo seguiré actualizando. :D

 

Enamorarlo de nuevo” es lo único en lo que pensaba Aomine Daiki, no sabía cómo lo haría exactamente, pero estaba seguro de que lo iba a lograr: enamorar nuevamente a Kagami Taiga.

Se había levantado temprano, había ido a la estación de policía y había hablado largamente con su jefe, le había comentado su situación y había pedido unas vacaciones, a lo que su jefe no pudo negarse. Ésta vez le dedicaría a su esposo todo su tiempo.

 

Sabía, por medio de mensajes de texto que Kuroko le había mandado, que a Kagami le habían quitado el yeso hace horas, empezaría a trabajar su no muy elaborado plan. El moreno se encontraba aún en casa, tomó una maleta y metió dentro de ésta un par de zapatos deportivos, dos cambios de ropa y un bar de botellas con agua rehidratante, estiró un poco más el brazo y alcanzó un balón de basquetbol. Sonrió a sí mismo, mientras salía de la casa, hacía mucho tiempo que no jugaba basquetbol, estaba seguro que ese sería un día especial.

 

Eran las 2 de la tarde, y Kuroko estaba revisando algunos reportes que sus alumnos habían entregado. Kise estaba feliz hablando con Kagami, ahora que ya no tenía el yeso, planeaba que los tres pudieran ir a algún lugar o pasar la noche en algún antro, bebiendo un poco. De pronto escucharon el timbre sonar, el peliceleste se levantó de su asiento y fue a abrir la puerta.

 

-Aomine-kun- Era una sorpresa que el peliazul estuviera frente a su puerta, después de que no se había presentado en ese lugar durante muchos días.

-Necesito hablar con Taiga- Habló el más alto, mostrándole al otro una mirada de seguridad ante sus palabras. Kuroko entró un momento y minutos después Kagami aparecía frente al peliazul, con la pregunta en su mirada –Ven conmigo- Aomine mencionó, para después mostrar una de sus típicas sonrisas, tomar al pelirrojo de la muñeca y tratar de hacer que éste lo siguiera

-¿!Qué rayos crees que haces!? ¡Tu… Ahomine! – Kagami forcejeaba ante el agarre, el peliazul sonrió al escuchar la última palabra de su esposo… hacía tanto tiempo que no la escuchaba, incluso si se trataba de un insulto.

-¡Vamos, Kagamicchi! Te hará muy bien divertirte un poco – Kise y Kuroko se encontraban detrás de Kagami, animándolo para que fuera con el moreno. Mirando la forma en la que el peliazul estaba vestido y mirando el balón de basquetbol en sus manos, supieron lo que Aomine tenía planeado.

Kagami suspiró resignado, así que les hizo caso a sus amigos, y sin estar muy seguro siguió a Aomine, cabía mencionar que aquella mano cerca de la suya le estaba haciendo sentir algo extraño, que en ese momento no pudo identificar.

 

-Me alegra que te recuperaras- Aomine mencionó, mientras llegaban a la cancha de basquetbol, esa cancha en donde se conocieron, no pudo evitar sonreír al recordar ese suceso

-¿De qué va todo esto? – Kagami miró al otro, el moreno aventó su maleta en una banca y tomó el balón entre sus manos, para luego arrojarlo a las manos del pelirrojo

-Juguemos… un 1 a 1-

Kagami abrió los ojos con sorpresa –¿Pero qué demonios dices? Yo no sé jugar basquetbol – bajó el rostro, un poco apenado al escuchar el reto del otro. Aomine rió para sus adentros.

-No te preocupes, tu cuerpo lo recordará por sí solo. – Caminó un par de pasos hasta estar en medio de la cancha, haciéndole señas a Kagami de que fuera a su encuentro. El pelirrojo  lo miró, estaba tratando de buscar alguna excusa para escapar de esa situación

-No puedo… no traigo los zapatos adecuados-

Aomine hizo un sonido de molestia, mientras caminaba hacia la banca, tomó la maleta, sacó de ahí las dos botellas con agua y aventó la maleta hacia Kagami, quien la atrapó, soltando el balón.

-Toma lo que necesites de ahí – Le dijo al pelirrojo, de alguna manera, sabía que esto iba a pasar, así que estuvo preparado para las excusas de Kagami.

 

El pelirrojo se puso los zapatos deportivos, haciendo un puchero que no pasó desapercibido por el moreno, se quitó el anillo que aún portaba en su dedo, y lo guardó en el bolsillo de su pantalón, se levantó del asiento y fue al encuentro de aquél que lo había retado, parándose en frente de él –Te golpearé si mi cuerpo no recuerda cómo jugar al basquetbol – mostró su ceño fruncido y Aomine no pudo evitar soltar una risa ante las palabras de su esposo.

