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Dieciocho por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Hellow~
Que sue-suenen los tambores~
Que sue-sue-suenen los tambores~

Oh yeah~

+ : : DÉCIMO QUINTO CAPÍTULO : : +

Kyōya despertó con dolor.

Dino seguía dormido, y nada lo hubiese cambiado, pero se sabe que Hibari es rencoroso siempre.

—¡Ouh! –se quejó, pasó ambas manos por su cabeza para mitigar las consecuencias del golpe –. Buenos días también para ti, amor.

—Idiota –quería levantarse, pero el rubio le tomó de la mano aun continuando la labor de olvidar el dolor –. ¿No deberías ser tú el que se adelantara al Consejo?

—¿Al consejo de tres personas? Yo creo que Yamamoto puede esperarnos una hora más –se inclinó hasta ejercer todo su pecho sobre el pecho del moreno –. Todo está listo, hoy mismo me voy –miró hacia la ventana –. Byakuran pensará que en la Montaña no tenemos modales si nadie sale a recibirlo.

—No te dejaré ir –murmuró el príncipe con el ceño fruncido –. Creí que esa parte te había quedado clara.

—¿Quién comandará el ejercito de bufones sino su rey? –sonrió –. Y a menos que me digas una razón amorosa para retenerme –se le acercó hasta los labios.

—Ni lo sueñes –le empujó –. Estás haciéndote ilusiones muy rápido cuentista…

Querido esposo mío –corrigió.

—Como sea, la fotografía y tu padre tienen una historia que contarme, así que déjate de niñerías…

—No –respondió serio, por un segundo miró con sincero enojo al príncipe –. Tienes razón, será mejor que vaya con Yamamoto –arrancó del suelo su camisa y comenzó a vestirse.

—Estás exigiendo mucho –recalcó.

—¿De qué hablas, Kyōya? –le miró de soslayo.

—Accedí a pasar la noche contigo, a fingir una boda, darte control de la armada y aun así…

—¿Aun así deseo que me quieras? Sí, ése siempre será mi deseo más ferviente.

—No puedo cumplírtelo –se encogió de hombros.

El rubio guardó silencio por unos segundos.

—Te equivocas, otra vez –negó con la cabeza –. El único… -respiró profundamente —. Si te apresuras puede que te cuente una historia sobre eso.

 

+ : : Décimo quinto cuento : : +

Había una vez, siete conejos.

Cada uno pertenecía a un color del Arcoíris. 

Pero uno a uno, fueron cazados.

Cuando solo quedaban dos, un hada les dio la oportunidad de pedir un deseo.

—Quiero vivir –dijo el conejito de azul.

—Quiero separarme de este estúpido –aseguró cruelmente el conejito amarillo.

 

«El malvado cazador los había seguido noche tras noche. Con su escopeta en mano para poder exterminar a los siete. Uno a uno, caían en su maquiavélica mano y servía su piel como trofeo en una pretenciosa sala con chimenea ardiente.

 «Quedaban pocos. Y esos pocos se habían reducido a sólo dos. Ambos debían seguir juntos porque lo sentían como obligación, o al menos eso pensaba el conejo azul.

«Los dos eran una cosa hermosa. Su pelaje era sumamente brillante. El conejito azul poseía una banda enredada en su patita derecha, de color verde, el último recuerdo del conejo perteneciente a ése color, y con ése chisme se hacía menos dolorosa la herida de su pérdida. Esas habían sido las huellas obtenidas en su último encuentro con el cazador.

—Eso te lo ganaste por torpe –decía el amargado conejo color amarillo. Una pequeña criatura cuyos ojos negros relampagueaban con una furia antinatural.

—Ya lo sé –aceptaba el conejo azul sin problemas, pues si se ponía a discutir, jamás acabarían. Ahora ya casi no conversaban.

«Una noche estaban en un enorme y hueco árbol del Bosque. Las raíces serían buenas y los ocultarían. Además de que nadie se atrevería a vagar por ese allí de noche. Se decía que El Bosque tenía alma de mujer, una muy recelosa de sus secretos.

—¿Estás de veras seguro que es aquí? –preguntó el conejito azul.

Sí, idiota, por segunda vez sí.

Eres un cascarrabias… ¿qué harás cuando nos separem…? –una lucecita llamó su atención hacia el centro del tronco, brincó hasta allí y con sus esponjosas patitas fue apartando las hojas secas.

Deja de perder el tiempo –le riñó, pero supo que el conejito azul había encontrado lo que buscaban.

La pequeña hada estaba convaleciente, moría, poco a poco. Su luz estaba por extinguirse y el conejito azul no pudo más que lamentarse en silencio.

—¿Hay algo que pueda hacer?

—Nada –respondió con una amarga sonrisa –, pero pueden darme la satisfacción de ayudar a alguien, por última vez –con laboriosidad logró sentarse sobre las hojas que no crujían bajo su peso –. Ambos han venido por un deseo, díganme cuál es.

