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A Good Brother por anik_blood

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Notas del capitulo:

Hola!

Lamento la espera, he tenido unos graves problemas actualmente y realmente no pude seguir con tanta regularidad, esperemos qu todo se soluciones pronto y pueda continuar mucho más rápido

El corazón de Madara danzaba al son de la música que dictan los actos prohibidos. Luego de reconsiderar mejor las cosas se dio cuenta de dque la empresa que llevaba acabo era tremendamente peligrosa.


En un mundo lleno de violencia y caos, solo podían existir pocas y muy simples reglas. La primera de ellas y la más conocida, estipulaba que nadie ajeno a un clan podía entrar sin recibir la pena de muerte, de esta forma se evitaba el espionaje y ataques secretos. Los únicos exonerados de recibir tal castigo eran las prostitutas, las troupes circenses y los mensajeros. Todos los hombres quieren fornicar, reírse y saber las noticias en caliente.


Cualquiera podía ser una puta o un payaso pero no cualquiera podía ser un mensajero. Para ser uno era indispensable que esa persona fuera alfabeta y por supuesto ser una persona lo suficientemente reservada como para guardar todos los secretos vulgares que tuvieran los lideres de los clanes, por lo cual, los mensajeros no eran otra cosa sino los amiguitos ricos más íntimos de los poderosos. Sin embargo, en caso de no ser autóctono de aquel clan, era de extrema importancia que el mensajero no tuviera algún tipo de poder o influencia en su clan. Las grandes diferencias no permitían que un principillo anduviese entrando y saliendo entre clan y clan.


Y él, el primogénito del líder de los Uchihas ahora se adentraban en las tierras de los Uzumakis.


Los Uchihas siempre fueron diferentes y por lo tanto, fáciles de reconocer. Piel blanca, ojos y cabello negro, delgados y ojerosos, apáticos y distantes. Madara temía ser reconocido como el hijo de Tajima. Y si llegasen a descubrirlo sería asesinado en el mejor de los casos.


Ya Minato era alguien conocido para él. Había combatido contra su clan cuando tenía unos nueve años de edad. Recordaba perfectamente esa noche como si la estuviese viviendo en ese instante. Llovía y el barro le escocia las heridas abiertas. El aroma a madera mojada solo era superado por el hedor de los cadáveres que se amontonaban a sus pies. Minato lucía para él como un monstruo con el cabello empapado en sangre. Recordo aquellos ojos, unos ojos azules, tan azules como un rayo, cuyo brillo solo era reemplazado por una enorme espada con la que partía en dos a sus congéneres.


En ese instante Madara detuvo el caballo. Recordo como Minato había decapitado a un primo suyo. El golpe seco y un muy, muy corto gemido, más de sorpresa que dolor y luego el sonido de la cabeza rodando por el suelo y los jadeos exhaustos del rubio.


Madara lo recordaba bien, puesto que se había escondido en una piedra a pocos metros de donde aquello había sucedido. La cabeza de su primo llego hasta sus pies y se mantuvo allí durante toda la batalla. Estaba demasiado asustado como para patearla, para moverse o para gritar.


Apretó las riendas del caballo y volvió a andar. Se preguntaba si Minato lo recordaba tan bien como el lo recordaba a él.


Alejo esos oscuros pensamientos y prefirió observar el esplendor del centro del clan de los Uzumakis, el único clan más rico que el de los Senjus. El lujo y la moda tenían aroma a cafe, tabaco y perfume de lirio y cayena, pero para Madara hedía como una caballeriza sin limpiar. Todo a su alrededor palpitaba con opulencia como si le reprochara en cara la pobreza y mediocridad de su clan. 

Era muy diferente a ellos. A pesar de estar finamente ataviado algo de su actitud no iba acorde a los estándares que impune el lujo y la opulencia, quizás era su tosca y poca disimulada manera de quedarse viendo a los demás, o quizás era su postura, sus gesto; fuera lo que fuera la gente lo miraba y lo señalaba, y eso lo aterraba. Sería increíblemente fácil reconocerlo, como reconocer un carbón entre un montón de zafiros.


Tres niñas vestidas con finos vestidos de raso rosado corrieron entre el caballo y luego se alejaron persiguiendo una mariposa. Su padre las siguió riéndose a la par que marcaba sus pasos con un bastón de caoba. De su brazo iba abrazada una mujer cuyos zarcillos podían comprar una casa entera.


Se pregunto porque su clan no podía ser así. Los Uchihas se merecían eso y más. Habían sufrido como para que la opulencia fuera su consuelo y habían luchado como para que ella fuera digna de ellos. Recordaba que Hiruzen siempre decía que unos habían nacido para dominar y otros para ser dominados. Unos son esclavos y otros amos, pobres y ricos. El mundo se movía así, como una rueda y nada podía parar su movimiento. Madara nunca estuvo de acuerdo con eso.


El creía en la capacidad innata de evolución de los seres humanos, en las segundas oportunidades y en la materialización de los sueños y los deseos. Quizás era algo muy de niños y por eso Hiruzen lo reprobó en aquel examen. Fuera lo que fuera, el creía que algún día su clan crecería y seria fuerte, igual que ese, mejor que ese.


Sabía que ese trabajo le daría dinero y con ese dinero compraría más libros, con los libros conocería más y al conocer más podría ayudar mas a su clan, y entonces, tendría más poder, y con el poder desplazaría a su padre, y al alejar a su padre, el seria el líder del clan Uchiha. Las cosas eran simples si se veían de esa forma.


Si el poder es un manjar, decía Batsuma, el deseo por ese poder es el hambre. En ese entonces a sus catorce años, Madara moría de hambre, un hambre que lo conducía como una chispa. En cualquier momento podría crear un incendio.


Al poco tiempo llego a una edificación que podía ser comparada con los castillos de los cuentos de hadas. Era una bárbara estructura de casi cien metros de altura, de ladrillos grises, cada uno de casi dos metros de ancho. Solida como una montaña. La palabra impenetrable se le antojo. Madara quedo anonado e inmóvil durante rato largo. Aquello era como unas diez veces la casa de Hashirama y unas cincuenta la suya.


Apretó los dientes y se sintió absurdamente pobre. Se bajo del caballo algo nervioso ante la mirada recelosa de dos guardias que custodiaban la entrada. Trato de caminar con toda la naturalidad y elegancia que podía tener en él, la cual no era mucha y lo que le salió fue un paso algo extraño por no decir torpe.


