Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La vida con un bebé. por Dashi Schwarzung

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Bueno, este fanfic lo tenía atorado en mi mente desde hace mucho tiempo, hasta que por fin se me hizo escribirlo… gracias a mi hermosa Beta por apoyarme con esta historia y darme varias ideas que podrían quedar mejor. Y nada, aportando más al hermoso Hikari Month <3

Hago la mención de que este es la segunda parte de mi fic que se llama "la vida en rosa"

Y como aquí no puedo poner portada... aquí está la PIC, que me parece tan linda.

 

 

 

…::: La vida con un bebé :::…

..::::..

.:.

.

 

Manejaba tranquilo hacia casa, el sol poco a poco comenzaba a descender, y las calles se llenaban de aquellas personas, que como él, se dirigían a sus hogares. Sus ojos se sentían pesados pero lo que lo reconfortó en ese momento fue saber que estaba a punto de llegar a casa. No pudo evitar bostezar, estaba claro que no había descansado bien últimamente.

Aunque si comparaba sus horas actuales de sueño a aquellas de hacía unos meses, definitivamente pensaba que estaba en la gloria.

Y es que aún, después de 6 meses, tener a un bebé en casa era un trabajo muy duro, pues al salir del cuartel de policía se olvidaba de su trabajo como oficial, pero al llegar a casa, recordaba sus horas de trabajo como padre, y más al saber que tenía que ayudar a su esposo, pues estar todo el día en casa, con un bebé de 6 meses para su pareja era muy cansado.

 

No entendía por qué, pero a su mente de repente llegaron aquellos recuerdos de su anterior aniversario de bodas, en el que había tenido que pensar en un buen regalo de aniversario en el último minuto. Vaya que aquel día había sido toda una odisea para él.

En ese mismo aniversario se enteró por su mismo esposo que iba a ser padre… y la aventura de su vida continuaba hasta ese instante.

 

Pronto estacionó el auto frente a la casa que estaba compartiendo con los dos amores de su vida y bajó de éste, esbozando una ligera sonrisa al saber lo que encontraría una vez que abriera la puerta.

Giró el picaporte y dos pares de ojos rubíes lo miraron, ambas miradas denotando emoción y felicidad. Notó a dos personas sobre el piso, jugando con unos bloques didácticos.

 

Unos balbuceos se dejaron escuchar de parte del pequeño bebé que se encontraba sentado sobre el piso, ahora estirando sus brazos y llamando a su modo al recién llegado. No perdió tiempo y fue directo hacia el pequeño, quien aún estiraba sus brazos, lo levantó del piso y lo abrazó, sintiendo las pequeñas manitas rodear su rostro y aquellas pequeñas risillas de felicidad.

—Daiki, qué bueno que llegaste.— El pelirrojo se levantó también del piso y caminó un par de pasos hasta detenerse frente a su esposo, para dejar un tierno beso en la mejilla morena de éste.

—¿Cómo se portó éste pequeño diablillo?— Cuestionó, mirando al bebé en sus brazos.

—Estuvo muy enérgico, gateando y metiendo a su boca todo lo que encontraba a su paso.

 

Daiki miró por unos segundos a su pequeño bebé, no dejaba de admirar tal belleza en su propio hijo: cabello azul, como el suyo, ojos color rubí, cejas delgadas y piel clara… un poco más que la de su esposo. Definitivamente la genética le parecía algo maravilloso.

—Vamos, calentaré la cena.— Taiga habló, dirigiéndose hacia la cocina para calentar la comida que había hecho por la tarde.

El moreno aprovechó el momento para ir hacia el comedor y sentar al bebé en su sillita alta para ayudar a su esposo a poner la mesa.

—Mi jefe accedió a darme el día libre mañana.— Daiki interrumpió el silencio, caminando hacia la cocina para ver qué era lo que su esposo había preparado para cenar.

—¿De verdad?— Elevó la voz, denotando mucha emoción en ésta, incluso el moreno pudo observar cierto brillo en aquellos ojos rubíes, y no era para menos, pues Kagami usaría ese día para descansar y relajarse un poco, ya que aquella era una de los pocas ocasiones en las que podría hacerlo.

 

Hacía una semana que Taiga le había comentado que Himuro Tatsuya había obtenido un pase doble para el spa del famoso ‘Hotel Mandarin Oriental’, un enorme edificio de 37 pisos de altura y que era muy famoso por ser tan lujoso y exclusivo. Dichos pases tenían vigencia de un mes, y sin pensarlo, Himuro invitó al pelirrojo a acompañarlo, puesto que ante sus ojos, su hermano necesitaba urgentemente relajarse.

Para Himuro no fue difícil conseguir esos pases, puesto que aún seguía trabajando como gerente en el Hotel Sunroute Plaza, un lugar que le daba muchos privilegios y le dejaba mucho dinero.

Y bueno, Daiki sabía que su esposo trabajaba mucho en casa y cuidando al pequeño bebé al que él solía llamarlo ‘pequeño diablillo’, así que un día libre para olvidarse de todo no sonaba tan mal para él.

 

—Asi que puedes llamarle a ese tonto emo y puedes ir con él.— Mostró una pequeña sonrisa, mientras se acercaba a su esposo y lo abrazaba por detrás. —No te preocupes por nada, yo podré cuidar bien a Ryo.

Kagami denotó una sonrisa amplia, esa era la primera vez en la que se podría tomar un descanso  alejado de todo; y no es que no le gustara estar junto a su esposo y su hijo, sino era simplemente el hecho de que después de esos 6 meses, se sentía estresado por el arduo trabajo que era cuidar al bebé Ryo.

Sin decir otra palabra, el pelirrojo giró sobre su posición y se apropió de los labios de su esposo, besándolo en modo de agradecimiento, pero el beso no duró mucho, ya que el pequeño Ryo empezó a mostrar su inconformidad al ver a sus dos padres besarse y a reclamar como suyo al pelirrojo que pasaba todo el tiempo con él.

—Tch. Vamos, pequeño, no te pongas celoso.— A Daiki le pareció graciosa la manera en la que su hijo se molestaba al estar más de cerca con el pelirrojo. Ambos padres dejaron salir una pequeña risa al ver al pequeño de ese modo.

..::..

.:.

.

Después de cenar y de pasar un tranquilo momento como familia, en el que el bebé Ryo aventaba la comida por todas partes y se ensuciaba todo lo que podía, Kagami, después de limpiar al pequeño, lo llevó a su recámara especial, le dio su biberón, notando cómo tomaba su leche con vehemencia, mientras escuchaba en la cocina los sonidos de platos y cubiertos, señal de que Daiki se encargaba de recoger la mesa.

 

No sabía cuánto tiempo había pasado esperando a que Ryo se durmiera, lo único que sabía era que su esposo no se encontraba en la sala mirando las noticias en la televisión, como lo hacía cada noche; aquello se le hizo algo raro, y se encaminó hacia la recámara sabiendo que el moreno se había dirigido hacia allí.

