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El Harem del príncipe Ryoota por himurita

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Notas del capitulo:

Hola!

Siento mucho haber tardado tanto! Pero realmente el capítulo me costó, y todo es culpa de Atsushi!

Murasakibara: ¬¬

Cof cof es decir, que espero y les guste este capítulo, no habrá mpreg aún, de hecho seguiré pensando al respecto.

De nuevo no hay besos de Kise~, su tres maridos están locos y no lo dejan~ así que Kagami los dará en su lugar~

Kagami: Ejem… yo… pues… para agradecerles a quienes leen este fic y dejan sus valiosas opiniones, les mando un beso… *con la cara de color rojo tomate(?)*

 

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Capítulo VI Murasakibara Atsushi El mejor pastelero del reino de Yosen


El viaje a Seirin no duró mucho, pues luego de lo acontecido en la reunión con el tema de los gladiadores, el Rey Imayoshi arregló todo para que el pago por el tigre de Seirin se efectuara sin contratiempos y su yerno pudiera partir de inmediato de regreso a Teiko, porque sinceramente el Rey de Fukuda no le inspiraba nada de confianza, y no dudaba que aprovechara cualquier descuido, ya fuera  suyo o de Ryoota, para intentar hacerle algo a este último, o mínimo meterlo en algún problema.


Por su puesto Ryoota estuvo totalmente de acuerdo, tomó a su futuro esposo pelirrojo y emprendió el camino de regreso tan rápido como le fue posible, aunque durante el trayecto pudo conversar bastante con el ex gladiador, y enterarse de todo lo que éste había tenido que pasar  a lo largo de todos esos años, así como también él le contó cómo era Teiko y algunas anécdotas graciosas de cuando era pequeño, incluso le habló sobre un compañero pelirrojo que lo intimidaba cuando tenía ocho años, pues según él ese pequeño era aterrador, y ahora se había acordado de él gracias al cabello rojizo de Taiga.


-No pudo haber sido tan malo,  nadie a los ocho años puede asustar tanto-murmuró Taiga divertido de ver la cara de susto que el de los ojos dorados había puesto.


-Te sorprenderías Kagamicchi…-Un escalofrío le recorrió la espalda al recordar una penetrante miraba bicolor, y se abrazó a sí mismo de manera dramática, logrando que su acompañante riera, mirándolo con cara de que estaba loco.


El rubio también río y continuaron hablando un poco más, hasta que finalmente llegaron a su destino, sobra decir que Taiga quedó maravillado con la grandeza del reino de Teiko, y se alegró de poder presenciar aquello, de al fin haber podido dejar de observar únicamente las cuatro paredes de su celda o las gradas llenas de gente del coliseo, e internamente le dedicó un sincero “gracias” al de los ojos dorados que le había prácticamente rescatado de esa vida.


Fueron cordial y servicialmente recibidos por los que trabajaban en palacio, y se adentraron al mismo de inmediato, pues Ryoota sabía que no podía posponer lo inevitable, además, lo más seguro era que sus dos esposos ya le estuviesen esperando luego de que el Rey Imayoshi les avisara de su llegada, así que se armó de valor y avanzó a paso firme por los elegantes pasillos, con un pelirrojo siguiéndole los pasos muy de cerca. Ambos llevaban túnicas blancas que les cubrían por completo, y aunque Taiga tenía curiosidad por ese hecho optó por no preguntar nada, probablemente se enteraría dentro de nada.


A lo lejos vislumbraron dos altas figuras que ya aguardaban la llegada del rubio, parados frente a la puerta de la habitación que compartían, el menor  suspiró antes de apresurar sus pasos, adelantándose a su acompañante para cubrirlo de la vista de los otros dos.


-¡Aominecchi!-exclamó alegremente justo antes de abalanzarse sobre un sorprendido moreno que de todas formas le recibió con los brazos abiertos.


-Kise que….-Daiki no tuvo tiempo de decir absolutamente nada, porque su esposo, que había saltado sobre él, ahora se encontraba comiéndole la boca en un profundo y húmedo beso que lo dejó viendo estrellas, preguntándose de manera inevitable si es que le habían cambiado a  su esposo o algo parecido, pues Ryoota era demasiado tacaño para su gusto y nunca le hacía cariños, mucho menos darle besos y encima de todo con lengua… Algo no estaba bien ahí ¿o si?