-Haré que tu cuerpo lo recuerde- Aomine pronuncio esas palabras, lamiéndose los labios, insinuándose a Kagami, quien entendió el doble sentido en el que el otro le hablaba.

-Estúpido- el pelirrojo no pudo ocultar su rostro sonrojado.

 

Empezaron a jugar basquetbol, justo como cuando lo hacían en preparatoria, Aomine no había perdido su condición al jugar, era igual de bueno e intimidante que en ese entonces. Kagami miró al otro hacer una clavada, y en su mirada apareció un destello, simplemente quedó embobado y boquiabierto ante la visión del moreno encestando de esa forma el balón.

Ahora era Aomine quien estaba sonrojado al ver aquella mirada sobre él, no pudo más que sonreir tontamente a las acciones de su esposo. Sin más palabras, el partido siguió, el cuerpo de  Kagami poco a poco estaba reaccionando a los movimientos de Aomine, a su mente llegaban vagos recuerdos, podía recordar aquél lugar, aquellos movimientos del otro, aquellos dribleos del peliazul, aquellos enormes saltos que él podía hacer… su mente recordaba vagamente esas horas de juego con el moreno.

 

Aomine supo que Kagami estaba, poco a poco, recobrando algunos recuerdos cuando intentó hacer una clavada, pero fue interceptado, después de un gran salto, por Kagami, quien mandó a volar el balón. El pelirrojo enfocó su mirada en sus manos… hace algunos minutos había dicho que no sabía jugar, y ahora, había hecho ese gran salto, el moreno sonrió ampliamente, al ver el rostro de emoción de Kagami.

 

-¿Viste eso, Ahomine? No te creas invencible- Kagami le devolvió la sonrisa, poniendo ambas manos en su cintura, sintiéndose superior

-Sólo te haré recordar una cosa – Aomine levantaba el balón del piso –El único que puede vencerme soy yo.

 

El pelirrojo desapareció su sonrisa ante el último comentario del moreno, su mirada era de confusión, pero también de sorpresa. Aquella oración hacía que su mente diera vueltas, sentía que no era la primera vez que escuchaba aquella frase, y de repente…

 

-Esa maldita frase… desde que te conocí no ha desaparecido.-

Aomine dejó caer el balón ante las palabras del otro…  su mirada detonaba sorpresa y en gran parte, también alegría –Tú… lo recuerdas… ¿Me… recuerdas? – Preguntó esperando que la respuesta fuera afirmativa

Kagami miró a su compañero de juego, en su mirada no demostraba ningún sentimiento, le quedaba claro que había recordado algunas cosas: se la pasaba jugando con Aomine, recordaba sus movimientos, recordaba aquella estúpida frase, y eso era todo, no podía recordar nada más.

-No recuerdo nada más… -  Sus labios pronunciaron, temiendo decepcionar al otro, quien lo miraba con esperanza. – Y no me llames por mi primer nombre- dijo por último, intentando no parecer molesto.

 

El peliazul sonrió, no esperaba que durante unos minutos de juego su esposo recordara algunas cosas, sabía que no debía interferir en ese proceso, y sabía también que si las cosas eran forzadas, podría haber un conflicto en Kagami. – No importa… sigamos – Aomine no podía ocultar su sonrisa, aunque Kagami no pudiera recordar  nada más, el simple hecho de que el pelirrojo  se haya acordado… significaba mucho para el moreno.

 

Las horas pasaron, sin que se dieran cuenta, la noche pronto cayó, hubieran seguido jugando, sin embargo, en el lugar no había luces que iluminaran la cancha, y ya era muy difícil jugar de ese modo. Ambos estaban empapados en sudor y sin energías, pues no habían comido desde hace horas.

 

-Cámbiate – El moreno fue el primero en hablar, sacando de la maleta un cambio de ropa y aventándosela en el rostro a Kagami, quien la tomó.

-¿!De qué demonios hablas!? ¡No voy a cambiarme de ropa en plena calle!

-Deberás hacerlo si quieres que te invite a comer… gratis…. Gratis… - el moreno sabía que su esposo no podría declinar una invitación así… y más cuando recalcó las palabras ‘gratis’, pues Kagami amaba esas palabras

-¡Maldición… lo haré, pero date la vuelta y no voltees hasta que termine!-  El pelirrojo mencionó por último, a lo que su compañero de juego asintió, de cualquier forma, él también tendría que cambiarse del mismo modo, al menos el lugar estaba tan oscuro que cualquier otra persona que llegara no los notaría a primera vista.