Justo al abrir la puerta de la habitación pudo notar la luz tenue de la lámpara, y sus ojos de inmediato se fijaron en aquel hombre glorioso que se encontraba sobre la cama, vistiendo solo su ropa interior y recostado en una pose muy sugestiva.

 

—Daiki ¿Qué rayos haces?— Hizo una pregunta tonta, pues cualquiera que viera la escena sabía lo que el moreno estaba planeando.

—¿Tú qué crees?— una sonrisa traviesa se apareció en sus labios —Aprovechemos ahora que el pequeño diablillo se durmió.— Estiró una de sus manos, llamando a Kagami a que éste se le uniera en la cama.

El pelirrojo no pudo evitar sonreír ante las acciones, no se le hacía una mala idea desaparecer su estrés acumulado durante el día en una buena sesión de sexo con su esposo; cuando se acercó al peliazul, éste lo tumbó enseguida sobre la cama, con esa mirada que le decía que iba hacerle cuanta cosa se le ocurriera al momento, Taiga simplemente se dejaría llevar por su esposo y ante el frenesí de dos cuerpos entregándose de la forma más apasionada y amorosa posible.

..::..

.:.

.

Eran casi las 8 de la mañana cuando el moreno despertó, producto del típico sonido de su hijo llorando; abrió los ojos pesadamente y no encontró a su pelirrojo esposo junto a él. De repente el llanto de Ryo dejó de escucharse y con curiosidad se incorporó lentamente y se sentó sobre la cama, tomó la oportunidad de llevar sus manos hacia sus ojos y tallarlos lentamente, tratando de espabilarse.

Torpemente se puso una camiseta y un pantalón ligero, ya que por las actividades de aquella noche había quedado completamente desnudo; luego salió de la habitación, bostezando en el camino hacia la sala.

 

—¿Taiga? ¿Qué rayos haces?— Cuestionó incrédulo al ver cómo su esposo terminaba de preparar comida, usando ese mandil azul que había comprado recientemente, mientras el pequeño bebé se encontraba sentado en la silla alta, riendo, jugando con su biberón y derramando su leche por todos lados.

—¿Qué parece que hago ‘genio’? Preparo la comida para que tú y mi hijo no se mueran de hambre hoy.

—Tch, no es necesario eso, siempre puedo ir a comprar algo para comer.— Contestó, caminando hacia el bebé y dejando un beso en su frente.

—¿Ah sí? ¿Qué planeas comprar para Ryo?— Enarcó una ceja y cruzó los brazos, esperando que su esposo no contestara algo estúpido como era su costumbre.

—Hamburguesas... seguro que también le gustan del Maji Burger.

El pelirrojo estuvo a punto de aventarle un tomate que se encontraba a su alcance, pero trató de contenerse, no sería nada bueno que su pequeño hijo mirara a sus padres iniciar una pelea de comida.

—Sabía que dirías algo tan estúpido como eso… es por esa razón que he hecho comida especial para Ryo.— Sostuvo un tupperware en sus manos, asegurándose de que el moreno escuchara atentamente sus palabras.

—¿Qué rayos es eso?— Preguntó frunciendo el ceño al no saber qué yacía dentro del envase de plástico.

—Papilla de fruta... por si no lo has notado, Ryo aún no tiene dientes.

 

Rascó su cabeza sin entender muy bien a qué se refería el pelirrojo, pero estar un día con el pequeño peliazul no sería tan malo a su consideración. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Se preguntaba.

Su atención fue acaparada por una maleta, esa misma maleta que tenía las palabras ‘Seirin’ impresas y que el pelirrojo solía usar en la preparatoria, sin embargo no dijo nada ante su recién hallazgo; era obvio que si Kagami iba a ir a un lujoso spa, tenía que llevar las cosas necesarias para ello.

 

Repentinamente, la casa se llenó de aquél sonido fuerte que era el timbre, anunciando que alguien había llegado de visita.

—Rayos, llegó antes de lo que pensaba.— Kagami habló, quitándose el mandil y dejándolo aventado en alguna parte de la cocina. —¿Daiki, podrías abrir la puerta?— Pidió, al mismo tiempo en el que él se dirigía hacia la recámara para tomar un par de cosas que podría necesitar durante ese día.

—¿Eh? ¿A quién?— Pero cuando se dio cuenta él mismo se encontraba frente a la puerta, tomando el picaporte, haciendo caso a la petición de su esposo.

Un gruñido de molesta dejó escapar de sus cuerdas bucales cuando miró a aquel chico pelinegro que se encontraba frente a él. ¡Cómo odiaba a ese maldito emo con cara de póker que sonreía tontamente!

 

—Hola, Aomine.— Himuro saludó con esa típica sonrisa forzada que siempre mostraba al ver al moreno, llevando una maleta en sus manos.

—Tch. Quita esa cara de póker.

Himuro hizo caso omiso al último comentario, y siendo el típico tío orgulloso, arrimó a Aomine con un brazo, al mismo tiempo en el que musitaba un ‘con permiso’ para entrar a la casa y de inmediato hallar al pequeño Ryo que aún se encontraba sentado en su sillita.

— ¡Ahí está mi sobrino tan lindo!— Llegó hasta donde el bebé y lo tomó entre sus brazos, apretujándolo  y  escuchando las risitas lindas del pequeño, prosiguió a hacerle cuantos mimos podía en ese momento. — ¿Te has portado bien? No has hecho enojar a Taiga. ¿Verdad?

Aomine rodó los ojos hacia otro lado; ahora tendría que bañar a su hijo para quitar de su pequeño cuerpo todo rastro de suciedad de las manos de Himuro Tatsuya.

 

—Tatsuya, llegaste temprano.— Una cuarta voz se dejó escuchar en el lugar; Kagami salía de la recámara con un par de cosas en mano.

—Bueno, pensé que querrías aprovechar todo lo posible este día. Además quería tener tiempo de estar con Ryo.

El moreno se sintió desplazado en toda aquella escena, pero no era como que realmente le importara mucho, después de tantos años casado con su esposo, ya se había acostumbrado a las visitas incómodas de Himuro, y al hecho de que él era prácticamente olvidado.

Escuchó cómo ambos hermanos se sumían en su propia conversación, y Ryo se les unía con varios balbuceos, mientras él, aburrido de la situación se dirigía hacia la cocina e indagaba en la comida que había preparado el pelirrojo para él; se le hizo agua la boca al notar la variedad de platillos que yacían sobre la barra.

 

—Daiki. ¿Estarás bien?— El pelirrojo sacó de su ensimismamiento a su esposo, acercándose a él y tomando tiernamente su mano entre la suya.

—Vamos, Taiga… estás hablando con el asombroso Aomine Daiki. El único que puede cuidarlos soy yo.— Mostró aires de grandeza, pero sus ánimos desaparecieron cuando escuchó una  especie de burla de parte del chico pelinegro.

Kagami hizo de cuenta que aquella burla no había salido de los labios de su hermano.

—Si necesitas algo, por favor, no dudes en llamarme… tendré el teléfono a la mano por cualquier cosa.

