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MÍO por Orseth

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            -¡No! –Contestó apresurado- yo… he aprendido a que debo poner mucha atención a las clases, cualquiera que sea y a respetar al profesor que la este impartiendo.

            -Muy bien jovencito, y dígame ¿seguirá saltándose clases?

            -¿Saltándome clases?

            -Así es… -dijo el profesor abriendo una carpeta- aquí en su expediente dice que acostumbra a saltarse clases y a salir a altas horas de la noche a deambular por ahí, infringiendo un sin fin de reglas.

            -No profesor, ya no lo haré.

            -Por supuesto que no –dijo sin despegar la vista de las carpeta- porque sus clases se las impartiré yo mismo, aquí en su casa…. Y dígame –continuo mirándolo ahora- ¿Qué hacía en esas escapaditas nocturnas?

            -¿Escapaditas nocturnas?

            -Ajá.

            -Pues… nada… -respondió alzando los hombros sin saber que responder.

            -Recapitulemos lo que hemos aprendido el día de hoy –dijo el profesor recargándose en el escritorio, con la actitud de quien habla con un niño pequeño- hemos aprendido la lección del respeto ¿no es así?

            -Si.

            -Hemos aprendido la lección de estar atento en clases ¿verdad?

            -Si.

            -Bien, lo que veo es que le falta  la lección de no mentir.

            -¿No mentir?... ¿de qué habla profesor? Yo no he mentido.

            -¡Ah, mi joven y atolondrado alumno! –Exclamó el profesor dejando la carpeta en el escritorio- se ve que aún le falta mucho camino por recorrer o mejor dicho, nos falta mucho camino por recorrer… le daré una última oportunidad ¿Qué hacía en esas correrías?

            -¡Nada profesor!

            -Bien, veo que es necesario mucho trabajo y mano dura en usted… venga para acá jovencito.

            A pesar de haber comenzado a disfrutar el juego, Harry ya temía esa maldita frase de “venga para acá” pues ya sabía lo que significaba.

            -Profesor… -dijo en un último esfuerzo de librarse- yo no miento… solo recorría el castillo en busca de… de…

            -¿Dé? –inquirió el profesor dejando la regla y tomando, para horror de Harry, la vara.

            Si con la regla ya le ardía el culo, no quería saber que se sentiría con esa vara.

            -Profesor… -exclamo con una sonrisa titubeante.

            -Creí que había entendido, veo que no –exclamó el profesor yendo por él de una oreja.

            -¡Ay!

            -¡Lo que le falta aprender es la obediencia jovencito!

            -Perdón, lo siento profesor, ya entendí –respondió sobándose la oreja.

            -Bien… ya sabe qué hacer.

            -Si… -musito desabrochando de nuevo su pantalón y dejándolo caer hasta los tobillos.

            -Esta omitiendo un detalle señor Potter.

            Harry lo miró confundido, hasta que el profesor amablemente se lo aclaró.

            -Bájese los calzoncillos.

            -¡Pero…! –exclamó viendo la vara golpear suavemente la mano del profesor- profesor…

            -¿Le ayudo?

            -No –respondió en un murmullo que hasta el profesor le costó oír mientras ponía sus pulgares en la cinturilla y comenzar a bajarlos con reticencia.

            El profesor le hizo una seña con la mano para que se girara mientras daba un paso hacia él.

            Con mirada en verdad suplicante, Harry se demoro en inclinarse sobre el escritorio, hasta que sintió una mano en su espalda empujándolo.

            Cuando quedó inclinado, Draco dio un paso atrás y vio el redondo culo de Harry, enrojecido ya por los reglazos anteriores y un evidente temor de los que vendrían a continuación.

            -Para comenzar serán cuarenta –dijo con voz autoritaria mientras levantaba una mano y asestaba el primero haciendo a Harry dar un respingo mientras cerraba los puños con fuerza y pegaba la frente al escritorio- y siendo considerado con usted, yo los contaré… dos…

            -¡Ay! –gritó sin poderlo evitar sintiendo una quemazón y un dolor lacerante en donde la vara había asestado.

            -Tres.

            -¡Mgh!... –jadeó retorciendo las piernas sintiendo como el dolor invadía cada porción de piel… y apenas iban tres.

            -Cuatro.

            -¡Ay!... –chilló levantando el tórax siendo empujado de nueva cuenta hacia abajo por el profesor.

            Cada varazo era espaciado, dando lugar a que el dolor recorriera el cuerpo de Harry con una muy fea claridad.

            -Diez.