Después de que ambos cambiaran sus ropas, salieron de la cancha, Kagami siguió a Aomine, no sabía a dónde lo llevaría, pero si habría comida gratis, entonces no se quejaría. Llegaron a Maji Burguer y el peliazul buscó una mesa disponible, en el momento en el que se sentaron, una empleada del lugar tomó sus órdenes y se retiró. Como era de esperarse, el esposo de Aomine pidió una montaña de hamburguesas, el peliazul había ido a comer con Kagami a ese lugar tantas veces que no podría contarlas, había memorizado cuántas hamburguesas pedía Kagami y qué es lo que tomaba, sabía que su esposo comía cuatro veces más que él.

 

-¿Por qué lo haces? – Preguntó de repente el pelirrojo, esperando su orden de hamburguesas

-¿Por qué hago qué?- Respondió a la pregunta, su codo estaba sobre la mesa, y su mano sobre su mejilla

-¿Por qué me llevaste a esa cancha? ¿Porqué me traes a comer? – su mirada se enfocaba en los zafiros de Aomine

-Porque quiero hacerlo… - Fue la vaga respuesta que le dio, aunque siendo sincero consigo mismo, lo que quería decir era ‘porque eres mi esposo, porque no he pasado mucho tiempo contigo y porque te amo’. Se mordió el labio para poder aguantar esas palabras. La empleada del establecimiento llegó con sus órdenes y Kagami comenzó a comer como si no hubiera un mañana, el moreno sólo lo miró divertido, siempre le había parecido divertido ver a Kagami comer de ese modo.

 

En el transcurso de ese tiempo ninguno de los dos habló, sin embargo, no se sintieron incómodos, Aomine permanecía tranquilo, y Kagami parecía no estar molesto con su presencia, suponía que era un avance significativo el que su esposo no se sintiera incómodo. El moreno no dejaba de  mirar el dedo anular de la mano izquierda del pelirrojo, justo donde estaba ese anillo de matrimonio, se preguntaba si ese anillo le hacía recordar algo. Al cabo de un rato, terminaron de comer, Aomine pagó la cuenta y ambos se dirigieron hacia la salida, donde Kagami permaneció inmóvil por un par de segundos

 

-¿Estás bien.. Tai… Kagami?- El peliazul tuvo que cambiar aquella palabra, ya que el pelirrojo le había pedido que no lo llamara por su primer nombre.

-Sí… sólo que… - Parecía un poco confundido –Es mi turno de llevarte a un lugar…

Aomine mostró una mirada de extrañeza, sin embargo, siguió al pelirrojo, no sabía que planes tenía, después de todo, el tiempo seguía avanzando en el reloj, y cada vez se hacía más noche. No es que dos tipos de 1.90 no pudieran defenderse, es sólo que tal vez Kuroko y Kise estuvieran preocupados, pues ni Kagami y Aomine habían llamado para hacerles saber que el pelirrojo llegaría tarde a casa.

 

Caminaron por un par de calles muy largas y oscuras, hasta que Kagami se detuvo frente al lugar donde había llevado al otro

-¿Este lugar?- Aomine preguntó, mirando la entrada del establecimiento: era un bar muy tranquilo, con buen ambiente, que ambos solían visitar muy a menudo. Cuando Kagami o Aomine tenían un día pesado en el trabajo, solían ir juntos a ese lugar a olvidarse un poco de la rutina diaria. Al peliazul le sorprendía lo rápido que su esposo recordaba algunas cosas. Tal vez no tardaría mucho tiempo en el que pudiera recordar que estaba casado con Aomine.

Kagami le mostró al otro una sonrisa, para luego entrar al lugar y pedir una mesa, un empleado les atendió de inmediato.

 

-Tráigame un “Americano”- Kagami pedía sin siquiera ver la carta de tragos

-Espere- Aomine le hablaba al chico que esperaba sus órdenes, para luego enfocar su vista en Kagami –¡Hey! ¿! Por qué demonios pides algo tan fuerte, Bakagami!? ¡Si estás pensando que te llevaré cargando hasta la casa de Kuroko… debes estar de broma!

-Entonces ambos nos iremos en taxi- Después de responderle a Aomine, volvió a  hacer su pedido al empleado del lugar.

-Está bien…- Suspiró resignado – A mí sólo tráigame un Daikiri-

Kagami no pudo evitar soltar una risa –¡Ja! Que aguafiestas eres! Hay otras bebidas para niños, si quieres – Se bufó del moreno al escuchar su pedido.