—No te preocupes por nada, Taiga. Yo puedo manejar esta situación.— Se acercó lo necesario a su esposo hasta juntar sus labios en un beso fugaz. —Puedes ir y olvidarte de todo por hoy, yo cuidaré bien a nuestro hijo.

Kagami mostró una gran sonrisa, luego tomó el rostro del moreno entre sus dos manos y unió de nueva cuenta sus labios, esta vez en un beso largo, en el que el peliazul dejó que Kagami adentrara su lengua, sin siquiera importarle que el chico con cara de póker los mirara.

—Ugh. — Himuro dejó escapar un sonido de desaprobación, dando media vuelta, enfocándose en su pequeño sobrino, esperando a que los otros dos chicos terminaran sus ‘ocupaciones’.

 

Cuando notó que su hermano tomaba su maleta, Himuro dejó al bebé en la misma silla donde lo había encontrado y se dispuso a caminar hacia la puerta.

Taiga no perdió la oportunidad de acercarse a su bebé y darle cuantos besos tiernos en su rostro podía, no era fácil para él dejar al bebé peliazul durante todo el día, incluso algo dentro de su pecho comenzaba a doler ante la idea de no verlo durante muchas horas.

 

Después de eso se encaminó hacia la puerta, sintiéndose escoltado por el moreno.

—¿Seguro que estarás bien?— Kagami no podía dejar su preocupación a un lado, y es que aquella era la primera vez en la que su esposo pasaría un día entero cuidando al bebé.

—¡Demonios, te preocupas bastante!

Kagami no pudo responder a aquella acusación, pues sabía que era cierto; suspirando, trató de deshacer sus pensamientos y en su lugar pensar con optimismo para intentar llenar su mente de esos pensamientos que le decían que Aomine Daiki podía cuidar de maravilla a su hijo.

—Si necesitas algo, puedes llama—

—Sí, sí, claro… no habrá problema.

—Tendré el celular a la mano.

—¡¡Vete ya!!— Gritó Aomine, ganando una sincera risa de parte de Himuro y un puchero de parte de su pelirrojo esposo.

—Pe-pero…—

 

Himuro tuvo que tomarlo del brazo y prácticamente arrastrarlo por el pórtico para irse, o de lo contrario, jamás saldrían de aquella casa.

Aomine entró con prisa a la casa, tomó a Ryo entre sus brazos y salió nuevamente al pórtico, vislumbrando cómo ambos chicos abordaban el auto del pelinegro y éste último empezaba a conducir. Miró cómo, desde la ventana del copiloto, Kagami agitaba la mano en señal de despedida; el moreno le regaló una sonrisa tierna, en la que le decía que todo estaría bien, el bebé sin en cambio, miró a su padre en el auto, y al observar cómo se alejaba lentamente a bordo de éste, comenzó a sollozar.

 

—Papá volverá… tranquilo.—Daiki musitó, abrazado al pequeño y poniendo su pequeña cabeza sobre su pecho, dándole un par de palmadas leves en su espaldita. Ambos entraron a la casa y el moreno dejó nuevamente a Ryo en su sillita, para que él pudiera servir el desayuno.

..::..

.:.

.

—¡Es enorme!— Musitó Taiga, justo al bajar del auto y enfocar su vista en el gran edificio que yacía frente a él, levantó el rostro y no pudo observar el punto en el que el edificio terminaba. Era un imponente rascacielos y el pelirrojo aún no podía creer que él estaría todo un día en ese lujoso lugar.

—Y espera a ver el interior, es aún mejor.— Himuro entregó las llaves del auto al valet parking y ambos chicos, sin necesidad de ayuda, tomaron sus maletas para adentrarse al edificio.

Tan pronto como atravesaron la puerta de entrada fueron recibidos por una elegante chica que los saludó cortésmente.

La chica que era la recepcionista se encargó de anotar los nombres de ambos chicos en su agenda de visitantes para luego llamar a la persona encargada del servicio del spa y que los recibieran como era debido.

 

—Ella es Tomoyo, y él es Akira, ellos se encargarán de ustedes por este día.— La encargada habló, mirando a Himuro y luego a Kagami, mientras las personas nombradas hacían una pequeña reverencia en señal de saludo.

Tomoyo era una chica rubia, con una apariencia muy joven, casi de niña, de baja altura pero muy eficiente cuando se trataba de trabajo; Akira era un chico trigueño, especialista en masajes.

—Creo que esto me gustará.— Himuro susurró, con voz casi imperceptible a los oídos de Taiga, quien difícilmente había escuchado el comentario.

—Compórtate…— Avisó, sabiendo totalmente a lo que se refería su hermano.

 

Ambos fueron dirigidos hacia un gran cuarto, en el que se podían ver dos camas de masaje, un jacuzzi, una pequeña piscina y varias tinas de baño. Era un cuarto lujoso en uno de los últimos pisos del edificio con enormes ventanales de cristal transparente; fácilmente se podía observar toda la ciudad desde ese lugar. ¡Era una vista sorprendente!

 

—Por ahora les daremos unas toallas y pueden meterse al jacuzzi para relajarse un poco. Regresaremos para empezar con los típicos masajes.—Tomoyo habló con cortesía, mientras su compañero de trabajo les daba las toallas que recién había mencionado la chica.

Himuro y Kagami asintieron a las palabras, mientras el jacuzzi poco a poco se llenaba.

..::..

.:.

.

Aomine había terminado de comer su desayuno; había tenido que alimentar primero al pequeño y después él mismo dedicarse a comer, pues se dio cuenta de que el pequeño Ryo tenía el mismo hoyo negro en el estómago al igual que su esposo. Entendió por qué Taiga había preparado demasiada comida para el bebé.

Prosiguió a levantar la mesa y tratar de no dejar aventados los trastes en el lavabo, pues no sería correcto que su pelirrojo esposo llegara de su día libre y tuviera que limpiar todo el desastre causado. Se atrevería a lavar los trastes, a pesar de su descontento por aquellas tareas domésticas.

 

Antes de empezar con esas labores, decidió bajar al bebé de su silla y dejar que éste deambulara por la casa. ¿Qué era lo peor que un bebé de 6 meses podía hacer?

Al mirar cómo Ryo gateaba rápidamente hacia otra parte, supuso que era tiempo de seguir con sus planes; arremangó las mangas hasta la altura de sus codos y empezó a lavar esos trastes. Dejando escapar de su boca uno que otro gruñido de insatisfacción ante esas tareas.

 

Cuando terminó de sus deberes notó que la casa estaba muy quieta… demasiado quieta, y no sabía si eso era bueno o malo, con un poco de suerte el pequeño diablillo se había dormido por ahí, aunque siendo tan temprano, y sólo con un par de horas de haberse despertado aquello no era una posibilidad.

Secó sus manos y caminó por la casa, buscando al pequeño peliazul, quien no emitía ningún sonido; buscó en la sala, en el cuarto de Ryo, en el baño, y no encontró rastros de él… hasta que decidió entrar a la recámara que compartía con su esposo.