Los brazos del rubio habían rodeado el cuello ajeno, mientras que los del moreno le sostenían con firmeza por la cintura, apretándole contra su cuerpo a pesar de lo pegados que ya estaban, el menor ladeó el rostro levemente para tener una mejor posición y el mayor no dudó en aprovechar aquello para profundizar aún más el contacto. Sus labios se rozaban una y otra vez mientras sus lenguas danzaban de manera caliente y húmeda, acariciándose cuanto podían hasta grabarse bien el sabor ajeno. Sus respiraciones agitadas chocaban, y el rubio dejaba escapar leves suspiros que eran ahogados por los labios que le mordían y la boca que le devoraba, pues no pasó mucho tiempo antes de que el de Tōō tomara el control de la situación.


De pronto Ryoota sintió una superficie fría contra su espalda, al mismo tiempo en que ya no se encontraba pisando el suelo, pues sus piernas habían ido a parar alrededor de la cintura del moreno, quien de manera descarada y sensual le había empotrado contra uno de los muros del pasillo, y aunque su boca estaba ocupada, no pasó mucho tiempo antes de que un par de gemidos se le escaparan al sentir como su esposo se restregaba contra él.


La intensidad de aquello comenzaba a escapar de sus manos, los ojos del menor se cristalizaron como si estuviera al borde de las lágrimas y a penas los podía mantener semi abiertos, mientras que sus mejillas estaban alarmantemente rojas y la expresión en su cara era una de aturdimiento y placer que se mezclaban de una manera deliciosa en esas finas facciones. Por su lado Daiki sentía todo su cuerpo tremendamente caliente, tanto que juraría que su sangre ardía, y la imagen que tuvo en cuanto abrió los ojos lo dejó totalmente hipnotizado, porque por la posición y lo cerca que estaban, la capa que el otro llevaba dejaba de ser un estorbo, y el rostro que tanto deseó ver, ahora lo tenía ante sus ojos, pero bañado de ese matiz erótico que le envió una corriente de placer por todo el cuerpo y le nubló por completo la razón.


Shintarou carraspeó incómodo y abochornado por aquella situación,  quizá un poco celoso también, y aunque Daiki hizo caso omiso de cualquier cosa que no fuera el chico que tenía entre sus brazos, aquello fue suficiente para traer a Ryoota de regreso a la realidad, alarmándose un poco por la manera en la que se había dejado llevar, pero sobre todo por la manera en la que el moreno avanzaba, sin estar dispuesto a parar.


-Aomi….ngh…-hizo un intento por hablar, pero los labios ajenos no se lo permitieron en absoluto, así que comenzó a removerse de manera inquieta, sus piernas, sus brazos, todo lo que le fuera posible moverse para intentar apartar a “la bestia” que tenía encima, lo más que logró, luego de mucho insistir, fue ladear el rostro para cortar aquel beso que le dejaba sin aire.- Midorimacchi…. Ayúdame… –jadeó con dificultad extendiendo sus brazos hacia un completamente sonrojado Shintarou que lo miraba impactado mientras el moreno no abandonaba su labor de frotarse frenéticamente contra su esposo, al tiempo que lo que devoraba ahora era el fino y apetecible cuello que el otro había dejado a su merced al girar el rostro.


Aquel ruego de auxilio fue suficiente para que el peliverde se moviera hasta donde estaban los otros dos, sujetó con fuerza al moreno y tiró de él hacia atrás para apartarlo del príncipe acorralado contra la pared, el cual de inmediato bajó sus piernas de la cadera ajena y ayudó empujando a Daiki con sus manos para facilitarle la tarea a Shintarou.


Extrañamente, luego de la resistencia inicial de Daiki a separarse de la deliciosa piel ajena, terminó por dejarse arrastrar por Shintarou, cual si fuera un zombie o estuviera en las nubes, de manera que sólo se apoyó contra la pared del extremo opuesto del pasillo y ahí se quedó, intentando normalizar un poco su respiración mientras procesaba lo bien que se había sentido tener así a su rebelde esposo.