-¿Quién es usted?-Pregunto uno de los guardias.


-Soy el escriba de Yoh, el honorable líder del clan Jyugo-, mostro la insignia que brillaba sobre su camisa, una paloma cosida con hilos de oro que representaba el conocimiento-Tengo un mensaje de extrema urgencia para Minato relacionado con la seguridad de ambos clanes. Necesito verlo. Ahora.


"Bien. Eso salio bien" Se felicito a si mismo, su voz había salido increíblemente segura y con un tonito de malcriadez propio de los ricos. Infló el pecho y se cruzo los brazos como si estuviese exasperado. Los hombres fruncieron el ceño e intercambiaron miradas llenas de sospechas.


-¿No eres muy joven para ser un escriba?-Dijo uno mientras tomaba con violencia la insignia de su pecho y la examinaba buscando su veracidad.


-Estoy bastante seguro que ni tu ni tu abuelo sabrán leer o escribir, ¿O estoy equivocado? Dudo que el sueldo de un mero portero pueda comprar una miserable hoja de papel-El hombre frunció el seño y por un instante Madara creyó ver un tono rojo en sus mejillas, una mezcla de ira y vergüenza. Se dio cuenta que estaba en lo cierto.


-Parece autentica-, el guardia soltó la insignia a regañadientes. No estaba muy convencido pero por lo menos había alejado su mano de su cintura donde apretaba el mango de su espada.


-¿Puedo hablar de una buena vez con Minato o tenemos que seguir con estos juegos absurdos?


-No, para nada. Sígame por favor, Señor...


-Señor Radama-Dijo tan rápido que no se lo creyó. Era su nombre al revés.


-Bien, Sr. Radama, Minato esta en la sala de estar.
El castillo era sin duda tan impresionante por dentro como por fuera. Paredes gigantescas luciendo hermosos tapices, candelabros de cristal de bohemio, pinturas de Uzumakis feos y viejos, jarrones antiguos, estatuas imponentes. Un fantástico lugar que robar, o quemar, o ambas, lo que primero se le ocurriera.


Luego de una larga travesía llegaron a una sala ancha y amplia donde se escuchaba el eco de sus pasos. A lo lejos, un trono imponente. Un imponente trono vacío.


El guardia frunció el seño y sin decir nada lo guío a otro lado. Bajaron unas largas escaleras que llevaban por lo visto a un comedor amplio y majestuoso, también vacío. El guardia pareció más molesto. Siguieron caminando hasta llegar a un hermoso jardín cubierto de manzanos y flores coloridas, tampoco estaba el líder Uzumaki. El guardia lucia frustrado y a él le comenzaban a doler los pies, ¿Cómo una casa podía ser tan grande?


-¡Ataquen a los invasores!-Una chillido agudo resonó detrás de sus espaldas. Madara miro algo sorprendido como una niña de unos diez años corría hacia el con una espada de madera. El cabello rojo como fuego estaba enmarañado y su bata blanca tenia manchas de tierra y pasto. Lucia inauditamente peligrosa.


-¡Augh!- Con la espada de madera le golpeo una mejilla y luego con una determinación que rayaba en la locura comenzó a golpearlo desesperadamente-¡Aleja a esta cosa de mi!-Grito un poco consternado. No es que no pudiese esquivar los golpes solo que no sabia bien si golpear a niñas sería bien visto.


-¡Señorita Mito!-Antes que la niña lo golpeara una vez más con la espadita, el guardia la tomo en brazos-¡Estas no son las fachadas que luce una dama!


-¿Dama? ¡Si parece un demonio! ¡Un mono demonio!


-¡No soy una dama!-Grito pegándole y escabulléndose con gracia. Sus ojitos verdes se fijaron en Madara, un perplejo Madara.


-Aléjate niña enferma-Se hecho unos pasos hacia atrás algo confundido.


-¡Soy una ninja!-Y luego corrió hacía él y le dio un duro golpe en la cabeza que se convertiría en un hematoma-¡Muere hombre feo!


-Malditos Uzumakis locos


-¡Señorita por favor!-El guardia tomo a la niña nuevamente, esta vez por uno de los piececitos descalzos y sucios y la alzo en el aire-¡Escucha niño, yo debo llevar a la señorita Mito con su madre para que reciba un escarmiento por desobediente!


-¡Bajame!


- Encontrara a Minato en el segundo piso, quinta habitación a la derecha. Es su habitación.


Madara solo se froto la cabeza adolorido, aquel golpe casi le había dolido tanto como los de su padre. Se volteo dispuesto a irse de una buena vez y terminar con todo eso.


-¡Espera!-Le grito el guardia mientras se tumbaba a la criatura sobre sus hombros-¡No robes nada!


Abrió la boca increíblemente molesto. Claro, no es que no considerara robar, realmente ya tenía tres tenedores de plata en su bolsillo que tomo cuando pasaron por el comedor. Aguantando tremenda rabieta se volteo y siguió el camino indicado.

Comenzaba a odiar ese clan, deseaba fervientemente volver a su casa lo mas pronto posible donde realmente se sentía cómodo y donde no le amenazaban de muerte, la mayor parte del tiempo.


Extrañaba a su pequeño hermano, hacia tiempo que no pasaba tiempo con él. Una sonrisa se formo en sus labios pensando en todas las cosas que haría al volver, llevaría a Izuna a jugar al rio y le compraría nuevos juguetes; bebería cerveza de la buena, no de la aguada y casi traslucida de la taberna, cerveza morena, pura, que lo tumbara al suelo de una bebida, y quizás, se comprara esos flamantes guantes de cuero que vio en el mercado hacia unos días.


Luego de unos cinco minutos de larga caminata llego a donde se suponía que estaba el líder de clan. Abrió la puerta con cautela y un profundo aroma a licor le lleno los pulmones. Madara se sintió un poco petrificado al darse cuenta donde estaba entrando. El era un Uchiha, un Uchiha que estaba entrando en la misma alcoba del Líder Uzumaki y sobre su cama estaba este bebiendo despreocupadamente.


Todo esto le resultaba ridículo y peligroso.


-¿Trabajas aquí?-Pregunto alzando un poco el cuerpo al ver el pequeño intruso que se colaba en su habitación.


Por un instante Madara recordó aquella noche: Los ojos azules reflejando muerte, su grito, la espada arrancándole la cabeza a su primo, su corazón latiendo y su cuerpo temblando.