—¡¡¡¡Pequeño demonio!!!!— Gritó dirigiéndose a Ryo quien felizmente jugaba con el celular del moreno, mordiéndolo, babeándolo e incluso aventándolo por todas partes para su diversión.

 

Lo tomó entre sus brazos y le quitó el celular, ocasionando que el bebé llorara fuerte.

—¡Demonios, Ryo! ¿De dónde agarraste esto?— Cuestionó, pues ni él mismo recordaba el sitio en donde estaba su celular. Prosiguió a ver los daños sobre el aparato: saliva del pequeño, unos rayones se podían apreciar en la pantalla y algunas magulladuras en la carcasa. —Eres un demonio. — Habló con enojo, pero al notar cómo el pequeño estaba tan feliz y cómo reía ante las acciones del moreno, decidió olvidar el asunto.

¿Daiki?

Una voz se escuchó por la bocina de su celular, miró el aparato como si éste fuera algo nuevo en su vida… parecía que su pequeño hijo no sólo había jugado con él, sino que había hecho una llamada.

—¿Hola? —Se atrevió a hablar, sin siquiera poder adivinar quién estaba del otro lado del teléfono.

—Daiki. ¿Qué significa esto? ¿Por qué me llamas y me dejas hablando como un loco?

El moreno tragó en seco cuando escuchó la voz de Akashi Seijuurou a través de la bocina de su celular.

—Ehh… yo… lo siento, estaba cuidand—

—No me interesa lo que estuvieras haciendo, si te atreviste a molestarme en una junta de mi empresa así que era algo de mucha importancia. —La voz del emperador no sonaba agresiva, pero sí muy firme, lo cual hizo temblar al moreno.

Piensa rápido, Daiki, piensa rápido”

Taiga me pidió que te invitara a cenar el viernes por la noche, cocinará algo exquisito. — “¡Demonios” Blasfemó en su mente cuando notó las imprudentes palabras que habían salido de su boca.

—El viernes por la noche… —Akashi quedó un momento en silencio mientras permanecía pensativo. —Me parece buena idea, estaré allí a las 8, hace mucho que no veo al pequeño Ryo. —El tono de su voz había cambiado; de autoritaria su voz ahora sonaba gentil. —Te veré entonces, Daiki. — Y sin una palabra más, la llamada fue finalizada.

 

Aomine quedó como tonto mirando el celular en su mano. ¡¿Qué demonios había hecho?! Invitar a Akashi a cenar… debía hacérselo saber a su esposo o de lo contrario éste incluso podría castrarlo.

..::..

.:.

.

Himuro y Kagami habían perdido la cuenta de cuánto tiempo habían estado dentro del  jacuzzi, lo único que sabían era que el hidromasaje se sentía tan bien; tanto que ninguno de los dos hablaba, sólo disfrutaban ese momento en el que las burbujas relajaban todo su cuerpo.

Si aquello seguía así, incluso alguno de los dos podría dormirse en ese mismo lugar.

 

—Les pediré que salgan del jacuzzi.— Habló la chica de nombre Tomoyo mientras trataba de obtener la atención de los otros dos chicos. —Ahora les daremos un masaje.

Su compañero, Akira, fue quien les entregó unas toallas, y ambos chicos pesadamente salieron del jacuzzi, tomando las toallas y secando el exceso de agua de sus cuerpos.

—Rayos, estuve a punto de dormirme allí adentro.— Habló Taiga con voz baja, sin importarle que  Tomoyo y Akira los escucharan.

—También yo, creo que no resistiremos el masaje. — Rió un poco a sus propias palabras, esperando no dormirse en el proceso.

 

Tomoyo y Akira se miraron fugazmente, como preguntándose quién iba a darle masaje a quien, y por la mirada de la chica, Akira supo que ella prefería al chico del lunar en el ojo.

..::..

.:.

.

Ya que el pequeño Ryo era demasiado hiperactivo, decidió darle varios juguetes, con lo que se entretuvo un poco; al principio trataba de evitar que el pequeño se llevara todos sus juguetes a la boca, pero cansado de notar que el bebé no le hacía ningún caso, dejó que hiciera con sus juguetes lo que él quisiera.

 

Vigilando a su hijo de cerca, se sentó sobre el sillón y prendió el televisor; con un poco de suerte y algún partido de basquetbol se estaba transmitiendo en el canal de deportes. Repentinamente Ryo empezó a llorar y gritar. No tenía ni una pizca de idea de lo que le molestaba a su hijo.

—¿Qué pasa contigo, pequeño diablillo?— Preguntó, como si el pequeño pudiera contestarle. Sin espera, se dirigió hacia él, levantándolo del piso, y a su nariz llegó un olor repulsivo que aún no estaba acostumbrado a percibir—¡Puag! ¡¡¡Qué asco!!!— Gritó alejando lo más que podía al pequeño, mientras aún lo cargaba.

 

—Asco, asco, asco, asco.— Dijo cargando al pequeño lo más lejos de él posible mientras caminaba al lindo cuarto del bebé. Lo dejó delicadamente sobre la mesa acolchonada para cambiarlo, dicha mesa era muy segura, al menos en el rato en el que él buscaba los artículos para hacer bien su labor.

Tomó la crema para rozaduras, las toallitas húmedas  y buscó en la bolsa en donde su esposo guardaba los pañales; fue grande su sorpresa al notar que en dicha bolsa sólo había un pañal.

—Es broma ¿No?— Se preguntó a sí mismo al no encontrar más pañales, aquello no era bueno, significaba que tenía que salir al supermercado a comprar otra bolsa de pañales.

Suspiró en resignación, al menos ese pañal aguantaría por un par de horas, si es que tenía suerte.

 

—Bien, empecemos con esto.— Le dijo al pequeño, como si éste pudiera hablarle, para su suerte el pequeño peliazul se encontraba jugando con sus manos, por lo cual estaba tranquilo.

Retiró el pantalón pequeño y trató de hacer lo mismo con el pañal sucio.

—¡¡¡¡Qué asco!!!! ¡¡¿¿Qué demonios te da de comer Taiga??!!— Gritó tapando su boca y sintiendo náuseas, el pequeño Ryo rió ante las acciones de su padre, tal parecía que verlo así le resultaba muy gracioso.—Esto será largo…— Se dijo a sí mismo, tapando aún su nariz.

..::..

.:.

.

—Mmmm, sí… esas manos son mágicas.— Mencionaba Himuro, en parte también para coquetear con aquella chica rubia, cuyas manos se encontraban en su espalda haciéndolo ver estrellas con los movimientos circulares de sus dedos.

—Veo que ha estado muy tenso, sus músculos están muy rígidos. —Dijo la chica, omitiendo el comentario que había hecho su cliente.

—Bueno, el trabajo es muy estresante, ya necesitaba un momento como éste.— Sonrió, instintivamente mirando junto a él a su hermano pelirrojo. —¿Qué me dices tú, Taiga?