Por otro lado, Shintarou regresó a lado de Ryoota y le miró fijamente por un par de segundos mientras el mencionado se recuperaba de  tan arrebatador y lujurioso beso.


-Gracias Midorimacchi…-el de ojos dorados calló al encontrarse con una penetrante y seria mirada por parte del de Shotokku, sin saber si aquello era porque estaba enojado o algo parecido, pues no era capaz de leer esas preciosas esmeraldas en aquel momento.


-Las reglas de un harem dictan que cada uno de los consortes debe recibir de manera equitativa el afecto y atenciones de su esposo-recitó con seriedad pero aun visiblemente sonrojado mientras acomodaba las lentes que cubrían sus ojos como una manera de distraerse de lo vergonzoso que le resultaba estar diciendo algo como aquello.


Ryoota parpadeó sorprendido, sin poder comprender del todo lo que el otro estaba diciendo... ¿Afecto en partes iguales? ¿Atenciones en partes iguales? Bueno… en cierta forma tenía sentido, porque si no mal recordaba, su padre le había dicho que, cuando se le daba algo a un miembro del harem, también había que dárselo a los otros, por ejemplo, un regalo, pero entonces… a lo que Shintarou se estaba refiriendo era a…. ¿un beso?


Para cuando dio con la respuesta, el de ojos verdes ya le tenía sujeto por la cintura con una de sus manos, y con la otra le levantó el mentón solo un poco y de manera gentil  mientras se agachaba levemente hasta quedar a la misma altura del rostro ajeno, y sin mediar cualquier otra palabra, sus labios se unieron con los ajenos en un beso lento pero necesitado, que conforme pasó la sorpresa y la vergüenza inicial, se fue tornando profundo y demandante, más nunca agresivo ni salvaje, era un tacto suave y cuidadoso que le recorría con paciencia, buscando saborearlo todo hasta saciarse. Ryoota se dejó llevar por la gentileza de aquel beso, y  respondió de la misma manera, saboreando la boca ajena mientras se aferraba a los hombros del más alto, porque aunque ese beso no tenía la intensidad con la que Daiki le había asaltado, se sentía sumamente bien, e incluso sintió como sus rodillas temblaron, Shintarou era un excelente besador… y si a eso le sumaba la manera en la que Daiki le había dejado momentos antes, hacía que se sintiera realmente débil y sumamente sensible, por lo que no fue capaz de parar a su segundo esposo en aquella placentera tarea, y el beso sólo se rompió hasta que el de ojos verdes sintió que debía detenerse o acabaría por atacar al rubio de la misma forma en la que el moreno lo había intentado, y aquello era sumamente inapropiado e incorrecto.


Ryoota se apoyó contra la pared, aturdido por todo aquello, que ni siquiera se había fijado en que sus dos esposos habían iniciado ya una pelea de miradas asesinas, pues Daiki no estuvo nada conforme con ver a Shintarou besuquear al rubio de esa manera, y de igual manera el de cabellos verdes le reclamaba con la mirada exactamente lo mismo al moreno, además también estaba el hecho de que cierto pelirrojo, ex gladiador de Seirin los miraba totalmente atónito, impactado, sonrojado y sin poderse creer lo que sus ojos estaban viendo, aquellos sujetos prácticamente habían ido a comerse a besos al que sería su esposo, y a él no le había agradado para nada.


-¡Son unos indecentes!-protestó enojado el de Seirin, totalmente dispuesto a darse la vuelta y marcharse, poniéndoles mala cara a los tres que voltearon a mirarle, apenas reparando en la presencia del pelirrojo.


Los ojos dorados se abrieron ampliamente al recordar que estaba ahí para presentarle al pelirrojo a los otros dos, e ingenuamente creyó que Daiki se suavizaría un poco con algo como un beso y tomaría mejor la noticia de que tendría un tercer esposo, pero todo se había salido de control.


-Kagamicchi!! No te vayas- el rubio corrió hasta donde estaba el pelirrojo y le sujetó del brazo para detener su huida- hm… bueno, aunque quisieras irte no podrías…-le recordó- es decir… si realmente lo hicieras yo estaría en muchos problemas…-sus manos se aferraron a las ropas ajenas, mientras agachaba un poco la cabeza y su mente viajaba de nuevo a lo que había dicho el Rey de Seirin, pese a que no quería pensar más en las consecuencias de no acatar lo acordado.