-¿Trabajas aquí?-Volvía a preguntar.


-Soy...Soy el nuevo escriba del clan Jyugo, y tengo un mensaje urgente para usted-. Dijo las frases que llevaba ensayando durante todo el viaje, salieron demasiado torpes para su sorpresa. Con algo de presura saco la carta que tenía entre sus ropas y se la entrego al hombre que aun no se dignaba a levantarse.


-¡Ah si!...Como odio a ese gordo-, Minato se sentó con cierta dificultad en la cama y busco otra botella, la que bebíap ya se le había acabado-Yoh cree que por tener el culo más gordo de todos es el dueño del mundo


Al rededor de Minato habían dos botellas vacías y tres más sin destapar, una pila de papeles, una pipa cargada y prendida y por el aroma del humo posiblemente estaba llena de opio. Madara lo miro fijamente incapaz de reconocerlo, era como si ese ser que lo atormento en sueños durante años hubiese sido solo un mero fantasma. El rubio tenia la cara roja y los ojos azules tan brillantes como una estrella. Estaba borracho y sin embargo lucia curiosamente afable, casi encantador. Y Madara no tenía ni la menor idea de como llevar esa situación.


Le cedió la carta con cautela ahorrándose comentarios. El hombre sostuvo el papel frente a sus ojos y la leyó luciendo serio y meditabundo. Luego de unos dos minutos el Uchiha se acerco con algo de nerviosismo y sutilmente giro la carta que tenía entre sus manos, la cual el rubio leía al reves. Una expresión de sorpresa brillo en sus ojos zafiros.


-Ah, ahora todo tiene sentido -, dijo tumbándose cómodamente entre los cojines con una sonrisita y un fresco sonrojo en sus mejillas-¿No te das cuenta?


-¿Que cosa?


-Que a veces los grandes problemas se solucionan viéndolo desde un punto de vista diferente-Madara parpadeo un par de veces- Bueno, eso es una verdad a medias. No puedes aplicar la filosofía al matrimonio-, dijo devolviéndole la carta-, en el matrimonio solo debes callarte y sonreír y dejar que una arpía chupe tu alma hasta que quedes seco y arrugado.
Madara comenzó a preocuparse.


-¿Y los problemas del clan Jyugo se solucionaran tan fácil?-Pregunto rápidamente mientras se rascaba una mejilla.
Minato se dio un golpecito en la nariz y se le acerco con saña, lo suficientemente cerca como para que su aliento a brandy le llenara los pulmones.


-Puede que si, aunque a veces no importan los punto de vista, sino de quien los ve y sobre todo, de como los ve-, Madara arqueo una ceja y sonrió ladinamente, eso no tenia sentido alguno. 

-¿Eso va escrito en la carta?-Minato reflexiono un poco y luego soltó una tremenda carcajada y luego comenzó a toser y entonces, siguió bebiendo


-¡Oh no! ¡Pensaran que estoy borracho o loco! ¡Y maldición, en todo caso prefiero que me crean loco!-Tomo un rápido trago-, todo el mundo le teme a los locos mientras que los borrachos dan risa.


-¿Prefiere ser temido que amado entonces?-Pregunto mientras sacaba pluma, tintero y una fina hoja de papel blanco.


-Prefiero que me teman a que no me tomen en serio


-Un poco de miedo sirve para persuadir-, dijo encogiendo los hombros mientras mojaba la pluma en el tintero.


-Escribe: El clan Uzumaki acepta la tregua a cambio de que nos concedan el rio Ayakuwa el cual representa parte de nuestros intereses superiores. En caso de negarse, atacaremos y tomaremos y destruiremos todo a su paso. Considérense advertidos. Esperamos la respuesta en tres días.


Escribió rápido y con cierta soltura. Luego de un silencio largo y de cerrar la carta bajo la firma torcida de Minato, su trabajo había concluido. Solo dos párrafos. Dos párrafos por un montón de monedas. Se dio cuenta de dos cosas, la primera era que amaba a Hiruzen y la segunda era que más nunca trabajaría en los campos.


-Bueno, supongo que mi trabajo ha terminado- pero justo cuando se disponía a hacer un pequeño cabeceo de respeto, el rubio rápidamente lleno un vaso de cristal y se lo ofreció con una juguetona sonrisa.


-Toma. Bebe conmigo-Madara dudo un poco en aceptar, sabía que no podía controlar mucho el alcohol y que cuando bebía se reía mucho y hacia cosas que no quería, como por ejemplo, ir follando con cual puta aparezca en el camino. -Rechazar una copa puede ser considerado una ofensa.


-Entonces, no me queda otra que aceptar-, dijo sonriendo algo preocupado.


-¡Así me gusta! Ven siéntate-, dando una palmada a la cama lo hizo sentarse ignorando el rostro incomodo del Uchiha-¿Cómo te llamas?


-Radama...¿Uchiha?-No tuvo la suficiente agilidad mental como para inventar un apellido o decirlo al revés, no frente a los ojos ebrios de uno de los hombres más poderosos del mundo.


-¡Oh, un Uchiha!-, La emoción de Minato por su apellido no le pareció sana, tampoco como se le acerco tan rápido.


Minato era alto, le sacaba casi dos cabezas de altura y posiblemente unos treinta kilos más. Tenia labios rosados, ojos azules y el cabello como un sol. Por algún motivo le recordó a la primavera pero su encanto le recordaba mas al verano.


-¿Es verdad lo que dicen de ustedes?


-No nos comemos nuestros hijos si eso pregunta-, dijo desviando un poco la mirada.


-No, no eso, me refiero a los rumores sobre su...-hizo un gesto con la cabeza indicando a que mirara hacía bajo


-¿Los pies?
-No, no tan abajo. Su...-, nuevamente señalo y luego de dos cabeceos Madara cayo en cuenta sorprendido y avergonzado.


-¿Qué hay con mi pene?-Por todas las cosas sagradas que veneraba en el mundo, jamás creyó tener esa conversación con el líder del clan Uzumaki.


-Todos dicen que los Uchihas la tienen bien grande-Los ojos se le ampliaron aún más si eso pudiese. Un tono rosado y un frio sudor bañaron sus mejillas. Eso era un descubrimiento asombroso aunque dudaba que fuera sano tener esa conversación con él.