 

El pelirrojo tenía los ojos cerrados, simplemente sintiendo cómo los músculos de sus piernas se deshacían de la pesadez ante las manos diestras del chico trigueño que era su masajista en esos momentos, podía sentir perfectamente cómo dicha pesadez desaparecía de su cuerpo ante los toques de aquel chico.

—Se siente tan bien.— Apenas pudo pronunciar, entregándose a las deliciosas sensaciones en su cuerpo.

 

Himuro podía ver a la perfección aquella extraña expresión que yacía en el rostro de aquel chico llamado Akira, y para ser sincero no le agradó nada, parecía que aquel chico trigueño estaba disfrutando más el masaje que Taiga.

Notó cómo las manos de aquel chico subían lentamente por las piernas de su hermano, justo hacia el trasero de éste.

—Hey, Akira…— Habló, atrayendo la atención del nombrado. —Será mejor que tu mano no siga subiendo, a menos que quieras a un esposo sediento de sangre asediándote día y noche.— Rió a su propio comentario al saber que Aomine era alguien muy celoso.

El chico hizo caso de las palabras del pelinegro, y sin decir nada, sus manos pasaron ahora a la espalda baja de Kagami a continuar con su trabajo.

 

De repente el celular de Kagami comenzó a sonar, un ruido tan molesto que sacaba a los 4 chicos de concentración.

—Creo que no debería contestar, podría poner su celular en modo silencioso— Sugirió Akira, sin apartar sus manos de la ancha espalda de Kagami.

—No puedo, es mi esposo. — Alcanzó su celular que descansaba sobre un estante y se atrevió a contestar, sin que el chico trigueño interrumpiera sus ocupaciones.

 

Taiga ¿Qué demonios? Ya no hay pañales. ¿Tienes algunos guardados?

El pelirrojo no quería ser descortés, pero tal parecía que los dedos mágicos de Akira lo tenían en las nubes.

—Sí, están guardados por ahí… ngh.

Del otro lado de la línea Aomine miraba su celular con estupefacción. ¿Lo que había salido de la boca de su esposo había sido un gemido? “¿Qué carajos?”

Taiga ¿Qué demonios estás haciendo?

Mmmm recibo un… masaje.— Apenas pudo pronunciar.

Más vale que el masajista no esté tocando más de la cuenta o juro q—

Fue lo último que el pelirrojo pudo escuchar antes de terminar la llamada, poner su celular en modo silencioso y dejarlo en el mismo lugar donde lo había agarrado momentos antes. Se suponía que era su día libre, y aquello significaba estar alejado de todo lo que lo estresaba. Ya tendría tiempo de disculparse con su esposo por cortar de ese modo su llamada.

..::..

.:.

.

—¡Cortó mi llamada!— Miró su celular con incredulidad, rara vez su esposo hacía esas cosas, sin embargo se dio por vencido en llamar por segunda vez, seguro que el pelirrojo no volvería a contestar. —Y seguimos sin pañales, Ryo.— Le dijo al pequeño que se encontraba gateando por todo el cuarto.

 

Los planes repentinos eran  salir al supermercado por más pañales, aunque le resultaba extraño, pues Taiga siempre tenía cosas de repuesto, y más cuando se trataban de las cosas del bebé Ryo.

Otra inquietante acaparó su mente... ¿Cómo llevar al pequeño a todos lugares? Taiga siempre usaba un portabebé, pero… nah, aquello resultaba muy poco varonil y demasiado gay -sin ofender a su esposo- También tenían una carriola, pero… era demasiado estorbosa, y más cuando sabía que mucha gente a esa hora acaparaba los centros comerciales y supermercados…

—Te llevaré en mis brazos. — Pensaba que aquella era una idea genial, total, sólo iría al supermercado por una bolsa de pañales, no es como que se fuera a tardar dos horas.

 

Llevando al pequeño Ryo en sus brazos, salió de la casa, sin absolutamente nada más que su celular, llaves y cartera; caminó por las calles asediadas de gente, pues aquella era la hora pico, en la que las empresas cambiaban turnos y los estudiantes salían de la escuela.

No había caminado ni dos cuadras cuando la gente lo miraba extraño, algunas chicas denotaban un rostro de ternura, otras más susurraban mientras lo miraban, algo que él simplemente no entendía pero que al final de cuentas sí le incomodaba un poco.

 

Por fin llegó al supermercado y se dispuso a dar vueltas en el lugar, intentando encontrar el área de bebés, en donde podía comprar lo que necesitaba; hasta que por fin lo encontró… supuso que la talla mediana era la que usaba su hijo, así que se arriesgó a comprarla.

 

—Oh, pero qué hermoso bebé. — Una chica detrás de él habló, haciendo que girara el cuerpo y la mirara de forma correcta. —¡Es tan lindo!

—Uhhh… sí, supongo…— Trató de posar su vista en otro lugar que no fueran los enormes senos de la chica y el gran escote que usaba. Claro que pensaba que su hijo era hermoso, pero más que hermoso era un pequeño diablillo.

Ryo mostró una gran sonrisa y empezó a balbucear feliz por obtener la atención de la chica.

 

Cuando el moreno se dio cuenta, una agrupación de chicas de muy buena delantera se acercaba hacia él y su pequeño, y sin saber por qué, abrazó fuerte a Ryo.

—¡Pero qué lindos ojos rojos tiene!

—¿Cuántos meses tiene?

—Qué bello está

—Quiero cargarlo

Esos eran unos de los pocos comentarios y preguntas que podía escuchar, no podía adivinar si Taiga pasaba por eso mismo cada vez que salía de casa, y tampoco quería imaginarlo, o de lo contrario se pondría celoso.

Notó cómo las chicas se acercaban cada vez más a él, y se puso nervioso de repente.

—¡Aléjense! ¡¡Estoy casado!!— Y con esas simples palabras, se escabulló de allí, cargando a Ryo, y en su otra mano llevando los dichosos pañales.

 

Pagó tan rápido como pudo y salió de ese lugar, ante la mirada de más gente que quería tocar y abrazar a su hijo, quien para colmo, tenía el mismo carácter tranquilo y ese carisma de Taiga, eso no ayudaba en lo absoluto.

Por si aquel incidente dentro del supermercado no era suficiente, Ryo empezó a llorar a todo pulmón, y eso no era lo peor… lo peor era que Aomine no tenía idea del por qué lloraba su pequeño.

Lo primero que se le cruzó por la cabeza es que el pequeño tenía hambre, hacía unas horas que había pasado el desayuno, y lo más lógico era que el estómago de bebé Ryo estuviera pidiendo nuevamente comida.

 

Suspiró derrotado y luego caminó de regreso al supermercado, había visto unos de esos frascos sellados con papilla para bebés, con suerte y eso serviría para calmar al pequeño diablillo durante unos minutos, al menos mientras regresaba a casa. Maldecía a su cerebro que le había dicho que salir sin nada para el bebé  estaría bien.

 

~*~

 

Himuro y Kagami se encontraban ahora en la tina de baño, sintiéndose aún más relajados al contacto del agua cálida. Dicha agua tenía algunas sales y hierbas naturales para ayudar a la estimulación de la relajación de los músculos.