-Jamás haría algo que te pusiera en problemas…-dijo muy seriamente el pelirrojo, desistiendo ya de cualquier intento de irse, y volviéndose para colocar su mano sobre la cabeza ajena, regalándole una suave caricia a manera de apoyo, después de todo el rubio le había brindado todo su apoyo en el momento en que más lo necesitaba,  y lo menos que podía hacer era corresponderle.


Otro carraspeo les hizo mirar a un peliverde y un peliazul que con la mirada exigían ya una explicación a la presencia de aquel extraño y al trato tan familiar y cercano que parecían tener, aunque en realidad el de lentes ya se hacía una idea de por dónde iba el asunto, mucho más después de la pequeña pero intensa sesión de besuqueo que acaban de tener con Ryoota.


-Aominecchi, Midorimachi… les presento a Kagami Taiga-su voz titubeó un poco, bajando también de volumen, un tanto inseguro de lo que estaba por decir, o más bien, de como lo iba a decir-será mi esposo y por tanto miembro del harem-terminó por decir rápidamente, mientras el pelirrojo se retiraba la capa que le cubría para dejarse ver ante los otros dos, los cuales entendía serían sus nuevos compañeros.


-Un gusto… a partir de hoy estaré cuidando a Kise también-dijo con seguridad, sorprendiendo un poco al mencionado que no se esperaba aquello, pero no tenía porque dudarlo cuando él mismo había visto lo noble que era el ex gladiador.


-¡¡Tú!! ¡Eres el tigre de Seirin!-dijo de pronto Daiki, interrumpiendo cualquier presentación, y plantándose en frente del pelirrojo. Ambos tenían prácticamente la misma estatura, y una complexión física bastante similar, por lo que aquel cuadro que comenzaba a tornarse un tanto hostil, parecía uno en el que dos poderosos guerreros estaban a punto de enfrentarse en una dura batalla.


-Y tú eres la pantera de Tōō…- el pelirrojo pareció tardar un poco más en reconocerle, pero no demasiado, ya que ambos se habían enfrentado en una ocasión en la arena, y había que decir que aquella había sido una batalla épica, pero no habían pasado de un empate, dado que sus fuerzas, aunque monstruosas, parecían estar bastante parejas, además aquello fue solo en una batalla de exhibición a petición de Daiki que como príncipe tenía el derecho de solicitarla.


Ambos se miraron durante un largo rato, como si intentaran estudiarse y evaluar a su “enemigo”, porque ninguno había quedado satisfecho con ese empate, y ahora que se veían, se pronto empezaban a sentir esa espinita de querer dejar en claro quién era el mejor.


-¿Tigre? ¿Pantera?-repitió Ryoota para sí mismo mientras ladeaba el rostro, mirando a esos dos, que de alguna manera extraña, parecían llevarse bien, o al menos entenderse ¿sería por qué hablaban el mismo lenguaje salvaje y felino?- ¿tú querrás ser un jaguar?- le preguntó divertido a Shintarou, aunque éste solo hizo un gesto de que esos dos estaban locos y no había porque meterlo en eso tan ridículo como tener el apodo de un felino.


Al final Daiki y Taiga continuaron con sus intentos de desempate, bastante tontos en realidad, cosas como  “yo puedo hacer esto mejor que tú” o “no puedes vencerme si se trata de x cosa”, etc. pero el resultado siempre era el mismo, y Ryoota prefirió escabullirse en ese momento, había cosas que debía poner en orden, además su padre le había dicho que era probable que realizaran un viaje a Yosen pronto.


Por otro lado, Ryoota estaría mintiendo si dijera que no le alegraba que las cosas se hubieran dado así, porque Daiki no había puesto tantos peros para aceptar al pelirrojo, pues desde antes ya le había reconocido como un rival digno, mientras que Saintarou parecía no tener problemas con aquello, después de todo entendía bien cómo funcionaba un harem y los términos del acuerdo bajo el que se había casado con el príncipe de Teiko.