-Supongo que esta bien. Nunca se han quejado de él-, su sexo no era tan grande como hubiese deseado, parecía ser normal para su edad. Esperaba que la adolescencia le regalara unos cuantos centímetros más.


Minato formo una sonrisita y luego se volvió a tumbar en los cojines, algo le decía que esa conversación seguía para rato. Los ojos del Uzumaki tenían algo de peligroso y prohibido que lo hacían sentir un poco inseguro. Un hombre con mucho trabajo, con un matrimonio fracasado y mucho alcohol. Cada una de esas tres cosas pueden convertir a cualquiera en bestias.


-¿Sabes que soy un hombre con gustos peculiares, Radama?-sus dedos bailaron sobre la botella antes de alzarla. El rubio le sonreía de forma obscena. Nuevamente se sintió un poco intimidado-Bebe más-dijo llenándole el vaso casi por obligación.


-¿Que tan peculiares?-Pregunto con recelo mientras bebía.


-¿No te aburre la rutina?


-De vez en cuando.


-A mi me aburre. Mucho-, nuevamente le lleno el vaso y ante los ojos azules bebió el tercer trago. Se sintió algo mareado-Me aburre el trabajo, estas luchas que no llevan a nada, el ir y venir, los mensajes, mi esposa...


-¿Su esposa?


-Mi esposa, las cortesanas, las mujeres en general.


Se pregunto en que momento insano decidió aceptar ese trabajo. Fuera lo que fuera se sentía incomodo, no necesitaba ser un genio como para saber que Minato buscaba algo con él, algo que no deseaba que ocurriese. Se levanto con el ceño fruncido mientras guardaba la carta en su bolsillo. Estaba dispuesto a irse de una buena vez.


-Me siento muy halagado Sr. Minato pero yo no soy homosexual.


-¡Yo tampoco! ¿De donde has sacado ese tema? Solo digo que a veces me gustan cosas diferentes y me gusta variar.


-Entonces podría sugerirle que busque nuevos pasatiempos. Puede cazar, pintar, quizás aprender un nuevo instrumento...-Madara frunció un poco el ceño al ver la mirada inquisitiva del rubio.


-Sientate y bebe-. Había usado un tono muy afable pero la verdad es que era una orden fría, casi siniestra. Le tomo de un hombro suavemente y lentamente lo volvió a llevar a la cama.

La mano del rubio era grande y sorprendentemente suave y firme, con una firmeza intimidante. Madara tomo asustado el cuarto vaso-Eres un joven atractivo.


Se acerco mucho a él y antes de que pudiese detenerlo una de sus manos tomo un mechón de su cabello y comenzó distraídamente a tejerlo creando una delicada trenza. Sus dedos resbalaron por su nuca y luego su mano se poso sobre su hombro y no lo soltó. Madara no dijo nada, no sabía muy bien como actuar.


-Tienes un cabello muy bonito-, le dijo empujándolo sutilmente haciendo que el rubio quedase detrás de él y allí siguió tejiendo pequeñas trenzas y le acaricio sutilmente los hombros. La piel se le erizo.-¿No te aburre la rutina?


No podía hablar, no tenía idea de que decir. Sentía la cara caliente y la piel sensible. Sabia lo que quería el Uzumaki y la verdad no deseaba meterse en la cama con un hombre con tanto dinero y poder como para cortarle el cuello si no lo lograba llevar al orgasmo. Sin embargo algo de morboso encontraba en esa situación. Por algún motivo no quería que Minato dejara de tocarlo, su manos grandes y firmes tenían un toque sensual que lo mareaba, o quizás solamente era el brandy.


Entonces Minato lo beso.


El aire se le fue de los pulmones al sentir los carnosos labios plantarle un beso sobre su nuca. Todo en su mente fue borrado por un dulce escalofrío que le hacía saber que disfrutaba de su toque y que quería más de ello. Cerro los ojos y tomo las manos de Minato que se habían cerrado sobre sus brazos, pegándolos a su cuerpo, como si buscara retenerlo y evitar que huyera.


-No quiero.


Uno de sus brazos se enrollo sobre su cadera y lo empujo aun más a su regazo caliente, hirviente. Su perfume lo envolvió, Minato olía a rosas y a brandy y eso pareció excitarlo tanto como el toque masculino de sus manos.


-Te propongo algo.


-No quiero.


Trato de liberarse pero no lo dejo. En su mente comenzaron a palpitar todas esas dudas pertenecientes a la identidad sexual y el no quería afrontarlas como tampoco quería recibir otro beso, otro toque, otra mirada.


Recordó lo bien que se sintió el beso que le dio Hashirama y todas las pequeñas remembranzas que tuvo con su cuerpo cuando horas atrás había copulado con una prostituta.
No era gay. O eso se decía. Fuera lo que fuera era algo que lo agobiaba y prefería enterrarlo en lo más profundo de su mente
Minato le tomo del rostro con firmeza y lo hizo mirarlo. Madara miro los ojos azules, apenas estaba a cinco centímetros lejos de los suyos. Eran de un azul eléctrico, un azul rey, penetrante y envolvente como él, como su aliento, su calor, su voz ronca.


-Te daré setenta monedas de oro si me dejas darte un beso-, tirito un poco al sentir el tibio aliento sobre su boca y todo en el comenzaba a temblar.


La cabeza le dio vueltas por un momento. Setenta monedas de oro era demasiado dinero. Demasiado dinero. Con una moneda de oro podía comer por un mes y comprarse una muda de ropa fina. Con setenta podía comprar hasta una casa o quizás treinta caballos o todas las putas de un burdel.


No podía pensar bien. Minato se aprovecho de su turbación para acariciar sus piernas con poca suavidad, estrujando sus muslos hasta casi producirle un exquisito dolor que lo provocaba a hundirse en esa proposición.


-No-. Nuevamente trato de detenerlo. Estaba confundido. Alterado. -Su esposa, ¿Que diría?


-Cien-, ronroneo y con su otra mano comenzó a desatarle el pantalón. Madara apenas logro sopesar sus palabras


-¿Cien?


-Te bañare en oro si es necesario-, la manera en como dijo eso fue lo que lo sobresalto. No era capaz de sopesar sus palabras ni sus caricias. Minato comenzó a bajar el cierre del pantalón negro y su mano subía lentamente buscando colarse, sin embargo no lo hizo-¿Aceptas?