Akira y Tomoyo los habían dejado por un momento solos para que permanecían tranquilos dentro de las tinas.

 

—¿Está bien que no lo llames? — Cuestionó el pelinegro, girando un poco el rostro hasta mirar a su hermano que estaba a escasos metros de él.

—¿El gran Daiki Aomine que no pueda hacerse cargo de la situación? Creo que podrá solo.— Mencionó sabiendo que su esposo no podía estar tan mal como creía. Después de todo, el peliazul era un hombre adulto y maduro. —¿Qué podía ir mal?—

..::..

.:.

.

Rondaban las 4 de la tarde, y por fin el pequeño Ryo había sucumbido al cansancio y se había quedado dormido. Aomine no sabía por cuánto tiempo el pequeño dormiría, supuso que alrededor de dos horas, así que tenía el tiempo perfecto para encargarse de varias cosas antes de que su esposo llegara.

 

—Oi, necesito que me expliques cómo funciona esta cosa.— Hablaba por teléfono, escuchando al tipo gruñón del otro lado. Ni siquiera entendía por qué lo estaba llamando, había parecido una buena idea en sus pensamientos.

¿Por qué tengo que decírtelo yo? Además, me es impensable saber que jamás en tu vida has usado una lavadora.

Vamos Midorima, no seas tan tsundere, sólo te estoy pidiendo que me expliques cómo usarla, es todo… 

¿Dónde está Kagami? Si te dejó a ti solo en casa… déjame decirle que fue un completo error.

¿Qué demonios tratas de insinuar? Y sí, mi hijo y yo estamos en la casa solos.— Habló tranquilo, sin ánimos de pelear con el peliverde, al poco tiempo pudo escuchar un sonido de sorpresa del otro chico del otro lado de la línea.

Pobre Ryo.

 

Chasqueó la lengua al escuchar las últimas palabras. ¿Por qué nadie creía que él fuera capaz de cuidar de Ryo y de él mismo? Esa era una ofensa para él.

Después de todo, Midorima no fue tan malo y le explicó cómo usar una lavadora, al menos pudo lavar la poca ropa que su pequeño bebé había ensuciado durante el desayuno y la comida, así su esposo no tendría que llegar a ocuparse de esas cosas.

..::..

.:.

.

Eran las 5 de la tarde cuando Ryo despertó llorando y pidiendo más comida, al moreno ya no se le hacía algo raro, pues durante todo el día el bebé había comido como si no hubiera un mañana… justo como su pelirrojo su padre.

—Tenías que heredarlo de él…— Dijo sarcásticamente sacando del refrigerador el tupperware con la papilla de frutas.

 

El pequeño comía tranquilamente cuando la puerta de la entrada sonó fuerte, se levantó rápidamente de su asiento, extrañado al pensar que aquel que había llegado era Taiga y que éste no le había avisado de su regreso.

Pero cuando notó unos cabellos azules, del mismo tono que los de él, supo que se había equivocado.

 

—¡¡Ryo, mi bebé!!— Gritó la recién llegada, prácticamente corriendo hacia el nombrado y tomándolo entre sus brazos.

—¡Mamá, no entres de ese modo! Creí que eras Taiga.— Confesó, cruzando los brazos al saber que su esposo le había dado a su madre una copia de la llave de la casa, y ella podía entrar cuando quisiera; en definitiva esa no había sido una buena idea para él.

—Lo siento, vine a ver cómo la estás pasando cuidando a este hermoso angelito.— Le sonrió a su hijo, sintiendo unas pequeñas manitas que abrazaban su pecho.

—Estamos bien, no tienes de qué preocuparte. — Miró cómo su madre le hacía gestos y cosquillas al pequeño, y una pregunta de repente surcó su mente. —¿Taiga te pidió que vinieras?

 

Los ojos de la mujer se fijaron en los de Daiki con un poco de sorpresa, pensó que Taiga ya había hablado con Daiki sobre ese hecho, así que mudó por unos segundos, sin saber si debía responder con la verdad o por lo contrario decir una mentirilla piadosa.

—Bueno, pues… él sólo estaba preocupado por ustedes dos. — Dijo al final de cuentas, yendo hacia el sillón, sentándose y posando a Ryo sobre sus piernas. —No lo culpes, los ama demasiado.

 

El moreno suspiró derrotado, sabía que su madre había ido sólo para vigilarlo a él y el cómo cuidaba a su hijo; después de todo no culpaba a su esposo por haberle pedido un favor a su madre, ya que había pasado un día sumamente difícil con el pequeño, un poco de ayuda de aquella fantástica mujer de cabellos azules no le vendría para nada mal.

Ya se encargaría luego de reñir a Taiga por pensar que era un bueno para nada.

..::..

.:.

.

Después de darle a Tomoyo y a Akira una gratificación por el excelente trabajo que habían hecho, Himuro y Kagami tomaron sus cosas y prosiguieron a salir del edificio, no sin antes recibir un par de folletos de la recepcionista sobre las promociones del hotel y opciones de pago.

 

Himuro claro que quería regresar a ese lugar, ya fuera para hospedarse o simplemente para regresar al spa; ahora se sentía completamente descansado y relajado, ese spa había hecho maravillas con su cuerpo.

 

—Espera, Tatsuya, le llamaré a Daiki.— Habló, notando cómo su acompañante pelinegro asentía. Estaban justo en la entrada del hotel, esperando a que el Valet Parking trajera el auto.

Esperó por un momento a que su llamada fuera respondida, hasta que pudo escuchar aquella voz gruesa y sensual que tano amaba.

Hey Taiga. ¿Qué tal el spa?— Pronunció el moreno, sabiendo el motivo de la llamada de su esposo.

—¡Fue genial! Tú y yo debemos venir juntos en alguna ocasión.

Suena bien, creo que después de éste día necesito un descanso. —Mencionó, recibiendo como respuesta risas audibles del pelirrojo.

—Bueno, bienvenido a mi mundo. —Rió un par de veces más al escuchar sólo el gruñido de su esposo. Notó cómo el valet parking estacionaba el auto de Himuro, quien tomó ambas maletas y las puso dentro del carro. —Debo colgar… ya vamos de regreso, procura aguantar sólo unos minutos más. —La llamada terminó, con un ‘trataré’ de parte de su esposo.

 

Ya se imaginaba que Daiki había tenido un día pesado junto a Ryo, por esa misma razón le había pedido a su suegra ir a ‘echarles un ojo’, no porque creyera que su esposo no podría solo, sino para que el moreno tuviera un rato para descansar mientras su mamá se encargaba del pequeño, al menos por un rato.

..::..

.:.

.

En aquella hora y media que estuvo la señora Aomine en casa de su hijo, se dedicó a jugar y a cuidar al pequeño Ryo, tratando de cansarlo lo más que pudiera para que cuando regresara su lindo y querido yerno, éste pudiera aprovechar por completo su día de descanso.