Sonaría muy tonto si lo dijera –dijo el conejito azul con vergüenza, al ver a una criatura mágica como él en peor situación le hacía revoltijo de tripas.

—Sé que deseas continuar viviendo –su manita fue hacia la pequeña pata azul del conejo –, no es egoísta –miró el vendaje de color verde –, han perdido a muchos queridos amigos antes de llegar aquí, pero he de asegurarles algo, no lo han perdido todo –lanzó una corta y significativa mirada hacia el conejo amarillo –. En cambio tú –se dirigió a él sin verlo –, tu corazón desea algo que no está en mis manos, sino en las de otro, conceder.

—¿De qué hablas? –bufó, ofendido –. Lo único que quiero es escapar de ese maldito cazador para separarme de una vez por todas de este idiota.

El pequeño ser mágico sonrió.

—Claro –cerró los ojos –. La luz que todavía me queda les mostrará el camino y –colocó ambas manos sobre el vendaje del conejito azul –, si se encuentran en peligro o ya han alcanzado el final del Bosque, despréndela.

—¿Para qué? –inquirió con curiosidad el conejo amarillo.

—Ya lo verás, tienen que permanecer juntos hasta atravesar el Bosque, después, podrán hacer cada cual su voluntad.

El hada se disolvió en el aire, el vendaje verde brilló débilmente, señalando la dirección a seguir.

Durante dos días lograron continuar su camino, sin embargo, un día mientras descansaban junto a una cascada para recuperar fuerza, pues no habían dormido en absoluto pensando que el cazador aparecería en cualquier instante. El conejito azul dormía profundamente, su pelaje se notaba ligeramente sucio, y al amarillo le dieron ganas de acercarse, había pasado tanto tiempo junto a él que volvió a preguntarse qué haría después. El hada sabía perfectamente lo que su corazón y alma demandaban, pero si algo se puede asegurar es que el conejito amarillo desparramaba orgullo.

Un ruido le puso en alerta, levando sus orejas, buscando el origen, con cuidado despertó al conejito azul que tardó unos segundos hasta entender por qué el amarillo miraba con recelo hacia los arbustos.

—¿Cuánto falta para el final? –preguntó bajito el conejo amarillo.

Poco, ¿no crees que podamos perderlo? –hizo un ligero movimiento hacia atrás, recordando lo cerca que tenían el agua –. Vamos, será peligroso pero no creo que nos siga por… -de repente, al volver sus ojitos hacia el conejito amarillo, se dio cuenta de que este lo miraba fijamente.

—Nunca mencioné tu nombre –murmuró y acercó su hocico hacia el vendaje con los dientes, dejando sorprendido al conejito azul –. Vive, Colonnello –y dando una rápida vuelta lo empujó hacia la cascada.

El mencionado Colonnello vio en un parpadeo más de lo que hubiera podido soportar, asustadísimo cayó al agua y de inmediato el Cazador se hizo presente saltando desde los arbustos, pero un hombre con cabellera negra se le interpuso antes de que pudiera caer al agua.

Fue cuando el conejito azul… se dio cuenta de que ya no era un conejito.

 

Despertó con un ligero dolor en la cabeza, tuvo muchísima suerte de no morir por la caída y que la corriente fue benévola con él.

Como rayo, le regresaron los eventos y llevó ambas manos a la cabeza, sin dejar de sorprenderse, examinó sus dedos, su cuerpo era el de un humano, tocó su propio rostro, impactándose de ya no tener bigotes ni orejas puntiaguidas, sino una nariz perfectamente formada, hermosas orejas y cabello suave. Con ligero miedo se acercó al agua que todavía le llegaba a los tobillos para usar el natural espejo.

Cabellos cual rayos de sol y ojos azules.

De repente, estallaron ambos puños contra el agua, levantando destellos blanquecinos contra la luz, comenzó a llorar, ¿por qué? Se preguntó una y otra vez, ¿acaso sabía el conejo amarillo lo que pasaría si le desprendía la banda? En ese momento se asustó de nuevo, la banda había desaparecido. Claro, la tenía el conejito amarillo al momento de quitársela.

Si él se había convertido en humano, el borrón que vio interponerse entre el cazador y él debió ser el ex conejito amarillo. De nuevo, se sintió frustrado, enojado consigo mismo y dolido. Quería saber de su compañero, con la mirada lo buscó, levantándose con suma torpeza, apoyándose en rocas o árboles, se percató que ya no estaba en el Bosque, el agua lo había expulsado y como una fuerza invisible también le impedía el paso.

No era justo, de todos él era el único con  vida… fue cuando recapacitó en su deseo y volvió a sentirse desolado, ¿de qué serviría vivir así? Sin nadie; estaba claro que el conejito amarillo ya no lo soportaba, pero él ya no sabía vivir sin el otro.

Si tuviera otra oportunidad, si pudiera regresar el tiempo y cambiar el deseo, decirle al hada que su verdadera felicidad ya la tenía, aunque fuera una alegría unilateral.