La firme mano del rubio le tomo de la barbilla y lo obligo a mirarlo nuevamente. Solo tuvo que mirar sus ojos azules una vez más como para que reconociera de su excitación y de lo mucho que deseaba besarlo.


-¿S-Solo un beso?


Minato sonrió y la mano que lo tomaba fuerte de la barbilla bajo sutilmente acariciándole el cuello y finalmente posándose sobre su pecho.


-Un beso.


Minato sonrió al obtener la invitación de un silencio avergonzado. Nunca le dijo que si pero con su silencio fijo una relación que se mantendría por años.


Solo se dejo llevar por el momento y por la escasa experiencia sexual que tenía. Entrecerró los ojos cuando vio los labios del otro acercarse a los suyos. Todos los tabúes comenzaron a resquebrajarse cuando el pulgar de Minato le hizo abrir los labios y suavemente acaricio su lengua. Lo deseaba, lo deseaba con una fuerza que lo hacia arder en brasas. Cerro los ojos dispuesto a besar pero justamente cuando iba a hacerlo los labios de Minato se le escaparon y fueron directo a su entrepierna.
Madara casi se le salió el alma y antes de que pudiera detenerlo, golpearlo o gritar, los labios rozaron su miembro.


-¡Que haces!-Grito humillado y tomando los blondos cabellos busco alejarlo de aquella zona tan sensible e inexplorada. Minato lo miro divertido y al mismo tiempo algo impaciente.


-Acordamos un beso-, dijo acariciándole el vientre-. Nunca dije que fuese en la boca


-¡Yo no quiero que...-Las palabras se le cortaron al ver como nuevamente el Uzumaki lamía sutilmente su miembro aun cubierto por su ropa. Sus manos temblaron y se cerraron contra las sabanas. Nuevamente no supo que hacer o que no hacer.


-¿No quieres?-Pregunto mientras distraídamente sacaba su sexo flacido y docil de sus pantalones ignorando los brincos, gemidos y temblores del muchacho. Nuevamente tuvo un largo silencio-¿Sabes que el que calla otorga?


No pudo seguir viendo y desvió la mirada dejándola fija en las innumerables botellas de brandy que yacían desparramadas en el piso. Sin embargo no pudo huir de la dulce sensación de la húmeda lengua presionando contra su sexo. Se ahogo cuando sintió como Minato comenzaba a succionar su miembro con cierta fuerza y persistencia. Casi con desespero.


-¡Ah!-Lo disfrutaba. Y por más avergonzado, confundido y hasta humillado que pudiese sentirse, no quería que parara.


Contrajo los dedos de los pies y tomo los cabellos rubios y los acaricio con parsimonia, dejándose llevar por el placer y el morbo de la situación. Minato tenía una boca caliente y una lengua suave que daba cosquillas. Sus manos sabían donde tocar y como hacerlo, a veces le acariciaban las piernas, otras solamente lo abrazaban a la cintura y a veces, más atrevidas, le acariciaba los labios y le hacía chuparle uno de sus dedos durante un rato largo.


Luego de unos minutos de jadeos cohibidos se dio cuenta que posiblemente el rubio no era tan inexperto en esas cosas. Llego a la conclusión de que aquel Uzumaki quizás se pasaba la tarde dándole sexo oral a todos sus ciervos y por las noches le hacia el amor a su esposa. Era un degenerado, pero no más que él. Si Minato era homosexual, él no era más que una prostituta.


Luego de unos minutos y un balbuceo algo incomprensible acabo en su boca. Cohibido, exhausto y humillado se subió el pantalón y se seco el sudor de las rojas mejillas con las manos temblorosas. Apenas era capaz de comprender lo que acababa de pasar. Minato por otro lado trago con calma su escancia e ignorando el estado de turbación y vergüenza del Uchiha destapo otra botella


-Nada mal, nada mal-, dijo el rubio mientras le lanzaba una pesada bolsa de cuero rojo. Madara supuso que era su paga-¿Quieres otro trago?


No dijo nada, no era capaz de hablar, pensar, nada. Solamente se ato los pantalones, guardo la carta y la bolsa en sus bolsillos. El corazón le latía acelerado en su pecho, estaba tan nervioso que siquiera podía moverse con soltura, era como si sus músculos estuvieran hechos de gelatina.


-Por cierto-, lo llamo el rubio antes de que se marchara. Le regalo una dulce sonrisa-Espero ansioso la respuesta del clan Jyogo.


Madara cabalgaba ligeramente pálido por el bosque. Una extraña sensación de suciedad y vergüenza lo embargaba, lo suficientemente grande como para no ser capaz de verse en el espejo por un año. Sin embargo la bolsa llena de oro era por lo visto más grande que su moral. Sin embargo algo en él le indicaba que acepto más por morbo que por dinero aquella situación. Sabia que apenas Minato lo tocoél había quedado completamente perdido.


Pero el no era gay. El beso que tuvo con Hashirama y la mamada dada por Minato eran cosas absolutamente circunstanciales.


Suspiro pesadamente, la vida era demasiado complicada desde que se había ido de la casa de Hashirama. Todo parecía ser un espiral irrisible que lo arrastraba sin que el pudiese hacer nada. Su padre, su clan, la bebida, el trabajo y ahora Minato.


Eran casi las siete de la noche e iba por la mitad del bosque cuando llego al cruce de los cuatro puntos. Como su nombre lo indicaba era un punto en el bosque donde se dividían cuatro vías.

Cada una llevaba a un clan, la del Norte al Senju, al Sur el Uchiha, al Este el Hiuga, y al Oeste el Uzumaki, por donde provenía. Madara cabalgo directo al Sur, pasando su clan y en dirección Sureste estaba el clan Jyogo donde llevaría la respuesta de Minato, sin embargo a mitad de camino detuvo su caballo.


Por un pequeño instante sufrió esa dulce desconexión del juicio producto de la locura.


Apretó las riendas de cuero del caballo y pensó en algo simplemente insensato. Absurdo. Mordazmente peligroso. Viro su rostro lentamente y luego su corcel y se fijo en el camino que lo llevaba al Norte. A su hogar. Aquello que alguna vez llamo hogar y que más nunca lo volvería a ser.


Su padre le decía que siempre se debe ir al Norte cuando se esta perdido y el siempre se sintió perdido durante toda su vida hasta que conoció a Hashirama. Él y su familia habían sido como una luz en medio de un mar de tinieblas. Fue el único lugar donde por primera en vez en su vida fue tratado como un humano y no como un perro, donde descubrió el calor del cobijo y el sutil arte que tienen los juegos.