Dadas las circunstancias, la boda entre Taiga y Ryoota fue mucho más rápida, simple  y sencilla de lo que fue explicarle al rey Nijimura que su hijo tendría un nuevo esposo, porque con el pelirrojo ya sumaba tres! ¿Qué se supone que iba a hacer Ryoota con tres esposos? El rey de Teiko no pudo evitar mirar a los tres involucrados que ahora se reunían alrededor del rubio, luego de la ceremonia, conversando sobre alguna cosa que desencadenaba risas, discusiones que no dejaban de ser amistosas, reacciones tsunderes y un ambiente bastante agradable, pero sobre todo se notaba el respeto y cariño que los tres le tenían al de ojos dorados, y fue por ese motivo que decidió que de ahora en adelante confiaría en su hijo y aceptaría  las decisiones que este tomara, aunque a veces le parecieran un tanto descabelladas.


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Después de la boda entre el tigre de Seirin y el príncipe de Teiko, y de un pequeño periodo de convivencia para que los cuatro se conocieran un poco más, Ryoota y sus esposo partieron hacia Yosen, pues estos habían decidido que no podían dejar que el rubio fuera solo, o que únicamente el Rey Nijimura le acompañara, pues en cuanto le dejaban solo este iba y se conseguía un nuevo esposo, y según su criterio, los tres que ya eran, bastaban y sobraban para ser esposos de Ryoota, así que se asegurarían de cuidarlo y vigilarlo para que su visita a Yosen fuera sin ningún sujeto que apareciera de repente para ser un esposo más del menor.  Porque además, a ellos los tenía en tan rigurosa abstinencia, que querían salvar a algún pobre hombre de terminar como ellos, solo mirando a ese ser incitador al pecado, sin obtener más allá de breves roces “accidentales” y una rotunda negativa a dejarles pasar a su habitación o mostrarles un centímetro de piel más allá de la de sus manos ¿es que ni siquiera tenía calor con toda esa tela encima y el infernal clima que tenían últimamente?


En fin, no perdían la confianza en que con el tiempo y la convivencia, Ryoota fuera eliminando poco a poco esas barreras que había impuesto con la finalidad de protegerse.


El motivo de su vista al reino de Yosen consistía en una celebración que se llevaba a cabo desde hace 6 años con la participación de representantes del reino de Teiko, dicha festividad consistía en un intercambio entre los representantes, de un postre tradicional del reino al que pertenecían, pero elaborado de una forma original y novedosa con el fin de obtener un postre de exquisito sabor. Cada año se le encomendaba la preparación a una persona diferente, siendo el rey quien lo designara, y este año, Nijimura había elegido a su hijo para hacerlo, mientras que el Rey de Yosen, Himuro Tatsuya, había elegido a uno de los más reconocidos pasteleros del reino:


 Murasakibara Atsushi


Un chico de diecinueve años, e increíbles dos metros con ocho centímetros de estatura, su cabello y ojos son de un particular tono morado, siendo el primero ligeramente largo y lacio, su complexión es tan imponente como su estatura, de espalda ancha y brazos fuertes, resultando sus manos en verdad grandes, y siendo un buen motivo para que la gente pudiera pensar que si se proponía “aplastar” a alguien no le sería nada difícil.  Su cuerpo se mantiene en perfecta armonía de acuerdo a su altura y tamaño, piernas largas y resistentes, abdomen trabajado y debidamente marcado, además de facciones masculinas y definidas. En muchos aspectos Atsushi es como un felino flojo, manteniendo siempre esa expresión de apatía o desinterés hacia lo que le rodea, pareciendo calmado pese a que en realidad es muy fácil que algo le disguste y se enoje, es también algo olvidadizo y un amante de los dulces bastante extremo, ya que la cantidad de azúcar que necesita para vivir es increíble, y pese a ello su salud está en perfecto estado.


Atsushi eligió el mejor de los postres que tenía entre sus creaciones por demás originales y deliciosas, y se presentó muy temprano en el lugar en donde se llevaría a acabo el tradicional intercambio, porque aunque era perezoso y odiaba madrugar, si había nuevos dulces que probar, él era el primero en estar ahí.