—¿Te llamó Taiga? —Preguntó la mujer, dándole un par de cochecitos al pequeño, quien feliz los metía a su boca, luego ella intentaba hacer que jugara y no que sólo los chupara.

—Sí, dice que ya viene en camino… — Suspiró para ir hacia la mesa que se encontraba a poca distancia y servirse agua en un vaso. —Ojalá ese emo no muestre su cara de nuevo. — Gruñó, pidiendo a todos los cielos porque el chico pelinegro no mostrara su cara de poker de nuevo, después sorbió un poco de dicha agua.

—Entonces si ya viene, será mejor que me vaya. —Tomó su bolsa que se encontraba sobre el sofá y tomó a Ryo entre sus brazos, dándole todos los besos que podía. —Daiki, los espero en mi casa el fin de semana, prepararé algo exquisito de comer para ustedes.

 

Aomine sólo asintió con la cabeza, recibiendo a su pequeño hijo en brazos, luego miró salir a su madre de allí con halagos hacia el pequeño peliazul.

..::..

.:.

.

—¿Seguro que no quieres que te acompañe a la entrada? —Cuestionó Himuro, mientras el pelirrojo salía del auto.

—No te preocupes, estoy bien. —Contestó Kagami antes de cerrar la puerta del coche y despedirse con un movimiento de mano.

Himuro sonrió y arrancó el auto sin esperar a que Kagami entrara a casa.

 

Menos mal que su hermano no había insistido en bajar y despedirlo en la puerta de su casa, ya que estaba seguro que Daiki no estaría tan feliz de ver al pelinegro; conocía bastante bien a su esposo como para poder confirmarlo.

 

Sin demora abrió la puerta de entrada de la casa y como por puro instinto sonrió al saberse en su hogar. ¡Cómo amaba estar allí! Pues aquella casa estaba impregnada de recuerdos y de sensaciones tan reconfortantes.

—Daiki, Ryo, he llegado. —Anunció en voz alta, dejando aventada su maleta en la entrada; se quitó los zapatos justo después de hablar y frunció el ceño al notar la escasez de ruido en su casa. Aquello le resultó muy extraño.

 

Caminó unos pasos hasta llegar a la sala y allí vio a su esposo, recostado justo sobre la alfombra y con el pequeño junto a él, ambos estaban abrazados y profundamente dormidos.

No podía saber qué habían hecho para quedar de esa forma y no tener tiempo siquiera de ir a la cama, pero al ver los carritos y bloques de juguete del bebé Ryo, supo que habían estado jugando juntos hasta que el sueño los venció a ambos; ahora estaba seguro de que su esposo había tenido un día muy pesado.

 

Con delicadeza se acercó a ambos peliazules y suavemente movió a Daiki, pero al ver que éste no despertaba, se atrevió a dejar varios besos por todo su rostro, hasta que por fin pudo notar el disgusto en el rostro de su esposo y luego miró cómo aquellos hermosos ojos color zafiro lentamente se abrían.

 

—He llegado. —Musitó cerca del rostro del moreno, quien se incorporó muy lentamente, sin molestar a Ryo y se abalanzó hacia el pelirrojo, envolviéndolo entre sus brazos de forma firme.

—Rayos, no sabes cuánto te extrañé…— Confesó suspirando a sus propias palabras.

Kagami se sorprendió un poco ante el repentino contacto físico, pero esbozó una sonrisa, totalmente contento por aquellas acciones.

—También te extrañé… seguro que fue un día difícil. ¿No?

—No te imaginas cuánto… este niño se ha ganado con creces su apodo. —Trató de no sonar tan quejumbroso, pero por supuesto que su día había sido difícil cuidando a Ryo.

—¿De verdad crees que es un pequeño diablillo?

—Antes lo creía, ahora totalmente lo sé.

 

Una risa escapó de los labios del pelirrojo, y sin demora se dirigió hacia el bebé para tomarlo en sus brazos y llevarlo a su recámara, donde seguramente dormiría hasta el día siguiente.

Salió de la habitación del bebé y notó que su esposo ya no se encontraba en la sala, además de que la luz en esa parte de la casa se encontraba apagada.

Supuso que el moreno se había dirigido hacia la alcoba y sin pensarlo por segunda ocasión se dirigió hacia allí. Abrió la puerta y vio a Aomine recostado en la cama, con un rostro de total fatiga.

—Vamos, no seas tan exagerado. — Sonrió a sus palabras, recargándose en el marco de la puerta, mirando fijamente a su esposo.

—Taiga, me muero~ — Arrastró la última vocal de la oración. —No quiero imaginarme cuando Ryo tenga 15 años… será un adolescente problemático.

Ante la idea, el pelirrojo avanzó los pasos suficientes hasta sentarse sobre la cama y tomar la mano morena entre la suya.

—Creo que Ryo tendrá dos excelentes padres que lo guiarán por buen camino. —Miró los hermosos zafiros de su esposo, quien asintió levemente. —Además de que también tiene una abuela y un tío estupendos.

—Pfff. Tenías que nombrar a ese emo.

No sabía quién sería el más estricto, si Taiga o él, pero estaba seguro que estaban haciendo un buen trabajo como padres, o al menos él es lo que intentaba; después de todo parecía no estar haciéndolo tan mal.

 

—¿Quieres venir a la cama y dormirte junto a mí? Estoy demasiado cansado siquiera para hacerte el amor.

—Wow. ¡Qué confesión! Jamás has estado lo suficientemente cansado para eso. —Bromeó Kagami, despojándose de su ropa para ponerse algo más cómodo para dormir.

—Aunque… — Levantó un poco su rostro sólo para observar cómo se cambiaba de ropa su esposo —…ante ese trasero divino que tienes... no puedo evitar desearte. — Volvió a recostarse al haber dicho sus palabras.

—Es una lástima… yo en realidad tengo mucha energía. —El tono insinuante en su voz no se hizo esperar, mientras le mostraba una mirada inusual al peliazul.

—Cariño, perdóname, de verdad muero de cansancio, creo que tendrás que hacerlo tú solo. —Intentó pasar por alto las provocaciones de su pelirrojo esposo, no era la primera vez que alguno de los dos evitaba el tema del sexo cuando se sentían cansados, pero lo que sorprendió a Daiki en ese momento fue el sentir a Kagami a horcajadas sobre él, con esa mirada que le decía que iba a ser devorado completamente.

—No debes preocuparte por eso… estoy dispuesto a hacer todo el trabajo. Tú sólo quédate allí y hazme sentir bien. —Una sonrisa lasciva se formó en su rostro, y el moreno no pudo hacer más que sentir ese sonrojo en sus mejillas, sabiendo que al día siguiente estaría totalmente cansado para ir al trabajo. Pero ¿Qué importaba? Amar de esa forma a su esposo era lo que más le encantaba.

..::..

.:..

.

La mañana había llegado rápidamente, y era cierto que Daiki se sentía muy cansado después del día anterior.

 

—¿Cómo ese diablillo puede comer tanto? ¡Es sólo un bebé! —Aomine decía, observando a su esposo preparar el desayuno.