-Volver-las palabras salieron sin pensarlas y se perdieron en el eco lejano que solo un bosque oscuro puede tener.


Cerro los ojos y aspiro el aroma de las flores y de la madera mojada, llenandole de una frescura que lo reconfortaba. Los bosques siempre tuvieron un secreto de paz para Madara que ni siquiera la sonrisa de Izuna le podría otorgar. Se sentía seguro en ellos. Libre. En ellos siempre encontraba respuestas a todas esas preguntas existenciales y metafísicas que le acosaban desde corta edad.


Entonces abrió los ojos y miro a su alrededor. El follaje verde se movía levemente por una ventisca que presagiaba el otoño. Un búho lo miraba desde la copa de un árbol y las abejas zumbaban a la lejanía. El cielo estaba oscuro y la luna brillaba con todo su esplendor. El caballo relincho y comenzó a escarbar aburrido el suelo con una pata.


Se sintió solo.


No una soledad pasajera y sutil, como la que sentía al volver a su casa luego de estar con sus amigos, o la soledad que queda luego de romper con alguna novia. La soledad que lo embargo fue tan profunda como los confines de ese bosque. Fue la soledad que sintió cuando murió su madre, la que sintió cuando mato por primera vez. Se sintió abatido, aterrorizado y con unas inconmensurables ganas de gritar y de llorar.


El búho dejo de cantar y se alzo de la rama en un vuelo.
Madara frunció el ceño y agito las riendas y siguió su camino, directo al Norte.


Hashirama miraba fijamente el río.


El agua cristalina reflejaba cada una delas estrellas del cielo raso haciendo que el rio resplandeciera ante sus ojos. El viento que ululaba agitaba el agua y la hacia salpicar y mojarle la cara. Tres pequeñas libélulas revoloteaban y zumbaban al rededor junto con algunas luciérnagas y a lo lejos un grillo cantaba. 

Era una noche hermosa. Demasiado hermosa como para quedarse durmiendo en su cama bajo su techo. Hoy, como ya tenía costumbre dormiría fuera de su casa, y eso lo hacía porque justamente eso estaría haciendo Madara en algún lugar, y de esa manera se sentía cerca de él, aunque eso fuese una niñería.


Era un rio pequeño, el agua apenas le llegaba hasta las cadera y solo tenía unos diez metros de largo. Era pequeño y sin embargo era el limite más grande que jamás le habían impuesto a su vida. Si lo cruzaba podía encontrar a Madara y a la muerte. El problema estaba en que no sabía a cual encontraría primero. A veces se sentía valiente e intentaba cruzarlo y cuando llegaba al otro lado, mojado, decidido y completamente enamorado, el pánico entonces lo embargaba y lo hacia devolverse.


Toco el agua fría y dejo que la corriente acariciara su mano. Cuando los tiempos eran otros, allí, Madara, él y su hermano se divertían lanzando piedras o nadando en él. Esos recuerdos lo ponían de buen humor y lo hacían sonreír. Era una de las pocas excusas que hacían que su vida tuviera un poco de color, pero nunca era suficiente, nunca, con Madara nada le bastaba, aun cuando estaba a su lado quería todo de él, que Madara solo lo mirara que solo respirara para él, que fuera suyo, tan suyo como Hashirama se sentía de él.


Ahora simplemente ya no tenía nada y Madara se había convertido en solo una abstracción de su pensamiento, en un sueño, un suspiro de rendición.


-Hace tiempo que no veo el río desde este lado


Hashirama abrió los labios y por un instante creyó haber enloquecido. No era la primera vez que creía escucharlo o verlo. Se volteo con tanta fuerza que casi se cayo al agua al ver como Madara se sentaba a su lado con esa actitud desenvuelta tan suya. Entonces lentamente lo encaro y observo una sonrisa tan brillante como el agua del rio.


Hashirama también sonrió.


-Hace tiempo...


Hubo un pequeño instante de silencio en el que solo se miraron sin decir nada. Los ojos negros brillaban bajo el reflejo de la luna y sus brunos cabellos eran agitados por la ventisca, y sus labios, los labios con los que tanto habían soñado, le sonreían cautivadoramente, invitándolo a besarlo, a morderlos, a hacerlos decir te amo. O al menos eso pensaba. Madara lucia tan galante como siempre, lleno con ese aire de malicia y ternura que lo cohibía y lo hacía desear perderse.


Perderse.

 

-¿Qué haces aquí?-Pregunto cautivado.


-Tengo asuntos que resolver con usted, Senju


Madara solo sonrió. Apretó un puño y le golpeo la cara con la suficiente fuerza como para lanzarlo al rio y romperle la boca.


-¡¿Cómo te atreves a besarme en la boca en un momento como ese?!-Le grito viendo como Hashirama subía a la orilla, tosiendo sangre y agua, incapaz de reaccionar


-¡Madara me volaste una muela! ¡Me caí en el rio!-Grito desesperado, incapaz de aceptar la horrorosa forma en la que su fantasía amorosa termino destruida. Fulmino al Uchiha con la mirada.


-Es lo menos que te mereces-, dijo cruzandose de brazos-¿Entonces vas a explicarme porque decidiste besarme?


-Sabes bien que hago cosas sin pensar cuando estoy nervioso-, desvio la mirada mientras se quitaba la sangre de los labios.
No tenía una mayor excusa


-Nunca te vi besar a Hiruzen durante un examen o besar a tu papa cuando te regañaban-, el moreno luchaba por mantenerse impasible pero la mirada del Uchiha lo hacia sonrojar y su capacidad para volarle los dientes lo hacia temblar.


-Fue solo una reacción, no te sientas especial Madara-. Claro, sabía perfectamente bien si le confesaba al Uchiha esas cosas hermosas que sentía posiblemente terminaría muerto.


-¿Debo de sentirme especial si me metes la lengua en la boca?


-No te metí nada


-Estoy seguro que si hubiese tenido tiempo lo habrías hecho.


-Y estoy seguro que me hubieses correspondido como correspondiste ese beso


Madara amplio la mirada y sus níveas mejillas se tornaron de un rojo escarlata. Hashirama no tuvo tiempo de correr cuando el otro ya estaba estampándole la cara contra el suelo. Había que tener en cuenta que luego de lo sucedido con Minato la mera insinuación de que era homosexual lo hacia arder en ira.