En cuanto el representante de Teiko llegó, se procedió con la apertura de la celebración, y finalmente pasaron al intercambio…


-Representando al reino de Yosen, el reconocido pastelero, Murasakibara Atsushi-anunció quien dirigía aquello, incitando al de cabellos morados a ubicarse en el centro del lugar, llevando por su puesto el postre que había elaborado.


-Y representando al reino de Teiko, el príncipe Kise Ryoota, a quien es un honor tener aquí el día de hoy-el rubio imitó al “gigante”, sin poder dejar de mirarle asombrado por la estatura de aquel chico, demasiado alto… demasiado imponente y… un tanto intimidante cuando ponía esa mirada de “apúrate y dame los dulces o te aplasto”.


Una vez que ambos se encontraron frente a frente, el rubio le saludó cordialmente, aunque algo nervioso, pues la mirada violeta había pasado ahora a mirarle de una manera un tanto…  fija, penetrante, como si le estuviera examinando a detalle y con mucha curiosidad, pues en esta ocasión el príncipe no llevaba nada que le cubriera el rostro, ya que sería grosero cubrirse de aquella manera, además de que sus tres paranoicos esposos aguardaban a una distancia considerable desde la que no podían verle , así que se limitó a sonreírle al grandote frente a él mientras le extendía una pequeña charola de plata en donde se encontraba el postre que había preparado.


Ante esa última acción, Atsushi pareció volver a la realidad, y también entregó su postre, casi como si estuvieran coordinados tomaron un trozo de lo que se les había ofrecido y se lo llevaron a la boca para degustarlo. Ya que aunque tenían que guardar un poco de dicho postre para su respectivo rey, podían probar otro tanto sin problemas.


-¡!-Ryoota abrió ampliamente los ojos mientras el dulce seguía en su boca, sintiendo como se derretía poco a poco, deleitando a sus papilas gustativas con forme el sabor se extendía por toda la zona, casi podía jurar que había una fiesta en su boca ¿qué se supone que era eso tan delicioso?-Esto…-murmuró muy suavemente, debido al asombro del que no acababa de salir- es lo más delicioso que he probado en toda mi vida…-sentenció con los ojos brillantes, mirando al contrario como si fuera una especie de “dios de los dulces”.


Atsushi parpadeó sorprendido ante la imagen de aquel chico rubio, pues nunca se había encontrado con alguien que apreciara de esa manera sus dulces, pasteles o cualquier otra cosa que pudiera preparar, por más deliciosa que fuera, solo le decían que sabía bien y no pasaba a más, pero ese muchacho podía apreciar sus creaciones a un nivel diferente, a uno que incluso logró que se sonrojara.


-Gracias… me siento halagado, tú también eres delicioso…- respondió de manera sincera, pues mientras le estuvo observando se dio cuenta de que la piel del contrario era tan blanca que le parecía un delicioso dulce de leche, y su cabello cual vainilla, mientras que los rosados labios estaba casi seguro de que le sabrían a fresa… y digamos que del dulce que había probado… realmente no recordaba cuál era su sabor, así que no, el dulce que el rubio había hecho no era delicioso, pero el dueño sí.


Por su parte Ryoota sonrió ante el comentario, suponiendo que se refería al dulce, pero que no había elegido correctamente las palabras, y jamás le pasó por la cabeza el significado real de las mismas, o al menos no hasta que sintió como una húmeda lengua recorría su mejilla, probándolo con total descaro mientras una enorme mano le estrechaba por la cintura en un apretado abrazo.


-No es leche, es vainilla…-se corrigió de su pensamiento inicial luego de saborear la piel ajena, más no le soltó en lo absoluto-exquisitamente suave pero firme, delicioso aroma…-susurraba para sí mismo pero casi al oído del  contrario cuando se acercó a oler sus rubios cabellos, al mismo tiempo que su mano se deslizaba hacia abajo y apretaba suavemente el trasero ajeno, logrando que el rubio diera un pequeño brinco por la sorpresa y se pusiera aún más tenso de lo que ya estaba.


-Que…-intentó hablar, pero el estado de shock en el que había entrado y la vergüenza le dificultaban el armar una frase coherente.