—Es un bebé en desarrollo, es normal que coma de esa forma. —Habló mientras freía algunos vegetales.

—¡¡¡Claro que no es normal!!!

—Es mi hijo… es normal.

—Bueno, si lo pones de ese modo…

De acuerdo… ante los ojos de cualquiera, el que Ryo comiera bastante al igual que su padre era algo anormal. Daiki supo que tendría que llenar no sólo un estómago con un hoyo negro en él… sino dos.

 

—Ahora que lo recuerdo… te fuiste y no me dejaste pañales de sobra para Ryo. —Empezó a quejarse al recordar su día anterior.

—Siempre hay pañales de sobra, Daiki. ¿Revisaste el mueble que se encuentra junto a la cama de Ryo?

El moreno mudó por unos momentos, si alguien se lo preguntaba, él sólo había buscado con su mirada, sin abrir cajones ni gavetas…

—Bueno yo… — Llevó su mano hacia su cabeza. —¿Y qué demonios con todas las chicas que se acercan para querer hacerle mimos a Ryo? — Recordó su aventura en el supermercado, en donde varias chicas se habían acercado a él por su hijo.

—Eso es algo normal… las chicas aman a los bebés. —Dijo como si nada, al momento en el que seguía haciendo el desayuno —Basta con que les digas amablemente que estás retrasado con tus labores y es todo.

 

Hizo una mueca ante la sugerencia, aún le resultaba interesante cómo su esposo había aprendido a lidiar con esas cosas diarias y hacer de cuenta que no era importante, mientras él había tenido un momento difícil e incluso había tenido que huir de esas chicas.

 

—¿Por qué le dijiste a mi madre que viniera a vigilarme? —Esta vez su voz denotó un tono de ofensa, pues por supuesto que no le había gustado que su esposo pidiera a su madre cuidar de él y su hijo.

Kagami apagó la estufa y giró hacia él, soltando un suspiro de resignación.

—No le pedí que viniera a vigilarte. —Se quitó el mandil azul y lo dejó colgado en el lugar de siempre. —Sé cuán difícil es cuidar a Ryo, incluso lo es para mí aunque ya estoy acostumbrado… sólo le pedí que viniera a apoyarte. Sabía que necesitarías un pequeño momento de descanso. —Dijo tranquilo al momento en el que sus pasos lo dirigían hacia donde su esposo. —Daiki…— Tomó una de sus manos entre la suya y notó cómo los orbes del nombrado lo miraban. —Sé que podías hacerte cargo de la situación, eres mi super-esposo y un super-papá... —Sonrió tras haber dicho sus palabras, notando cómo una sonrisa similar se formaba en el rostro de su esposo. —Pero tener un poco de ayuda de otras personas nunca nos viene mal… y más cuando tenemos a un bebé tan pequeño y travieso como Ryo.

 

En definitiva con aquellas palabras el moreno se había quedado en completa calma. Amaba la forma en la que Taiga le hacía ver las cosas de una forma dulce y amorosa, era una de las cualidades que el pelirrojo había aprendido hacía algunos años.

Sintiendo su corazón palpitar ante la situación, se acercó lo suficiente a Kagami hasta rodearlo con sus brazos tiernamente, posando su cabeza sobre el hombro del pelirrojo, aspirando aquel olor distintivo que lo volvía loco.

—Te amo, Taiga.— Confesó sobre el hombro del nombrado, sintiendo cómo las manos de piel bronceada se situaban en su cabello azulado.

—Me too. —Respondió en inglés, cerrando por un momento sus ojos ante las sensaciones que sólo el moreno le podía hacer sentir.

 

No estuvieron mucho tiempo así, pues el llanto del pequeño Ryo se dejó escuchar en la casa, y fue Kagami quien tuvo que deshacer el abrazo.

—Bueno, parece que mi ronda de trabajo inicia ahora. —Bromeó, dejando un beso fugaz en los labios de su esposo, para luego dirigirse hacia la habitación del bebé.

No pudo evitar sonreír, se sentía feliz por tener a esas dos personas que iluminaban su día cada día… esas dos personas por las que salía a trabajar diario… esas dos personas que lo mataban; uno de amor y el otro de ternura.

 

 

 

 

Omake::..

 

El día viernes pronto había llegado, Kagami preparaba la cena, mientras Aomine tomaba a Ryo de los brazos y trataba de ejercitar las pequeñas piernas del niño. Había leído en internet que durante los 6 meses era bueno ejercitar las piernas de un bebé, pues así habría más opción de que el pequeño caminara antes del año.

Por supuesto que la idea de ver a su hijo caminando por toda la casa le era muy interesante, aunque aquello bien podría significar mucho más trabajo para su esposo.

 

El timbre de la casa sonó repentinamente, y Kagami, poniendo la estufa a flama baja se dispuso a abrir.

—¿Quién rayos será?  —Su pregunta fue escuchada por Daiki, sin embargo éste sólo lo miró sin decir nada.

 

Kagami giró el picaporte y pudo encontrar a un chico, cuyos ojos eran bicolor y se encontraba vestido de una forma muy formal.

—Hey Akashi. —Saludó cortésmente, mostrando una pequeña sonrisa.

—Hola Taiga, lamento no haber llegado tarde.

El de mayor altura frunció el ceño, sin saber qué estaba pasando o a qué se refería el emperador.

—Ehh… Daiki… Akashi llegó. —Trató de hablar, haciéndole pensar al chico con heterocromía que no pasaba nada.

 

Aomine abrió los ojos con sorpresa. ¡Rayos! ¡Había olvidado decirle a Akashi sobre la ‘pequeña mentira’ que había dicho aquel día en el que cuidó a Ryo! Estaba seguro que Kagami lo mataría… pensó en cualquier excusa o una salida fácil, pero no la halló… lo único que podía hacer era comportarse como el hombre adulto y maduro que era…

 

Kagami giró su vista y miró cómo su esposo se levantaba del piso y corría hacia la puerta trasera de la casa y dejaba al pequeño Ryo sobre el piso.

Dejando a Akashi en la puerta, Kagami corrió hacia donde su esposo, pero no pudo alcanzarlo… Aomine había escapado por la puerta trasera de la casa y corría como vil demente por la calle.

—¡¡¡Maldito!!! — Gritó Kagami, alzando una mano con el puño cerrado —¡¡Tienes que regresar, y cuando lo hagas voy a castrarte!! —Sí, estaba molesto porque su esposo no le había informado que el magnate de negocios, Akashi Seijuurou, iría a su casa para cenar… lo peor es que no tenía nada preparado para él… curry era lo único que había hecho para cenar y no era una comida indicada para un hombre que frecuentaba tantos restaurantes podía, como lo hacía  Akashi.

 

 

 

Notas finales:

Me disculpo si es que hubieron faltas de ortografía, traté de revisarlo minuciosamente pero siempre tiene que colarse una falta D:

En fin, espero que les haya gustado.

Gracias por sus comentarios y visitas, sus reviews siempre me alegran c:

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).