-¡Me voy un tiempo y te vuelves más marica que una mariposa!


-¡Quítate de encima Uchiha!


-¡Entonces deja de decir esas cosas!-El pelinegro frunció el ceño y apretó los labios que no paraban de temblarle-Me recuerdas a otro depravado bastante amigable- lentamente bajo los puños y se tumbo al lado de él.


-De seguro es igual a ti-, Hashirama logro incorporarse y sutilmente se alejo del otro esperando a que se calmara.
Lo miro un rato en silencio y se dio cuenta de lo atractivo que estaba su compañero. La ropa que llevaba puesta era fina y le ceñía su atractiva y lozana figura. Tenía unas adorables clinejas en su cabello le daban un aire elegante y envolvente.

Simplemente no podía dejar de mirarlo y Madara lo sabía y eso lo intimidaba un poco.


-¿Se te perdió algo?


-Estas muy atractivo Madara.


-¡Es que debo de romperte la cara para volverte hombre!


-¡No, no ya estoy bien!-Trago duro alejándose un poco más-, me refiero a que estas muy bien vestido, es decir, se ve que te ha ido bien.


-He trabajado muy duro-, Madara formo una sonrisa enorme dispuesto a contarle absolutamente todo lo que le había pasado en esos meses.


-¿En que?-Una sonrisa malévola se formo en sus labios- ¿Vendiéndote en cada esquina?


-¡Por supuesto que no!-Grito con pánico. Se pregunto como demonios se había enterado de las multiples facetas de su nuevo trabajo-¡Vuelve a decirlo y te mato maldito niño imbécil!


-¡Solo bromeaba!-Algo lloroso lucho por liberarse de las firmes manos que lo zarandeaban con violencia. Se pregunto a donde se había ido su buen y agradable amigo que si sabía disfrutar bromas inocentes.


Pasaron unos largos minutos cargados de insultos, golpecitos y amenazas de muerte. Luego de que Hashirama jurara no decir nada inusualmente afeminado, molesto o ofensivo, el Uchiha decidió soltarlo y relajarse


-¿Ves esta insignia?-Le pregunto luego de un rato en silencio. El Senju miro detalladamente el bordado dorado, era una paloma que volaba sobre un libro y en su pico sostenía un laurel-¿Sabes que significa?


-¿Una linda forma de querer llamar la atención?

 

-No, imbécil, soy el escriba del clan Jyogo y hace una hora estaba con el mismísimo Mianto Uzumaki.


Madara sonrió envuelto en la mirada de sorpresa y admiración de Hashirama, casi tan deliciosa como la pesada bolsa que traía en sus bolsillos.


El chico le pregunto completamente intrigado por aquello y el disfruto en otorgarle cada detalle de toda su empresa y sin darse cuenta comenzó a contarle todo: sus planes para transformar el clan, como les había enseñado a leer y a escribir a todos los Uchihas, cuanto le había dolido los músculos cuando trabajo en los campos y lo mucho que le prendía la camarera del bar, le hablo de Itachi, Sasuke y Shisui y también de lo excéntrico que era Hikaku, le conto como perdió la virginidad y lo grande que estaba Izuna.


Le conto también que a veces se asustaba.


Le explico casi temblando como su padre lo había golpeado hasta casi desfigurarlo y como luego lo ato a un poste durante días, y que ahora luego de tanto tiempo se daba realmente cuenta de que más allá de odiarlo le profesaba un miedo terrible. Le conto el pánico que le daba el fracaso. Qué le aterraba la idea de que su padre golpeara a Izuna o que su hermano fuera a la guerra y viviera lo que el había vivido. Le conto también lo mucho que estaba bebiendo y que ya estaba perdiendo el control de ello, que ya era un vicio igual que el tabaco y que solo lo hacía porque lo hacía olvidar su asquerosa vida por al menos unos instantes.


Le dijo que lo extrañaba y que quería volver.


No dijo nada más.


Hashirama todo ese tiempo había estado callado, mirándolo y escuchándolo. Al final sin saber muy bien que hacer, hizo lo que siempre su padre hacía cuando el estaba preocupado. Le rodeo los hombros con un brazo y lentamente lo acerco a su cuerpo. Era la muestra de afecto más simple de todas.


-No se que hacer Hashirama-, le dijo apenas en un susurro.


-Generalmente los grandes descubrimientos lo hacen personas que ni tenían idea de lo que estaban haciendo.
-Si, pero yo no busco descubrir nada.


Hashirama solo le sonrió.


-Claro que sí, buscas descubrirte a ti mismo


-No, no, yo se donde estoy.


-No, si realmente supieras donde estas dudo que estarías aquí.
-Bueno-, una sutil sonrisa se formo en sus labios-, tu también necesitas descubrirte.


-Oh, yo se perfectamente donde estoy-Hashirama entrecerró los ojos y tomo aquella pálida mejilla-y se que podría estar aquí el resto de mi vida.


Ambos se quedaron en silencio, no uno incomodo sino uno donde las palabras simplemente dejaron de ser necesarias. Ya habían dicho todo lo que tenían que decirse.


El ambiente se volvió intimo, profundo y extraño.
Madara simplemente sintió un confuso sentimiento de plenitud, de bienestar, como si todo lo que importara era la sonrisa nerviosa de Hashirama y aquel brazo que lo apresaba a su cuerpo. No se había dado cuenta de lo cerca que estaba de él, tampoco se había dado cuenta cuando una sus manos se poso sobre el hombro del Senju, casi como si lo invitara a abrazarlo contra su pecho.


¿Se pregunto cuando se le había acelerado el corazón? ¿Por qué se sentía tan conmovido y al mismo tiempo tan arrebatadoramente feliz? Se dio cuenta que quería gritar, que quería llorar, de balbucear todas esas palabras extrañas relacionadas con algo funesto y aterrador llamado cariño.


Madara no supo que pensar. No sabía cuando se había comenzado a sentir así. Tan misteriosamente necesitado de abrazarlo. De besarlo.


Hashirama estaba serío, con una seriedad imperiosa y si no lo conociera bien pensaría que estaba molesto. Su otra mano subió y también se poso sobre su rostro, tomándolo con firmeza con ambas manos y lo detenidamente como si buscara algo en sus ojos. Madara recordó a Minato y supo lo que vendría, supo que lo arrastraría a su boca y le daría un beso con brusquedad.