            -¡Oh!... –gimió  ya no hallando de donde agarrarse.

            Cada golpe era fuerte, era firme y era colocado estratégicamente en las nalgas y piernas dejando marcas muy evidentes.

            -Once.

            -¡owww!.... –gimió sintiendo cada golpe como si una hilera de hormigas clavaran sus tenazas seguido de una quemazón que le hizo alzar la cabeza y el pecho siendo inclinado inmediatamente otra vez.

            -Doce.

            -¡Owww!... ¡Por favor…! –balbuceó sintiendo un enorme deseo de mandar todo a volar.

            -¿Por favor qué, jovencito?... Trece…

            -¡Aaaugh!... –gritó recordando que Draco no saldría de su papel así se retorciera en el suelo, por lo que decidió apelar a su buen juicio como “profesor”- ¡ya no… ya no me portaré mal!... profesor….

            -Catorce.

            -¡Oh Dios mío!...

            Draco lo veía temblar postrado en el escritorio y sabia que Harry estaba aguantando bien, pues la vara no se le aplicaba a cualquiera aun si se sabía cómo usarla para no causar lesiones y si causar un buen castigo. Y sonrió al ver ese respingón culo todo enrojecido y seguramente muy caliente, así que sin poder evitarlo extendió una mano y con la punta de los dedos toco delicadamente las líneas en relieve que se habían marcado.

            -Oh… -suspiro Harry agradecido del descanso.

            -Bueno, faltan veintiséis.

            -¡Oh mierda!

            -Ese vocabulario jovencito, quince.

            -¡Ah!...

            Cuando la cuenta iba en treinta, Draco estaba asombrado del aguante de Harry, pues para ser su primera vez, estaba aguantando bien, o al menos eso parecía.

            -Bueno… -pensó muy ufano de sí mismo- También soy muy bueno en esto.

            Harry permanecía tumbado en el escritorio, aferrado a la orilla sin saber aun a ciencia cierta cómo había aguantado tanto; tal vez otros fueran más tolerantes con ese tipo de juegos, pero él nunca había experimentado eso y aunque en un principio le había gustado y más aun, se había excitado, en ese punto solo buscaba aguantar cada varazo sin volverse a Draco y gritarle cual niño enojado “¡ya no juego!”; en ese punto ya hasta deseaba que mejor le aplicara un “Crucio” a seguir con aquella azotaina.

            -¡Y yo que creía… que mi margen de dolor era alto! –Pensó con desconsuelo- ¡Auch!

            -Cuarenta –dijo al fin Draco haciendo que Harry se aferrara a la orilla del escritorio suspirando de alivio y empapado en sudor- espero que con esto si aprenda lo que es tener respeto  a cualquier tipo de autoridad señor Potter... ¿señor Potter?

            -eee… si… si profesor… -respondió sin querer moverse.

            -Y bueno, puede regresar a su lugar –dijo Draco viendo que su alumno comenzaba a enderezarse con gran lentitud.

            Harry se giró para agacharse y subir sus calzoncillos con evidente molestia al llegar a sus muslos.

            -Diablos… -musitó sintiendo el rozar de la tela como un suplicio.

            -Y bueno, para que siga teniendo en cuenta el fin de esta lección, que es su educación, será muy bueno que tenga en mente lo que seguirá ganándose con su mal comportamiento –dijo desabrochándose el cinturón para horror de Harry y colocándolo en el escritorio- ¿entendido?

            -¡A la mierda! –Exclamó el moreno con los pantalones a la altura de los muslos mientras comenzaba a irse de ahí- ¡yo no duré tanto azotándote aquella vez!

            -¿A dónde jovencito? –respondió el profesor alcanzándolo a tomar de la muñeca.

            -¡No me llames así! –dijo girándose al tiempo que tiraba para soltarse viendo con sorpresa que Draco lo arrastro de regreso con suma facilidad.

            -Veo que de nada han servido los castigos en usted, sí que es un hueso duro de roer.

            -¿¡Qué haces?! –exclamó viéndolo jalar su silla de detrás del escritorio y colocarla a media sala.

            -Ocuparme de usted y su futuro jovencito –dijo sentándose en ella al tiempo que lo jalaba para tumbarlo sobre sus muslos haciendo que a ese solo movimiento, a la dichosa silla le crecieran las patas haciendo que los pies del moreno ya no tocaran el suelo; no así los de Draco que se recargaban en un pequeño banquito para tener soporte.

            -¡Espera, ya no juego! –dijo teniendo como vista el suelo y la pierna izquierda de Draco.