-¡Estúpido! Soy yo el que tendré que llevarte a casa… - Aomine se cruzó de brazos esperando que el otro dejara de molestarlo.

 

Las horas pasaban lentamente, Aomine sólo miraba cómo Kagami pedía bebida tras bebida, debía admitir que su pelirrojo esposo tenía un aguante en esto de las bebidas,  cualquiera en su lugar ya estaría vomitando en cualquier rincón. El pelirrojo no estaba tan mal, sin embargo  era oficial; ya no lo dejaría tomar nada por hoy. Pensó que sería bueno llamar un taxi, antes de que el pelirrojo se pusiera peor.

 

-¡Es suficiente, Taiga! Ahora no podré llevarte de vuelta con Kuroko… no quiero imaginar lo que me diría si te ve en éste estado- Su mente se nubló al imaginar lo que podría pasar si lo llevaba de vuelta con el peliceleste.

 -Como si eso me importara… - el pelirrojo tomaba nuevamente su vaso, aún tenía lleno medio vaso, y Aomine no le dejaría pedir nada más – Ellos en algún momento me dejarán, justo como lo hiciste tú.-

-No me vengas con eso. Tú fuiste el que se fue de casa- Su voz no mostraba molestia alguna, sabía que no era bueno pelear con Kagami en su estado.

-¡Tu… mal… amigo! ¡Pudiste detenerme! ¿Crees que es lindo ver cuando Kise pasa la noche con Kuroko? Las paredes son tan delgadas-

-Entonces nunca debiste irte de casa

-Debiste detenerme

-Te hubieras ido de todas formas

-Cállate…

El peliazul suspiró mientras pedía la cuenta –No recordaba lo molesto que eres cuando te pones borracho-

-No recordaba que fueras tan idiota – El reclamo de parte de Kagami no se hizo esperar

-No estás en posición de hablar… en realidad no es que recuerdes muchas cosas… Bakagami.- Habiéndo pagado, Aomine ayudó a levantar a su esposo, quien podía caminar aún, pero no sin su ayuda. El taxi que minutos antes el peliazul había llamado, ya los estaba esperando, y sin mucho pensar, ambos abordaron el auto, directo a la casa en la que ahora Aomine estaba viviendo solo. Pasaron algunos minutos cuando llegaron, el más alto pagó el taxi y ayudó a Kagami a salir de éste.  No recordaba que su esposo fuera tan pesado, aunque, sabiendo la cantidad de comida que engullía, no debía ser de otra forma.

 

-¡Demonios, Taiga! Coopera un poco – Decía casi arrastrando a Kagami, quien de seguro se había dormido en esos segundos en los que bajaron del taxi. Difícilmente pudo abrir la puerta y entrar junto con su esposo, al entrar al cuarto lo primero que hizo fue deshacerse de ese enorme peso y dejar al pelirrojo tumbado en la cama –Creo que me saldrá una hernia- Se quejaba un exagerado Aomine al tratar de meter a Kagami entre las sábanas.

Permaneció parado junto a la cama por algunos minutos, contemplando al pelirrojo. En estas tres semanas habían pasado muchas cosas, esperaba que al menos su esfuerzo de hoy no haya sido en vano, sonrió mientras dejaba un beso en los labios del pelirrojo, tomaba lugar a su lado  y se acomodaba para dormir junto a él. Seguramente al día siguiente Kagami despertaría y lo mandaría a volar de un golpe, pero ahora… quería aprovechar ese momento con él.

 

No sabía qué hora era… miró a través de la ventana y se percató de la luz de la luna que entraba, no alcanzaba a ver la hora en el reloj. Había despertado sintiendo su cuerpo caliente, sintió un tipo de electricidad que le recorrió todo el cuerpo, miró a su lado, y no encontró a su pelirrojo esposo. Sin embargo… algo se sentía en su entrepierna. Quitó aquellas sábanas que lo cubrían y se encontró con unos ojos rojos, y una boca que se adueñaba de su miembro totalmente erecto.

-Taiga… qué… - Pero no pudo formular muchas palabras, debido a aquella lengua que se movía  hábilmente entre su miembro.

 

 

 

 

Notas finales:

Yay!! /o/ 
Ya se que pensarán que soy una especie de bruja maldita por dejar el capítulo en esas instancias XDD Y sí... el siguiente capi empezará con lemon. No estoy segura qué es lo que resultará de escribir eso... pero algo se me ocurrirá :v

Tal vez este capi no fue muy interesante, pero era totalmente necesario para el avance de la historia.

Gracias por leer!!! Agradeceré también sus geniales reviews!


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