-Consistencia perfecta…-concluyó el de cabellos morados luego de ese pequeño apretón a la parte trasera de su compañero- y ahora tu cara tiene el hermoso color de las cerezas~-sonrió admirando el intenso color rojo que se propagaba por todo el rostro ajeno-definitivamente quiero comerte~-volvió a susurrarle al oído, y estaba muy dispuesto a cumplir lo que había dicho, incluso si tenía que hacerlo ahí mismo, pero justo en ese momento Ryoota reaccionó, totalmente asustado y escandalizado, cabe mencionar.


Sin esperar nada empujó al gigante con toda la fuerza que pudo y, tras darle una chachetada  por lo ofendido y avergonzado que se sentía al ser tocado de aquella manera, y más aún frente a todo el reino de Yosen, salió corriendo hacia donde sus esposos lo esperaban, sin poder terminar de comprender porque había sucedido todo eso ¿Qué le pasaba a ese sensual gigante? Es decir… no es que él pensara que era sensual… bueno, si lo era o no daba igual, el punto era que le había faltado al respeto y toqueteado de aquella descarada manera en frente de todo el reino, y ni siquiera se había quedado para terminar la celebración, por lo que suponía habría problemas… ¿Es que acaso era un imán para los problemas?


Llegó casi sin aliento a donde los otros tres aguardaban, intentando explicar vagamente lo sucedido, pero sin detalles, o esos tres se pondrían como demonios.


-¿Qué sucede? Pensé que la celebración duraría más…-dijo Taiga confundido mientras sujetaba a su esposo que parecía a punto de desfallecer por el esfuerzo de haber corrido de esa manera tan alocada.


-¿Estas bien Kise?-Daiki intentó mirarle el rostro, pero el rubio ya se había cubierto de nuevo con su capa y no se lo permitió.


-Ya basta, déjenme revisarlo- el peliverde intentó poner orden a esos dos que seguramente terminarían peleándose por ver quien “cuidaría” del de Teiko.


-¡No! Todo está bien, solo… ¡Debemos irnos y rápido!-jaló un poco la ropa de Taiga para que le hiciera caso y accediera a lo que le estaba pidiendo, y realmente no tuvo que rogarle mucho antes de que el pelirrojo le levantara en brazos y echara a correr hacia cualquier dirección.


-¡Espera Bakagami yo llevaré a Kise!-reclamó el moreno corriendo tras ellos, mientras el de ojos verdes le imitaba, no sin dejar de pensar que el pelirrojo ni siquiera sabía hacia donde iba, pero ya que Ryoota lo que quería era alejarse,  eso Taiga sí que lo estaba haciendo bien.


Desafortunadamente para ellos, no pasó mucho antes de que apareciera un mensajero del rey en el lugar en donde se estaban alojando, y por supuesto que no decía nada agradable, ya que en la carta que se le entregó al de ojos dorados había una disculpa hacia su persona por el vergonzoso comportamiento del famoso pastelero Murasakibara Atsushi, pero también decía que por esa falta se le castigaría severamente, pero que el príncipe de Teiko también había cometido una falta al haber abandonado así la celebración y arruinar aquella tradición que debía ser sumamente sencilla, por lo que debía presentarse de inmediato ante el rey, para que se decidiera como arreglarían el asunto.


-Ugh… ¿por qué esto me pasa solo a mí?-preguntó dramáticamente Ryoota mientras se dejaba caer en la cama y la carta que había estado leyendo caía al suelo.


Sin dudarlo, Daiki se apresuró a levantar el papel y leyó el contenido quedando asombrado pero sobre todo enojado al enterarse que un desconocido se había atrevido a acosar tan desvergonzadamente a su esposo, y que encima de todo se habían ganado problemas por eso.


-Bastardo…-gruñeron los tres al mismo tiempo mientras las letras en el papel se hacían pedacitos en las manos del moreno.


-Chicos… deben tranquilizarse, no podemos hacer nada tonto o solo conseguiremos enemistarnos con Yosen…- dijo Ryoota sin poder evitar suspirar derrotado ante la situación, después de todo no tenían muchas opciones.


-Es cierto, debemos escuchar lo que el Rey de Yosen tiene que decir, ir en su contra no es sensato-apoyó el de ojos verdes logrando que sus dos compañeros pusieran mala cara por tener que aceptar aquello cuando Ryoota no había tenido culpa alguna.