            -Oh no señor Potter, su educación no es un juego, es algo que me tomo con mucha seriedad… Accio cinturón.

            -Espera Draco, ya entendí el punto… -exclamó intentando girarse sobre las piernas del rubio.

            -En primera es usted un igualado que no tiene porque llamar por su nombre de pila a su profesor –respondió acomodándoselo bien sobre las piernas y apoyando su mano libre sobre la espalda del chico.

            -Escucha, ya… ¡owww! –gritó al sentir el primer golpe en sus ya muy sensibles nalgas.

            -Respeto, eso es lo que siempre debe tener en mente jovencito –exclamó el profesor levantando de nuevo su brazo con el cinturón en la mano.

            -¡Ayyy!... ¡no, espera!... ¡aaagggghhh!... ¡Draco! –gritó cubriéndose con una mano, mano que fue sujetada y colocada atrás de espalda impidiéndole cualquier movimiento de defensa.

            -Silencio jovencito –dijo estrellando el cinturón una y otra vez.

            Harry se revolvía como babosa con sal sobre las piernas de Draco sin lograr para nada soltarse, mucho menos evadir los dolorosos golpes, pues tenía la misma fuerza que un gatito debatiéndose en esos fuertes brazos.

            Draco seguía azotándolo con mano firme viendo como Harry pataleaba y forcejeaba sin ningún resultado.

            -¡Ay!... ¡auch!... ¡owww!... –gemía  sintiendo la furia crecer en su interior- ¡Hijo de puta ayyy!... ¡deja que te agarre!... ¡auuu!...

            Draco se detuvo un momento para acariciar las calientes nalgas haciendo que su alumno jadeara de dolor ante el contacto para luego seguir.

            -¡Auuu!... ¡agh…! ¡Draco, maldito!...

            Viendo los zapatos volar por el pataleo y el pantalón comenzar a escurrir por los pies, pronto Harry se encontró sin nada más que sus calcetines y camisa puestos.

            -¡Draco, ya… ya basta!

            Pero el profesor Malfoy seguía muy en lo suyo, hasta que Harry sintió que el dolor era demasiado y viendo que sus amenazas eran inútiles, comenzó a suplicar.

            -¡Draco, por favor!... ¡ayyy!... ¡ya…! ¡auch!...

            Pero el profesor parecía de piedra.

            -Esto es por su bien, jovencito.

            -¡No, ya no, por fa-favor!

            Sin embargo las suplicas también fueron inútiles, y entonces sintió que ya no podía mas y las lagrimas comenzaron a anegar los verdes ojos.

            -¡Dra-Draco…! ¡Ayyy!

            Draco notó  de inmediato el cambio en la voz y siguió azotándolo hasta que finalmente los sollozos eran los que sacudían el cuerpo del moreno.

            -Bien… -dijo el profesor deteniéndose finalmente- creo que la lección ha entrado por fin en esa cabecita hueca… ¿o me equivoco, señor Potter?

            Harry moqueó y sorbió la nariz antes de contestar entre hipidos.

            -N-no… no se… e-equivoca… profesor…

            -No se escucha muy convincente, tal vez unos azotes mas…

            -¡No! –Interrumpió alzando la cabeza- ¡ya entendí, ya entendí!

            El profesor lo vio agachar la cabeza sin dejar de hipar mientras se sujetaba con fuerza de la pata de la silla con su mano libre, por lo que sonriendo dejó el cinturón sobre la espalda de Harry y volvió a tocar sus nalgas, esta vez estrujándolas.

            -¡Ayyy!

            -La lección la detendría aquí si es que no conociera sus mañas…

            Harry ni siquiera replicó, solo se quedó quieto mirando el suelo.

            -Así que… -continuo mientras levantaba su mano- seguiremos un poco más con esta enseñanza.

            -¡Ah! –gritó cuando la palma se estrelló en su trasero.

            Una y otra vez su mano azotó aquellas nalgas tan calientes mientras aquel cuerpo tibio se retorcía sobre sus muslos.

            Tal vez sus manos no tenían el mismo efecto que la vara, eso era obvio, pero en ese punto eso ya no importaba.

            -¡Basta!... ¡ya…ya no!... ¡Dra-Draco…!

            Los sollozos de Harry eran conmovedores, pero la mano de Draco era firme, pues  disfrutaba el contacto con esa piel ardiente que temblaba en cada palmada y su miembro desnudo restregándose en su pierna era simplemente intoxicante… pero el evidente sufrir de su chico también era conmovedor, así que decidió que era hora de parar.