Tomo una de sus mano y la acuno con la suya. Se dio cuenta que a Hashirama le temblaban los dedos. El ambiente comenzo a cargarse de tensión. Él estaba respirando de forma acelerada, tanto como el Senju, solo que este estaba tan tenso que apenas se movía, sus hermosas pupilas cafés tiritaban y sus mejillas comenzaron a sonrojarse en exceso.


Hashirama estaba más nervioso que él, mucho más. Tenía los labios secos, desesperados por volver a besar aquellos rosados labios.


-Madara-, le llamo luego de aquel largo silencio. Su corazón latía mucho más rápido. Pum, pum, pum. Madara comenzó a sentirse tan tenso que los músculos le dolieron.


Hashirama tomo con mas dureza su rostro, enterrando sus dedos en aquel espeso y hermoso cabello negro y lo acerco a su boca. Él por otro lado le tomo con firmeza su hombro y lo empujo más a su cuerpo. y entonces solo unos centímetros separaron sus bocas. Cinco, quizás tres centímetros. Ninguno cerro los ojos. Ninguno parpadeo.


-Bésame-Fue una orden. Y fue obedecida.


Hashirama nunca había estado tan aterrorizado en su vida, era la primera vez que había hecho algo tan intimo con alguien, sin embargo tomo valor y se acerco a él y con los labios temblándole beso suavemente su labio inferior. Madara tenía los labios suaves, algo húmedos, con un curioso sabor a brandy que lo hipnotizo. Sintió su calor y los latidos de su pecho golpeándole el suyo. Las manos del Uchiha lo abrazaron lentamente a la par que movía suavemente los labios y convertía aquel roce inocente en un verdadero beso.


Madara cerro los ojos y lo abrazo con necesidad. Aquel beso era tan diferente a aquel distante que le dio cuando su padre lo aparto de su brazo para siempre, no era triste y melancólico, este era reconfortante. Hashirama lo besaba con torpeza, a veces muy rápido, otras muy lento. Respiraba torpemente, las manos le temblaban y a veces le halaba el cabello y siquiera se movia. No tardo en darse cuenta que él era la única persona a la que Hashirama había besado en su vida y eso de una u otra forma le gustaba.


Lo siento inocente, una inocencia tan dulce que lo cohibió y al mismo tiempo lo incito a más.


-Abre la boca-, le susurro suavemente y vio que Hashirama se ruborizaba y se asustaba un poco-, tranquilo, solo hazlo-, con dos de sus dedos separo suavemente sus labios y luego lanío su labio superior con suavidad, casi haciéndole cosquillas-¿Ves? No paso nada malo...


Volvio a besarlo esta vez introduciendo suavemente su lengua en su boca sacándole un avergonzado gemido. El beso comenzó a cargarse de sensualidad y jadeos inocentes. Hashirama solo se dejaba llevar por la lengua del otro, dejándole tocarlo y guiarlo por esos inexplorados caminos. La pasión de Madara lo abordaba completamente y el disfruto de ella completamente.
Se separaron luego de un largo beso.


Ambos jadeaban y sudaban. Hashirama se limpio los labios húmedos con el dorso de la mano, algo avergonzado y cubrió con su camisa su pantalón donde algo abultado y humillante sobresalía.


-Nunca...Nunca he besado así a nadie-, le dijo mirando el rostro confundido del Uchiha-¿No volverás a golpearme?
-No, supongo que no-Madara lo miro un rato sintiéndose un poco avergonzado de si mismo. Miro detenidamente a Hashirama que sonrojado tartamudeaba y decía cosas incongruentes. Le pareció cautivador.


Demasiado cautivador.


Irresistible.


Madara fruncio el ceño y crujió los dientes.


-La verdad es que si volveré a golpearte.


-¿Que? ¿Por qué?


-¡Por hacerme hacer cosas gays!-Lo golpeo con toda su fuerza en el brazo.


-¡Ahh!


-¡Siempre tienes que ser tan idiota por un demonio! ¡Ni te imaginas cuanto me encabronas!


-¡Tu fuiste el que me pediste que te besara!-Grito frotándose el brazo con dolor.


-Pues tu comenzaste diciéndome esas estupideces de autodescubrimiento y toda esa mierda filosófica.


-¿Y eso te llevo a meterme la lengua en la boca?

Madara frunció el ceño nuevamente y se levanto del suelo.


-Me voy. A mi clan. Donde los hombres solo seducen mujeres.
Hashirama se levanto rápidamente y lo tomo de un brazo algo desesperado. No quería que esos mágicos momentos terminaran de una forma tan desastrosa aunque con aquel pelinegro ese era el resultado más común.


-Espera, no te vayas aun-, casi rogo con una voz tiritante-, aun es muy temprano y quiero hablar sobre lo que acaba de pasar


-Llevo unas tres horas aquí-, se excuso. La mirada brillosas de los ojos del Senju nuevamente lo desarmo y aquella mala actitud se esfumo tan rápido como llego-. Debería volver.


-Si, deberías volver pero a mi casa


Madara formo una sonrisa algo malintencionada


-¿Otra vez seduciendo Senju marica?-Hashirama le sonrió desconsoladamente


-¿Esta funcionando?


No le respondió simplemente porque no era capaz de negar algo que anhelaba con todo su corazón. Era como mentirle a su propio reflejo. Solo tomo torpemente su mano derecha y la apretó con fuerzas, con necesidad. Hubiese preferido despedirse con un beso pero apenas era capaz de mantener la entereza.


-¿Te volveré a ver?


Madara se quedo en silencio durante unos segundos y toco sutilmente la insignia sobre su pecho y entonces una sonrisa se formo en sus labios. Todo lo que estaba haciendo era una locura.


-Todos los miércoles a esta misma hora


Los ojos de Hashirama por un instante parecieron dos luciérnagas volando sobre el sol.


-Te esperare



Esa noche Madara cabalgo en un profundo silencio. Algo en el había cambiado.


Era un sentimiento. Un sentimiento más poderoso que el odio y la avaricia que lo movía día a día. Un sentimiento con la fuerza del galope de su caballo, un sentimiento que le recordaba al alba, a la fantasía y a la primavera luego de un invierno. Era algo que lo invitaba a soñar.


Tenía esperanza.

Notas finales:

<3


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