Al amanecer tuvieron que presentarse en el palacio, fueron recibidos de inmediato y llevados hasta el rey, por lo que se veía sería algo privado, pues en la sala solo estaba el gobernante de Yosen con un par de soldados que le custodiaban, y por su puesto el principal involucrado en todo aquello, el pastelero Murasakibara Atsushi, quien  cabe mencionar que tenía cara de estarse aburriendo terriblemente, como si no le importara en realidad el problema en el que había ido a meterse.


-Príncipe Kise, debo disculparme por el vergonzoso comportamiento de Murasakibara, él está arrepentido por lo que hizo, pero no por ello se salvará del castigo que tiene merecido.


-Rey Himuro, acepto la disculpa sin ningún problema, sé que en el fondo el señor Murasakibara no tenía malas intenciones…-respondió el rubio aunque no muy convencido de lo último, pues por qué había actuado de esa desvergonzada manera solo el de cabello morado lo sabía, y ciertamente aún se sentía ofendido, mucho más al notar que el rostro de su atacante no mostraba ni una pizca de arrepentimiento. ¿En serio quería ser perdonado con esa actitud?


-Pero la situación no es tan fácil ¿Es consciente de la manera en la que abandonó la celebración?-la voz del rey adquirió un tono severo que no dejaba lugar a dudas que estaba molesto porque la festividad no se llevara a cabo como se debía.


-Si su majestad…-el rubio se inclinó en señal de disculpa- en verdad lamento que todo haya terminado así, y siendo consciente de mi falta, acataré cualquiera que sea su decisión-terminó por aceptar creyendo que era lo más sano, aunque sus esposos ahí presentes no estaban de acuerdo, pero tampoco podían interferir, sobre por el detalle de que eran custodiados por guardias también.


-Esa es una muy sabia y noble decisión joven príncipe- el rey se puso de pie y caminó hasta el gigante de cabellos morados, al cual tomó de la mano y le guio hasta donde estaba Ryoota.


El rubio parpadeó sin comprender porque la cara de aburrimiento del grandote había pasado a ser la de un niño que ha obtenido el dulce que tanto quería, e instintivamente retrocedió un par de pasos, regresando su mirada hacia el rey que solo se encogía de hombros.


-Declaro que Teiko y Yosen tengan una unión por medio del matrimonio para garantizar la paz entre ambos reinos-decretó el rey firmemente, asumiendo que tal decreto se cumpliría porque el príncipe de Teiko ya había dado su palabra, y dudaba mucho que faltara a ella.


-Pero….-el rubio seguía sumamente confundido con la exigencia del rey de Yosen, porque entendía que quisiera una alianza, pero ¿por qué lo estaba haciendo por medio del matrimonio? ¿y qué tenía que ver el gigante que ahora sujetaba su mano con la clara intención de besarla?¿acaso…?


-Atsushi es mi hermano y príncipe de Yosen también, por lo que él será a quien deberás desposar-reveló el rey con una sonrisa al ver la expresión de desconcierto plasmada en el rostro del príncipe de Teiko.


-Después de todo si podré comerte Kise chin~-murmuró el gigante acentuando su sonrisa también, en tanto Ryoota se ponía pálido  y terminaba por desmayarse, claro que Atsushi le sujetó sin problemas entre sus grandes brazos, encontrándose con que su futuro esposo era demasiado ligero ¿le haría falta comer más? Mmm quien sabe, de todas maneras le seguía resultando adorable, y sobre todo delicioso.


A lo lejos vio a los tres esposos del rubio protestar y forcejear contra los guardias que ya les habían rodeado, reteniéndolos aún más para que no se acercaran a donde estaba el rey y ambos príncipes.


Una cuarta boda había sido decidida y Ryoota no acababa de entender por qué le pasaba todo eso a él, ahora tendría un esposo más, y encima uno mucho más grande de lo que eran los que ya tenía… era definitivo, jamás tendría un esposo pequeño y delicado al cual cuidar…

Notas finales:

Una duda mas ¿Quieren que se incluya a Kuroko en el harem?

Próximo capitulo: Akashi Seijuro  Emperador absoluto del reino  de Rakuzan


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