Hasta que sus pies tropezaron y su cara nueva contra la tierra húmeda de la orilla del río, no dejó de culparse y llamarse egoísta estúpido.

—Ouch –se masajeó la frente y se hincó.

—No puedes ni mantenerte en pie por ti mismo cinco segundos, qué novedad –la cosa con la que había tropezado habló, el torpe no calibró hasta enfocar bien la mirada.

—¡Estás vivo!

—Por supuesto –reaccionó ofendido –¿creías que me había sacrificado por ti? No sueñes –estaba sentado, con una pierna lastimada y varias heridas leves en el resto del cuerpo, Colonnello lo entendió y sin importarle ya nada, se lanzó para abrazarlo –. Idiota, me lastimas… El cazador se ha rendido, ya no hay conejos para cazar –en su mano todavía mantenía aferrada la tela verde, al entregársela a Colonnello, decidió ajustarla alrededor de su frente.

—¿Aún quieres separarte, Reborn?

—Por supuesto que no, habiéndome cumplido el deseo, no pienso dejarte ir.

—No importa, de verdad que no me importa –chocó su nariz con la nariz también humana del anterior conejito amarillo, que permaneció serio hasta que decidió aprovechar la oportunidad para besarlo. Colonnello se separó, todavía sentado sobre el moreno, tocando levemente los labios, se sonrojó. Era de las primeras reacciones humanas que el moreno pudo percibir. Sonrió, entre malévolo y agradecido.

 

Así fue, desde un principio el pequeño ser mágico desentrañó ambos corazones y supo lo que ambos querían. Y el hada dijo la verdad, ella no tenía el poder suficiente para cumplir el anhelo de Reborn, el único con esa capacidad siempre estuvo cerca de él.

+ : : FIN : : +

El príncipe no alegó nada, entendió perfectamente el sentido del cuento.

—Me gustaría que un día lo entendieras –después se encogió de hombros –. Hemos terminado con la reunión –se levantó de la silla y se colocó la gabardina –. Hay algo que quiero confirmar, el despacho del antiguo Rey, quiero verlo.

—¿Para qué?

—… será el mejor lugar para que permanezcas en lo que estoy fuera.

—No soy ningún cobarde –respondió Hibari.

—Soy perfectamente capaz de protegerlo –agregó Yamamoto.

—A partir de esta noche empezarán a rondar fuerzas oscuras, por esa misma razón no debes separte de él ni un segundo…

—¿Qué no has escuchado lo que te di…?

—Guarda silencio, Kyōya –cortó incluso el aire con su mirada gélida –. De aquí en adelante, yo mando. Así que sino me dices dónde está, lo encontraré y te llevaré arrastrando hasta encerrarte. Tú decides.

—Menuda…

Dino perdió los estribos, estalló un puño en la mesa hasta hacerla brincar astillas.

—¡Eres lo más importante para mí, grandísimo estúpido, así que deja de portarte como un bastado mimado de una maldita vez!

—Siempre empeñándote en hacerme cambiar.

—No importa cuán corrompidos nuestros destinos estén, todavía quiero abrazarte –mantenía la mirada hacia el piso, de repente se levantó y puso la mano sobre el pecho –. Mírame, Kyōya, estoy justo aquí. Aún si mi existencia aún te es insignificante y a pesar de que esa indiferencia sea la que me apuñale hasta la muerte, seguirá aquí para ti –se apuntó hacia el corazón —. Siempre.

—Obedeceré cada una de tus órdenes –dijo Hibari –. Quítate la última máscara y dime lo que paso con Cavallone y Alaude.

—… Ellos dos se conocieron antes de que tú nacieras, y la maldición de amar a un Hibari es lo que…

—¿Es por eso que estás obsesionado? –se burló, aunque por dentro no podía aceptarlo, no quería, el sólo pensar que un hecho tan importante como la existencia de un Cavallone no estuviera registrada ni en el mismísimo diario del Rey le carcomía por dentro, más aun el hecho de que un completo donnadie como Dino sí lo sabía.

Fue cuando recordó al imponente hombre que vio una vez acompañar al Rey en la habitación privada.

—¿Somos hermanos? –la pregunta fue articulada en un susurro, pero ambos, Yamamoto y Cavallone la escucharon como si la hubiera gritado —¡RESPONDE!

Continuará.

Notas finales:

Pd Awwwww, ya volví a las andadas diabéticas. Déjenme sola unos diez meses y soy capaz de esto y mucha más azúcar, así que si quieren que deje las ridiculeces… comenten, agréguenme a favoritos, o el gatito muere.


PdPd. Me gusta lanzar a Colonnello por enormes cascadas, ¿algún problema? XD creo es la segunda vez que lo aviento, al pobre. La primera fue en Carlile…


PdPdPd. Oh sí veivi, ¿adivinen cuáles nenes tienen la siguiente historia? ¡Estamos a tres cuentos de terminar!~ ¡Próxima actualización en el cumple de P.! O sea, el 6.


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