            -Bien jovencito… -dijo tomando el cinturón que estaba a punto de caer de su espalda y soltándole el brazo haciendo que la silla bajara de altura e instándolo a ponerse de pie- recapitulemos…

            Harry moqueaba con la cabeza inclinada mientras el profesor le ponía las manos en los hombros.

            -Señor Potter…

            -¿Si? –respondió sin alzar la vista, hasta que un dedo en su barbilla le hizo alzar la cara.

            El profesor se mordió el labio inferior al ver a Harry adorablemente lloroso, con los mechones negros pegados a su cara y sus enormes ojos verdes enrojecidos.

            -Verá… -dijo quitando su dedo de la barbilla y colocando sus manos atrás de su espalda mientras comenzaba a caminar lentamente de un lado a otro dejando a su alumno de pie en su lugar- no todo es disciplina conmigo, mi taza de éxito es alta no solo por disciplinar a mis alumnos, también lo es por mi método de enseñanza y veo en su expediente que su deseo de aprender está presente, que su deseo de seguir adelante sigue vivo… ¿o me equivoco, señor Potter?

            Harry miró el rostro de su profesor que se había detenido frente a él y le miraba fijamente; sabia que esa pregunta iba mas allá de una simple respuesta, sabía que aunque estaba advertido de antemano que nada detendría aquel juego, eso no iba  a ir más allá si no quería, por lo que suspirando en medio de un sollozo, vio el rostro de bellas facciones de su profesor y simplemente dijo:

            -No se equivoca pro-profesor… yo deseo seguir aprendiendo.

            El profesor sonrió ampliamente al oír esa respuesta, por lo que le puso una mano en el hombro diciendo:

            -Hace que me sienta orgulloso de usted, jovencito.

            -Gracias –respondió sonriendo tímidamente.

            -Bien, bien… hemos repasado varios aspectos de la instrucción que ha estado recibiendo… -dijo comenzando a caminar de nuevo de un lado a otro- pero deseo volver a mi materia, quiero aclarar algunas cosas que seguramente un joven de su edad tiene revueltas en la cabeza.

            -¿Cómo cuales? –pregunto sonándose la nariz con un pañuelo desechable que le dio el profesor.

            -Sexualidad, ya le dije.

            -Claro… eee… ¿me regreso a mi lugar? –pregunto viendo que no se le indicaba otra cosa.

            -¿Quiere hacerlo?

            -¡No!... realmente no –se apresuró a responder sintiendo un tremendo dolor en las nalgas.

            -Bien, bueno como le había dicho, yo como su tutor me preocupo de su desarrollo integral y mi deseo es que se desarrolle como ser humano en toda la palabra; por ejemplo ¿ha tenido sexo?

            -¿Eh?...

            -Si, jovencito ¿ha tenido sexo, a eso sale en sus correrías nocturnas? Le advierto que a mí no me puede engañar –advirtió parándosele en frente.

            Harry dudo francamente en cómo responder eso, ya le había agarrado terror a la bendita vara; por lo que decidió seguir eso de la mejor manera.

            -Pues… si, la verdad es que a  eso he salido, pero… bueno, no he tenido suerte.

            -¿Por qué no?

            -Pues… yo... las chicas son raras, uno nunca sabe lo que quieren.

            -Mi joven amigo, ni ellas saben lo que quieren –respondió sonriendo comprensivo- ¿Lo ha intentado con chicos, con jóvenes de su mismo sexo?

            -mmm… no, no sé cómo reaccionarán si muestro cuales son mis intenciones.

            -Comprendo, comprendo… los chicos también son un tanto complicados, pero para eso estoy aquí, para ayudarlo.

            -¿Y cómo lo hará? –preguntó realmente curioso.

            -Le enseñaré como debe tratar a un hombre, así que ponga mucha atención.

            -Lo haré, lo prometo –dijo intentando disimular una sonrisa en medio de sus hipidos.

            -Bien, para comenzar siéntese en el escritorio.

            -¿Es necesario? –pregunto muy, pero muy dolorido.

            -¿Ya se le olvido como obedecer?

            -No, no, claro que no –respondió acercándose al escritorio y sentándose en la orilla doliéndose del puro contacto.

            -Perfecto, abra las piernas.

            Haciendo gestos de dolor, obedeció.

            -Primero… -dijo el profesor acercándose lento hasta colocarse frente a él- puede comenzar masturbándolo para calentar el ambiente, así…

 

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